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Nuestros momentos por Khira

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Escena 6 – Después del capítulo 238 del manga

 

El equipo 7 ya era oficialmente cosa del pasado.

Sasuke estaba con Orochimaru. Sakura se había convertido en discípula de Tsunade, decidida a ser ninja médico. Y Naruto estaba preparándose para partir con Jiraiya a un duro viaje de entrenamiento.

Mientras ayudaba a Naruto a preparar su mochila, Iruka no podía dejar de pensar en Kakashi. Estaba muy preocupado por él. Perder a Sasuke ya había sido un duro golpe para el jounin, y ahora le abandonaban también Sakura y Naruto. Iruka se moría de ganas de ir a verle para saber si estaba bien, pero estaba demasiado avergonzado por cómo se había comportado la última vez que habían estado a solas, una semana atrás.

Si bien Kakashi se había equivocado al acusarle de querer follar solo por despecho, Iruka sabía que no se había portado bien. En lugar de explicarle calmadamente al jounin que eso no era así, sino que realmente Iruka le necesitaba a él, había dejado que un repentino ataque de furia le dominara y había huido. Eso sí, después de soltarle un maleducado exabrupto… otra vez.

«Soy un imbécil».

Si Kakashi no quería volver a saber nada de él, lo entendería. Aunque no sabía cómo iba a soportarlo, ahora que empezaba a corresponder sus sentimientos.

En cuanto terminaron de preparar la mochila, Iruka y Naruto fueron a comer ramen a Ichiraku a modo de despedida.

Aún no habían terminado cuando Jiraiya se asomó por la cortina del establecimiento.

—¡Vámonos, Naruto!

—¡Sí! —El chico dio un salto del taburete, emocionado—. ¡Me voy, Iruka sensei! ¡El ramen es un regalo por mi éxito!

—De verdad que… —Iruka suspiró, divertido.

El chuunin les vio marchar calle abajo.

«Da lo mejor de ti, Naruto».

Cuando les hubo perdido de vista, Iruka sintió que los ojos se le humedecían. Naruto era como un hermano pequeño para él y lo iba a echar muchísimo de menos. Se frotó la cara con una mano y decidió irse a casa dando un paseo.

Ya estaba a punto de llegar cuando se encontró con Kotetsu e Izumo.

—¡Oi, Iruka! —saludaron los dos chuunins—. Precisamente veníamos a por ti.

—¿A por mí? —Iruka se detuvo delante de sus dos amigos.

—Nos hemos enterado de que Naruto se ha marchado ya y hemos pensado que necesitabas animarte.

—¿Animarme? No, gracias, chicos. Estoy bien.

—Venga, va, igualmente hace un montón de tiempo que no salimos los tres juntos —dijo Kotetsu—, por lo menos desde antes de la muerte del Ter… —Izumo le interrumpió con un codazo—. ¡Ouch!

Iruka los miró con una sonrisa triste.

—No pasa nada, Izumo, no es un tema tabú.

—Lo sé, pero no es momento para sacar el tema, ya tienes bastante con lo de Naruto.

—De verdad que estoy bien. Le echaré de menos, por supuesto, pero sé que está en buenas manos y que volverá mucho más fuerte.

—Entonces vayamos a celebrar eso —dijo Kotetsu, ya recuperado del codazo.

—Eso, Iruka. Además, la academia sigue cerrada así que no tienes la excusa de “me tengo que levantar temprano” o “no puedo beber o tendré que dar clase con resaca”.

—Qué demonios —suspiró Iruka—. Tenéis razón. Vayamos a tomar esas copas.

—¡Genial! ¿Nos vemos esta noche en Kaito’s?

Kaito’s era un bar de shinobis en la parte oeste de la ciudad. Iruka solo había estado un par de veces allí, siempre con Kotesu e Izumo.

—De acuerdo.

—Bien. Hasta luego, Iruka.

—Hasta luego, chicos.

Kotetsu e Izumo dieron media vuelta e Iruka subió a su apartamento. Se daría una ducha, cenaría algo rápido y luego se reuniría con sus amigos.

***

Kaito’s estaba a rebosar. Ahora que Tsunade era hokage y la aldea había recuperado su posición, el número de misiones por semana había vuelto a la normalidad, lo que significaba que había más ninjas con tiempo libre. Y, al parecer, Kaito’s era el lugar de moda donde pasar ese tiempo.

Iruka, Kotetsu e Izumo se sentaron en una de las pocas mesas libres al fondo del local. Pidieron cerveza y se pusieron a charlar de temas triviales, como la nueva novia de Kotetsu, una civil que había conocido días atrás.

Cuando Kotetsu e Izumo se pusieron a discutir sobre qué tipo de mujer era más atractiva, si las que tenían el pecho pequeño y firme —como al parecer era el caso de la civil— o grande y voluptuoso —como la Hokage, puso de ejemplo Izumo—, Iruka desconectó y se dedicó a observar a la gente en el bar. Advirtió que había tanto chuunins como jounins, y ningún genin —lógico, ya que la mayoría de genins eran menores de edad—. Se distinguían bien entre ellos ya que los chuunins iban vestidos de calle, como el mismo Iruka, y los jounins de uniforme, ya que estaban permanentemente de guardia, e incluso cuando iban de bares tenían que estar listos para partir en cualquier momento. Las misiones para los chuunins solían ser menos urgentes y por eso se les permitía vestir de calle en su tiempo libre. También advirtió, sin sorpresa, la separación existente entre ambos rangos. No había ningún grupo en el local que fuera mixto: todos eran grupos de jounins o grupos de chuunins. Si bien muchas veces trabajaban juntos en misiones de rango medio, a la hora de relacionarse personalmente jounins y chuunins lo hacían por separado. ¿Por qué? No había ningún motivo oficial. Sin embargo, Iruka, como chuunin, conocía la versión de los suyos, y esta era simplemente que los jounins estaban emocionalmente como cabras y que lo más aconsejable era no juntarse demasiado con ellos.

Había excepciones, por supuesto, sobre todo en el caso de parejas heterosexuales. La mayoría de esas parejas estaban formadas por un hombre jounin y una mujer chuunin. Iruka no conocía ningún caso al contrario. Seguramente porque los hombres tenían demasiado orgullo como para salir con una mujer que fuera físicamente más fuerte que ellos y que toda la villa lo supiera. Aun sabiendo que era un prejuicio absurdo, Iruka lo entendía: Kakashi era hombre, pero él también, y por eso se sentía también un poco incómodo con la diferencia de rango y por lo tanto de poder.

Y en cuanto a parejas homosexuales, Iruka tampoco conocía ningún caso, solo algún que otro rumor.

En ese momento entró en Kaito’s un grupo de jounins más que conocido: Kurenai, Asuma, Gai y… Kakashi. La élite de Konoha.

Iruka apretó inconscientemente su vaso sin dejar de observar a Kakashi, quien no le había visto a él aún. Los cuatro jounins se habían sentado en la barra. Iruka se preguntó qué debería hacer. Quería hablar con Kakashi, disculparse, y aunque sabía que no era el momento ni el lugar, de pronto necesitaba hacerlo cuanto antes.

Kotetsu e Izumo seguían hablando sobre chicas, e Iruka se dedicó a observar a Kakashi con el disimulo que le permitía su discreta ubicación en el bar. De repente Kakashi se levantó; Iruka temió por un momento que fuera a marcharse, y él no podía seguirlo sin dar explicaciones a sus amigos. Pero el jounin se dirigió a los lavabos, e Iruka vio la ocasión.

—Chicos, voy al lavabo, ahora vuelvo.

Se levantó y se dirigió a los lavabos, entrando unos segundos después de Kakashi. El jounin se estaba lavando las manos, para lo que se había quitado temporalmente los guantes. Sus ojos se encontraron a través del espejo. Iruka contuvo la respiración. La mirada de Kakashi no era nada amigable.

Haciendo de tripas corazón, y tras cerciorarse de que estaban solos, Iruka habló.

—Lo siento…

No era su intención ir tan al grano, pero no podía aguantarlo más. Para su alivio, la mirada de Kakashi se suavizó un poco. El jounin se secó las manos y se dio la vuelta mientras se colocaba los guantes.

—¿Por qué te disculpas exactamente, Iruka?

El chuunin tragó saliva. Tenía que explicarse, era lo justo. Dio un paso titubeante hacia Kakashi.

—Por lo que pasó en tu casa la otra noche… Me cabreé por lo que insinuaste, pero no debería haberme ido así. Debería haberte hecho saber que realmente lo quería. Y en lugar de eso me comporté como un imbécil. Lo siento.

Kakashi suspiró.

—No es justo.

Iruka frunció el ceño, desconcertado.

—¿El qué?

—Que vengas a decirme esto vestido así.

—¿Vestido… así?

Iruka se miró en el espejo. Ni siquiera había prestado demasiada atención al cambiarse, había elegido lo primero que había pillado. Llevaba unos vaqueros, una camiseta negra y una sudadera verde abierta. Todas prendas muy sencillas. Pero, a juzgar por la hambrienta mirada de Kakashi, este no pensaba igual.

Kakashi alargó el brazo y, colocando un solo dedo dentro de la cinturilla de los vaqueros de Iruka, lo atrajo hacia sí. Iruka se puso tenso de inmediato, si alguien entraba y les sorprendía así…

—Aquí no, por favor —susurró.

—Entonces vámonos —dijo Kakashi.

—¿A dónde?

—A tu casa o a la mía, me da igual.

El tono de Kakashi era apremiante, igual que su mano todavía sujetándole por la cinturilla de los vaqueros. Iruka se sonrojó al comprender.

—Estoy con… con unos amigos. No puedo irme así sin más.

Kakashi suspiró y le soltó.

—Está bien —murmuró, visiblemente decepcionado.

—Una hora —dijo Iruka en un impulso. Kakashi alzó una ceja, interrogante—. Dame una hora para estar con ellos, despedirme sin que sospechen, y nos vemos en mi casa.

—Una hora —repitió Kakashi, complacido. A continuación añadió en un tono peligroso—: Si te retrasas, vendré a buscarte.

—No me retrasaré —prometió Iruka, ruborizado. La amenaza de Kakashi le había excitado.

Antes de darse la oportunidad de cometer una locura con Kakashi en los lavabos, Iruka salió de allí. De nuevo en la concurrida sala del bar, sus ojos se toparon con los de Gai. Iruka ignoró el gesto ceñudo del jounin —no quería ponerse de mal humor— y regresó con sus amigos.

***

Kakashi salió de los lavabos un minuto después y se sentó a la barra entre Gai y Asuma. Si bien Kakashi y Gai volvían a hablarse con aparente normalidad, ninguno de los dos había olvidado la que había sido su primera discusión seria en veinte años. Había una tensión entre ellos que Kakashi, que no era una persona rencorosa, deseaba dejar atrás cuanto antes. Por eso, cuando Asuma y Kurenai se levantaron para saludar a otra pareja que acababa de entrar en Kaito’s, estuvo a punto de sacar el tema, pero Gai, quien debía estar pensando lo mismo, se le adelantó.

—¿Por qué os escondéis Iruka y tú en los lavabos? —preguntó de forma distendida.

—Ah… Yo que sé. —Kakashi suspiró—. Cosas de Iruka. Es muy… celoso de su intimidad. Y no quiere levantar sospechas sobre nosotros.

Gai jugueteó con su copa ya vacía de sake.

—Lamento lo que dije de él —dijo en una exhalación, como si llevara dándole vueltas a la frase toda la noche—. Tenías razón: no había motivo para hacerlo. Fui absurdo.

Dos disculpas en un menos de diez minutos. Kakashi se preguntó si el mundo se había vuelto al revés: normalmente era él quien debía disculparse ante otra gente, sobre todo a causa de su poca empatía y de su costumbre de llegar tarde a todos los sitios.

—No te preocupes. Está olvidado.

—Gracias.

Gai iba a decir algo más, pero en ese momento regresaron Kurenai y Asuma. Los cuatro empezaron a charlar sobre los próximos exámenes a jounin que se celebrarían en un par de meses. Menos de media hora después, Kakashi anunció que se marchaba.

Cinco minutos después, cierto chuunin también se marchó de Kaito’s.

***

Iruka llegó a su apartamento diez minutos antes de la hora acordada, pero sabía que Kakashi ya estaría allí. En efecto, nada más entrar en el dormitorio, notó el chakra del jounin a su espalda. Iruka se giró y allí estaba Kakashi, sin máscara, y con la misma mirada hambrienta que le había dedicado en el bar.

—Pensé que había dejado la ventana cerrada —comentó Iruka, divertido.

—Y lo estaba —dijo simplemente Kakashi, justo antes de dar un paso hacia él y atacar sus labios.

—Mmm —gimió Iruka, sin defenderse lo más mínimo.

Kakashi le rodeó con los brazos, apretándolo contra sí.

—Me encanta la ropa que llevas —susurró el jounin contra su boca—. Pero ahora solo puedo pensar en arrancártela.

—Hazlo pues —jadeó Iruka. Podía notar la erección de Kakashi presionando contra su pelvis, lo que provocó que él también se excitara en tiempo récord.

Sin darle tiempo a cambiar de opinión, Kakashi abrió la cremallera de la sudadera verde de Iruka y la hizo resbalar por los hombros hasta que cayó al suelo. Como siempre, le quitó el coletero y luego le hizo levantar los brazos para poder quitarle la camiseta.

—¿Quieres desnudarme a mí? —preguntó Kakashi antes de seguir.

—Sí…

Iruka colocó ambas manos sobre el chaleco de Kakashi y empezó a desabrocharlo; no fue tarea fácil ya que estas le temblaban. Ya no tenía dudas, pero hacía mucho tiempo que no llegaba hasta el final, y no podía evitar los nervios. Rogó por que el jounin no lo notara, pero era pedir demasiado. En cuanto le hubo quitado chaleco y camiseta, y ambos estuvieron desnudos de cintura para arriba, Kakashi le sujetó las temblorosas manos contra su pecho.

—No hay que hacer nada que no quieras, lo sabes, ¿verdad, Iruka?

Iruka asintió. Claro que lo sabía. Sin embargo, sus manos no dejaban de temblar. Antes de que Kakashi empezara a pensar que se estaba comportando como un virgen, decidió sincerarse. 

—Hace mucho que no… que no hago esto. Y la razón es porque solo estoy dispuesto a hacerlo si la otra persona me importa de verdad. Y tú me importas, Kakashi… Me importas tanto que estoy empezando a asustarme.

Kakashi le alzó las manos y las besó en un gesto tierno a la vez que esperanzado.

—No tienes por qué asustarte.

—Es fácil decirlo, pero… —Iruka tragó saliva—. La última vez… —no pudo seguir. No quería nombrar a Mizuki en un momento así.

—Escucha, Iruka. Ojalá pudiera prometerte que nunca te romperé el corazón, pero… soy un jounin —dijo Kakashi—. Y la esperanza de vida de los jounins… bueno, ya sabes. Pero sí puedo prometerte una cosa: jamás te mentiré, ni te engañaré.

Iruka sonrió levemente. De pronto sus manos ya no temblaban.

—Bien —musitó.

—Bien —dijo Kakashi, y volvió a besarle.

Esta vez fue Iruka quien se apretó contra él. Estaban piel contra piel y la excitación de ambos no hacía más que crecer.

Repentinamente ansioso, Iruka dio un par de pasos atrás, llevándose a Kakashi con él, y se dejó caer en la cama. El jounin captó la indirecta y le empujó suavemente hasta tenerle tumbado por completo, colocándose él encima. Iruka gimió cuando sus entrepiernas quedaron en completo contacto, casi la misma postura que la vez en la mesa de la cocina de Kakashi. Pero en esta ocasión no opuso resistencia cuando el jounin empezó a desabrocharle los vaqueros. Cuando estos estuvieron desabrochados, Kakashi rompió el beso, solo para bajar la cabeza y empezar a lamerle lascivamente el pecho, al mismo tiempo que su mano se colaba dentro de la ropa interior del más joven.

Cuando la mano experta del jounin empezó a masturbarle, Iruka se sintió abrumado. Lo deseaba tanto… Agarró a Kakashi suavemente del cabello para obligarle a alzar el rostro.

—Kakashi… No voy a aguantar mucho...

—No te preocupes, la noche es larga —sonrió Kakashi.

Iruka negó con la cabeza. Las mejillas le ardían.

—Quiero hacerlo —murmuró—. Quiero hacerlo ya.

Kakashi se detuvo momentáneamente.

—¿Estás seguro? —preguntó en un susurro ronco.

—Sí.

Kakashi se incorporó un poco.

—¿Tienes…?

Muerto de vergüenza, Iruka se apresuró a responder.

—Sí.

Iruka rodó hacia un lado y sacó del cajón de la mesilla un pequeño bote de lubricante. Apenas unos minutos antes le había dicho a Kakashi que hacía mucho tiempo que no llegaba a ese punto con nadie, por lo que era evidente que Iruka lo usaba de modo unipersonal. Le lanzó el bote y, tal y como se temía, el comentario del jounin no se hizo esperar.

—Vaya con el recatado maestro de escuela —dijo divertido—. ¿Eso es lo que haces en tus días libres?

—Oh, cállate —gruñó Iruka, rojo como la grana.

Sin dejar de sonreír, Kakashi dejó momentáneamente el bote a un lado, se quitó los pantalones y luego hizo lo propio con los de Iruka, quedando ambos completamente desnudos. Tras admirar la vista sin cortarse, volvió a coger el bote, lo abrió y depositó una generosa cantidad sobre su palma izquierda.

Iruka respiró hondo cuando Kakashi empezó a prepararle. Por muy deseoso e impaciente que estuviera, ese trámite era necesario si no quería pasarlo mal.

Los dedos de Kakashi se notaban expertos; pero Iruka prefirió no preguntar. Cuando se sintió listo detuvo a Kakashi cogiéndole de la muñeca. El jounin entendió el gesto al instante.

Sin perder tiempo, Kakashi se colocó encima de él. Iruka respiró hondo de nuevo, indicándole que adelante. Kakashi empezó a penetrarle. Iruka cerró los ojos con fuerza.

—Si te hago daño dímelo —jadeó Kakashi, deteniéndose a medio camino.

Sin abrir los ojos, Iruka asintió. Colocó las manos en la espalda de Kakashi y con un leve apretón le indicó que continuara.

Kakashi continuó y bajó un poco más el cuerpo, apoyando un codo a cada lado de la cabeza de Iruka. Cuando estuvo completamente dentro de él se detuvo un instante.

—¿Todo bien…?

Iruka abrió los ojos.

—Todo… bien…

Entonces Kakashi empezó a empujar con suavidad, una y otra vez, provocando que el cuerpo de Iruka se arqueara de placer. Kakashi pasó entonces un brazo por debajo de la cintura de Iruka y juntó sus cuerpos hasta lo imposible. Iruka gimió de placer absoluto. Alzó la mano derecha y la colocó en la sudorosa nuca del jounin, al mismo tiempo que levantaba un poco la barbilla para así poder besarle.

Kakashi le devolvió el beso con ganas. Al cabo de unos pocos minutos gimió y se detuvo.

—No pares, Kakashi —jadeó Iruka, con la respiración entrecortada. Él también ya sudaba; notaba las gotas correrle por el cuello y la clavícula—. No pares…

—Es que… me temo no aguantaré mucho más... —confesó el jounin.

—No te… preocupes… La noche es… larga. —Con una sonrisa traviesa, Iruka había repetido las mismas palabras que había dicho el jounin minutos antes.

Kakashi le devolvió la sonrisa.

—En ese caso…

Iruka casi gritó de placer cuando Kakashi reanudó las embestidas con más fuerza. Él tampoco iba a durar mucho más.

Pero ninguno se preocupó demasiado por su presteza, puesto que la noche fue, efectivamente, larga.

Y más que satisfactoria.

Notas finales:

Qué poco me gusta escribir lemon! Bueno, espero que no haya sido demasiado malo :S

Y tan solo comentaros que por fin he actualizado mi fic original, 'El hilo rojo', que podeis encontrar en esta misma web o más rápidamente en mi perfil, y que estais invitadas a leer :)

Muchas gracias por los reviews. Nos leemos!

Khira


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