Todo sucedió antes de formar una familia. Fue entre un amigo muy cercano a mi y yo: el hombre que no había terminado de crecer. 

Él fue siempre muy parecido a mi. Competimos en casi todo. Y mientras crecíamos, descubrimos parte de nuestra intimidad, tan intensa como nuestro temple salvaje. 

Kiba y yo. Era una clase de relación de polos iguales que chocaban entre sí. Pero que muy a menudo, uno de los dos cambiaba de rol y complementaba al otro y viceversa.

¿Te acuerdas lo que pasó en nuestra adolescencia y cómo se consumó en nuestra adultez?

Esa parte es mejor recordarla una y otra vez para sentirnos vivos. 

Hoy que el tiempo y mi familia me han separado de ti y nuestra rutina. Espero paciente volver a subir al carrusel llamado éxtasis.

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