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Sânge por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

1ª Ley del movimiento de Newton, ley de la inercia: Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

4° Motivo.

 

Toda la noche siguiente temió haberse propasado. No la hizo venir para beber su sangre por el temor a que esa sangre no fuese más la de una virgen. Su semblante, melancólico y consternado, hizo a Mircea acudir a su lado.

-¿Qué te abate mi preciosa? ¿Perdiste el control y tu pequeña mascotita no existe más?

Sânge se mostró ofendida.

-No sé si sigue siendo una virgen, Mircea.

-Eso importara a su futuro marido, supongo.

-¡Ella no será de ningún hombre!

-¿Vas a mantenerla contigo para siempre?

-Ya veré cuando sane.

-Si no es una de las nuestras la verás envejecer, afearse y morir.

-Ya te dije que veré cuando sane. Por el momento me preocupa más el no morir yo.

-¡Bah! ¿Tú de que vas a morir? - no abandonó el tono paternal aunque Sânge le daba a recordar su lugar.

-Es su sangre la que me ha sanado. Su sangre es la única medicina que tengo.

Aquello no era estrictamente cierto. Técnicamente, la sangre de cualquier virgen, sea cual fuere su sexo y edad tenia propiedades curativas para los vampiros. Pero el grado de afinidad podía variar mucho... podía darse incluso el caso de que la sangre de determinada persona sentase mal a determinado vampiro, por ser sus humores del todo incompatibles. De que aquella pequeña monjita de Voronets tenía un alto grado de compatibilidad con su Sânge no cabía duda, pues Sânge se sintió atraída por su aroma desde antes. Pero de que fuera su única cura...

-Vamos mi preciosa, de seguro que la sangre de un bebé te fortifica más...

-No pater, compréndelo: ella es la única para mi.

También de esos casos de convencimiento Mircea había visto ejemplos. En su lejana juventud, cuando el saco de Constantinopla, había conocido a un griego que escapó indemne a la masacre, pero que estaba convencido de que moriría sin razón, y así fue. Estando mas a salvo de lo que nadie podría estar, la muerte le sobrevino de modo misterioso, diríase que invocada por el convencimiento de aquel hombre.

-¿Por qué no sales de dudas?

-Tengo miedo.

Sânge reclinó la cabeza en su hombro, en un gesto intimo que solo compartían ellos dos. El viejo señor de la fortaleza era mangoneado por su hija, y por Dios que nada lo hacía más feliz. Abdicó en su favor en cuanto ella se lo exigió.

-¿Quieres que vaya a probarla por ti?

-Ella es mía. - Sânge clavó  las uñas en el brazo enjuto de su padre. Luego suavizó el semblante - Ya la probaré yo cuando me anime.

-Venga, tienes que comer algo. ¿Qué tal ella? - señaló con la mirada a la bailarina que se despojaba de sus siete velos - Es un regalo de buena voluntad del basileo.

-¡Ja! - de la buena voluntad del basileo había montones de ciegos en su imperio - Posiblemente esté envenenada.

-Yo la probaré  primero. Apuesto a que es una de esas putas que adoran ser mordidas en las tetas.

A pesar de haber sido convertido en vampiro a una edad madura, Mircea seguía siendo atractivo. Su pelo canoso era algo raro entre los vampiros, pues muchos de los que se integraban a sus filas lo hacían deseando la eterna juventud. Había arrugas en su rostro y sus carnes se habían enjutado, de tal manera que los músculos seguían siendo duros, aunque menos notorios. También, de todos los hijos de la noche moldavos, era el que tenía los ojos más tristes.

La bailarina era una verdadera zorra que contorsionada sobre pies y manos ofrecía su vulva depilada y tatuada con henna a los presentes, sobre todo a Mircea. Sus ojos chispeaban, rojizos.

-Creo que voy a tomarla.

-Eso no es justo pater. Yo soy la Domina de esta fortaleza.

Mircea volvió a hundirse en los cojines al lado de su hija.

-Solo bromeaba. Fóllala hasta que no  pueda sentarse.

Encantado, Mircea subió a la mesa y tomó por los cabellos a la bailarina, echándole el rostro para atrás mientras le mordía los pechos, tomando su sangre entre los gemidos de ella. La concurrencia aplaudió excitada, a ellas, y a algunos ellos, les gustaba ver al viejo Domine en acción.

 

***

 

Lídice se sentía sucia. Por primera vez deseo no verse en un espejo. No volver a verse en un espejo. ¿Qué imagen le devolvería este? ¿Una distorsionada de un horrible monstruo de concupiscencia?

¿Cómo podía Sânge ser tan hermosa si era así de depravada? Lamer sus partes mientras era impura... jamás se le había ocurrido. Y se había sentido tan bien que ahora la abrumaba la culpa.

Besos, caricias... ¿Qué le había pasado? ¿Tuvo una noche de bodas sin boda? ¿Con otra mujer? ¿Cómo le confesaría eso al padre Nedelya? De seguro había perdido su virginidad y con ella el derecho a profesar como monja, pues no había nadie tan blasfemo en todo el orbe como para ofrecer una esposa mancillada a Jesucristo.

Si había sido violada le permitirían vivir en Voronets. Pero... ¿había sido violada? Sus lagrimas no habían sido de dolor, y entre tanta sangre como saber si había corrido la sangre virginal.

Por vez primera Lídice se planteó la posibilidad de no volver nunca a Voronets. De permanecer cautiva hasta que la domina de los vampiri se cansara de ella y la matara.

Lídice se echó a llorar.

 

***

 

La niña llevaba atada una vistosa pañoleta en la cabeza: un grave error. La pincelada de color podía ser divisada desde lejos en la monocromatía del bosque. Deambulaba entre los arboles desde hacía horas, cansada, perdida. Una cabra a su cuidado rompió la cuerda que la ataba y escapó.

La pequeña fue en su busca pero la cabra corría rápida, sorteando a saltos las enroscadas raíces de los arboles que ella debía trepar. Al cabo de un rato ya no se escuchaba el repiqueteo de la campanita de la cabra. No se escuchaba nada en absoluto. Era como si el aire del interior del bosque fuera demasiado espeso para hacerlo vibrar.

La niña buscaba una corriente de agua, un sitio donde beber que a la vez sería un camino definido en el intricado laberinto de arboles.

El aleteo de un pájaro grande fue lo que escuchó, pero al volverse a mirar se encontró con un hombre alto, encapuchado.

¡La sombra! ¡La sombra del bosque! El corazón de la pequeña casi se le salió del pecho, echó a correr. Pero el hombre se materializó delante de ella y la capturó. La levantó y la estampó contra un árbol, olisqueándola como un perro. Olía metálico, muy fuerte, muy desagradable. Clavó sus colmillos en su cuello. Dolía y ella chillaba, lo golpeaba con sus manecitas.

De repente sus resoplidos cesaron. La dejó caer y una punta de madera asomó ensangrentada por el centro de su pecho.

-¡Mircea... - exclamó  la sombra antes de desvanecerse en polvo.

Sosteniendo la lanza apareció un rey. Se parecía a las estatuas de los reyes romanos. Le sorprendió ver que no estaba hecho de piedra cuando se agachó a recogerla.

-Mircea.

-¿Me conoces?

-Así te llamo la sombra. - señaló el montón de polvo.

¡La Sombra! Ahí habían terminado sus días. Era un vampiro de poca monta, señorcillo miserable y depravado que vivía en una caverna porque no era admitido en el castillo del conde de Jassy. Venia pensando desde hacía algún tiempo en matarlo, tomar su lugar, aproximarse al siguiente peldaño en la escalera del ascenso para poder matarlo y tomar su lugar, y así, hasta llegar a la cúspide.

Solo lo detenía la falta de un motivo. Ahora lo tenía en sus brazos.

Simplemente no pudo contenerse cuando vio que la atacaba. ¡Tenia la edad de su hija! Mientras cargaba con ella y se fijaba en sus rasgos un temor y una llama nacían en su corazón.

Era idéntica a su hija muerta. El cabello oscuro, como el suyo, los labios carnosos, femeninos, demasiado sensuales para una pequeña de unos ocho años...

Mircea entró en la cueva y anunció que había matado a la Sombra y que era el nuevo amo. Los macilentos vampiros asintieron con desgana: lo habían visto venir. El único que no se había dado cuenta de que era solo cuestión de tiempo era la Sombra.  A ellos les  daba igual quien fuera el amo: eran siempre ellos, los peones, los que hacían el trabajo duro.

Llamó a la antigua concubina de la Sombra. Si esta estuvo enamorada de su amo lo supo disimular muy bien.

-Mande, Domine.

-Cuida a esta niña.

La vampiresa se inclinó dócil. Cuando quiso tocarla la niña se abrazó a la cadera de Mircea. Este la tranquilizó con una mirada.

-Es mi hija. ¡Oyeron todos! Es mi hija.

Perezosos, hambrientos, los vampiros asintieron. Bien podría serlo, aunque Mircea llevaba más años de vampiro de los que esa niña tenía de vida.

-Su nombre es Sânge. - su pecho se hinchó al pronunciar su nombre.

Tenía grandes planes para su hija. La convertiría en señora de toda Moldavia; desde el Dniéster hasta el Prut, todos temblarían al oír su nombre. Cuando llegara la hora, le daría su sangre, la sangre de su madre, de la madre de su madre, de la madre de la madre de su madre... La sangre a la que tanto se le debía seria recompensada por fin.

Tenía grandes planes. Aunque al principio tuviera que servirse de escoria como esa, sin experiencia bélica, que jamás habían mandado ni sobre los piojos que los infestaban, mejores chupasangre que ellos, los lograría. Dominaría toda la Bukovina y volvería a tomar posesión de su fortaleza.  Entonces el conde de Jassy temblaría.

- Tú y tú, vamos a cazar.

El vampiro que refunfuñó fue atravesado del mismo modo que la sombra. Ante los estupefactos hijos de la noche Mircea pronunció:

-La desobediencia será castigada con la muerte.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Razones puede haber muchas, pero un motivo es esencial.

Les dejo el enlace a una foto de un mural del monasterio de Voronets en la actualidad. Tengan en cuenta que hace medio milenio estaba mucho mejor preservado, escondido en un bosque y los dibujos en general eran un lujo de nobles:

http://web.mit.edu/romania/www/Romania/Photogallery/Places/voronet-monastery1.jpg

Carpe noctem!


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