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Cicatrices abiertas por Sorgin

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Las celdas de aislamiento era un lugar al que pocos shinigamis podían acceder, Tzusuki era uno de los afortunados. Observo una, a una hasta que llego al número que buscaba 666, un número muy conveniente. Solo los peores criminales acababan en una. Allí todo poder era inútil solo contaban con cuerpos humanos. Tirado sobre la cama se encontraba su objetivo. Envuelto entre la sombra que en vida habían sido su aliada. Avanzó hacía el con paso firme y decidido. Sus zapatos pisaron algo pegajoso. Miro al suelo sorprendido, sangre.

 

-A no cabrón, no permitiré que mueras así.-Gritó a uno de los guardias urgencia médica y este salió corriendo. Volvió a acercarse al cuerpo y lo giró quería ver si aún respiraba. El pulso era débil pero aún respiraba, pero lo que más le sorprendió fueron esos ojos azules, azules.-¡Tatsumi!

 

Salió corriendo por los pasillos. Necesitaba llegar. Que no fuera tarde. Gritó palabras inconexas a quien se cruzara en su camino que solo fueron entendidas por Watari quien dio la alarma enseguida y aviso de la situación.

 

En la enfermería la madre de Hisoka velaba a su hijo. Susurrándole una vieja canción de cuna. Una paz que Hisoka no sentía desde que era niño, comenzó a llenar su espíritu calmándole.  

 

Un médico de bata blanca y ojos grises entro en la habitación.

 

-Señora Kurosaki.

 

-¡Doctor Muraki!. ¿Qué hace usted aquí?

 

- Su hijo es paciente mío, así que yo le trataré.

 

-No no lo es. Usted nos mintió. No le tocara.- Abrazo a su pequeño.

 

-Es mío Megumi. Y si no te apartas lo pasaras mal.-Se abrazo aún más fuerte.-¡Es mío desde que nació!. Ese muchacho debía haber sido mío ya hace mucho, pero no su estúpida madre no quería internarlo. ¿Porqué?, por que querías abrazarlo por las noches cuando no representaba ningún peligro. Pero luego por el día le llamabas monstruo. Que cínica.- La mujer no contesto solo tapo a su hijo con su cuerpo.- Bien entonces primero me libraré de ti, y después tomaré su poder.

 

Un shinigami llegó a la habitación que ocupaba Hisoka para ver por la cristalera como una llamarada envolvía el cuerpo de la señora Kurosaki transformándolo en cenizas.

 

-¡Noooooo!, monstruo, ¿cómo has podido hacerlo?.

 

-Mi querido señor Asato, parece usted olvidar que esa mujer encerró a su compañero en el sótano de su casa por seis años. ¿Cree de verdad que merecía seguir viviendo?.

 

-No.-  La frase no fue dicha por Tsuzuki, sino por un shinigami de ojos verdes que se levantaba lentamente de la cama.

 

-Lo ves. Ni siquiera su hijo la ha perdonado.- Tsuzuki miro entristecido a Hisoka, la de este en cambio se endureció.

 

-Muraki- ambos miraron al adolescente.- No… eras tú quién debía decidir su destino.  Gracias a ti he lo perdido todo. Esta vez no escaparás.

 

-Vaya, así que el gatito se levanto con el pie izquierdo, y ¿qué piensas hacerme?.- Se encamino a la cama de Hisoka y se lanzó a ella para agarrar al muchacho.- En el fondo te gusto, reconócelo, no te hagas el remilgado.-Solo abrazó el aire.

 

Tzusuki se llevo el mayor susto de su vida al sentir unas manos abrazando su cintura.

 

-Ayúdame Tsuzuki, no puedo hacerlo solo, no quiero volver a convertirme en… en eso.- Miro a Muraki.

 

-¿Sabes que el riego es grande?, ¿sabes lo que puede pasar?.

 

-No me importa.- Los dos shinigamis se fundieron en un profundo beso mientras sus cuerpos comenzaban a brillar.

 

-Aishiteru Hisoka.- El joven se sonrojo.

 

-Yo también te amo Tsuzuki.

 

El cuerpo de Hisoka se transformó en pura energía, que fue manipulada por Tsuzuki con sumo cuidado.

 

-Solo hay una forma de destruirte. No permitiré que su sacrificio sea inútil. Esto es por todas las personas a las que has dañado.

 

-Detente loco, no matarás a los dos.

 

-Mejor, así podré reunirme con él.

 

 

 

La recuperación de Tsuzuki fue lenta se paso más de seis meses en la cama del departamento médico sin poder moverse, Muraki no tuvo tanta suerte. Tampoco Hisoka.

 

Despacho del jefe Kanoe.

 

-Lo siento Tsuzuki, al transformarse en energía lo perdimos para siempre.

 

-Lo comprendo jefe.

 

-Tomate unos días más de vacaciones, en lo que te encontramos otro compañero.

 

-Bien.- Tsuzuki salió del despacho de su jefe con una extraña paz que inundaba su corazón. A la salida se topó con Tatsumi.

 

-Yo… debí haber hecho algo.

 

-No fue culpa tuya.- Una tierna sonrisa- Conocía los riesgos. Se sacrifico por todos, para asegurarse de que estaríamos bien.

 

-Pareces feliz.

 

-Lo estoy, se que él esta bien.

 

-Sabes, los ancianos dicen que cuando una persona muere por salvar a otra se convierte en su ángel de la guarda.

 

-El siempre ha sido mi ángel.- Suspirando y mirando al cielo.- Me voy tengo cosas que hacer.

 

-Eh claro… un momento, ¡tus ojos!.

 

-Ah, te diste cuenta.

 

-Son marrones.

 

-Lentillas de colores. No me siento con fuerzas para que todo el mundo me diga que parezco un diablo.

 

Salió del Enma para dirigirse a su casa allí se quito las lentillas y se miro al espejo. Sonrío. El reflejo le devolvía la mirada, unos brillantes ojos, una amatista y una esmeralda los formaban. Una voz resonó en su interior.

-Tsuzuki, ¿seguro que no te importa que me quede?      

 

Hisoka, no te pienso perder por segunda vez, ahora somos uno. Nada nos volverá a separar.

 

Una inusual calidez recorrió su alma, una paz al fin alcanzada. Dos almas en un solo cuerpo que se amarían en silencio hasta el fin de los días.


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