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Rapto en la época vikinga. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

“I wanna shoot you with a fix of my smoothest tricks,


Love you like a poet and fuck you like a caveman!”


 


“Quiero dispararte una mezcla de mis trucos más suaves,


¡Amarte como un poeta y follarte como un cavernícola!”


Tracedawn, Arabian nights, fragmento.

La ciudad a al que llegaron era menos impresionante que otras que habían visto, pero aun así notable. Las torres de sus murallas estaban coronadas por un gracioso pico cuya base era un octágono, recubierto de tejas. Muchas casas estaban decoradas por fuera con cisnes, ya fuera en mural o escultura. Muchos rostros maquillados de mujeres y donceles se asomaban por las ventanas de dichas casas, invitándolos a pasar.

Aquella ciudad tan hospitalaria se llamaba Bucarest, como Ville se informara en las murallas, y era la última ciudad grande antes de llegar a Bizancio. Estaban a un tris de llegar a su destino pero los caballos necesitaban descanso. Marco encontró la mejor cerveza en una posada decorada con los consabidos cisnes, pero además, ¡una valkiria! Sí, por increíble que pareciera: una diosa guerrera. La diosa guerrera de los griegos, o sea, una valkiria griega, pero una valkiria al fin.

Jarmo no podía estarse quieto desde que sus niños estaban ya cerca, por lo que solo se bebió un par de cervezas y salió con Ville (su intérprete) a tomar informes. Se le figuraba que si el harén del sultán estaba protegido por murallas como las que había venido viendo en lugares importantes, iba a necesitar algo más que sus puños para derribarlas.

Marco, que conforme se acercaba el momento del rescate estaba más y más incómodo se quedó bebiendo. Mientras más al oriente llegaban más, ¿cómo decirlo? suntuosas se volvían las cosas. Esa taberna, por ejemplo, ofrecía servicio de baile en vivo en la compra de una jarra de vino o de un barril de cerveza, y el peinado de la crin del caballo venia incluido en el cuidado del mismo. Compró una jarra de vino especiado con mirra y se recostó a disfrutar el espectáculo, que se daba en el patio central de la casa.

 

*

 

Los rumanos se enorgullecían de su herencia romana y construían sus casas siguiendo el padrón de las domus romanas: un patio central con una pila para recolectar al agua de lluvia rodeado de habitaciones (dos pisos de habitaciones), una fachada que en la posada de Atenea servía como taberna y un patio trasero para guardar los animales.

En el patio central de la posada había espectáculos, incluidos en el precio de alojamiento. Mathias les advirtió que era mejor que no se dejaran ver pues a pesar de su disfraz de varones alguien podría tomarlos (bien o mal intencionadamente) por putas de la casa. Aparentemente, había quienes pagaban más por la fantasía de que una muchacha o doncel vestido como varón hiciera el papel del varón a la hora del placer.

Pero Juha y Miko estaban hartos del tedio del camino, de los gorgoreos de los beduinos y hasta de la bonita voz de barítono de Nygard y querían ver el espectáculo, cuanto más era de baile del vientre, en el que ellos eran expertos. Y como se hacía lo que los donceles deseaban estos bajaron escoltados por Mathias al caer la tarde.

Estaban recostados los tres en una alfombra rodeada de cojines, Juha a la derecha, Mathias en el centro y Miko, encima de Mathias, a la izquierda. Las bailarinas eran de tercera, unas zorras que de la danza de los siete velos no eran capaces de quitarse uno bien. Miko las criticaba con especial encono y Juha, como venía haciéndosele costumbre, estaba melancólico, mirando para otro lado… cuando lo vio.

El corazón le salto en el pecho, estaba seguro que era él, tan rubio y apuesto, con su barba peinada en dos trencitas. Estaba solo, concentrado en el baile. Pensó a toda leche que hacer. Debía ocultarle a Miko que ahí estaba su prometido o lo reclamaría, naturalmente. Debía ganárselo pero ya, pues era probable que su hermano anduviera cerca.

Haciendo gala de su discreción y sangre fría se disculpó diciendo que iba a hacer pis.

Miko, que había notado la turbación de su tío siguió su mirada y descubrió la causa. ¡El jodido viejo barbudo! ¡Maldición! ¡Seguramente venia a reclamarlo! Tenía que actuar ya o lo casarían con él.

-Retirémonos. – ordenó Miko – No soporto mas este espectáculo de última. Que Juha nos alcance arriba.

Mathias lo estaba gozando, pero no se atrevió a contradecirlo. Miko lo hizo subir por la escalera opuesta a donde estaba Marco, teniendo mucho cuidado de que no lo fuera a ver.

 

*

 

Miko jaló a Mathias a la habitación que compartía con su tío.

-¿Por qué me traes aquí? – preguntó receloso Mathias.

-Para que veas un buen baile del vientre. – dijo, poniéndose el traje de odalisca de Juha y renegando de que le viniera un poco chico.

-Pero… - Mathias se cuidaba mucho de hacer nada indecoroso, ni que pareciera, con los donceles. Le gustaban su cabeza y sus bolas donde estaban.

Sin embargo, la visión que salió de detrás del biombo lo dejo clavado al piso. Miko avanzó como un felino cazador hacia él. Sus ojos brillaban, clavados en los suyos. El toque de su mano, adornada por una pulsera con infinidad de colgantes, sobre su pecho, hizo que el corazón se le acelerara. Lo empujó para que cayera en el lecho y empezó a bailar.

¡Y qué baile! Nunca había visto algo así ni en Bucarest ni en Bizancio ni en ningún otro lado. Las caderas de Miko lo hipnotizaban, o sus manos, o sus ojos: el doncel hacia lo que quería con él. Llevaba su atención ahí donde el quería… Su vientre, contorsionándose… su cuerpo, ya arriba, ya abajo… sus muslos, flexionados, visibles a través de las aberturas de la falda ceñida a su cadera por un cinturón repleto de pequeños colgantes que sonaban. Sus pies, sobre la alfombra… sobre su propio muslo.

Los velos yacían sobre la alfombra y Miko estaba a horcajadas sobre él, tan duro como el mismo: podía ver su miembro a través de la delicada tela, enhiesto, apuntando a él. Como una pantera, suave por fuera pero inherentemente peligrosa, el doncel se llegó a sus labios. No era la primera vez que se besaban, pero si la primera que Miko usaba artillería pesada. Era un beso destinado a seducir porque no había de otra.

Las manos de Mathias, que habían estado recorriendo su pecho, súbitamente lo empujaron.

-No… - lo miraba con carita de víctima llevada al sacrificio.

-¡Sí! – Miko no estaba dispuesto a ceder.

-No… - insistió, volteando el rostro cuando intentó besarlo.

-¡Suficiente! – dijo Miko, cogiéndolo por los cabellos de la nuca, con fuerza – Ya estoy harto. Si no me follas te follo. – y se apoderó de su boca, poseyéndola con su lengua hasta el fondo.

Mathias estaba impactado, sus grandes ojos azules bien abiertos. Era la primera vez que un doncel le decía que se lo follaba. Le bajó los pantalones y lo masturbó. Las pulseras hacían musiquita. Volvió a besarlo. Como le respondiera de manera reticente dejó de hacer música con sus muñecas, le subió las piernas para sacarle los pantalones y acarició entre sus nalgas.

Mathias aún no podía creérselo. Un doncel dominante. Lo vio chuparse un par de dedos sin imaginarse aún para qué. Cuando sintió entrar uno en su cuerpo se arqueó. Fue tan inesperado que gimió. Jamás hubiera esperado encontrarlo placentero, pero lo era: un dedito, dentro y fuera, suave, húmedo, y el rostro de Miko entre sus piernas, comiéndoselo con la mirada, haciéndole arder la piel ahí donde concentraba sus ojos grises.

Pero estaba mal. Rematadamente mal, y en más de un sentido. ¡Para empezar él era varón! Si Jarmo se enteraba que su hijo doncel se lo había follado igual lo mataría a él. Midiendo su fuerza trató de liberarse de Miko, pero, para ser doncel, era bastante fuerte (otra cualidad heredada de su madre). Lo sujetaba. En el forcejeo cayó entre sus piernas, sobre su pecho, y sin dejar de dedearlo le chupó un pezón.

Mathias no sabía si quería luchar o no. Su dignidad de seme regresó cuando Miko le metió otro dedo, este sí doloroso. Lo cogió por debajo de las axilas y lo azotó de espaldas sobre los cojines. En automático se le puso encima, para dominarlo y… besarlo.

Luego de quitárselo de encima no pudo separarse de él. Era demasiado hermoso con los cabellos rojos apartados del rostro con la diadema, con esos ojos que brillaban más que las perlas de la diadema sobre su frente. Tomo sus labios como un varón y recorrió su cuerpo como un varón, levantándole hasta el cuello la camisita para exponer sus pezones y pellizcarlos.

Miko tomó muy bien el cambio de rol. Rodeó la cadera de Mathias con sus piernas, moviendo la propia cadera para friccionar su miembro contra el del pelicastaño a través de la suave tela de su faldita. Acogió su lengua en su boca, jugando con ella, haciéndole creer que era él quien dominaba el beso.

Mathias se desvió hacia su cuello, besándoselo bien atrás para aspirar el aroma de su nuca. Los dos estaban en su punto; la fricción era deliciosa pero insuficiente. Sin pensárselo, sin pensar en nada, se dejó llevar por sus deseos, que eran los mismos que los del doncel. Zafó el cinturón y este cayó con la falda hacia los lados, como un botón floreciendo.

Acercó su mano a los labios de Miko y este le chupó los dedos acariciándoselos con la lengua, adelantándole los placeres que le daría con su boca… después. Miko condujo la mano de Mathias hacia su trasero y lo dejó hacer. Chupadas, lamidas y besos ya había experimentado por delante y por detrás: ahora quería probar lo único que le faltaba, el placer de placeres.

-Poséeme. – le pidió pronto. Ya se sentía preparado.

Mathias lo besó salvajemente y entró en el. Miko se estremeció en sus brazos. ¡Qué intensidad! ¡Qué tamaño! Se liberó de los labios de Mathias para morder su hombro. No le importó hacerlo sangrar, era suyo. Mathias quería ser comedido pero no podía: aparentemente, todas las alabanzas sobre la estrechez de un virgen se quedaban cortas.

-¿Puedo ir más rápido? – preguntó suplicante.

-Sí… - Miko dejó su hombro y se lamió los labios, húmedos de sangre – Ummm sí! – repitió, sintiendo a Mathias cabalgarlo como si fuera una carrera.

Y en realidad lo era. Una carrera hacia el orgasmo. Pronto todo lo que Miko sintió fue placer, un placer que dejaba a todos los demás por abajo. Era como si una tormenta se desatara en su trasero, con olas de placer que se extendía como dunas. Se aferraba a Mathias para moverse contra él, contribuyendo a la tormenta de placer. Mathias nunca había tenido un amante tan bueno.

-Ummm si, si, siii!!! – Miko se desvaneció de placer en sus brazos.

Mathias se apoderó de su boca. Se corrió dentro de él mientras colaba su lengua hasta su garganta. Cuando terminó se sostuvo con sus brazos sobre Miko, jadeándole en el oído. Con ese concierto Miko volvió rápidamente en sí, sintiéndose mojado por dentro… y por fuera.

Tocó su vientre para comprobar que ese líquido pegajoso era su propio semen. Limpió sus dedos con la lengua y tiró a Mathias bocaarriba de nuevo. Se veía tan hermoso, su Mathias. Le dio un dulce beso y se acostó en su pecho mirando la noche caer a través de la celosía de la ventana.

 

Continuará...

 

Notas finales:

 

Link a la cancion del principio, Arabian nights de Tracedawn (llena de ricos ukes jajaja): http://www.youtube.com/watch?v=rrj3abZ00Xw

Turisas, una cancion sobre Bizancio: http://www.youtube.com/watch?v=fmYAXUHgvEQ

Severe, el pequeño proyecto de Mikko en vivo:

http://www.youtube.com/watch?v=h7nBUR1At4s&feature=plcp

 

Kiitos!

 


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