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Albus & Scorpius por ChiiNerak

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Notas del capitulo:

Por fin la tercera parte; Una disculpa a los que si siguen esta histori. Tuve algunos problemas, ya saben... Cosas de muggles, enfermedades pociones mal hechas y el hospital de por medio jejeje. Pero ya, espero no les decepcione este tercer capítulo... OwQ... 

Capítulo 3

 

 

Al cabo de tres días, salí de la enfermería y…

Pasado ese tiempo… Noir se portó extraño.

Él era indiferente con el mundo, si. No sonreía con nadie más que conmigo, y aunque recibiera un alabo de algún profesor por hacer cosas bien, no dejaba ver ni una señal de agradecimiento.

Pero una noche, cuando le pregunté si algo iba mal, giró el rostro y me susurró un “nada”, evitando mi mirada. Después se giró durmiendo de espaldas a mí, cuando siempre lo había hecho abrazándome.

“Tal vez está estresado de las tareas… O tuvo un mal día… No pienses en nada malo”, me repetía con frecuencia. Esa noche, inquieto como estaba, dormí a intervalos, pues mis sueños venían acompañados de sombras amorfas y sonidos demasiado irreales. Al día siguiente, al despertar de nuevo sobresaltado, me incorporé con fuerza. Noir, alarmado por mi despertar brusco, se asomó a mi cama. Tenía puesto ya su uniforme, y debajo tenía un suéter azul oscuro que me encendió las mejillas.

Noir

– Al, es temprano, duerme un poco más.

– Pero… Las clases…

– Al, es sábado. A menos que quieras buscar a los profesores para pedir asesorías, hoy no hay clases.

– ¿Y tú a dónde vas?

–… No me tardo demasiado.

El joven se dirigió a la puerta, y aunque tropecé, me levanté rápido para darle un abrazo con fuerza. Sentía que se estaba alejando de mí. Noir me quedó quieto y solamente levantó los brazos para separarse de mí, y sonreír con seriedad.

– Perdón, Albus. Pero cuando termine, todo volverá a ser igual.

Noir… No, no te vayas…

Intenté abrazarlo una vez más sin lograrlo. El joven había tomado mis manos y, usando su mirada hipnótica, me había recostado de nuevo en la cama, cubriéndome con la colcha verde. Después de darme un fugaz beso en la frente, había salido dejando el frufrú de su capa como único vestigio de que había estado conmigo.

 

– Tienes una cara horrible.

Apenas le dirigí la mirada a mi hermano y su rostro serio. Tras un bostezo, me incorporé de la mesa para comer un poco de puré de papa y volver a apoyar la mejilla izquierda en la superficie de madera.

– No molestes, James. Estoy cansado.

– Si, eso se nota. ¿Soñaste con Hitler?

Negué lentamente. No había soñado nada coherente en realidad. James, adivinando mi preocupación, se sentó a mi lado ignorando los gruñidos molestos de mis compañeros Slytherin por tener a un Gryffindor cerca.

– Deberías jugar Quidditch para llegar cansado y dormir mejor.

– No sé jugar. –Contesté con desgana.

– Ya está.

James se levantó con alegría, tomando mi mano y sacándome del Gran Comedor. Algo sorprendido, llegamos hasta el campo de entrenamiento, donde no había nadie y el día nublado me permitía ver hacia arriba sin lastimar mis ojos.

– Que clima tan genial – exclamó mi hermano –, y lo mejor es que está vacío. Así si podremos jugar un tiempo.

– James, no sé jugar…

– Yo te enseño, pues. Espérame un momento, no tardo.

Opté por tomar asiento en el pasto, y dirigí mi vista hacia mi hermano, que corrió hacia el castillo con velocidad. Seguía preocupado. Tenía incluso un poco de miedo. Tal vez Noir estaba aún furioso por lo de James, y lo que había hecho con él…

Intenté decirle, de verdad que hice el intento…

Pero aunque le dijese ahora mil excusas, ya nada iba a cambiar lo que había hecho con mi hermano. Ni muchas miradas tristes, ni lágrimas tontas. Sin embargo, podía hacer algo ahora. Podía esforzarme, hacer las cosas correctas. Ahora mismo, podía simplemente jugar con mi hermano, y no hacer nada más. Si, nada más. Fuerte, fuerte, me repetí a mí mismo.

– Fuerte, Albus. Fuerte, Albus.

– Si, hay que ser fuerte para jugar Quidditch.

Alcé  la vista hacia la voz que acababa de sonar. Una chica de cabello castaño me sonreía, y la poca brisa que sopló le movió la túnica negra y la corbata a rayas moradas y grises.

– ¡Rose! –Me levanté para poder darle un abrazo afectuoso a mi prima. Desde aquel lejano día en el tren no le había visto.

– ¿Qué haciendo, Al?

– Estoy esperando a James. Quiso jugar Quidditch, así que me trajo, pero fue por las escobas.

– Ah, ya. Bien, vale. –Sus ojos azules parecieron sonreírme también. Noté que tenía una pequeña bolsa cargando, y que despedía un olor extraño. Una combinación de frutas y algo que olía como a carne cruda.

– ¿Y tú, qué haces aquí? Tu mochila huele extraño.

– Voy a darles de comer a los animales. La profesora Merrythough me lo encargó. Y además, también quería entregarle esto a James. Les vi salir corriendo, pero es que no corro mucho. Y pues… Me detuve a tomar aire.

– Rose, te buscan el profesor Neville y la Merrythough.

La voz de James llamó la atención de nuestra prima, quién levantó la mirada y le sonrió a James. Mi hermano le sonrió, le dio un abrazo de igual forma, y después Rose se fue corriendo, alegre ante la perspectiva de tener animales a su alrededor. James y yo la observamos hasta que desapareció de nuestra vista. Fue entonces que noté el par de escobas en manos de James.

– Oye, de verdad no sé jugar. Ni siquiera me he subido en una escoba.

– No me importa. ¡Arriba!

Me levanté del césped con desgana. No le tenía miedo a las alturas… siempre y cuando no me pudiese caer. Mi hermano me dio una de las escobas, y me enseñó la forma de montarla, de sujetarme a ella y de acelerar y detenerme.

La verdad es que me divertí mucho.

James había traído consigo pelotas pequeñas como de béisbol, y me las había lanzado con fuerza. De esta forma, había aprendido a volar y a quitarme el miedo de la altura. Aprendí también a acelerar poco a poco y de un solo jalón, de modo que no tuve muchos problemas en atrapar la mayoría de las pelotas. Incluso estuve a punto de caerme, pero pude sujetarme al mango de la escoba en el último instante y di una vuelta, incluso… creo que eso último había parecido más un truco que casi una caída.

– ¡Bonito Sloth Grip Roll! –escuché gritar a mi hermano.

– ¿Un qué?

James voló hacia mí, sonriendo casi con orgullo y soltando la bolsa de las pelotas, la cual colisionó contra el suelo y dejó salir las pocas que aún llevaba. Mi hermano me indicó con un gesto que descendiera, y le seguí confundido por sus palabras. Con la distancia y la ventisca que se sentía al volar, no había comprendido sus palabras del todo.

– Un Sloth Grip Roll es el truco que acabas de hacer, Al. Das la vuelta mientras te sujetas del palo de la escoba. –Ya en el césped, asentí a su explicación. –Sé que te intentas cuidar, Al, pero siempre encuentras la manera de hacer algo tonto y atrevido.

– ¿Atrevido? ¿De qué hablas, James? Ese truco no lo hice a propósito, estuve a punto de caerme.

– Si, se notó. Fue eso lo que hizo que pareciera natural e improvisadamente espontáneo.

– ¿Improvisadamente? James, estás usando palabras largas –solté una carcajada.

– A veces puedo ser inteligente, aunque es aburrido. A lo que voy es que te arriesgas mucho.

– ¿Qué?

– Que eres un tonto, hermanito. Solamente tú tienes accidentes de ese tipo. Y a veces no te salen del todo bien. Ya dime cómo sigues.

– Del truco no estoy asustado, aunque debería, dado que di una vuelta en el aire y me dio miedo. Pero pensé que si no me sentaba bien en la escoba iba a caerme, así que seguí el impulso de la vuelta y volví a sentarme.

– Sabes de lo que estoy hablando.

– Oh mira, es Rose.

James giró la cabeza buscando a nuestra prima, y aproveché el momento para montar la escoba y alejarme de allí con rapidez. James volteó demasiado tarde, pues yo ya no estaba, y aunque gritó mi nombre y montó la escoba, ya no pudo alcanzarme, al haber volado hacia el lago, pero esta vez en otra orilla, no donde sabía que iba a encontrarme. Una vez toqué tierra, corrí hacia los árboles cercanos; incluso me adentré a propósito hasta desubicarme con tal de que no me hallara. Apenas encontrara un buen escondite, comencé a escuchar los gritos de mi hermano.

 

Pero no iba a encontrarme.

 

 

 

Abrí los ojos desganadamente, intentando acostumbrarme a mí alrededor. Una luz naranja llenaba el lugar, y poco a poco, iba oscureciendo. Me levanté sobresaltado. ¡Me había dormido! Por Merlín, no era posible, iban a regañarme, a castigarme… El castillo estaría cerrado y me quedaría a la intemperie… Y con el frío de las noches de ésta época… Involuntariamente temblé de pánico. Iba a morir de frío… o algo iba a comerme… No, no, tranquilo, Albus… tranquilo… Antes que nada, tenía que montar la escoba y ubicarme, de esa forma…

Con un notorio temblor, sujeté mi instrumento y me subí a él, volviendo a mi ataque de pánico cuando noté que la escoba no quería volar. No, no, no… ¡Maldito plumero! Lo intenté dos, tres, hasta perder la cuenta. Logré avanzar unos metros hacia arriba, y apenas alcanzara una rama gruesa, me trepé a ella, justo cuando volvió a fallarme la magia de la escoba.

¿Y ahora qué?

Pensé en Noir, en James, en Rose. En quién fuera que pudiese ayudarme. No podía salir de ahí, y comencé a pensar en lo tonto que había sido. No tenía caso haberme trepado al árbol si no podía volar. Me había encerrado solo. No, no, tenía que estar tranquilo. No podía dejarme llevar por el pánico.

Eso era.

Por eso la escoba no quería volar.

Inhalé y exhalé aire lento para poder bajar mi ritmo cardíaco. James me había dicho que si estaba tranquilo y seguro de mí, podía volar sin problemas. Por eso no había tenido dificultades en volar hacia el lago, o al volar de un lado al otro en el juego. Volví a tomar aire y me subí a la escoba de nueva cuenta. No estaba tan lejos, y si me tranquilizaba, llegaría en poco tiempo al castillo. Esta vez, cooperó sin darme problemas, y subí hasta pasar la gruesa rama y las copas de los árboles.

 

¡Allí estaba Hogwarts! ¡A mi izquierda!

Y la verdad es que estaba a una considerable distancia.

 

 

– ¿Potter?

Un hombre con vestimenta oscura se me atravesó al paso, y aunque lo esquivé, me detuve al escuchar mi apellido dicho con desdén y extrañeza. Giré a verlo. No había una expresión marcada en sus facciones afiladas, pero sus ojos fríos me causaron un escalofrío.

– Eh… B-buenas noches, señor…

– Malfoy. Draco Malfoy.

Intenté mantenerme normal, pero su apellido me había provocado una conmoción. Me trajo a la mente una frase dicha a inicios de año, por la voz que más adoraba.

“Mi padre siempre me ha dicho que tengo que mantener en alto el apellido Malfoy, y que tengo que ser mejor que cualquiera de esos… magos”.

– Padre… –detrás del hombre salió Scorpius, con su misma mirada seca y la voz monótona. Paralizado como estaba, sentí una punzada en el pecho que me provocó un espasmo. ¿Dónde estaba mi Noir? –Ya he terminado tus pruebas. Te suplico que me dejes regresar a mi Sala Común.

– Un momento –cortó su progenitor – ¿es que acaso Potter va en tu casa?

– Si.

– Debería sentirse orgulloso de pertenecer a Slytherin y no a una casa mediocre como Gryffindor o las demás.

– Gryffindor no es una casa mediocre –susurré en voz baja, pero sé que logró escucharme justo cuando comenzaba a darse la vuelta. –Si mal no recuerdo, mi padre les ganó la copa de la casa muchas veces.

– Fue suerte, insolente niño.

– Y le salvó la vida.

Apreté los puños, intentando controlarme, pero mi furia crecía a cada segundo. El señor Malfoy se quedó en silencio unos instantes, evaluándome de nueva cuenta.

– Padre, me retiraré a mi habitación. Le agradezco su preocupación por…

En ese instante, la palma del Señor Malfoy se impactó contra la mejilla izquierda de su hijo con fuerza. Abrí los ojos ante su gesto agresivo, y mi furia creció todavía más, pero seguía siendo incapaz de moverme. Malfoy hijo no emitió queja alguna ni se llevó una mano a la mejilla dolorida. Se mantuvo quieto, el rostro ladeado hacia la dirección del golpe. Poco a poco, regresó la cabeza a su posición derecha, y bajó la mirada.

– No te metas en conversaciones que no tengan nada que ver contigo. Ahora bien, espero que puedas convertirte en el mejor de tu casa, o de lo contrario, me veré obligado a un castigo. Y tú, chiquillo –lo miré esperando que mi furia saliera en llamas ardientes por mis ojos y lo quemara hasta volverlo cenizas, aunque no sucedió nada en ese momento que le afectara –, mantén la boca cerrada si no deseas involucrarte con algo peor.  Tu padre siempre ha tenido a su lado personas con mayor inteligencia y habilidades que le han ayudado. Pero no te creas especial por ser un “Potter”. Serás igual que tu padre. Traicionero, débil, torpe y pequeño.

El señor Malfoy dio la vuelta, levantando su capa con el impulso. Me quedé mirando su andar hasta perderlo de vista, llevando en la mente todas sus palabras.

 

Asco de mago.

 

Scorpius seguía en la misma posición, sin moverse o mirar a su alrededor, tal vez esperando algo o… algo así… Di un paso hacia él, y al no ver reacción alguna, di otro más. Así hasta quedar frente a frente. No tenía signo alguno de lágrimas, pero sus ojos mostraban rencor y odio. Tan profundo que me dio miedo estar frente a él, recibiendo ese sentimiento.

Entonces llegó mi Noir.

Me abrazó con fuerza, enterrando su rostro en mi hombro.

 

Creo que bajamos a la sala común. Aunque ya era tarde, no había mucha gente presente. Noir me llevaba de la mano, y con prontitud me arrojó dentro de nuestro vacío dormitorio, poniendo hechizos en la puerta que no le escuché pronunciar. Del impulso caí sentado en el suelo, sin poder reaccionar ante los actos rápidos e impulsivos de Noir. Lo observé apoyado en la puerta, dándome la espalda.

 

Quise hablarle, decirle cualquier cosa, hacerme notar. Pero no pude atreverme a moverme. Creí que iba a acercarse a mí, a abrazarme con fuerza, a decirme que me amaba. Pero el tiempo pasó, y ninguno de los dos se atrevió a mover un solo músculo. Mi respiración agitada disminuyó, y después, apenas me atrevía a respirar. Su jadeo desapareció.

 

No, no, ¿por qué no se movía?

 

– Estuviste con James… En el bosque, ¿verdad? – Susurró de pronto, con la voz controlada de furia. Un hilo frío cayó por mi espalda, erizándome la piel.

– Yo…

– ¡¿Verdad?!

 

Me sobresalté, y di un brinco hacia atrás cuando el sonido de su puño golpeando con fuerza la puerta me llegó a los oídos. La puerta dejó caer un hilo oscuro en la superficie. Su piel sangraba. Me levanté con prisa, dispuesto a ayudarle, cuando una de sus manos me rechazó y me empujó de nueva cuenta al suelo. Aterrado, intenté mirar sus ojos.

 

– James no mentía… tú y él…  ustedes…

 

Paralizado y asustado, Noir se dejó caer de rodillas, sin importarle la herida de su mano. Me acerqué cuidadosamente, pero no me rechazó esta vez. No me atreví a tocarle si quiera la esquina de la túnica. Bajé la mirada, avergonzado.

 

– James te lo dijo antes… cuando yo…

– Me dijo que habían estado juntos, que te había… te había… “comido”… Pero… no le creí, no era cierto… … Y tú soñaste con eso anoche… lo vi todo, vi… … no quisiste pensar en mí… …

 

Su rostro apenas podía notarlo, pero pude ver claramente una lágrima caer. Y entonces olvidé mi enfado y el suyo. Me arrojé sobre él, lo abracé, e ignoré su rechazo y el golpe que acababa de soltarme en el rostro. Con toda la fuerza que me era posible, rodeé sus hombros, reacio a dejarle ir.

 

– Te quiero –le susurré en el oído, logrando que detuviera sus insistentes brazos. –Te quiero mucho, Noir. Ese día yo tenía miedo, tenía demasiado pánico de oírte decir que tu a mí no. Por eso yo huí del castillo, corrí hacia el lago. Fue James quien me encontró ahí, y fue él quien comenzó. Y no solamente la culpa es de él, yo no pude detenerle, no quise detenerle, pensaba que si no me querías, estaba bien estar con James, y… … – jadeante, tomé aire – Y fui un tonto, lo fui, porque reaccioné hasta el final, cuando el daño ya estaba hecho, cuando él y yo…

 

Noir me soltó una bofetada que me arrojó lejos de él. Mi rostro se estrelló con el piso de madera, y vi estrellas oscuras en esa habitación.

 

– Eres… eres un cínico… ¿Cómo me lo dices así de bocajarro…?

– Porque ésa es la verdad… – me levanté lentamente, intentando no volver a caer. Las lágrimas de mis ojos se deslizaron por mi mejilla dolorida, aliviando un poco el dolor de su mano, más no el del golpe del piso. – Porque yo te quiero y…

 

Otro golpe, esta vez en la mejilla contraria. Otra caída. Más estrellas.

 

– Te quiero… te quiero… ¡¡Te quiero!! – Mi voz estaba temblando… – ¡¡Y aún cuando me golpees, no dejaré de decirlo!! ¡¡Y te dije lo que pasó porque no quiero que malentiendas nada de las palabras de James…!! – ¿Mi cuerpo estaba temblando? – ¡¡Mi error puede que sea imperdonable, y por eso no te he pedido disculpas!! ¡¡Porque ya no sirven!! ¡¡Pero te quiero!! ¡¡Te Quiero!! ¡¿Qué tiene de malo eso?!

– ¡¡Que quieres también a otra persona!!

– ¡¡Ya te dije que a James lo estimo por ser mi hermano!! ¡¡Pero no lo quiero de esa forma!! ¡¡No lo amo como a ti…!!

 

Me dejé caer al piso, agotado. Estaba consciente, pero no esperaba ninguna reacción de parte de Noir. Farfullé por la falta de aire, y después me desvanecí por completo, cansado, dolorido, y profundamente frágil por dentro, esperando que, si no iba a matarme, mínimo me dejara dormir para siempre.

 

 

– Sigues siendo un completo tonto.

Abrí los ojos. Hitler me sonreía de una forma extrañamente humana. Me incorporé con facilidad, y miré a los ojos a ese mago horrible y a la vez tan fascinante.

– Usted fue un asesino. No tiene derecho a decirme nada.

– Ah, pero yo nunca asesiné judíos con mis propias manos. Todo lo que mi grandeza causó fue gracias a mis palabras. Mi voz fue la autora de los genocidios.

– ¿Qué?

– Muchacho, mi voz es poderosa. Mi presencia magnífica. Mi nombre, temido. Todo lo que yo logré fue gracias a mí. Y mi arma más poderosa no fue un rifle. Fueron las palabras. Gracias a ellas, conquiste a mi gente pura. ¿Entonces, quién es el tonto?

– Usted. La gente no debe distinguirse por raza, color o…

– No entiendes nada. Nunca lo harías. No si no le das poder a tu voz.

De pronto, Hitler se levantó y me lanzó un golpe al rostro que volvió el mundo negro.

 

 

Abrí los ojos lentamente, intentando acostumbrar mis ojos a la luz. Estaba justo debajo de la ventana del dormitorio, Noir dormía. Mi cabeza estaba entre sus piernas, y nosotros seguíamos en el suelo del dormitorio. Lo observé, atento a su gesto tranquilo, a sus labios entreabiertos… y a los rastros de lágrimas. ¿Qué había sucedido con mi Noir?

Noir… ¿Te encuentras bien…?

Dejó escapar un suspiro seguido de un ligero gemido. Aunque estaba completamente dormido, no tenía mucho que había dejado de llorar. Le miré con atención, y me perdí en sus facciones afiladas. Observé los rastros de las lágrimas de sus mejillas, sus labios temblorosos…

– Al… bus…

Intenté levantar un brazo, pero no tenía fuerzas, y apenas pude moverlo. Me temblaba toda extremidad que intentara mover. Y me limité a mirarlo, hasta que olvidé la hora, el día, incluso hasta que se fue la luz rojiza del atardecer. Cuando me sentí con mejor condición, me levanté con cuidado, y me senté frente a mi Noir. Apenas me atreví a tocarlo.

 

Noir

 

De pronto, como si hubiese escuchado mi débil voz, el joven abrió los hinchados ojos, y me observó con cuidado, con somnolencia. Le sostuve la vista, y poco tiempo después la bajé. Me sentía un completo idiota. Una persona de lo peor. Incluso más infame que Hitler.

 

– Buenas noches, Al… –De pronto él me sonrió, como si nada hubiera pasado. Mi pecho dio un brinco, y me sonrojé.

Noir… yo… yo lo…

– Albus –su voz tranquila acalló mi intento de hablarle. –Lamento haberte golpeado… Y lamento portarme así.

– N-no… no… ¡L-lo lamento, Noir! –mi voz fue expulsada con fuerza, y una octava más alta. Levanté los brazos, como si intentara detenerle –. ¡Perdona, perdóname, por haberte ocultado todo! ¡No quise hacerlo, es que me sentía tan…!

 

Mi voz volvió a acallarse al notar una leve sonrisa de sus labios. Detuve mis brazos frenéticos, y comencé a derramas lágrimas, una tras otra, sin poder detenerlas. Noir se acercó a mí, abrazándome con cuidado, y yo me dejé rodear por sus brazos. Lloré con fuerza, pareciendo una chica. Apreté los dientes, los puños, intenté pararlo, pero no pude. Me dejé llevar por ese nudo de mi garganta que desaparecía lentamente, hasta que el dolor se fue haciendo más pequeño, y yo pasé de temblar violentamente a sólo encoger los hombros con cada hipido.

 

– Lo si-siento, Noir… Lo lament-to tanto… No… no quise realmente hacer nada con… con… –me sentía incapaz de pronunciar el nombre de mi hermano –lo lamento en verdad… Soy un completo…

 – Eres un completo tonto, si –Noir acalló mi balbuceo con uno de sus dedos puesto en mis labios –, pero eres el tonto que más quiero, Albus. Y en verdad, te adoro.

NoirNoir, yo… –me dejé caer en sus brazos, llorando a lágrima viva. – ¡Lo lamento tanto, de verdad no quise hacer eso, estaba triste, estaba tonto, y no supe qué hacer, no quería, te juro que nunca quise, pero no me controlé, me comporté como un idiota y…!

 

Noir me besó… y  cortó de golpe mi voz.

 

Aquella noche, Noir me recostó en mi cama, me cubrió con los edredones y me abrazó. No me quitó la ropa, ni pasó las manos por mi cuerpo tembloroso. Se limitó a abrazarme, a acercarme a su pecho hasta que el latido de su corazón me arrulló, y me llevó lejos de aquel dormitorio en las mazmorras. Aquella noche, tuve un sueño lleno de nubes, niebla, y Noir caminaba entre ambas, con un violín en las manos. Apenas se movía, y con la mirada oculta tras los párpados, lograba que su música me calmara el alma.

 

Intentaba alcanzarlo, pero siempre parecía alejarse de mí, y su música bajaba de volumen. Me desesperé, y corrí, salté, quise hacer lo posible para alcanzarlo, pero… Nunca logré acercarme.

 

De pronto, el ambiente se tornaba pesado. La niebla se hacía demasiado espesa, y el sonido del violín desapareció abrupto, sobresaltándome. La oscuridad comenzaba a rodearme, y corría intentando buscar una luz, donde quiera que fuese. Apenas sabía si había piso debajo de mí, pues veía con problemas mis brazos y el pecho. No alcanzaba a notar mis pies o el camino que fuese. A lo lejos, se encendió de pronto una luz, justo cuando la oscuridad cubrió todo el lugar. Llegué justo a tiempo al pequeño resplandor blanquecino de un farol, y me sentí cobijado y tranquilo.

 

Hasta que escuché el sonido que me erizó la piel.

 

Algo o… alguien se arrastraba.

 

Intenté agudizar la mirada, pero la oscuridad no me permitió observar nada. El sonido se acercaba, y los nervios comenzaban a traicionarme. ¿Qué sería eso? ¿A quién me encontraría? El débil resplandor pareció cobrar vida propia, y un débil rayo iluminó un espacio frente a mí. Solté un grito de completo terror al notar lo que se acercaba… ¡Aquello no era posible! ¡Detrás, alguien más lo seguía!, y fue cuando volví a gritar, esta vez sin poder controlarme. Eso… ¡Eso no! ¡Eso no era de verdad! ¡Aquello no era más que una mala jugada de mi mente! ¡Todo aquello, el charco horrible y el camino carmesí, los pedazos rojizos y aquella sonrisa maníaca no… nada de eso, todo no era de verdad ni él estaba en esa forma tan horripilante…!

Grité, grité y volví a gritar, ignorando la exigencia de aire de mis pulmones.

Entonces comencé a marearme, y apenas pude tomar aire para volver a gritar…

 

- ¡Albus!

 

Desperté sobresaltado, intentando coger aire deprisa. Me incorporé, completamente aterrado, intentando correr hacia la sala común. Mis compañeros se despertaron, extrañados de mis gritos histéricos, y apenas se limitaron a verme salir del dormitorio para volver a sus sueños.

 

- ¡Detente!

 

Escuchar su voz me hizo frenarme, y caí sentado en el frío piso negro. El dolor me devolvió la conciencia y el sentido común. Parpadeé un par de veces, intentando recordar, y la cabeza comenzó a darme vueltas.

Noir se sentó frente a mí, abrazándome con cuidado. Entonces no pude soportarlo.

 

Lo abracé, llorando cual niño pequeño.

Mi sueño, simplemente, había sido un sueño.

 

- Tranquilo, Al… Todo está bien…

- NoirNoir

- Estoy aquí, Al… No me iré jamás, no llores.

- Noir

 

Lo abracé hasta que caí rendido, hasta que los murmullos de mis compañeros comenzaron a hacerse más fuertes y todos comenzaran a salir hacia el primer domingo de visita a Hogsmeade. Noir me llevó a mi cama, inconsciente y tembloroso, ignorando las burlas de nuestros compañeros y manteniendo una mirada de furia ante cualquiera que nos observara. Se acostó a mi lado, sin importarle perder la salida, ignorando la llamada del profesor Slughorn a los estudiantes en general. Me abrazó hasta que desperté, casi a las tres de la tarde, con la mirada cansada y pocas fuerzas. No me atrevía a verlo a los ojos, a pesar de que me había perdonado por mi estupidez. Bajamos a comer, me dejó recuperar fuerzas, y después me invitó a un juego de ajedrez mágico en los jardines, logrando hacerme sonreír y distrayéndome de mis caóticos pensamientos.

 

No me sentía capaz de decirle que le había visto, arrastrándose hacia mí, con una mirada llena de angustia.

Que James sostenía una espada llena de sangre y mantenía una sonrisa malvada.

 

No hallaba las palabras para decirle que, en mi sueño, el camino carmesí nacía de su cintura, allí donde debería haber tenido las piernas.

Notas finales:

Ammm... Procuro hacer los  capítulos largos... No sé, para que les dure un poco jajaja; yo he leído ficcs buenos, pero apenas pasan de las dos hojas, y eso es frustrante, ¿saben? En fin, espero les haya gustado, espero lo hayan disfrutado y... Pacienciaaaaa... Me esforzaré para el que sigue *A*


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