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Ahora tu vida se hace parte de mí... Sonríe. por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡HOLAAAAAA! n.n

¡Por Jashin-sama! No sé con qué cara vengo a presentarme después de tanto... ¿Cuánto tiempo ha pasaso? Desde el cumpleaños de Gaa-chan, ¿cierto? TToTT Mas de un mes, Gomen.... u.u

No. No voy a aburrirlas con un millón de excusas que ni yo misma se inventar Cx así que no me queda otra que pedirles que no me odien por llegar tan tarde, y tampoco por el capitulo que voy a mostrar... ¡¡¡ES QUE NO SÉ COMO ME QUEDÓ!!! Siento que faltó algo, aunque no sé qué...

Pero bueehh, la vida sigue xDD Así que espero que les guste aunque sea un poquito n.n

Muchas, muchísimas gracias por sus reviews :3 Siempre me motivan a continuar *u* Ahh ¡y tú Bell! No sabes cuánto me alegra que hayas regresado, mi querida amiga SasoDeyesca Cx Nyahhh..!! Onegai no te vulevas a desaparecer tanto TTuTT

Sin más qué decir.... ¡A leer! (si es que todavía siguen ahí)

Capítulo 18

 

 

And I was by your side, powerless.



Creyó haber escuchado a alguien gritar su nombre, aunque quizá habría sido sólo su imaginación... realmente no estaba seguro. De pronto, su cuerpo se le hacía pesado y sus piernas comenzaban a perder el equilibrio, haciéndole cada vez más inútil el esfuerzo por mantenerse en pie. Su visión estaba deteriorándose y, a través de un manto borroso, llegó a distinguir la figura de un hombre a lo lejos. Tenía unos largos cabellos obscuros, alborotados, que caían orgullosos por su espalda, y sus misteriosos ojos teñidos del mismo color... Su porte era autoritaria y segura; propia de aquellas personas que suelen tener éxito en todo lo que se proponen, y por tanto, resultaba ser egocéntrica.



Naruto no tenía ni la más mínima idea de quién demonios era ese hombre... ¡Diablos! Ni siquiera sabía de dónde había salido. Aunque francamente, desde que salió de su cautiverio, ya no era sorpresa para él encontrarse con nuevos rostros cada cinco minutos, algo era diferente con este hombre, algo había de peligroso..., algo que no sabía explicar. Entonces, su mirada débil enfocó la pistola que aquel extraño sostenía entre sus manos, y los ojos se le abrieron como platos.



Y recordó todo...



Lo que hizo, lo hizo sin pensar; fue su puro instinto lo que obligó a su cuerpo a interponerte entre el cazador y la presa. Ahora se encontraba a sí mismo con una no muy agradable herida en el estómago y un chorro de sangre escurriéndose desde su interior...



Dolor, simple dolor; su cuerpo estaba perdiendo la capacidad para mantenerse en pie.



Entonces nos preguntamos... ¿Qué fue aquello que despertó los sentidos del excéntrico rubio para hacer semejante cosa?



La respuesta es sencilla, de hecho; sólo está compuesta por cinco letras: "Gaara" Un muchacho de hermosos ojos aguamarina y furiosos cabellos del color de las llamas del infierno; simplemente, la persona de la cual estaba enamorado. Y es que cuando Naruto vio al misterioso azabache apuntarle decididamente a su pelirrojo —sin que este se diera cuenta— no pensó nada, su cuerpo desobedeció a su mente vacía y saltó a protegerlo, aunque esto le costara su propia vida.


El rubio escupió sangre por la boca y —por tratar de cubrirse— terminó manchándose las manos. Un dolor incrementó bajó su pecho y él bajó la mirada.



Más sangre...


El hueco en su interior le dolía... ¡Le dolía mucho! De más estaba decir que odiaba la sangre, tan grumosa y espesa; y además no podía gritar por la debilidad de su cuerpo. Sus ojos miraban escépticos la herida, temblado ante la mancha carmesí que se extendía por sus ropas. Intentó retroceder un paso, pero apenas y su pie se despegó del suelo, él perdió el equilibrio y se fue de espaldas.


Pero no cayó al piso...


Dos fuertes manos lo habían sujetado por detrás, evitando su caída.



—Na-Naruto— pronunció el taheño entre-cortadamente. Su voz libraba un tono desesperante, angustiado, preocupado..., dolido. Movió sus brazos, tratando de incorporar al rubio, pero este dejó caer todo su peso en él.


Gaara apenas acababa de asimilar la escena, aunque no la creía del todo y aún se le llegaba a hacer algo surrealista, quizá sólo un mal sueño y pronto despertaría entre las sábanas de su cama, con el rubio abrazado como koala a su pecho... sí, claro, como si eso fuera posible (nótese el sarcasmo) Se incorporó de nuevo a la realidad y, al ver que el rubio seguía manchado en sangre, Gaara se dejó caer de rodillas para acomodar mejor a Naruto. Con mucho cuidado, lo recostó sobre sus piernas como si el menor estuviera hecho de cristal, sólo para recibir una mirada molesta de parte del rubio.


— ¡Qué estúpido eres!— habló energéticamente, sin importarle en lo absoluto gastar sus energías. ¿Asimiló lo que dijo? No, claro que no... Aquello fue lo primero que le vino a la mente —. ¡Mira lo que me hiciste hacer!


Los ojos azul metálico miraban encendidos a los de color aguamarina, que no quitaban aquella mirada de preocupación. La típica personalidad de Naruto estalló sobre él. Le empezó a gritar variedad de cosas espontaneas: "¿¡Por qué eres tan descuidado!?, ¡Pensé que podrías cuidarte solo, idiota! ¡No puedo creer que haya hecho esto por ti!" Cuando, en realidad, lo que quería decir era: "Eres un idiota por preocuparme así, pero no importa; me alegra que no estés herido, y no te preocupes, yo estoy dispuesto a protegerte aunque me cueste la vida..."



— ¡Cierra la boca!— el pelirrojo frunció el ceño y le dedicó una mirada filosa —. ¡Aquí tú eres el único estúpido! ¿¡Qué demonios querías probar con esto!?



Naruto apretó los puños y gruñó entre dientes.



— ¿¡¡Qué!!? Yo te salvé la vida, pedazo de idiota—exclamó, haciendo caso omiso al dolor que le causaba soltar cada palabra. Estaba tan molesto...


—Sí, pero a costa de la tuya, y eso echa todo a perder— confesó seriamente, a lo que el muchacho de la mirada azul metálica arqueó una ceja, confundido.


— ¿Por qué?— no tenía planeado preguntar; simplemente, las palabras se le escaparon inconscientemente de la boca, mientras él se perdía en aquellos ojos aguamarina que lo penetraban intensamente. Había algo —como siempre— indescifrable en ellos, algo enigmático que le hacía creer que habían muchas facetas más de Gaara que él no conocía, una personalidad aún oculta dentro del duro caparazón que era el de su corazón. Esos ojos podían significar tanto y a la vez nada...



—Porque si mueres, te llevarías mi alma contigo, y mi puro cuerpo carnal quedaría vacío— se acercó al rubio, lentamente, y sintió su aliento funcionarse con el del menor —. Sería lo mismo que estar muerto...



Se estremeció... Su corazón había dado de pronto un profundo latido.



Tragó saliva sonoramente y corrió sus ojos a un costado, sonrojado, para permitir que una sonrisa nerviosa adornara su rostro, pero la mano pálida de Gaara tomó su mejilla y le obligó a mirarlo a los ojos. Sus dedos eran fríos, muy helados a decir verdad; pero eso no importaba, porque aquello contrastaba perfecto con la mirada cálida que poseían sus ojos acuosos. Y era justamente eso lo que relajaba a Naruto hasta el punto de ser capaz de olvidar su herida en el abdomen; algo dentro de esas pupilas le decían que todo estaría bien..., porque el pelirrojo siempre estaría a su lado, ¿cierto?



Y sus labios...


La fricción deliciosa con la que se rozaron les provocó a ambos una sensación electrizante, que aumentó el calor en ambos cuerpos y creó una burbuja inquebrantable donde sólo estaban ellos dos. Naruto se removió y profundizó el beso, porque ya no era necesario seguir soportando la tortura de no poder besar a Gaara; aunque quisiera, esos labios simplemente lo volvían loco. Así que se aferró al cuerpo del mayor, mientras su lengua danzaba alegremente dentro de la cavidad ajena.


No se había dado cuenta de que su herida dejó de causarle dolor, no se sintió en ningún sentido débil; y en su mundo sólo existía el embriagante placer que le brindaba aquél contacto con Gaara, la manera que tenía el pelirrojo de morderle los labios con sensualidad, mientras las lenguas de ambos protagonizaban una excéntrica danza, mezclando salivas y sabores.



Y se sentía feliz...



Porque después de todo por lo que había pasado, no creyó volver a probar aquellos labios mágicos que tanto del gustaban.



Entonces las manos pálidas de Gaara de deslizaron suavemente sobre los mechones dorados, y rompió el contacto. Levantó la cabeza de pronto. La expresión de su rostro había cambiado drásticamente y ahora miraba hacia al frente, con las cejas imaginarias juntas y la nariz arrugada.



Se incorporó, perforando con la mirada al hombre que se acercaba hacia él con pasos lentos, pero con un aura altanera que sólo externaba superioridad. Cuando hubo llegado, el pelinegro pasó toda su atención al rubio al que le había disparado.


—Tsk, de no haber sido por este idiota, querido Gaara, la Nación del Viento ya estaría sobre la palma de mi mano— algo parecido a una risa se escapó de sus labios al ver el estado homicida en el que se encontraba el pelirrojo.



— ¡Oye, Sakura! ¡Deja de estar ahí paradota sin hacer nada y ven y ayuda a Naruto!— gritó ferozmente el taheño, sin siquiera apartar la mirada del hombre que tenía enfrente.

 

La pelirrosa frunció el ceño y sus ojos jade adquirieron un tono más intenso. No le gustaba que le gritaran, ni mucho menos que le diera ordenes un muchacho menor que ella; es decir ¿Qué se creía el pelirrojo para hablarle de esa manera si apenas y se conocían? Apretó lo puños, contó hasta diez y se relajó. De todas maneras, tenía que obedecer a Gaara y correr a detener el sangrado de su amigo rubio, sino, las cosas se podrían poner muy mal.


Corrió hacia Naruto y, con algo de dificultad, lo acomodó sobre la pared más cercana para comenzar a revisar su herida. Ella tragó saliva, lo que fue difícil debido al nudo que le estrangulaba la garganta.


El daño era profundo, muy profundo.


La tensión, intensa y casi palpable, parecía hacer corto entre la mirada aguamarina y una carmesí que se perforaban mutuamente. Gaara comenzaba a sudar, las pequeñas gotas cristalinas se resbalaban por su rostro húmedo, haciendo notarse más la venita explosiva que se alojaba en su sien. Sus dientes, los apretaba y un dolor horrible había dominado su cabeza. Y resistía hábilmente — y casi sin conciencia propia— la filosa mirada del azabache, regresándole una diez mil veces peor.


Después de todo, no se le hacía difícil.



El hombre desvió la mirada de Gaara y los ojos se le abrieron como platos cuando se encontró con el cuerpo de Itachi tendido sobre el suelo y, a unos metros de distancia, a Sasuke estampado contra la pared, muerto, quizá, con una inquietante mueca de dolor clavada en el rostro.


Ahí estaban de nuevo los penetrantes ojos del pelirrojo. Sonrió de lado.



—Así que aparte de deshacerse de Orochimaru por mí, también se tomaron la molestia de acabar con mis dos queridos sobrinos, ¿ehh?— aquello le resultaba increíble, nunca creyó que hubiera alguien capaz de derrotar a Itachi; aunque claro, él no sabía la verdad de su muerte.


Los que no entendieron nada del asunto (Deidara, Sakura y un muy débil Naruto) sintieron que los ojos casi les explotan. En cambio, Shikamaru, Sasori y Gaara simplemente se mantuvieron en su sitio, extendiendo sólo un poco las expresiones de sus rostros.


—Madara...— pronunció el pelirrojo, arrastrando cada letra con repugnancia. ¿De verdad era él?


El aludido elevó una sonrisa torcida y se cruzó de brazos, mirando con una superioridad latente, a los muchachos frente a él.



—Debo decir que lamento su pérdida, ellos dos eran muy talentosos— ¡Y no mentía! De verdad que se sentía mal por ellos. Los contempló un poco, en especial a uno; a aquel al que siempre le vio tanto potencial dentro de aquellos profundos ojos carmesí —. Por lo menos me hubieran dejado vivo a uno, Itachi preferiblemente, así no tendría tanta desventaja.



— ¿Qué quieres?— graznó Gaara. Él no estaba ahí para escucharlo "lamentarse" por la muerte de aquellos, realmente, no le importaba... Bueno, sólo por Sasori.



Madara gruñó.


— ¿¡Qué mierda crees que quiero, Gaara!?— respondió sarcásticamente. Su ceño elegante se frunció.



—A ti, de nuevo— adivinó Sasori. Aquello era redundante, ¿no? El Sabaku parecía ser imán para todos. Su primo sólo le dedicó una mirada rápida y se volvió a Madara.



— ¡Si tanto quieres matarme, sólo dispara y ya! ¡Nada tienes que hacer metiéndote con la persona que amo!— aquellas últimas palabras hicieron estallar una bomba de sentimientos contenidos que sorprendieron a Madara, haciéndole dibujar una expresión de asombro, con sus labios separándose levemente. ¿Qué era eso? Así no era el Gaara que recordaba. Relajó sus facciones y curveó una sonrisa.



—Tranquilízate, ¿quieres? En primera yo no me metí con tu novio, él se puso entre la bala y tú, fue su culpa terminar así— analizando la situación, el Uchiha estaba en lo cierto—. Segunda, me alegra que haya sido así y aún sigas vivo; he pensado en dos propuestas para ti.


Gaara lo miró extrañado y el lugar donde debería haber nacido una ceja se arqueó.



— ¡No me importa na~



—Aprende a escuchar primero, mocoso— interrumpió el azabache, sobándose la sien—. Mientras observaba las estupideces que hacía Orochimaru me di cuenta de algo— prosiguió, acercándose a paso calmado a Gaara. Levantó el brazo y su dedo índice señaló a un rubio de cabellera larga—. Ese chico me puede ser muy útil; lo quiero... A él, a ti y a Sasori. Tienes dos opciones: Tú y ellos vienen conmigo y me ayudan a conquistar las demás naciones, o simplemente los mato aquí y en este momento.



Sasori y Gaara se mantuvieron en silencio, no podían ocultar su rostro sorprendido, cada uno con los ojos atentos sobre el azabache. Deidara forzó la mirada y estuvo a punto de decir algo, pero en el proceso se movió y ocasionó que su herida se expandiera aún más. Se tragó un quejido doloroso y se volvió a acomodar sobre la pared, maldiciéndose una y mil veces por ser tan débil.



Aún no era el momento para dar a notar que estaba herido.



Madara evitó la carcajada que luchaba por escaparse de su garganta. Aquella escena sí que lo llenaba en la mayoría de sus sentidos: El ver a los tres chicos frente a él, con sus rostros deformados y la mirada perdida, sin saber siquiera qué decir.



Y le daba una satisfacción enfermiza que todos "temblaran" ante él; ante el gran Uchiha Madara.



Pero, ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no sentir la agobiante presión que les lanzaban aquellos orbes rubíes? Si no por nada Madara era conocido como la persona más peligrosa de las cinco grandes naciones.


Él, el hermano mayor de Fugaku Uchiha, era alguien simplemente increíble; alguien que había logrado lo que el antes mencionado no pudo: Poder... Poder para gobernar a las cinco naciones. Porque era un hombre astuto, manipulador; sabía perfectamente cómo persuadir a mafiosos casi tan importantes como él para su propio beneficio; el ejemplo más claro de ellos es, por supuesto, Orochimaru. Qué fácil había sido llenarlo con ideas macabras, aludiéndolo, afirmándole que él tenía la capacidad para llegar a la cumbre del poder; que no sería difícil acabar con el Cuarto Kazekage y tomar el control de Suna... Que ahora sólo le faltaba Gaara para tener el mundo comiendo de la palma de su mano...


Un simple conejillo de indias...


Para su suerte, todo su plan funcionó a la perfección; logró que Orochimaru hiciera el trabajo sucio sin que él tuviera que mancharse las manos. El único problema era que no contó con la pérdida de sus sobrinos, ni de la inesperada —pero no lamentada— muerte de Orochimaru.


Suspiró hastiado, impacientándose de esperar alguna respuesta por parte de los tres muchachos.


Había algo fuera de lugar en ambos pelirrojos, a la perspectiva con la que él los recordaba. Nunca creyó ver la preocupación reflejada en el rostro de ellos dos, pero ahí estaban. Claro que sabía que Sasori terminó en los brazos de Itachi, pero nunca se imaginó que la muerte de este le llegaría a afectar tanto... Es por eso que tenía aquella expresión deforme en su rostro, ¿no? O quizá... ¿Algo tenía que ver el rubio de las explosiones?


Ahora, hablando de Gaara, notaba en él un cambio drástico desde la última vez que lo vio. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuatro años más o menos? En su memoria el taheño estaba guardado como un chico callado y sin emociones, no fruncía el ceño y ni siquiera apretaba la mandíbula, aquel rostro de porcelana con la expresión nula era el que mostraba en todos sus estados de ánimo. Era un cuerpo mecánico que sólo realizaba las funciones de un robot. 


¿Y desde cuando aprendió proyectar odio en sus ojos aguamarina? Realmente, nunca creyó llegar a verlo en ese estado, era como si algo hubiera llenado el cascarón de su cuerpo, llegándolo a convertir en alguien nuevo. Aquí llegamos al punto dónde Madara lo tenía que analizar, mirarlo de pies a cabeza, tratando de entender qué fue lo que enfureció a Gaara de tal manera que parecía que en cualquier momento explotaría...


¿Qué es?



Cuando encontró la respuesta, creyó estar equivocado. Se dio una bofetada mental y trató de pensar en otra cosa, cualquiera que encajara con lo que él sabía del pelirrojo, pero no llegó a ninguna otra salida. ¿Era posible? ¿Gaara realmente estaba "enamorado" de aquel chico a quien le disparó? No, imposible, si el pelirrojo era de aquellos a quienes sólo les importaba el sexo; amantes a montón que lo satisfacían y, cuando lo hartaban, simplemente desaparecía de sus vidas, rompiendo corazones. No es como si alguna vez se hubiera interesado por ellos. Pero... A juzgar por la preocupación que el pelirrojo mostró anteriormente, esa debía ser la razón:



Sabaku No Gaara por fin había caído en la trampa más primitiva de todas: Amor... Amor incondicional por el rubio de ojos azul metálico y piel color canela.


—Olvídalo.


Si aquella era la situación, había encontrado una mejor manera de persuadirlo.



—Tengo entendido que Orochimaru secuestró a tu pareja para atraerte hasta aquí, ¿cierto?— no necesitaba que se lo afirmaran, él sabía que era verdad—. Ciertamente, nunca pensé que fueras a enamorarte de un chico como él, Gaara... Creí que sólo era algo pasajero— ignoró el gruñido escupido por el taheño y comenzó caminar en dirección a Naruto—. Sasori acabó con todas las balas de su arma después de desquitarse con Orochimaru, y tus amigos perdieron las suyas en la explosión que causo el otro rubio, que al parecer se quedó sin arcilla— llegó hasta el muchacho de ojos zafiro, se inclinó, llevándose su pistola a los labios para lamerla con sensualidad, dejando que su lengua se inundara del leve sabor metálico que esta poseía —. No tienen manera de acabar conmigo, así que, ¿Qué te parece si hacemos las cosas más fáciles?— sonrió. Una curvatura de labios siniestra, peligrosa — Tú, Sasori y el rubio de las explosiones me sirven más vivos que muertos, así que vienen conmigo o puedes empezar a despedirte de tu noviecito.


El fino hilo cristalino de saliva que mantenía unidos los labios de Madara con la punta de su arma, se rompió. Naruto sintió el húmedo y frío tacto del metal sobre su garganta y un fuerte peso cayó sobre sus hombros, algo que él no podía controlar, como si hubiera sido elegido para aguantar todo el peso del mundo. Él... No tenía nada qué ver en esto, ¡nada! ¿Por qué debía pagar las consecuencias? ¿Por qué tenía que pagar por haberse enamorado de aquel pelirrojo? La mano de Sakura apretó con fuerza la suya, temblando, cosa que contagió todo el cuerpo del rubio. Aquella chica lograba transmitirle un poco de seguridad, aunque sabía que las cosas no podían estar peor. Pero por algo era su mejor amiga, más bien, la chica de la cuál creyó estar enamorado por mucho tiempo.


Pero le era imposible moverse por su cuenta, no podía voltear a ver a su amiga, ni mucho menos era capaz de hablar... ¡Diablos! ¿¡Por qué le era tan difícil apartar la mirada de los ojos demoniacos que atentaban contra su vida!?



Su complejo de inferioridad traía arrastrando su dignidad por los suelos. En su espejo mental, se reflejaba a sí mismo como un chico débil, que sobrevive sólo gracias al esfuerzo de los demás e incapaz de siquiera defenderse con palabras. Aquel reflejo manifestaba cierto miedo al alzarse frente a los rubíes de Madara, y el rubio sólo se podía hacer una pregunta; una ya repasada en su cabeza millones de veces.



¿Por qué yo?


Era obvio que él no tenía la culpa de nada, si hasta ese día nunca se hubiera imaginado que existía alguien llamado Uchiha Madara... ("Nota mental: Si sobrevivo a esta, veré noticias más seguido") ¿Qué demonios había hecho él para merecer la muerte? No es como si hubiera ideado un complot para sabotear a Madara o algo por el estilo. ¿¡Por qué carajos el moreno lo ponía entre la espada y la pared!?


Ciertamente, el rubio sólo respondía a los cargos de haberse enamorado de Gaara —si es que aquello era un crimen— pero aun así, Madara no tenía derecho a atentar contra su vida. Aunque hubiera preferido mil veces eso, a condenarse una vida sin Gaara a su lado. He ahí su razón de salvarlo...


¿Y después qué?


Ahí venía su complejo de inferioridad nuevamente: Los chicos como él, no nacen para proteger, sino para ser protegidos; y cuando desobedecen ese orden, seguramente terminan como él. Pero él no quería que las cosas fueran así. No iba a ser la princesa que exige su salvación, esperando por su príncipe azul.
Aclaro que no por eso dejaría de aceptar la ayuda de los demás; simplemente, él no quería quedarse con los brazos cruzados.


Entonces... ¿Qué era lo que iba a hacer ahora que Madara empezaba a ejercer presión en el gatillo?

 


 


Se tomó un tiempo para respirar mientras cruzaba los brazos firmemente. Las cejas rubias se le juntaron dando a brote su característica mirada seria y analítica. A su lado, su hermano menor la miraba dudoso.


Realmente, no se esperaban algo como eso.



Aquella mujer comenzó a caminar hacia ellos. Sus pasos eran lentos, pero agraciados; saltaba los cadáveres que había a su alrededor como una niñita jugando en el parque, pero manteniendo en su caminar aquel deje de sensualidad y seguridad.



— ¿Qué dicen entonces? ¿Es un trato o no?— mencionó cuando hubo llegado, extendiendo su mano hacia Temari.


La rubia aún no había terminado de entender la situación. Que apareciera de pronto esa mujer se le hacía muy extraño y, de alguna manera, fuera de lugar. Es decir, después de acabar con la mayoría de los hombres de Orochimaru, ella no se hubiera esperado encontrar con Mei Terumi, la Quinta Mizukage. Muy bien, su presencia explicaba algunas cosas; seguramente ella se había encargado de los hombres restantes.



Pero lo que verdaderamente sorprendió a la rubia fue la propuesta que esta mujer le hizo... ¿Que no se suponía que Suna tenía problemas con los de la Niebla?


— ¿Qué pretendes con esto?— cuestionó Temari con voz firme, lanzándole una mirada desconfiada a la pelirroja.


Mei, en ningún momento borró su sonrisa delineada con brillo labial.



—Como verá, nuestro deber es proteger a la Mizukage y a nuestro pueblo— ¿E iban a lograr eso trayéndola a donde se encuentra el enemigo?—. No podemos quedarnos de brazos cruzados a esperar a que Madara ataque nuestra nación— terminó de explicar uno de los subordinados de Mei; un muchacho delgado, de cabellos azulados y dientes filosos. Muy simpático, de hecho.



¿Madara?



— ¿Que no se supone que están aquí por Orochimaru?— intervino esta vez el hermano de Temari, recibiendo la verde mirada de Mei.


—Ese idiota sólo es un peón, probablemente ya esté muerto. Madara es quien está detrás de todo esto—informó la pelirroja.



Temari tragó saliva con ansiedad. ¿Aquello realmente era cierto? ¿Estaban enfrentándose a Uchiha Madara? Ese sujeto era diez mil veces más peligroso que Orochimaru. No podía creerlo, pero debía, porque, ¿qué se ganaba Mei con recorrer miles de kilómetros desde su nación sólo para hacerle una broma de mal gusto?


Observó por unos segundos la mano aun extendida de la Mizukage.



Lo que pedía era sencillo, de hecho. Suponiendo que los hombres de Mei y los de ella se juntaran, quizá tendrían una posibilidad de acabar con Madara. Habían matado a todos los "tipos malos" Sólo esperaba que el Uchiha no tuviera otro truco bajo la manga.


El que no arriesga, no gana...


Sonrió. Estrechó su mano con la de Mei y así sellaron el pacto; la alianza.



—Sólo por esta vez— completó Temari, aun unida a la mano de la otra.



—Sí, claro. Guarda tus rencores, querida— la de los ojos verdes expandió una sonrisa burlona y soltó la mano de la rubia, dándole la espalda. Luego giró sobre su hombro para mirarla nuevamente—. Eso te hará envejecer mucho más rápido.


Temari infló sus cachetes y frunció el ceño, imitando el rostro de una pequeña niña enojada. ¡No podía creerlo, sus mejillas estaban rojas!



Suspiró tranquilamente. Ella sólo tenía veintitrés años...


—Tú debiste guardarle rencor a todo el mundo cuando tenías mi edad, ¿cierto?


...



Punto para Temari.


~•~


Después de que Mei saliera de su "Modo Histeria" decidieron ponerse en marcha con el plan. Ao, uno de los hombres de la Mizukage, les había informado sobre la ubicación de Madara, y ahora se encontraban corriendo hacia allá.



—Mis hombres tienen rodeado todo el perímetro del edificio; le será imposible salir— mencionó Mei, a la rubia que compartía su camino—. Algunos se encontrarán con los tuyos y entrarán a ayudarnos. Rodearemos a Madara; seguramente no soportará la presión de tener a tantas personas apuntándole. Si corremos con suerte, quizá se suicide.


Una ligera risa abandonó los labios de la Sabaku No.



—Con suerte...



Agudizó la mirada. Algo se veía más adelante.



Segundos más y los ojos se le abrieron como platos.



Mei tenía razón. Ahí estaba Madara.


No le podía ver el rostro, pues estaba dándole la espalda. Lo distinguió por el cabello inconfundiblemente largo, coloreado de un negro profundo. Estaba hincado, mirando a alguien quizá. Ella se apresuró y pasó su mirada a Gaara. Su hermano estaba estático en su lugar, al igual que Sasori. No lograba ver la expresión de sus rostros. Y distinguió, al fondo, a Shikamaru y a Deidara; el primero con las manos metidas en los bolsillos y el otro, pegado a la pared del pasillo, en posición fetal.



Sólo faltaban Naruto y Sakura; ellos debían estar frente la mirada de Madara.


—Ahí vienen— anunció Mei, y Temari pudo ver a sus hombres y a los de la pelirroja aparecer al fondo del pasillo, corriendo a la misma velocidad que ellas.



En menos de un segundo, habían llegado.



~•~


No podía mover ni un solo músculo de su cuerpo, nunca se había sentido tan inútil.


Su mente estaba en blanco, no sabía qué hacer... ¡Diablos! Naruto estaba a punto de ser asesinado, ¡y no sabía qué hacer!


La propuesta de Madara, ¿debería aceptarla para salvar al rubio? Realmente era la única manera, pero eso significaría condenar a Sasori y Deidara. No podía hacer algo así...



Entonces, ¿qué haría?



No. No iba a dejar que ese maldito terminara con la vida de Naruto. ¡No de él! ¿Pero cómo salvarlo? Quizá podría negociar con Madara. No le importaría entregarse a él si eso aseguraba el bienestar del rubio. Pero seguramente Sasori y Deidara se negarían a hacerlo. ¿Tanto le molestaría a Madara si le proponía entregarse sólo él?


Quizá...


... Quizá no...


Separó los labios. Iba a decir su propuesta. Por supuesto, no se esperaba la llegada de sus hermanos.


—Si quieres seguir viviendo, que ni se te ocurra lastimar a ese chico— dijo la rubia de ojos esmeralda con su pistola firme apuntando al azabache.


Madara no era tonto, sabía perfectamente que eso podría llegar a pasar. Así se mantuvo tranquilo. Separó sus dedos del gatillo y se incorporó lentamente, dejando caer su arma para alzar ambos brazos.


Paseó su profunda mirada rubí por su alrededor.



— ¿Tú que haces aquí?— preguntó al momento de percatarse de la mujer que estaba frente a él.



—Evitando que sigas jodiendo al mundo— confesó Mei con una sonrisa en los labios —. ¡Ustedes dos!— gritó a dos de sus subordinados —. ¡Captúrenlo!


Madara se dejó hacer. Dos hombres fornidos lo sujetaron de las muñecas, impidiéndole hacer cualquier movimiento para tratar de escapar —de todos modos, no es como si lo hubiera intentado— Todos: ambos pelirrojos, ambos rubios, la pelirrosa y el chico de peinado de piña, le miraban con un deje de sorpresa en los ojos y... ¿Alivio? En cambio, él se mantenía tranquilo.



— Sáquenlo que aquí— sentenció la Mizukage con palabras rígidas.


Los hombres a su alrededor abrieron paso, dejándole el camino libre a Madara y a sus dos escoltas.


El Uchiha no presentaba resistencia ni nada por el estilo, pero en su interior se maldecía por el fracaso de su plan. ¡Diablos! Había estado tan cerca de cumplir su objetivo porque, con o sin el rubio, se llevaría al pelirrojo consigo. Pero a esos extremos, eso ya no importaba...



Sabía que a donde lo llevaban, lo ejecutarían, y no podía permitirse morir ahora. Sobrevivir se había convertido en su única prioridad, y para eso tendría que aplicar el plan B; aunque eso significara que ya no podría tener a Gaara a su lado.

 


Esperó a que estuvieran lo suficientemente lejos de los demás. Echó la cabeza para atrás, marcando una sonrisa macabra y siniestra en sus sensuales labios...


Dejó que de la manga de su camisa blanca se resbalara un frasco pequeño. Lo atrapó en su puño, sin que los hombres se dieran cuenta. Cerró los ojos con fuerza y apretó su nariz, aguantando la respiración.



El frasco cayó al suelo, derramando un líquido que pronto se evaporó, convirtiéndose en un espeso manto de gas tóxico. El agarre que aquellos ejercían en sus brazos se suavizó, y Madara se impulsó, liberándose y comenzando a correr con velocidad.


Los ojos de ambos hombres se tornaron de un color rojo, y comenzaron a salpicar sangre incontrolablemente. Se inflaron como globos y terminaron por estallar, dejando como vestigio un grito desgarrador.



Por la desesperación, ambos comenzaron a inhalar y exhalar con fuerza, dejando a la sustancia invadir su sistema y, finalmente, sellando una segura sentencia de muerte.



Madara tenía que escapar antes de que la nube de gas se desvaneciera y pudieran localizarlo.



Oh, pero su plan no terminaba ahí...


Mientras corría, sacó de su bolsillo tres pequeñas bombas automáticas. Aquella sonrisa sensualmente demente surcó sus labios. El rubio no era el único que disfrutaba de las explosiones.



Salió del lugar. Miro cínicamente al mar de muertos que se extendía por la calle. Tenía que escapar antes de que llegara la policía. 

 


Tiró las bombas a unos tanques de combustible oxidados que había en la entrada del edificio, luego, clavó su mirada en el helicóptero que había llegado por él. Subió. Le regaló a Obito una mirada satisfactoria y, cuando el helicóptero hubo elevado de nuevo, él hizo explotar las bombas, saboreando la mezcla de colores rojos, naranjas y amarillos que se reflejaban en sus ojos.


Esas explosiones dieron como resultado un incendio feroz, que terminaría por consumir todo el edificio.



Notas finales:

¡Hola de nuevo! n.n

Sé que quedó algo raro jeje, gomenasai n.nU

Esto... El nombre del capi es parte de la canción  "Powerless" de Linkin Park que es una de mis bandas favoritas xDD

Y entonces... ¡Espero que les haya gustado aunque sea un poco C:!

Espero no tardar en la conti jejeje

Sin más qué decir, cuídense mucho, mucho n.n


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