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El vínculo por -Raiden-

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Notas del capitulo:

 

 

Y este fic esta bien largo...

Sólo para lectores empedernidos y para... ti... Se que nunca lo escucharás pero...


ok... Mejor continuar y gracias por seguir leyendo.

Aqui esta el lemon de Mihawk x Shanks.

 

"No digas que no puedes sin siquiera intentarlo... Pero hazlo con todas tus fuerzas... De lo contrario no habra válido la pena"

 

Todo el camino de salida del hospital hasta el hotel donde se vería con Marco, el pelirrojo se mantuvo callado después de la extraña pregunta de la niña.
Estaban en el vestíbulo del lujoso hotel cuando por fin volvió hablar el pelirrojo.

-¿Cuantas cámaras de vigilancia contaste? - pregunto frío y sin mirar a la niña.

-Desde el vestíbulo hasta el consultorio 15, sin contar la del elevador. - respondió la pregunta jugando con sus manos como si fuera lo más interesante del mundo.

-¿Cuantos guardias viste? - siguió con el interrogatorio sentándose en el mismo sofá que la niña, que era el más largo de toda la estancia.

-3 en la entrada, 1 junto al elevador y 2 más en los pasillos. - contestaba como si estuviera en ese lugar.

Kidd estaba impresionado; el contemplo todo el lugar y no se había percatado de todas las cámaras y de la seguridad contó los mismo que Alexander.

-Bien, mañana vamos a ver la estructura más de cerca y los punto ciegos que son los baños. - ahora el pelirrojo tomaba el mentón de la niña para que viera su sería mirada.

-Si Eustass Kidd. - afirmo sonriente. - ¿Pasa algo? - pregunto por la inesperada acción.


-Trafalgar Law... ¿Te agrada? - por fin pregunto lo que traía su mente dispersa.


-¡Si! Aunque... - respondió con una mezcla entre felicidad y preocupación.

-¿Que? - le ordeno seguir.

-Creo que le gustas... - dijo pensativa y sintió como la mano del pelirrojo se deslizaba por su rostro hasta soltarla.

Kidd se recargó en el sofá exhalando fuertemente y tapando sus ojos con el dorso de su mano.
Eso era justo lo que quería escuchar para confirmar sus sospechas y un nuevo predicamento estaba en juego... ¿Usaría esa ventaja a su favor para obtener la información a través del moreno doctor que a el también le gustaba? Sin duda alguna una gran desventaja si quería una oportunidad con el atractivo doctor, pero el nunca dejaba una asignación que Doflamingo le ordenará. Estaba en sus pensamientos tan concentrado que sólo sintió un golpe en su cabeza sacándolo del ligero letargo en el que estaba.

-¡¿Qué mierda?! - gruño molesto por el "ligero" golpe que sintió.

-¡Marco! - grito la niña emocionada, parándose de su lugar y lo abrazo por la cintura.

-Kidd, me alegra ver que al menos estas alerta. - la frase estaba cargada por toda la burla posible por parte del rubio.

-No es mi puta culpa que un imbécil como tu tarde tanto en llegar a un compromiso. - dijo molesto el pelirrojo para levantarse de su lugar y sobarse la cabeza donde le había pegado.

-Bueno dejando eso para otro día... Alexander es hora de irnos. - el rubio no quería empezar una discusión por una estupidez así que mejor se apresuraría a ir a la empresa con la cual tenían una cita personal.

-Eustass Kidd... ¿Dormirás conmigo esta noche? - pregunto inocentemente la niña para ahora abrazarlo a el por la cintura que era hasta donde le llegaba.

-Sólo si te comportas. - le dijo sonriente Kidd para despeinarla.

-Vaya... No creí ver el día en que ser padre te sentara tan bien. - Marco no dejaba de molestarlo con sus comentarios burlones.

-Si, si ya váyanse que tengo trabajo que hacer. - Kidd le siguió la corriente para no empezar ahora el una pelea por una idiotez.

-¡Nos vemos Eustass Kidd! - se despidió sonriente la niña y el pelirrojo de igual manera.
Marco sólo hizo un ademan con la mano y se fueron desapareciendo por el vestíbulo del hotel.

Kidd tenía que buscar a su contacto para alistar la gran sorpresa que tenía para el ejército.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-

 

 


Marco era más elegante a la hora de ir a las empresas.

Llevaba un traje sastre bastante costoso, en color negro y camisa azul marino desabotonada por los primeros botones. Una corbata negra con azul y unas mancuernillas de oro en las mangas de la camisa. Su característico peinado y lentes oscuro ocultando su adormilada mirada.

Subieron a una lujosa limosa que los esperaba a fuera del hotel y partieron a su destino: la empresa Shichibukai.

-Alexander... ¿Qué te paso en la mano? - pregunto el rubio hastiado de verla siempre herida.

-Aprendí un nuevo ataque. - contesto igual de sonriente que siempre la hermosa niña.

-No puedo creer que esos idiotas no puedan cuidar de una pequeña niña... - Marco no sabía como demonios seguían vivos esos dos si no podían con una simple tarea de cuidar a un crió.

Durante el transcurso del viaje el rubio venía comentándole como es que debía comportarse o sea educada y obedecerle en todo lo que le dijera.

Llegaron a un lujoso y hermoso edificio recubierto de espejos.
Bajaron de la elegante limosina, una exuberante y hermosa pelirosa con un elegante traje de secretaria resaltando su esbelto cuerpo los recibió en la entrada.

-Supongo que debe ser Phoenix... Los guiare a sala de juntas donde les recibirán y les servirán la mejor comida japonesa. - dijo la chica un poco déspota y los guiaba adentro del edificio.

El interior de la famosa empresa era igual de impresionante que su exterior. Todo reluciente en color blanco con gris y los espejos que daban un toque elegante.

Caminaron al elevador de vidrio y acero para subir al último piso, que era un penthouse.

Entraron a una habitación hermosa color caoba con una mesa y muebles al estilo japonés. El patio en la zona donde daba a la gran vista de la cuidad, era decorado por un hermoso jardín japonés con un árbol de cerezo. Los pequeños matorrales que hacían de macetas alrededor del cuarto junto con las ramas de hojas de cerezos, llenaban la habitación de un aroma dulce y fresco.

-En un momento los atenderemos... Cualquier cosa que necesiten pregunten por Jeweryl Bonney... Ah... Y por favor no destrocen nada. - dijo la pelirosa mirando al niño que se acercaba al hermoso jardín.

-No se preocupe. - fue la respuesta de Marco al ver como la chica desconfiaba de la hermosa niña a su cuidado.

La pequeña Alexander ignoró totalmente a la chica y salió al pequeño jardín.

El agua corriente de la fuente junto con el cálido viento, lleno de algunos rayos del sol y los pétalos de los cerezos danzaban en el aire dando un aire de fantasía y magia a todo el lugar. Los capullos de las flores eran extraordinariamente abundantes, de un color púrpura arenoso, grisáceo, fuerte y delicado.


-Flor de cerezo. - se escucho la voz del rubio en la entrada del jardín. Ese era el nombre del árbol en cuestión.

-Es hermoso. - respondió la niña volteando a ver a Marco.

-Supongo... La naturaleza es sólo eso. No es bella ni fea. - comento con un extraño tono el rubio al momento de quitarse las gafas oscura revelando su adormilada mirada, viendo lo efímera que era la belleza de la naturaleza.

No es que a Marco no le importará la naturaleza ni nada por el estilo, sino que odiaba como las personas usaban a esta para su beneficio propio de una forma irracional y desconsiderada, agotando los recursos de la tierra al grado que exterminarla casi por completo, odiaba eso y por lo tanto no le gustaba hablar mucho del tema.
La niña se acercó a el para abrazarlo con fuerza mientras hundía su rostro en su oscuro saco.

El rubio sonrió y acaricio su castaña cabellera haciendo que unos mechones resbalaran a su frente.

El sonido de la puerta abriéndose rompió el ambiente y dos personas entraron.


-Tks... Odio que nos hagan esperar... - refunfuño un hombre alto de clara piel con cabello plateado al momento de entrar y fumando dos puros.

-Coronel... Es culpa suya por llegar tarde, además nos servirán comida. - trataba de razonar con el un joven de cabello castaño oscuro casi negro con una mirada audaz y unas extrañas pero lindas pecas por su casi dorada piel.

Ambos hombres vistiendo con uniformes del ejército sumamente formales y adentrando se en la habitación para mirar a los dos que estaban cerca del jardín.

Marco vio detenidamente a los dos hombres que ahora los miraban.
"Maldición... Ahora el ejército está aquí también" rápidamente el rubio maldijo su suerte.
Ahora estando en la situación más peligrosa y extraña, camino junto con la niña para sentarse en la parte más alejada de esos dos.

-Coronel. Ese es... - susurro molesto el pecoso apretando los puños.

-Ah... Así que esta aquí. - le confirmo en el mismo tono de voz.

-Vamos a por ellos. - sentenció el pelinegro aventurándose a caminar para atrapar al canalla que estaba en el extremo de la mesa... pero una mano sobre su brazo lo detuvo a tiempo.


-Tranquilo Portgas... Debemos ver cuales son sus movimientos y no hacer ninguna estupidez. - el pálido hombre era mucho menos visceral que su capitán al mando, y lo detuvo para no alterar al rubio que en cualquier momento podía salir si el quería.

-Pero... - Ace perdía los estribos y la paciencia rápidamente y estaba en llamas en una forma retórica.

-Es una orden. - finalizo su superior y se dirigió al centro de la mesa para estar lo suficientemente cerca del par y poder escuchar cualquier cosa que dijera el rubio.

El pecoso estaba furioso y frunció el ceño obedeciendo a la orden que le dieron, pero no dejaba de fulminar al rubio con la mirada al ver que peinaba al niño con sus largos y delgados dedos. Se sentó junto a su oficial al mando y maldecía mentalmente.

Marco que había visto de reojo a los militares acercase se dedicó a ignorarlos acariciando el castaño cabello de su pequeña y trataba de mantenerse sereno. El ambiente se puso tensó, y el pecoso no dejaba de verlo haciendo que su mirara incomodara a Marco. Ya estaba colmando su paciencia cuando una voz muy conocida lo saco de la posible golpiza que quería propinarle al atractivo pecoso.

-Marco... ¿Quienes son ellos? - pregunto con cautela la niña pero susurrando muy cerca del odio del rubio.

-Son... El enemigo, haz todo lo que te diga y no te separes de mi. - susurro el también en su pequeño oido y miraba al pecoso, cada uno de sus lentos pero firmes movimientos que daba.


Ace trataba de leer los labios del atractivo rubio pero sólo conseguía ver el movimiento de estos casi pausado. Para fines prácticos el no podía saber que le dijo al niño a su lado, luego vio más detenidamente al niño en cuestión y sus ojos oscuros se encontraron con los brillantes ojos violetas.

La mirada no duró más de tres segundo, y dedujo que aquel niño no debía ser suyo y tal vez era el pequeño que habían secuestrado, luego miro su mano y vio la blanca venda rodeándola.

-No te basta con tenerlo en tu cama... También tienes que dañarle... - Ace apenas dijo al aire en un susurro cargado de ira por la asquerosa idea de abusar del hermoso niño pero Marco lo escucho perfectamente.

-"Puño de fuego" ¿No es así? - menciono el apodo por el cual era conocido en los bajos fondos.
El pelinegro seguía con el ceño fruncido pero se sorprendió un poco cuando menciono ese nombre.

-Entonces es verdad. - Marco sonrió al mencionarlo y lo miraba directo a los ojos.

-¿De que coño hablas? - le sostuvo la mirada el pecoso.

-Que eres sólo un idiota impulsivo y un mocoso consentido del Teniente General. - lo último lo dijo Marco con toda la burla posible, dándole un golpe bajó.

-Hijo de... - estaba a punto de pararse el pecoso para darle una muy merecida golpiza pero como siempre su superior al mando le freno.

-Capitán Portgas, debe mantener la compostura. - la voz profunda de Smoker junto con la pequeña acción de tirar la ceniza de sus puros en el cenicero de la mesa hizo que la niña lo mirara apartando la vista de los dos que estaban discutiendo.

Marco sonrió al ver como domaban a la fiera que podía a llegar a ser Ace, pero la verdad lo provocaba para que el pobre pecoso cayera en su juego y parecía estar funcionando hasta que su coronel lo tomo por el hombro.
Smoker veía al rubio con indiferencia, el no era estúpido y sabía que aquel estaba jugando. No dejaría perder la oportunidad de saber que tramaban por culpa de su capitán.

Las ánimos estaban más que caldeados y Marco estaba casi seguro que ellos estaban ahí para confirmar la lealtad de la empresa, algo que podía comprarse con el precio correcto.
Cuando parecía que iba a ocurrir lo inevitable, inesperadamente llego la señorita Bonney con el exquisito mangar que era la comida japonesa.
Varios chefs con con elegante bandejas plateadas llenos del mangar lleno el tensó ambiente.

Una comida más que esperada y deliciosa.

Y empezó el festín a pesar de las incómodas miradas de los dos oficiales sobre el rubio, sin olvidar a la pequeña.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

 

-Eso es todo... - jadeo el pelirrojo mostrando una sonrisa altanera nada más contradictorio a su precaria situación.

-Aún no a empezado el verdadero combate. - sentenció el pelinegro al ver esa curva burlona sobre los labios de su rival.

La batalla que Mihawk y Shanks sostenían llevaba varias horas, sintiendo los fuertes golpes del metal estrellandose, sacando algunas chispas por la fuerza y fricción que empleaban; el sudor ya se deslizaba libremente por la piel de ambos, el calor que emanaban sus cuerpos los ponían más tensos y la necesidad de hacer algo muy distinto a la batalla que sostenían se contenía con cada nuevo corte.

Las ráfagas de la cuchilla oscura eran casi imposible de esquivar, así que la defensa fue la opción más viable del pelirrojo.

La katana de Alexander era una belleza de arma ahora que Shanks la manejaba: ligera como pluma, pero dura igual que un diamante, decir que se igualaba a la de Mihawk era lo más acertado.

El ataque llego hasta el pelirrojo sintiendo la presión del aire y la fuerza descomunal de este.

Con mucho esfuerzo contuvo aquel fuerte corte, sintiendo sus bíceps y tríceps arder por la tremenda tensión. Sentía que ardía en llamas y su rubor en su mejillas lo confirmaba, incluso hacia competencia con su cabello.
Cuando por fin logro desviarlo, Shanks jadeaba excitado mirando el trabajado cuerpo de su rival.

Su mente le jugaba una mala pasada y limpió el sudor de su frente con el dorso de su mano. El no sería el primero en caer en los encantos masculinos del otro, resistiría hasta el final aunque muriera en el intento.

El pelinegro sólo contemplaba aquella expresión de molestia y excitación. No podía decir que aquel pelirrojo de verdad le calentaba, pues el efecto secundario de la sangre de Alexander se hacía más fuerte conforme pasaba el tiempo.

Ver a su oponente con la ropa desaliñada, jadeante, excitado y oponiendo resistencia a algo tan natural como la necesidad de sexo era en una palabra para Mihawk: perfecto.

Pero la batalla debía continuar pues cualquiera podía caer de un momento a otro.

Ahora el poderoso ataque del pelirrojo llego, lanzando se casi despreocupado, sintiendo el aire refrescar sus acaloradas mejillas, y apretando la nula empuñadura pues el metálico esqueleto de la katana era cubierto por el pañuelo.

Envió el curvo filo hasta el bien trabajado cuerpo del pelinegro pero la cuchilla negra se interpuso en el camino para frenarlo de golpe.


-Ya veo porque te llaman "El mejor espadachín del mundo" - dijo el moreno pelirrojo con la miraba sobre aquellos ojos color amarillo.

-No hago alardes de mis proezas General Akagami... - el tono serio del atractivo espadachín asusto al valiente pelirrojo.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

Lo había descubierto, sabía quien era y lo peor de todo era que le emocionaba que aquel hombre pelinegro, de pálida piel perlada por el sudor, y sus penetrantes ojos sólo lo vieran a el aunque con un deseo extraño.

Una distracción era todo lo que necesitaba Mihawk para ver ese punto ciego de la casi impenetrable defensa de Shanks.

Estando tan próximos uno del otro, que lo desarmo en un sólo moviendo con su afilada espada oscura al sorprendido pelirrojo, que este veía aterrado como la pequeña katana salía por los aires para clavarse profundamente en la tierra y dejarlo caer de culo al suelo.

La muerte... Se había distraído por una fracción de segundo y la muerte era el precio que debía pagar. Su insensatez lo golpeo mentalmente por ser tan idiota y dejarse llevar por algo que ni siquiera existía: una extraña pero hipnotizante atracción.

-Tu destino esta sellado. - susurro de último el espadachín alzando aquel brillo oscuro que era su espada.

Shanks esperaba el fulminante ataque, esa estocada fría sobre pecho para que acabara con su inútil vida, y fuera derrotado por aquel que era el mejor pero...

Sus oscuros ojos vieron como aquel atractivo hombre clavó su espada en la blanda tierra para abalanzarse sobre de el.

-¡¿Que mierda... - su pregunta murió en sus ya húmedos labios al sentir una caliente lengua pidiendo permiso para profanar su boca.

Mihawk no pudo resistir más aquel delicioso cuerpo que estaba frente a el, pidiendo ser devorado y sumiso ante todos sus movimientos.

El pelirrojo sentía que estaba soñando la más erótica fantasía sexual de si vida, sintiendo ahora las lascivas caricias de las fuertes y bruscas manos del espadachín sobre su sensible cuerpo, haciéndolo jadear y dándole permiso a aquel lo besara como tanto quería.

Esos labios con el ligero sabor a alcohol y zarzamora fue lo que término de enloquecer al pelinegro que si de por si, ya tenía sometido al pelirrojo bajo su cuerpo y el suave pasto, estrujaba entre sus largos dedos uno de los pezones del pelirrojo sobre la mojada tela de su camisa entre abierta.

El beso era desesperado al principio por ambos, era la necesidad de sentirse por primera vez, y era adictivo, sus labios se movían en sincronía, sus lenguas danzaban ferozmente por el control y el paso de saliva era inevitable haciendo más placentera la excitación. Las manos de Shanks rodearon tímidamente el cuello de su verdugo, pues era el enemigo, la pesadilla de su mejor amigo y el ser que quería hacerlo suyo.

Ya ninguno de los dos era consciente de sus actos, sólo eran dominamos por sus instintos más básicos y emotivos.

Los besos no paraban en ninguno momento, era revividos una y otra vez con ligeras bocanadas de aire pero eran tan escasas que el pelirrojo sentía desfallecer con la habilidad del pelinegro.

Se definía por fin quien era el sexo dominante, el fuerte y atractivo espadachín, tomando su premio, metió sus largos dedos por debajo de la camisa manchada de sangre, sintiendo el calor de la morena piel húmeda de su amante en turno.

¡Joder! Era tan suave y sensible que de inmediato se erizó por su frío contacto. Algo totalmente inesperado de una persona con tal reputación en el ejército y admiración en los bajos fondos, toda una caja de sorpresas.

-¡Aaahhh! - el fuerte gemido de Shanks se escucho en todo el claro. Los dientes de Mihawk se clavaban en su cuello de una forma tan deliciosa a si como su ya erecto miembro sobre su abdomen.

Eso lo ponía a tono sin duda alguna al pelirrojo, y la descarga sobre su entrepierna se hacía evidente sintiendo como crecía su propia erección. No había nada que detuviera el inminente momento de poseerse mutuamente.

La mente del pelirrojo trataba inútilmente de procesar lo que estaba apunto de hacer, sintiéndose como un traidor...
¿Un traidor?... ¿Pero de quien o que?... ¿Acaso era su sentido común saliendo del mar del placer donde estaba sumergido, casi ahogándose con cada nuevo roce en su piel?

Aquella caricia sobre su abdomen era sutil, sintiendo las yemas de los fríos dedos del pelinegro sobre su morena piel, congelando aquella sensación y calentado su sangre.

-Aahh... - el ronco gemido sobre el cuello de Shanks hizo que este arqueara su espalda, enterrandose más entre el espadachín y la vegetación.

-¿Por que? - susurro con ese hermoso sonrojo y tono de voz tan delicado el pelirrojo en el oído del de tez pálida que parecía más bien una invitación a seguir con aquello.

Esa era la pregunta que no lo dejaba en paz.

Acostarse con el enemigo nunca ha sido buena idea, dejar los puntos vulnerables a su vista y tacto era poco menos que un suicido; y querer el contacto de uno de los más grandes criminales buscados por la justicia era como jugar a la ruleta rusa pero con todas las balas.

La mirada ahora amielada y hambrienta del atractivo espadachín se clavó en sus azabaches ojos.

Esa mirada atravesaba su piel, sus tensos músculos, para llegar a su maltrecho corazón, estrujándolo con fuerza, para sacar toda la tristeza, y soledad que antes habitaba en el.

No necesitaba hablar Mihawk para responder a su patética pregunta, pues el porque hacía lo que le hacía al pelirrojo era porque simplemente lo deseaba. Profanar ese trabajado cuerpo, esa morena piel curtida por el sol, sus sensibles y hermosos gestos en ese angelical rostro lleno de súplica, y para contrastar todo ese espectáculo; el violento sonrojo en sus mejillas que a pesar de ser acanelada se veía perfectamente.

El espadachín al ver eso llevo su fría mano hasta su fino rostro, acaricio aquella escasa barba de su hermoso mentón, delineo esos deliciosos labios, paso por las acaloradas mejillas y llego hasta sus cicatrices.

Esos tres extraños rasguños sobre su ojo izquierdo, lo hipnotizaban, los definía con casi ternura sintiendo sus bordes, una nueva experiencia para ambos con esos roces que sólo subía más el deseo de poseerse mutuamente.

Pero el cabello rojo que ahora caía con unos cuantos mechones por su frente era gentil, contrastaba con su rubor y empezó a enredar sus dedos en este. Era sorprendentemente suave, color rojo fuego, algo largo lo que era perfecto para agarrarlo fuerte y hacer que lo besara como era debido.

Sus labios se juntaron nuevamente con el fuerte agarre sobre su cabellera rojiza. Mihawk era un animal sediento de el, para tocar con fuerza sus abdominales casi rasguñandolos en el proceso llegando a sus costillas y perderse en su espalda. Pero Shanks no era todo dulzura, también enredó sus delicados dedos en el oscuro cabello corto del espadachín, era sedoso y tenía un ligero olor a madera.

Las manos de ambos empezaron a explorarse libremente, aquellos besos subieron de tono más la lujuria y desesperación, ya que los dos tenían la excitación más de evidente.

En algún momento la ropa fue casi desgarrada por ambos, sus sudadas camisas, pantalones y de más estaban por el suave pasto.

El pelirrojo ya no se debatía ni pensaba en nada que no fuera en el placer que le ofrecía Mihawk, y este desde el principio ya se vía poseído por aquella pasión. No había ninguna duda para el pelinegro, su frío corazón era derretido por el calor del cuerpo de Shanks.

Durante todos los roces en el que veneraba la piel morena del general, su boca besaba desde su delicioso cuello, por sus pezones ahora más que erectos y enrojecidos por las pequeñas mordidas y succiones, llegando a su abdomen marcado para dejar marcas rojizas en sus costillas, finalizo en su sexo que pedía atención para liberar esa caliente energía que lo consumía poco a poco.

Mihawk se deleitaba con sus ahogados gemidos sobre sus manos para contenerlos pero retiro las manos del pelirrojo para que gimiera tanto como quisiera. La habilidosa y caliente lengua del espadachín recorría desde la base hasta la punta de su miembro. Eran los roces más deliciosos que experimento Shanks en toda su maldita vida, los espasmos arqueaban su espalda de forma sorprendente para embestir ligeramente la boca de Mihawk.

Sentía la presión sobre la punta de su miembro, las fuertes succiones de esa boca y finalmente sus propias palpitaciones que indicaban un final inminente donde sentiría que alcanzaría la misma gloria.

Sus manos sostenía esa negra cabellera para marcarle el ya casi frenético ritmo, su hermoso rostro empañado por el tremendo sonrojo de la excitante actividad y sus ojos entrecerrados turbios del placer que se desbordaba por ellos.

"Tan erótico... " pensó el espadachín que sentía su sexo dar un respingo aprobatorio por la cara de placer del otro, y ya no quería esperar a que el dolor sobre su palpitante y ansioso miembro aumentara.

Tan cerca del clímax estaba el hermoso pelirrojo cuando el de pálida tez lo saco de su boca relamiendo sus labios por su exquisito sabor.

-Veremos si puede aguantar el ritmo Akagami. - la ronca voz de Mihawk derretía a Shanks, sentía como se corriera en cualquier momento por esa frase cargada de lujuria.
Tenía que preparar a su amante en turno para no lastimarlo, pues el propósito de esa fantasía; que ahora ambos compartían, era sin duda que ambos lo disfrutarán plenamente. Quizás algo de humanidad y casi ternura fue revivido por esa linda niña que llego a su vida y ese general que ahora estaba bajo su cuerpo jadeando sonrojado recibiría un poco de esa calidez, pero no pensaba mucho en eso, la fuerte pasión y excitación eran las primeras prioridades.

Sensualmente llevo tres de sus largos dedos a la entreabierta y húmeda boca del pelirrojo, otra vez delineando sus labios ahora rosados por esos frenéticos besos, sintiendo el calor que desprendían junto con el cálido aliento salir agitado y desesperado.

Shanks entendió aquel sugerente mensaje al pasar su lengua por sus dedos, estaba haciéndolo de la manera más sensual succionando, y mordiéndolos ligeramente, pasando su lengua entre estos y lubricado con su tibia saliva.

Mihawk contemplaba excitante aquel espectáculo con el ceño fruncido pero soltando su agitada respiración, clavando sus ojos amarillos sobre los oscuros del otro. Aquel le estaba incitando, haciéndolo perder el control y dándole el permiso de poseerlo como quisiera.

Bruscamente metió más esos tres dedos en su tierna boca simulando una fuerte estocada, sorprendiendo a Shanks quien sentía ahogarse. Repitió la acción el pelinegro espadachín para dejarle en claro lo que le esperaba si no dejaba de provocarlo, pero al sumiso pelirrojo le excito más esa acción.

Era suficiente para ambos.

De un movimientos saco sus dedos de su húmeda boca y metió dos de estos en su caliente entrada. Quería sentir y dilatar esa estrecha parte de su anatomía para profanarla con gusto.

El dolor junto con el placer de la fuerza del espadachín era justo lo que quería; nada delicado y listo para devorarlo en cualquier momento, todo un depredador.

Esos largos dedos se movían en forma circular, pero sin lastimar, sentía como tocaba cada parte de interior queriendo encontrar algo...

-¡Aaahh! - un gemido fuerte acompañado de una tremenda arqueaba de su espalda fue la respuesta a lo que Mihawk sonrió ligeramente, había encontrado la próstata y esa forma de retorcerse le gusto de sobre manera.

Saco bruscamente los dedos de su interior provocando un jadeo por parte de Shanks y empezó a separar sus tornados muslos, acariciandolos con rudeza dejando las marcas de sus uñas al pasar. Por fin se mostraba el gran sexo del espadachín, grande y ancho como sospechaba el pelirrojo, en toda su gloria y empezando hacer presión sobre su entrada.

Un estocada fue suficiente para llenarlo por completo rozando ese lugar que lo enloqueció al instante. Y es que ese placer fue tan inesperado que el pelirrojo cerró sus ojos fuertemente, enterrando sus uñas en los fuertes y pálidos brazos del espadachín.

Era sorprendentemente suave y húmedo aquel interior, no esperaba eso de un bravo general, pero no podía ser más perfecto y eso le excitaba más. Tenía que hacerle saber que es esa situación el debía someterse a todas sus lascivas caricias y ahora fuertes embestidas.

Ya no sabia más de si el pelirrojo cuando sus gemidos se convirtieron en gritos de placer atrapando con sus piernas la cintura de su enemigo, profundizando el contacto, haciéndose brutal y entendiendo que así era como le gustaba.

Atrapando las manos de su amante en turno con las suyas entrelazando las dejo caer su cuerpo ligeramente para soltar sus roncos gemidos sobre el oído del pelirrojo. Eso lo enloqueció más y ahora movía sus cadera haciendo una ligera fricción entre ambos vientres con su adolorido miembro que estaba más duro que nada, ya sentía perder la conciencia de tanto placer albergarse en su templos cuerpo cuando con esos ligeros roces se vacío con un fuerte gemido.

Las paredes del pelirrojo se contrajeron con violencia en su palpitante miembro pero Mihawk no se dejaría domar por esa deliciosa presión, no aún, siguió con ese bestial envaine para ver como el casi semi erecto miembro del pelirrojo volvía a ponerse a tono.

-No... No más Mi-mihawk... Aahh. - suplicaba con esa cara sonrojada y ahora un fino hilo de saliva deslizando se por la comisura de sus labios.
A pesar de la gran resistencia del espadachín esa fue la gota que derramo el vaso de su autocontrol.

Y tras tres fuertes embestidas se vacío fuertemente en su interior apretando el duro miembro del pelirrojo y arrastraslo a un segundo orgasmo y el mismo llegando al tan esperado éxtasis llenado esas paredes con su caliente semen.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

Ya se estaba preparando el almuerzo para todos los subordinados de sus ahora depravados jefes.

Sanji había llevado el más que delicioso desayuno con el aroma a café inundando los pasillos con mucho cuidado de no derramar nada, pues el cansancio de la noche anterior encargándose de "acabar" con la maldita rata lo había dejado cansado.

Ya iba a llegar cuando abrió la puerta sin tocar y fue un grave error. Lo que vio a continuación fue algo vergonzoso y sólo se quedo parado en la puerta con la charola en mano viendo a sus jefes disfrutando del placer carnal con un violento sonrojo hasta que...

-Pues unirte a nosotros Sanji~chan, no seas tímido. - Doflamingo lo había visto en todo momento sin dejar de embestir a Crocodile que estaba a cuatro sobre la cama ocultando su sonrojado rostro de la vergüenza al encontrarlo en tal predicamento.

Sólo negó con la cabeza, dejo el desayuno en el mueble y salió de ahí lo más rápido que pudo cerrando la puerta detrás y ahora necesitaba salir de la isla para calmar esa horrible ansiedad.

-Creo que esta noche iré al bar necesito algo fuerte que me haga olvidar eso... - término de freír los filetes para el almuerzo junto con unos ricos guisantes.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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