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El vínculo por -Raiden-

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Notas del capitulo:

Despue de que casi me fracturo la pierna despues de esa caida... vuelvo con esto.

Termina el primer dia y todo se vuelve más complicado, pero espero que les guste.

Y pues este capitulo salio muy largo, solo para los que gustan de largas lecturas como su servidora.

Conservo la esperanza de que lo leas...

 

"¿Alguna vez te dije lo mucho que disfruto matar en tu lugar? ¿No?... "

 

Tenía sus hermosos violetas muy abiertos por lo que veía, incluso dejo de comer el arroz con curry humeante que tenía delante. Por su parte Marco le veía de reojo pero no dejaba de comer la fileteada carne de pescado junto con el arroz blanco de forma elegante y sutil. No pensó ver a un capitán del ejército con tan malos modales.

Era todo un misterio que dudaba poder soportar, y más al estar en esa habitación por más tiempo.

El coronel Smoker comía de forma tranquila ese espectacular ramen esperando que su amable y falto de modestos modales capitán sentado junto a él, terminara esa masacre de comida devorando todo lo que tenía a su alcance. En más de una ocasión se quedaba completamente dormido con la boca llena de comida, e incluso roncando. Cuando lograba despertar, fruncía el ceño y seguía en lo que estaba mirando mal al rubio. Entrecerraba sus azabaches decorados con esas extrañamente lindas pecas sobre sus mejillas que lo hacían todo, menos amenazante. 

Alexander no podía estar más fascinada y empezó a imitarlo; llenando su boca lo más que podía y aguantando la respiración haciendo que sus mejillas se coloraran tiernamente.

Ace desvío su vista del rubio, para ver al niño que combinaba todos los platillos que tenía a su alcance para meterlos a su boca y tratar de masticarlos a la vez.

Se dio cuenta de lo hermoso que era ese niño, con su clara piel sonrojada por el esfuerzo de no ahogarse con semejantes trozos de carne y arroz, sus acciones casi inocentes y los entrecerrados ojos violetas claros que tenían un brillo muy peculiar, le hicieron recordar a su hermano pequeño.

Sentía repugnancia por la sola idea de hacerle algo y decidió que le apartaría de aquella organización criminal... No importándole el costo.

 

Ya estaban terminando todos cuando Marco se levantó de su lugar acomodarse la corbata.

-Gracias por la cálida hospitalidad pero tenemos que retirarnos. - comento el rubio para ver a su anfitriona pelirosa.

-No estará diciendo que cancelara su cita ¿o sí? - pregunto Bonney sin dejar de comer, escupiendo en el proceso parte de la carne que tenía en la boca, nada gentil ni educada en la mesa.

-Temo que nuestro "producto" es sumamente cotizado, y no queremos que sea mal interpretado por razones de... privacidad. - hizo una pausa Marco para mirar a los agentes del gobierno. - Al parecer ya tenían otro compromiso... - finalizo para mirar de nuevo a la chica.

Después de un largo bocado, la representante de la empresa Bonney Jewelry, presto toda su atención en algo que no fuera la comida y vio la adormilada mirada del rubio. Sus palabras la incomodaron ligeramente. Nadie pedía una cita en vano con Boa Hancock la dueña de las empresas Shichibukai y se retiraba sin que ella los rechazara, tenía que ser una "inversión" significativa, y de inmediato tomo la iniciativa para darles una nueva cita.

-El día de mañana sería un placer atenderlos. Agradeceremos su estancia en el hotel "Ohara" con todos los gastos pagados por supuesto. - la joven de cabello rosado esperaba la respuesta de su posiblemente nuevo inversionista. 
Esa era una de las pocas oportunidades en las que veía un futuro prometedor, lleno de nuevas armas para el mercado.

-Es muy amable de su parte... Lo tomaremos en cuenta. - dijo de último Marco para tomar la mano de Alexander que ya estaba de pie junto a él viendo a los militares aún con el bocado en la boca.

El coronel y el capitán sólo seguían comiendo en silencio, pero sin dejar de observarlo y poniendo toda la atención a esa conversación. Sabían que esa treta del hotel era la forma más sutil de vigilarlos pero dudaban mucho que siendo el subordinado de uno de los más grandes jefes de la mafia cayera con eso.

El momento de la despedida llego con un apretando de manos por parte del rubio, que se ponía las gafas y la joven secretaria de la dueña de la empresa que seguía con algo de comida en la boca, otra vez.

Tenían que vigilar y cuidar sus pasos.

-Mañana vendremos para ver ese "producto" - sentenció Smoker para encender dos puros cubanos, sus favoritos por su sabor amargo.

-Si... - siseo Ace con un molesto gesto cegado por la ira y rompiendo los palillos de madera que había utilizado para comer. Quería despedazar a esos malditos cerdos con sus propias manos.

Su superior sólo le veía de reojo, le gustaba esa linda cara con el ceño fruncido y sus mejillas algo rojas por la furia, todo un caso ese extraño pecoso.

 

Salieron del lujoso edificio para volver a la limosina y tomar el crucero privado de la organización para llegar a la isla.
Marco no comento nada durante el camino, sólo observaba a la pequeña tomar el zumo que le había comprado.

La veía con su adormilada mirada oculta por los oscuros lentes: su sonrisa inocente, sus destellantes ojos violetas entre cerrarse por la sola acción de sonreír. Le gustaba verla así, quizás le provocaba una rara paz interior. Aún no se imaginaba a esa pequeña niña matando a algún ser viviente, era casi ilógico y sin sentido pensar eso, por esa razón todo dependía del plan que Kid y el mismo habían hecho para llevársela de ahí.

El también tenía que ver algunos contactos para evitar cabos sueltos y sobre todo que siguieran sus huellas cuando se llevará a cabo el "rapto" de la pequeña Alexander.

 

 

 

Cuando llegaron a la isla Marco la llevaba de la mano al campo de tiro donde Baby 5 ya la esperaba con un rifle francotirador empotrado en un tripie.

La mejor forma de aprender sin tener el problema del retroceso al momento de fijar el blanco, y controlar la respiración cuando se hace el disparo certero.

-Ya era hora... - dijo la chica pelinegra cruzada de brazos y fumando su décimo cigarrillo al ver en el suelo las colillas de los otros nueve.

-Hubo un contratiempo. - declaro el atractivo rubio alzando los hombros. Ella no era nadie para reclamarle y tampoco él para darle explicaciones sobre sus acciones.

-Como sea, vamos a empezar Alexander. - la chica ya sonreía ampliamente tomando de la mano a la pequeña que sólo se dejo hacer sin entender mucho de que iba todo eso.

Era la segunda sesión que tenía con la chica del vestido negro con blanco y ni siquiera vio la venda en su mano.

Marco las siguió de cerca, negando con la cabeza, esa pelinegra era un poco obsesiva cuando se trataba de las armas de fuego.

-Supe que eras especial en cuanto te vi, Alex~san. Y te felicito por todo el esfuerzo que estas poniendo. - declaro Baby 5 al ver que la pequeña corría hacia las armas de fuego colocadas en la mesa.

La niña sólo le sonrió y esperaba a la chica para que empezara la instrucción.

-No le he dicho esto a nadie, así que escucha. - empezó en tono confidencial. -Me encantan las armas. Me encanta su aspecto... su tacto... hasta su olor. - la pelinegra ya tenía el rifle en sus manos pegando su mejilla en el oscuro metal del arma. Lo trataba como a un hijo que siempre deseo.

-Creo que necesitas ayuda profesional. - le dijo con burla Marco al ver tal obsesión por las armas de fuego. No conocía a nadie igual y por eso ella era la mejor para darle unas lecciones sobre cómo usarlas.

La chica paso olímpicamente el comentario y se puso al lado de la pequeña.

Le indicaba como tomar el arma, poniendo una de sus manos en la culata para evitar el fuerte retroceso sobre su hombro, y una más en el gatillo siempre con su dedo pegado a la parte más alegada de la pequeña cámara.

-Cuando uses un rifle francotirador sin un tripie coloca tu mano bajo el centro del arma. - la chica ya estaba detrás de la pequeña ayudándole a poner sus manos en la posición correcta.

Marco las observaba de cerca pero en silencio.

-Si un objetivo está a menos de 600 metros... Apunta a la cabeza. Si es más apunta al cuerpo. - podía verse en la mirilla del rifle la silueta de una diana en forma de persona.

Era la primera lección sobre las armas de fuego a larga distancia.

-Alexander... - susurro el rubio al ver tan concentrada a la hermosa niña.

-¿Si, Marco? - había dejado el arma para mirar a su cuidador.

-Tengo que irme... Obedece a Baby 5 en todo lo que diga, de acuerdo. - su voz sonaba suave y despeinaba su cabello castaño.

Alexander le miro con tristeza y corrió hasta él para abrazarlo fuertemente. No quería que se fuera, pero tenía que obedecer a la instrucción. 

-Volveré en la noche junto con Kidd. - le sonrió para ver como la cara de la niña se iluminaba con emoción.

 

Al menos, con eso la pequeña no se sentiría del todo abandonada.

 

La morena pelinegra que contemplaba todo aquello sonrió con el cigarrillo en sus labios, Marco era un mentor excelente que usaba el cariño para obtener resultados satisfactorios.
La clase continuo después de que el rubio se fuera, todas esas instrucciones era seguidas al pie de la letra, y Alexander acertaba todos los tiros con suma precisión dándoles en la cabeza o en el pecho.

 

 

Pero aún faltaban las lecciones de modales con Crocodile.

 

Cuando terminaron fueron dentro de la fábrica, entre las risas de Baby 5 por la historia que le contaba a la pequeña sobre, como es que los chinos habían descubierto la pólvora por accidente matando a dos idiotas en el proceso y la fabricación de las primeras armas de fuego.

Llegaron a la biblioteca donde ahora uno de los jefes más temidos de la mafia le esperaba.

-Bueno Alex~san, tengo trabajo que hacer. - la miro con una sonrisa. - No me permiten pasar. - seguía con la sonrisa en su rostro para alejarse con un gesto de su mano.

Ya estaba frente a la puerta de madera mirando el pórtico y suspiro.

Presentía algo, no sabía que era pero era una sensación extraña mezclada con ansiedad.

 

Abrió la puerta y se adentró con sigilo.

-Hola Alex~chan, pasa. - reconoció la voz de inmediato.
Era la voz de su creador la que la llamaba a pasar con toda la confianza del mundo.

La tenue luz la segó por un momento pero de inmediato sus hermosas iris violetas se adaptaron para ver la habitación.

Crocodile junto con Doflamingo estaban sentados en las sillas de terciopelo, con una mesita delate de ellos con una tetera y tres tazas de porcelana. El pelinegro de la cicatriz con ese elegante traje fumando con la mirada desviada hacia los libros que estaba en las paredes. El rubio con su ropa estrafalaria mirando los movimientos de la pequeña a través de las gafas sin dejar de sonreír y llamándole con un dedo para que se sentara en un banco frente a ellos.

Sin quererlo realmente Alexander camino asía el banco donde tomo asiento y miro a los dos hombres, esperando las siguientes órdenes.

-¿Cómo te fue? - pregunto Donquixote cruzando sus largas piernas y acomodándose las gafas moradas.

-Bien... - contesto apenada sonrojándose inevitablemente.

-¿Otra vez te cortaste? - ahora pregunto Crocodile observando su mano vendada, no era que le importará realmente pero ya les había advertido a los idiotas que tuvieran cuidado.

-Si... - respondió aún más apenada y bajo la vista para ver su mano.

-No importa. - siguió el pelinegro para apagar el puro en el cenicero de la mesa.

-Fufufufu - río encanto su creador y miraba la lección que ahora empezaba.

El de la cicatriz tomo la tetera con la bebida caliente para servir un poco en una taza.

-Tus lecciones no acaban con el entrenamiento. - le tendió la taza a la pequeña deslizando la suavemente por la mesa. - Debes vigilar tus modales cuando estés en público. - le dijo Crocodile para observar todos sus movimientos.

-Si... - la pequeña miro el claro líquido color ámbar humear con gracia. Tomo la azucarera y vertió un cubo de azucaradillo con la pequeña cucharilla. 

Si algo había aprendido con lo que había observado durante el día era la forma en que la gente comía y Marco en su momento le había mencionado como debía ponerle azúcar a las bebidas calientes.

Removía levemente con movimientos circulares para mezclar el dulce con el té, todo esto bajo las atentas miradas de los hombres enfrente de ella.

Doflamingo sonreía maravillado y Crocodile estaba serio.
Cuando tomo la taza en sus manos, la voz del pelinegro volvió a dirigirle la palabra.

-Sujeta el plato cuando bebas tu té, y no hagas ningún ruido. - le ordeno con voz neutra para ver como lo hacía.

Sutilmente llevaba la taza y el plato cerca de su rostro y con delicadeza la blanca porcelana toco sus rosados labios. Bebió el caliente líquido con un sorbo silencioso, para que su lengua degustara el sabor a naranja del té.

Sus ojos violetas estaban centrados en la bebida pero subió su vista cuando diviso a Doflamingo meter su mano dentro de esa gabardina de plumas rosadas y sacar algo que...

El tiempo parecía congelarse de un momento a otro como si se pausara para volver a la normalidad en un segundo.

La niña dejo rápidamente la taza en su lugar, agachándose ligeramente para esquivar la navaja que ahora se clavaba en la pared detrás de ella.

-Fufufufu. Muy bien Alex~chan. Fufufufu. - ese rubio desquiciado estaba poniendo a prueba su pequeño juguete para que incluso en situaciones así, nunca bajara la guardia.

Era un enfermo de lo peor.

-Creo que por hoy es suficiente. - ahora era Crocodile quien quería acabar la sesión y más por la ligera palidez en la cara de la pequeña junto con mirada desconcertada que les dedicó.

A ese desquiciado rubio le fascinaba fastidiar a un nivel psicológico tan aterrador a todo lo que le importaba, que a veces no diferenciaba entre sus aliados y sus enemigos.

La niña ya estaba a punto de sacar sus lágrimas por no entender las acciones de su creador cuando unos brazos la cargaron haciendo que abrazará a esa persona por el cuello.

-Eso es Alex~chan. Fufufufu. - quien la reconfortaba era nadie más que su creador. Donquixote Doflamingo ese rubio que hace poco le había lanzado ese enorme filo.

Crocodile ya ignoraba el hecho de entenderlo, pues esa mañana el mismo había experimentado su extraña forma de demostrar el cariño hacia los demás. Le había dado bastante duro y más de lo que hubiera imaginado, aunque no se quejaba por ese molesto dolor en su cadera ni los rasguños que le dio por tremenda bomba de placer pero... Donquixote era alguien muy complicado.

La abrazaba con posesión para salir de la biblioteca y dejar a Crocodile con sus pensamientos.

 

Tenían que ver a Caesar Clown para seguir con las pruebas, los análisis y demás cosas que el loco científico le había pedido.

El rubio ya caminaba por el pasillo con la niña en sus brazos, la pareja de creador y creación pero una versión aún más torcida de esa historia de terror donde el desquiciado científico crea al monstruo que lo mata...

Sentía la pequeña Alexander el cálido cuerpo de Doflamingo pegado a ella por el pecho descubierto de este, escuchando los latidos de su corazón, hipnotizándola, sonrojándose y esperando no separarse de él jamás aunque por dentro el miedo la invadiera. Y ese maldito rubio seguía con una enorme sonrisa en su cara, como si supiera algo que nadie más sabía.

Pasaron al pasillo central donde se encontraron con cierto chico pelirosa con una extraña sonrisa en su cara limpiando ese pasillo.

-Coby-chan, parece que has decidido quedarte ¿Verdad? - eso era más una afirmación.

-S-si... Yo... - decía claramente el mencionado nervioso y avergonzado apartando su mirada.

-No me sorprende si "alguien" te ayudo a decidir. Fufufufu. - ahora si sabía de quien hablaba con esa indirecta el rubio que era su jefe.

Y ahí el color sonrojado en las mejillas de Coby se volvió rojo intenso hasta las orejas. Había dado en el clavo con ese comentario, haciendo que negara todo con las manos pero mudo de la impresión y ahora totalmente avergonzado.

Sólo la risa de Doflamingo lleno el silencioso pasillo y paso de largo no sin antes despeinar su cabello con su enorme mano.

Alexander sólo miro a Coby aceptar la extraña caricia y sonrió levemente, entendía de un modo muy extraño que quizás

 

Vergo tenía algo que ver con eso.

Cuando llegaron al laboratorio el paliducho científico ya los esperaba con ansias. Quería saber cómo se encontraba su conejillo de indias favorito.

-Shororororo. - río Caesar extendiendo las manos a los lados en una reverencia al rubio. - Doflamingo-sama, me encargare de lo demás. - ya quería ver los nuevos avances en su cuerpo y sangre.

El aludido sólo sonrió aún más, dejando una extraña tensión en el aire antes de bajar a la pequeña de sus brazos. Estaba emocionado por ver las pruebas que le haría y como las haría.

Cuando Alexander toco el suelo lo primero que hizo fue esperar alguna orden por parte del científico pero...

-Dame un gran espectáculo. - dijo Doflamingo para meter las manos a sus bolsillos como esperando algo de forma impaciente, pero sin dejar de sonreír ni de incomodar un poco al científico con su penetrante mirada cubierta por las gafas.

Ahora que estaba claro que era lo que quería el líder y jefe mafioso, todo se puso en marcha.

Caesar llevo a la niña a un cuarto donde le ordeno ponerse una bata clínica para pacientes, y una vez cumplida la tarea se recostará en la amplia mesa donde ya estaban varios electrodos, pinzas, unos grilletes y cadenas.

Parecía más bien una sala de tortura que un laboratorio esa parte del cuarto pero la niña no podía decir mucho por su inocencia. Tenía que obedecer como le había dicho Mihawk, Kidd y Marco.

Se quitó la ropa que llevaba, la playera roja, su pantalón, calzado y calcetas pero cuando ya estaba poniéndose la bata la cadena seguía en su cuello, no se la quitaría por ser un regalo que le dio su mentor espadachín. Se guardo la dorada cadena dentro de la bata.

Exhalo el vapor hacia sus manos y sobre la venda, en ese cuarto la temperatura ambiente estaba por debajo de la media normal. No podía retrasarse más y camino a la mesa donde debía acostarse.

 

 

Subió sin mucho esfuerzo y se recostó sobre la fría superficie metálica, e inmediatamente empezó a temblar por la poca ropa que tenía, llego un momento en que tuvo que abrazarse a sí misma para poder soportar el frío que ahora empeoraba como si estuviera en un congelador.

-Shororororo - la risa de ese científico se empezó a escuchar cuando estuvo muy cerca de la pequeña Alexander que lo veía entre confundida y aterrada.

El pálido hombre que aparte de traer ropas abrigadoras sobre su delgado cuerpo, en sus enguantadas manos se revelaba una pistola anestésica pero no tenía eso precisamente.

-Muy bien numero 13… Solo hay una persona a la debes obedecer y es a MI… - le susurro para tomar el brazo de la niña y clavo la aguja hasta el fondo, y ver cómo le miraba con esos ojos violetas sin expresar nada realmente.

El líquido se empezó a introducir rápido y sin dolor aparente. Pero después de unos segundos se dilataron sus pupilas, empezó con temblores en el cuerpo y vio como las cadenas que estaban junto a ella se transformaban en serpientes; serpientes de escamas negras con unos extraños ojos rojos que subían por su pequeño cuerpo y morder cada una de sus extremidades con fiereza.

Lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos tan fuerte como podía, asustada por sentir la presión en sus muñecas y tobillos.

-Fufufufu. - esa extraña risa anunciaba que su creador aparecía en escena observando divertido como encadenaba a la pequeña con esos gruesos grilletes, y correas de piel para fijarla a la mesa como si fuera una víctima de tortura.

Seguía sintiendo los afilados colmillos de las serpientes sobre su piel, pero no dolían, ni siquiera cuando se enterraban hasta fundirse con sus huesos, pero extrañamente solo veía a los reptiles. Estaba ella sola con esos largos animales metiéndose por su cuerpo y solo escuchaba la voz de su creador de fondo relatando todo lo que esas víboras le hacían a su cuerpo.

-¿Qué es lo que le inyectaste? - preguntó Donquixote sonriendo malvadamente mientras con sus dedos rozaba la piel expuesta de la niña, pasando por sus brazos y piernas, casi reconfortándola pero de una forma extraña.

-Veneno de la Dendroapsis polylepis. - contesto el científico sacando el frasco que contenía la carga del letal veneno de la pistola.

-Mamba negra… - susurro el rubio para mirar las facciones de susto de la pequeña al ver un punto indefinido del techo.

-Fueron aproximadamente 100mg. Pensé que moriría en unos segundos pues tan solo 10mg mata a un adulto, pero solo parece estar alucinando. - comento para sacar una libreta de su bolsillo y empezar a describir los signos que revelaba su conejillo de indias, siempre había sido un sádico de lo peor y más con aquellos que no podían defenderse.

Una risa que empezó a llenar la habitación era la de Donquixote Doflamingo que, al entender que el veneno en el cuerpo de la pequeña Alexander solo causaba alucinaciones en vez de matarla, le complacía tremendamente.

Fascinante era lo que pasaba por la mente del psicópata rubio y solo podía esperar a que su creación estuviera lista para el gran ataque.

Era momento de tomar más pruebas.

Caesar Clow tomó una gruesa jeringa para extraer la valiosa sangre de su experimento para evaluar los nuevos datos. Se sentía de lo mejor cuando quito la venda en la mano de la niña para ver como no tenía nada en esta, a pesar de que la gasa que la envolvía tuviera rastros de sangre.

Sabía que la regeneración se aceleraría pero no a ese grado ni con esa rapidez. Esperaba que todo saliera como lo tenía planeado.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

Cuando el alba estaba ocultándose en el ocaso.

-Mierda… - susurro Sanji para sobar su hombro derecho, estaba bastante cansado.

Camino para salir de la cocina y llegar a su habitación, en realidad su plan era salir de la isla para pasar la noche en un hotel, y olvidar “eso” que había visto, relajarse y dormir como su cuerpo le pedía.

En el largo trayecto que debía recorrer se encontró con el joven pelirosa caminando distraído mirando sus pies y sonriendo casi de forma inconsciente.

-Hey Coby. - le hablo el cocinero para sacarlo de sus pensamientos.

-Sanji-san. ¿Puedo ayudarle en algo? - dijo el chico sacudiendo su cabeza para alzar la vista y sonreírle ampliamente.

-Nada… Solo que te vez muy feliz y… - la declaración de Sanji se vio interrumpida por un móvil que empezó a sonar, más específicamente el de Coby.

-¿Diga?... Vergo-san… - susurro el nombre de la persona que ahora le hablaba.

La cara del cocinero se distorsiono levemente en una mueca de molestia, ese cabronazo de Vergo no le daba buena espina y más por lo que le dijo esa mañana, pero cuando vio el sonrojo en las mejillas del chico no necesito saber nada mas… Y se dio cuenta de lo que estaba pasando entre ellos.

-Coby… - le llamo para encender un cigarrillo.

-¿Si, Sanji-san? - pregunto cuando termino la rápida llamada.

-No te fíes mucho de ese idiota de Vergo. - fue todo lo que le dijo para desaparecer del pasillo.

El pelirosa le miro mordiendo su labio inferior, eso era algo que ya sabía, pero no lo decía en voz alta. Ya empezaba a sentir algo por ese sujeto, algo en su interior daba un vuelco cada vez que le miraba a través de las gafas oscuras, esas caricias bruscas y sobre todo cuando le hacía sentir tan especial.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

Lo que parecían horas para la pequeña Alexander fueron minutos en la realidad y se desvaneció después de sentir a las serpientes fusionarse con ella.

Sus ojos ahora cerrados, sus facciones tan tranquilas y su pequeño cuerpo relajado como si durmiera la siesta, se veía tan adorable.

-Le ordene que se quitara todo. - dijo Caesar molesto cuando un raro brillo estaba en su cuello. Era la cadena que le había dado el espadachín pero solo lo sabían la niña y el pelinegro.

Cuando tomo la cadena para arrancársela y tirarla como la basura que él la consideraba, pero sintió como la muñeca de su mano que estaba dentro del guante era fuertemente presionada, casi soltaba un grito de dolor por ese fuerte agarre, pero se retuvo de tal tontería.

La mano que lo había apresado era la de su jefe, el rubio desquiciado que ahora tenía el ceño fruncido por casi tocar a su preciado juguete. La mirada a través las gafas lo estremecieron con fuerza, era la extraña aura que parecía emanar sus ojos contenidos, nunca antes le había visto así.

-No te atrevas a tocarla así…- siseo para aparta la mano del científico bruscamente.

No estaba jugando con esa declaración.

Asustado el pálido científico asintió enérgicamente para sobar su muñeca que seguramente estaría roja por la fuerza descomunal de su jefe.

Eso era suficiente para ese día de pruebas para Alexander y Doflamingo le tomo en brazos para sacarla de ahí.

 

 

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Ahora que terminaba de fumar ese cigarrillo; Sanji estaba por salir de ahí.

Tenía todo listo, dejo la comida, merienda y cena listas. Esperaba poder llegar lo más pronto posible para emborracharse, estar lejos de todo y recuperar fuerzas para seguir con la mafia y su vida que ahora se había ido al infierno.

Suspiro el espeso humo para levantar la vista que había estado viendo sus pasos, para toparse con su jefe, Doflamingo.

Trago saliva fuertemente, estaba molesto, su ceño fruncido con esa curva le decía que tenía que desaparecer de su camino o seguramente acabaría como Crocodile, y la verdad si le daba algo de miedo.

-Sanji-chan. - le llamo en cuanto dio media vuelta.

-Do-Doflamingo. ¿Necesitas algo? - pregunto nervioso al nombrado mirando a la niña en sus brazos dormida y con esa bata que solo le cubría lo necesario.

-De ti… Muchas cosas. - le barrio con la mirada el rubio mayor para estremecer a Sanji pero lo disimulo apretando los dientes. - Pero ahora quiero que lleves a Alex~chan a su cuarto. Ha tenido un día pesado. - le entrego a la pequeña para que tomara de la forma más delicada posible.

Y no es que pudiera negarse en realidad Sanji, pero prefería hacer lo que le ordeno antes de acabar con su cabeza estrellada con la pared, pues en ningún momento el molesto semblante de Donquixote cambio, algo había pasado.

Cuando estuvo en sus brazos, a pasos agigantados su jefe se alejo rápidamente como si fuese una sombra por los pasillos.

Otro suspiro dejando salir el humo se hizo presente en el pasillo.

-¿Y ahora que voy hacer? - se pregunto para caminar al cuarto de la niña. No la dejaría sola, ni mucho menos la despertaría pero necesitaba vestirla.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

 

Tardo más de lo que pensó pero ya no tenía caso seguir viendo el reloj del móvil.

Desembarco con su larga espada en su espalda, y una más en su mano. Era la katana de su aprendiz envuelta en un trozo de tela oscura, parecía ser el retazo de algo mucho más largo.

Mihawk se dirigió a su despacho evitando a todos a su paso, necesitaba meditar sobre lo que paso en el claro del bosque Kuraigana; lo que paso con ese general cuando el momento mágico se termino dejando que la realidad los llenara con la fría realidad.

 

Flash Back

-Eso… eso fue… Increible… - el primero en hablar fue Shanks.

Toda esa actividad le hizo sonreír inconscientemente, de algún modo extraño el dolor en lo profundo de su ser… se desvanecía, con simpleza y gratitud de por fin dejarlo salir con alivio.

Pero Mihawk que ahora escucho la voz jadeante del pelirrojo bajo suyo, quería matarlo sin piedad alguna.

El era un enemigo… el enemigo con el cual se acostó aun cuando tuvo la posibilidad de matarlo con tan solo un movimiento de su espada, estaba ahí con el… follando…

Su sangre a pesar de estar fluyendo con rapidez corrió con más velocidad para hacerle jadear levemente.

Su perturbada mente empezaba a imaginar cómo acabaría todo aquello una vez que se levantara de aquel delicioso cuerpo, pues no negaba que había degustado tanto como quiso pero…

-Sé lo que piensas…- la voz del pelirrojo lo atrajo a la realidad.

Tuvo que levantar la vista ahora pues se incorporo levemente sobre sus brazos. Miro con esa furtiva mirada amielada esos oscuros ojos que ahora le llaman como un abismo negro para perderse en la inmensa del todo y de la nada.

-¿Qué pasara ahora?... Eso es lo que ronda tu mente ¿No? - le seguía mirando las duras facciones que tenía en su claro pero atractivo rostro.

Esa era la pregunta que no quería responder, pues la respuesta ya la conocía y de sobra.

-No tienes de que preocuparte… Nuestra enemistad sigue siendo la misma… Nada ha cambiado… - esas palabras... fueron suficientes para Dracule Mihawk.

Sintió por un momento que todo se desvanecía para que en un abrir y cerrar de ojos el infierno se desatara en su mundo.

Salió del apretado interior de su enemigo que soltó un suspiro cuando lo hizo.

Se levanto para empezar a vestirse dándole la espalda sintiendo la mirada del otro en su nuca.

Y tomando su gran espada de oscuro filo… camino hasta donde estaba la katana de su preciosa niña.

Pero el valiente general que ahora trataba de levantase para vestirse y esperar el siguiente movimiento de aquel espadachín… Tenía la mirada ensombrecida, ocultando sus cicatrices cuando se ponía la camisa, la mueca de tristeza en sus labios cuando se ponía el pantalón con algo de dificultad por el dolor en su espalda baja, y sobre todo la presión que podía sobre el sombrero de paja que ponía lentamente sobre su rojiza cabellera.

A él le había destrozado sus propias palabras… Y aunque sabía que eso lo correcto, lo que debía hacer, no dejaba de ser la tumba que él mismo había cavado para dejarle vacio… vacio como todo lo que nunca sintió una vez.

-La próxima vez… Te mataré. - dijo el espadachín para tomar la capa de Shanks y rasgarla con la katana, y todo eso para envolverla, ocultándola con delicadeza.

Todo eso se lo dijo viéndolo con tanto odio en su mirada que el pelirrojo ya sentía como le mataba con esas palabras.

Estaba dicho… Todo estaba sellado con esas palabras.

Fin del Flash Back.

 

Estaba sentado en la cómoda silla de piel con una copa de vino en su mano.

Y eso que apenas habían pasado unas horas y seguía turbado pero su semblante frío y serio, tapaba ese maremoto de odio, frustración, y ansias asesinas por sentirse así de débil.

Suspiro para seguir tomando ese delicioso vino con el ligero toque dulzón que le gustaba pero sin dejar de sentir la fermentación de la bebida.

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

-¡¡Ahh!! Solo trajeron ropa para niño… ¿Qué acaso son idiotas? - dijo molesto al verla con esas prenda de ropa.

Una sudadera, pantalón gris y deportivas oscuras; en verdad parecía un pequeño en vez de una niña.

Le había llevado a su habitación y despertado con un gentil toque en su cabeza, no sería rudo con una dama jamás, aunque fuera un niña y estuviera escasamente vestida… lo mejor era decirle que se vistiera ella sola.

-…- la niña le miraba sin decir nada.

-Será mejor comprarte algo de tu… gusto. No es propio de una señorita traer ropa de varón. - le dijo viendo la cara inocente de Alex y esos hermosos ojos violetas irradiando una genuina lindura.

-Cof… creo que aún queda tiempo para ir de compras. - el nerviosismo le gano al rubio, o más bien la perversión de verla más femenina.

Seguramente lo segundo.

Pero Alexander sentía que eso ya lo había vivido hace unos días con Marco, veía el mismo nerviosismo pero en Sanji era más notorio y el extraño sangrado nasal era lo más raro que hacia el cocinero.

-Vamos Alex~swam. - le tendió la mano donde no traía el cigarrillo.

La sonrisa radiante que a pesar de estar más cansado que nada le generaba una pasiva confianza a la pequeña castaña.

Le devolvió la sonrisa y tomo su mano. Saldrían antes de que anocheciera para comprarle lindos vestidos y cosas así según Sanji.

 

 

 

-...-...-...-...-...-...-...-...-

 

 

-¿Ya está todo listo? - le pregunto con duda cuando vio aquella nota en su mano.

-Listo y en su lugar, solo dime el día y la hora para estar ahí. - la voz confiada del otro hizo que su comprador sonriera gustoso.

-En ese caso… - saco el maletín para abrirlo dejando ver todos esos berrys acomodados en filas perfectas. - Te llamaré cuando se lleve acabó, Buggy. - le entrego el dinero para guardar la nota en su chamarra de cuero oscuro.

-Claro, claro Kidd. Estaré allí. - el extraño sujeto con la cara pintada de payaso solo sonrió para cerrar el maletín y salir pirando de ahí.

 

 

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Partieron en uno de los helicópteros privados de sus jefes, específicamente el de Crocodile, para llegar a las costas del gran continente. Y es que era para menos, después de acordarse como esos dos estaban… mejor no hablar de eso.

En el camino saliendo de la isla, nuevamente para la pequeña, escuchaba como el cocinero le decía todas esas cosas tan deliciosas que preparaba como si no fueran nada, recordando en más de una ocasión como su padre le regañaba por cortar mal los guisantes o dejar la comida en el horno por más tiempo aunque fueran unos segundos.

Si, los buenos ratos que pasaba con su viejo, que casi era todo el tiempo discutiendo y dándose de hostias, los disfrutaba antes de que el cáncer atacara con más agresividad su desgastado cuerpo.

Llegaron a la nueva plaza más lujosa de la cuidad en un auto de la organización criminal, obviamente Sanji no se dejaría ver, y la mejor estrategia era dejar fluir todo de manera calmada y sin hacer mayor alboroto.

O eso pensó él.

Solo veía como el rubio, ahora con ese elegante porte tan característico de él, perseguía a toda figura femenina para decirles lo hermosas que eran, halagando su belleza y así, incluso con un extraño tono meloso en su voz, haciendo casi el ridículo cuando una de ellas le prestaba atención.

Y como todo lo que veía la pequeña lo imitaba, decidió hacer lo mismo pero con quien sea que se topara en su camino.

-Eres la flor más bella que he visto. ¿Cómo es que te llamas? - le dijo la pequeña imitando el mismo tono meloso pero con una dulzura nata en ella atrayendo la atención inmediata de su receptor.

Un sujeto… peliverde.

-¡¿Ah?! - contestó molesto para tomar al niño, como ahora que lucía por la espalda de la sudadera azul marino que traía puesta. - ¿Dijiste algo? - volvió a preguntarle acercando su rostro al de la pequeña Alex.

Esta en un principio cerró los ojos por puro instinto al sentir la extraña aura que lo rodeaba en ese momento, como si su cuerpo se sometiera por alguna extraña razón, recordando de inmediato la mirada amielada de su maestro espadachín.

-Oi… Repite lo que dijiste niño. - pidió con amenazante voz ese chico de cabello verde zarandeando un poco a la pequeña.

-Eres la flor más bella que he visto. ¿Cómo es que te llamas? - volvió a repetirse exactamente igual que antes pero ahora viendo los ojos de ese chico que le causo miedo y más porque la agarro de ese modo.

Sus ojos violetas expresaban terror pero muy bien contenido con la sonrisa inocente como había visto que Sanji hacia.

“Violeta” fue lo primero que su mente carburo para ver con más detenimiento al crío… “Momento…” se dijo a sí mismo para ahora cargarlo con ambas manos por los costados.

-Eres una cría. - sus pensamientos salieron en voz alta.

-Si… - contesto apenada empezando a sonrojarse violentamente.

-¡¿Eh?! ¡Espera no quise…! ¡No hagas eso! - ahora el nervioso era él, al ver tal ternura desbordando por su tierna carita.

Como pudo la puso en el suelo y empezó a mirar a todos lados buscando a los padres de la pequeña, sintiendo la mirada violeta sobre el todo el tiempo.

-Alexander. - le dijo mirando como el joven de cabello verde detenía todos sus movimientos.

Si algo había aprendido ese día, era que debía presentarse primero antes de preguntar el nombre de alguien, eso fue lo que le dijo ese hombre pelirrojo cuando estaba en el bosque.

El tenue sonido de los tres pendientes que hicieron al detener su cabeza hipnotizó a la niña.

-Roronoa Zoro… - dijo su nombre para analizar a la pequeña, que ahora parecía algo distante contemplándolo de modo raro.

Y sintió como miraba sus pendientes dorados en su oreja izquierda.

-¿Quieres tocarlos? - ya estaba arrodillándose cuando le dijo aquello, y no tenía la más mínima idea de porque, ahora que veía como la pequeña mano de la cría esa, se aproximaba al lado izquierdo de su rostro moreno y…

Un fuerte golpe le lanzo lejos de la niña que ahora se refugiaba detrás de un muchacho.

Un muchacho rubio con traje sastre color negro.

-Es hora de irnos Alex~swam. - menciono el rubio para bajar su pierna, clara muestra que le había propinado una patada al otro en su intento de tocar a la niña, según él.

-¡¿Por qué coño hiciste eso?! - gruño para fulminar con la mirada al idiota ese pero sonrió sobando su mandíbula cuando vio quien era.- Vaya, vaya, si es el cejas de sushi. - no termino siquiera de hablar cuando el par frente a él se alejaba con calma.

Zoro lo miro calmado, levantándose del suelo sacudiendo sus ropas y acomodándose la quijada.

Si el idiota ese quería fingir que no lo conocía, pues el sabia como devolverle el favor.

-¡Vaya! No recuerdas al tío que no dejabas de llamar por su nombre como una perra en celo cuando te acorrale en el aparcamiento la noche pasada. - la burlona frase, totalmente falsa, hizo que el rubio se detuviera para soltar la mano de su preciosa niña, que ahora sentía el aura asesina de su ahora cuidador y al ver esa mueca de enojo ella la imito.

-¿Entonces si lo recuerdas? - el peliverde volvió a preguntar para caminar hacia al par.- ¿Y esta es tu hermana menor? ¿Por qué la vistes así… avergonzado de no ser tan lindo como ella? - Zoro era un cabrón cuando se lo proponía, y más cuando se hacían los desentendidos con él.

Pero el rubio no contestaba solo se ponía rojo a más no poder de la ira, apretando el cigarrillo en sus labios, importándole una mierda que la ceniza se acumulara en este.

Si no le daba otro golpe era por no llamar la atención más de lo que ya había hecho, y tener que ser grosero frente a su pequeña damisela, no era el mejor ejemplo después de lo que todo ya le había enseñado inconscientemente.

-Kuroashi Sanji… ¿Qué es “cejas de sushi”? - la niña no entendía nada de nada cuando el otro le dijo eso.

¿A qué se refería? Pero la respuesta vino de la misma persona que le había hecho cuestionarse esa rara frase.

-¡Jaja! Yo te diré que es un “cejas de sushi” ¡Jajaja! - Zoro miro divertido al rubio que ahora solo le fulminaba con la mirada como queriendo que la misma tierra se lo tragara con todo y esa sonrisa tan cabrona.

Alexander vio como el moreno de cabello verde señalaba la cara de su cuidador y la ceja rizada del mencionado solo temblaba levemente pero de coraje. Quizás en ese momento solo le importaba molestarlo con cualquier cosa, pero la niña a pesar de ver su ceja, seguía sin entender la referencia y se acerco a Zoro para verlo desde su perspectiva.

Sanji ya no sabía si golpear hasta dejar muerto a ese idiota, tomar a la cria que tenía que cuidar o ambos. Pero opto por hacer lo segundo seguido de lo primero.

-Alex~san… - la llamo para que escupir la colilla de su cigarrillo. - Te enseñare que es un “marimo de mierda” - alzo su larga pierna para empezar la golpiza pero…

La pequeña se puso en medio y abrazo la pierna del espadachín, como si quisiera protegerlo.

-Roronoa Zoro no es malo. - la tierna voz de la pequeña ceso todo movimiento que solo se contuvo sonriéndole forzadamente.

Odiaba que sus damas estuvieran en situaciones comprometedoras, y si un idiota estaba de por medio más le cabreaba.

-Oi… suelta niña… -  dijo sutilmente para tomarla del hombro pero la mano del cocinero ya estaba ahí para alejarla de otro.

-Eres bastante estúpido marimo. No debes ser grosero con una niña.

-Creo que sé cómo tratar a las personas cejas de sushi.

Empezarían una escena de no ser por la cara de preocupación de la pequeña que puso cuando ambos ya estaban en posición de batallas, ella presentía algo y corrió hacia el rubio que la recibió con los brazos abiertos.

-Dejemos esto para otra ocasión Ma-ri-mo-kun. - ya tenía a la pequeña en sus brazos para caminar lejos del mencionado.

-Mañana en el bar. - le contesto con media sonrisa surcando su rostro. Había conseguido de algún modo extraño una cita con ese rubio que ya le llama la atención.

-Adiós Roronoa Zoro. – se despidió Alexander con una tierna sonrisa y agitando su manita levemente desde el hombro del cocinero.

Zoro no entendió por que se despedía de igual forma moviendo la mano y maldiciéndose mentalmente.

Y todo eso no habría sido posible de no ser por su escaso sentido de orientación.

 

 

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Durante la noche.

Las nubes y la luna sobre la tierra anunciaban que efectivamente la noche empezaba a adentrarse en la atmosfera.

-Menudo día. - Marco llegada a la fábrica con una enorme mochila en uno de sus hombros y sintiendo los estragos de ese día de arduo trabajo.

Había ido a ver a uno de sus fieles contactos en los bajos fondos para obtener los aditamentos que necesitaría en días posteriores cuando llegara el gran momento de “invitar” a la famosa empresa a participar para su beneficio.

Y sabía perfectamente el resultado de todo aquello: una gran explosión.

Era la mejor forma de atar todos los cabos sueltos, y su contacto siempre le conseguía todo lo que necesitaba con rapidez y diligencia.

-Espero que sean los mejores… Thatch. - susurro con una sonrisa.

Ese cabrón jugaba con explosivos desde los cinco años.

Aún así Marco tenía trabajo que hacer… Cuidar a Alexander era su prioridad máxima.

-Todo listo Kidd. - le dijo rubio al verlo entrar por la puerta donde él había pasado hace unos momentos. Escucho el tintineo de sus pesadas botas con los casquillos en la suela.

-Más que listo Marco. - respondió el pelirrojo con ese porte rudo y de maldito vándalo para llegar a la altura de su amigo rubio.

Y los dos caminaron con calma al cuarto de su pequeña niña, esperaban encontrar al desgraciado de Vergo, y convencerlo de que esa noche ellos cuidarían de ella, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Ese mal nacido obedecía las ordenes solo de Doflamingo y nunca dejaba una orden que le diera su psicópata jefe. No por nada era su mano derecha,  el que se encargaba de los trabajos más sucios y peligrosos para la organización criminal del que formo parte desde sus inicios.

Ya podían ver la cara de ese bastardo con los oscuros lentes,  su mueca seria sin inmutarse ante nada, sobre todo tocándole los conjones a Kidd por su actitud pero, no esperaban ver a Sanji con la niña justo en la puerta de su cuarto entrando en la habitación.

-¿Y eso? - preguntó Kidd para acelerar el paso.

-No tengo la más mínima idea. - contesto Marco para caminar igual o más rápido para llegar a la susodicha puerta color morado que ahora se cerraba tenuemente.

Quien fue el primero en abrirla fue el pelirrojo que entro con algo de violencia para ver como el cocinero estaba en uno de los bancos de la estancia en lo que pequeña niña se maravillaba por ver a su maestro en el arte del asesinato entrar aunque fuera de manera algo brusca.

-¿Se puede saber qué coño haces aquí? - el pálido hombre ya se metía de lleno para acercarse a la niña y cargarla al momento de ver sus violetas ojos entrecerrarse por la sonrisa en su tierna carita.

-Buenas noches Kidd,  también me da gusto verte. - respondió Sanji para empezar a encender el cigarrillo que saco del bolsillo de su saco.

-Buenas noches. - ese era la calmada voz de Marco, que si saludo al entrar para dejar su pesada maleta en la entrada viendo a Alexander en los brazos de Kidd regalándole una sonrisa.

Sanji solo le miro y asintió con la cabeza para levantarse del lugar donde hace unos momentos había estado sentado, el cansancio se veía en su semblante, la verdad solo quería dormir hasta que dejara de sentir el cuerpo.

-Ya que tu “papi” llego,  me retiro. - fue lo último que dijo el cocinero con una sonrisa burlona para dejar a Kidd fulminándolo con la mirada y Marco negando con la cabeza pero sonriendo de igual modo. Ese cabrón también era bueno molestando a la gente cuando se lo proponía.

-Supongo que Vergo no tardara en venir… - ahora el que estaba preocupado era Marco que ya suponía como acabarían las cosas si esos dos querían arreglar la situación.

A puño limpio.

-Me quedare con ella, no dejare que el perro de presa de Doflamingo la toque. – la rabia salida de sus labios ligeramente pintados de un tono oscuro para dejar en claro que no se iría de ahí pasara lo que pasara.

-Eustass Kidd. ¿Dormirás conmigo? - pregunto la pequeña mostrando el brillo mágico de su mirada violeta cerca del rostro del pelirrojo.

-Solo porque te has portado bien Alexander. - contesto un poco altanero para sonreírle con superioridad, despeinando su castaño cabello que estaba cayendo por su frente.

-Entonces tomaré el primer turno. No estoy para aguantar a ese cabrón. - el rubio ya sobaba su hombro para tomar de nuevo la pesada mochila cuando escucho como la pequeña se bajaba de los brazos de Kidd.

-Marco… - susurro sobre su espalda para abrazarlo con ternura.

-Tranquila, mañana iré por ti con Kidd  ¿vale? - ya la despeinaba nuevamente para ver el sentamiento de la niña y verla regresar con el pelirrojo.

Sabía que no había nadie mejor para cuidarla que el, un mortífero asesino sin compasión alguna excepto quizás por esa cría que ahora sacaba su lado más paternal y entrenaba para que fuera como tan buena como el; un ser capaz de sentir solo su propia vida como lo más valioso y en un futuro ofrecerle aquello que le fue arrebatado.

 

 

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-Vergo~san… ¡Aahhh! - se sobre salto cuando le arrogaba sobre su cama para cerrar el pestillo de la puerta.

-¿Asustado por lo que voy a hacer? - pregunto serio para quitarse la corbata y el saco color arena que llevaba ese día que parecía muy prometedor y más por lo que iba hacer.

La última vez que estuvo con él fue la noche anterior y quería repetirla. Repetir la proeza de dejarlo inconsciente por todo lo que le iba a dar, y el mismo disfrutar de su cuerpo. Vergo era un miserable enfermo que se aprovechaba de Coby ahora que ya conocía el sabor de su piel, su aroma y su apretado interior.

-Ver-Vergo-san… Yo… - el pelirosa apenas podía procesar todo aquello mientras se arrinconaba en la parte más alejada de ese maldito hombre de lentes oscuros para intentar taparse con las sabanas de la cama.

-Al parecer necesitas más de esto. – Vergo sacaba un frasquillo para muestras lleno de sangre. Lo había conseguido en el laboratorio cuando fue a buscar a la asquerosa rata y de casualidad dio con los frascos donde Clow experimentando con la sangre de Alexander.

Ya tendría tiempo para sacar el mismo las muestras en esos días que pasaría con ella en las noches.

-Vergo-san, por favor. No-no necesitas eso. Yo… - Coby trataba de tranquilizar a su acosador al ver que ya se acercaba a él desabotonando su camisa blanca y jalando las sabanas para ver al menor terminar de aterrarse.

Pobre Coby empezaba la peor pesadilla por ese sádico enfermo que le quería a cualquier costo.

-Será mejor que te acerques si no quieres que te haga daño. - le amenazó para que se acercara de una maldita vez pero lo que empezaba a hacer el joven de cabello rosa lo dejo algo desconcertado.

Coby se estaba desvistiendo frente a él, con la mirada desviada pero sonrojado para dejar su piel que seguía marcada por las manos del otro. Lo hacía  lentamente por no decir que le avergonzaba de sobre manera, pero si solo podía estar así con él, esperando que no le hiciera más daño tanto física como emocionalmente, se arriesgaría esperando quizás una mirada o una frase que le diera algo de esperanza que tal vez no existía.

-Mírame. Eres mi puta ahora. - la voz de Vergo tenía un tono oscuro que solo hizo que el chico le mirara desconcertado y asustado, confirmando lo que decía para quitar la tapa del frasco y beber la sangre que contenía.

Le beso de nuevo para dejarle saborear la metálica sangre con un suspiro ahogado en la boca de Coby.

Tardó más en besarlo que en terminar de desvestirse el pelinegro para tocar la piel del menor y empezar a prepararlo con rudeza con dos de dedos lubricados en la saliva de este.

Los jadeos y gemidos se empezaron a escuchar a fuera de la puerta donde estaba el sótano.

-Así que… este es tu nuevo pasatiempo… Vergo. - Marco estaba recargado en la pared junto a la puerta donde estaba esos dos, haciendo lo que seguramente sería el gancho para extorsionar a la mano derecha de su jefe.

No hay nada mejor que conocer los sucios secretos de las personas para tu convencía y hacerlos pagar el precio más alto con tal de seguir en el anonimato.

 

 

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En un lugar desconocido…

-Mierda… ¿Dónde rayos estoy ahora? – se quejaba rascando su nuca para mirar a todos lados sin ubicarse del todo.

Veía los autos corriendo en la calle pero al fondo como si estuvieran muy lejanos. Miraba a su alrededor y solo veía los metálicos botes de basura acumulando la mierda de cosas que la gente tiraba, como los desperdicios que ya no querían, para que la ratas acabaran con la poca porquería que parecía comestible.

Fruncio el ceño para disipar el tremendo hedor de las cosas putrefactas a su alrededor cuando piso algo que parecía ser agua.

No había mucha iluminación en ese callejón donde estaba pero trato con la luz de su móvil alumbrar aunque sea un poco. Era una suerte que lo trajera por si necesitaba ayuda para volver a su casa, como siempre necesitaba.

Un olor muy conocido llego a él, al momento de agacharse, era un aroma metálico casí acido con todo lo que se mezclaba para iluminar eso que ahora pisaba se moviera.

-¿Pero qué mierda… - no termino de hablar cuando sus ojos se abrieron asustados y sorprendidos.

-¡¿Robin?! - exclamo para quitar la extraña tela azulada que la cubría para dejar ver el cuerpo de su amiga apenas consciente con lo que parecía ser sangre cubrir una de sus delgadas piernas.

-¡¡Robin!! - volvió a exclamar aterrado sacándola de entre los contenedores de basura para levantarla y abrazarla con mucha al momento de salir corriendo de ahí.

-Es-pa-da-chin-san… - la tenue voz de la chica apenas era un susurro en el que solo podía escucharla ella misma.

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Cualquier cosa estoy para servirle.


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