A veces Kid lo hacían sentir como un número de más alto valor… pero los chicos solo querían recordarle que un cero es un cero sin importar como lo mires…
La tarde refrescante donde los rayos del sol jugaban con las nubes de esos días de verano, dejaban que todos los niños jugaran en el hermoso parque que fue construido posterior a la guerra.
Un lugar mágico donde las aventuras imaginarias de los niños cobraban vida con una facilidad y energía donde todos eran bienvenidos… excepto Kid…
Las gráciles flores junto con los escasos arbustos que recubrían el hermoso lugar, eran el escondite para un pelirrojo ahora con las ropas más harapientas que tenía, todo gracias a la vida que le fue dada.
Miraba con sus ojos ambarinos a los niños jugar divertidos entre ellos a los piratas y que descubrían un tesoro lleno de valiosos mapas de rutas secretas, de joyas exuberantes y más monedas de oro de la que pudieran imaginar, claro que todo eso era representado por las tapas de las botellas, algunas hojas de los arboles que caían y las piedras que antes estaban en los ríos.
Deseaba con todo su corazón poder jugar con ellos… llegar a jugar como iguales, y que no les importara la condición de su estatus social, o el de su enfermedad o cualquier cosa que le impidiera poder compartir un lazo de amistad.
No dejaba de ver a los niños riendo entre ellos y secreteándose con sonrisas ariscas que solo le desconcertaban.
Quizás si se acercaba y les pedía permiso para jugar con ellos…
Quizás si les traía más piedras del rio que estaba muy cerca del parque lo dejarían jugar con ellos…
Pero algo sorprendente paso…
-¡Oi! Tu niño! – le grito un pequeño niño de cabello oscuro con una cicatriz debajo de su ojo izquierdo.
Kid levanto la mirada para ver como ese pequeño crio le llamaba con insistencia.
-¿Quieres jugar con nosotros? – le pregunto con una sonrisa en su rostro para ver como la mirada de Kid se quedaba fija en el.
¿Le estaban invitando a jugar con ellos?... ¿Acaso era todo eso una alucinación?
-¿Vienes o no? – pregunto otro niño que estaba al lado del pequeño azabache quien tenía el mismo color de cabello pero este tenía unas lindas pecas en su cara.
No era su imaginación, era una realidad que siempre deseo.
Sonrió con una felicidad que no le cabía en el cuerpo, incluso sintió como una lagrima salía por sus ojos ambarinos para rodar por su mejilla y limpiarla rápidamente con el dorso de mano.
No era momento para mostrar el lado sensible del que se convencía que estaba encerrado en lo profundo de su corazón.
Ahora que estaban jugando todos con la cuerda de saltar, tomando sus turnos… Los dos niños que movían la cuerda eran uno rubio y uno de cabello verde.
Esos dos niños no paraban de discutir sobre la velocidad que debían llevar para poder mover la cuerda que estaba en sus manos.
-¡Deja de hacer eso estúpido cejillas! – gritaba el niño de cabello verde para mirarlo mal.
-¡Tu eres muy lento marimo! – contestaba el rubio para sacarle la lengua y seguir con lo suyo.
Era el turno de Kid para saltar en la cuerda.
Los dos pelinegros que estaban detrás del pelirrojo esperando su turno, sonreían con malicia.
El más alto que se había presentado como Ace habla con el menor, o más bien secreteándose con este que se hacía llamar Luffy. Compartían risillas cómplices mientras miraban con burla a Kid, quien les daba la espalda.
Una idea maligna nació en sus mentes…
Lentamente se acercaron a sus amigos que seguían tratando de llevar un ritmo más o menos lento para que el pelirrojo que ahora entraba jugando con ellos no se cayera pero…
Las sonrisas que Zoro y Sanji como lo mencionaron cuando conocieron al pelirrojo, fueron la respuesta a la propuesta por sus amigos de cabellos negros, de una forma muy perversa de diversión…
Era una sonrisa malvada de un niño que está a punto de hacer una travesura.
Para cuando abrió sus ambarinos ojos… Pudo divisar un nido…
Un hermoso nido donde la madre que era un hermoso cuervo negro alimentaba a sus polluelos con su pico.
Pero algo no estaba bien… estaban de cabeza… ¿Cómo le hacían para no caer?
La respuesta era simple: el era quien estaba de cabeza.
Los niños con lo que anteriormente jugaba… le había golpeado en la cabeza para dejarlo inconsciente, amarrarlo y colgarlo como si fuera una piñata de cumpleaños…
Era una suerte no que no hubieran apalearlo, porque estaba seguro que sus heridas no dejarían de sangrar ahora como lo hacía la herida de su cabeza…
Se quedo quieto unos minutos para respirar e intentar zafar las cuerdas de su cuerpo… pero era imposible…
Le habían atado muy bien para evitar que cayera y se moviera apenas unos centímetros colgado de la rama de uno de los arboles.
Ni siquiera intento pedir ayuda… sabía que nadie lo haría…
Y justo en ese momento un señor de edad media pasaba por la acera cercana barriendo las calles, pues a esas horas de la tarde la limpieza de la cuidad empezaba.
Silbaba despreocupado recogiendo la basura de la sociedad a la que servía, al parecer esa era su única oportunidad de encajar en el gran orbe.
Cuando pensó que no lo vería, el hombre de cabello cano se encontró con su mirada dorada ahora por los rayos del sol.
Kid veía sus ojos oscuros suplicando mentalmente que le ayudara a bajar para ir al hospital a tratar la herida en su cabeza, tenía miedo de que se infectara y que el sangrado siguiera por más tiempo…
Pero como era predecible de esa sociedad, el señor le ignoro y siguió en lo su trabajo para volver a silbar despreocupado como si nada hubiera pasado.
Kid le siguió con la mirada hasta que se perdió de su vista.
La sociedad donde vivía era un asco…
Volvió a mirar el nido que estaba de cabeza y sonrió…
Aún no se daría por vencido…