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LA VERSIÓN JAMÁS CONTADA. por Huitzil

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!!!!!!

quiero informar que este es el penultimo capitulo de esta loca y triste historia.

espero que no me odien solo por no saber escribir finales felices sin embargo es un honor saber que me leen y me escriben. no puedo expresar todo lo que sus "sabrosos" "maniacos" y "tiernos" reviews me hicieron. :) buento entonces con esto les dejo esta agradable lectura besos!

MUERE Y DEJA VIVIR.

Sherlock Holmes y Gregory Lestrade fueron los primeros que encontraron el cuerpo tendido manchado de sangre de Mycroft sobre el suelo. En su rostro no se notaba la menor alteración, los rasgos fisonómicos no se habían contraído, y de todo él emanaba esa tranquilidad de los que nada tienen que temer y vislumbraban una nueva vida eternamente feliz.

Lestrade se detuvo en breve abrió sus ojos desmesuradamente, presa de un excesivo terror; se quedó de pie sin hacer ni un solo movimiento, sus músculos perdieron rigidez y de su mano derecha se deslizo la pistola plateada que siempre lo había acompañado  haciendo un ruido seco y concreto al caer… de alguna manera logro sostenerse del picaporte de la puerta para no acompañar a su arma en el suelo. No podía creer lo que sus ojos veían.

Sherlock al ser considerado un hombre de acción muy contrario al inspector se apresuró a sostener a su hermano entre sus brazos y tomarle el pulso. Estaba aún tibio pero definitivamente su corazón había dejado de latir; sintiendo el pánico apoderarse de su cuerpo comenzó a aplicarle un RPC a Mycroft. – Vamos- balbuceaba – No puedes…. ¡No puedes morirte! Aún tenemos que ver quien gano la apuesta.- Sherlock continuo su ardua tarea durante unos cuantos segundos más, hasta que llegaron los paramédicos y lo separaron del cuerpo inerte de Mycroft.

El pelinegro se quedó de pie viendo cómo se llevaban a su hermano y uno de ellos movía la cabeza negativamente al tomarle el pulso en la camilla, introduciéndolo a una ambulancia que se había abierto paso por un pequeño camino sin pavimentar a un costado de la cabaña. Con pesar se llevó la mano a la boca para evitar soltar un sollozo que bien sabia predecía el llanto. Volteo a ver a su alrededor y vio como el hombre de cabellos grises miraba anonado la nada y tras de él se acercaban unos cinco hombres uniformados “el cuerpo de asalto”, vio la ambulancia que partía con rapidez.

Sherlock parpadeo lentamente sintiéndose atrapado por primera vez en toda su vida en la cruel realidad. Bajo la mirada topándose con el cuerpo tumbado de Victoria Moriarty a no más de un metro de distancia con un pequeño orificio adornado su sien y un leve hilo rojo escurriéndole lentamente hasta que caía de lleno en la tierra húmeda; la sonrisa media muerta que aun poseía la mujer le causo nauseas. El detective aparto su mano de la boca tensándose por completo remplazando su tristeza por una evidente ira.

El pelinegro dejo de actuar como el hombre frio y reservado que era, mostrando de una manera muy poco ortodoxa sin poderse contener ante nada-¡Tu!- Gruño amargamente mientras se apresuraba a largos pasos al cuerpo inerte de Victoria y cuando estuvo lo suficientemente cerca pateo con fuerzas el mentón de la mujer haciendo crujir su cuello – ¡Maldita!- exclamo enojando en forma de reclamo dándole una segunda patada de lleno en el rostro desfigurándoselo completamente no había lapso de tiempo en las patadas que el pelinegro le proporcionaba a la mujer que estaba muerta en el suelo y la sangre coagulada se esparcía con más rapidez.

Lestrade seguía de pie viendo como Sherlock perdía el control de su cuerpo y comenzaba a patear desesperado el cuerpo de Victoria y presencio como todos los que estaban presentes lo miraban asombrados.

Watson llego cojeando a lado de una hermosa mujer que Lestrade creyó reconocer como la señorita Adler  pero ¿Qué importaba si  era la mismísima reina de Londres? Mycroft estaba muerto y eso no lo haría volver

-¡Sherlock!- grito el rubio que se acercaba rápidamente y trataba de detenerle; abriéndosele la herida de bala por la fuerza que ocupaba para controlar los desnivelados nervios de los cuales Sherlock Holmes era presa hasta que el pelinegro se sostuvo de la cazadora que llevaba Watson y caía de rodillas recuperando el aliento.

Pareciere que el día supiese como terminaría todo, lentamente empezó a llover, primero una gota tras la otra, después empezaban a caer más rápidamente a la par siendo tragadas por la tierra, hasta que finalmente estruendosas caían a la par creando charcos enormes de agua era como si el mismísimo cielo llorara en nombre de Sherlock y Lestrade ya que ninguno derramo lagrima alguna.

Sherlock continuo abrazado de Watson aferrándose a aquel hombre, sosteniendo con asir esa cazadora marrón que tanto detestaba con sus pálidas manos hasta que los nudillos se le pusieron blancos. ¿Y que si llovía? Eso ya no importaba era el menor de sus problemas ¡Su hermano estaba muerto! ¡Muerto! De esta manera se la paso ignorando la lluvia que los cubría empapándoles las ropas calándoles el frio hasta los huesos. Como hombre el pelinegro había tenido muchos fallos, muchos momentos en los que llego tarde e inevitablemente la muerte le había ganado, pero ni un solo fallo había sido tan significativo como este. Muy interiormente el grandioso Sherlock Holmes se sentía miserable.

 Las personas que estaban ahí presentes se fueron yendo para dejarles más espacio, incluso Adler se introdujo a la cabaña para hacer cualquier otra cosa, la que fuera por que trabajo tenían de sobra, incluso Lestrade la siguió pero no sin antes toparse con la mirada lastimera e impotente llena de lágrimas que John Watson le dirigía y que evadió al instante; su voz gruesa se alzó por el ruido del triste atardecer en la lluvia y en un gran ladrido casi gutural grito -¡Vamos holgazanes!¡Que el trabajo no se hace solo!- con esta última frase Lestrade desapareció en la obscuridad de la cabaña y con los terrores que esta escondía.

Más adelante y fuera de las garras del presente. En un futuro lejano en los escritos de cierto ex medico mayor de la milicia en donde se narró esta aventura con el título de “El último adiós de Mycroft Holmes” con la debida discreción con la que era conocido se leyó esto:

“He visto la muerte presentarse en todas formas y maneras; pero como aquel día, en aquel bosque lóbrego y sombrío, nunca.”

El día lamentablemente transcurrió rápidamente, el siguiente también, incluso cuando llego el día del entierro, el tiempo seguía escurriéndose ágilmente como burlándose de la desdicha de la familia Holmes aunque poéticamente descrito podría decirse que seguía tan desagradable como antes con sus nubes grises adornando los cielos y la lluvia imparable que a ratos paraba con una ligera llovizna pero nunca dejo caer gota alguna sobre el pavimento.

En el cementerio se reunieron muy pocos, a pesar de ser muchos los que habían ido a salvar a un hombre, pocos por no decir casi nadie fue al funeral doble que se celebró aquella fría mañana de Marzo.

Sherlock había querido incinerar el cuerpo de su hermano pero su madre se lo impidió enojado no le quedo de otra que aceptar la decisión de sus padres. Toda la familia Holmes asistió al funeral constando únicamente de tres personas escudándose de la lluvia bajo sus sombrillas obscuras mientras un sacerdote el cual no era del agrado del menor de los Holmes entregaba las últimas condolencias a familiares y amigos.

Watson miraba ansioso a todos lados esperando a que el inspector apareciera, pues Lestrade no hacia honor de presencia en el funeral de la persona a la cual  había confesado sus sentimientos en una manera más íntima y profunda, convirtiéndose al instante de esta tragedia en una víctima más de la gran telaraña tejida con astucia por la Moriarty. Quizás era porque Watson lo entendía a la perfección y se identificaba con el tremendo sentimiento de pérdida, quizá solo quería ver que el ID se encontraba mejor de lo que aparentaba… mientras se ahogaba en sentimientos tristes y miserables sintió una pesada mano posarse sobre su adolorido hombro sacándolo de esta manera de sus alterados pensamientos; alzo la mirada tristemente para encontrarse con esos fabulosos ojos plateados que tanto degustaba mirar y que sin decir palabras lo consolaban.

- Ya vendrá- alcanzo a oír una voz gruesa, suave y melosa que se escuchaba cansada y lastimada con un deje de tristeza escondido en ella perteneciente a Sherlock. Watson asintió con la cabeza muy a su pesar y siguió con la mirada perdida en esa tumba que era bañada por la lluvia, gota a gota pulían el sarcófago en donde descansaba el mayor de los Holmes para siempre.

Holmes a pesar de estar pasando por una crisis de esta magnitud que atrofiaba sus sentimientos en su totalidad se apremió internamente porque sus pensamientos se veían completamente impunes y funcionales; así que puso todas las estadísticas en su favor y dedujo limpiamente que el inspector no podía faltar al funeral de su hermano. Ya fuera por voluntad propia siendo arrastrado por sus propios sentimentalismos o solo para darle el pésame tenía que ir.

Y ahí en la lejanía estaba Lestrade adentro de un coche rentado color negro aparcado cerca de una acera no muy lejos de donde se celebraba el entierro de Mycroft. No podía creerlo, aun ahora después de ver todo incluso el acta de defunción, de ver a la familia Holmes completa de pie (cosa que no había pasado en el funeral de Sherlock) aun con todo eso, no podía creer que la persona que le había prometido volver hubiera abandonado este mundo sin decirle siquiera adiós. La sargento Donovan lo hizo saltar de su asiento tocando con el dedo el vidrio que estaba a su lado en el exterior haciendo un ruido seco y molesto.

- ¿Qué?- gruño de mala gana al tiempo en que bajaba la ventanilla para verla mejor bajo una sombrilla negra.

- No estabas en el trabajo y supuse que estarías con el fenómeno mostrándole tus condolencias, pero… no entiendo porque sigues en el carro.- Contesto ella mirándolo intrigada.

- Pues porque quiero.- dijo amargamente como si le costara hablar, la mujer levanto una ceja y ahí lo supo Lestrade que su excusa sonaba tan tonta y no le quedo de otra más que mentir descaradamente.

- Olvide mi sombrilla.-

-Podemos compartir.- insinuó ella, Greg abrió la puerta de su coche y cerro la ventanilla antes de salir por completo como toque final de su malhumor azoto la puerta del carro con fuerzas. No dijo más y no volvió a hablar. Sintió la mirada  de los presentes clavarse sobre el  por unos míseros instantes en su persona cosa que agradeció a excepción de Watson que no le aparto la vista hasta después de un tramo de tiempo. Internamente Lestrade se arrepintió de contarle al médico militar sobre sus sentimientos y se arrepintió incontables veces que no debía llorar aunque se sintiera peor que basura porque aun ahora en estos instantes en su mente resonaban las palabras de Sherlock.

Lestrade siguió con la vista baja pero vio algo llamo su atención cuando el pelinegro dio un paso enfrente para decir unas palabras.

-Mi habilidad sobre la facultad de observación y mi facultad de deducción, siempre han sido atribuidas especialmente, a un ejercicio constante y continuo según mi amigo aquí presente me afirmo una vez, pero era hasta cierto punto verídico nada más.- Sherlock continuo hablando con expresión pensativa- Mis antepasados figuraban entre los más notables de su distrito y llevaron la vida propia de la clase a la que pertenecían. Sin embargo yo tengo estas predisposiciones en la sangre: por que deben ser heredadas. Indudablemente proceden de mi abuela, que fue hermana de Vernet, el gran pintor francés. El arte, transmitido puede tomar muchas veces las formas más raras, y yo sabía de antemano que esas facultades eran hereditarias porque mi hermano Mycroft las poseía en más alto grado que yo. Cosa que nunca quise admitir abiertamente.

Muchos miraron incrédulos al menor de los Holmes, esta faceta era nueva para todos incluso para Watson y como bien lo atribuyeron en silencio a la modestia, creían equivocadamente que quería colocar a su hermano por encima de él, pero Holmes sonrió simplemente al descifrar el silencia de todos y dijo: -Mi querido Watson y… todos en general: Yo no soy de la opinión de los que colocan la modestia en el rango de las virtudes. Para los hombres de lógica, las cosas deben verse en su justo punto de vista, y no conocerse así mismo en todo su valor es una equivocación tan grave como exagerar tontamente los propios méritos. Cuando les afirmo que mi hermano Mycroft estaba mejor dotado que yo para la observación, pueden tener la certeza de que digo la verdad… Además.- añadió antes que alguien dijese otra cosa.- No me arrepiento de como trate a Mycroft en vida.- Después su rostro adquirió un gesto triste.- Internamente Llevaba un peso sobre su propio amor al  haber llegado tarde en aquella tarde de Marzo.

-Me entristece como un remordimiento, el no haber matado yo mismo a aquella mujer.- Sherlock movió la cabeza negativamente para este momento ya había borrado la triste sonrisa que había dibujado hace poco y hablaba más consigo mismo que para los demás – Pero en fin, aunque algo tarde, la maldita ha encontrado su castigo.-

Sus padres conmovidos por semejante discurso fueron a recibirlo con un fraternal abrazo mientras se fundían en terribles lamentos conmoviendo hasta el corazón más fuerte y duro.

El sacerdote pregunto como es costumbre si alguien quería añadir algo más pero nadie dijo nada ni siquiera Lestrade ¿Qué más daba si decía algo? Eso no traería a la vida a Mycroft.

El funeral procedió normalmente y cuando todo termino el primero en irse fue Lestrade que sin dar condolencias ni nada, partió con la sargento Donovan que no lograba comprender el comportamiento extraño de su jefe.

El cementerio se fue quedando solo nuevamente Sherlock ya se marchaba sintiéndose pesado de las piernas y cuando se giró para ver a Watson este ya no estaba ahí. Alzo la vista ansiosa lo empezó a buscar y lo vio a lo lejos frente a la tumba desierta de Victoria Moriarty.

Watson sostenía con fuerzas la sombrilla negra que lo cubría de la lluvia y vio e nombre grabado en la lápida negra “Mary Watson”; automáticamente recordó esa tarde, muy fría tarde en casa de los Holmes. Era como un Flashback pies sintió que vivía en carne propia nuevamente los recuerdos.

Ahí estaba ella, con su cabello rubio tan característico, su piel blanca y mejillas sonrojadas tan de ella, sostenido con afán un libro de matemáticas se ponía de pie con su enorme barriga. La felicidad que le había embriagado al saber que iba a ser padre ahora se había esfumado pero en sus recuerdos aun recordaba haber probado la gloria.

“- Pero ni siquiera conoces mi verdadero nombre”  Watson se sintió de pie nuevamente frente a la chimenea brindándole un calor que aun viejo y vivido en sus memorias no dejaba de ser cálido y se centró en los hermosos ojos de su esposa.

“-si Mary Watson te basta…- dijo. - Oh dios… ¡Sí!- La mujer rubia contesto con mucha felicidad ¿Realmente una persona puede fingir tanta felicidad?”

El flashback termino y Watson se vio llorando.

- Mary…. Victoria….- Murmuro pensando que era una mala costumbre hablar con los muertos frente a sus lapidas – ahora se tu verdadero nombre; demasiado tarde y no por eso malo porque por ser hermana de Moriarty no te hubiera dejado de amar, pero lo que hiciste, lo que provocaste…- El rubio suspiro deteniendo las lágrimas y pensando en lo que diría – Te amé no por quien eras… si no por quien fingías ser.- Watson levanto su mano portadora del pequeño anillo de oro y se lo quito lentamente.

- Me case contigo y jure que siempre iba a estar a tu lado, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separara.- En aquel momento Sherlock se encontraba a su lado silenciosamente sin decir nada, el rubio miro nuevamente el anillo que sostenía y sin darse cuenta entrelazo los dedos con los de Holmes quien, aunque creía que era cursi bríndale su fría mano a su amigo en aquel momento lo hizo sin pensárselo demasiado obteniendo de esta forma una calidez que invadió su corazón y su grandiosamente; alejándolo solo un poco del sentimiento de tristeza que lo rodeaba. Watson continuo con su discurso sin saber cuántas emociones le provocaba al pelinegro con sostener su mano.  – Por fortuna la  muerte ya nos separó.- con esto último dicho el admirable médico militar aventó frente de la lápida con desprecio el anillo de oro que había portado orgulloso alguna vez.

Ambos hombres descendieron lentamente sin dejar de soltarse las manos sabiendo que dejaban a tras un puñado de recuerdos que seguramente no olvidarían jamás.

Por su lado el Inspector Gregory Lestrade se obligó a desechar todo decaimiento moral y toda inútil desesperación, y pensó que, él era uno de los mejores inspectores de Scotland Yard. Londres lo necesitaba al cien y no podía o mejor dicho no quería desmoronarse frente a todos, le apenaba que las personas se burlaran de él por llorar o peor aún sintieran lastima; se auto convenció que no todo lo había perdido, que por lo menos consagraría su vida al trabajo y lo dicho al hecho así lo hizo.

Greg Lestrade se volvió un hombre frio y severo; no dejaba que nadie se acercara a sus casos si no era estrictamente necesario y casi lo obligaban a ello, los recelaba y cuidaba con una obsesión terrorífica. Tanto así era su obsesión por el trabajo que prohibió que Sherlock Holmes se inmiscuyera en sus casos, era (Por imposible que suene) la Sargento Donovan quien a veces le daba alguno y que otro caso difícil al pelinegro de rizos encantadores con el cual Lestrade no estaba familiarizado o lo ignoraba por completo.    

El inspector se dedicó  en cuerpo y alma a su trabajo, casi no comía, ni dormía, no se tomó ni un solo día de descanso, siempre estaba malhumorado con el ceño fruncido y su boca en “v” invertida. Profesionalmente hacia un trabajo impecable y perfecto, muchos de sus superiores estaban orgullosos de su desempeño laboral pero ignoraban el hecho que Lestrade solo buscaba un pretexto para no pensar en la muerte de Mycroft Holmes a quien no podía olvidar; no pasaba día que no pensara en él, o que murmurara su nombre inconscientemente sin que nada ni nadie pudiera escucharlo. De esta forma tan inhumana e insoportable Lestrade anduvo trabajando por cuatro años sin descanso… sin detenerse a lamentarse… sin pedirle ayuda a nadie… sin buscar algún consuelo, enterrando sus recuerdos con horas extras que lo dejaban exhausto, acostumbrándose a vivir con la miseria creyendo que era mejor vivir “con” ella que morir “en” ella. Hasta que a finales de Febrero su cuerpo colapso obligándolo a parar. Sus jefes y compañeros de trabajo preocupados lo obligaron a tomar vacaciones y de no obedecer lo darían de baja temporal en el trabajo; esta noticia casi destrozo a Lestrade pero la acepto, como aceptaba todas las cosas malas que venían ya sabría cómo olvidar a Mycroft y el alcohol fue su mejor aliado para lograrlo.

En este transcurso de cuatro años Watson estaba tremendamente preocupado por el inspector, no es como si a el ex militar no le hubiera preocupado  Sherlock ¡todo lo contrario! estos cuatro años con el pelinegro su relación de pareja no avanzaba más allá de un beso o una caricia y hasta ahí, lo que le molestaba bastante al rubio porque quería dar el siguiente paso con urgencia; tampoco olvidemos mencionar que unos días antes y después del aniversario de la muerte de Mycroft, Sherlock no hacía más que tocar su violín por varias horas y sin descanso. Hacía sonar las melodías más tristes que su Stradivarius podía reproducir. El rubio no podía más que sentarse a escucharlo tranquilamente con las manos apoyadas en su regazo sin decir palabra alguna.

- ¿Has oído antes tocar con tal maestría la pieza de “Nostalgia de Govind Menon”?-

Watson abrió los ojos perezoso al escuchar la voz seria del pelinegro que había dejado de tocar momentáneamente apartando su instrumento del mentón y viendolo fijamente.

- Ehmmmm… no creo haberla escuchado tocar ni del mismo Menon.- Contesto Watson sin inmutarse respondiendo a la mirada plateada del pelinegro quien solo dejo escapar un “Hum” de sus labios mientras empezaba nuevamente a tocar a su instrumento.

-Pero…- hablo Watson lentamente temiendo interrumpir la concentración de Holmes- Si he escuchado varias de “David Oistrakh” salir de tu violín y ser tocadas magistralmente mejor que el mismísimo David, creo sin lugar a dudas que el mundo de la música clásica perdió a un gran interprete cuando decidiste ser detective consultor.-

Sherlock había dejado de tocar nuevamente al escuchar el cumplido del rubio que seguía sentado en el sillón y en sus labios se dibujó una enorme sonrisa de satisfacción y complacencia que no pudo siquiera disimular.

- Definitivamente el mundo del espectáculo no me necesitaba tanto como para sentar cabeza con ellos;- Sherlock desvió la mirada a la ventana y a pesar de que parecía que se sumergiría de nuevo en la música habla en voz baja, casi como en un susurro, que John tuvo que inclinarse para escucharle con atención – Querido Watson… ¿Puedes reconocer esta pieza?.-

Rápidamente Sherlock acomodo su instrumento bajo el mentón y se recargo levemente en el para entremezclarse con las notas; posiciono sus manos primeramente en la voluta para después únicamente con una sola mano deslizarla en el mástil casi acariciándolo en el acto, al final  tomo el arco con la otra mano y  como si fuera una parte de su cuerpo y empezó a tocar con sus agiles dedos una tranquila y suave melodía que parecía hacer llorar a su violín; las notas hacían sonar una suave y melancólica canción que se escuchaba preciosa, haciendo vibrar el interior del doctor por tan magnífica interpretación.

El rubio estaba sorprendido jamás había escuchado tocar del pelinegro con tanta concentración como en aquel momento. El doctor no dijo nada solo se dedica a escuchar y a sentir aquellas notas hasta que deslizando una última vez el arco sobre el puente del violín Sherlock terminaba su interpretación con un largo suspiro mirando al rubio fijamente.

- Y ¿bien doctor, sabe de quién era la canción que intérprete?-

- “Claro de luna de Debussy” si bien no me equivoco, y sé de antemano que no es así. Aunque claro, lo has hecho de nuevo esa canción sonó tan hermosa como si el mismo Debussy la hubiera tocado esta misma tarde, es hablar de mas que estoy sorprendido nunca la había escuchado en violín únicamente, creí que era acompañada con el piano.-

El último comentario de Watson hizo que Sherlock pusiera una de esa miradas tristes que no lograba disimular cuando se refería a su hermano. – Es verdad.- soltó finalmente después de un largo silencio- esta canción es tocada con el piano acompañada del violín, debo confesar que Mycroft era un maestro al piano, nadie podía comparársele. Cuando era niño lo escuchaba tocando esta melodía una y otra vez cuando su felino murió, he de deducir que lo hubiera deseado de esta forma para el mismo aunque también me produce un placer interno representarla.- Watson asintió y no dijo nada quizá porque una palabra más y arruinaría el ambiente en el cual el pelinegro se desenvolvía sin miedos desenterrando partes de su pasado para mostrárselos a Watson.

Alguien toco la puerta del departamento ansiosamente, Sherlock salió de ese ensueño y fue a fijarse por la ventana un resoplido más parecido a un bufido fue la única respuesta que dio y se dispuso a tocar nuevamente una melodía inventada; solo faltaban dos días para el fúnebre día en que declararon muerto a Mycroft  y a Watson se le iba a agotando la paciencia, la gota que derramo el vaso fue la repentina noticia de la Sargento Donovan que entraba rápidamente al lugar.

La mujer morena se introdujo al cuarto con rapidez; el rubio se sobresaltó al verla entrar a pasos decididos tan temprano por la mañana, el pelinegro ni se inmuto y continuo tocando muy a pesar de que el rubio quería un poco de silencio.

- Hey fenómenos necesito ayuda.- Ordeno la morena viendo fijamente a John a los ojos. Este se aclaró la garganta acomodándose en el sillón en el que estaba para verla mejor, alzo una ceja pensativo de porque la mujer se empeñaba en ser tan antipática algunas veces pero la voz de Sherlock fue la que se escuchó con cierto desdén en ella y sarcasmo.

- Por lo que veo Sargento Donovan ya no ha ido a fregar el piso de nadie y a eso atribuyo su mal humor.- La mujer se sonrojo por completo hasta las orejas sintiendo una evidente vergüenza pero trato de controlarse y mantenerse al margen pensó antes de contestar con una sonrisa pícara y coqueta que John jamás le había visto dibujar en su rostro –Cuando quieras.- empezó diciendo la morena; sus ojos negros brillaron por codicia y se acercó lentamente al pelinegro- Puedo avenir a fregar tu piso cuando el doctor aquí a lado no pueda.- su tono se escuchaba seductor y muy femenino.

Sherlock la fulmino con la mirada gris opaca que tanto le caracterizaba y continúo tocando su violín en la nota en la que se había quedado.  Watson se encargó de lo demás con una sonrisa burlona en su rostro.

- ¿Qué ha sucedido?- cuestiono viéndola; ella parecía muy divertida al principio pero tomo asiento en una silla un poco desbastada y miro al suelo preocupada antes de contestar.- Es Lestrade…. Si continua de la manera en la que va, temo que la muerte tendrá que venir a recogerlo más rápido de lo que creemos.

Notas finales:

Gracias por llegar hasta aqui.!!!!!


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