Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Erase una vez... mi historia por Killary

[Reviews - 47]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Y ahí estás, con el corazón expuesto, y las puertas abiertas

Lleno de vida frente a  un mundo que pide mas

Pero puedo ver cuando las luces comienzan a desvanecerse

El día se acaba y tu sonrisa desaparece

Déjame levantarte

Déjame ser tu amor

¿Puedo abrazarte mientras te quedas dormido?

Cuando el mundo se está cerrando y no puedas respirar

¿Puedo amarte? ¿Puedo ser tu escudo?

Cuando no puedas encontrar a nadie

¿Puedo recostarme contigo?

(May I – Trading Yesterday)

 

 

 

23.  Déjame demostrarte lo que siento

 

 

 

Ni bien entramos a la habitación de Jair lo empecé a besar. Terminamos de cerrar la puerta como pudimos sin separarnos ni un milímetro. Tenía tantas ganas de hacerle el amor. Entre besos y caricias llegamos a la cama y nos dejamos caer sobre ella. Me puse sobre él aprisionándolo bajo mi cuerpo. Sus jadeos excitantes me estaban volviendo loco. Colé mis manos bajo su polera acariciando su piel.

 

—Gus… nos pueden oír…

 

—Entonces tendremos que controlar nuestra voz. — Le susurré dándole un mordisco en el lóbulo de la oreja que le arrancó otro gemido. — Es una lástima… con lo que me gusta escucharte mientras lo hacemos… — Bajé besando sus labios para dirigirme a su cuello lamiéndolo con gusto. Los suspiros de mi castaño aumentaron. Sabía que se estaba controlando.

 

 

Le quité la polera junto con la camiseta dejando su torso descubierto. Jair se llevó las manos a la boca cubriéndosela cuando empecé a besar sus tetillas. Las mordía con ganas. Con un movimiento bajé su chándal junto con la ropa interior. Su miembro completamente erecto saltó al sentirse liberado.

 

 

Me alejé para poder contemplarlo. Sus mejillas sonrosadas, sus ojos entrecerrados, las delgadas manos sobre su boca, su piel blanca y sudorosa, su polla erguida y húmeda… Era tan hermoso. Y mío. Totalmente mío. Me quité la camisa sin apartar los ojos de su cuerpo. Bajé nuevamente y retomé la tarea. Mis labios recorrían su cuerpo. Llegué a su ombligo y me entretuve jugando con el. Tenía una idea en mente. Vencer a mis fantasmas. Demostrarle todo lo que lo quería. Bajé hasta sus muslos comenzando morderlos. Jair se revolvía de placer. Me alejé un poco y di un gran suspiro. Me volví a acercar hasta su falo. Lo tomé entre mis manos acariciándolo. Mi boca besó la punta de su miembro.

 

—Gustavo… — Gimió al sentir mi lengua pasearse por su glande. Era la primera vez en todo este tiempo que le haría una felación. La primera vez en mi vida que haría una. Ni a Iván le había practicado sexo oral. Desde lo que pasó era algo que evitaba. Pero hoy quería hacerlo. Era Jair. Mi hermoso Jair. Y quería hacerlo morir de placer.

 

 

 Tomé aire y me introduje su pene a la boca. Mi cuerpo tembló con  la sensación. Me obligué a moverme sacándolo y metiéndolo simulando el coito. Trataba de hacerlo lo mejor, poniendo en práctica lo que había visto. Pero no me sentía muy cómodo. Las manos de Jair se enredaron en mis cabellos. Levanté la vista para encontrarme con esas esmeraldas llenas de deseo. Fue como un cortocircuito dentro. Me estremecí de placer al verlo. Reanudé mi tarea sin apartar mis ojos de los suyos, dejando la incomodidad inicial atrás.

 

—Es la primera vez que me haces esto… — Jadeó Jair.

 

—Es la primera vez que hago esto… — Le dije con una media sonrisa. Se sorprendió al escucharlo.

 

—Tu nunca…

 

—No.

 

— ¿Ni con Iván?...

 

—No.

 

—Pues no lo haces nada mal…— Me dijo divertido.

 

—Cállate…— Le respondí mordiéndolo suavemente, totalmente relajado ya. Dio un respingo al sentir mis dientes y soltó una risita. Continué lamiendo, chupando y jugando con sus bolas. Trataba de introducírmelo todo pero era difícil. En uno de mis intentos terminé con un par de arcadas y tosiendo.

 

—Tienes que relajar la garganta… — Sus manos acariciaron mi enrojecido rostro. — Ven aquí. — Me jaló hasta estar a su altura empezando a besarme. — Poco a poco, suficiente para ser la primera vez ¿sí? — Cuando me hablaba con esa voz segura, cuando se ponía de esa forma que se me hacía la mar de seductora, me sentía tan… no sé… Unos deseos de abandonarme a él me entraron de pronto… Quería…

 

— ¿Quieres hacérmelo tú esta vez?

 

— Claro, sabes que es una de las cosas que más me gusta hacerte… — Dijo con voz traviesa.

 

—No es eso de lo que hablo… — Observó confuso por un momento.

 

— ¡¿Qué?!— Se me quedó a mirando sorprendido con los ojos muy abiertos. Se había dado cuenta a lo que me refería.

 

—Que me lo hagas esta vez…

 

—Pero… yo no sé…

 

—Solo hazlo como te lo hago yo… No es tan difícil…

 

— ¿Estás seguro? — Tenía miedo, estaba muy nervioso. Pero quería entregarme totalmente a él. Demostrarle todo lo que significaba para mí. Que se dé cuenta de una vez. Que deje sus temores atrás. Que nunca más se sienta inseguro.

 

—Sí, estoy seguro…

 

 

Jair me recostó sobre la cama empezando a besarme con pasión. Ahora era yo el que temblaba de excitación bajo su cuerpo, sometido a sus caricias. Sus manos y sus labios me robaban el aliento. Me abandoné a él. Mi cuerpo lo deseaba. Mi corazón lo deseaba. Mi ser entero lo deseaba. Mi espalda se arqueó cuando sentí la intrusión de uno de sus dedos. Era doloroso. Joder que era doloroso.

 

—Relájate amor…— Susurró a mi oído.

 

—Duele… — Respondí en un jadeo. A pesar de que se había lubricado con saliva, sentía arder mi interior con la intrusión.

 

—Si quieres me detengo…

 

—No…no… Sigue…— Un segundo dedo sin previo aviso acompañó al que ya tenía dentro. Ahogué un grito mordiendo el dorso de mi mano. Jair paseaba sus labios por mi pecho mientras acariciaba mis genitales. Me concentré en la sensación que producía su mano en mi pene para distraerme del dolor. De pronto una corriente de placer recorrió mi columna. Un gemido vergonzoso se escapó de mi boca.

 

—Por fin lo encontré. — Dijo triunfante mordisqueando mi lóbulo. Sus dedos siguieron moviéndose dentro tocando una y otra vez ese punto que me producía tanto placer. Controlar mis jadeos era tarea difícil. Pero estábamos en casa de su hermana y no había otra forma si no queríamos ser descubiertos. — Gírate… — Me dijo abandonando mi interior. Lo miré sintiendo como mi rostro ardía. Puso una almohada a la altura de mi pelvis y me recostó boca abajo.

 

—Es vergonzoso…— Mascullé.

 

—Eres hermoso…— Su voz ronca de deseo hizo que me estremezca. — Tan hermoso… — Sentí su húmedo pene situarse en mi entrada. Tomé aire preparándome para lo que venía. — Te amo… — Sus palabras retumbaron en mis oídos aturdiéndome. — Te amo Gustavo…— Su miembro se abría paso en mi dolorosamente. — Te amo tanto… — Mis lágrimas empezaron a bañar mi rostro. Más que el dolor, era la emoción que me causaba escucharlo. Cuando estuvo totalmente dentro se quedó quieto besando mi espalda. — ¿Estás bien?

 

—Si…— No pude evitar un sollozo.

 

—No llores Gus, si te estoy haciendo daño yo…

 

—No, no es eso…— Suspiré tratando de calmarme. — Es sólo que… También te amo… — Escondí la cara entre las sabanas. — Joder me he vuelto un llorica… — Ambos soltamos una risita.  — Vamos muévete de una vez… — Le animé moviendo un poco mis caderas.

 

 

Jair empezó a moverse suavemente. Entraba y salía con calma. El dolor me inundaba. Hasta que tocó nuevamente mi próstata. Y el placer se mezcló con el dolor, empequeñeciéndolo. Nos dijimos te amo una y mil veces mientas hacíamos el amor. Salió de mí solo para voltearme boca arriba y penetrarme nuevamente, acelerando el ritmo. Nos unimos en un demandante beso, acallando nuestros gemidos. Mis dedos se clavaban en sus nalgas. Mis piernas rodearon las suyas. Mi polla erecta saltaba rozándose con nuestros cuerpos en cada embestida. El doloroso placer me embriagaba. Con dos toques más en mi punto, el orgasmo me asaltó con salvajes contracciones. Mi cuerpo vibraba con la descarga. Unos minutos después Jair soltaba toda su esencia dentro. Su tibieza se impregnaba en mis paredes. Se tendió sobre mí, manteniendo la unión, manchándose con mi semen que se hallaba esparcido en mi abdomen. No importó. No importaba nada. Sólo nosotros dos. Nuestras respiraciones se acompasaron al igual que nuestros latidos.

 

—Te amo. — Le susurré al oído.

 

—Te amo. — Me respondió saliendo de mí despacio sin soltar el abrazo y tendiéndose a mi lado. Me dolía cada partícula de mi cuerpo, pero me sentía maravillosamente bien. — Quisiera permanecer así para siempre…

 

—A mí también me gustaría permanecer así para siempre… Porque no creo que pueda moverme… — Nos reímos bajito.

 

—Voy a buscar algo para limpiarnos. — Se levantó de la cama de un saltó y se puso a buscar entre sus cosas. Al rato regreso con un paquete de toallas húmedas. — Deja que yo lo hago. — Me dijo sacando una y empezando a pasarla por mis partes. Estaban frías y se sentía muy bien. A pesar de que me avergonzaba, dejé que hiciera lo que quería.  Cerré los ojos y me abandoné a la placentera sensación. — Gustavo…

 

—Mmm…

 

—… Creo que te hice… daño…

 

—Que dices, no pasa nada…

 

—Has… sangrado… — Me intenté sentar de golpe pero el dolor me lo impidió. Me volví a recostar con un quejido. — No es mucha pero… la almohada… — Terminó de limpiarme con cuidado y retiró la almohada que tenía aún bajo mis caderas. Me la mostró. Una mancha de sangre la adornaba. Su cara estaba llena de preocupación. — No debimos hacerlo sin lubricante…

 

— ¡Oh por Dios! — Exclamé cubriéndome el rostro con las manos.

 

— ¡¿Qué pasa?! — Peguntó alterado.

 

—Tendrás que hacerte responsable ahora… Acabas de arrebatarme mi inocencia… — Dije trágicamente. Trataba de ahogar la risa al hablar. — Debes hablar con mi familia y pedir mi mano en matrimonio…

 

— ¡Estúpido! — Dijo golpeándome con la almohada que tenía en las manos.

 

— ¡Hey! No maltrates la evidencia… — Empezamos a reír sin controlarnos.

 

—Voy a buscar algo para el dolor en la cocina. — Dijo mientras se limpiaba y se colocaba el pijama. Me cubrió con las sábanas dándome un beso en los labios. — Regreso enseguida.

 

 

 

Me quedé allí tendido en la cama pensando en lo sucedido. Era increíble. Jamás pensé que sería capaz de entregarme de esa manera. Pero aquí estaba. Adolorido y extremadamente feliz. Y mi Jair que al comienzo se mostró tímido y temeroso, al final… Resultó ser todo lo contrario.  Y algo más. Había llegado al orgasmo sin que me masturbara. ¿Era eso posible? Pues sí, era. Demasiadas emociones esta noche. Estaba agotado. Mis ojos empezaron a cerrarse.

 

—Gus… hey Gus no te duermas, antes tómate esto…— Abrí los ojos con dificultad. Jair me alzó un poco la cabeza y me metió una píldora, luego me alcanzó un vaso con agua. Lo tomé adormilado. Cuando hube acabado me acomodó sobre un par de almohadones. La verdad que yo no quería moverme.  Luego se acostó a mi lado, pasó un brazo por mi vientre y me besó el hombro. — Hasta mañana amor…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Gustavo… Gus…

 

—Mmm…— Me acomodé mejor en la cama sin ganas de despertar. La voz de Jair me llamaba insistentemente. Sus manos me sacudían suavemente.

 

—Vamos levántate, ya tus amigos están listos…

 

—Que se vayan… No me quiero levantar…

 

—Por favor Gustavo, acuérdate que tu mamá está esperándote… — Mi madre… Abrí los ojos a la vez que estiraba mi cuerpo… Joder que dolor… Me senté en la cama conteniendo un quejido. No se cómo voy a poder caminar hoy… — Tómate otra pastilla para el dolor. — Me alcanzó una y un vaso de agua. Me lo tomé enseguida. — ¿Cómo te sientes?

 

—Quiero ducharme…

 

—Sí, claro. Ven. — Jair me extendió la mano alcanzándome  el pijama que había quedado tirado a un lado. Con todo lo que pasó ayer había dormido desnudo. Después de colocármelo, me levanté con cuidado y lo seguí. Felizmente no encontramos a nadie en el camino, aunque sus voces se oían en la sala.

 

 

Luego de ducharme y cambiarme salí al encuentro de los demás. Los encontré desayunando en la cocina.

 

—Gus, siéntate. Mimi y David salieron ya para la universidad. — Decía Jair a la vez que me alcanzaba un café. Dudé un poco entre permanecer parado o sentarme. Tenía miedo que notasen algo. Iván me miraba divertido.

 

— ¿Quieres un cojín, cariño? — Me preguntó con burla. Sabía que él lo notaría.

 

—Idiota… — Mascullé sonriendo y sentándome con cuidado de lado. Freddy estaba distraído, parecía ido.

 

—Bébete el café rápido que aquí el viejo gruñón esta insoportable…— Continuó señalando al médico que ni se inmutó con sus palabras.

 

—Debimos salir hace una hora ya. — Dijo seriamente terminando el café de un trago y parándose de la mesa. — Muchas gracias por todo Jair. Un gusto conocerte. — Se despidió Freddy estrechándole la mano.

 

—No hay problema, fue un placer. — Respondió mi castaño.

 

—Los espero en el auto, no demoren. — Nos dijo saliendo del departamento.

 

— ¿Qué mosca le ha picado? — Le pregunté a Iván.

 

—No lo sé… Desde que se despertó está de un humor de perros.

 

—Creo que temprano discutió con alguien por teléfono. — Intervino tímidamente Jair. — Lo oí hablar muy acaloradamente mientras te duchabas Iván…

 

—Pues a saber qué le pasa al viejo ese… — Iván se paró dejando a un lado la taza. — Mejor voy a hacerle compañía, no vaya a ser que le dé un ataque de histeria y se largue dejándonos botados. — Nos dijo guiñando un ojo. — Cuídate querido. — Se despidió de Jair dándole un beso en la mejilla. — Espero verte pronto. Ya sabes, llámame cuando quieras.

 

—Lo haré. Gracias Iván. — Respondió Jair dándole un abrazo.

 

—No demores cariño. — Me dijo antes de desaparecer por la puerta.

 

— ¿De qué me he perdido? — Pegunté acercándome a Jair que estaba de espaldas a mí, lavando el servicio.

 

—De nada… Tuvimos la oportunidad de conversar un poco a solas esta mañana y… Me cae muy bien, ¿sabes?

 

—Pues que bueno. Me alegra de que sean amigos. — Dije abrazándolo por detrás,  besándolo en la nuca y pasando a su cuello. Mis manos se colaron bajo su ropa acariciando su pecho, entreteniéndome en sus tetillas. Jair se estremeció soltando un gemido. Hizo el culo para atrás restregándolo en mi ya erecto pene.  Bajé las manos por su vientre metiéndolas dentro de su chándal en busca de su miembro el cual encontré y acaricie con gusto.

 

—Házmelo Gustavo… — Gimió. No tuvo que pedírmelo dos veces. Miré rápidamente alrededor hasta que encontré algo que me podía servir. Aceite de oliva decía la botellita. Me estiré  sin dejar de acariciarlo y la cogí con una mano. La abrí y eche un poco en mis manos. Adentré mis dedos en el maravilloso cuerpo de mi castaño que se retorcía de placer. Un par de minutos y los retiré. Rápidamente unté un poco más de aceite en mi polla y comencé a introducirme lentamente en Jair. No teníamos mucho tiempo. Y estábamos desesperados.

 

—Discúlpame…— Le susurré al momento en que empecé a embestirlo con desesperación. Era un poco incómoda la posición. Pero eso no disminuía nuestro deseo. Sus gemidos y los míos llenaron la cocina. Comencé a masturbarlo cuando sentí que el orgasmo se acercaba. Nos corrimos casi al mismo tiempo.

 

—Me gustó hacértelo,  pero prefiero que me lo hagas… — Me dijo Jair entre jadeos.

 

—Me alegra escuchar eso. — Dije riendo y saliendo con cuidado de él. Nos limpiamos y vestimos sonriendo. Lo abracé y empecé a besarlo.

 

—Buenos días…— Una voz nos hizo dar un brinco.  Jair se puso blanco como el papel del susto. Santiago estaba parado en la puerta de la cocina, con pijama y despeinado. Habíamos olvidado que estaba en la casa.

 

—Bu… buenos días Santiago… — Respondió Jair que ya recobraba algo de color.

 

—Buenos días. — Le respondí. ¿Nos habrá escuchado? — Ya me tengo que ir. Un gusto conocerte. — Me despedí estrechándole la mano.

 

—Un gusto también — Respondió Santiago con una sonrisa amable.

 

—Te acompaño. — Dijo Jair tomándome de la mano, gesto que me sorprendió un poco porque él no era de dar demostraciones de afecto cuando había personas alrededor. Pero no me incomodó para nada.

 

 

Salimos del departamento y bajamos hasta el primer piso. Íbamos a mi ritmo porque no podía caminar rápido. Afuera ya estaba Freddy e Iván dentro del auto. Estaban conversando. Supongo que el médico ya no estaba de tan mal humor.

 

—Te llamaré todos los días. — Dijo Jair abrazándome. Correspondí con tristeza. Después de hoy ya no lo vería hasta que regresemos a casa. No me había ido y ya lo extrañaba.

 

—Y yo también. — Nos besamos sin importarnos que estuviéramos en la puerta del edificio, en plena calle. No quería separarme pero tenía que hacerlo.

 

—Te amo Gustavo. — Me repitió una vez más.

 

—Te amo más Jair. — Susurré abrazándolo con todas mis fuerzas.

 

 

Al rato tuve que obligarme a separarme de él. Caminé sin ganas hacía el auto y entré con cuidado en la parte de atrás. Agradecí internamente que Iván se haya sentado delante. Freddy encendió el auto en silencio. Yo no podía apartar los ojos de Jair que estaba parado aún en la puerta. Nos fuimos alejando hasta que su imagen desapareció. Suspiré tendiéndome de lado en el asiento.

 

 

 

El tiempo pasará rápido y sin darnos cuenta estaremos juntos nuevamente. Hasta entonces cuida mucho mi corazón que se queda contigo. Y yo cuidaré el tuyo que se vino conmigo. 

 

 

 

Notas finales:

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).