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Erase una vez... mi historia por Killary

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Notas del capitulo:

Super Drama Mode ON!

No te enojes si lloro

Es sólo que la herida duele mucho a veces

Porque cada día  se hace más profunda

Y tengo que decir adiós de nuevo

Apuesto a que se siente bien

El ya no tener el peso del mundo en tus hombros

Sueño con el día en el que finalmente pueda estar contigo

Guarda un lugar para mi… estaré pronto a tu lado

(Save A Place For Me – Mathew West)

 

 

 

32.  Vacío

 

 

 

Estaba sentado en el gran auditorio del instituto esperando la ceremonia de clausura del año. Nuestro último año. El departamento de música junto con el de danza habían preparado un número en el cual Gustavo participaría con el violín. Estas últimas semanas había practicado mucho aunque no lo había podido ver hacerlo. Tenían la consigna de que todo sería una sorpresa. Y él había estado tan entusiasmado… Que pude guardarme la curiosidad y esperar sin acosarlo con preguntas.

 

 

Susana llegaría en cualquier momento. Había hablado por teléfono con ella muchísimas veces pero no pude verla durante este año. Solo a través de las fotos que Gus me mostraba cuando llegaba de pasar unos días con ella. La verdad que me daba mucha tristeza. Cada vez más delgada y siempre con esa pañoleta cubriendo su cabeza. Pero iluminaba con su sonrisa.

 

 

Iván iba a venir pero se le complicaron unos exámenes. Si, exámenes. Se había puesto a estudiar dispuesto a terminar el último año que dejó inconcluso. Se matriculó en un instituto de horario libre donde podía estudiar y rendir exámenes como mejor se acomodaba su tiempo. Así estudiaba y trabajaba. Por lo que nos contaba, le iba muy bien. Hablábamos muy seguido y alguna vez vino a pasar un par de días con nosotros. Había cambiado mucho desde aquel día en que lo encontramos en la estación. Aunque jamás nos dijo lo que le ocurrió, y tampoco le insistimos con eso. Sus ojos azules ahora llevaban una tristeza oculta. Una tristeza con nombre y apellido: Freddy Zúñiga. A pesar de que lo negara mil veces. Que dijera que era cosa pasada, que ya no le importaba. Nosotros que lo conocíamos bien sabíamos que era mentira. Que en todo este tiempo no había podido olvidarlo. Que quizá nunca lo haría… El amor es tan doloroso a veces…

 

 

Recuerdo bien aquel día en que  dejamos a Iván y Freddy solos en el departamento. Al regresar del instituto los encontramos sentados en la cocina con las manos enlazadas sobre la mesa. Cuando nos vieron, nos saludaron sin soltarse. Gustavo no estaba muy feliz con todo aquello, pude notar su molestia y lo entendía bien. Quería proteger a Iván y sabía que Freddy sólo lo dañaría. Estaba casado y a punto de ser padre. Pero se aguantó todo al ver la cara del rubio. Irradiaba felicidad. Con un suspiro participó de la velada.  El médico había preparado el almuerzo. He de confesar que la comida estuvo deliciosa. Luego de eso nos informaron de la decisión de marcharse. Iván explicó que debía volver al trabajo al día siguiente y que ya se sentía mejor. Nos agradeció mil veces por todo. Antes de salir Gustavo habló un momento a solas con Freddy. Cuando le pregunté que le había dicho solo me contestó que le había recordado su condición y le exigió que dejara tranquiló al rubio. Creo que todo estuvo de más. Iván apenas llegó a la ciudad volvió a desaparecer de la vida del médico. Lo que tranquilizó mucho a Gus. Varias veces llamó Freddy para saber su paradero pero jamás le dijimos donde encontrarlo. Alguna vez le dije que deje de preocuparse, que Iván estaba bien y tranquilo. Poco a poco sus llamadas se espaciaron y cesaron el día en que su esposa dio a luz a su hija.

 

—Jair… — Levanté la vista despertando del mar de recuerdos en el que me había sumido. Gustavo estaba frente a mi acompañado de su madre. Me levanté como impulsado por un resorte y me apresuré a abrazarla. La había extrañado muchísimo. Disimulé como pude la tristeza que sentí al comprobar que su semblante era aún mucho más desalentador que el de las fotos. Su delgadez y su rostro cansado eran notorios a pesar de todo su esfuerzo.

 

—Pequeño, ¿cómo has estado?  — Preguntó con suave voz.

 

—Extrañándola mucho. — Respondí dándole un beso y sonriendo, tragándome la pena.

 

—Siéntense, ya vuelvo. — Gustavo le dio un beso a Susana y me acarició la mano guiñándome un ojo.

 

 

Conversé un poco con Susana pero noté que se cansaba al hablar. Felizmente empezó la ceremonia. Entre números artísticos de varios grados y entregas de diplomas a los estudiantes sobresalientes llegó el gran final con  la presentación de Gus. El escenario se oscureció y una luz iluminó una esquina donde apareció Gustavo tocando el violín… ¡Tocaba una canción de Lady Gaga!  Por un instante olvidé como respirar… Se le veía tan bien…  De pronto el escenario se iluminó  dejando ver a la banda completa mientras empezaban con Born this way. Estaba alucinado. Gustavo reía mientras deslizaba con maestría el arco por las cuerdas. Ahora que me fijo bien, jamás lo vi tocar con partitura por lo que siempre tenía libertad de moverse como quisiera. Se le veía radiante. Los chicos del departamento de danza se hicieron presente acompañando la alegre melodía con una hermosa coreografía cuando sonaba Poker Face. Franco estaba entre ellos. Que bien se movía el cabrón. Todos enloquecieron. Se armó una fiesta. Sonaba Bad Romance cuando una cabellera chocolate en primera fila llamó mi atención. ¡Tatiana! ¿Qué hacía aquí? Siempre me dijo que estos eventos le parecían muy aburridos y una pérdida de tiempo… Con las notas de Judas terminó la presentación y mis dudas se despejaron… Vi a Franco saltar del escenario y correr hacia Tati jalándola hacia un lado… Los vi besarse… Esperen un momento… ¿Franco y Tatiana? ¿Es una broma?...

 

— ¿Te gustó? — Gustavo ya estaba a nuestro lado.

 

—Me encantó cariño. — Respondió Susana abrazándolo.

 

— ¿Y a ti? — Lo miré aún incrédulo por lo que había visto y volví a dirigir mis ojos una vez más sobre la pareja… Gus siguió mi mirada y se encontró con el espectáculo. — Oh vaya… Olvidé contártelo…— Lanzó un silbido que llamó la atención de Franco. Los vi acercarse tomados de la mano.

 

—Susana, ¿cómo estás? — Saludo dándole un cariñoso abrazo. Tatiana le dio un beso sonriendo y se puso a mi lado.

 

— ¿Cuándo pensabas contarme esto? — Le pregunté bajito.

 

—Lo siento Jair… — Nos alejamos un par de pasos aprovechando que Gustavo, Franco y Susana  habían empezado una animada conversación.

 

—No es como siempre, tenía que estar segura…

 

— ¿No es como siempre?

 

—Él es… ¿entiendes?

 

—Él es… — Abrí los ojos como platos — ¡Él es!... ¿Estás segura? — No podía creérmelo… Me estaba diciendo que era él el elegido… ¿Él? ¿Franco “me follo todo lo que tenga un buen culo” Mendoza? ¿Se había vuelto loca?... Bueno tampoco es como si Tati fuera una santa paloma pero… Joder ¡era mi amiga!

 

—Te parecerá que estoy loca —Adivinó mis pensamientos — Pero estoy segura… Nunca había estado tan segura en mi puta vida… — La vi a los ojos… Mierda, tenía razón. Jamás la había visto tan seria… Suspiré.

 

—Bueno amiga sabes que siempre puedes contar conmigo… — Nos fundimos en un abrazo. Aun no podía creer que realmente estos dos estén juntos…

 

 

Nos despedimos y vimos alejarse a la pareja. Gustavo, Susana y yo nos dirigimos al departamento. Al llegar nos enfrascamos en la preparación del almuerzo. No éramos muy buenos cocinando pero estábamos haciendo el esfuerzo. Tampoco es que fuéramos a hacer gran cosa. Unos filetes a la plancha con ensalada. Queríamos sorprender a Susana. La sentamos en la sala y no la dejamos moverse hasta que acabamos. Nos sentamos a la mesa y almorzamos todos juntos, como una familia. Pasamos toda la tarde juntos. Hasta que llegó el hermano de Gustavo a recogerla. Fue la primera vez que lo vi en persona. Me puse muy nervioso cuando nos presentaron. Era un hombre imponente, muy serio y se notaba que no le gustaba nadita conocerme. Me saludó secamente fulminándome con la mirada. Claro que cuidando de no ser descubierto.

 

 

Antes de despedirse,  Susana me llevó un rato a la habitación bajo el pretexto de que la ayude a sacar algunas cosas que se quería llevar. Pero ni bien entramos me tomo de la mano y me dijo con una seriedad que me estremeció.

 

—Prométeme algo

 

—Lo que quiera, Susana…

 

—No dejes que Gustavo abandone su sueño… No lo permitas… — Abrí la boca con intención de decir algo… Pero nada salió.

 

—No lo dejaremos… — Dije por fin tomándola de la mano. — Cuente conmigo para eso. — La abracé con todo el cariño que sentía por ella. No me  gustaba escucharla decir cosas que me sabían a adiós.

 

 

Nos despedimos de ella. Gustavo le prometió que iría en unas semanas, que iba a poner los documentos del instituto en orden. No le dijo que viviríamos juntos. Le pedí que  no lo hiciera. No quería que se vaya a disgustar y tengan un problema por eso. Ella estaba aún muy debilitada. Solo debíamos darle noticias felices. La besamos muchas veces antes de que entrara al coche.

 

 

La vimos alejarse en el auto de Javier. Su sonrisa se perdió en la lejanía de la calle.

 

 

Esa fue la última vez que la vi.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Conseguí un  trabajo en una cafetería mientras terminábamos de arreglar el papeleo y decidíamos que seguir. Jair empezó a trabajar en un supermercado. Los dos eran empleos de medio tiempo. Necesitábamos juntar dinero si queríamos empezar una vida juntos. Buscar un lugar donde vivir y eso. Queríamos hacer las cosas nosotros mismos, sin depender de nada ni de nadie. Y además estaba el hecho que aún no le decíamos nada a mi madre. Ni a su hermana.

 

 

Viajaba en mis días libres a ver a mi madre. La veía marchitarse poquito a poco ante mis ojos. Me comía todo el dolor y la impotencia de no poder hacer nada. No podía demostrarle lo deshecho que me sentía.

 

 

Un día de esos en los que me encontraba de visita, Javier me llevó a su estudio y me dijo todo lo que los médicos le informaron. Que el tratamiento no dio los resultados que esperaban. Que lo lamentaban mucho. Que nos preparáramos. Escuchar eso me destrozó. Pero me mantuve sereno. Quise demostrarle a mi hermano que podía ser tan fuerte como él. Que ya no era un niño. Que podía confiar plenamente en mí. Cuando regresé a los brazos de Jair recién me permití desfogar toda la pena. Abrazarme a él. Llorar hasta agotarme.

 

 

Decidí dejar el trabajo en el que apenas tenía un par de meses para irme junto a mamá. Lo hablé con Jair y estuvo más que de acuerdo. Me hubiera gustado llevarlo conmigo. Pero convencer a Jair fue tarea imposible. Al final, vencido y cansado tuve que resignarme a dejarlo en el departamento.

 

 

Pasé cada minuto del día tratando de hacer feliz a mi madre. Arrancándole sonrisas. Disfrutando de su calor. Me colaba por las noches a su cama para dormir a su lado. Como cuando era pequeño. Ella sonreía abrazándome y acariciando mis cabellos. A veces me susurraba canciones que me cantaba de niño, como arrullándome. Me dormía entre olor a rosas y la calidez de su corazón. Una de esas noches mi madre me pidió extrañamente que fuera a dormir a mi habitación.

 

— ¿Por qué? — Le pregunté sintiéndome rechazado.

 

—Mi vida, sólo por esta noche… Necesito hablar unas cosas con tu hermano…

 

—Pero… ¿luego? — Insistí.

 

—Ya será muy tarde… Vamos, sólo hoy… Es tu hermano, también tiene derecho a pasar tiempo conmigo. — Su risa me quitó todo el malestar de inmediato.

 

—Está bien. — Acepté de mala gana.

 

—Ven aquí.  — Me dijo abriendo los brazos. Me acurruqué en su pecho mientras me abrazaba lo más fuerte que su débil cuerpo podía. — Te quiero mi niño. Estoy orgullosa de ti.

 

—Te quiero más mamá… — Susurré. Me dio un  gran beso en la frente sonriendo hermosamente.

 

—Ya ve a dormir. — Me apuró acariciando mi rostro. Le di un beso más y salí hacia mi habitación.

 

 

Si hubiera sabido que esa sería la última noche que vería la hermosa sonrisa de mi madre…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Susana nos dejó un día de Mayo mientras dormía. Gustavo me llamó destrozado. Sin pensarlo metí unas cuantas cosas en la mochila y corrí a su lado. Mientras viajaba llamé al trabajo y expliqué lo sucedido. No me importaba si me despedían. Que hiciesen lo que quisieran. Luego le hablé a Iván y le conté todo. No sabía a quién más recurrir. Me dijo que me recogería en la estación, que trate de estar tranquilo. Lloré durante todo el viaje sin poder evitarlo. Susana siempre había sido como una madre para mí. Pero a pesar del dolor sabía que tenía que ser fuerte. Por Gustavo. Debía estar para él.

 

 

Iván me recogió y llevó a casa de Gustavo. Lo encontramos sentado en el jardín de la entrada con la mirada perdida y los ojos rojos de tanto llorar. Nos fundimos en un abrazo.

 

—Están aquí… — Susurró con voz rota, separándose de mí.

 

—Nosotros también queríamos a Susana. — Le dijo Iván tomándole de la mano. — Lo siento tanto pequeño… — Gus abrazó a Iván soltando algunas lágrimas. El rubio correspondió al abrazo con ternura. Cuando se separaron, Iván también tomó mi mano.

 

 

Estuvimos un buen rato sentados en la entrada, en silencio. Gustavo apoyando su cabeza en mi hombro mientras yo acariciaba sus cabellos. Cuando me di cuenta se había quedado dormido.

 

—Jair, tengo que ir a trabajar… — Me dijo bajito Iván, poniéndose de pie. — Llámame cualquier cosa.

 

— ¿Puedo quedarme en tu depa?   — Le pregunté con algo de temor. Se sorprendió un poco.

 

—Claro, el tiempo que quieras. — Respondió al fin. Me dio un beso en la mejilla. — Cuida mucho al violinista. — Dijo sonriendo, antes de alejarse rumbo al auto.

 

 

Al final no fui al departamento de Iván. Me quedé toda la noche al lado de Gustavo. Me fue imposible separarme de él. La pasamos sentados en el umbral de la casa. Vimos el anochecer. Contemplamos el cielo oscuro sin luna ni estrellas. Admiramos el amanecer. Tomados de la mano y en silencio. La esposa de su hermano se acercó a nosotros alcanzándonos un café el cual literalmente obligué beber a Gus. Angélica, que así me dijo se llamaba, me pidió que llevara a Gustavo a su habitación para asearse y cambiarse y que esté listo para el servicio que sería en breve.  Me mostró el camino. Ayudé a Gus a cambiarse y aproveché para hacer lo  mismo. Al terminar volvimos a bajar y salimos de nuevo al jardín.  Sentí un par de gotitas minúsculas caer en mi rostro. Levanté la vista al cielo y lo vi más gris. Iba a llover.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Llegué lo más temprano que pude a casa de Gustavo. Después de pedir permiso en el trabajo para poder tomarme el día y asistir al entierro. Había hablado un par de veces con Jair por teléfono para ver cómo se encontraba mi violinista. Estaba muy preocupado. Los encontré en el jardín, en el  mismo lugar donde los había dejado ayer. Sólo que se habían cambiado la ropa. Caminé hasta ellos acomodándome la bufanda y cerrándome más el abrigo.

 

 

Gustavo tenía la mirada perdida, sus bellos ojos negros apagados y sin brillo, los labios sellados. Jair le tomaba fuertemente la mano como si tuviera miedo de que desapareciera si lo soltaba. Posé mi mano en el hombro de Jair y lo apreté un poco como diciéndole ya estoy aquí. Me miró con alivio sabiendo que ya no estaba solo. Juntos lograríamos que el pequeño violinista no se hunda. Lo mantendríamos a flote.

 

 

Llevé a Jair y Gustavo al cementerio en el auto que me había prestado Jorge. Su viejo y muy querido Mustang azul. Cuando bajamos me di de cara con una realidad que había tratado de olvidar. Freddy junto a su esposa y su pequeña hija estaba allí. Por un segundo pensé en regresar al auto y salir corriendo. Pero la mano de Jair tomándome del brazo me hizo reaccionar. No. No iba a huir más. Me llené de valor y me erguí. Nuestras miradas se encontraron. A pesar del dolor que sentía me mantuve firme. Jair me susurró un “vamos” jalándome suavemente. Me giré y los seguí.

 

 

El servicio se me hacía interminable. El cura hablaba pero no entendía ni una palabra de lo que decía. Miraba al frente para no encontrarme con los ojos de Freddy nuevamente. Pero era una tarea casi imposible. Sabía que estaba aquí. Podía sentir su mirada clavada en mí. Moría por mirarle aunque sea un momento... No. No. Traté de ignorarlo.

 

 

Jair llevó a Gustavo junto a su hermano al terminar la ceremonia. Aproveché para alejarme un momento y contestar el móvil que hace ya bastante rato estaba vibrando en mi bolsillo.

 

— ¿Diga?

 

— ¿Cómo estás? — Jorge.

 

—Bien, y no he destrozado tu auto si es lo que te preocupa.

 

Me preocupas tú, idiota… Bueno y el auto también. — Lo escuché reír al otro lado de la línea. Sonreí. — ¿Volverás pronto?

 

—Por la noche supongo… ¿No puedes vivir sin verme un día? — Pregunté con sorna.

 

No puedo vivir sin mi auto un día… — Dejó de reírse. — Y bueno, si es verdad… Te extraño…

 

—Jorge, no empecemos… — Dije en un suspiro. Jorge y yo éramos buenos amigos. Me había ayudado muchísimo cuando decidí cambiar mi vida, empezar a estudiar, dejar mis vicios… Estuvo siempre a mi lado cuando necesite de alguien. Sabía lo que sentía por mí y le dejé bien claro siempre que no podía corresponderle. No podía amarle. Ni a él ni a nadie. Por más que quisiera, por más que intentase. Me hubiera gustado poder corresponder a sus sentimientos… Jorge era un gran chico, responsable, trabajador, cariñoso, guapo… Pero era imposible…

 

—Está bien, ya lo sé…

 

—Nos vemos luego, no te preocupes que estoy cuidando tu querida antigüedad…

 

Iván… — Acabé la llamada antes de escuchar lo que iba a decir. Posiblemente que me cuidara o que me quería… Jorge era así…

 

— ¿Jorge es tu novio? — Esa voz a mis espaldas… Giré inmediatamente. Me quedé de piedra al ver frente a mí a la mujer de Freddy con su pequeña hija en un cochecito.

 

— ¿Disculpe?... — Articulé con dificultad tratando de mantenerme sereno.

 

—No tienes que fingir, se perfectamente quien eres. — Me dijo mirándome con superioridad.

 

—No sé de qué habla. No la conozco. — Recuperé la entereza al ver su actitud despectiva.

 

—Soy la esposa del hombre con el que te revuelcas… ¿Recuperaste la memoria ahora? — Me miró con una sonrisa altanera. Contuve la sorpresa con esfuerzo. ¿Cómo se había enterado de lo nuestro?... Da igual… Nosotros ya no estábamos... Pero no le iba a decir nada.

 

—Señora creo que se ha equivocado.

 

—No lo creo. ¿No eres Iván Mikael Sandoval? — Soltó una risita al ver mi cara de desconcierto. — ¿Tu padre el gran Sergio Sandoval sabe que su hijito es un puto marica? — El escuchar el nombre de mi padre hizo que un escalofrío  recorra mi cuerpo. Sentí que las fuerzas me abandonaban.

 

—Señora, está equivocada… — Mascullé reuniendo valor, dándole la espalda dispuesto a irme.

 

—Espera… Quiero que conozcas a mi pequeña. — Dijo acercando el cochecito. ¿Por qué? ¿Por qué? Me había quedado congelado incapaz de moverme o articular palabra. Se puso a mi lado y no pude evitar observarla. Tenía una carita hermosamente angelical enmarcada con suaves ondas de cabello tan negro como el de Freddy. Me  miró con sus ojitos avellana y sonrió estirando sus manitas. Sentí un dolor lacerarme el pecho.

 

—Es hermosa… — Susurré inconscientemente.

 

—Lo es. Y su padre la adora. Jamás la abandonaría… Menos por un patético marica como tú. — Dijo apartándola de nuevo. — Aléjate de mi marido. — Escupió con odio. — No voy a sufrir tanto para que un asqueroso enfermo venga a querer quitármelo.

 

— ¿Qué?… — La miré incrédulo.

 

— ¿Qué crees? — Siseó acercándose de nuevo a mí. — Pasar por un embarazo de mierda y aguantar a una mocosa llorona… ¿Te parece poco? — Su risa me punzó los oídos. — Esa niña es su vida… Aléjate de él si no quieres que le haga la existencia miserable… — Se irguió alisándose el cabello. — Además, ¿qué puedes ofrecerle tú? — Se alejó hasta tomar de nuevo el cochecito. — Yo le he dado algo que jamás podrías, una hija, una familia. — Caminó alejándose despacio  sin mirar atrás. — Te conozco y sé dónde encontrarte. No te metas en mi camino… — Dijo antes de desaparecer.

 

 

Estuve parado largo rato tratando de procesar lo que había ocurrido. Maldita puta. Pero tenía razón. Yo jamás podría darle una familia, hijos… Jamás podría hacerlo feliz… ¿Y esa zorra si? Maldita sea. Maldita. ¿Qué es lo que debía hacer? No… No podía decir nada… Había nombrado a mi padre… Mierda… Ese viejo mal nacido. Lo odiaba. Quería gritar de impotencia. Freddy la había escogido ¿no?... ¡Pues que se joda!... Pero ese  angelito no tenía culpa de nada... Esa pequeñita hermosa... 

 

 

La lluvia que comenzó a caer me hizo reaccionar. Salí corriendo de aquel lugar. No le avisé a Jair nada. Solo quería largarme lo más rápido. Me sentía asqueado. Todos mis recuerdos daban vueltas en mi cabeza.  Busqué el Mustang azul con desesperación. Entré y arranqué. No sé ni cómo llegué al frente del restaurant. Jorge debía estar de turno aún. Me quedé en el auto esperando. Estaba exhausto.  El rostro de Freddy, sus ojos, sus labios… No podía sacarme su recuerdo. Pero él no estaba conmigo… No estaba ni estaría nunca… Nunca sería mío… Nunca… Entonces, ¿por qué yo me empeñaba en seguir siendo de él?...

 

— ¡Iván! — Un sorprendido Jorge abrió la puerta del copiloto sentando se a mi lado.  — Por dios Iván que te pasa… —Me tomó las manos. — Estas temblando…

 

— ¿Quieres follarme? — Dije casi sin pensar. Solo quería desaparecer esté dolor de mi alma. Me pegué sugestivamente a su cuerpo y lo acaricié.

 

—Basta, déjalo… No estás bien… ¿Que sucedió? — Me tomó de las manos y me separó de él.

 

— ¿Es mentira todo lo que me dijiste entonces? ¿Es mentira que me amas?

 

—Sabes que no es así… Iván por favor…

 

—Házmelo Jorge…

 

 

 

Aun llevaba la huella de las caricias de Freddy sobre mi cuerpo. No había permitido que nadie las borré. No había estado con nadie desde la última vez  que  lo convencí que hiciéramos el amor en medio de la carretera, en su auto. Tenía tanto miedo de dañarme… Pero  necesitaba entregarme a él una vez más. Me tomó de la manera más suave posible. Llevaba sus besos tatuados a fuego sobre mi piel. Sus manos impregnaron su esencia en mi ser.

 

 

Y esta noche iba a borrar ese recuerdo. Quería borrarlo. Necesitaba borrarlo. Jorge me llevó a su departamento y entre besos y caricias tuvimos sexo. Porque era eso para mí. Solo sexo.  Solo vacío. Le entregué un cascarón hueco, movido sólo por la costumbre. Respondí como un robot programado para entregar placer. Un ser sin alma.

 

 

Mis sentimientos murieron dentro de mi corazón roto.

 

 

 

Notas finales:

La melodía que tocan es Bond Goes Gaga :)

La última parte inspirada en Porta - Hay un sentimiento muerto en un corazón roto... joder q emo xD

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s

 

 


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