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Erase una vez... mi historia por Killary

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Esta es mi vida

No es la que solía ser antes

De mostrar mis sentimientos

Y estos son mis sueños, que nunca he vivido 

Que alguien me sacuda porque yo… debo estar durmiendo

Y ahora que estamos aquí… Tan lejos

Toda la lucha que pensábamos era en vano

Y todos los errores, contenidos en una vida

Todos ellos finalmente empiezan a irse

Y ahora que estamos aquí, tan lejos

Siento que puedo enfrentar el día

Puedo perdonar y no me avergüenzo

De ser la persona que soy hoy

(So Far Away – Staind)

 

 

 

38.  Sin miedo

 

 

 

—No puedo creer que Katty haya encontrado a alguien que la aguante y se vaya a casar. — No podía dejar de reír. — Y encima es psiquiatra… Un loquero…  

 

— ¡Hey! ¡No hables así de mi hermana! — Un empujón me hizo chocar contra la pared.

 

—Ouch… Eres un bruto, Alex. — Me quejé con mala cara.

 

—Ups… Lo siento… Olvidé que eres un gatito delicado…

 

—Imbécil.

 

—Ya, ya no te molestes. Sabes que no fue intencional. — Me abrazó por detrás y empezó a repartir besos por mi nuca…

 

—Deja ya… estamos en media calle… — Dije mofándome tratando de imitar su tonito de voz. Esa frasecita “estamos en media calle” Alex la usaba mucho.

 

—No te burles… A estas horas no hay nadie, qué más da… ¿No te pone pensar en hacerlo aquí, ahora? — Me preguntó divertido, restregando su erección en mi trasero.

 

—Joder, eres un pervertido. — Dije mientras hacía el culo para atrás y me movía insinuante. — Tu arranque de valentía me pone cachondo…

 

—Carlos…

 

— ¿Mmm?...

 

—Te voy a empotrar contra la pared y no me va a importar si alguien se aparece y nos pesca… — Gruñó con la voz cargada de deseo.

 

—Cálmate mi macho pecho peludo… — Sonreí apartándome.  — Vamos al hotel…

 

 

Alex y yo habíamos viajado para la cena de compromiso de su hermana Katherine. Ella y su novio, un médico psiquiatra, vivían juntos casi un año en esta ciudad.  Habíamos aprovechado las vacaciones de la universidad. No nos faltaba mucho para acabar. Luego veríamos si regresábamos definitivamente o nos quedábamos a vivir donde estábamos.

 

 

En estos años, nuestra relación se había fortalecido. Pero no fue nada fácil. ¿Qué es fácil en esta vida? Hay que luchar por lo que se quiere, ¿no? Pues aquí nos tienen, aun luchando por nosotros día a día.

 

 

Primero fueron dos años metidos en una relación abierta, acostándonos con quien nos daba la gana, entre tríos y swinger.  Luego la cosa no me pareció tan bien… Me di cuenta que ya no soportaba ver como alguien más tocaba a Alex… Me alejé de todo eso ante su sorpresa inicial. Aunque para él no fue sencillo. Sólo cuando le planteé el terminar con la relación se dio cuenta de las cosas. O era ese estilo de vida o yo. Y pues ya saben lo que eligió. Creo que los dos años que siguieron fueron estupendos. Él era mío y yo suyo. ¿Qué más podía pedir?

 

 

Lo que más me preocupaba era que nuestros padres no sabían nada aun. Nos habíamos propuesto mil veces decírselos pero no encontrábamos valor. Bueno, era Alex el que siempre ponía peros. La única que nos había encarado y nos lo preguntó directamente fue Katty. Y no tuvimos más opción que aceptarlo. Por eso estaba aquí hoy, en esta cena de compromiso donde yo no pintaba nada. Sólo era el novio clandestino del hermano de la novia.  Pero ella insistió tanto. Y no pude negarme.

 

 

No entiendo cómo no se dan cuenta… Desde que terminamos el instituto vivimos juntos. Luego del problema que tuvimos, decidimos viajar… juntos. Ingresamos a la misma universidad. Ahora ya llevábamos compartiendo departamento 4 años, inseparables, sin novias a la vista… Y encima voy con Alex a la cena de compromiso de su hermana… ¿No es más que obvio?... Si Alex no me hubiera pedido algo de tiempo para preparar el terreno ya les hubiera dicho a mis padres y a los suyos... ¿Qué cara pondrían al enterarse? ¿Qué dirían?

 

 

Suspiré pesadamente. Estaba cansado de vivir escondiendo lo que siento. De vivir con miedo al qué dirán. Eran nuestros padres pero… Mierda, es mi vida, y estoy enamorado… ¿Por qué no puedo gritarlo a los 4 vientos?... Ah joder, porque hay un pequeño detalle… La persona de la que estoy enamorado es hombre, como yo. Ser mal visto por la sociedad. Tildados de enfermos. Un pecado. Se me viene a la mente la canción de Hozier “Al único cielo al que voy a ser enviado, es al que vivo cuando estoy a solas contigo. Nací enfermo, pero me encanta. Ordéname sanar.” Un día me voy a hartar de esto… No, me corrijo: Ya estoy harto de todo esto.

 

— ¿Pasa algo? — Alex me detuvo tomándome del brazo. Suspiré fastidiado.

 

—No… sólo pensaba…

 

—Por la cara que llevas me puedo hacer una idea de lo que te molesta. — Claro que sabía, me conocía perfectamente.

 

—Si lo sabes por qué de una vez no haces algo para remediarlo. — Contesté de mala gana.

 

—Está bien. Lo haremos. — Me detengo. ¿Escuché bien? ¿Dijo que lo haremos?

 

— ¿Hablas en serio?

 

—Ya me escuchaste. También estoy cansado de vivir escondiéndome. Fui yo quien te pidió tiempo. — Me toma de la mano sonriendo. — Y ya fue suficiente. Basta de miedos. — Lo cogí de la corbata y lo atraje bruscamente hacía mi iniciando un beso salvaje de esos que nos gustaba tanto.

 

— ¿Ya te dije que hoy te ves extremadamente follable?  Me encanta cuando usas traje. — Murmuré sin separar mi boca de la suya y jugando con la bufanda que llevaba.

 

—A mí me encanta cuando vas desnudo... — Me contestó con una risita.

 

—Pues apurémonos y te daré el gusto.

 

 

Empezamos a caminar de nuevo. Sin soltarnos de las manos. Era la primera vez, en todo el tiempo que llevábamos juntos, que hacíamos eso. Y me sentía feliz. Liberado.

 

 

Estábamos cruzando una callejuela cuando escuchamos un grito ahogado. Nos detuvimos. Me fui a asomar con cuidado. Alex me detuvo.

 

—Puede ser peligroso… — Susurró. Puse un dedo sobre su boca silenciándolo. Caminé despacio con él siguiéndome sin soltarme.  No tuvimos que adentrarnos mucho para ver la escena. Un chico rubio tendido en el suelo era golpeado por un par de tipos mientras reían. Cuando escuché que uno decía mientras pateaba el cuerpo inerte “maldito maricón de mierda” mi sangre hirvió.

 

—Llama a la policía. — Susurré a Alex soltándome de su mano y caminando hacia ellos silenciosamente.

 

—Carlos… — Intentó detenerme pero ya estaba cuatro pasos delante.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Me quedé parado, estático. Carlos se había soltado bruscamente y se dirigía hacia aquellos tipos. Mierda. No lo iba a dejar solo. Salí tras él justo en el momento en el que Carlos se abalanzaba sobre uno de los tíos. Corrí en su dirección gritando que ya venía la policía. Uno de ellos comenzó a correr alejándose gritando un nombre que no llegué a entender, mientras que el otro estaba enfrascado en una pelea con Carlos, quien se negaba a soltarlo. Un gemido me hizo girar la vista hacia el muchacho tendido en el suelo. Se veía muy mal. Debe estar mal herido en algún lugar porque está sobre un charco de sangre. Me acerqué a él y sin moverlo le dije “todo estará bien.” No sé si me entendió. Abrió los ojos y me miró un segundo para volver a cerrarlos. Busqué de dónde provenía tanta sangre. Encontré que venía  de su abdomen. Me quité la bufanda y la hice una bola presionando sobre ese lugar con una mano. Saqué mi celular y llamé al 911. Les expliqué apresuradamente la situación y di el nombre completo de Carlos. Sus apellidos siempre abrían puertas. Ser hijo de dos personas reconocidas y con dinero ayudaba mucho. Terminé la llamada y guardé el móvil.  Volví a mirar al chico que estaba tendido frente a mí. Creo que apenas respiraba. Cogí su mano y se la apreté fuerte. Estaba helado. “Todo estará bien” repetí. Pero él no volvió a abrir los ojos.

 

 

Carlos y ese tipo seguían enredados sobre la acera. Ninguno cedía. Peleaban a puño limpio. No vi ninguna otra arma… felizmente. Tenía miedo que lo vaya a herir como hirió a este muchacho. Quería ir a ayudarlo pero no quería dejar solo a este chico. Me asustaba pensar que si lo soltaba se moriría. Como si tener su mano entre la mía fuera el nexo entre la vida y él.

 

 

Las sirenas empezaron a oírse a lo lejos. En ese momento vi que el tipo empujaba a Carlos y salía corriendo.

 

— ¡Hijo de puta!

 

— ¡Carlos, déjalo ya! — Grité al ver su intención de seguirlo. Se detuvo inmediatamente. Giró a verme y se acercó rápidamente. Estaba hecho un desastre. Sucio, el labio partido, las mejillas magulladas y un ojo medio cerrado. Sangraba de un lado de la ceja derecha. — ¿Estás bien? Te ha dado duro…

 

—No es nada. ¿Cómo está el chico? 

 

—Creo que se ha desmayado… Está perdiendo mucha sangre. — Le dije. Tomó la mano del muchacho que tenía entre la mía y palpó su pulso.

 

—Por lo menos está vivo. — Murmuró. — Malditos bastardos…

 

 

El sonido de las sirenas se escuchó más cerca. Carlos corrió hacia la avenida para avisarles que estábamos aquí. En cuestión de minutos ya teníamos a los policías interrogándonos y los paramédicos atendiendo al muchacho.

 

 

Lo subieron con mucho cuidado a la ambulancia y nosotros fuimos detrás en una patrulla. Carlos también necesitaba atención médica.

 

 

Llegamos al hospital. Rápidamente los paramédicos entraron empujando la camilla. Nosotros quisimos ir detrás pero uno de los policías nos detuvo. Nos dijo que estaba prohibido. Nos quedamos con él mientras nos hacía unas últimas preguntas. Antes de que el policía se fuera Carlos le preguntó el nombre del muchacho. Iván Sandoval, le respondió.

 

 

Después de eso, un médico joven se llevó a Carlos tras una cortina, lo revisó, curó sus golpes  y le puso un par de puntos en la herida de la ceja.  Le pusieron una inyección para el  dolor y la inflamación y le recetaron varios comprimidos. Al terminar nos quedamos sentados en la sala de espera. No queríamos movernos sin saber si ese chico estaba bien. Carlos estaba muy afectado. Habíamos escuchado decir a la policía que seguro era otro de esos ataques a homosexuales que últimamente se habían convertido en continuos. Eso  lo había puesto muy mal.

 

— ¿Estás seguro?... — Me preguntó de pronto casi en un susurro. Lo miré extrañado.

 

— ¿Seguro? ¿De qué?

 

—De decirle al mundo que somos… — Le tomé de la mano fuertemente antes de que siga hablando.

 

—Estoy seguro… ¿Tu no lo estás?

 

—No quiero que te pase nada…

 

—No pasará nada. No se puede vivir con miedo, Carlos. — Dio un gran suspiro.

 

—Tienes razón. Lo siento… Me dejé llevar por todo esto…

 

 

Sonreímos aun tomados de las manos y nos dimos un beso conciliador. Una señora que estaba frente a nosotros con unos papeles en la mano nos miró con cara de asco. En vez de preocuparnos por eso nos echamos a reír con ganas. La vimos alejarse murmurando no sé qué cosas. No me importaba lo más mínimo. 

 

 

Estuvimos horas esperando allí sentados. Carlos se había quedado dormido con la cabeza apoyada en mi hombro. Después de todo lo que había pasado y el golpe de adrenalina que lo tuvo de pie luego de la pelea, se había rendido. Una enfermera joven a la que le habíamos preguntado muchas veces por el chico que trajo la policía nos mantenía algo informados. Por ella supimos que lo estaban operando. Luego nos dijo que ya estaba en cuidados intensivos y que mejor nos vayamos a descansar y que volvamos por la tarde. Me negué amablemente. Le dije que estaríamos un rato más a ver si podíamos hablar con uno de los médicos que lo había tratado. Me sonrió comprensiva.

 

—Deberías llevar a tu novio a casa. Debe seguir adolorido y se ve agotado. — Dijo antes de despedirse  y adentrarse en una de las salas. Miré a mí alrededor. Las pocas personas que quedaban nos veían de reojo. Me divertía.

 

 

Un médico que entraba colocándose la bata se nos acercó. Moví a Carlos despertándolo justo antes de que llegara a nosotros y se presentara. Freddy Zúñiga uno de los doctores que atendió al chico… a Iván. Le preguntamos inmediatamente como estaba él y nos informó que aunque todavía no despertaba, se encontraba  estable y  en un rato iría a verlo. Nos dijo que le gustaría que le contáramos  como habían sido las cosas y que por favor lo acompañásemos a la cafetería para poder conversar con más tranquilidad. Aceptamos de inmediato. La verdad que un café nos caería muy bien. Estaba tan cansado que seguro en cualquier momento caería dormido.

 

 

Llegamos y nos sentamos en una de las mesas. El médico pidió 3 cafés. Carlos comenzó a relatarle como habían sucedido las cosas. Noté que el doctor se tensaba mientras el relato avanzaba. Sus manos agarraban fuertemente la taza y sus ojos se veían furiosos… ¿O será mi parecer? No, no creo. Hay algo más aquí. Lo sé.

 

—Te golpeó también por lo que veo. — Dijo señalando el rostro de Carlos.

 

—Sí, pero yo también le pegue sus buenas ostias. — Le contestó con una media sonrisa.

 

— ¿Los vistes bien?

 

—Algo… Sólo a uno… El otro corrió antes de que pudiera verle la cara.

 

— ¿Cómo era?

 

—Pues… Como de mi estatura… de piel clara, ojos oscuros, no negros si no… parecían azules o algo así… Creo que rubio... Llevaba un gorro de lana no vi bien. Le di la descripción a la policía. — El sonido del móvil del médico interrumpió la conversación. Se disculpó y contestó. Lo escuché decir “¿Dónde estás?”… “Espérame allí”… Antes de colgar y volver a vernos.

 

—Lo siento, tengo que irme. Les recomiendo que vayan a descansar un poco a casa y vuelvan más tarde. — Sacó una tarjetita y nos la entregó. — Allí están mis números, llámenme si tienen alguna duda. O avísenme cuando estén de regreso. Yo estaré al pendiente de Iván, no se preocupen. — Le dimos nuestros números también.

 

—Muchas gracias. — Se despidió Carlos estrechándole la mano.

 

—Oh no, gracias a ustedes. Si no fuera por ustedes quizá Iván no estaría aquí. Le han salvado la vida. — Me estrechó la mano a mí. — Nunca terminaré de agradecerles eso.

 

Lo vimos alejarse y pagar los cafés en la caja antes de desaparecer tras la puerta.

 

—Eso fue extraño… — Susurró Carlos.

 

—Si… Creo que él tiene historia con el chico…

 

—Joder, tú y tu radar gay… Ya te estás creando películas.

 

— ¿Quieres apostar? — Lo miré enarcando una ceja.

 

—Vale, apostemos. — Dijo soltando una risita.

 

—Si gano serás mi esclavo sexual por una semana completita y cumplirás todos mis deseos… Todos… — Dije con seguridad. — Y si tú ganas seré yo tu esclavo… ¿Vale?

 

—Vale.

 

 

Nos terminamos el café y salimos del hospital. Estábamos muertos de cansancio. Llegamos al hotel casi arrastrándonos. Entramos y nos tendimos en la cama. Sólo alcanzamos a quitarnos los abrigos y descalzarnos. No sé ni cómo nos cubrimos con una manta que había sobre el sofá. La debimos haber arrastrado con nosotros al pasar. Lo último que recuerdo antes de caer dormido es que busqué el calor de Carlos y enredé mis brazos en su cintura. Y sentir sus manos sobre las mías. Luego, oscuridad.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Ni bien llegué al hospital llamé al móvil de Freddy. Estaba desesperado. Quería ver a Iván. Me senté en la sala de espera moviéndome inquieto. No le había avisado a Javier que venía. No tuve ni cabeza ni tiempo. Jair no pudo acompañarme. Recién llegaría por la noche. Tenía que pedir permiso en su trabajo. Lo entendía. Me hizo prometerle que lo llamaría apenas tenga noticias.

 

 

Freddy apareció por una de las puertas y sin dejar de moverse me buscó con la mirada. Me paré inmediatamente al verlo. Nuestros ojos se encontraron y con paso firme se acercó.

 

— ¿Cómo está? — Le solté apenas lo tuve al lado.

 

—Voy a verlo en este momento. Tienes que esperarme aquí.

 

— ¿Por qué? ¡Quiero verlo!

 

—Shhh, no te alteres. Cálmate. — Me dijo tomándome de los hombros y obligándome a regresar a la silla. — Está en un lugar que no permite visitas.

 

— ¿Qué tiene?

 

—Lo hemos operado y necesita cuidados especiales y mucho reposo.

 

— ¿Operado? — Pregunté abriendo los ojos con sorpresa.

 

—Si… No quise decírtelo por teléfono.

 

— ¿Qué le pasó?

 

—Sufrió una agresión camino a su departamento luego del trabajo. Lo golpearon… Y también lo hirieron con una navaja…

 

—Dios… — Oculté la cara entré mis manos con desesperación. Sentía que las ganas de llorar de nuevo me ganarían.

 

—Él está estable… Espérame aquí, por favor.

 

—Si… — Dije con un hilo de voz.

 

 

Estaba aterrado. El miedo me desbordaba. No podía pensar siquiera en que Iván… No… La espera se me hacía interminable. Contaba los minutos. Empecé a caminar de un lado a otro. Una hora. Ya llevaba una hora esperando. Saqué el celular de mi bolsillo. Estaba a punto de marcar su número cuando lo vi entrar y caminar presuroso hacía mí.

 

— ¿Y?

 

—Está bien… Está tranquilo no te preocupes. Aun estará sedado por unas horas más… — El alma me regresó al cuerpo.

 

— ¿Por qué demoraste tanto?

 

—Revisé su herida y la curé. Va bien… ¿Sabe Javier que estás aquí?

 

—No. ¿Cuándo podré verlo?

 

—Cuando despierte. Ve a casa de tu hermano, deja tus cosas, descansa un poco y regresa por la noche.

 

—No me voy a ir.

 

—Quedarte aquí no ayuda. Necesito que estés descansado para cuando Iván despierte.

 

—Pero…

 

—Confía en mí, Gustavo.

 

—… ¿Tengo otra opción? — Pregunté en un suspiro.

 

—No. — Me dijo con una sonrisa conciliadora.

 

 

 

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Gustavo cogió sus cosas y abandonó el hospital. No sin antes decirme que volvería en unas horas. Aproveché también para ir a descansar un momento. No había pegado el ojo en 24 horas y mi cuerpo me estaba pasando la factura. Me sentía agotado. Mis emociones se estaban descontrolando. El miedo a perderlo se apoderaba de mí. No podía permitirlo.

 

 

Subí a la residencia médica, entré a una habitación, coloqué las alarmas de mi móvil para que sonara en 2 horas y me tendí en la cama. No tardé mucho en quedarme dormido.

 

 

Un pitido insistente me despertó. Cogí mi móvil. Miré la hora. Daban las 3 de la tarde. Mierda, ¿es que no sentí la alarma? Hace tres horas que debería estar con Iván. Busqué la causa de los pitidos. Mi localizador. Leí el mensaje y me levanté de inmediato colocándome la bata mientras salía de allí casi corriendo. El mensaje era Gabriel. “Le  hago una tomografía,  si sale todo bien voy a intentar despertarlo.”

 

 

Corrí por los pasillos rumbo a la sala de radiología. En el camino alguien me detuvo. Era Gustavo. Joder. Lo cogí del brazo y lo arrastré conmigo. “Ni una palabra” le dije.

 

 

Llegamos a la sala justo cuando metían a Iván para hacerle el examen. Gustavo llegó a verlo, aun conectado al respirador portátil, lleno de cables y vías.  Se quedó de pie con los ojos llenos de lágrimas. Lo abracé susurrándole “Todo estará bien.  Espérame aquí.”  Besé sus cabellos con cariño y entré. Ya estaban empezando el escaneado. Me paré junto a Gabriel. Él me miró y sonrió. Ese simple gesto me calmó muchísimo.

 

 

Sé que todo estará bien.

 

 

 

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Llegué casi a las 10 de la noche. Había tenido que terminar mi turno. Felizmente logré que me dieran libres los 3 días siguientes, aunque luego tendría que reponerlos. No me importaba hacerlo. Todo valía la pena con tal de poder venir a ver a Iván. Estaba muy preocupado por él.  Aunque Gus me llamó para contarme todo lo que le había dicho Freddy. Igual, no iba a estar tranquilo hasta verlo.

 

 

El taxi que tomé en la estación del bus me dejó en la puerta del hospital. Ya le había mandado un mensaje a Gustavo diciéndole que estaba  en la puerta de emergencias. Entré mirando a todos lados con la mochila a cuestas. Era pequeña ya que solo llevaba un par de mudas en ella. No lograba ver a Gus.

 

 

Saqué nuevamente el móvil para marcarle esta vez. Después de varios timbrazos me mandó al buzón. Qué extraño. Volví a intentarlo. Lo mismo. Joder. Mandé un nuevo mensaje diciéndole que lo estaba esperando. Dando una última mirada a mí alrededor me senté en una silla junto a la puerta de entrada. Con el móvil entre mis manos por si llamaba o recibía respuesta a mis mensajes.

 

 

Pasaban los minutos y cada vez me sentía más inquieto. ¿Dónde mierda se había metido Gustavo? Sabía que venía. Sabía que estaba aquí. Cerré los ojos y eche la cabeza para atrás tratando de tranquilizarme. Debe tener un buen motivo. Tengo que dejar de pensar en estupideces.

 

— ¿Jair? — Abro los ojos con rapidez al escuchar mi nombre. Enfoco la mirada en la persona que tengo delante de mí. Esa voz... Ese rostro… Mi cuerpo se tensa. Mi respiración se acelera. — Eres tú… Jair… — Trato de moverme, abro la boca y sólo logró gesticular una palabra.

 

— ¿Carlos?…

 

 

 

Notas finales:

Vamos poniendo mas piezas al rompecabezas. Ya va quedando :)

Para quien no se acuerda, Alex y Carlos son del inicio de la historia maso del cap 8 al 11

Para quien no lo sepa swinger es el intercambio de parejas.

La canción de Hozier se llama Take Me To Church 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s 


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