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Erase una vez... mi historia por Killary

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En la primera página de nuestra historia

El futuro parecía tan brillante

Pero entonces esto se volvió tan malo

No sé por qué aún estoy tan sorprendido

Incluso los ángeles tienen sus planes malvados

Y tú llevas eso a nuevos extremos

Pero siempre serás mi héroe

Incluso si has perdido la cabeza

¿Sólo te quedarás allí parado y me verás arder?

Bueno, eso está bien porque me gusta la forma en que duele

¿Sólo te quedaras parado allí y me oirás llorar?

Bueno está bien, porque amo como mientes

Amo la manera en que mientes

(Love The Way You Lie – Skylar Grey)

 

 

 

44.  Mein Engel

 

 

 

Abrí la puerta y me quedé en una pieza. Frente a mí estaba Sandra con esa miradita de superioridad que tanto me fastidiaba.

 

—Vaya, vaya. Un puto marica jugando a la casita… ¿Todavía no se cansa de ti?

 

—Oh, la zorra que postula a madre de año. ¿Todavía crees que te funciona el teatrito?

 

 

Parecíamos dos  fieras a punto de saltarnos encima para despedazarnos. Y quizá lo hubiéramos hecho… Si no fuera porque una pequeña y hermosa personita llegó en ese momento…

 

—Mamiiiiiii — Gritó saltando a sus brazos.

 

—Mi ángel… — Respondió agachándose un poco y abrazándola. Sin quitarme la mirada de encima.  Se me revolvió el estómago de la rabia al ver la escena. Era increíble como esa mujer podía ser tan cínica…

 

 

Sabía que Kiara se iría hoy pero pensé que Freddy la llevaría. Me llevé una desagradable sorpresa al encontrarme a esa arpía cara a cara. No soportaba la manera déspota en que me trataba. Discutir por teléfono se había hecho costumbre. Cada vez que llamaba y tenía la mala suerte de contestar, empezábamos a discutir. Frases hirientes, insultos mordaces, amenazas… Todo valía. Pero ahora ella tenía las de ganar. No podía perder la compostura delante de la pequeña y lo sabía. Lo tomó a su favor y empezó con sus ataques sarcásticos. Me mordí la lengua.  

 

 

Inesperadamente tuve una gran victoria, cuando Kiara se alejó de ella y saltó a mis  brazos llenándome de besos y diciéndome lo mucho que me quería. La cara que puso esa odiosa mujer fue de fotografía.  La miré con una gran sonrisa. Ella solo atinó a separar bruscamente a la pequeña y llevársela. En ese instante tuve ganas de agarrar a esa tipa por los cabellos y estrellarla contra el suelo. Pero la inocente sonrisa de la niña y el beso volado que me envió hicieron que me controlara. Me despedí mandándole besos volados también… Regocijándome de la cara furiosa de Sandra.

 

 

Entré al departamento y me dirigí al cuarto que había ocupado la pequeña por 3 meses. Lo habíamos decorado a su gusto. Ahora todo era rosa. Había peluches de animales por todos lados y algunas muñecas. Una mesa con sillitas y su juego de té sobre ella. Un pequeño escritorio lleno de dibujos.  Su cama con un edredón de princesas y sus cojines y almohadones regados por todos lados. Dios, como extrañaría a esta niña.

 

 

Me acerqué a su escritorio y empecé a ordenar sus dibujos.  Me senté en la pequeña silla, mirando los papeles llenos de colores. Recordaba cada uno. Allí estaba Freddy, ella y yo. Nos dibujaba a los 3 como familia. Su primer dibujo aún decoraba la nevera.

 

 

Me acuerdo que cuando era niño yo también dibujaba mucho. A mi madre le gustaba mucho que la dibujase… Mi madre…

 

 

 

>> Bianca. Su voz aún resuena en mí. Siempre me cantaba. Por ella aprendí a cantar y amar la música. Siempre estábamos juntos. De la escuela iba directo al lugar en el que trabajaba. Un lugar lleno de mujeres a las que llamaba tías, que se la pasaban riendo, bromeando y ayudándome con los deberes. Siempre permanecía en una gran habitación y me tenían prohibido salir de allí. La verdad nunca estuve interesado en explorar más allá de esas paredes. Nunca me faltaba compañía y  me mantenían ocupado, bien sea dibujando, estudiando o simplemente ayudándolas a arreglarse. Siempre estaban vestidas con llamativas ropas, maquilladas y perfumadas. Mitzy, una de mis tías, jugaba mucho conmigo. Decía que era como un muñeco, su preferido. Alababa mi piel, mis ojos, mi cabello… A veces me hacía peinados raros aprovechando que lo llevaba un poco largo y me pintaba como una muñeca. Nunca me molestó, al contrario, la primera vez que me vi a un espejo así quedé fascinado. Por supuesto que a mi madre no le gustó nada. La retaba mucho y le decía que no me haga eso, que yo era su hombrecito.

 

 

Nunca fui muy sociable y no tenía amigos. No me llevaba bien con los niños de la escuela y prefería aislarme de todos. Me limitaba a estudiar y los recesos pasármela en la biblioteca leyendo. Tenía un carácter tímido y ser bajo de estatura con rasgos tan delicados heredados íntegramente de mi madre no ayudaba mucho. Me la pasaba soportando insultos y burlas que a veces no entendía.

 

 

Luego aprendí, gracias a la crueldad de mis compañeros en la escuela, que aquel lugar en el que mi madre trabajaba era un burdel. Y también se encargaron de dejarme muy claro lo que significaba. Ella era  prostituta de un lugar llamado Paradise.

 

 

Allí conoció a mi padre. Lo veía muy poco. Nos visitaba unas 2 veces al año. Y siempre por un par de semanas. Nunca tuve una buena relación con él. Siempre que venía se la pasaba encerrado con mi madre en su habitación del pequeño departamento que teníamos. Al llegar lo saludaba y al irse me despedía. En el medio de eso me dejaba un poco de dinero para mis gastos según me decía. Ese era todo. No sé qué pretendía dándole dinero a un niño de 7 años. Yo necesitaba su compañía, su atención. Nunca se sentó a conversar conmigo y preguntarme como me iba, que hacía o mis sueños o deseos. Nunca me mostró un poco de cariño. El gran Sergio Sandoval era frío como un témpano de hielo.  ¿Qué le vio mi madre a un tipo como ese? Cuando le hacía esa pregunta me respondía que era el amor de su vida. Que nos sacaría de allí y nos daría la vida que nos merecíamos.

 

 

Cuando ella enfermó, perdió el trabajo. Si no fuera por la ayuda que recibíamos de mis tías no sé qué hubiera pasado con nosotros. Mi padre ahora cada vez que venía, discutía. No los entendía bien porque cuando lo hacían usaban el español. Aunque mi madre me había enseñado un poco, no era suficiente para poder saber qué es lo que gritaban. No me quedé conforme. A partir de ese día empecé a estudiar con  empeño el español. Así poco a poco fui entendiendo más y más. A darme cuenta de que era por mí causa que discutieran. Ella le exigía que se haga cargo de mí, de mi educación y mi futuro. ¿Por qué? Yo no iba a ir a ningún lado. Me quedaría con mi madre para siempre. O eso pensaba.

 

 

Bianca se fue una navidad en la que nevaba mucho. Simplemente se quedó dormida y nunca despertó. Por más que la moví y la llamé. Por más que lloré y grité. Ella no volvió a abrir los ojos.  El frío era espantoso. Gracias a la caridad de las chicas pudimos enterrarla. Me prometieron que no me dejarían solo. Que velarían por mí. Que no me preocupase por nada. Pero sabía que a la larga era mentira. Cada una tenía su vida. Y yo estaba solo ahora. Tenía 10 años.

 

 

Al par de meses, mi padre  apareció. Me dijo que me iría a vivir con él. Enmudecí de la impresión. Me sacó de allí sin permitirme llevar nada conmigo. Cuando le supliqué que me dejara si quiera llevarme las fotos de mi madre, me abofeteó. El primer golpe que recibí de aquella persona que se suponía era mi padre. “Pórtate como un hombre.” Me dijo con rabia al verme llorar, jalándome del brazo y haciendo que abandoné el único hogar que conocía. Todos los recuerdos de mi madre se quedaron allí. Toda mi vida.

 

 

No volví a abrir la boca. Durante el viaje ni lo miré. A él no pareció interesarle en lo más mínimo. Estaba más interesado en leer una revista y coquetearle a la azafata que nos atendía.

 

 

Me llevó a una casa grande. La más grande que había visto en mi vida. Más grande que el Paradise. Estaba rodeada de un hermoso jardín lleno de flores y árboles. Una elegante mujer salió a recibirnos. La mueca de disgusto que puso al verme me dejó claro que no le agradaba mi presencia. Los escuché discutir. Bastardo escuché gritar a la mujer. Sabía que significaba. Y supe por su expresión que así me llamaría ella de ahora en adelante.

 

 

Aquella mujer era la esposa de mi padre. Mi madre solo había sido una aventura. Y yo el producto de eso.

 

 

Dominic era el hijo legítimo de ellos. Tenía 20 años cuando lo conocí. Aunque me miró raro al comienzo, fue la única persona que no me trató mal. Que fue amable. Que me habló en mi idioma natal. Poco a poco fui abriéndome con él. Se convirtió en el único en quien  pude confiar. Me ayudaba en los estudios, con el idioma que aunque entendía aun no sabía pronunciarlo correctamente. Con paciencia me enseñaba. A pesar de estar en la universidad siempre se daba un tiempo para estar conmigo. Su madre me odiaba y él muchas veces me defendió. Lo miraba con admiración y comencé a quererlo como a un hermano.

 

 

Mi padre nunca perdía oportunidad de golpearme. Por cualquier cosa. Hasta mi respirar le molestaba. Un día me dio una paliza sólo porque le respondí en alemán. Me dejó en mi habitación, adolorido y llorando. Dominic llegó de la universidad y como muchos días me buscó y al no encontrarme en la sala o la biblioteca, fue hasta mi habitación.  Me halló hecho un ovillo sobre la cama. Me consoló y curó mis heridas. “No llores Mika, él no merece tus lágrimas.” Recuerdo que me susurraba abrazándome y llenándome de caricias. "Un ángel como tú no debe llorar... mein engel..." 

 

 

Cuando cumplí 13 años las cosas cambiaron. Iba al instituto y allí conocí a un muchacho, Alberto. Nos hicimos grandes amigos. El primer amigo de mi vida. Un día me invitó a su casa a hacer los deberes. Acepté. La pasamos muy bien. Conocí a su familia. Comí con ellos. Sentí la calidez de un verdadero hogar. Al despedirnos noté que Alberto se comportaba raro. ¿Habría hecho algo malo? No tuve tiempo de seguir pensando en eso. Su aliento cálido sobre mi rostro me agarró desprevenido. Me besó. Suave, rápido, tímido. Me quedé con la boca abierta de la impresión.

 

“Me gustas Mikael.”  

 

“Pero somos chicos…”

 

“¿Y? Eso no me importa… ¿No te gustó?...” No supe que contestarle… Claro que me gustó… Solo me acerqué sorprendiéndolo con un beso. Así como él lo había hecho. Salí corriendo de allí, sonrojado hasta las orejas. Oí su risa mientras me alejaba. Me sentía eufórico.

 

 

Regresé a casa entrada la noche. Con la sonrisa de bobo aún en el rostro y mi corazón latiendo a mil. Entré cuidando que no me vieran porque aunque  no le interesaba a nadie lo que me pasase, si me encontraba con mi padre seguro recibía otra paliza por la hora en que llegaba. La casa estaba vacía y en silencio. No era raro, era viernes seguro que habían salido a alguno de sus compromisos. Y las personas que trabajaban aquí aprovechaban esos días para salir también. En momentos como estos me gustaba explorar. Pero hoy estaba con la cabeza en otra parte. Sólo podía pensar en el beso.

 

 

Apenas entré a mi habitación me encontré con Dominic. Me alegré al verlo. Hacía varios días que no pasábamos tiempo juntos. Corrí a abrazarlo. “¿Dónde te habías metido, Dom?” Le pregunté con una sonrisa. Pero inmediatamente sentí algo diferente. Olía a alcohol. Conocía perfectamente ese aroma, se lo había sentido muchas veces a mi padre los días en que me trataba con más crueldad. No me gustaba. Me alejé inmediatamente mirándolo con reprobación. “¿Por qué has bebido? Sabes que no me gusta…”

 

“¿Dónde estabas Mika? O mejor, ¿con quién estabas?”  Se acercó a mí golpeándome con su aliento. Giré el rostro con una mueca de asco. Me tomó fuertemente del mentón haciendo que lo miré nuevamente. “¿Qué pasa? ¿Ahora te doy asco, mein engel?”  Preguntó arrastrando esta última palabra.

 

“Suéltame, me lastimas… ¿Qué te pasa?” Dije tratando de zafarme. Sólo conseguí que su agarré se haga más fuerte. Solté un gemido de dolor. “Por favor Dom…”

 

“Yo que te doy todo y tú que te largas a moverle el culo al primero que te sonríe…”

 

“¿De qué hablas? ¡Sólo estaba con un amigo de la escuela! Yo no…” No pude terminar la frase. Su mano estrellándose en mi mejilla hizo que cayera al suelo de golpe. Abrí los ojos horrorizado mientras me tocaba el rostro. No podía ser cierto. Dom no podía haberme golpeado…

 

“… ¿Dominic?”

 

“Te he tratado con cariño. Te he cuidado todo este tiempo. Estaba dispuesto a esperarte…” Lo vi cerrar la puerta con pestillo. Acercarse hasta donde estaba. “Pensé que eras diferente… Pero eres igual que los demás, sólo una puta… Igual a tu madre…”  No sé de donde saqué fuerzas al escucharlo insultar a mi madre. Me le abalancé con odio y el puño en alto.

 

“¡No hables así de mi madre, maldito!” Grité tratando de golpearlo. Me esquivó con facilidad y antes de poder huir volvió a golpearme con más fuerza. Volví a caer al piso. Las gotas de sangre comenzaron a caer sobre mi ropa. Me había roto el labio.

 

“¿Maldito? ¿Ahora soy maldito? ¿Ya no soy tu querido Dom?” Dijo riendo y colocándose a mi altura. Sentí terror.  Había empezado a temblar y tenía los ojos en el suelo. No quería verlo. No podía verlo. “Mírame.”  Me tomo de los cabellos e hizo que levante la vista.

 

“Por favor Dominic… Déjame… Me duele…”

 

“No, mein engel, no… Se acabó… No más cuidado, no más consideración, no más espera…”  Me jaló hasta su altura en un movimiento brusco y empezó a… besarme. Su boca se pegó a la mía con fuerza. Apreté los labios al sentir su lengua. “Abre la boca” dijo. No le hice caso. Me dio un tirón de los cabellos y sin querer solté un quejido relajando un poco los labios, lo cual aprovechó para meterla en mi boca. Su lengua en mi boca, moviéndose. Me sentí asqueado. Sus manos empezaron a pasearse descaradamente por mi cuerpo. Trataba de quitarme la ropa… No…

 

“¡Déjame! ¡Suéltame! ¡Dominic!”  Empecé a gritar empujándolo, tratando de separarlo de mí. “Por favor… Por favor… Hermano…”

 

“No soy tu hermano, bastardo.”  Escupió con… ¿odio? ¿Dominic me odiaba? No podía ser cierto. Esto es una pesadilla. Quiero despertar…

 

“¡NO! ¡NO! ¡NO!”  Comencé a gritar sin control. Con todas mis fuerzas. No, porque no podía creer lo que me hacía. No, porque no podía creer en sus palabras. No, porque no podía ser este mi hermano…mi Dominic…

 

“Cállate maldita sea.”  Un nuevo golpe me dejó aturdido. Seguí luchando… Otro golpe más y mis fuerzas disminuyeron… Seguí gritando… Otro golpe y casi me dejó inconsciente… Pero no tuve tanta suerte.

 

 

Mi cuerpo dejó de obedecerme. Mi garganta se secó. Solo las lágrimas no se iban. Solo mis sollozos. Con manos torpes y movimientos rudos empezó a quitarme la ropa. Cada toqué de sus manos quebraba mi alma. Sus besos eran como dagas que me iban destrozando por dentro.

 

 

Cuando sentí algo duro entre mis nalgas hice un último esfuerzo por liberarme. Su cuerpo me aprisionaba y casi no podía moverme. Un grito ahogado logró salir de mi boca cuando lo sentí  introducirse en mi recto. Dominic. Era el pene de Dominic... Mi hermano…

 

“Duele… Para por favor… Dom…” Mis sollozos roncos y suplicantes no lograban ninguna reacción en él.  Sólo ocasionaban que se mueva más frenéticamente. Apreté tanto las manos que sentí como mis uñas se clavaban en mis palmas. Gemidos dolorosos se escapaban.

 

“Mika… Mika…” Susurraba en mi oído. “Eres mío Mika, mío…”  Sólo podía pensar que se detenga, Dios por favor que se detenga… Pero me di cuenta que no lo haría. No había nadie que me ayude. No le importaba a nadie. Ni a Dios… Debí haber muerto con mi madre…

 

 

Escuché un gemido ronco y por fin dejó de moverse. Supe que había terminado. Se separó de mí con la misma brusquedad con la que me había tratado. Un líquido caliente se escurría entre mis piernas. Intenté moverme pero no podía. Me dolía todo el cuerpo. Me dolía toda el alma.

 

 

Dominic desapareció dentro del baño. Traté de esconderme, encogiéndome sobre la cama. Aun mis sollozos seguían. Mis lágrimas no cesaban. No entendía por qué me había hecho esto. Él era mi hermano, él dijo mil veces que me quería… Bastardo… Me había dicho bastardo… Mis sollozos aumentaron. Entonces ¿nunca me quiso? ¿Me mintió todo este tiempo? ¿Por qué? ¿Por qué?...

 

 

Unos brazos me levantaron. Era Dom… Me aterré… Otra vez no, por favor… Ya no…

 

 

Me condujo hasta el baño. Había llenado la bañera y me introdujo en ella. El agua tibia me envolvió. Con cuidado me limpió. Con movimientos suaves. Me daba pequeños besos en la cabeza, en la frente, los ojos, las mejillas… Besó cada golpe, cada marca… Lamió mis lágrimas…

 

“Tranquilo mein engel, tranquilo…” Empezó a susurrar. “Te quiero tanto mi pequeño Mika, te quiero tanto…”

 

 

Mi cuerpo comenzó a sentirse ligero. Mis ojos pesaban. No quería dormirme, tenía miedo de lo que me pudiera hacer… Pero estaba tan cansado, tan adolorido, tan roto… Que simplemente me dejé llevar…

 

 

Al despertar estaba en la cama. Lo primero que vi fue su rostro. Estaba aún a mi lado. Me acariciaba la espalda suavemente. No pude evitar empezar a sollozar nuevamente al recordar todo.

 

“Shhh… Ya no llores Mika… Sabes que te quiero…”

 

“¿Por qué me hiciste eso?”  Pregunté hipando en medio del llanto.

 

“Te quiero, mein engel, mucho… No tienes idea cuanto…”

 

“Me has hecho daño…”

 

“Siento haber sido brusco contigo… No volverá a pasar. Prometo tratarte con suavidad de ahora en adelante…” Dijo abrazándome.

 

“No me hagas… No hagas eso de nuevo…”

 

“Mein engel... Te quiero mucho… Sabes que soy el único que realmente te quiere… Sólo me tienes a mí, y yo te tengo a ti… Demuéstrame que me quieres Mika…” Dijo besándome. Y aunque las lágrimas seguían bañando mi rostro, me dejé hacer. No protesté ni me alejé.  Eso lo hizo sonreír complacido.

 

 

Mi vida cambió desde ese instante. Dominic volvió a hacer aquello luego de una semana. Y luego de un par de días, otra vez más. Y otra. Hasta que poco a poco se hizo costumbre en mí.  Me dijo tantas veces que me quería que lo empecé a creer nuevamente. Y empecé a asociar esa brusquedad suya con amor.

 

 

En el instituto me volví a aislar. Como cuando era pequeño.  Hasta me alejé de Alberto. Por más que me insistió en que le dijera que era lo que había pasado. Qué había hecho mal. Al final opté por la mentira. Usé de excusa a mi padre. Que me mataría si se enterase de que estaba con un chico. Que por favor entienda. Al final me quedé solo. Se alejó, y al mes lo vi de lejos conversar demasiado amigable con un chico un año menor que nosotros. Sonreí tristemente. Dominic tenía razón. Él era la única persona que realmente me quería.

 

 

Una noche, mientras me acariciaba el cabello y yo reposaba la cabeza en su pecho escuchando los latidos serenos de su corazón me dijo “¿Me quieres?”

 

“Claro que te quiero.”

 

“¿Harías cualquier cosa por mí?”  Levanté la cabeza y lo miré fijamente a los ambarinos ojos.

 

“¿Cómo cualquier cosa?”

 

“Mika, le debo una fuerte suma de dinero a un tipo…”

 

“Sabes que no tengo nada Dom…”

 

“… Y dijo que me perdonaría la deuda si sólo… Si aceptas pasar una noche con él…” Me alejé de un salto.

 

“¡¿Estás loco?! Cómo me puedes pedir algo así…”

 

“Vamos, sólo será una vez… Por mi…”

 

“Dominic… no puedo…”

 

“No eres capaz de ayudarme y así dices que me quieres.” Dijo molesto, levantándose de la cama y empezando a vestirse.

 

“Dominic…”

 

“Déjalo… Ya encontraré a alguien que me quiera de verdad…” No… No quería que se vaya… No quería que me deje… Era la única persona que se preocupaba por mí… La única…

 

“Lo haré…” Susurré bajito cuando lo vi tomar el pomo de la puerta dispuesto a salir. Dominic regresó a mi lado y me envolvió con sus brazos.

 

“No llores Mika… Mein engel… Yo te cuidaré siempre… Nunca te dejaré, nunca…”

 

 

Dos noches después Dominic me llevó al lado de un hombre algo mayor que él. Los había visto alguna vez juntos en la casa.  Mis manos temblaban y hacía un esfuerzo para no llorar. Se lo había prometido. Antes de irme, Dom me jaló a un lado y metió dentro de mi boca una pequeña pastilla. “Te ayudará a relajarte” dijo.

 

 

El tipo me llevó a un departamento a las afueras de la ciudad. Para cuando llegamos me sentía demasiado mareado. Dejé que hiciese lo que quisiese conmigo. Estaba como flotando. Y mi cuerpo respondía demasiado bien a las caricias de aquel desconocido. Aunque mi mente se negara.

 

 

No fue sólo una vez como prometió Dominic. A las semanas me volvió a pedir lo mismo con otra excusa. Y luego otra. Siempre me daba aquella pastillita de colores. Adormecía mis sentidos agradablemente. No sé con cuantos iba acostándome ya. Había perdido la cuenta.

 

 

Muchas veces mi hermano se quedaba viendo cómo me follaban. Se sentaba en una silla en algún rincón oscuro, con un cigarrillo, en silencio. Mirando.  Era enfermizo. Aunque terminé acostumbrándome también a ese lado mórbido. Empecé a moverme y gemir para él. Para que sintiera a través de mí.

 

 

Dominic empezó a comprarme cosas. Mucha ropa ceñida que le gustaba que usara cuando salíamos a casa de sus amigos. Un móvil de última generación donde el único contacto era él. Una tv plasma, una consola, un IPod… Todo lo que yo pedía me lo daba. Todo. A cambio yo solo debía aceptar y hacer lo que él me decía…

 

 

Hasta que conocí a Renzo un día en que Dominic me llevó a la casa de uno de sus amigos. Era el hermano menor. Un chico de unos 17 años. Mientras Dom y su amigo se iban a hablar de no sé qué negocios, este muchacho se acercó ofreciéndome un cigarrillo.  Yo no fumaba, jamás lo había hecho. Pero en ese instante tuve muchas ganas, así que acepté. Casi me ahogo con el humo. Renzo comenzó a doblarse de risa viéndome. Tenía una risa contagiante. Sin darme cuenta empecé a mirarlo con interés.  Con ganas.

 

 

Comencé a salir con él a escondidas. Sabía que si Dominic se enteraba, me castigaría. Y posiblemente en el fondo, buscaba eso. Porque luego de que Dom me golpeara y follara bruscamente, me llenaba de caricias, de regalos y de palabras bonitas. Y eso me gustaba. Que me diga lo mucho que me amaba.

 

 

Renzo fue diferente a todo lo que había conocido. Yo lo elegí, nadie me obligaba a estar con él. Nadie me daría algo a cambio.  Era mi decisión.  

 

 

Me llevó a un parque de diversiones por primera vez. Fue increíble. También me llevó a mi primera fiesta, aprovechando que mi hermano estaba de viaje. Lo recuerdo perfectamente. Bebí y fumé no sé qué cosas que me pusieron eufórico.  Terminamos teniendo sexo en el piso de un baño. Muriéndonos de la risa. 

 

 

Mi primer piercing me lo hice con Renzo. Un pequeño aro en el labio. Me sentía jodidamente sexy con ese pedacito de metal.  Para celebrar la ocasión me llevó a una de esas fiestas llenas de alcohol y drogas de las que éramos ya asiduos.

 

 

A Dominic no le gustó nada lo que había hecho. “¿Que mierda tienes en la boca?” Me preguntó de mala gana, tomándome del mentón y girándome el rosto para ver mejor.

 

“Un piercing… A que me veo súper follable, ¿eh?... ¿No te gusta?” Dije poniendo cara de inocente y haciendo un puchero. Aunque me reía de lo lindo por dentro.

 

“No. Sácate esa mierda.” Respondió empujando mi rostro a un lado.

 

“Déjame cambiar tu opinión…” Dije poniéndome de rodillas frente a él y bajando su cremallera sin apartar mis ojos de los suyos.  “Te haré la mamada de tu vida…”

 

Para cuando terminé, las cosas estaban claras. Nunca me quitaría este piercing.

 

 

Un día que volvía tarde del instituto, encontré a Dominic junto a mi padre y su madre en la sala. Con ellos se hallaba una joven mujer. Fruncí en ceño cuando noté lo cerca que estaba sentada de mi hermano. Demasiado cerca…

 

 

Pasé de largo murmurando un “buenas noches” de mala gana. Antes de llegar a las escaleras la voz de mi padre me hizo detenerme.

 

“Mikael ven aquí.” Me moví rápidamente acatando su orden. Le tenía tanto miedo a mi padre que su sola voz me producía escalofríos. “Laura, este es mi hijo menor.” Dijo mirando a la mujer. “Mikael, conoce a la prometida de tu hermano.” Me quedé allí parado en medio de ellos sin saber que decir. Prometida… Prometida… La palabra resonaba en mi mente. ¿Dominic se iba a casar?... “¡Mikael!” La voz autoritaria de mi padre hizo que de un brinco. Inmediatamente mis sentidos regresaron.

 

“Mucho gusto.” Logré balbucear, extendiendo la mano en forma de saludo el cual ella correspondió.

 

“El gusto es mío, Mikael.” Respondió la mujer con una amable voz. Me quedé parado allí sin saber qué hacer. Quería irme.  Miré de reojo a Dominic. No me quitaba la vista de encima. Me sentí aún más nervioso.

 

“Puedes ir a tu habitación Mikael. Ya hablaremos luego.” Temblé al escucharlo. Ya sabía que significaba el hablaremos luego.

 

“Gracias padre. Permiso.”  Salí corriendo de allí, como alma que lleva el diablo. Dominic se iba a casar… Se iba a casar… Se iba a ir… Me dejaría solo aquí… El aire me faltaba. La habitación se hizo pequeña… Necesitaba salir de aquí.

 

 

Cogí mi chaqueta y salí de mi pieza con cuidado de no hacer ruido. Me dirigí al fondo, a la escalera de servicio. Me escabullí cuidando de que nadie me vea. Todos estaban ocupados terminando la cena. Pude llegar a la puerta de la gran cocina que estaba abierta para suerte mía y salí corriendo.

 

 

Llamé a Renzo y le pedí vernos donde siempre. Apenas llegó me lancé a besarlo, cogiéndolo de la nuca con necesidad.

 

“Hey, hey, Mika, para un poco… ¿Qué pasa? ¿Empezaste sin mí?” Preguntó riendo.

 

“No… Sólo quiero… Fóllame… Por favor…” Le supliqué logrando que riera con ganas. Me jaló de la mano a un callejón que había al otro lado de la calle. Me puso de espaldas a él, mientras se pegaba a mí frotando su polla en mi culo. “No tengas cuidado…” Susurré en medio de mi excitación.  Eso fue como un detonante. Me bajó los pantalones junto con la ropa interior de un tiro. Ensalivó  tres de sus dedos y me introdujo uno sin delicadeza. Gemí de placer al sentir el dolor. No tardó mucho en tener los tres dedos dentro de mí moviéndolos con desesperación. Los retiró de pronto y antes de que pudiera si quiera quejarme, sentí su miembro enfundado entrar en mi de un solo movimiento. Me olvidé de todo. Solo estábamos Renzo y yo. Su cuerpo y el mío. Sus gemidos y los míos. Mis manos se apoyaban en la pared de cemento, evitando que me golpeara contra ella en medio del vaivén.

 

“Muérdeme…” Detuvo sus movimientos al escucharme.

 

“No… Si tu hermano se entera…”

 

“Márcame Renzo… Quiero que sepa que soy tuyo… Sólo tuyo…” No me importaba ya. Dominic se iba a casar. Me abandonaba. Pero antes me encargaría que se entere que no era más suyo. Que había elegido a otro. Quería que sintiera siquiera un poco del dolor que sentí al saberlo de otra persona.

 

“Mierda Mika…” Gruñó volviendo a moverse con furia mientras clavaba sus dientes en mi hombro.  Tuve el mejor orgasmo de toda mi vida. Un grandioso orgasmo.

 

 

Esa noche me hice 3 piercings más. En las orejas y la ceja. Ya no me interesaba nada.

 

 

Llegué a casa y me metí como un ladrón. Llegué a mi habitación. Cuando entré, tuve la esperanza de encontrar allí a Dominic. Pero no estaba. Seguro se había ido con su prometida. Que se joda. Me saqué la ropa y me metí en la cama. El sueño me llegó al instante.

 

 

Me sentí arrastrado de los cabellos y me desperté dando un grito. Dominic me había tirado al suelo. Estaba frente a mi hecho una fiera.

 

“¿Qué mierda te pasa?” Pregunté alejándome de él.

 

“¡¿Quién te tocó?! ¡¿Con quién mierda te has acostado pedazo de puta?!” Gritó señalando mi hombro. Me toqué inconscientemente cubriendo la mordida de Renzo.

 

“Ja… No sé qué tanto gritas… Tú que me haces follar con medio mundo… ¿Qué más te da una follada más o una menos?”

 

“¿Eso piensas?...”  No vi venir el golpe. No vi venir ninguno de los golpes. Cuando reaccioné, estaba tirado a un lado de la cama tratando de protegerme con las manos. No sé cuánto tiempo pasó hasta que perdí la conciencia.

 

 

Desperté en la sala de un hospital. Mareado y adolorido. Con Dominic al lado. Les había dicho que me habían asaltado. Que un conocido me encontró tirado en la calle y le dio aviso. No lo negué. Me quedé callado ante cada pregunta.

 

 

Sólo me tuvieron una noche en ese lugar. Al día siguiente ya estaba en casa. Dom le contó la misma historia a mi padre. No le hizo mucha gracia todo eso. Posiblemente me hubiera dado una paliza si no estuviera ya demasiado golpeado.

 

 

Los “te quiero” y las caricias amables regresaron esa misma noche. Dom se la pasó haciéndome mimos y prometiéndome que estaría conmigo siempre. Que sólo se casaba porque nuestro padre así lo había dispuesto. Que no podía negarse. Pero que jamás me dejaría. Que siempre estaría a mi lado.  Y volví a creerle.

 

 

A la semana de cumplir los 15 años, Dominic se casó. Tuve que ir. Mi padre me obligó a ir. Estuve sentado en primera fila viendo como se daban el sí. Maldije a esa mujer que pretendía llevarse a mi hermano. Pero él me había prometido que permanecería siempre a mi lado…

 

 

Ese mismo día, Dom y su ahora esposa viajaron. Mi padre le encargó el manejo de una de sus sucursales. Se iba a vivir al extranjero…  Corrí a mi habitación desesperado. No podía. No. Me lo había prometido… ¡Me lo había prometido! Cuando entró a despedirse de mí lo insulté como nunca. Lo golpeé como pude con todo el odio que sentía en ese momento. Lo maldije. Le escupí… Él explotó y me jaló del brazo hasta el baño, encerrándonos. Me dio un golpe y volvió a follarme. Rápido, brusco, sin contemplaciones… Como siempre. “Volveré por ti, mein engel” dijo antes de salir por la puerta. Dejándome tirado en el suelo bañado en lágrimas. Pero esta vez no le creí.

 

 

Mi vida se volvió un torbellino. Entré fiestas, drogas, alcohol y los golpes de mi padre. Empecé a follar con cualquiera para conseguir lo que quería. Generalmente dinero para comprarme lo que necesitaba. Y para intoxicarme hasta olvidar mí nombre.

 

 

Y un día así me encontró mi padre. Tirado en el piso de mi cuarto con una sobredosis. Me llevó al hospital y por poco ni la cuento. Pero gracias a eso tuve mi primer ingreso al área de salud mental de aquel lugar. Dijeron que había sido un intento de suicidio. Ja. Al final no estuvo tan mal. Conocí un montón de personas. Y me follé otras tantas. Los celadores eran unos pervertidos. Sólo tenía que mamársela a alguno para que me dieran cigarrillos o aumentaran un poco mi dosis de medicamentos.  Conseguir lo que deseaba era tan fácil.

 

 

Al salir, mi padre me encerró en su despacho y me dio por primera vez un sermón. Que las empresas serían de sus hijos, que tenía que madurar y entender eso, que ya no era más un crío, que llevaba un gran apellido y debía comportarme a la altura. Bla, bla, bla. ¿Y los golpes? Tenía ganas de preguntarle. Porque el único idioma que le conocía a mi padre era el del puño. Pero no. No hubo golpes. Increíblemente estos se acabaron con mi ingreso al hospital. Ahora empezaba la era de los sermones motivacionales. Pues bien, se podía meter los sermones, las empresas y el apellido donde no le diera el sol. No me interesaban.

 

 

Seguí girando y girando de un lado a otro en una vida llena de colores. Con Renzo a mi lado. Ya tenía 16 años y me sentía poco a poco más cerca de mi libertad. Hasta que un día me estrellé nuevamente contra el suelo. Una noche llegué de improviso a una fiesta a la que pensaba no asistir. Pero al final me animé. Escapé de casa como muchas veces y corrí emocionado al lugar con ganas de ver a Renzo. Y vaya que lo vi.

 

 

Entré preguntando por él. Me dijeron que estaba en una de las habitaciones del piso superior. Subí corriendo a buscarlo. Empecé a abrir puertas hasta que lo hallé. Estaba en un dormitorio del fondo… con una tía. Se estaba follando a una tía. La guarra estaba montándolo gimiendo como una perra en celo mientras él le agarraba las nalgas. Me quedé parado como idiota. “Mika…” escuché que me llamaban. Me encontré con sus ojos. Me miraban con sorpresa. Un nudo se me formó en la garganta… ¿Por qué?  ¿Por qué me dolía verlo así? ¿Acaso yo no hacía lo mismo?...  No… Él era diferente… Él no era como yo… ¿No era?... Dolor… No lloraría. No frente a él. No frente a nadie. Nunca más… Di media vuelta y empecé a alejarme lo más rápido que podía. “¡Mika!” escuché a lo lejos antes de desaparecer doblando la esquina.

 

 

Corrí y corrí hasta quedar sin aire.  La vida era una mierda. Todo era una mierda. Di vueltas sin saber qué hacer.  Hasta que me topé con un grupo de conocidos. Iban a otra reunión de esas a las que acostumbraba. Los acompañé sin ganas. Quería intoxicarme hasta olvidar lo sucedido. Cuando entramos las cosas ya estaban fuera de control. El olor a drogas y sexo inundaban el lugar. Me puse a beber sin parar.

 

“Hey Mika” me saludó un muchacho al verme. Mika… ese nombre sólo me traía mala suerte. Así que abrí la boca sin pensarlo mucho.

 

“Iván. Soy Iván” le dije. Se rio al escucharme.

 

“Ok. Iván. ¿Quieres pasar un buen rato?” Preguntó mirándome con lasciva.

 

“Claro. ¿Por qué no?”

 

 

Cuando estaba por amanecer me encontraba solo en medio de la sala de aquel lugar. Torpemente me dirigí hasta el equipo de sonido al escuchar una canción que me gustaba mucho. Y empecé a ponerla. Una y otra y otra vez mientras cantaba bajito.

 

 

Voy a vivir como si el mañana no existiera

Como si no existiera…

 

 

Llegué a casa como pude. Toda la mierda de mi vida daba vueltas sin control en mi cabeza. Estaba harto de todo.

Que se jodan

Que se jodan todos.

 

 

Esta vez sí cogí el frasco de píldoras que estaba en el baño principal. Ese que usaba mi madrastra para dormir. Y me lo tomé de un tiro.

 

 

Cuando abrí los ojos, porque los volví a abrir, estaba nuevamente en el hospital. Maldije mi puta suerte. Me habían encontrado de nuevo. Y esta vez mi padre estaba furioso. Me gritó lo irresponsable que era. Le grité que me importaba una mierda. En medio de la discusión me arranqué la intravenosa y comencé a tirar todo lo que encontré a mano. Gritándole que lo odiaba. Tuvieron que venir e inyectarme no sé qué mierdas que me mandaron a dormir.

 

 

Todo eso hizo que gane una cómoda estadía en ese lugar.  Nuevamente.

 

 

Mis 17 años llegaron. Un pastelillo con una velita que me trajo una de las enfermeras me lo recordó. Joder, empecé a reír hasta que las lágrimas escapaban de mis ojos. Era la primera vez desde que mi madre murió que alguien recordaba mi cumpleaños y hacía algo por mí.

 

 

Ese día también llegó un muchacho. De cabellos y ojos negros. Llamó mi atención desde el primer momento. Era un niño lindo. Demasiado. ¿Por qué estaría aquí? No tenía cara de pertenecer a este lugar. No era uno de nosotros. Se notaba. ¿Cuál sería su historia?

 

 

Me le acerqué a hablarle. Me ignoró totalmente. ¿Así que no me quieres hablar? Pues bueno, ya lo harás... Nadie nunca se me había resistido. Jamás…

 

 

 Le pregunté a una de las chicas como se llamaba el nuevo. “Gustavo” me dijo.  Gustavo… Está bien niño. Prepárate… <<

 

 

 

Iván… Iván…

 

Me removí soltando un quejido. Abrí los ojos y me encontré con la cara de Freddy. Me había quedado dormido en la habitación de Kiara, sobre su escritorio. Ahora estaba todo entumecido.

 

—Mierda, me duele todo…

 

—Es lógico. Mira que dormirte de esa forma…

 

—No me di cuenta…

 

— ¿Y Kiara?

 

—Vino tu mujer a recogerla… — Al instante me di cuenta de lo que había dicho. Y el tono que había usado. No estaba arrepentido de haberlo hecho. Freddy me miró con el ceño fruncido.

 

—No es mi mujer. Es la madre de mi hija, eso es todo… ¿Qué te pasa? — ¿Qué me pasa? ¿Qué…  No lo sé…

 

—Nada, no me pasa nada. — Dije levantándome. Me estiré tratando de relajar los músculos.

 

—Iván, te conozco. ¿Dijo algo Sandra? ¿Volvió a molestarte?

 

—No. — Comencé a caminar rumbo al baño. Quería una ducha. Quizá el agua me ayude a despejar el torbellino que llevaba en la cabeza después de haber recordado todas esas cosas.

 

—Iván…

 

—Mierda Freddy ¡que no me pasa nada! Sólo voy a darme una ducha joder. ¡Déjame en paz! — Salí dando un portazo. Inmediatamente fue de tras de mí.

 

—Empieza a hablar Iván… No hagas que me cabree…

 

— ¿O qué? ¿Me golpearás? ¿Me follarás como a un perro? ¿Sabes una cosa? No me importa. Has lo que mierda quieras. O mejor… ¿Por qué no te vas con tu mujer y tu hija a jugar a la familia feliz y me dejas tranquilo de una puta  vez?

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

El departamento estaba en silencio. Cosa rara porque desde que Kiara vivía con nosotros el bullicio reinaba. Llamé a Iván mientras me paseaba por las habitaciones buscándolo. Hasta que lo encontré dormido sobre el escritorio de mi niña. Se veía como un ángel. Tan hermoso. Me acerqué y lo moví un poco, tratando de despertarlo. Cuando abrió los ojos y me miró supe que algo sucedía. Lo conocía demasiado bien. Al empezar a hablar  confirmé mis sospechas. Iván estaba raro. Se comportaba como al principio. Como cuando nos conocimos. Y él no era así.

 

“¿Por qué no te vas con tu mujer y tu hija a jugar a la familia feliz y me dejas tranquilo de una puta  vez?”  Escucharlo decir eso me dejo mudo de la impresión. Otra vez esa maldita barrera. No lo permitiría. Me acerqué y lo abracé con fuerza. Empezó a luchar.

 

— ¡Suéltame! ¡Déjame tranquilo!

 

—Te amo Iván… Sabes que te amo… — Poco a poco sentí como dejaba de forcejear. Hasta que se quedó quieto con la mirada en el suelo. — Mírame…

 

—No… — Susurro.

 

—Mírame Iván, soy yo. Mírame…

 

— ¿Por qué dices que me amas? Sabes que al final te irás y me dejarás. Siempre ha sido así… Por qué simplemente no la hacemos corta y me dejas ir… — Su voz a punto de romperse me dolía. No iba a permitir que se sintiera así.

 

—Nunca te dejaré ir. Nunca me iré de tu lado. Te amo. Y si tengo que repetírtelo cada minuto de cada puto día, lo haré. Hasta que te entre en esa cabecita dura que tienes… — Lo tomé del mentón con suavidad haciendo que levante el rostro y me viera. Sus bellos ojos azules cristalizados por lágrimas contenidas me miraron. Lo besé. Con todo el amor que tenía. Cuando sus brazos me rodearon pude respirar tranquilo. Aquí estaba de nuevo. Mi Iván.

 

 

Me contó lo que había pasado. Maldije a Sandra. Lo único bueno era que estaba a un paso de conseguir el divorcio. Nunca pensé que sería un trámite tan engorroso. Pero ya faltaba tan poco… Y sobre Kiara… Tuve que explicarle que sería así. Imaginaba lo mal que le había caído que mi pequeña se fuera luego de haber pasado 3 maravillosos meses con nosotros. Tuve que explicarle que ella siempre regresaría y que la tendríamos algunos fines de semana. Que así era el procedimiento. Parecía un niño, escuchándome atento acurrucado entre mis brazos.

 

— ¿Algún día podremos ir a Alemania?... Quisiera visitar la tumba de mi madre…

 

—Sí, claro que sí. Iremos. Yo también quiero presentarme formalmente con mi suegra. — Su risa me lleno de satisfacción. Mi rubio reía. Lo abracé más fuerte. — Te prometo que jamás te dejaré, Iván… — Susurré en su oído.

 

—No hagas promesas que no puedes cumplir… — Me respondió en un hilo de voz.

 

—Esa promesa  nunca la romperé…

 

—Freddy…

 

—Nunca Iván…

 

 

Sé que las cosas no serían fáciles. Aun teníamos muchas batallas que librar. Muchos demonios que vencer. Pero estaba seguro que juntos podríamos lograrlo.

 

 

Es una promesa.

 

 

 

Notas finales:

No pensaba contar esto. Pero una personita me insistió tanto tanto tanto q no pude negarme. Y juro q hice lo posible para q entrará en un capitulo. Aunq tiene el tamaño de 2 ^-^

La canción q canta Iván es Chandelier de Sia y esa parte esta enlazada con el final del cap 9

Y ya saben q el prox es el final... Creo xD

Ah por cierto, mein engel significa mi ángel... Es mas q obvio *u*

 

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s 

 


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