—ese vejete impertinente, ¡cuanto lo odio!—echaba fuego por la boca un encolerizado Hyoga mientras por producto de su ira rompía cuanta cosa veía en la sala.
Pagó su furia un vaso de porcelana, una mesa de nogal con tapa de mármol a la cual le rompió una pata, destrozó un almohadón del juego de muebles esparciendo las plumas de avestruz por toda la sala, a una escultura le voló la nariz y por último se cortó la mano con los pedazos del vaso ya harto de desquitarse con sus cosas. Los aterrorizados sirvientes corrían de un lado a otro limpiando, arreglando y tratando de salvar inútilmente los objetos antes mencionados mientras otros curaban la herida de su amo.
En esos momentos Ikky aparecía por la sala con una expresión asesina, pero al ver lo que había sucedido interrogó a un apurado criado quien cargaba con mucho cuidado las astillas de una silla del comedor.
—¿pero qué diantres pasó aquí?
El sirviente lanzó un suspiro afligido_otra vez los ataques de cólera de mi amo—respondió.
—y ¿por qué?
—muchas veces cuando se enoja, es porque el señor Camus Acuario no lo visita muy seguido o se tropieza con su padre—comentó en voz baja el joven.
—de seguro su amante regresa con una sorpresa muy desagradable para él—comentó para sí—ya puedes retirarte.
Con una reverencia, el criado se retiró a seguir con su trabajo; Ikky no se había dado cuenta de que el rubio subió a sus habitaciones. Lo encontró sentado frente a la ventana que daba a su jardín colindante con el río y la mirada perdida, no se dignó a ver quién lo buscaba.
—¡se casó!—fue lo que salió de su boca.
—eso algún día tenía que pasar.
Abandonó la vista y se volteó a verlo directamente, tenía los ojos hinchados, el cabello rubio revuelto y el labio le temblaba. Su interlocutor conocía perfectamente la larga historia del otro desde cuando era un muchachito humilde hijo de madre soltera que al morir lo dejó al cuidado de un sabio hombre llamado Sage quien lo crió hasta los 16 años, edad en la cual conoció y se enamoró del hijo menor de la familia Acuario; sin embargo a pesar de amar ciegamente al acuario tenía aspiraciones de ser un rico y respetado señor, comer cuanto quisiera, vestir con lujosas ropas, tener una mansión con su propio nombre y finalmente formar parte de la corte de Asmita, para eso debía tener un título nobiliario que compró casándose con una condesa la cual lo dejó viudo meses después heredándole sus propiedades y dos títulos más como los de Marqués y Barón. Ahora tenía acceso a la corte y se había convertido en el nuevo querido del temido canciller Saga Geminae, sin olvidar a su “señor” como lo denominaba el cual ignoraba su nueva posición porque cuando partió estaba casado con la ilustre dama.
Eso sin contar que era inescrupuloso, astuto y perfecto calculador que no se esfumaban así se encuentre en los brazos de su amante. Si le daba la gana movía los hilos de la vida de otros para su beneficio.
—siempre has sabido que jamás él se casaría contigo.
—pero llevamos siendo amantes 4 años—replicó.
—tú lo mismo lo acabas de decir “amantes”, que es muy diferente a prometido o esposo—espetó—además Camus Acuario proviene de un largo y antiguo linaje emparentado con la familia real, aunque en el hipotético caso de que te casaras con él, ese sería una unión morganática.
—¿qué es eso?
Ikky bufó ante el desconocimiento de su amigo, por lo que procedió a explicarle.
—mira ignorante—lo insultó—matrimonio morganático es una unión entre dos personas de diferentes estratos como por ejemplo un duque con un conde o viceversa, generalmente esos casos se dan cuando el matrimonio no ha sido aprobado por el parlamento o familia del noble. Ah y el consorte no hereda sus títulos, ni sus hijos tampoco.
—es demasiado injusto—reconoció.
—ves, tendrías desventajas—dijo—de qué te vale eso si no eres “Señor de Bluegard”.
—pero… UN ENTROMETIDO E INSIGNIFICANTE HOMBRE, HABITANTE-DE-NO-SE-QUÉ-TIERRA NO PUEDE SER MEJOR QUE YO_explotó de nuevo el rubio.
—no puedes odiarlo si no lo conoces aún, Hyoga.
—pues me importa un rábano.
—nadie puede hacerte cambiar de opinión, estás empeñado en tu objetivo—dijo a modo de despedida—allá tú si quieres andar de perseguidor, yo me voy.
Sintiéndose perdido y solo, el joven rubio permaneció durante varios días en su habitación, no bajaba a comer ya que todas sus comidas las tomaba en su alcoba. Dejó su encierro cuando un día, Shura llegó de visita y le anunció lo menos que esperaba oír…. Camus y su esposo ya estaban en Indrapaths.
—¿ cómo es ese tal Milo?—comenzó poniéndose una capa encima.
—todos hemos quedado maravillados con ese joven—comentó distraído pero al ver la furiosa mirada del más chico, suavizó sus palabras—bueno tú también tienes lo tuyo.
—¡ bah! Me imagino que es un soso y tonto, hijo de viejos comerciantes—dijo con total desprecio en la voz—por que no ha de ser atractivo ni tan alto como yo.
El pelinegro lo miró con total desconcierto, había instantes en que experimentaba una súbita molestia por la forma en que se refería de los demás que no poseían su atractivo físico a veces sentía pena por sus ínfulas que terminarían destruyéndolo. Hyoga al notar el pesado silencio reinar en la habitación, se estremeció y por primera vez sintió que había “ metido la pata de más”.
—entonces… ¿no es como yo creo que es?
—es muy hermoso y pertenece a una antigua familia principesca.
—¡ qué!—dijo con voz queda.
—¡ lo siento tanto!—murmuró abrazándolo con fuerza como si fuera un hijo mientras permanecía en shock.
—Camus no puede haberme olvidado así, ¡no puede hacerme esto!