Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre girasoles por Killary

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Hiciste sangrar a mi corazón y

Todavía me debes una razón

No puedo entender por qué…

(So Cold – Ben Clocks)

 

 

 

7. Distancia

 

 

 

Miré la hora por quinta vez. Ya pasaban de las 8 pm. Hace 1 hora debió de estar aquí… Cogí el celular y marqué su número. Me mando al buzón nuevamente. Joder. ¿No podía si quiera avisarme si vendría? Para no quedarme como un tonto esperándolo…

 

 

Tomé un sorbo de mi tercera cerveza. Suspiré y volví a entretenerme mirando por la ventana. La gente pasaba presurosa. Había empezado a llover.

 

 

Hace dos meses que estoy de vuelta en Italia. Hace dos meses que no sé nada de Rodrigo. Desde aquel día en que me contó que tenía un hijo. Que me lo había ocultado. Que me había mentido. Sus pobres excusas, sus torpes intentos de justificar lo injustificable. Sus ruegos. Sus súplicas. Ni siquiera pude escuchar claramente luego que me dijo “tengo un hijo”… Recuerdo haberlo abofeteado muchas veces. Gritarle que era un maldito mentiroso. Él recibió los golpes, los gritos, los insultos, en completo silencio. Con la cabeza gacha y sin moverse. Me vestí sin dejar de maldecirlo.  Agarré una maleta, metí toda la ropa posible, cogí una mochila guardando en  ella mis documentos y salí de allí dando un portazo. Compré en el aeropuerto un pasaje para el vuelo más próximo a Italia. Mientras esperaba, caminaba de un lado a otro como un león enjaulado.  Solo podía sentir rabia. Me sentía traicionado. Engañado. Utilizado.

 

 

Apenas  bajé del avión, llamé a Etienne. Era con el que más había mantenido contacto durante todo este tiempo. Esa  misma noche vino a verme al hotel en el que me hospedaba. Le conté todo. Me desahogué con él. Lloré en sus brazos. Me escuchó en silencio. Me sostuvo hasta que me quedé dormido.

 

 

Luego hablé con Lucca. No le conté nada de mi problema porque no quería oír sus “te lo dije.” Nunca le cayó bien Rodrigo. Creo que hasta ahora no entiende por qué elegí a Rodri por sobre él.  Habíamos tenido una ruptura algo difícil. Pero poco a poco retomamos nuestra amistad.  Y ahora él estaba feliz. Había conocido a un muchacho, Rafaele, llevaban viviendo juntos casi un año. Mi amigo se veía radiante y sus ojos brillaban cuando me hablaba de su pareja. Ese brillo que solo lo tienen las personas enamoradas.

 

 

Ese amor en que creí. Ese amor que me traicionó.

 

 

—Siento la demora, chérie. — Alzo la vista. Etienne está parado a mi lado con una gran sonrisa.

 

—Llegué a pensar que no vendrías. — Lo vi sacarse el abrigo y colgarlo en el espaldar de la silla, antes de tomar asiento en ella. — Por lo menos hubieras contestado el celular…

 

—Oh… — Mete la mano en el bolsillo de sus pantalones ajustados y saca su móvil. Lo mira y con una risita me contesta. — Ups, lo siento… Estaba apagado… — Sacudo la cabeza derrotado. Este francesito despistado nunca cambiará.

 

Levanta el brazo llamando a la camarera. Para mi sorpresa pide un café.

 

— ¿Café? ¿Tú? — Pregunto divertido.

 

—Hace un frio del demonio. Tengo congeladas las bolas. — Su comentario junto con la cara que puso me hizo soltar una carcajada. — Pero bueno, no me has llamado para que te cuente sobre mis bolas, ¿verdad? — Aunque es gracioso lo que me dice, su rostro está serio. — ¿Cómo estás?

 

—Pues, ¿cómo crees? — Contesto bajando la vista.

 

— ¿Terminaste el papeleo?

 

—Sí, ya compraron la casa…

 

— ¿Y ahora?

 

—Pues… Ya está, ¿no?... No tiene caso hacer más… — A los días que llegué fui a mi casa. La verdad es que había estado recorriendo la ciudad, recordando todo lo que había vivido allí. Y mis pasos me llevaron a aquel sitio. La curiosidad me ganó. Después de todo este tiempo me pregunté... ¿Qué sería de papá?... Papá... ¿Aún uso esa palabra para referirme al hombre que hizo tan miserable mi vida?... Me encontré con un lugar vacío, lleno de polvo, sin luz ni agua. Sin rastros de él.

 

 

Hablé con algunos vecinos tratando de averiguar qué había pasado. Al final terminé en la delegación. Buscaron en sus archivos. Mi padre había muerto en un accidente de tránsito hace algunos meses. Sin familiares cercanos ni nadie que reclamase el cuerpo, fue enterrado en una fosa común… ¿Qué podía hacer?... O debería preguntar ¿qué debía hacer?... ¿Qué quería hacer?... Me dieron sus pertenencias en una bolsa plástica. Agradecí y salí de allí. Ya en mi hotel, revisé las cosas que me habían entregado. Un viejo reloj, una gastada billetera con un par de monedas, sus documentos… y una foto de mi madre.  Sin pensarlo dos veces guarde todo nuevamente y lo eché al tacho de basura. No voy a mentir. No sentí pena, lástima, dolor… No sentí nada cuando me enteré que  mi padre había fallecido… Y al ver el retrato de aquella mujer hermosa y sonriente… tampoco. Juré que olvidaría todo. Hoy tuve que hacerme cargo de las últimas cosas, pero no me permitiría pensar más en ellos. Para mí, ya mi familia no existía. No padre, no madre, no hermanos.  Solo yo.

 

 

Cerré los ojos y me froté las sienes con ambas manos. Estaba agotado. No pensaba encontrarme con todo esto. Pero por lo menos me sirvió para dejar de pensar en Rodrigo.

 

— ¿Le avisaste a tu novio? — Lo miré incrédulo.

 

— ¿No entendiste  lo que te conté?  ¿No te dije lo que pasó? — Pregunto con tono de reproche.

 

—Lo entendí perfectamente. Pero creo que ya es tiempo…

 

—No somos nada… —Lo miro frunciendo el ceño. Él me sostiene la mirada. Llega la camarera con su pedido y rompemos el contacto. Agradezco internamente la interrupción. Etienne comienza a soplar y beber despacio de la humeante taza. Siempre le gustó el café así, sin nada de azúcar. Negro y amargo.  Como sentía que sería mi futuro.

 

—Ezio…

 

—Dime. — Termino de beberme la cerveza. Levanto la vista y le doy cara.

 

—Ya no hay nada que debas hacer aquí… Regresa a su lado…

 

— ¿Sigues con lo mismo? — Pregunto fastidiado. — ¿Y qué pretendes? ¿Voy corriendo y le digo “yupi,  que bien que tengas un hijo, que bien que me lo hayas ocultado, que bien que me hayas mentido”? — Sacudo la cabeza dando un suspiro. — Me mintió Etienne, me engañó… Me siento defraudado, traicionado… ¿Es tan difícil de entender? — Agacho la cabeza sintiendo mis ojos arder.

 

—Te entiendo… ¿Y tú entiendes cómo debe sentirse? — Levanto la vista nuevamente ante sus palabras. — Supongo que estaba muerto de miedo de perderte si te lo contaba… Y ves, tenía razón…

 

—Si me lo hubiera dicho desde el principio…

 

— ¿Qué? — Me desafía con la mirada. Me trago las palabras…  — Nada, Ezio, si te lo hubiera dicho desde el principio no le hubieras dado oportunidad.

 

— ¿No hubiera sido mejor así? ¿Por qué mentir?

 

—Ese hombre te ama, se nota a millas, te ama más que a su vida. — Coge mi mano sobre la mesa. — Escúchame bien… Hablé con él… — Retiro mi mano observándolo confundido. — Está destrozado y te necesita…

 

— ¿Hablaste con él?... ¿Por qué?

 

—Te di tiempo…  Lloraste, te sentiste miserable, lo maldijiste. Creo que te has compadecido de ti mismo lo suficiente… Ya pasaron dos meses Ezio… Es hora de que pienses en el porqué de todo. Piensa en Rodrigo... — Sigo tratando de procesar sus palabras. Los recuerdos se aglomeran en mi mente. No son del día de la discusión, son de todos estos años que lo conozco. Como hemos ido cambiando… Como él fue cambiando… Todo encajaba ahora... Ese cambio tan radical de carácter…  Sus miradas tristes, su delgadez, su insomnio… Eso que lo consumía no solo era la enfermedad de su padre…

 

—Es que yo…

 

—Sé que no estuvo bien que te lo ocultara… Pero trata de entenderlo. — Su mano cálida acaricia mi fría mejilla. — Escúchalo.

 

 

 

 

No pude dormir en toda la noche. Pensaba en lo que me había dicho Etienne, en Rodrigo, en lo que pasó, en nosotros…

 

 

Por la mañana ya me había decidido. Compré un boleto de regreso para el  día siguiente. Quizá el francés tenía razón. Quizá actué impulsivamente… Es que no entiendo… No entiendo…  Y necesito entender. Voy a escucharlo.

 

 

Esta vez sí voy a escucharlo.

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Entro al departamento vacío. Dejo el portafolio a un lado. El dolor de cabeza es intolerable. Me dirijo a la cocina y busco en la nevera una botella de agua. Saco la pastilla que compre camino a casa para mitigar la migraña y me la meto en la boca. La tomo junto al agua. Cojo una manzana sin muchas ganas y sentándome en una de las sillas le doy un par de mordiscos. Será mejor si tengo algo en el estómago. Trago con dificultad. La verdad es que no tengo nada de hambre. La echo al bote de basura. Mejor me doy un baño y me meto en la cama.

 

 

Camino arrastrando los pies en la oscuridad. No tengo ganas ni de encender las luces. Estoy agotado. Me desvisto y me doy una ducha rápida. Al terminar me seco y me pongo un pijama. Antes de acostarme, me siento un momento frente al computador. Reviso algunos documentos en los que estoy trabajando. Aprovecho en revisar mi correo. Entre muchos de las sucursales, encuentro uno que llama inmediatamente mi atención. Es de Maribel. Lo abro y solo encuentro una línea “te has atrasado con el depósito.” Nada más. Bueno, ¿acaso esperaba otra cosa? Nuestra relación sólo gira en torno al dinero.  Ella me exige dinero y aun así yo mendigo noticias de mi hijo… Y tiene razón, debí depositar ayer. La verdad no he tenido mucha cabeza estos días. Entro a mi cuenta y hago la transferencia inmediatamente. Le respondo que me disculpe, que ya está el dinero en su cuenta. Le pregunto por Jair y pido noticias de él. Dudo que me conteste pero al menos hago el intento.

 

 

Dejo la máquina a un lado y me meto en la cama. Intento dormir. Pero me es imposible. El latido doloroso de mis sienes permanece. Rendido me levanto y vuelvo al baño. Saco un bote de pastillas que guardo en el botiquín, unas que me recetaron para ayudarme a conciliar el sueño. Intento usarlas lo menos posible. Pero hoy ya estoy en mi límite. Necesito dormir. Mi rostro cansado y esas tremendas ojeras no son nada favorables para la imagen del presidente de una compañía tan prestigiosa. El lunes tengo una reunión importante y debo lucir presentable. Cojo un par y me las tomo con un trago de agua del grifo. Camino de regreso a la cama pero me detengo en la puerta… No quiero estar en esa cama. Hoy no.

 

 

Me dirijo a la sala y me recuesto en el gran sofá de cuero beige. El tic tac de reloj es el único sonido que rompe el silencio. Trato de no pensar pero los recuerdos no me dejan ni un solo momento. Ya no tiene caso, sé que él no volverá. Dijo cosas horribles cuando se fue, cosas que me dolieron mucho… Cosas que son ciertas.  Cuando supe que estaba en Italia tuve ganas de ir corriendo a su lado… Pero no. No iba a obligarlo. Tampoco quería que esté junto a mí por lástima. Además, él se merecía a alguien mejor… Igual  Jair, que se merece a un buen padre como Germán y no a una horrible persona como yo…

 

 

De pronto siento frío. ¿Es mi cuerpo o la soledad de mi alma lo que me produce este estremecimiento? Estoy tiritando. Trato de levantarme para ir a la habitación pero no puedo moverme. Todo mi cuerpo esta tan pesado que me es imposible. Mis parpados se cierran.  Creo que el medicamento me está haciendo efecto. Pero me estoy helando… Si no voy a la cama a meterme entre las cobijas posiblemente muera congelado… Y si eso pasa… ¿Qué diferencia habría?... ¿Acaso no estoy ya muerto por dentro?... 

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Es de madrugada cuando llego al departamento. Estoy nervioso. Meto la llave en la cerradura y giro. Empujo la puerta despacio para no hacer ruido. Entro y vuelvo a echar llave. Todo está oscuro pero no enciendo las luces.  Me dirijo a la habitación. La cama está abierta de un lado y vacía. Me extraño… ¿Será que Rodrigo ha viajado? Se supone que no viajaría hasta fin de año… Puede haber cambiado de opinión… Enciendo la luz y dejo la maleta a un lado junto a mi chamarra. Me descalzo. Entro al baño y veo su traje tirado a un lado de la ducha… Lo recojo y mientras lo estoy colgando en el perchero, su móvil cae del bolsillo de su pantalón. Reviso mejor y me encuentro con su billetera y dentro sus documentos. Eso significa que no ha viajado. Está aquí pero… ¿Dónde?

 

 

Salgo del cuarto encendiendo la luz del pasillo. Llego a la sala y lo veo. Esta dormido sobre el sofá. Me acerco y lo observo. Su rostro demacrado luce unas grandes ojeras. Respira pausado. Toco su brazo y lo muevo un poco. Está frío. “Rodrigo”  llamo para tratar de despertarlo. Emite un pequeño quejido pero no se mueve ni abre los ojos.  “Rodrigo vamos, tienes que ir a la cama. Estás helado.” Intento nuevamente. No responde. Paso mis brazos debajo de su cuerpo y lo cargo. Dios, no pesa nada.  Voy a la habitación y lo meto en la cama. Lo arropo bien con las mantas.  Me siento a su lado y acaricio sus cabellos. Rodrigo es de las personas que si bien no exterioriza su sufrimiento con palabras o gestos, su cuerpo si lo hace.  Y aquí tengo a una persona totalmente abatida…

 

 

Me levanto y voy a la cocina. Busco algo de comer. No encuentro nada. La nevera sólo tiene unas botellas de agua y un par de manzanas. Las alacenas están vacías, solo una caja con sobres de endulzante junto al pote de café.  Enciendo la cafetera y me preparo la bebida.  Me llevo la humeante taza de regreso al dormitorio. Rodrigo sigue igual, no se ha movido ni un centímetro. Una lucecita intermitente llama mi atención. Es de su laptop. Me acerco al buró y dejo la taza a un lado. Me siento en el acolchado taburete y la abro. Es fácil entrar, Rodrigo nunca le puso clave, siempre dijo que no era necesario.   Y es que yo nunca tuve ganas de fisgonear sus cosas. Hasta ahora.

 

 

Su correo está abierto. Le doy una ojeada. La mayoría son envíos de la empresa pero hay algunos que me llaman la atención. Porque son pocos y aunque un par son de hace más de un año, los conserva. Una tal Maribel Díaz. Los abro y de inmediato sé quién es. La madre del niño. Exactamente son 4 correos. Los 3 primeros contienen un par de fotos de un niño junto a un hombre que no conozco. ¿Se supone que esté es el hijo de Rodrigo? ¿Y el tipo quién es?   Observo al pequeño. Tiene los ojos de Rodrigo, grandes y verdes. Y puedo jurar que su sonrisa también.  El último correo es de ayer.  Lo abro, leo y me sorprendo. Sólo una frase. Una frase que me da a entender muchas cosas. Cierro la laptop y vuelvo al lado de Rodrigo. Beso su frente y noto que sigue helado. Solo hay una manera… Lo descubro y le quito el pijama. Acarició su piel. Las costillas se marcan de una forma que no me agrada. Lo cubro y me levanto para desnudarme. Apuro el café, apago la luz y me meto en la cama. Lo abrazo y pego su cuerpo al mío. Froto sus brazos y enredo mis piernas con las suyas, tratando de trasmitirle todo el calor posible.

 

 

¿Por qué no me lo contaste? ¿Por qué sufriste todo en silencio?  Soy un idiota, lo sé… Pero te amo… Ahora estoy aquí para ti, ya no pasaras por esto solo. Nunca más…

 

 

 

+++++++++++++++

 

 

 

Me remuevo en la cama. Suelto un quejido. Me duele todo el cuerpo. Abro un poco los ojos y una suave luz los daña haciendo que los cierre inmediatamente… Trato de orientarme… Hoy es sábado… No tengo que ir a la oficina así que puedo quedarme tirado  todo el día. ¿Qué hora será? Vuelvo a intentar abrir los ojos  a pesar del ardor que siento y me esfuerzo en enfocarlos. Estoy en mi habitación… ¿Acaso no me había quedado dormido en la sala?... Debo haberme arrastrado a la cama seguramente y no lo recuerdo. La tenue claridad que me molesta proviene de lámpara sobre la mesa de noche. El reloj despertador que está a su lado marca las  19:45… ¿Es de noche?... Las pastillas realmente han sido efectivas. Demasiado efectivas.

 

 

Tengo la boca amarga. Necesito ir al baño. Me incorporo con algo de dificultad. Me siento un poco mareado… Espera… ¿Estoy desnudo?... Algo está mal… Me froto los ojos y vuelvo a enfocarlos lo mejor que puedo. Doy un vistazo a mí alrededor.  Todo está en orden. Mi pijama colgado a los pies de la cama. Lo alcanzo y me lo pongo con movimientos algo descoordinados. Me levanto torpemente y camino hacía el baño cogiéndome de las paredes. Llego al lavabo cojo mi cepillo de dientes, le echo pasta y me lo introduzco en la boca. No hago ni dos movimientos cuando las náuseas me asaltan.  No me da tiempo ni de ir al retrete. Me quedo parado allí, cogiéndome fuertemente de los lados de la encimera, mientras las arcadas se suceden una tras otra. Pero no tengo nada que expulsar. Solo un poco de algo viscoso, agrio y verde.

 

— ¡Rodrigo! —… Esa voz… No, debo estar imaginándome cosas ahora. Realmente esas pastillas son demasiado fuertes… — ¿Estás bien? — Unas manos se posan en mi espalda deslizándose suavemente por ella como en una caricia.  Se siente tan real…

 

 

Me voy calmando de a pocos. Sin apartar la mirada del caño, cojo mi cepillo y lavo mi boca hasta desaparecer ese horrible sabor. Mojo mi rostro y con algo de temor levanto la vista y miró mi imagen en el espejo. Solo yo. Nadie más. Me giro y observo… Si, debo haber alucinado…

 

 

Camino de regreso a la cama, un poco más calmado. Mejor vuelvo a dormir.  Me tiendo sobre el mullido colchón y me cubro con la manta.  Estiro la mano para apagar la lámpara pero lo pienso un poco… Mejor no. No me agrada mucho estar en la oscuridad, por lo menos mientras tenga estas alucinaciones prefiero tener la luz encendida.

 

–Hey,  no te duermas. — Otra vez la voz…— Te traje un té, vamos siéntate… — El aroma de la infusión me llega. Escucho pasos acercándose, un ruido como si colocaran un vaso sobre la mesa de noche y el colchón se hunde a mi lado… Como si alguien se sentara… — Rodrigo… — Me atrevo a abrir los ojos con temor y lo veo allí. Ezio está sentado a mi lado…

 

—Creo que estoy drogado… — Murmuro riendo. La voz me sale ronca.  Lo recorro con la mirada… Joder, que alucinación tan vivida… Hasta parece sorprendido… Imposible, él se fue…  Está en Italia… — No vuelvo a tomar de esas pastillas, lo juro… —Cierro los ojos nuevamente sin dejar de reír. —Necesito dormir…  Desaparece por favor… — Suplico. Es un pedido a mi propio subconsciente… — Ahora estoy hablando en voz alta conmigo mismo… Me estoy volviendo loco…

 

—Ven… — Me coge de los hombros y hace que me siente. Abro los ojos algo asombrado, mirando incrédulo. — Tómate esto. — Pone la taza en mis labios y la inclina obligándome a abrir la boca para recibir el líquido. Doy dos tragos y aparto la taza con la mano. No puedo beber, siento el estómago revuelto. Aleja la taza y la coloca sobre la mesita otra vez… ¿No es mi imaginación?... ¿Realmente está aquí?... Lo quedo mirando. Toco su rostro con mis dedos… Es real… ¿Es real?... — ¿Sigues pensando que soy producto de tu imaginación?

 

—Tú… ¿Qué haces aquí?... No puedes… Te fuiste… — Suelto confundido.

 

—Volví. Estoy aquí…

 

—Pero tú… — Me rodea con sus brazos. Estoy envuelto de nuevo en esa calidez que tanto extrañaba.  — Me odias… lo dejaste muy claro… — Musito recordando las palabras que me dijo el día en que se fue…

 

—No te odio… Siento haberte dicho todas esas cosas… — Levanto el rostro y me encuentro con esos cielos que me miran dulcemente. — No estaba preparado para entender… — Se separa un poco, sentándose bien frente a mí y tomando mis manos. — Quiero entender… Ayúdame a entender…

 

 

Abrí esa puerta nuevamente. Con temor. Las palabras empezaron a fluir lentas e inseguras acompañadas de mis lágrimas… Tibios ríos que trataban de expulsar el dolor que llevaba dentro. Pero no me detuve. Y esta vez no me detuviste. Hasta que la última palabra de aquella historia fue dicha. 

 

 

Nos quedamos en silencio… El miedo volvía a tomar cada parte de mi cuerpo implacablemente… ¿Volverías a irte?... ¿Esta vez me dejarías para siempre?... ¿Ahora si empezarías a odiarme?... Tus manos acariciando mis cabellos me dieron la respuesta. Aun sin palabras lo sabía. Apoyé mi cabeza en tu regazo. Estabas aquí… Seguías aquí… Permanecerías aquí… Suspiré agradecido ahogando un sollozo. No de tristeza. De alegría.

 

 

Me abrazaste fuertemente. Te abracé desesperadamente. Con ganas de fundirme en ti.  Empecé a reír en medio del llanto. Me sentía más ligero. Como si el gran peso que aprisionaba mi pecho hubiera desaparecido.  Como si tu solo abrazo me inyectara oxígeno, vida.

 

 

Y es que eso eres para mí. Aire. Oxígeno. Vida.

 

 

 Mi vida. 

Notas finales:

Maripositas multicolores llenas de miel para tod@s


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).