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HIELO por Huitzil

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Notas del capitulo:

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“Solo los estúpidos creen que el dolor es el castigo por ser diferentes”.

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Bien, bien, bien.... creo que.... voy de verdad muy lento en la historia TnT me encantaria pasar de lleno a la accion pero no se que me da por hacerlo ahora, perdonen si tardo en actualizar péro estoy ocupada con otros asuntirijillos importantes en el trabajo y en la universidad y eso me esta matando y exprimiendo las ideas, por cierto si a alguien le interesa el otro Fic, que empece pero que por falta de motivacion deje, volvio! XD jajaja ok se que no les interesa pero yo nada mas decia. espero que difruten de la lectura tanto como yo disfrute escribirla XD

 

Fue algo breve y al mismo tiempo eterno… Como si el tiempo se hubiese detenido para ellos dos, exclusivamente para que pudiesen contemplarse el uno al otro, como si todo estuviera planeado para que se encontraran y sintieran es sus almas tanta debilidad y ansias, para que cada uno por separado sintiera su corazón dar un fuerte golpe en su pecho. Fue algo breve pero quizás eterno para sus recuerdos.

El silencio reino por breves momentos. Mycroft no terminaba de creer lo que veía, ¡qué vergüenza que lo viesen en este estado tan deplorable! De todos los momentos de su vida en los que se veía tan elegante de traje o con alguna ropa que le hacía ver no tan gordo, justo el día en el que estaba “menos” presentable se tenía que encontrar con el chico que tanto había buscado. El castaño estaba ahí, de pie, a unos cuantos centímetros de distancia, era básicamente más alto, más delgado de cuando lo conoció, más maduro. Traía perforaciones en las orejas y en el entrecejo, ropa vulgar y rebelde pero que le sentaba a la perfección, que se ajustaba a su sexy cuerpo.-(a excepción de esa chamarra vieja a la que al parecer le tenía tanto afecto) y a pesar del estereotipo de chico malo se veía jodidamente bien.

El chico con canas en el cabello achocolatado aparecía de nuevo, viéndolo con aquellos ojos marrones tan expresivos y aun que se veían temerosos y tristes, poseían la misma determinación con la que los vio la primera vez, con ese fuego interno que no se podía extinguir ni con la peor tormenta. ¿Sería posible conocer a un ángel así en semejante infierno?

Mientras tanto Lestrade no sabía que hacer exactamente, es decir, su corazón no dejaba de latir entusiasmado, emocionado como cuando niño  y aun así se sintió temeroso, pequeño y tonto, bueno quien no se sentiría así con aquella mirada escrutadora y fría analizándolo por completo “gracias a dios este chico no es más alto, porque si no…” Lestrade se relamió los labios, nervioso, juraría haber tenido un pensamiento así hace mucho tiempo tanto como para sentirse frustrado por no recordarlo. Sus manos comenzaron a sudarle, su mente estaba en blanco aunque, para ser un poco más honestos pensar en las consecuencias de sus actos no era lo suyo y no tenía siquiera tiempo para meditarlo un poco más. Si había visto a aquel pelirrojo en algún punto de su vida, no lo recordaba y si era importante o no, bueno, a él le venía valiendo lo  mismo. Ahora estaba ocupado tratando de quitarse de encima a uno de esos chiquillos que se le habían montado por la espalda lastimada cuando se había metido en aquella brecha de espacio tiempo “maldito crio”- pensó molesto inclinándose lo suficientemente rápido como para tirar de un solo movimiento al intruso, sintió como la piel se le rasgaba nuevamente por atrás, más ignoro el dolor para centrarse en esos niños al tiempo en que se había inclinado para tirar al chico también por accidente se le cayó el pastel y no solo eso, los chiquillos en su desespero por golpearlo lo habían pisado echándolo a perder “adiós linda velada con la familia” pensó furioso. Cogió a uno de la camisa y lo golpeo en la mejilla con el puño cerrado con tanta fuerza que al caer este ya no se levantó. Esto se había vuelto personal. Irónico…. Él se refería ante aquellos chicos como “chiquillos, críos, niños” siendo que él tenía la misma edad.

Le propino un puñetazo a uno de ellos y esquivo una patada de otro, tuvo que empujar al niño obeso para que no le pegaran y escudarlo a su espalda a cambio había recibido un buen gancho en el estómago y posiblemente un labio desflorado. Gracias a todos los cielos que había tomado clases de defensa con su padre antes de que este muriera porque si no ahorita estaría posiblemente pidiendo misericordia en el suelo.

- Son muchos. Las probabilidades no están a tu favor y mucho menos con semejantes heridas en tu espalda.-

Lestrade escuchó atentamente lo que el chico pelirrojo le había dicho ¿Cómo sabia lo de las heridas? Se giró para verlo con verdadera ingenuidad y antes de que dijera algo Mycroft lo jalo de la chamarra negra de su padre hacia la izquierda para evitar un golpe a su cabeza. Gregory juraría haber visto el puño en cámara lenta pasar por un lado a escasos centímetros de su cara.

- y ¿qué propones chico listo?- pregunto con ironía y sin aire después de regresar aquel golpe con una patada en la pantorrilla ajena.

- Vete. Es mejor que corras, esta no es tu pelea.-

Mycroft dijo con sinceridad aquellas frías palabras. El pobre chico no aguantaría una pelea así, eran prácticamente seis contra uno y ya que el mismísimo pelirrojo no se contaba como ayuda sino más bien como una desventaja era un total de siete contra uno, era mejor que el castaño lo abandonase, ahora que podía.

- ¿Qué?- interrogo Lestrade desafiando aquella mirada de hielo. Mycroft rodo los ojos con fastidio.

- ¡Que te largues!- Se sorprendió así mismo gritando aquellas palabras ¿Qué Lestrade no se daba cuenta que le estaba rogando que se fuera? No. Al parecer por su mirada decidida y su posición de combate era un gran y remarcado “NO”  – ¿Eres idiota o qué?- le pregunto el pelirrojo tomándolo del hombro, ¡Bien! Si aquel chico no entendía amablemente Mycroft solo tenía que ser Mycroft para que lo dejasen solo. – Vete y déjame aquí, metete en tus propios problemas con los vendedores de coca para los que trabajas, regresa a la coladera en la que vives.- La mirada confusa de Lestrade lo fulmino por tercera vez desde que se toparon, aquella ira que el castaño reflejo le dolió tanto al pelirrojo que en seguida quiso pedir disculpas más se las trago. Si quería que este diese media vuelta y se pusiera a salvo, tendría que soportar incluso un insulto del castaño.

- Buena idea.- Respondió Lestrade dibujando una inesperada y gran sonrisa en su rostro y Mycroft sintió como si le echaran una cubeta de agua fría encima.

- ¿Qué?-

- ¡Que eres un maldito genio!-

 Sin perder más tiempo el castaño tomo la muñeca de aquel chico pecoso y sin preguntarle o hacer algo más, hecho a correr. A Mycroft a penas y le dio tiempo de reaccionar, solo fue jalado con muchas fuerzas y obligado a correr como si de eso dependiese su vida. Escucho como los chicos iban tras ellos.- (los que pudieron ponerse de pie) los seguían de cerca, sus pasos, sus respiraciones, las escuchaba perfectamente, tan cerca que podía jurar que en cualquier momento los alcanzarían; sin embargo por más que espero eso jamás paso, todo lo contrario, continuo corriendo sujetándose de las manos sudorosas y tibias del otro por todas esas calles, sus pies seguían corriendo tras de aquel chico, y no podía mirar nada más que no fuera aquella fuerte espalda frente a él. Lestrade siempre estaba un paso más adelante y le pareció lejano e imposible de alcanzar.

Con el corazón en la boca, sin aire, con las piernas temblorientas cerca de unos cubos de basura ambos se escondieron. Lestrade lo abrazo y le tapó la boca con su mano conteniendo el aliento… esperando… sus corazones comenzaron a latir al mismo tiempo y la calidez de ambos se fusiono derritiendo poco a poco el corazón de Mycroft.

- Listo ya se fueron.- murmuro Lestrade tras su oreja soltándole, regresándolo a la realidad. Por un momento Mycroft sintió que se desmayaría y caería al suelo, tuvo que sostenerse de la pared y fulminar al chico que recuperaba el aliento a su lado.

- ¡Estas demente!- fue lo primero que salió de sus labios, estaba terriblemente enojado – ¿Echarte a correr? Diablos pensé que eras tonto pero rebasas con creces ese pensamiento, lejos de ser tonto eres un estúpido, un ceporro ¿Qué hubiera pasado si nos alcanzaban? ¿Te pusiste a pensar en las consecuencias? – Se pasó las manos por la cabeza ventilándose – Hubieron mil y un escenarios horribles en mi cabeza ¡Estas jodidamente herido en la espalda! Y te estas arriesgando por un completo desconocido que no sabes quién es, si tu padre estuviera vivo, Lestrade créeme que no…

-¿Cómo sabes todo eso? Mi nombre, lo de mi padre…- lo interrumpió Lestrade de tajo.

 - Es tan elemental. Fuiste a un partido en mi escuela y ahí te conocí y la chamarra que llevas puesta, no es de tu talla y es en extremo vieja, esta desgastada de las mangas y los codos, sin embargo a juzgar por tus pantalones viejos y esa camisa.- (salpicada de sangre, por cierto) son ropa vieja y ya usada. Podría decir que tu ropa es regalada o comprada en una tienda de segunda mano y es normal que la chamarra también lo fuera, pero no lo es. Realmente es la única que esta remendada más de una vez y si bien no me equivoco ha salido más cara mantenerla en óptimas condiciones que comprar una nueva es por eso, que deduzco que tiene un valor sentimental más alto, no tienes hermanos varones, solo son mujeres en tu casa… No hagas esa cara, es normal que lo sepa, mira tus manos, a pesar de estar marcadas en este momento con callos y cosas por el estilo, tus uñas lucen estupendas sinónimo de que hay una o varias mujeres que están al pendiente de tu bienestar. Lo de varias hermanas fue un tiro al aire. ¿Continuo? Bien, gracias entonces es obvio que la chamarra pertenece a un ser muy querido para ti, alguien que ya no está contigo y que admiraste de verdad, entonces tu padre era…

Mycroft no supo en que momento o como es que el castaño lo había tomado de los hombros para capturar sus labios y si Holmes no sabía cómo habían terminado besándose en un callejón pues Gregory estaba peor. Lestrade solamente quería que el chico pelirrojo se callara, el solo necesitaba un momento de paz y lo único que recibía eran reclamos y gritos como si ese niño conociera cuando menos la mitad de su vida y movido por sus impulsos, furioso al escuchar al otro mencionar a su padre como si nada, lo tomo de los hombros y se acercó a su boca para callarla con la suya, solo fue capaz de comprender que acababa de besar a un hombre en plena luz del día, en vía  pública y lo peor de todo…  que no le importaba.

Un beso sin experiencia, sin verdaderos motivos, torpe pero tan cálido, que Lestrade no quería que terminara, sin embargo ambos necesitaban respirar. Cuando se separó del pelirrojo abrió los ojos lentamente, esperaba que el chico pusiera más resistencia pero simplemente vio que estaba congelado y pintado de un color escarlata de toda la cara.

- No vuelvas a hablar de mi padre como si lo conocieras…- susurro Lestrade soltándolo con suavidad queriendo parecer más ofendido de lo que en verdad estaba.

Mycroft se quedó callado, bajo la mirada avergonzado y se mordió los labios. Su corazón estaba inquieto en su interior, y le entraron unas enormes ganas de llorar, tanto fue su pesar sobre lo que había dicho que no se había dado cuenta cuando sus ojos se cristalizaron y su voz quebrada se escuchó un sincero “lo lamento”. Vio que Lestrade se alejaba de él y luego regresaba tomándose del cabello más tranquilo.

- más te vale…- sentencio el chico quien parecía más alivianado, aunque se inclinaba un poco seguramente por el dolor en su espalda - ya se fueron. ¿Estás bien? Oye… ¿Qué te pasa? Vamos…. Lo del beso no fue la gran cosa, además no es como si fuera tu primer beso ¿o sí?- Mycroft desvió la mirada a la nada molesto se mordió los labios nuevamente, tenía vergüenza de su boca triste de su voz rota, de sus malditas pecas y su maldito cuerpo rechoncho y asqueroso. Mientras Mycroft se molestaba consigo mismo  Lestrade abrió la boca sorprendido - ¿¡Si lo es!? Dios ¿en serio? Digo…. No fue mi intención, es que no te callabas y yo… estaba muy nervioso… ¡Tú tienes la culpa! ¡Mierda! La volví hacer a lo grande, no soy gay. No, no lo soy, ¡no se ni por qué lo hice! ¡Joder! De esto ni una palabra ¿entendiste? Ya estamos a mano, no se mencionara esto, es como si nunca hubiera pasado ¿entendido chico listo?

Mycroft asintió con la cabeza, con las manos en los costados puesto que no encontraba las palabras adecuadas para hablar o contestar algo cuerdo a lo que pensaba.

- Entonces... ¿estás bien?-

El tono de voz con aquella preocupación autentica le pareció un acto conmovedor al pelirrojo quien solo atino por asentir con la cabeza nuevamente como si se tratara de un imbécil.

- no eres una persona muy habladora ¿verdad?-

- No tengo mucho de qué hablar con los demás.-

Por primera vez en el día Lestrade mostro aquella sonrisa  encantadora con la que una vez hace tiempo no solo había callado a los demonios interiores de Mycroft sino que los había puesto a bailar con elegancia.

- por lo menos ahora sé que no me vas a regañar, bueno… todo lo que dijiste… - El castaño carraspeo un poco sobre lo que iba a decir – es verdad. Mi padre murió hace un par de años y lo único que me quedo fueron sus viejas cosas y esta chamarra.-

- Lo lamento, no pretendía ofender.

- No te preocupes, ya lo pasado en el pasado.- Lestrade se quitó la chamarra que traía – quítate el suéter, la camisa y bueno, desnúdate de la cintura para arriba.- el chico se sacó la chamarra negra y enseguida empezó a carcajearse seguramente la cara de Holmes era muy graciosa – No es como si fuera a violarte, pero tus prendas están mojadas, venga y hazme caso.-  Holmes vio como el otro sacaba un cigarro rubio de una cajetilla maltratada que traía en el bolsillo del pantalón y con una cerilla lo encendió mientras le extendía la mano para ofrecerle la chamarra negra. – Toma-

- pero es tu….

- yo sé lo que es. Solo póntela.-

- Bueno… pero no me mires.-

-¿Qué? No tienes nada que no haya mirado ya antes.-

- Me da vergüenza.-

- Esta bien, ya voy. Listo ¿feliz?

Mycroft se quitó la ropa mojada guardándosela en la mochila, dejándose solo los pantalones y se empezaba a poner la chamarra ajena, estaba tibia y olía delicioso. Miro con admiración al castaño que seguía disfrutando de aquel cigarro mirando a otro lado hasta que nuevamente sus miradas se encontraron.

- te dije que no miraras.- replico el pelirrojo.

- Me queda mejor a mí,  aunque puedes quedártela si quieres, como has dicho, ya es vieja. Para serte sincero, te verías mejor en traje –

El pelirrojo se sonrojo por completo definitivamente “la vergüenza” de su malditamente corta vida ¿Por qué este chico tenía que ser tan… honesto y… malditamente genial?

- Lo se.- murmuro el pecoso sin pensarse demasiado la respuesta obteniendo una ligera risa de esas que volteaban su mundo de cabeza.

-¿Quieres?- la pregunta ajena lo interrumpió de su discusión interna.

- No fumo, gracias.-

- Uno no te matara.-

Con un poco de temor Mycroft alargo la mano para tomar uno, de ser otra persona seguramente se hubiera mantenido firme en su decisión sin embargo con este chico era distinto, tomo un cigarrillo y se lo puso en los labios.

- Ups… lo siento se me acabaron las cerillas, pero espérate quieto ahí.- Lestrade se acercó a los labios de contrario nuevamente con el cigarro en la boca– no te preocupes, no te volveré a besar a menos de que me ruegues por un beso más, así que relájate- bromeo encendiendo con su cigarrillo el ajeno. Sonrió cuando vio que el otro chico daba su primera inhalación y empezaba a toser sin control. - me imagino que a todos nos pasa, vivirás te lo aseguro, te acostumbraras en un rato más, estarás bien.-

- y tu… ¿Estas bien?- pregunto Mycroft tratando de acostumbrarse a aquel sabor.

- ¿yo? Ah… Por lo de la espalda, no pasa nada, ya es normal. Ven te llevare a casa si quieres pelirrojo.-

- Lamento también lo del pastel.-

- Si… sobre eso yo también lo lamento.-

Mycroft respiro hondo - ¿Por qué siempre ayudas a todo aquel que está en problemas? No digo que no lo agradezco pero…

- Una vez... bueno, varias veces mi padre me dijo que nunca dejara a nadie solo e incluso una vez que perdí algo importante para él y me disculpe, él me dijo que no me disculpara por ello y con su estúpida voz me dijo: “Discúlpate cuando tus manos se lleven la vida de alguien, o cuando aun pudiendo hacer algo no lo hayas echo”- Lestrade miro el cielo un poco pensativo – el viejo era un dolor en el trasero, siempre diciéndome lo que debía hacer, como lo debía hacer…-

- Estaría orgulloso de ti, supongo.-

Greg dibujo una sonrisa triste al chico y se llevó las manos a los bolsillos – supones mal. El viejo debe estar revolcándose en su tumba.-

- Es el castigo…- murmuro Mycroft viendo con pesar al chico y tirando el cigarrillo al suelo sin terminarselo.

- ¿Qué?-

- Que ese es el castigo por ser diferente-

Lestrade arrugo el entrecejo y revolvió el cabello rojo del chico que lo miraba extrañado, no podía creer lo que el otro le decía. Camino unos cuantos pasos para poder salir de aquel callejón, pudo haberle dando la espalda al chico obeso que estaba tras de él pero por alguna razón.-(estúpida razón por cierto) le gustaba de sobre manera los ojos de hielo que poseía aquel chico, con todas esas pecas en su rostro y ese “ no sé qué” en toda su persona.

- Solo… solo los estúpidos creen que el dolor es el castigo por ser diferentes.- Mycroft sintió como su corazón latía frenético y desembocado, nunca nadie le había dicho estúpido, o peor aún nadie le había refutado sus palabras. – Yo... estoy seguro que vas hacer algo grande en el futuro, eso espero y cuentas con mi aprobación para ser, si quieres la mismísima reina de Londres.-

- Quiero trabajar en la política, un pequeño puesto en el gobierno.- interrumpió Mycroft acercándose al chico que seguía fumando en aquella puesta de sol.

- Para mí si quieres puedes ser el maldito gobierno británico y seguirías contando con mi apoyo.- Mycroft sonrió con sinceridad sintiéndose verdaderamente feliz como nunca antes en su vida había estado - ¡Valla! Que si puedes sonreír, un poco más alto y con esa sonrisa diplomática que te cargas puedes ser lo que quieras cuando quieras.- bromeo Lestrade

- Claro, con lo gordo que estoy.-

- venga que así estas bien. Para mí estas perfecto.

Mycroft se sonrojo otra vez, enserio que no quería pensar mal de este chico pero su mente rápidamente malinterpretaba todo, lo que era un simple cumplido se volvía un coqueteo.

- Gra…- Mycroft carraspeo y se aclaró la garganta – gracias-

- ven, te llevare a tu casa antes de que pesques un resfriado - dijo Lestrade terminándose su cigarro en el acto.

- quiero ir a un lugar antes. Ven.- ordeno como era su costumbre aquel chico con la chamarra obscura que le quedaba grande, no espero una respuesta y empezó a caminar. La tarde había caído y las estrellas en el firmamento comenzaban a aparecer tintineando alegremente.

No tardaron más de media hora en llegar a la pastelería a la que Lestrade había comprado su carísimo pastel. Mycroft entro con la cabeza en alto, se veía fascinante, con la mirada fría puesta en alto y la barbilla orgullosa expuesta para recibir cualquier bofetada y no inmutarse. Definitivamente Mycroft era la clase de chicos imposibles de ignorar.

- Buenas noches.- Saludo cortésmente el pelirrojo a la dueña del lugar quien al verlo dibujo una mueca de extrañeza en su rostro, se quedó plasmada y sus ojos viajaban de Mycroft al chico castaño que lo acompañaba.

- joven Holmes que milagro que viene por aquí, no esperaba que viniera hoy-

- Claro, es obvio. Quiero un pastel para mi amigo, como el que se llevó en la tarde ¿lo recuerda?-

-¡Dios!- exclamo la mujer sorprendida y evidentemente apenada – no sabía que era su amigo joven Holmes- de alguna manera los tratos de esta se volvieron sutiles y cariñosos. De la mujer grosera y tosca no había ni la sombra en este momento – aunque por el momento ya no tenemos de ese tipo.-

- muéstreme lo mejor que tenga.- ordeno el pelirrojo con autoridad – quiero comprar el mejor pastel que tenga en este momento.-

Tan pronto como el chico lo dijo la señora desapareció tras el mostrador eso solo significaba que la mujer hoy haría una buena y cuantiosa venta. Preocupado el castaño miro a su acompañante, quizá aquel pelirrojo si tenía mucho dinero, tanto como para pagarle la risa a cualquiera. Quizá tenía más dinero de lo que aparentaba, pero Lestrade no era de esos que aceptaba una recompensa por hacer algo que él consideraba un deber social.

- Oye.- hablo en voz baja Lestrade, quien miraba ansiosamente a todas partes como queriendo decir algo pero sin encontrar las palabras adecuadas, se acercó al pelirrojo más este no le dejo hablar, coloco un dedo en los labios ajenos con autoridad.

- No te pregunte. Es mi decisión hacerlo y debes respetarla. Y no... No es nada, el dinero a los ricos nos sobra.- Más calmado Mycroft sin voltear a ver al otro y con todo el valor que poseía le tomo de la mano al chico a su lado quien se estremeció nervioso pero no se soltó de ese agarre al contrario, entrelazo los dedos con los suyos. – Yo… solo quiero… quiero darte un regalo.-

El chico sonreía ampliamente mirando el techo de aquel lugar, se veía calmado y esa calma se la transmitía al pelirrojo quien no podía dejar de admirarlo en secreto. La gruesa voz del castaño le contesto casi enseguida volviendo loco el corazón de Holmes.

- Yo solo quería preguntarte que si podían agregarle más fresas al pastel como un detalle extra a mi regalo.-

Mycroft sonrió, levanto los hombros como única respuesta, no tenía que voltear a verlo podía admirarlo perfectamente por el rabillo del ojo, aunque nunca estaba de más gravarse aquella expresión temeraria que tenía aquel chico rebelde con aires de cachorro. Tampoco estaba mal tener un recuerdo con un poco de nitidez sobre la persona que estaba parada a su lado sujetándole de la mano como si fuera la cosa más valiosa del mundo. Cabello castaño con una mota de canas, piel apiñonada, labios rosados, delgados, ojos grandes y expresivos, barbilla masculina y cuerpo larguirucho pero fuerte. Lestrade representaba todo lo que Mycroft quería ser, simpático, cariñoso, risueño, divertido, valiente…  el castaño representaba Oniria y  claro él representaba a insomnia. El día y la noche.

Cuando apareció la vendedora Mycroft no podía evitar pensar que quizá… quizá era cierto lo que el chico le había dicho…

“Solo los estúpidos creen que el dolor es el castigo por ser diferentes”

Y un Holmes podía ser todo lo que las personas quisieran, pero jamás un estúpido.

Notas finales:

 

https://www.youtube.com/watch?v=3GqTzn7Hi3U

Se preguntaran: "pero que coño es eso?"

bueno pues... la estaba escuchando cuando estaba actualizando y ¡pum! ya estaba ahi XD y ademas me recuerda bastante a Mycroft y Lestrade XD creo que si la mencione y para que entiendan un poco mas, por cierto como ya empiezan mis examenes.- (se que no les importa pero aun asi lo pondre) creo que tardare mas en actualizar, gracias por acompañarme a todos en general y agradecimientos especiales a nekota y a atolotl.- (creo que asi se escribia) por cierto ¿ a alguien le gustan los videojuegos? pues la ultima frase es de uno que me gusta bastante ¿alguien sabe de quien es? *-*


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