DULCE VERANO.
Mycroft junto sus manos y cerró los ojos ¡Por fin un poco de silencio y paz! Se sintió feliz y libre de premiarse a sí mismo y hacer trampa en su dieta como dictaba su costumbre cuando hacía algo bien. Llevaba días sin dormir, y sin comer adecuadamente, entonces una pregunta asalto en sus labios - ¿Por qué los países tenían que ser controlados por un montón de personas idiotas? -
“Calma Mycroft Holmes que si la Honorable Reina pudiese saber lo que realmente piensas te mandaría a matar”
Un poco más feliz de haber detenido una guerra entre ciertos países muy conflictivos, se conformó con ir a comprar una tarta en su lugar favorito y quizás ir al teatro y quizás si el tiempo lo permitía leer un poco ¡había que celebrar! Estaba de tan buen humor que se permitió tomar un poco de tiempo extra para recordar uno de sus recuerdos más placenteros y comenzar a dormitar. De joven se encontraba viendo las estrellas, que hermosas eran todas y cada una, la luz de la luna parecía un foco incandescente de belleza que no cegaba, al contrario tentadora ofrecía sus encantos para el deleite del ojo humano. El aire frio de la noche arrullaba y aun ahora en su despacho recordaba cómo se sentía ese aire gélido tocar su rostro y lo sintió muy de cerca sin embargo como un estallido que te toma por sorpresa un recuerdo apareció ante sus sueños y no era una imagen que pudiese visualizar solo era una risa que se escuchaba lejana pero que ¡carajos! Reconocería en cualquier parte. Sintió una ausencia que le dejo congelado, una angustia en su corazón se depositó, ese maldito recuerdo de aquel maldito beso, su primer beso, esa calidad que nunca más volvió a sentir se interpuso entre sus mejores recuerdos ¡Diablos! Se había obligado a olvidar aquel rostro, aquel aroma y tuvo que abrir los ojos con temor, ya que temía que su cerebro traidor le trajera de nuevo ese viejo sentimiento del que se había alejado hace tanto, ese viejo recuerdo con aquel joven que era mejor dejar ir. Suspiro… “debe ser por el clima de verano, una falla en mis perfecto sistema”- pensó cerrando los ojos nuevamente, pasándose una mano por el cabello rojizo. Y aun así no podía calmar a su corazón que le exigía ver nuevamente una sonrisa así de honesta y radiante, aunque fuera una sola vez mas, anhelaba poderse encontrar a una persona a la que pudiera ver sin tener que analizarla para sentirse comodo.
Soltó otro suspiro decaído, bueno cuando menos ahora podía llenarse la boca de que nunca más en su vida se volvió a sentir menos que otra persona, que nunca tuvo la necesidad de mirar con recelo y admiración la espalda de alguien mas y que si volviese a mirar a ese chico seguramente podría verlo como un igual o mejor, como un ser superior… ¿Realmente lo había podido alcanzar?
“era lo correcto Mycroft… el chico era un rebelde, sin futuro, un espíritu libre que jamás podrías controlar, alguien tan desorganizado que ni siquiera pensaba las cosas, simplemente las hacía por hacer. Hubieras perdido la paciencia y así la poca, por no decir casi inexistente poca fe que le tienes a la humanidad. Además… tenia novia, el debería ser feliz ahora con su pareja, estoy seguro que se casó, tuvo hijos y debe ser el hombre más feliz sobre la tierra, lo del beso… solo fue una manera pacífica para solucionar los conflictos”
Y mientras pensaba, Anthea llego al lugar con su misma mueca de desinterés y con un nuevo celular en las manos, alzo la vista despreocupadamente y casi se le cae el aparato electrónico de las manos al ver a su jefe.-(mejor amigo) con una mueca de tristeza y desaprobación.
- ¿se encuentra bien? – pregunto un poco temerosa, e inmediatamente Holmes se recompuso.
- si.- contesto Mycroft, la mujer asintió rápidamente con la cabeza y lo atribuyo más al cansancio que quizá su jefe tenia por la pesada jornada que había tenido últimamente.
- Señor…
- No me digas… creí haber dicho que no podría ir a la cena de caridad del Charity Ball –
- La reina insistió, dijo que lo tomara como uno de los favores personales que le debe y que no aceptaba un “no” por respuesta, suplico que se tenía que tener al mejor hombre de todo Londres para resolver cualquier conflicto que fuese a desarrollarse en la cena -
Mycroft bufo un poco, adiós tarta, adiós teatro y adiós libro… no pudo evitar inhalar y exhalar un poco de aire. Había que ser un idiota como para pensar que tendría un poco de vida social en este trabajo.
- Dame veinte minutos para darme una ducha e irnos.-
La secretaria de Mycroft asintió con la cabeza y se fue para preparar el auto y al chofer; además ya que su jefe había sido casi obligado a ir a esa clase de lugares seguramente también la arrastraría consigo “adiós a mi cena con Adler” pensó desanimada Anthea tecleando en su celular a su novia para avisarle que no llegaría a dormir esa noche por cuestiones de trabajo.- (de nuevo)
Mientras Mycroft se ponía de pie, camino a una ventana y vio una plateada luna asomarse tímida por las obscuras nubes. Se encontraba un poco decaído, pensó en el chico con el cabello entre cano y aquel rostro que no recordaba del todo bien y negó con la cabeza “Me siento así porque noches como estas, me recuerdan a aquel dulce verano en que decidí dejarlo”- y sonrió con tristeza. Porque era verdad, el chico no le había hecho nada para que nunca más le volviera a hablar, o lo volviese a buscar y era porque Mycroft se había sentido menos a su lado y comprendía mejor que nadie que el futuro de ambos no era estar juntos y que por la atracción que sentía unilateral por cierto sus estúpidos sentimientos debían ser callados ya que el chico merecía ser feliz a lado de una persona normal y no de un fenómeno como lo era él, porque debajo de ese cuerpo delgado y perfecto junto con su gran cerebro seguía existiendo el mismo niño gordo, tímido y dañado Pigcroft, que de amor no sabía ni un carajo; pero que conoció y dejo ir a la mejor persona en un verano ¡Oh dulce verano!