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MÁS ALLÁ DE LA LUNA por Gaia

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Notas del capitulo:

Una vez Yuki Eiri dijo que una mujer quedaría cautiva por el hombre que la consolara cuando tuviera el corazón roto.

 

Soy muy vieja y mis referencias también, quizá sean desconoidas por la gente joven.

3. Luna nueva.

No tardé mucho en ponerme de pie. Me sentía muy avergonzado al pensar que por mi culpa, Heath-san estaba en un parque sentado bajo la lluvia. Lo mejor era irnos de aquel lugar.

—Creo que es mejor ir a casa… perdona que por mi culpa hayas tenido que estar aquí bajo la lluvia

 —No te preocupes —él sonrió— déjame llevarte. Traigo mi motocicleta.

Hubiera querido negarme porque deseaba con todas mis fuerzas retrasar el regreso a casa, deseaba seguir caminando bajo la lluvia e imaginar que podría estar así para siempre; para no sentir la abrumadora realidad que se vendría sobre mí al entrar en casa, como el golpe pesado de una enorme piedra; pero no me atreví a negarme, había algo que al mirarlo me hacía desear estar a su lado, quería prolongar nuestro nuevo encuentro el mayor tiempo posible. Le temía sin duda a mi abrumadora soledad.

No dirigimos hacia su motocicleta. Él me prestó un casco extra y subimos en ésta, me abracé con fuera a su cintura pequeña y comenzamos la marcha. Poco a poco mientras íbamos en nuestro camino y yo le indicaba a Heath-san cómo llegar a mi casa la lluvia fue amainando hasta que se detuvo completamente. Noté que a pesar de estar mojado en su totalidad, su cuerpo emanaba un calor reconfortante en el que sentí envueltos los trozos de lo que aún era mi corazón.

Cuando llegamos a casa lo invité a pasar. No podía dejarlo en ese estado totalmente empapado, lo menos que podía hacer era ofrecerle un lugar para secarse y beber algo caliente y aunque él se negó en un principio, tras un poco de insistencia logré convencerlo.

—Es curioso que nuestros dos últimos encuentros hayan sido tan… mojados —lo escuché decir mientras yo buscaba un par de toallas.

—Es verdad. Aunque estamos en una época en la que se supone no llueve mucho —dije mientras me acercaba a él.

—Creo que la única explicación lógica es que atraes la lluvia —dijo mientras hizo un gesto meditativo. Me puse a pensar que tenía realmente lógica, si siempre decían que LUNA SEA era la banda que siempre atraía las tormentas.

Seleccioné una toalla y las demás las coloqué sobre el sillón, después comencé a secar su cabello.

— ¿Q-qué haces? —preguntó tartamudeando.

— ¿Te molesta? Sólo te ayudo un poco. Es lo mínimo que puedo hacer. —Envolví la toalla alrededor de su cabeza— Ahora buscaré algo de ropa para que pueda secarse la que llevas puesta.

Entre todo lo que yo tenía no había nada que pudiera quedarle, el era demasiado alto para usar algo de mi ropa, aunque la idea me pareció graciosa. Finalmente encontré algunas prendas que no eran mías: se trataba de una playera y un pants que él había olvidado. Heath-san seguía siendo más alto pero sólo por un poco, esas prendas le quedarían bien; aunque temía que al prestárselas el aroma de Jun despareciera para siempre…

Salí del cuarto de lavado tras haber puesto a secar la ropa de Heath-san y me dirigí a la sala para tomar una toalla, en ese momento entró. Venía de mi habitación, ya seco y cambiado.

—Aún no te has secado —se aproximó a mí y me quitó la toalla de las manos con suavidad, después hizo lo mismo que yo hiciera con él: comenzó a secar mi cabello con suavidad. — Estás temblando. Espero que no vayas a resfriarte.

Dejó la toalla a un lado y tomó mis manos entre las suyas, las acercó suavemente a sus labios y las inundó con su aliento suave y cálido. Yo lo miraba atentamente sin saber qué decir o qué hacer, pero sin darme cuenta en qué momento ocurrió, comencé a llorar. No emití ningún sonido, mi cuerpo no se movió, pero las lágrimas comenzaron a caer abundantes, mientras yo era incapaz de detenerlas.

No deseaba que Heath-san me viera así pero era inevitable, la vergüenza comenzó a llenarme por completo y el momento en que se incorporó y posó su vista sobre mí llegó. Él abrió los ojos grandes y levantó sus cejas sorprendido, y yo no pude hacer otra cosa que bajar el rostro. ¿Dónde podría ocultarme?

Repentinamente sentí que sus brazos me cubrieron y mi cuerpo quedó unido al suyo. Me estrechó con mucha fuerza, tanta que me hizo consciente de lo débil que me encontraba… de la pesada carga que era llevar el corazón roto…

Me tomé la libertad de por un momento tomar sus fuerzas prestadas y cerrar los ojos. Jun ya no estaba a mi lado, ya nunca más lo estaría y esa devastadora realidad era demasiado para mí. Pero al menos en ese momento Heath-san se encontraba ahí, no podía contarle todo lo que me ocurría y entregarle la carga pesada de compartir mi dolor para siempre, pero por sólo un momento; permití que él me sostuviera… aunque nunca pudiera confesárselo.

No sé cuánto tiempo pasó… perdí toda noción de realidad hasta que nos separamos y miramos nuestros rostros.

—He mojado la ropa que apenas te habías puesto…

—No te preocupes por eso y mejor ve a cambiar la tuya, mientras si lo permites, prepararé algo de café. —Yo asentí con la cabeza y le señalé dónde se encontraba la cocina. No sabía realmente si dios existía, pero en ese momento sentí la necesidad de agradecer que Heath-san se encontrara ahí conmigo.

Ambos, ya con ropa seca, nos sentamos en el amplio sillón de la sala. Él sirvió dos tazas de café y agregó cinco cucharadas de azúcar a la suya; luego bebió un sorbo y suspiró. Me pareció increíble tal cantidad de azúcar y me sorprendí aún más al verlo comer galleta tras galleta con chispas de chocolate. Bebía el té como todo un occidental[1].

—Te vi por la mañana en la televisión —dijo de pronto. Yo sentí al escucharlo como si todo mi cuerpo fuera sacudido.

— ¿Eh? ¿De verdad? No era un programa muy interesante —dije tratando de que en mi voz no se notara el estremecimiento que me causaba pensar en aquel show… pensar en Jun.

—J no ha cambiado en nada —dijo entre risas— recuerdo ese día que Yoshiki y Sugizo lo buscaron a él y a Hide por toda la ciudad, estaban dormidos en una banca.

—Todos enloquecimos por culpa de ese par. Fue la primera vez que vi a Yoshiki-san tan molesto. Daba miedo…—Yo recordaba perfectamente ese día. Jun estaba tan ebrio que ni siquiera podía sostenerse, tuvimos que cancelar los compromisos que teníamos y yo tuve que llevarlo a su departamento  Lo dejé recostado sobre la cama y cuando ya me iba me tomó del brazo…

Todo estaba lleno de sus recuerdos…

—Todos éramos unos pequeños ebrios entonces. —observó mientras volvía a beber de su café. Yo sonreí de forma franca a sus palabras.

—Me avergüenza admitirlo pero en más de un concierto no me encontré en mis cinco sentidos.

—Eras todo un loquillo Ryuichi. Quién diría en ese entonces que verías la luz y te convertirías en un cantante pop. —Yo reí sin poder evitarlo ante su comentario al tiempo que me llené de un gran alivio.

—Todos tenemos esperanza.

Como en nuestro pasado y accidentado encuentro, Heath-san y yo estuvimos hablando  durante largo rato en la estancia de mi casa, entre risas suyas y miradas atentas de mi parte. No sabía por qué pero verlo reír era agradable, su risa era abierta y melodiosa, aunque también discreta, con un dejo de timidez.

Verlo reír era aún mejor que reír yo mismo…

Me habló también de la nueva banda en que se encontraba. Un proyecto en el que trabajaba con Pata-san e I.N.A; una banda nueva llamada Dope HeaDz. Tuve que confesar que aún no los había escuchado, por lo que él prometió que me obsequiaría un disco y a su vez me hizo prometer que asistiría a su próxima presentación. Yo acepté el trato.

Faltaba poco para que oscureciera y ambos estábamos en la puerta, Heath-san al fin tenía su ropa de vuelta y estaba por irse. Nos despedimos con una sonrisa asegurando que muy pronto nos veríamos de nuevo.

—No olvides que prometiste ir a ve a nuestra nueva banda —me sonrió mientras salía por la puerta.

—No, claro que no, estoy muy ansioso de poder escucharlos —le devolví la sonrisa, a pesar de mi anhelo porque él se quedara un poco más. Deseaba desesperadamente que no me dejara pues el dolor y la soledad volverían.

Él se disponía a marcharse, incluso ya me había dado la espalda cuando de pronto se giró para quedar de nuevo frente a mí. Me tomó por la nuca y pegó su frente a la mía durante varios segundos; yo quedé inmóvil, estaba tan sorprendido que era incapaz de atinar a hacer algo.

—Todo va a estar bien —dijo él y después de unos momentos se apartó— Quizá suene banal lo que digo, pero sé que así será porque eres fuerte, porque eres Ryuichi. —Él volvió a sonreír, de una forma tan dulce que yo hubiera deseado contemplar eternamente esa sonrisa, pues hacía parecer que nada malo en el mundo podría ocurrir; pero finalmente se dio la vuelta y se marchó, dejándome ahí parado sin saber qué hacer… sintiendo latir muy rápido el corazón…



[1] En Japón se bebe el té sin azúcar y sin acompañamientos. 


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