Ryuga…Era un chico completamente fastidioso.
Desde el primer día de clases ha estado molestándote de tantas formas que no podría contarlas con tus dedos. Parecía un cachorro detrás de su madre. Te seguía a cualquier lado a donde fueses y SIEMPRE tratada de coquetear contigo, era desesperante…Aunque, realmente lindo…
¡¿Qué?!
No, no, y no.
Cuando pensabas cosas como esas, era más fastidioso aún. Y lo era muchísimo más porque pasaba constantemente.
Cuando estabas tranquilamente sentado leyendo un libro como siempre antes de comenzar con tu jornada de trabajo, él volvió temprano como siempre. Y de igual forma comenzó a tratar de conversar contigo para que le prestaras atención, tan predecible. Y tú más tonto que le seguías el juego.
Decidiste guardar el libro, sabías que Ryuga no te dejaría leerlo en paz, tenías que prestarle atención o sino comenzara a ser mucha más persistente. Cuando volviste a mirar a Ryuga, él se encontraba recostado sobre tu escritorio. Te molestaba lo desinteresado que podía llegar a ser como para tirarse en cualquier lado; en el suelo, en una banca, e incluso en el techo, ¿y ahora tu escritorio…?
Estuviste a punto de regañarlo cuando notaste que sus ojos estaban fijos en los tuyos. Tal vez ya lo habías notado y no quisiste darte cuenta, pero Ryuga podía llegar a ser realmente atractivo cuando no se lo proponía. Ahí, tirado en tu escritorio como lo estaba haciendo ahora, se veía condenadamente lindo. Hacía que te dieran ganas de acercarte cada vez más y que tu y el pudieran….
¡Basta!
Con vergüenza apartaste tu mirada de la suya queriendo esconder tu rostro que había comenzado a arder. Maldices completamente lo idiota que puedes llegar a ser. Tomaste otro libro, era el que usabas para dar tus clases, te levantaste rápidamente y prácticamente te pegaste al pizarrón con marcador en mano, leíste algunas cosas en tu libro para comenzar a escribir el contenido de tu primera clase. Debías enfriar tu mente como sea.
Escuchaste como Ryuga arrastró la silla al levantarse, ganas no te sobraron de seguir haciendo lo tuyo en vez de voltearte a verlo. No escuchaste nada, pero podías jurar que estaba detrás de ti respirando casi sobre tu nuca logrando que un leve escalofrío corra por tu cuerpo.
- ¿Ahora qué?- preguntaste disimilando que comenzaste a alterarte. Al no escuchar ninguna queja de su parte te volteaste para verlo por simple curiosidad. Gran error. Justo al voltearte te encontraste con su cara a pocos centímetros de la tuya y sus brazos a cada lado de su cuerpo. A pesar de ser menor que tú, este chico lograba acorralarte fácilmente ya que era mucho más grande y alto que tu. Estúpida genética, otra vez.
-Sensei, ¿le han dicho que tiene un excelente trasero?- dijo con una voz levemente ronca que te heló la sangre. Él se mordió el labio inferior mirándote fijamente, la misma forma con la que miró a la chica del café cuando se vieron por primera vez, y nuevamente, su mirada no reflejaba nada bueno.
-¿M-Mi qué? ...Definitivamente estás loco- llevaste tus dedos al puente de tu nariz y lo sobaste tratando de mantener la calma. Esto era algo muy incomodo-…Ryuga, no soy una chica ¿sabes?- trataste de hacerlo entrar en razón y que se diera cuenta de la estupidez que estaba diciéndote, que se diera cuenta de que todo eso te estaba poniendo aún más nervioso e inquieto de lo que ya estabas.
-Estoy muy al corriente de eso…- susurró de la misma forma acercándose más a ti.
Ok, esta que se estaba saliendo de control.
-¿E-Entonces qué demonios crees que haces?- trataste de retroceder, haciendo que te des cuenta que aún estas pegado al pizarrón y sin querer dejaste caer el libro que tenías entre tus manos, trataste de levantarlo pero Ryuga te lo impidió acorralándote más con tu propio cuerpo.
-Cuando está nervioso se ve muy lindo, Sensei- estaba tan pegado a ti que sentías su respiración chocar en tu rostro.
-A-Aléjate, estas muy cerca…- apoyaste tus brazos en su pecho para tratar de alejarlo pero él tomó sus muñecas jalándote hacía él. Cuando te diste cuenta, él ya te estaba besando. Te quedaste con los ojos bien abiertos los pocos segundos que duro el beso sin poder reaccionar.Eso…Ha decir verdad no se sintió del todo…Desagradable-… ¿Q-Qué fue eso?- dijiste aturdido.
¿Qué le estaba pasando a ese chico? ¿Qué te pasaba a ti con ese chico? Sentías tu cara completamente roja y tu labio inferior comenzó a temblar. ¡Rayos…!
-Estoy seguro de que entiende perfectamente lo que acabo de hacer…- susurró nuevamente volviendo a unir sus labios, pero esta vez sí reaccionaste rápido y te decidiste a alejarlo, así que hiciste lo primero que cruzó tu mente. Mordiste su labio con fuerza logrando alejarlo de ti. Una nueva ventaja de tener afilados colmillos para defenderte.
-¡¿E-Estás loco?! ¡¿Cómo se te ocurre besar a tu profesor?! ¡Basta! ¡Suéltame de una buena vez!- cada vez estabas más alterarte, ese chico nunca te dio buena espina. Sabías que Ryuga era un jodido adicto al sexo a pesar de su corta edad y no querías que él te metiera en un problema por estar de cachondo. Debías actuar como adulto y dar por terminado su pequeño juego.
-…No debió hacer eso, Sensei- con brusquedad volvió a dejarte contra el pizarrón, de nuevo su mirada reflejaba claramente lo que pasaba en su cabeza. Te miraba como si quiera comerte, en un sentido que no te gustaría descubrir.
Paso su lengua por la herida que habías dejado al morderle, retirando el rastro de sangre que comenzó a dejar la herida. Y volvió a besarte de una manera tan demandante que se te hacía difícil respirar. Te exaltaste cuando su lengua llegó a adentrarse dentro de tu boca y con desespero trataste de alejarlo de ti, pero él te tenía bien agarrado. Lograbas diferenciar el sabor de la sangre en la saliva de tu alumno. Tuviste la oportunidad de descubrir que tenía también un piercing en su lengua, el cual chocaba de vez en cuando con tus dientes por lo brusco del beso.
Al escuchar algunos pasos fuera del aula tu corazón pareciera que fuera a salirse de tu pecho.
-A-Alto Ryuga…- susurraste separándote del beso y viéndolo casi suplicante, tus ojos estaban vidriosos y tu respiración agitada al igual que la de él. Su mirada te hizo estremecer, aún tenía ese brillo tan depravado y lascivo que querías odiar con toda el alma, pero tenía algo que te hacia desear que te mirara así mucho más tiempo- Estás loco…- susurraste molesto, mas contigo misma que con el, y te separándote de una vez por todas y yendo hasta tu escritorio donde te sentaste y comenzaste a pasar tus manos por tu cara en señal de desesperación. Si antes tu cabeza estaba revuelta, ahora era un desastre total.
-Lo nuestro no acaba aquí, Sensei…- te importó muy poco que lo que te dijo sonaba demasiado parecido a una amenaza. Él se quedó ahí parado frente al pizarrón, y aunque no lo veías, sabías que estaba mirándote, era demasiado obvio. Sentías que su mirada estaba penetrándote la nuca, querías que dejara de mirarte, era demasiado incómodo.
Te quedaste en esa posición unos segundos más antes de enderezarte y mirar el techo, tocaste tus labios suavemente importante muy poco que Ryuga te viera hacerlo. Estaban entumecidos y húmedos. Tu corazón latía tan rápido que parecía que te estuviera dando un paro cardiaco en ese mismo instante. Tus manos temblaban levemente y tus ojos seguían un poco dilatados.
¿Cómo es que dejaste que llegara tan lejos?, si alguien los hubiera visto arruinaría por completo tu carrera y te tacharían de depravado sexual. Tenías que hacer algo rápido, tú eres un adulto y debes actuar como tal.
Definitivamente debes buscar una solución, o ese niño terminará metiéndote muchos en problemas.