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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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Notas del capitulo:

Es una adaptación de 50 Sombras de Grey por E.L. James.

El corazón me late muy deprisa. El ascensor llega a la planta baja y salgo en cuanto se abren las puertas. Doy un traspié, pero por suerte no me doy de bruces contra el inmaculado suelo de piedra. Corro hacia las grandes puertas de vidrio y por fin salgo al tonificante, limpio y húmedo aire de Seattle. Levanto la cara y agradezco la lluvia, que me refresca. Cierro los ojos y respiro hondo, dejo que el aire me purifique e intento recuperar la poca serenidad que me queda.
Ningún hombre me había impactado como Park ChanYeol, y no entiendo por qué. ¿Porque es guapo? ¿Educado? ¿Rico? ¿Poderoso? No entiendo mi reacción irracional. Suspiro profundamente aliviado. ¿De qué diablos va esta historia? Me apoyo en una columna de acero del edificio y hago un gran esfuerzo por tranquilizarme y ordenar mis pensamientos. Muevo ligeramente la cabeza. ¿Qué ha pasado? Mi corazón recupera su ritmo habitual y puedo volver a respirar normalmente. Me dirijo al coche.
Dejo atrás la ciudad repasando mentalmente la entrevista y empiezo a sentirme idiota y avergonzado. Seguro que estoy reaccionando desproporcionadamente a algo que solo existe en mi cabeza. De acuerdo, es muy atractivo, seguro de sí
mismo, dominante y se siente cómodo consigo mismo, pero por otra parte es arrogante y, por impecables que sean sus modales, es dictador y frío. Bueno, a primera vista. Un involuntario escalofrío me recorre la espina dorsal. Puede ser arrogante, pero tiene derecho a serlo, porque ha conseguido grandes cosas y es todavía muy joven. No soporta a los imbéciles, pero ¿por qué iba a hacerlo? Vuelvo a enfadarme al pensar que KyungSoo no me proporcionó una breve biografía.
Mientras recorro la interestatal 5, mi mente sigue divagando. Me deja de verdad perplejo que haya gente tan empeñada en triunfar. Algunas respuestas suyas han sido muy crípticas, como si tuviera una agenda oculta. Y las preguntas de Kyung…
¡Uf! La adopción y que si era gay… Se me ponen los pelos de punta. No me puedo creer que le haya preguntado algo así. ¡Tierra, trágame! De ahora en adelante, cada vez que recuerde esta pregunta me moriré de vergüenza. ¡Maldita sea Do KyungSoo!

Echo un vistazo al indicador de velocidad. Conduzco con más precaución de la habitual, y sé que es porque tengo en mente esos penetrantes ojos grises que me miran y una voz seria que me dice que conduzca con cuidado. Muevo la cabeza y me doy cuenta de que Park parece tener el doble de edad de la que tiene.
Olvídalo, Baek, me regaño a mí mismo. Llego a la conclusión de que, en el fondo, ha sido una experiencia muy interesante, pero que no debería darle más vueltas.
Déjalo correr. No tengo que volver a verlo. La idea me reconforta. Enciendo la radio, subo el volumen, me reclino hacia atrás y escucho el ritmo del rock indie mientras piso el acelerador. Al surcar la interestatal 5 me doy cuenta de que puedo conducir todo lo deprisa que quiera.
Vivimos en una pequeña comunidad de casas pareadas cerca del campus de la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver. Tengo suerte. Los padres de KyungSoo le compraron la casa, así que pago una miseria de alquiler. Llevamos cuatro años viviendo aquí. Aparco el coche sabiendo que Kyung va a querer que se lo cuente todo con pelos y señales, y es obstinado. Bueno, al menos tiene la grabadora. Espero no tener que añadir mucho más a lo dicho en la entrevista.
—¡Baek! Ya estás aquí.
KyungSoo está sentado en el salón, rodeado de libros. Es evidente que ha estado estudiando para los exámenes finales, aunque todavía lleva puesto el pijama azúl de franela de conejitos, el que reserva para cuando ha roto con un novio, para todo tipo de enfermedades y para cuando está deprimido en general. Se levanta de un salto y corre a abrazarme.
—Empezaba a preocuparme. Pensaba que volverías antes.
—Pues yo creo que es pronto teniendo en cuenta que la entrevista se ha alargado…
Le doy la grabadora.
—Baek, muchísimas gracias. Te debo una, lo sé. ¿Cómo ha ido? ¿Cómo es?
Oh, no, ya estamos con el inquisidor Do KyungSoo.
Me cuesta contestarle. ¿Qué puedo decir?
—Me alegro de que haya acabado y de no tener que volver a verlo. Ha estado bastante intimidante, la verdad. —Me encojo de hombros—. Es muy centrado, incluso intenso… y joven. Muy joven.
Kyung me mira con expresión cándida. Frunzo el ceño.
—No te hagas el inocente. ¿Por qué no me pasaste una biografía? Me ha hecho sentir como un idiota por no tener idea de nada.

Kyung se lleva una mano a la boca.

—Vaya, Baek, lo siento… No lo pensé.

Resoplo.

—En general ha sido amable, formal y un poco estirado, como un viejo precoz. No habla como un tipo de veintitantos años. Por cierto, ¿cuántos años tiene?
—Veintisiete. Baek, lo siento. Tendría que haberte contado un poco, pero estaba muy nervioso. Bueno, me llevo la grabadora y empezaré a transcribir la entrevista.
—Parece que estás mejor. ¿Te has tomado la sopa? —le pregunto para cambiar de tema.
—Sí, y estaba riquísima, como siempre. Me encuentro mucho mejor.
Me sonríe agradecido. Miro el reloj.
—Salgo pitando. Creo que llego a mi turno en Clayton’s.
—Baek, estarás agotado.
—Estoy bien. Nos vemos luego.
Trabajo en Clayton’s desde que empecé en la universidad, hace cuatro años. Como es la ferretería más grande de la zona de Portland, he llegado a saber bastante
sobre los artículos que vendemos, aunque, paradójicamente, soy un desastre para el bricolaje. Esto se lo dejo a mi padre.
Me alegra llegar a tiempo, porque así tendré algo en lo que pensar que no sea Park ChanYeol. Tenemos mucho trabajo. Como acaba de empezar la temporada de verano, todo el mundo anda redecorando su casa. La señora Clayton parece
aliviada al verme.
—¡Baek! Pensaba que hoy no vendrías.
—La cita ha durado menos de lo que pensaba. Puedo hacer un par de horas.
—Me alegro mucho de verte.
Me manda al almacén a reponer estanterías, y no tardo en centrarme en mi
trabajo.

Más tarde, cuando vuelvo a casa, KyungSoo lleva puestos unos auriculares y trabaja en su portátil. Todavía tiene la nariz roja, pero está metido de lleno en su artículo, muy concentrado y tecleando frenéticamente. Yo estoy agotado, rendido por el largo viaje en coche, por la dura entrevista y por no haber parado de aquí para allá en Clayton’s. Me dejo caer en el sofá pensando en el trabajo de la facultad que tengo que terminar y en que no he podido estudiar nada porque estaba con… él.

—Lo que me has traído está genial, Baek. Lo has hecho muy bien. No puedo creerme que no aceptaras su oferta de enseñarte el edificio. Está claro que quería pasar más rato contigo.
Me lanza una fugaz mirada burlona.
Me ruborizo e inexplicablemente mis pulsaciones se aceleran. Seguro que no era por eso. Solo quería mostrarme el edificio para que viera que era el amo y señor de todo aquello. Soy consciente de que estoy mordiéndome el labio y confío en que Kyung no se dé cuenta, pero mi amigo parece estar concentrado en la transcripción.
—Ya entiendo lo que quieres decir con eso de formal. ¿Tomaste notas? —me
pregunta.
—Mmm… No.
—No pasa nada. Con lo que hay me basta para un buen artículo. Lástima que no
tengamos fotos propias. El hijo de puta está bueno, ¿no?
Me ruborizo.
—Supongo.
Intento dar a entender que me da igual, y creo que lo consigo.
—Vamos, Baek… Ni siquiera tú puedes ser inmune a su atractivo.
Me mira y alza una ceja perfecta.
¡Mierda! Siento que me arden las mejillas, así que lo distraigo haciéndole la pelota, que siempre funciona.
—Seguramente tú le habrías sacado mucho más.
—Lo dudo, Baek. Vamos… casi te ha ofrecido trabajo. Teniendo en cuenta que te lo endosé en el último minuto, lo has hecho muy bien.
Me mira interrogante. Me retiro corriendo a la cocina.
—Dime, ¿qué te ha parecido?
Maldita sea, no para de preguntar. ¿Por qué no lo deja de una vez? Piensa algo,
rápido.
—Es muy tenaz, controlador y arrogante… Da miedo, pero es muy carismático. Entiendo que pueda fascinar —le digo sinceramente con la esperanza de que se calle de una vez por todas.

—¿Tú, fascinado por un hombre? Qué novedad —me dice riéndose.

Como estoy preparándome un bocadillo, no puede verme la cara.

—¿Por qué querías saber si era gay? Por cierto, ha sido la pregunta más incómoda. Casi me muero de vergüenza, y a él le ha molestado que se lo preguntara.
Frunzo el ceño al recordarlo.
—Cuando aparece en la prensa, siempre va solo. Pero sólo habría que fijarse en cómo te ha tratado para saberlo.
—Ha sido muy incómodo. Todo ha sido incómodo. Me alegro de no tener que volver a verlo.
—Venga, Baek, no puede haber ido tan mal. Creo que le has caído muy bien.
¿Que le he caído bien? Kyung alucina.
—¿Quieres un bocadillo?
—Sí, por favor.
Para mi tranquilidad, esta noche no seguimos hablando de Park ChanYeol.
Después de comer puedo sentarme a la mesa del comedor con Kyung y, mientras él trabaja en su artículo, yo sigo con mi trabajo sobre Tess, la de los d’Urberville.
Maldita sea. Esta mujer estuvo en el lugar equivocado y en el momento equivocado del siglo equivocado. Cuando termino son las doce de la noche y hace ya mucho rato que Kyung se ha ido a dormir. Me voy a mi habitación agotado, pero contento de haber trabajado tanto para ser un lunes. Me meto en mi cama de hierro de color blanco, me envuelvo en la colcha de mi madre, cierro los ojos y me quedo dormido al instante. Sueño con lugares oscuros, suelos blancos, inhóspitos y fríos, y ojos grises.

El resto de la semana me sumerjo en mis estudios y en mi trabajo en Clayton’s. Kyung también está muy ocupado organizando su última edición de la revista de la
facultad antes de ceder su puesto al nuevo responsable, y además también está estudiando para los exámenes. Hacia el miércoles se encuentra mucho mejor y ya no tengo que seguir soportando la visión de su pijama azúl de franela lleno de conejitos. Llamo a mi madre, que vive en Georgia, para saber cómo está y para que me desee suerte en los exámenes. Empieza a contarme su última aventura: está aprendiendo a hacer velas. Mi madre se pasa la vida emprendiendo nuevos negocios. Básicamente se aburre y necesita hacer lo que sea para ocupar su tiempo, pero le es imposible centrarse en algo mucho tiempo. La semana que viene será otra cosa. Me preocupa. Espero que no haya hipotecado la casa para financiar este último proyecto. Y espero que Bob —su relativamente nuevo marido, aunque es mucho mayor que ella— la controle un poco ahora que yo ya no estoy en casa. Parece mucho más responsable que el marido número tres.

—¿Cómo te va todo, Baek?
Dudo un segundo, y mi madre centra toda su atención en mí.
—Muy bien.
—¿Baek? ¿Has conocido a algún chico?
Uf, ¿cómo se le ocurre? Es evidente que está entusiasmada.
—No, mamá, no pasa nada. Si conozco a un chico, serás la primera en saberlo.
—Baek, cariño, tienes que salir más. Me preocupas.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué tal Bob?
Como siempre, la mejor táctica es la distracción.
Esa noche, más tarde, llamo a Mark, mi padrastro, el marido número dos de mi madre, el hombre al que considero mi padre y cuyo apellido llevo. La conversación es breve. En realidad, ni siquiera es una conversación, sino una serie de gruñidos en respuesta a mis discretos intentos. Mark no es muy hablador. Pero es muy activo, sigue viendo el fútbol en la tele (y cuando no está viendo el fútbol, juega a los bolos, pesca o hace muebles). Mark es un buen carpintero, y gracias a él sé
diferenciar una espátula de un serrucho. Parece que todo le va bien. El viernes por la noche Kyung y yo estamos comentando qué hacer —queremos descansar un poco del estudio, el trabajo y las revistas de la facultad— cuando llaman a la puerta. En los escalones de la entrada está mi buen amigo SeHun con una
botella de champán en las manos.
—¡SeHun! ¡Qué alegría verte! —Lo abrazo—. Pasa.
SeHun es la primera persona a la que conocí cuando llegué a la universidad, y parecía tan perdido y solo como yo. Aquel día nos dimos cuenta de que éramos almas gemelas, y desde entonces somos amigos. No solo compartimos el sentido del humor, sino que descubrimos que Mark y el padre de SeHun estuvieron juntos en el ejército, y a partir de ahí nuestros padres se hicieron también muy amigos.

SeHun estudia ingeniería. Es el primero de su familia que va a la universidad. Es un tipo brillante, pero su auténtica pasión es la fotografía. Tiene un ojo estupendo para hacer fotos.
—Tengo buenas noticias —dice sonriendo con sus brillantes ojos oscuros.
—No me lo digas: también esta semana te las has arreglado para que no te despidan… —bromeo.
Simula burlonamente ponerme mala cara.
—La Portland Place Gallery va a exponer mis fotos el mes que viene.
—Increíble… ¡Felicidades!
Me alegro mucho por él y vuelvo a abrazarlo. Kyung también le sonríe.
—¡Buen trabajo, SeHun! Tendré que incluirlo en la revista. No se me ocurre nada mejor para un viernes por la noche que hacer cambios editoriales de última hora —dice riéndose.
—Vamos a celebrarlo. Quiero que vengas a la inauguración.
SeHun me mira fijamente y me ruborizo.
—Los dos, claro —añade mirando nervioso a Kyung.
SeHun y yo somos buenos amigos, pero en el fondo sé que le gustaría que fuéramos algo más. Es mono y divertido, pero no es mi tipo. Es más bien el hermano que nunca he tenido. KyungSoo suele chincharme diciéndome que me falta el gen de buscar novio, pero la verdad es que no he conocido a nadie que… bueno, alguien que me atraiga, aunque una parte de mí desea que me tiemblen las piernas, se me dispare el corazón y sienta mariposas en el estómago.
A veces me pregunto si me pasa algo. Quizá he dedicado demasiado tiempo a mis románticos héroes literarios, y por eso mis ideales y mis expectativas son excesivamente elevados. Pero en la vida real nadie me ha hecho sentir así. Hasta hace muy poco, murmura la inoportuna vocecita de mi subconsciente.
¡NO! Destierro de inmediato la idea. No voy a planteármelo, no después de aquella dolorosa entrevista. «¿Es usted gay, Señor Park?» Me estremezco al recordarlo. Sé que desde entonces he soñado con él casi todas las noches, pero seguramente es porque tengo que purgar de mi cabeza la espantosa experiencia.
Observo a SeHun abriendo la botella de champán. Lleva vaqueros y una camiseta. Es alto, ancho de hombros y musculoso, de piel morena, pelo negro y ardientes ojos oscuros. Sí, SeHun está bastante bueno, pero creo que por fin está entendiendo el mensaje: somos solo amigos. El corcho sale disparado, y SeHun alza la mirada y sonríe.

El sábado es una pesadilla en la ferretería. Nos invaden los manitas que quieren acicalar su casa. El señor y la señora Clayton, John, Patrick —los otros dos empleados— y yo nos pasamos la jornada atendiendo a los clientes. Pero al mediodía se calma un poco, y mientras estoy sentado detrás del mostrador de la caja, comiéndome discretamente el bocadillo, la señora Clayton me pide que compruebe unos pedidos. Me concentro en la tarea, compruebo que los números de catálogo de los artículos que necesitamos se corresponden con los que hemos encargado y paso la mirada del libro de pedidos a la pantalla del ordenador, y
viceversa, para asegurarme de que las entradas cuadran. De repente, no sé por qué, alzo la vista… y me quedo atrapado en la descarada mirada gris de Park ChanYeol, que me observa fijamente desde el otro lado del mostrador.
Casi me da un infarto.
—Señor Byun, qué agradable sorpresa —me dice. Su mirada es firme e intensa.
Maldita sea. ¿Qué narices está haciendo aquí, todo despeinado y vestido con ese jersey grueso de lana de color crema, vaqueros y botas? Creo que me he quedado boquiabierto, y no encuentro ni el cerebro ni la voz.
—Señor Park —murmuro, porque no puedo hacer otra cosa.
Sus labios esbozan una sonrisa y sus ojos parecen divertidos, como si estuviera disfrutando de alguna broma de la que no me entero.
—Pasaba por aquí —me dice a modo de explicación—. Necesito algunas cosas. Es un placer volver a verlo, Señor Byun.
Su voz es cálida y ronca como un bombón de chocolate y caramelo… o algo así.
Muevo la cabeza intentando bajar de las nubes. El corazón me aporrea el pecho a un ritmo frenético, y por alguna razón me arden las mejillas ante su firme mirada escrutadora. Verlo delante de mí me ha dejado totalmente desconcertado. Mis recuerdos de él no le han hecho justicia. No es solo guapo, no. Es la belleza masculina personificada, arrebatador, y está aquí, en la ferretería Clayton’s. Quién lo iba a decir. Recupero por fin mis funciones cognitivas y vuelvo a conectar con el resto de mi cuerpo.
—Baek. Me llamo Baek —murmuro—. ¿En qué puedo ayudarle, Señor Park?
Sonríe, y de nuevo es como si tuviera conocimiento de algún gran secreto. Es muy desconcertante. Respiro hondo y pongo mi cara de llevar cuatro años
trabajando en la tienda y ser una profesional. Yo puedo.
—Necesito un par de cosas. Para empezar, bridas para cables —murmura con  expresión fría y divertida a la vez.


¿Bridas para cables?

Notas finales:

Espero que sea de su agrado. ♥

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