XV: Nueva oportunidad
Sasuke había estado atrapado por mucho tiempo en la oscuridad, por eso, cuando llegó el momento, no le había incomodado el hecho de encontrarse allí nuevamente. Las vendas en los ojos privándolo de la luz que en aquella celda no habría podido encontrar, nada le significaron. El problema residió en las amarras que le vedaron la movilidad corporal, trocándolo en un prisionero ya no tácito.
Después de todo, Sasuke siempre fue un prisionero. De su clan, de su necesidad de enorgullecer a su padre y de superar a su hermano, de su dolor, de sus deseos, de su odio, de su venganza. Él nunca fue plenamente libre. Y después tuvo que luchar una vez más para obtener la libertad y el perdón social.
A Sasuke realmente no le importaba eso, pero sí quien junto a él luchó para brindársela. No desistió solamente por esa razón. Esta vez, quería hacer las cosas bien por la única persona que nunca había dejado de creer en él. Aquella que lo había ayudado a enfrentar la oscuridad y el dolor, y juntos los habían superado.
Naruto siempre fue luz dentro de la densa oscuridad en la que se empecinó en vivir. Una luz que ya no se negaría en alcanzar, permitiéndose, por primera vez, envolver por ella y sus cálidos brazos sin ninguna restricción.
—¿Estás listo, Sasuke?
La voz de Kakashi lo sacó de sus cavilaciones.
—Sí.
La puerta se abrió y, para su sorpresa, en lugar de la figura del Sexto Hokage, fue el dueño de sus pensamientos quien ingresó a la habitación predispuesta para que pudiera quitar de su cuerpo la esencia del encierro.
Naruto estaba allí, cerrando la puerta tras su espalda sin dejar de verlo, y aunque Sasuke sintiera que ya no podría volver a apartar la mirada de aquellos irises tan cálidos, el remordimiento lo obligó a cambiar el centro de su atención hacia aquella extremidad que, junto a los sentimientos que oscurecían su corazón, había desaparecido.
—Pequeños detalles —dijo Naruto, como siempre, adivinando lo que pensaba—. Además, pronto tendremos las prótesis hechas por la abuela Tsunade.
—Lo siento.
Luego de que deshicieran el Tsukuyomi Infinito, había sido apresado y tratado como criminal de guerra, sin darle tiempo de disculparse con Naruto por todos los problemas y sufrimientos que le había causado. Porque, aunque las palabras entre ellos sobraran, Sasuke quería de una vez darle forma a sus pensamientos.
No obstante, alzándose de hombros, Naruto quitó importancia al asunto, mas no hacía nada por acercarse tampoco. Reclinado en la puerta, lo contemplaba con esmero, como si pensara que al apartar la mirada todo frente a sus ojos se desvanecería. Sasuke lo sabía porque el mismo sentimiento lo obligaba a ni siquiera parpadear.
—Escuché que te irás.
—Aún hay cosas que debo resolver —respondió con serenidad.
—Y no es negociable, ¿no?
—Es mi camino a la redención.
Después de todo, aún no se sentía completamente digno de permanecer a su lado. Y por la sonrisa que finalmente se dibujó en labios de Naruto, supo que lo había descifrado, y que lo comprendía.
—Te lo dije, Sasuke —habló con orgullo—, que te traería de regreso.
Lo recordaba, claro que lo recordaba. Naruto no sólo lo había devuelto a Konoha, lo había ayudado a recordar quién era. Lo había salvado de la oscuridad.
Con una fina sonrisa, sincera como en años no había formado, caminó hacia él decidido a de una vez por todas seguir las voces de sus sentimientos. Aquellos que una vez negó y quiso exterminar.
Aquellos que nunca desaparecieron.
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