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Sólo una palabra por lady_shizu

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Notas del capitulo:

Otra palabra relativa… Ah, qué problema.

#Tiempo.

XVI: Reencuentro

 

Habían transcurrido alrededor de once años desde que Sasuke y su familia se habían mudado a esa ciudad. Tener que reiniciar su vida rodeado de desconocidos a Sasuke no le habría importado mucho de no ser porque en su anterior ciudad se quedaba su mejor amigo, alguien importante a quien quizá no volvería a ver jamás.

 

A quien aún no había podido olvidar.

 

Incluso con su carácter poco sociable, no tardó mucho en hacerse de nuevas amistades, y ya no se preguntaba los motivos que impulsaban a Suigetsu, Jūgo y Karin a continuar a su lado pese a la actitud poco amable y vestida en ironía que siempre tenía. Después de todo, antes de ellos hubo otra persona que consiguió derrumbar ese muro y colarse en su vida.

 

Y ver en ese momento el camión de mudanzas junto a su casa no hizo más que traerle recuerdos a colación. Chasqueó. Lo que menos necesitaba luego de un agotador día en la universidad eran remembranzas y posteriores posibilidades de una vida basada en los qué hubiera pasado si

 

Tan pronto ingresó a su casa, notó algo particularmente fuera de lugar: se había colado un cachorro. Sasuke lo miró entre sorprendido y confuso, un pequeño Akita de pelaje matizado entre la combinación de blanco y anaranjado jugueteaba con una pelotita roja en medio de la sala.

 

—¿De dónde saliste? —preguntó, alzando una ceja. Seguidamente, miró alrededor, buscando alguna explicación. De camino, se había encontrado con su madre, quien había salido a hacer algunas compras; seguramente el cachorro había entrado sin que ella se diera cuenta.

 

En uno de los sofás dejó el bolso y se hincó frente al Akita. Enormes ojos azules lo miraron enseguida, e irremediablemente se sintió intimidado. Ya antes había sido observado de tal forma por otros irises del mismo matiz y pureza, exentos de maldad.

 

—Tiene que ser una maldita broma —murmuró para sí, pasándose una mano por la cara. Ver ese camión de mudanzas había despertado sentimientos en él que pensaba haber superado hace mucho, junto a las fotografías de antaño guardadas en lo más profundo de un cajón de su escritorio de estudios.

 

Regresó la mirada al cachorro, ahora sentado frente a él y sin quitarle esos grandes ojos cerúleos de encima, sacando la lengua entre exhalaciones ruidosas. Y se preguntó si acaso sería buena idea simplemente abrir la puerta y dejarlo encontrar su hogar por su cuenta, o si debería revisar el collar que tenía, donde, por cuestiones de lógica, debería hallarse el número al cual llamar en caso de extravío.

 

Tomó en brazos al cachorro y lo sentó en su regazo, manipulando ágilmente con las manos el colgante plateado en forma de hueso que tenía colgando del collar blanco, ligeramente oculto por la gran cantidad de pelo. Eureka. Aunque la sonrisa le duró poco al reconocer la dirección grabada bajo el número, ambos en diminutas letras.

 

—¡Kurama!

 

Aunque estaba dentro de su casa, aquel grito pareció resonar entre las cuatro paredes que lo resguardaban, sobresaltándolo gracias a la abstracción, cortesía del reciente descubrimiento.

 

—¡Kurama!

 

Levantándose, Sasuke levantó al cachorro con las manos y lo observó con suspicacia: ahora tenía las orejas levantadas y la cara en dirección a la calle.

 

—Tú eres «Kurama», ¿verdad?

 

El ladrido que recibió como respuesta fue todo lo que necesitó. Lo acercó a su pecho para poder sujetarlo mejor, recogió la pequeña pelota roja y caminó hacia la salida. Nuevamente aquel grito agudo, esta vez más potente a sus oídos, resonó en el aire una vez que abrió la puerta.

 

—Oye, esto es tuyo —dijo en voz alta, buscando llamar la atención del joven que, a espaldas de él, gritaba con ambas manos rodeándose la boca.

 

Aunque a primera vista aquel reluciente cabello dorado y alborotado había intrigado a Sasuke, no fue hasta que el joven volteó curioso hacia él que perdió toda capacidad de reacción, porque, mierda, sí que reconocía esos irises azules.

 

—¡Kurama! —gritó aquel, corriendo hasta quedar frente a Sasuke, ignorándolo completamente. Excesivamente feliz, no dejaba de ver al pequeño cachorro, al que no tardó en tomar entre sus brazos—. ¡Mierda, Kurama, no salgas así de casa! ¿Sabes lo que mamá me hubiera hecho si no te encontraba antes de que llegara? ¿Lo sabes?

 

Sasuke estaba perplejo, incluso dudaba de si siquiera respiraba o no. En ese mismo instante, todo de él era absorbido por el dueño del Akita. Su nuevo vecino. Tan despistado y ruidoso como siempre, los años sólo habían cambiado en él su aspecto físico, dejando únicamente la hiperactividad en aquel niño de ocho años que las fotografías le ayudaban a recordar.

 

—No has cambiado nada, Naruto —dijo sonriendo. Eso fue suficiente para conseguir que Naruto dejara al cachorro de lado para enfocarse en él.

 

La sorpresa inicial dejó paso a la alegría con gran facilidad, y pronto, Sasuke se vio reflejado en aquellos fulgurantes ojos claros, sintiendo que estaba en un sueño del que no quería despertar.

 

—¡Sasuke!

 

A pesar del tiempo que estuvieron separados, ambos sentían que nada había cambiado. Allí estaban sonriendo de nuevo. Juntos.

.

.

.

Notas finales:

No. No tengo la más mínima idea de si los Akita tienen ojos azules o no, pero eso es irrelevante(?) xdxdxd

Otro recién horneado y sin revisar… ¡Tengo mucho sueño! :’v

¡Gracias por leer y comentar!

Bis bald!


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