V Amigos.
Recostó con cuidado el cuerpo dormido del castaño en la cama. Le quitó el abrigo, la bufanda y los zapatos; medito un momento sobre si quitarle o no los pantalones. Al final se los quitó.
Dejó la ropa del castaño doblada en una silla. Buscó una toalla pequeña en uno de los armarios, fue al baño y la humedeció con un poco agua. Eso serviría para limpiar las heridas del oji borgoña. Con delicadeza limpió las manos y rostro del mayor, y una vez terminado lo arropó.
Al final, con Kaname inconsciente, no pudo volver a la mansión, así que no le quedo más opción que un hotel de paso. No estaba nada mal, era simple pero cómodo: con su propio baño, calefacción y dos camas. Les serviría para pasar la noche.
Le había enviado un mensaje a Mitsuki avisándole lo ocurrido, cuando volvieran habría mucho que explicar y también mucho que investigar; no se le había pasado por alto la ausencia de presencia en esos nivel E. Su experiencia le decía claramente: guerra. Sí, eso ocurriría si no hacía algo pronto –y no era por ser fatalista–. Quién fuese que estaba tras ese ataque, sabía perfectamente de la presencia de cazadores en el área.
Tenía que hablar con Kaito.
Dejó a Bloody Rose en la mesita de noche y la miró atento. La tomó nuevamente y se dirigió al baño; nunca estaba de más tomar precauciones.
Después de una ducha, vistiendo la bata del hotel, estuvo listo para acostarse. Le dio un último vistazo al castaño, que seguía profundamente dormido, antes de apagar la luz y dejarse caer en su cama.
No tardo en caer en brazos de Morfeo.
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Bajó corriendo por la blanca colina directo a los brazos de su madre. Ella lo recibió con un fuerte abrazo y una gran sonrisa, revolvió su cabello con cariño y tiro suavemente sus mejillas en un cariñoso regaño.
– Cariño, te dije que no corrieras colina abajo. Puedes caer y lastimarte.
– Lo siento, mami.
Ella lo miró unos segundos, tomó su pequeña mano y lo guio dentro de la cabaña.
– La última vez...No quiero que te lastimes, amor.
Él asintió sonriendo. La voz de su madre era tranquilizante, su sola presencia lo hacía feliz. Él jamás la abandonaría, jamás la dejaría.
Dentro de su pequeño hogar le esperaba un calientito plato de comida y una abrigada mantita; el invierno era muy frío en esa zona. Al lado de su plato, descansaba un vaso lleno de un líquido rojo que se encargó de beber de un trago.
Comían tranquilamente cuando unos azotes en la puerta les hicieron pegar un salto. Su mami, se levantó a paso apresurado, buscó entre el baúl algo que no alcanzó a ver y volvió a su lado.
– Shh, no hay que hacer ruido. Todo está bien, amor.
Los golpes aumentaron, las personas afuera gritaban furiosas, y él tenía miedo de que entraran. Su madre apago el fogón, y le abrigo con un poncho de lana.
– Tenemos que irnos. –ordenó ella mientras miraba nerviosa la puerta. – Si pasa algo...–dijo mirándolo esta vez a los ojos, arrodillándose frente a él para juntar sus frentes. – ...Cualquier cosa...quiero que corras con todas tus fuerzas...Y, mi cielo, no olvides nunca que mami te ama. Eres lo más hermoso que pudo ocurrirme, tú eres mi príncipe. Nunca creas lo que los demás puedan decir de ti, si ellos....si ellos te dicen que eres malo, no debes creerles. Eres el niño más hermoso y bueno que pueda existir.
Las lágrimas empañaron sus ojos, al igual que los de su mami. No estuvieron mucho tiempo así, él solo alcanzo a asentir débilmente antes de que ambos tuvieran que correr a la puerta trasera.
De reojo vio a los aldeanos con antorchas, cuchillos y otras cosas de metal brillantes. Siguieron alejándose de la cabaña, haciendo el menor ruido posible mientras, a sus espaldas, su hogar era destruido.
–¡Ahí va el monstruo!
Ese grito lo aterró. La muchedumbre comenzó a alcanzarlos a paso rápido. Sus pies se hundían en la nieve, y cada paso era más difícil. Un mal paso y terminaron rodando colina abajo. Cerró los ojos con fuerza, sintió sus huesos crujir por un golpe seco, y luego unos brazos jalarlo a un lugar estrecho.
Cuando abrió los ojos estaba en un lugar oscuro. Se incorporó en sus codos, viendo un resquicio de luz sobre su cabeza. Como pudo se acomodó para ver por la grieta del tronco en el que había caído, y sintió que apretaban su corazón con fuego.
– ¡Entrega al demonio!
– ¡Esa bestia nos matará a todos! ¡Estamos condenados!
– ¡Si no lo matamos, moriremos nosotros!
¿Por qué esas personas golpeaban a su madre? ¿El monstruo era él? ¿Él debía morir? ¿Por qué? ¿Fue porque bebió de ese conejo? Él le había dicho a su mami que no sabía por qué lo había hecho...ella le había dicho que no se preocupara...Entonces ¿Por qué?
¿Por qué les pasaba eso a ellos? ¿Por qué los dioses los habían abandonado?
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Zero se revolvió entre las mantas, unos quejidos lo habían despertado. Los habría ignorado de no ser porque se trasformaron en sollozos, y luego en gritos desgarradores. Las pesadillas atacaban a Kuran.
Se levantó decidido a despertar al castaño. Lo que sea que estuviera soñando, debía ser horrible. Sus camas estaban a unos tres pasos de distancia, cuando llegó a su lado lo movió lo suficientemente fuerte como para despertarlo.
– Hey, Kuran...Despierta. –Murmuró sin cesar el ligero movimiento, mas el ex vampiro no tenía rastros de querer despertar. – ¡Kaname! – Lo llamó esta vez más fuerte, alzando la voz sobre sus gritos.
Los ojos borgoña se abrieron de golpe y lo miraron anegados en lágrimas, su dueño temblaba y su respiración era muy agitada. Estaba claro que seguía con un pie dentro del sueño.
– Los maté...Los maté...a todos...Ellos la mataron y yo...yo...
– Shh...Sólo fue un sueño. –Susurró, sentándose a su lado, acariciando su cabello con suavidad.
El castaño se acurruco de costado. Lloraba en silencio y él se dedicó a observarlo, mientras hacia lo posible por calmarlo.
Se quedaron así, acompañándose en silencio en medio de la oscuridad.
No supo exactamente cuánto tiempo pasó desde que despertó a Kaname, pero suponía, por la respiración acompasada de éste, que ya estaba dormido otra vez. Alejó su mano lentamente de las hebras castañas y con la misma lentitud se levantó de la cama. No hubo avanzados dos pasos cuando sintió que tiraban de la manga de su bata.
– No quiero dormir...No quiero volver a soñar.
Volvió a la misma posición en la que estaba, sentado en la orilla de la cama recargado en el respaldar. Los ojos borgoña no lo miraban directamente pero podía adivinar en ellos cierto temor. ¿Qué era lo que tanto veían esos ojos cuando dormía?
Yuuki, cuando le confesó su decisión de despertar a Kuran, le dijo que su hermano guardaba más demonios de los que él podía imaginar, más culpa de la que podía aguantar. Ahora lo veía claramente en ese niño.
– ¿Qué es lo que sueñas?
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Cerró los ojos un momento; las imágenes de sus sueños lo golpearon con fuerza. Sintió otra vez esa suave mano sobre su cabeza, acariciando su cabello con suavidad.
–No lo recuerdo muy bien…a veces sueño con personas con armaduras extrañas y soy yo quien las guía a la batalla. A veces hay personas que me persiguen, otras soy yo quien está…mordiendo…siempre hay mucha sangre…Luego es todo tan difuso...
– ¿Qué soñabas ahora? – la voz del cazador era tranquila, suave. Lo calmaba.
– Con mi madre…era una mujer hermosa, ojos azules y cabello negro. Me sentía tan seguro con ella, hasta que golpearon la puerta…gritaban que entregara al demonio, que debían matarlo… y ellos…la golpearon tan fuerte y yo no podía hacer nada…– sintió cómo el nudo en su garganta se apretaba – ¿Soy un monstruo cierto? ¿Soy como esas cosas que atacaron al niño hoy?
La mano sobre su cabeza se detuvo, y alzó la mirada con temor. Zero lo miraba intensamente, como debatiéndose qué responderle, como afirmando en silencio sus sospechas.
– En este mundo, Kaname, existen criaturas llamadas vampiros. – Se incorporó frente al peli plata, para mirarlo directamente. Como un niño curioso que escucha un cuento para dormir. – Son criaturas hermosas, con grandes poderes, viven cientos de años y lo único que puede matarlos es su propia sangre. Solo puede saciar su hambre la sangre humana. Entre ellos existe una jerarquía; los sangre pura, son los más poderosos, son quienes gobiernan, su sangre jamás ha sido mezclada con la de los humanos; le siguen los nobles, vampiros de menor rango, menor poder, y su sangre en tiene una pequeñísima parte humana; luego vienen los nivel C y D, son ex humanos, transformados por un sangre pura, que logran estabilizarse y evitar caer en locura; finalmente están los nivel E, son humanos mordidos por un sangre pura que no logran estabilizarse, caen en locura y se convierten en criaturas sedientas de sangre. Los que te atacaron en el callejón eran nivel E.
Un breve silencio de instalo entre ambos antes de que el oji amatista retomara la palabra.
– También existen cazadores, seres humanos con resquicios de sangre vampírica en su sangre. Son más longevos y fuertes que un ser humano común. Ellos están destinados a cazar vampiros, a niveles E que son un peligro para las personas. Yo soy un cazador y a la vez un vampiro, un nivel C. Mitsuki es una sangre pura y Ren un nivel B, un noble.
Sus ojos se abrieron en sorpresa. Mitsuki le había comentado de los vampiros, como si de un simple cuento para dormir se tratara, y Ren no había hecho comentario al respecto. ¿Por qué no decirle la verdad, que realmente existían esas criaturas? ¿Que ellos lo eran?
– Desde hace cientos de años que hay una lucha entre cazadores y vampiros, como si del bien contra el mal se tratase. A lo largo del tiempo, muchos tratados se han forjado y se han roto, y guerras se desataron. Hace unas décadas se firmó el último tratado y se formó paz entre ambos bandos. –Zero hizo una pausa, y soltó un suspiro antes de seguir. –No es malo ser un vampiro, Kaname. Así como existen seres humanos despreciables, llenos de maldad, también existen otros que son todo lo contrario; con los vampiros es lo mismo. Me tomó años darme cuenta de ello.
Se atrevió entonces, a externar una duda que lo carcomía desde que despertó en aquella mansión. Una duda que cada vez que salía a flote, la ocultaba en lo más profundo, por temor a la respuesta. Tomó la mano del cazador y la apretó un poco, nervioso.
– ¿Quién soy yo, Zero? ¿Qué soy?
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¿Y ahora? Fue él quien comenzó con la conversación, no podía simplemente quedarse callado cuando el castaño le preguntaba tan angustiado. ¡Cuánta falta le hacia Yuuki en esos momentos!
En los ojos borgoña no había rastro alguno del vampiro sangre pura que una vez conoció; solo le basto una tarde con el castaño para darse cuenta que Kuran Kaname, rey de los vampiros, había desaparecido por completo. Tal vez, era ese Kaname infantil y alegre el verdadero Kuran Kaname; ese Kaname fue el que Yuuki pudo ver escondido entre las capas de frialdad y deber que lo ocultaban. Ella vio algo que él, cegado por el odio, jamás logró ver.
Si hubieran nacido en circunstancias diferentes, si se hubieran conocido cuando aún eran inocentes, seguramente se habrían hecho amigos.
– Eres Kuran Kaname, un humano…Quien seas, será algo que forjes a partir de ahora.
– ¿Y los sueños? ¿Y mi pasado? ¿Se supone que viva sin saberlo nunca?
– ¿Realmente quieres saber sobre tu pasado?
El castaño enmudeció, y luego negó suavemente con la cabeza. En sus ojos podía ver el temor y la duda.
Desvió la mirada al reloj digital en la mesita de noche; 4:20 am.
– A dormir. Mañana volveremos a casa y te tocará soportar a mamá gallina.
Logró sacarle una pequeña sonrisa al castaño, que – después de esos largos minutos –soltó su mano y se acostó nuevamente en la cama. Revolvió su cabello como si fuera un niño, y volvió a su propia cama.
No podía sacarse de la cabeza, que la descripción de la madre del castaño distaba mucho de Kuran Juri.
¿Cuántos secretos escondías Kuran?