XXVI: Siempre así
—Entonces, te cortaste así —dijo Sasuke, terminando de vendar la mano de Naruto.
Luego de muchas disputas por ver el orgullo de quién prevalecería al final, por fin se habían mudado juntos. Ahora vivían formalmente como una pareja. Aunque al principio, dejar su departamento atrás había sido duro para Sasuke, podía decir que la costumbre y los momentos del día a día junto a Naruto en el mismo espacio sin tener que pensar en regresar a su lugar, lo habían ayudado a superar con facilidad el herido orgullo por ser el primero en rendirse. Naruto tenía una determinación inquebrantable, y en esa ocasión se había propuesto arrastrar a Sasuke a su departamento y no ser al revés, como casi siempre ocurría.
Dormir y despertar cada día junto a Naruto era ciertamente gratificante, y aunque ya estaban acostumbrados a hacerlo, siempre turnando ambos departamento por día, la sensación de saberse por fin dentro de su propio espacio no tenía palabra que le hiciera justicia. Los demás detalles, concernientes a la ubicación geográfica y todo lo que la comprendía, el cambio radical de los componentes en su nuevo alrededor, se solucionaron solos.
Ese día, Sasuke volvía de su trabajo de media jornada (no había tenido clases en la universidad), y lo primero que escuchó al abrir la puerta fue el agudo chillido de dolor de Naruto. Dejó que la correa de la mochila se le deslizara del hombro y esta cayera al suelo, y corrió hacia él. La sala y la cocina estaban en la misma extensa habitación, la segunda ubicada sobre una base dos escalones arriba de la superficie de la primera, que Sasuke subió de una zancada. Entonces, una isla separaba la zona donde se hallaban los instrumentos para elaboración de comida de los taburetes para sentarse a disfrutarla. Allí estaba Naruto, maldiciendo a grandes voces, percatándose de la presencia de Sasuke apenas cuando éste lo alcanzó, notablemente preocupado.
No era necesario preguntar qué había ocurrido, no cuando el cuchillo en el suelo y el desastre de verduras cortadas y ollas sobre la encimera lo volvían evidente. Sasuke tomó de la muñeca a Naruto y rodearon la isla hasta los taburetes, donde lo hizo sentarse mientras él corría al baño por lo necesario para limpiar el gran corte que tenía horizontalmente en la palma, iniciando casi donde nacía el dedo pulgar. Y mientras duraba la curación y el proceso de vendaje, lo único que se escuchaba eran quejidos de dolor.
—Como regresé temprano del trabajo, quería cocinar algo —habló Naruto, cerrando un ojo por el dolor, mientras Sasuke terminaba de vendarle la herida—. El tomate se me resbalaba de la tabla de picar, así que lo tomé en la mano. ¡Pero no era el primero, ¿ves?! —Enfiló el índice de la mano sana hacia donde las verduras estaban—. Sólo que mi teléfono sonó y me sobresalté.
—Entonces, te cortaste así.
Se encontraban sentados uno frente al otro en los banquillos; Naruto tenía la mano diestra colgando entre las piernas abiertas, y Sasuke tenía ambas sujetándole la zurda, que era la que se había lastimado.
—A veces me pregunto si seremos siempre así —dijo Sasuke, sin dejar de mirar la mano de Naruto atrapada entre las suyas. En sus labios se dibujaba una sonrisa contrastada con su gesto pensativo.
—Si te refieres a que si siempre estaremos juntos, ¡pues más te vale!
Sasuke cerró los párpados un momento, mientras negaba suavemente con la cabeza.
—No eso, tonto. —Apartó la zurda y reposó el codo sobre la isla, reclinando la mejilla en el dorso de esa mano. Su otra mano buscó entrelazar sus dedos con los de Naruto, siempre viéndolo a los ojos—. Siendo un niño eras muy dado a pensar luego de actuar. Ahora no eres diferente, y por eso te metes en problemas. —Para acotar, hizo leve presión en la mano que tenía aferrada, que era también la que Naruto se había cortado.
—Supongo que al volvernos completamente adultos, tendremos nuevas perspectivas de… —Calló, entonces, procesando lo que le habían dicho antes—. ¡Ey!
Sasuke rió, besándole el dorso de la mano sin que los dedos de ambos se desprendieran de los otros.
—Vamos —dijo, levantándose. Naruto lo miró sin comprender—. Tenemos que terminar de hacer la cena. —Apuntó con el mentón hacia el desastre, sonriendo con burla—. Como siempre, tendré que ayudarte para que ambos no terminemos envenenados.
Los ojos de Naruto brillaron, entonces, con suma alegría, mientras se ponía de pie de un salto y empuñaba la mano sana, sonriendo desafiante.
—¡Si piensas que ya estoy acabado, te equivocas! Te mostraré que incluso con una sola mano terminaré de cocinar, ¡y será delicioso! —aseguró, apuntando con el índice hacia la cocina—. No quieras aventajarte con lo que yo he avanzado hasta ahora. ¡Ya prácticamente terminé la cena!
Las verduras cortadas y esparcidas junto a la olla con agua hirviendo decían todo lo contrario. De hecho, Sasuke no tenía idea de qué era lo que Naruto había querido elaborar, ni de si estaba siquiera siguiendo una receta o improvisando, como siempre. La costumbre le dijo que era lo segundo.
—Por eso mismo —se burló.
Entre reproches y risas, rodearon la isla de la cocina, encaminándose hacia el desastre. Cualquier cosa que hicieran sería deliciosa si la cocinaban juntos, pensaba Sasuke, a la vez que maquinaba una manera sutil de evitar que Naruto pusiera sus manos (la sana y la herida) en dicha elaboración.
Sí, sería encantador envejecer juntos.
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