Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Y aquí estamos, en un día de semana. Espero que estén muy bien y disfruten este capítulo con advertencias especiales.

Dedicado especialmente a CH, Carolina Herrera(?, que siempre me banca.

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

¿Con qué cara se supone que debería verse ahora? Con la misma de siempre, pensaba. Incluso después de haber cavilado hasta un punto delirante, no le quedaba más que aceptar el asunto como siempre lo hizo con todos los problemas que tuvo.

 

Sesshomaru sabía qué debía hacer, pero ceder no era algo que le gustara, sobre todo cuando se había negado tanto. ¿Por qué tenía que aceptar todo con resignación? Había nadado contra la corriente todo lo que pudo y, por primera vez, admitía que su resistencia comenzaba a flaquear. Esto no se trataba de debilidad, sino de orgullo. Aceptar significaría ceder ante algo que le impusieron y llevaba rechazando por más de dos siglos.

 

Él será para ti…

 

Más de una vez recordó esas palabras y las detestaba, pero ahora más que nunca había meditado al respecto. ¿Qué estaba pensando su padre cuando dijo eso? ¿Acaso ese hombre había podido predecir esto que ahora pasaba? Posiblemente. Su astuto y viejo padre había sido muy sagaz. Sesshomaru no lo entendió en aquel momento y quizá no lo entendiera aún ahora, pero era capaz de ver todo con un poco más de claridad.

 

Continuó su camino volando por esas tierras que hace algunos meses no transitaba. Jaken había quedado atrás, en esta ocasión necesitaba estar solo, pero no dudaba que su subalterno aparecería en algún momento. Sin embargo, ahora necesitaba comprobar algo.

 

Él será para ti.

 

Esa ridícula frase seguía resonando en su cabeza. ¿Cómo estaba tan seguro? No podía comprenderlo. ¿Será que Inu no Taisho sabía que esto pasaría? Todo le indicaba que sí. ¿Por qué si no había estado tan seguro al decirle que el pequeño hanyō se convertiría no sólo en su hermano, sino que tendrían otro tipo de lazos?

 

En ese momento y durante un largo tiempo, Sesshomaru aborreció esa idea. Detestaba ese sólo recuerdo. Detestaba recordar a Inuyasha. Él respetaba mucho a su padre, pero no podía aceptarlo. ¿Qué clase de locura era esa? Jamás pudo comprenderlo, hasta ahora. Por fin entendía a qué se había referido y el asunto no dejó de darle vueltas, incluso a esa altura seguía pensando al respecto.

 

Detuvo su andar repentinamente dejando que sus pies tocaran el suelo y no se movió más. Aquel aroma, una esencia que hasta el momento fue frágil, ahora se había esparcido casi con intención de golpearlo como una suave brisa. Podía sentirlo, Inuyasha se estaba acercando a él muy rápido. No hizo nada, sólo dejó que él se acercara.

 

¿Así que ya era inevitable? Entendía un poco la causa de ese interés mutuo: ambos eran perros demonio, por lo que se encontraban más atraídos hacia una misma especie. Había pocos inuyōkai y por más que Inuyasha fuese un hanyō, compartían la misma sangre demoníaca.

 

Vaya, en otra época ni muerto habría admitido algo semejante, pero las cosas habían cambiado. Sesshomaru era diferente, no era el mismo que habló con su padre antes de que éste muriera ni tampoco era la persona que deseó ser. Las circunstancias lo habían cambiado y era capaz de admitirlo. Su personalidad era la misma, pero ahora hacía cosas que jamás imaginó y pensaba otras que antes le generaban repulsión.

 

Ese cambio venía arraigado a una maduración que no creyó necesitar, pero experimentó. Ahora sí tenía algo que proteger y eso lo volvía fuerte. Mucho más fuerte de lo que fue su padre. Esa misma fortaleza que había ganado le dio una espada y el valor suficiente para pararse esa noche a comprobar lo que hacía muchísimos años venía negando dentro de su mente. Posiblemente fuera la influencia de la misma época de apareamiento, pero estaba seguro que ese lugar era donde debía estar en ese instante.

 

Cuando Inuyasha se paró frente a él se mostró muy confundido al verlo. ¿Por qué tenía que ser él? ¿Realmente lo sería en primer lugar? Tenía que averiguarlo. Por más que su demonio interno le dijera que sí, él necesitaba una prueba.

 

Observó unos momentos al hanyō mientras se acercaba a él. Parecía un cachorro desorientado, sin saber si huir, pelear o morderle la mano. Inuyasha siempre había lucido así a sus ojos, sin importar qué tamaño tuviera. Poco y nada se había preocupado por él, por más que fuera su hermano menor, y trató con mucha fuerza de olvidarlo, pero el pequeño mestizo parecía hecho para cruzarse en su camino.

 

Lo despreció tanto. Por hanyō, por deshonra, por robarle esa herencia que le pertenecía, por simplemente negarse a morir en sus manos. Sin embargo, Sesshomaru a veces pensaba que su objetivo nunca había sido verdaderamente matar a Inuyasha. Si en verdad hubiera querido verlo muerto desde un principio ya lo estaría. Tal vez fuese una maldición impuesta por su sangre.

 

Ahora, después de tanto camino recorrido, podía ver que Inuyasha era más que un cachorro desorientado que le gustaba joderlo. Le demostró en más de una ocasión su fuerza, voluntad y por qué Inu no Taisho lo consideró apto para manejar a Tessaiga.

 

Había sido difícil renunciar a esa espada, pero ya había superado eso y Tenseiga seguía siendo su compañera. Una espada nacida de Tessaiga, hecha para curar y proteger. Inu no Taisho la había hecho para proteger a Izayoi y ahora Sesshomaru portaba esa espada para proteger a Inuyasha. Pensar en eso era disparatado, pero lo supo desde el momento en que su espada resonó con Tessaiga y, por más que lo ignorara, ese hecho siguió dentro de su mente. Esa verdad le molestó, pero ahora no le importaba. Tenía su propia arma y aún conservaría a Tenseiga, porque finalmente era suya, haya sido o no un desperdicio de Tessaiga.

 

Su padre fue muy astuto. Desde las espadas hasta lo que le dijo. Por más que hubiera muerto, tenía la impresión de que Inu no Taisho había planificado todo esto. ¿Será que no podía salirse de los hilos de su padre? No, Sesshomaru hacía esto por voluntad propia. Que ese hombre haya sido capaz de verlo mucho antes era algo a parte.

 

Cuando estuvo lo suficiente cerca de Inuyasha, fue capaz de percibir ese aroma salvaje junto con otro. Tomó la mano de su hermano sin delicadeza alguna y vio una herida pequeña pero sangrante. ¿Cuántas veces había visto la sangre de Inuyasha? Bastantes, sobre todo cuando lo lastimaba al luchar.

 

—¿Sesshomaru? —Oyó cómo lo llamaba con algo de duda. Así que no sabía qué estaba pasando… No, Inuyasha sí sabía, pero probablemente no quería admitirlo—. ¿Qu-Qué haces?

 

Pocas veces había apreciado a su hermano relativamente callado. Era agradable, mucho más que oírlo gritando improperios.

 

No contestó al instante, sólo miró la herida y se preguntó por qué Inuyasha le permitía seguir sosteniéndolo. Como pensó, el hanyō sabía qué estaba pasando, o tal vez sólo sentía curiosidad sobre su forma de proceder. Ya no importaba eso realmente. Si ambos estaban ahí, significaba que habían dejando los convencionalismos atrás.

 

—Hay algo que debo comprobar —dijo simplemente y su hermano menor lo miró sin entenderlo. Quizá nunca lo entendería, pero eso estaba bien. Sesshomaru no planeaba contarle ninguna de sus cavilaciones, al menos en ese momento.

 

Alzó aquella mano y su boca se cerró sobre la herida. El sabor metálico y conocido de la sangre le llenó el paladar. Era un gusto diferente sin embargo, como si su sangre estuviera diluida o mezclada con algo que no podía identificar. No se detuvo por eso. Lamió la herida y percibió cómo Inuyasha se estremeció por la sorpresa.

 

—¿Pero qué…? —Ni siquiera fue capaz de decir nada debido a su desconcierto, sólo intentó quitar la mano, pero Sesshomaru no lo dejó apartarse—. ¡Suéltame!

 

Aunque se lo exigiera no lo hizo y alcanzó a tomar la otra mano cuando un golpe estuvo a punto de caer sobre su cara. ¿A qué se debía esa rebeldía? Si Inuyasha había ido voluntariamente hasta él, pero no podía esperar que esto fuera fácil o que el hanyō lo entendiera. Incluso él, quien era un demonio completo, aún le costaba aceptarlo.

 

—Mierda, ¡te dije que me sueltes! —Siguió forcejeando y observó el rostro de su hermano, el cual se mostraba igual que siempre, pero era obvio que detrás de esa nula expresividad ocultaba algo—. ¿Qué rayos te pasa, Sesshomaru? Pareces un jodido cadáver. ¡Déjame ir! Me importa un carajo lo que quieras.

 

—Te importa —sentenció y con eso fue suficiente para frenar los insultos e inútiles forcejeos—. Esto nos concierne a ambos, ¿o será que aún no lo entiendes?

 

Sus palabras desconcertaron a Inuyasha, demasiado, porque en verdad no entendía y a la vez creía saber a qué se refería Sesshomaru. Sin embargo, se sentía incapaz de reconocerlo.

 

—¡N-No! —protestó nuevamente—. ¿Te has vuelto loco? Más vale que pongas tu cabeza en su lugar o lo voy a hacer yo de una patada.

 

—Ya es suficiente.

 

—¡No...! Oye, aléjate de mí… ¡Que te alejes, bastardo!

 

Esa situación lo hizo sentirse amenazado e Inuyasha estaba dispuesto a pelear, pero permaneció helado cuando el rostro de su hermano descendió hasta su cuello. Sesshomaru olió aquella parte de su cuerpo y su piel le cosquilleó. ¿Qué significaba eso? No tenía idea, pero esa cercanía inevitablemente lo arrastró. El olor que desprendía su hermano y la cálida respiración en su cuello le relajó demasiado, tanto como para que sus músculos se aflojaran y cerrara los ojos.

 

Un fuerte calor, similar a la fiebre que le había atacado meses atrás, le embargó repentinamente. Sentía su rostro como una bola de fuego y eso le generaba incomodidad, pero allí seguía. Aunque fue peor cuando sintió que Sesshomaru abrió la boca para lamerlo. Su propia boca se abrió por la sorpresa, pero no salió sonido alguno. Inuyasha apretó sus colmillos y respiró profundo para ser capaz de fingir que esa lengua no manifestaba nada.

 

—Sesshomaru… —mencionó despacio intentando apartarlo de él—. Ya detén… eso que haces. No me importa lo que quieras comprobar, pero yo no… no voy a… ¡Ah, mierda!

 

Eso último le salió de forma involuntaria cuando sintió que le mordía y luego volvía a pasar su lengua en ese mismo lugar. Apretó sus labios y cerró los ojos en un gesto compungido. No quería esto, se supone que era imposible que pasara con él, ¿entonces quién mierda le estaba lamiendo el cuello?

 

Sabía que ese era Sesshomaru y tal vez éste se había vuelto loco, ¿por qué más se acercaría a él? Tal vez tuviera propósitos malvados que desconocía, pero le era increíblemente difícil pensar mientras lo tenía allí aferrado a su piel.

 

—Aléjate —dijo nuevamente casi en un suspiro.

 

Su fuerza estaba comenzando a abandonarle. No era tonto para saber que su cuerpo estaba cediendo y que, en el fondo, no le resultaba desagradable eso que estaba pasando. Sin embargo, consentir algo así seguía siendo impensado para él.

 

—¿Sí? —mencionó el yōkai apartándose de aquel lugar tan cómodo para poder observar a su hermanito—. ¿Es realmente lo que quieres?

 

Inuyasha abrió la boca para afirmar eso, pero ninguna palabra salió. Estaría mintiendo si dijera que en verdad quería que se alejara. Porque su consciencia y sentido común le decían que debía irse, pero su cuerpo no, su demonio interno lo obligó a callar. ¿Tan malo podría llegar a ser? No sabía, pero probablemente sí. Aunque Inuyasha sospechaba que había superado retos más feroces que éste. Pelearía una vez más con Sesshomaru, pero sólo esta vez.

 

Sus manos fueron liberadas del agarre e Inuyasha las llevó al cuerpo de su hermano. Tocó las ropas de éste, sus dedos acariciaron los hombros hasta finalmente dar con el borde del kimono.

 

—Eres una mierda —escupió con desprecio, pero no era más que un pequeño esfuerzo para mantener su orgullo en pie.

 

Sostuvo las ropas de su hermano mayor y esta vez fue él quien se acercó para lamerlo. Inuyasha le mordió el cuello de la misma forma que él lo hizo y supo que ya no había vuelta atrás después de esto. Podría dar un millón de argumentos y justificaciones, pero nada iba a omitir el hecho de que se había dejado llevar.

 

Una parte de él se sintió conforme mientras que por otro lado sentía que estaba por ser sacrificado a algún monstruo. Bueno, su hermano técnicamente era un monstruo, pero nunca creyó que iba a entregarse voluntariamente a sus fauces. Corría el riesgo de arrepentirse si seguía pensando así, pero no lo hizo. Inuyasha tomó una decisión y retractarse no era una opción.

 

Por su parte, Sesshomaru finalmente comprobó que era verdad. Su difunto padre lo había afirmado y ahora él, siglos después, finalmente era capaz de entenderlo. Por más que estuviese interesado o no, jamás había experimentado algo similar. La búsqueda de un compañero no fue un asunto indispensable. Nadie era digno, como dijo antes. Nadie le despertaba nada o era capaz de moverle alguno de sus cabellos. Incluso creyó que esa afinidad que supuestamente se sentía no eran más que falacias. Ahora, en este momento, se sentía capaz de confirmar lo contrario.

 

No iba a negar que se sintió complacido cuando su hermano pequeño dejó de quejarse y accedió. Inuyasha parecía ir comprendiéndolo o al menos lo sentía. Ese estremecimiento que producían sus energías al chocar no era nada común. Se estaban mezclando, atrayendo cada vez más y arrinconándolos en una sola respuesta. Sus yōki se lo decían y no tenían forma de decir que no.

 

Por más que negar lo inevitable se había convertido en lo normal para ellos dos, en ese momento lo olvidaron. Sesshomaru clavó las garras en la ropa de Inuyasha y quiso arrancarla. ¿En qué momento habían acabado en el suelo? Eso no era importante. Lo que quería era deshacerse de esas prendas ahora. Volvió a degustar su cuello cuando sus manos hormiguearon de gusto al tocar piel finalmente. A pesar de esa apariencia siempre desalineada, debía admitir que el aroma de Inuyasha le resultaba espectacular, pero nada superaba esa expresión. Aunque fuese un hanyō, Inuyasha era… lindo.

 

—Así que eras tú… —murmuró aún sin poder creer que se trataba de su hermano pequeño.

 

Inuyasha no le entendió ni tampoco hizo alguna pregunta. Aún seguía conmocionado, pero también estaba descubriendo otras sensaciones. Como el deseo, la excitación y una lujuria impensada que comenzaba a aflorar desde el fondo de su ser. Nunca se había imaginado de esa forma con su hermano, con nadie quizá, y allí se sorprendió al darse cuenta que tampoco se imaginó acostándose con esas mujeres que amó. ¿Por qué será que lo veía como algo tan alejado de su persona? Sea por el motivo que fuere, ahora no estaba nada alejado, al contrario, estaba sobre sí.

 

Tuvo que apretar la boca, pero un rugido vergonzoso salió del fondo de su garganta cuando Sesshomaru se alzó un poco más a sus orejas. ¿Por qué había tenido que acercarse a lamerlas e hincar sus dientes ahí también? Ese lugar tan útil y perceptivo de su cuerpo ahora estaba siendo atacado de aquella forma. Llevó una mano a su boca para acallar esos infernales cánticos que se agrupaban en su garganta en consecuencia de esos toques, pero Sesshomaru le obligó a quitar la mano.

 

Mierda, así que el desgraciado morboso quería oírlo gritar como perrita en celo… ¿Técnicamente lo era? No, claro que no. Tampoco pensaba darle el gusto a ese imbécil. Mordería sus labios hasta hacerlos sangrar, pero no gritaría, sin importar lo difícil que fuera.

 

Las manos de su hermano siguieron buscando desatarle la ropa y lo ayudó a eso, pero Inuyasha no quería ser el único vergonzosamente desnudo. También hizo que se quitara la ropa y tragó saliva al saber que, efectivamente, ya no había retorno. Tenía que admitir que la extraña situación lo ponía nervioso y clavó las garras en la espalda de su hermano para relajarse, pasándolas por la piel, sorprendiéndose al oírlo suspirar muy bajo. ¿Eso significaba que le había gustado? Ante ese descubrimiento, no dudó en volver a intentarlo.

 

Aquella predisposición le supo peculiar, pero no por eso dejaba de gustarle. Sesshomaru siguió el juego de Inuyasha y le arañó la piel. Clavó sus garras en los muslos y bajó por las piernas, sabiendo que causaría lesiones que se curarían en días. Su hermano pequeño hizo lo mismo. Siguió marcándole con increíble placer hasta que eso se convirtió en una pequeña lucha donde sus cuerpos se frotaban entre sí y sabían que no había lugar para más espera.

 

En esos instantes tan eternos, se concentró en observar a Inuyasha. Éste no le veía a la cara y eso no lo permitiría. Sostuvo el rostro de su hermanito y lo obligó a verlo. Quería apreciar el momento preciso en que esos ojos vidriosos sucumbieran ante el dolor y el placer. Ahora sí era todo suyo.

 

Contra todo pronóstico, Sesshomaru lo tranquilizó en ese momento. No con palabras o acciones. Inuyasha se sintió tranquilo al tenerlo cerca, al sentir su energía mezclándose con la de él. Dolió mucho, pero no era suficiente para matarlo. Sus piernas se tensaron y llevó las manos al rostro de su hermano. El cabello blanco caía con suavidad hasta hacerle cosquillas en el rostro, así que tomó algunos de esos mechones y los enredó en sus dedos. Abrazó a Sesshomaru por el cuello, en una infundada necesidad de sentirlo aún más cerca. La excitación le golpeó el cuerpo y finalmente esos alaridos salieron de su boca. Que el tonto de su hermano lo disfrutara, porque no planeaba estarle gimiendo siempre que quisiera. Sólo sería ahora y nada más, pero en el fondo sabía que eso era una mentira.

 

Aquellas sensaciones avasallantes se albergaron en cada parte de sus cuerpos, produciendo vida en sitios que jamás creyeron que alguien pondría una mano. Sesshomaru tomó las piernas de Inuyasha y se movió dentro él. Decir que se sentía bien era poco. Decir que era una locura sonaba más apropiado. Reconocía que estaba al borde de perder la cordura y eso no le importaba. Vio a Inuyasha tirar la cabeza hacia atrás en un gesto abrumado y se movió con él. Pronto las piernas de su hermanito estaban abrazándole la cadera, una acción instintiva guiada por el deseo de obtener más. Lo entendía porque también se sentía igual, eso no era suficiente.

 

Tuvo que apartarse de su hermano menor y éste le miró con una cara desconcertada, podría decir que estaba a punto de insultarlo, pero no se lo permitió. Sesshomaru lo tomó para poder darlo vuelta y que Inuyasha quedase mirando al suelo. Vio que intentaba protestar nuevamente por ese cambio, pero le clavó las uñas en los muslos nuevamente y las pasó a los largo de su espalda, asegurando que todo estaría bien.

 

Todo estuvo bien al menos para él, porque oír el clamor que su hermanito le dedicaba le resultaba fascinante. ¿Qué clase de fascinación encontraba al escucharlo gritar? Una muy excitante y morbosa sin duda. Sin embargo, Inuyasha tuvo ganas de atravesarlo con sus garras cuando hizo eso, pero la excitación fue más fuerte que sus deseos asesinos en ese instante.

 

Mantenerse en pie no era fácil, pero tenía la fuerza suficiente para hacerlo. Inuyasha hundió sus garras en el suelo y se negó a caer. Esto no había terminado, aún faltaba más, a pesar del dolor él quería más. Sesshomaru le sostenía con firmeza mientras seguía moviéndose y le resultaba atractivo que esté tan fuera de sí. No era como cuando se molestaba y se transformaba en yōkai. Ahora, que ese rostro, el cual nunca expresaba nada, estuviera alterado así por su causa le resultaba excitante. Lástima que no podría verlo cuando todo eso acabe. Tuvo que esforzarse por no caer cuando un estremecimiento le sacudió el cuerpo y quiso aún mucho más. Se movió contra su hermano, gimió como sabía que éste quería que hiciera y resistió hasta que creyó que el alma le dejaría el cuerpo. ¿Así es cómo se supone que debía sentirse? Mierda, era mejor que un plato de fideos después de tres días sin comer.

 

Por su parte, Sesshomaru nunca creyó que justamente encontraría un placer semejante con ése que tanto se había enfocado en alejar de sí. El cuerpo de Inuyasha se encastró al de él, sus olores se mezclaron y sus yōki los proclamaron compañeros. Los gritos y la forma en que su cuerpo se contrajo fue suficiente para extraer hasta la última parte de sus energías, pero no cayó en ningún momento.

 

Inuyasha estaba agotado cuando terminó y se recostó en el suelo, agitado, dispuesto a recuperar el aliento. El cuerpo le vibraba con un ligero dolor y mucho cansancio, pero se sentía bien. Una tela le cubrió y notó que se trataba de su hitoe rojo. Agradeció mentalmente eso porque estaba sintiendo algo de frío. Sintió que su hermano estaba vistiéndose a su lado, pero Inuyasha aún no tenía tantas fuerzas para levantarse después de aquella faena. ¿Acaso ese desgraciado no se cansaba nunca?

 

—Ya voy… —murmuró al aire cerrando los ojos. No dormiría, sólo cerraría los ojos para descansar un momento y recuperar energía.

 

—No hace falta —contestó Sesshomaru, pero Inuyasha parecía no prestarle atención.

 

Se sentó a su lado un momento, después de colocarse algunas de sus prendas y observó a su hermanito. Al parecer planeaba dormir un poco, por lo que dejó que su mokomokofuncionara como almohada para él. Sólo sería un momento. Un breve descanso y tendrían que marcharse. Aún esperaba un largo camino por delante.

Notas finales:

Hace mucho que no subía algo con lemon. Ojalá no haya quedado tan mal y les haya gustado. Agradezco mucho a todos los que siempre leen y me dejan algún comentario.

Nos vemos la próxima!

Saludos~

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).