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Todo por ti. por Sora17

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Notas del capitulo:

Perdón por la demora x.x cosas vitales en notas finales (?)

Lecter ya estaba delante de la puerta del instituto para cuando Will llegó. 
 
La calle se veía algo oscura, puesto que todavía no había amanecido por completo, pero incluso a una distancia considerable, Hannibal había reconocido la silueta de Will.
 
Este último al ver allí a Hannibal no pudo evitar echar a correr hacia él, agitando la mano. 
 
Una sonrisa se extendía por su rostro, tan grande que sin duda debería dolerle el rostro si la mantenía más tiempo ahí. 
 
Will frenó justo frente a Hannibal, y ambos se miraron a los ojos con una expresión tan feliz que cualquiera diría que eran dos enamorados que llevaban años sin verse. 
 
—Hola…— el saludo de Will sonó algo agitado por culpa de la carrera. 
 
—Hola…— 
 
Ambos miraron hacia las puertas cerradas del instituto. 
 
—Creo que esta vez en serio es muy temprano. — Will lucia algo decepcionado, si no podían entrar sería como haberse levantado una hora más temprano que de costumbre para nada. 
 
Miró de reojo a Hannibal, se veía más… Guapo que de costumbre con ese suéter bordó que traía sobre los hombros y que resaltaba sobre la camisa blanca del uniforme. 
 
No, incluso si no podían entrar para ocuparse de los cachorros, definitivamente no sería un desperdicio el estar ahí con él en ese momento. 
 
—Realmente no importa. — afirmó el rubio antes de tomarse de los barrotes de la reja, dispuesto a saltarlos. 
 
Will de inmediato lo sujetó de la ropa, impidiéndole ese movimiento. 
 
—¿En serio quieres invadir una propiedad privada? ¡Nos mandarían a la cárcel si lo descubren!— 
 
Hannibal se encogió levemente de hombros. 
 
—Somos menores de edad, como mucho llamarían a tu padre y a mi tío si nos ven. — 
 
—¿Y quieres eso? Si a ti no te castigan a mi si…— Will sonaba algo molesto. 
 
—¿Qué pueden hacernos? ¿Matarnos? No lo creo. Si la vida no está en juego entonces realmente no importa. — murmuró Lecter mirándolo fijamente, su tono de voz y sus palabras le parecieron un poco extrañas a Will. 
 
Como si el otro chico hubiera enfrentado situaciones en las cuales su vida realmente colgaba de un hilo si desafiaba alguna regla. 
 
El castaño se estremeció levemente. Lo cierto era que no sabía casi nada de Hannibal. Solo que vivía en una mansión con su tío, el embajador de Lituania. 
 
—Mejor vayamos a la cafetería de en frente a esperar que abran aquí. — 
 
Hannibal no dijo nada más, tomó su mochila que había dejado en el suelo para intentar saltar y se la colgó en el hombro, mirando a Will con cierta curiosidad. 
 
Ese chico era mucho más responsable que los adolescentes de su edad y eso le provocaba un cierto desconcierto a Hannibal. 
Él también era responsable. Pero, a diferencia de Will, no le importaba saltarse reglas que realmente no significaban nada ni representaban ningún daño de gravedad hacia su persona. 
 
Había vivido con reglas realmente estrictas y que hacían la diferencia entre la vida y la muerte cuando había estado con Mischa en Chechenia. Así que saltar una reja no era nada para él. 
Ni siquiera lo sería si hubiera hombres armados del otro lado, o perros con dientes filosos que amenazaran con desgarrar su carne. 
 
Siguió a Will en su acostumbrado silencio y ambos cruzaron la calle, en dirección a la cafetería que recién abría. 
 
Will iba contando las monedas en su billetera, comenzando a arrepentirse de no haberlo dejado saltar. 
 
Quizás sería menos vergonzoso que Lecter lo viera caer por encima de la reja como un fardo a que se diera cuenta de que ni siquiera tenía dinero encima como para pagarse un café. 
 
—Will, espera, no traje dinero. — dijo Hannibal en ese momento, un paso por detrás de él. 
 
El alivio recorrió el alma de Graham durante un segundo.
 
—¿Y eso?
 
—Olvidé mi billetera en casa.
 
Will guardó la suya rápidamente y fingió buscar en sus bolsillos. 
—Creo que yo también… Rayos… Si no te hubiera invitado, lo juro.—
 
Hannibal reprimió una sonrisa, mirando el sol asomarse entre los edificios de la ciudad. 
 
Por supuesto sabía que Will le mentía, así como él le había mentido también hacia solo un momento. Traía dinero, pero sabía que sería como un insulto ofrecerse a pagar todo solo porque su familia tenía dinero. 
Era más fácil para los dos quedarse sin tomar nada. 
 
Will se giró hacia él, con expresión especulativa. 
 
—¿Todavía quieres saltar esa reja?— 
 
Hannibal asintió y ambos volvieron sobre sus pasos. 
 
Lecter demostró su agilidad, impresionando a Will, al ser capaz de saltar la reja tan solo con unos simples y elegantes movimientos. 
 
—Deberías estar en algún club de deporte ¿Sabes?— decía Will mientras intentaba treparse por las rejas para saltar también, lo que le estaba llevando un cierto esfuerzo y un cierto tiempo. 
 
—Si no te apuras entonces nos atraparán. — replicó Hannibal, sosteniendo su mochila y la de Will, las cuales ya habían pasado en primer lugar. 
 
—Lo sé…— 
 
Will se levantó por encima de la reja con cierto esfuerzo, pero cuando estaba listo para saltar del otro lado perdió el equilibro y se precipitó hacia el suelo. 
 
Se hubiera dado un buen golpe contra el suelo de no ser porque Hannibal tiró las mochilas a un lado con la suficiente rapidez y lo atrapó entre sus brazos. 
 
Will se aferró a él con fuerza, sorprendido de no haberse golpeado, pero cuando se dio cuenta de que su rostro estaba demasiado cerca de el de Hannibal, su corazón rompió a latir locamente y sus mejillas se llenaron de rubor. 
 
—¿Estas bien?— 
 
“Mejor que nunca” quiso responderle Will, pero ni siquiera le salían las palabras. 
 
En el cielo terminó de amanecer completamente y un rayo de sol convirtió en oro los cabellos de Hannibal, otra vez creando ese reflejo que parecía capaz de dejar ciego a Will solo con mirarlo por demasiado tiempo. 
 
Hannibal lo dejó en el suelo enseguida, tomando otra vez las mochilas y empezó a andar sin más, hacia el parque donde tenían a los cachorros. 
 
Will tardó un momento en darse cuenta de que tenía que moverse para que no lo vieran, ahora que la claridad diurna por fin aparecía, y corrió detrás de Hannibal. 
 
Su corazón todavía no se había tranquilizado luego de lo que había sucedido. 
 
—Tienes reflejos rápidos ¿No? —Una sonrisa algo vacilante se extendía por el rostro de Will, realmente había sido rápido. Abrumadoramente rápido. Incluso daba un poco de miedo que alguien tuviera unos reflejos tan buenos. 
 
—Eso creo.— fue la tranquila respuesta de Lecter. 
 
Había tenido que aprender a serlo para sobrevivir. 
—En solo un segundo perdí el equilibrio y al momento siguiente tú ya me habías atrapado…— 
 
—Realmente pensé que podría pasar, por eso estaba atento. — 
 
Hannibal a veces parecía tan modesto y otras veces tan pagado de si mismo que ese aspecto de su personalidad era algo que a Will le costaba desentrañar. 
 
Siguieron caminando en silencio, no había ni un alma en derredor, ni siquiera el encargado parecía haber llegado aún. 
 
Fueron hasta el parque y vieron a los cinco cachorros jugueteando alrededor de la capilla abandonada. 
Ahora que habían crecido ya no se quedaban por mucho tiempo en la caja o en el interior de la capilla, y comenzaba a representar un verdadero problema para los chicos. 
 
Los animales no tardaron mucho en sentir la presencia de sus “padres” y corrieron hacia ellos con la torpeza y ternura propia de los cachorros. 
 
Hannibal les daba alguna que otra caricia a los cachorritos cuando se arremolinaron en torno a ellos, pero Will de inmediato se dejó caer en el suelo para revolcarse con sus perros, sin preocuparse demasiado por el estado de su uniforme. 
 
Reía y se veía tan feliz como un padre que volviera a casa luego de una larga guerra y viera a sus niños abalanzarse sobre él. 
 
Hannibal lo contemplaba con el ligero rastro de una sonrisa estirando sus facciones. 
 
Sus ojos brillaban algo entusiasmados. Ya le era imposible negarse a si mismo que la alegría de Will lo hacía feliz a él también. 
 
—Ya… Ya… No podemos seguir jugando.— se quejaba Will, aunque no parecía muy dispuesto a levantarse del verde césped. 
 
Hannibal se sentó de manera prudente al lado de ellos, buscando formar parte de esa alegría al menos un poco, y el perrito negro, Bobby, no tardó mucho en irse encima de él. 
 
De todos los cachorros era quien más parecía haber formado un vínculo con el joven lituano, y movía la cola intentando lamer el rostro de Hannibal, aunque este último lo separaba limitándose a dejarle la zona de las rodillas para que juegue. 
 
Will los miraba con una ternura incapaz de disimular, Hannibal era tan lindo cuando intentaba darles amor a esos pequeños animales al mismo tiempo que se preocupaba por el estado de sus ropas. 
 
Los dejó jugar por un rato más alrededor de ellos y después se levantó, sacudiéndose la ropa. 
—Vamos, hay que darles de comer y luego estudiaremos un rato antes de ir a clases.— 
Hannibal se levantó con el cachorrito negro en brazos, el cual todavía intentaba lamerle la cara. 
 
—Creo que tienes un favorito.— Will soltó una pequeña risa y Hannibal dejó al cachorro en el suelo, junto con sus hermanos. 
 
—Mas bien creo que él lo tiene.— 
 
Solo un rato después, los dos chicos dejaban a los perritos en el interior de la pequeña capilla y salían rumbo a sus clases. 
El instituto ya había abierto sus puertas de manera oficial y los demás alumnos entraban a raudales también. 
Los perros habían comido hasta caer dormidos y Hannibal y Will habían aprovechado un rato para estudiar matemáticas. 
 
Hannibal comenzaba a pensar en que sería buena idea decirle a Will que ya no sería necesario que lo siguiera ayudando, puesto que en realidad nunca lo había sido, pero le preocupaba que el otro chico pudiera tomarlo a mal o algo así. 
 
Acercó su mano a la de Will, pensando en tomarla, pero como siempre desistió al final. No era algo normal entre amigos, mucho menos entre amigos varones. 
 
Se separaron antes de entrar al salón, no se dijeron nada, una mirada bastaba para saber que los dos estarían esperando ansiosamente la clase de historia, que los volvería a juntar en el mismo salón. 
 
En esa hora Will tenía la clase de lengua y literatura, una de sus favoritas, pero no le prestó mucha atención. 
 
Su mente no dejaba de divagar respecto a Hannibal, como todo este último tiempo. 
 
Lo recordaba con el cachorro negro en brazos y simplemente no se podía imaginar nada más hermoso que esa imagen. Si hubiera llevado consigo una cámara les hubiera tomado una foto. 
 
Y mientras Will pensaba en Hannibal y viceversa, el elegante Conde y embajador Robert Lecter, llegaba al instituto para hablar con el director respecto a su sobrino Hannibal. 
 
Robert no tenía ni la menor idea de para que sería que el director lo había citado, pero tratándose de Hannibal sin duda debían ser noticias respecto a lo extremadamente brillante que era su muchacho. 
 
A Robert nunca le había gustado demasiado llamar la atención, así que no usaba la limusina oficial y tampoco se molestaba en utilizar a un chofer. Había manejado solo hasta llegar al instituto de su sobrino y parecía un padre común y corriente que fuera a enterarse de las notas de su hijo. 
 
El Conde era un hombre de unos 35 años, de cabello rubio y porte galante. 
 
Guapo como era más de una vez le habían dicho que debería dedicarse a ser actor y cosas por el estilo, en lugar de desperdiciarse en un aburrido puesto político. 
 
Sus ojos grises brillaban con vivacidad y los enmarcaban unas largas pestañas negras que podrían dejar confusa a cualquier mujer con solo un parpadeo. 
 
Cosa que, para su vergüenza, le sucedió con la secretaria del director del instituto. 
 
—Soy el tío de Hannibal, Robert Lecter…Ehm…Creo que…El director me llamó— 
 
La chica parecía seguir como atontada, mirándolo. 
 
—¿Señorita? — 
 
—Oh, discúlpeme… Si, si…—
 
Ella sonrió tontamente y dejó caer unos papeles que llevaba en la mano, sin darse cuenta siquiera. 
 
Robert suspiró y se inclinó, empezando a juntar los papeles de manera caballerosa, aunque algo exasperada, y estaba por terminar cuando recibió un empujón desde atrás y terminó cayendo de rodillas al suelo, junto con los papeles que se desparramaron otra vez. 
 
—Rayos…— susurró el Conde muy por lo bajo, sus mejillas ardían de vergüenza, después de todo caerse en público era algo malo para cualquiera, más aún para alguien de su posición. 
 
—Lo siento, no lo vi… ¿Está bien? — preguntó una voz algo áspera a sus espaldas. 
 
Robert se levantó, intentando mantener la compostura, y se giró hacia el desconocido, aunque su mirada estaba baja. 
 
Lo primero que notaron sus ojos fueron unas botas gastadas y algo embarradas de pescador. 
 
Al levantar aún más la mirada, se dio cuenta de que estaba frente a un hombre de aspecto algo tosco, unos años mayor que él, con barba y espesos rizos castaños además de unos vivaces ojos azules. 
 
—Yo… Eh…— Robert no sabía que responder en ese momento. 
 
—En verdad lo siento. — repitió el otro hombre, y se inclinó para juntar rápidamente y con éxito los papeles que Robert había intentado recoger antes tras la torpeza de la secretaria. 
 
—Si, no importa…— 
 
Robert tomó los papeles y luego se los dio a la secretaria, que había estado pendiente todo el tiempo del encuentro entre esos dos hombres tan guapos. 
 
Robert estaba dispuesto a marcharse por su propia cuenta a ver al director, sin ayuda de esa secretaria que por lo visto era bastante inútil, cuando escuchó la voz del otro hombre a sus espaldas. 
 
—Creo haber escuchado que usted es el tío de Hannibal.— 
 
Robert se giró, sorprendido. 
 
—Así es… ¿Por que? ¿Le conoce?— 
 
—Bueno, se podría decir que si, es amigo de mi hijo.— 
 
Robert no necesitó pensar mucho para darse cuenta de quien se trataba, dado que Hannibal tenía un único amigo hasta donde él sabía. 
 
—Ah, no me diga que es usted el padre de Will Graham. —
 
Robert lució algo más animado y más amable. 
 
—Si, mucho gusto, soy Edward Graham. — el ojiazul le tendió la mano y Robert se la estrechó cordialmente. 
 
—Robert Lecter. — 
 
—Desafortunado encuentro ¿No? — dijo Edward antes de soltar su agarre. 
 
Por lo que había escuchado sobre la familia Lecter se había imaginado que el Conde sería como su sobrino, pero con unos cuantos años encima; alto y fuerte, pero para su sorpresa el Conde era de estatura media y complexión algo delgada, su cabello era un poco más rubio que el de Hannibal y sus ojos grandes y vivaces parecían del color de un cielo tormentoso. 
 
—Puede ser, pero es agradable conocer al padre del amigo de Hannibal, incluso si me tira de esa manera. —Robert soltó una leve risa, algo avergonzado aun por la caída y el mal espectáculo que sentía que había protagonizado delante de la secretaria y de otro par de padres, que en realidad no le estaban prestando atención y que también esperaban al director. 
 
—Lo siento…— repitió Edward, aunque con una enorme sonrisa, también se había equivocado al imaginar que todos en la familia de Hannibal serian fríos y distantes, quizás hasta groseros, por la clase que tenían. 
 
Robert iba a añadir algo más, pero la voz del director a sus espaldas interrumpió el agradable encuentro. El conde se despidió con un movimiento de cabeza y entró a hablar con el director. 
 
Y tan solo un rato después salía con una expresión bastante orgullosa en su semblante. Por supuesto el director lo había citado para halagar los progresos de Hannibal en todos los campos del instituto y para decirle que ya era momento de buscar una universidad adecuada para el jovencito. 
 
Robert tenía grandes planes, había universidades prestigiosas en Baltimore y en Maryland en general, pero tenía la ilusión de que su sobrino ingresara en Harvard. 
 
Después de él, el director llamó a Edward, quien se veía algo nervioso al entrar allí. 
Robert decidió esperarlo a pesar de lo apretada que era su agenda. Solo con mirar el rostro tan expresivo de ese hombre cuando saliera le bastaría para definir si había recibido buenas o malas noticias. 
 
Después de todo era su deber el asegurarse que Hannibal estuviera trabando amistad con un buen chico y no con algún muchacho que quisiera aprovecharse de lo bueno en los estudios que era su sobrino. 
 
Para su alegría, la expresión de Edward al salir de allí era un mar de orgullo y satisfacción que relucía en su amable rostro. 
—¡Ah! Mi muchacho tiene la mejor nota en todas sus clases… Bueno, menos en un par en las que va segundo, pero que maravilla…— comentó Edward, y Robert se imaginó que esas clases debían ser las que compartía con Hannibal. 
Y se sintió emocionado al pensar que su sobrino había encontrado a alguien que estaba parejo con él respecto a sus capacidades. 
 
Bueno, quizás parejo era demasiado, pero si lo bastante cerca como para no ser un aprovechado. 
 
—Parece que hoy ambos recibimos buenas noticias…— dijo Robert mientras caminaban al exterior del instituto, miró a Edward de reojo, preguntándose si Will sería parecido a ese alto hombretón con aspecto de leñador de los Urales. 
 
—Sería fantástico celebrarlo en un bar…— dijo Edward, mirando el cielo con una expresión que irradiaba positivismo y alegría. 
 
Quizás su hijo se salvaría de su destino de ser un pescador que trabajaba de sol a sol para ganarse el sustento. 
 
Y, aunque a Edward le resultaba grato su trabajo, deseaba algo mejor para su único hijo. 
 
—Me encantaría, pero estoy algo ocupado…— se disculpó Robert de manera educada, hubiera deseado acompañarlo, pero realmente estaba tapado de trabajo. 
 
—¿Seguro es eso? ¿No será que no te dejan entrar porque eres menor de edad? — bromeó Edward, dándole una palmada en la espalda al Conde que lo hizo avanzar abruptamente un par de pasos. 
 
Robert se sintió sorprendido por eso, pero no ofendido, le parecía que había surgido entre ellos una especie de camaradería desde el mismo momento en que se habían visto. 
 
Para ambos, que eran dos hombres muy solitarios, la situación era curiosamente extraña y al mismo tiempo agradable. 
 
Edward casi nunca miraba a las personas a los ojos y no se sentía muy a gusto en situaciones sociales, y ese era un rasgo que le había heredado a Will. Pero así como su hijo parecía haber encontrado un buen amigo en Hannibal, él también se sentía cómodo con Robert. 
—Por favor…— Robert reprimió una risa, quizás algo enfadada, sabía que no debería haberse afeitado, cada vez que lo hacia lo confundían con algún amigo de su sobrino en lugar de con su tío. 
 
—Lo siento, quizás en otra ocasión. — Edward se secó una lagrima producto de las risas, y le tendió la mano a Robert otra vez. 
 
—Quizás. — aceptó Robert, estrechándole la mano a Edward. 
 
—Sé que Will y Hannibal pasan mucho tiempo juntos, así que me encantaría invitarlos un día a cenar a los dos.
 
—Me encantaría, quiero conocer a Will. Hannibal habla mucho sobre él. 
 
—Puede invitar a su esposa.
 
—Mi esposa está…— Robert emitió un suspiro —No está en el país…
 
—Oh… Que lastima. Bueno, será una noche de hombres. 
 
Robert asintió con una leve sonrisa que lo hacía verse aún más joven, todavía no habían soltado el apretón de manos y estaban casi en el límite en el que podría volverse incómodo. 
 
—Bien, le diré a Hannibal que decida con Will un día de estos… Nos vemos. — Robert le dedicó otra sonrisa entre cortés y amistosa al padre de Will y cortó el apretón de manos, dispuesto a marcharse. 
 
Sin embargo, el frio colándose por la manga de su abrigo le hizo darse cuenta de que se olvidaba de algo. 
 
El rostro de Edward palideció un poco cuando notó que en su mano aún tenía la mano de Robert… solo que sin el cuerpo. 
 
Por el sobresalto estuvo a punto de tirarla, pero Robert la atrapó rápidamente en el aire y la apretó contra su pecho, sumamente avergonzado. 
 
—¡Lo siento! No me di cuenta de que le di justo esa mano…
 
Edward aun parecía bastante azorado, quizás hasta asustado, no todos los días te quedas con la mano de alguien en las tuyas luego de un apretón. 
 
—No… No es nada…— dijo Edward, mirando como Robert ponía la mano otra vez en su lugar.
 
Claramente era una prótesis de las mejores, que era casi como una mano de verdad al menos en forma y textura. 
 
Sin embargo, no era robótica, y eso que teniendo en cuenta el estatus y el dinero de ese hombre seguramente podía costeársela. 
 
Edward tuvo la intuición de que quizás era por miedo a pasar por el quirófano. 
 
No tuvo tiempo de analizar mucho más, Robert se despidió rápidamente con un movimiento de cabeza y se alejó de allí. Su rostro estaba rojo de la vergüenza. 
 
Nunca le había gustado que nadie lo trate como un discapacitado, solo porque le faltaba una mano, y casi siempre lo escondía de todo el mundo. Solo su familia lo sabía. 
 
Esperaba que el padre de Will no le mostrara lastima, eso haría imposible cualquier tipo de amistad. 
 
Robert suspiró y se subió otra vez a su auto, y al alejarse de allí todavía miraba la figura de Edward, parado en la acera, mirando su propia mano, como si no se pudiera creer aun lo que había pasado. 
 
El conde sonrió para si mismo, de todos modos había sido agradable el encuentro, y en verdad esperaba que esa cena se realizara pronto, para conocer bien a las personas por las cuales su sobrino parecía tan interesado… 
 
Y que ahora también le interesaban a él. 
 
Notas finales:

Bueno, perdón por la demora, mi vida es muy extraña últimamente (?) Okno xd la verdad estaba como en blanco para escribir, pero creo que ya se pasó el bloqueo y seguiré dándole más seguido a esta historia y las demás! Besos! Espero sus comentarios <3


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