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Haciendo irlandesitos. por nezalxuchitl

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-¿Sabes? – le confio Domhnall a Vincenzo mientras devoraban una enorme torre de pequeños bocadillos, los ojos enormes y transparentes – A veces, mi bebe me habla.

Vinny masticasintio vigorosamente y Dom se sonrojo, contento de que no lo creyera loco.

-No con palabras, pero siento como si me hablara.

-Se comunica contigo. – lo instruyo Vinny con la palabra que necesitaba.

-Se comunica – repitió Domhnall, sonriendo.

Pacino solo lo veía sonreir cuando lo espiaba con su sobrino.

-Los bebes lo hacen todo el tiempo. – aseguro el siciliano – La primera vez que estuve embarazado lo supe antes que los médicos.

-Yo no sentí a mi bebe hasta que tu tio me saco de Irlanda. - se puso serio – Yo no quería irme, me sentia tan solo y tan desdichado… - Vinny le cogio la mano - … algo me consolaba, trataba de hacerme feliz, y era mi bebe. Me recordaba… - titubeo un poco – se sentia como se sentia Gwaine. Su presencia. Su cariño.

Dejo los bocadillos y se esforzó por contener las lagrimas. Pero corrian caminos por sus mejillas, como los ignotos que recorria Gwaine.

-¿Estas muy enamorado de el? – le pregunto Vinny, dulce.

Domhnall asintió, secándose con el dorso.

-¿Estas seguro de que no esta muerto?

Dom asintió mas vivamente.

-Si estuviera muerto lo sabría. Pero no se donde esta. Y estoy casado con tu tio, oculto aquí… jamas volveré a verlo.

Vinny lo abrazaba y le hacia cariñitos, tratando de consolarlo. Era una turra realmente empática y Dom le habia caído muy bien.

-Tienes a tu bebe. Su bebe. – se sonrieron – Tal vez con el tiempo lo superes. Yo tampoco estoy casado con quien me hubiera gustado hacerlo.

Dom lo miro con sorpresa.

-Crei que tu y Duval…

-Quiero a Duval; es un buen tipo, y un gran padre. Pero no es el hombre con el que me hubiera gustado casarme.

-¿Por qué te casaste con el, entonces? No parece que tu tio dejara que nadie te obligara…

Vinny habia empezado a sonreir desde que le mentaron el tio.

-Porque si no me casaba con el, no habia modo de que tuviera hijos. – se rio – Mi tio no me dejaba casarme con nadie, ni yo tampoco quería precisamente un marido, pero quería bebes. Queria tener un bebe desde que era bebe. – se rieron – Ya tenia veintidos años y no habia tenido ninguno.

Domhnall parpadeo con sus largas pestañas.

-¿Veintidos años? ¿Cuántos tienes?

Vinny sonrio, complacido.

-Adivina. Bueno, tenia veintidos y estaba loco por un bebe. Mi tio no me iba a dejar tener bebes ilegitimos, ni yo tampoco quería que mis hijos fueran bastardos. Pero ningún prospecto le gustaba a mi tio, ni a mi… Duval era el abogado de mi tio desde hacia un par de años, y, bueno, supongo que se le notaba que seria un buen padre. ¿Soportas la escandalosa verdad? Duval estaba enamorado de mi tio (y era el único que habia vivido luego de declararse) y, bueno, supongo que seria el único con quien mi tio consentiría que me casara.

Dom estaba con los ojos como platos: primero, no amaba al padre de sus hijos, luego, el padre de sus hijos amaba a su tio.

-¡Oh Dommy! ¿Es mucho para ti? Las familias italianas somos complicadas.

-Es raro.

-No caro, tu eres raro. Amar a alguien y que ese alguien te ame es algo mas raro que… los diamantes rosas. Y que pudieran estar juntos…

-No estamos juntos.

-Bueno, ¿lo ves? Pero tu lo amaste y el te amo, y ¿Quién sabe? Tal vez vuelvan a estar juntos.

-Nada me gustaría mas. – dijo Domhnall, con un nudo en la garganta.

-Claro. – le acaricio el rostro Vinny – Si se aman se encontraran. Cuando mas tarde, en el otro mundo. – se le restregó mimoso – Pero ojala sea en este y tengan muchos bebes.

-Si – sonrio Domhnall – me gustaría tener muchos bebes con Gwaine.

-¡Serian hermosos! – exclamo la mami - ¿Cómo es Gwaine?

-Es muy divertido. Habla mucho, como tu, y es valiente y alocado. Cosas que no me atrevería a hacer solo las hize con el.

-Suena bien. ¿Crees que sea buen padre?

-Creo que si. Sabe cocinar mejor que yo, y coser, y cuidarse solo. Se hizo cargo de si mismo desde muy joven, para que su mama pudiera entrar al convento.

-¿Por qué entro su mama al convento?

-Porque estaba enferma. Ahora esta sana, pero no la conozco. No llegue a Dublin cuando me fui a buscar a Gwaine.

Ya le habia contado como, y cuando, se habia casado con su tio.

-¿Y como es el físicamente?

Desde hacia rato, Vinny quería imaginar a los posibles bebes con la máxima precisión posible.

-Tiene los ojos castaños, aunque a veces se le ven un poco verdes, o dorados. Tiene el pelo cafe y la nariz muy bella. Es muy apuesto – le dijo, escalofriándose al recordarlo – Fuerte. Sus brazos eran asi y su pecho tenia un poco de vello.

-¿Y su polla? – pregunto Vinny picaro

Domhnall se llevo las manos a la cara mientras caia para atrás, todo sonrojado y riéndose.

Vinny se le hecho encima y le pico las costillas.

-Anda, dime, ¿Cómo era?

-¿Pues como son? – le respondio – Rica y grande.

-Si… - se saboreo Vinny – Dom, ¿no te has… sentido mas deseoso con el embarazo?

-Pues… tu tio me hace mas cosas que Gwaine. Mas seguido. Cuando nos casamos y en el viaje, yo no quería tanto. Vinny, ¿Qué es eso que me hace tu tio?

-¿Qué cosa? – le pregunto antojado, enredando el liston de su corpiño en un dedito.

-Tu sabes… - o tal vez no, se corrigio Domhnall – Meter, chupar, hacer chupar... lamer. – ya estaba rojo como un tomate.

-Pues… son cosas.

-Pero es lo mismo que hace un varon.

Vinny se tomo su tiempo para reflexionar.

-En parte. No se siente igual, ¿verdad? En Italia hay mucha mas… libertad al respecto. Tal vez es por el clima, pero aquí esos calores te acometen mucho mas. Mas intensamente, mas pronto. No esta mal visto que una turra los aplaque con otra, siempre que se guarden las apariencias.

Eso explicaba mucho sobre porque Pacino era tan… fogoso.

Vinny le dio un jaloncito a la cadena que pendia de su cuello y lo beso. Fue tierno, breve y dulce.

-¿Ves?

Vinny lo beso de nuevo, jalándolo y luego, casi imperceptiblemente, sus dedos caminaron al brazo delgado, super blanquito.

Besarse con Vinny era agradable. No como besarse con Pacino, no como besarse con Gwaine. No sentia que lo estuviera traicionando, aun asi, termino el beso.

La mami acepto que terminara y se acurruco con el. Bajo sus dedos hasta los de Dom y los entrelazo para juguetear.

Domhnall se relajo hasta dormitar con las cabecitas inclinadas juntas.

 

***

 

Gwaine acechaba en la maleza, mordisqueando una briznita de pasto tras otra. El sol de la mañana calentaba su espalda, compensaba el frio de estar pecho tierra contra la hierba humeda.

No podía pasar con Domhnall tanto tiempo como deseaba. Mirarlo con los ojos abiertos a placer, hasta saciarse de el; al menos momentáneamente, al menos hasta que mirarlo no fuera suficiente y tuviera que tocarlo también, que besarlo. Que hacerlo reir.

Su risa se oia a un campo de distancia. Era tan alegre; la persona mas risueña del mundo, la mas encantadora. Reia de todo; con sus padres con su hermano, con las gallinas que alimentaba. Lo habia visto salir, poco después del amanecer, a barrer, con las gallinas cloqueantes persiguiéndolo y tantos pollitos piando, tan intensamente, que resultaban abrumadores.

Lleno su mandil con ellos, para que lo dejaran barrer; la gallina mas agresiva picoteaba sus tobillos sin mucha convicción. Se veía tierno mirándolos, jugando con ellos. Se imagino que un dia asi se veria con su bebe, de ambos, y parpadeo algo angustiado por la perspectiva de ser padre.

Un padre no debía dejarse matar: esa era su primera obligación. No habia causa, fe, movimiento, libertad que lo mereciera. Solo por amor daría su vida; por Domhnall o por su mama.

La segunda cosa que un padre debía de hacer era dejar patrimonio a sus hijos, a su esposo. El tenia la casa de los O’Neill y la tierra que acumulaba bajo las uñas, y nada mas. Se preguntaba que tanto derecho tenia de sacar a Domhnall de la vida idílica con sus papas, con quienes no era pobre, lo cual era mucho decir en Irlanda.

Su vestido viejo, remendado, de su mama y por tanto muy corto para el no eran las galas con las que le gustaría verlo. Habia visto feas bien vestidas, en la ciudad; conocía y apreciaba lo que la ropa podía hacer por una turra, y le gustaría que Domhnall lo experimentara también. Solo tenia ilusión por su vestido de novia, y ni siquiera eso podía comprarle.

Parpadeo y dejo de pensar en eso. Dom era feliz y hermoso asi; sus caderas eran perfectas con o sin lo que tuvieran encima. Entro a la casa y salio de nuevo, con una mezcla de sobras, boronas y desperdicio de grano.

Le lanzo una piedrita e imito a un pollo. Otra mas, pues era distraído.

-¡Dom! – termino gritándole sin voz.

-¡Gwaine! – se enmudecio mientras terminaba la palabra, acercándose sin disimulo a donde estaba, acuclillándose - ¿Qué estas haciendo ahí?

-Viendote. – respondio poniéndose de lado y tomándole la mano.

-Estas loco. Te va a dar un resfrio.

-Si no me dio en el sereno de Dublin, cuando me sacaban a dormir la mona sobre la nieve.

-No me importa. – le cerro el enjaretado del cuello, ocultando sus collares; el pendiente en forma de luna que siempre llevaba, y que habia pertenecido a su padre y la medalla que su madre le habia dado – No quiero que te de frio.

-Tu sabes como quitármelo. – le hacia círculos en la palma de la mano.

-Si. – se sonrojo un poco - ¿En la noche?

-No. – le acaricio la palma – En cuanto puedas.

-Pero, ¿¡de dia?! – se asombro.

-Bajaremos a la playa negra. Nadie nos vera ahí.

Probablemente nadie los viera ni en el cruce de caminos.

Dom asintió, con las largisimas pestañas rozando bajo las pestañas inferiores.

*

Antes de media mañana Domhnall se encamino al risco donde antiguamente se ubicaban los cañones. Los vikingos habían dejado de venir con tanta frecuencia y el bronce era demasiado valioso para tenerlo ahí olvidado.

Habia convencido a Brian de hacer lo que se suponía que hiciera y caminaba a paso rápido, con el chal cubriéndole la cabeza y los hombros, como si la gente no conociera tan bien su chal como su cara.

Gwaine le salio por detrás, asustándolo. No se habia alejado de la casa, aunque no podía verlo dentro de esta, pero no se le unio hasta que dejaron atrás la casita.

-Hola. – le beso el cuello cuando dejaron de reírse.

-Hola. – le puso las manos sobre las suyas.

Se besaron con el sempiterno viento del oeste acariciándolos a ambos y luego se tomaron de la mano para ir al risco donde solo unos agujeros en la roca y unas ruinas bajas dejaban constancia de la pequeña fortificación.

Debajo de una losa, en el hueco de una de las retrancas, Gwaine tenia una larga cuerda, bien amarrada al soporte de metal que no se habían podido llevar.

Ambos podían trepar el acantilado arriba y abajo, pero Gwaine preferia que Domhnall tuviera la seguridad de una cuerda. Ademas, era mas rápido y divertido bajar aferrados, abrazados. Mas romántico.

La playita era un lugar muy intimo. Fresco. Sumergido durante la marea alta. Arena y piedras negras, en un remanso de intimidad frente al océano Atlantico.

Los monjes se exforzaban por alcanzar la iluminacion al suroeste en Skellig Michael; las aves marinas cazaban, sobrevolando el basto liquido, sumergiéndose como flechas con sus estilizados cuerpos, aerodinámicos antes de que la aerodinámica se inventase.

La vida seguía su curso y Domhnall y Gwaine en ella. Solo se miraban con intensa alegría, tomados de las manos. Paso algún tiempo para que empezaran a cortejarse, rozándose las mejillas, barbada y lampiña, una contra la otra.

Paso mas tiempo para que se abrazaran; la barbilla sobre el hombro del otro, los ojos cerrados, sintiendo latir el corazón, correr la sangre por las venas amadas.

Finalmente Dom lo beso. Gwaine le respondio con la mirada, luego con los labios. La playa era fresca y se daban calor el uno al otro. Calidez. Los dedos ásperos recorrían la mejilla tersa. Los ojos verdes la nariz grande y recta. Los labios les ayudaban a fusionarse en vida, a expresar el afecto que sentían uno por otro.

Domhnall era mas alto y Gwaine adoraba verlo hacia arriba. Besarlo hacia arriba, alzando la mano para acariciar los cabellos de fuego, de autentico fuego: rojizo, dorado. Sus bocas seguían el antiguo ritual. Sus manos, sus cuerpos. Hubiera sido mas fácil para Gwaine pegar a Domhnall contra la pared estructurada del acantilado, pero no quería que sufriera frio, por lo que se pego el, atrayendo a Domhnall, desnudándolo.

La turra era vehemente con el. Mas de lo que cualquiera habria imaginado, mas que el promedio. Acariciaba a su seme, su precioso seme; lo gozaba, quería sentirlo suyo, complacerlo.

Sus dedos caminaron por en medio de su pecho al exponerlo; sus labios se pegaron a la clavicula, al pectoral, chupando justo por encima del corazón. Se arrodillo en la arena suave, humeda, y acaricio los muslos vestidos antes de desvestirlo. Deditos nerviosos, ansiosos, liberando los botones, deslizándose seguros sobre la piel, bajando el pantalón con el dorso de las manos, tomando con la boca el miembro bamboleante, despierto, jalando aire antes de hacerlo, engulléndolo, lamiéndolo.

Gwaine compuso un gesto de placer exquisito, obligándose a abrir los ojos para mirarlo, como lo hacia, como le daba placer. Su boquita hermosa, deliciosa. Sus dedos acariciando sus nalgas, despegandolas de la pared rocosa. Le enseño como hacerlo, o mas bien, que podía hacerse, y Dom lo desarrollo con increíble habilidad. A veces, lo hacia sentirse celoso de su polla, por sentir como Dom la amaba.

Pero se encelaba en balde, pues todo el amor que Domhnall manifestaba era por el, a cada parte de su cuerpo. Besaba con la misma dedicación sobre los huesos de la cadera, aunque no fueran tan sensibles. Lamia incansable, tierno como un gatito, los varoniles musculos de su pecho, brazos. Se abrazaba a el, le pedia que fueran uno con cada fibra de su ser.

Dom sintió que le acariciaba el pelo y lo miro agradecido, para arriba, sin soltar el agarre que tenia con sus labios, carnosos y mojados. Gozaba de pasar esa gruesa, calientita polla entre sus labios. Sentirla a la par que verla, saborearla, acariciándola con la lengua, esa piel tan caliente, esa hendidura tan llamativa, tan sabrosa, cuando liberaba el moquito; espeso y que sabia tanto a Gwaine.

Gwaine le agarro la cabeza para guiarlo, pidiéndole el vaivén que quería, dejándolo luego a su aire para acariciarse el pecho; por tocarse, por sentir algo. Dom lo engullia hasta el fondo de su garganta; vaivén de cabellos preciosos, ruiditos, caras. Sus pies desnudos; su cuerpo, flaquito, aunque tan ancho en la cadera; ya quería acariciarla con las manos, pero si lo hacia, tendría que dejar de sentir lo que le hacia, por lo que se conformaba con tocar sus hombros, sus brazos, alzándole las manos y sosteniéndoselas arriba, admirando cuan ondulante y espigado se veía asi, como no cejaba de hacerlo suyo con su boca.

Se las sostuvo en alto y le embistió la boca. Tenia que mover las caderas; el instinto se lo solicitaba, para correrse. Comenzo a pujar; sintiendo, empujando. Sin poder contenerse mas, y sin quererlo, tampoco. Recibiendo todo el placer que Domhnall quería darle.

Bajarle las manos, fue su primer pensamiento tras el orgasmo, dejándolas abajo para que Dom las tomara, besando su pubis velludo y lo alto de sus muslos, la barbilla pegajosita por las gotas que habían escurrido ahí.

Lo alzo, en cuanto tuvo fuerzas para ello, alzándolo hasta cargar sus muslos sobre sus hombros, apoyándolo contra la pared para que estuviera mas seguro y chupándolo, haciendo por el lo que el habia hecho, adorando como Domhnall pegaba entusiastas brinquitos para que lo tomara mas hondo en su boca, como gemia y lo acariciaba, cariñosamente en la cabeza. Como sus muslos se soltaban y apretaban, conforme mas intensamente lo chupaba. Como sus muslos lo abrazaban, sus manos, encorvado el torso sobre el, apoyándose en su cabeza, sin dejarle mucha libertad de movimiento, mas que en el dedo: el dedo que entraba y salía, cosquilleba su hoyito, mojado como el agua en sus pies, pero caliente, viscoso.

Queria hacer gozar a Domhnall mas de lo que tenia. La marea no lo tocaria antes de que acabara. Su lengua urgaba sin piedad, golosa, en el huequito en la punta de su polla, sus labios frotaban la hendidura. La turra chillaba, con lagrimas atrapadas entre las pestañas, lagrimas de la sobreexcitacion que esa lengua y ese dedo le daban. Se pego en la cabeza al hecharse atrás para correrse. Gimiendo, saco el dedo de Gwaine, dejándolo solo lamiendo su ombliguito, su bajo vientre de turra.

Este hubiera querido meterlo todo, con otro y otro; dedear su agujerito delicioso hasta saciarse de el. Al menos, hasta cansarse. Al menos, hasta que no pudiera resistir mas afuera de el, uniéndose con su miembro al amado, tan profundamente como quisiera.

Pero eso tendría que esperar. La marea ya estaba en sus pantorrillas, y el vestido, abombado, se alejaba lentamente.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Publico esto al fresquito de las goteras que caen sobre mi escritorio, torcida, para que no le caigan a mi computadora.

Slán!


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