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El destino no se puede cambiar por Hao Asakura

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA

Me han dicho que este fic es demasiado "hetero" antes, puede que este episodio se lo parezca también, pero vamos, no es tan malo o si? realmente no es tan hetero, pero si es cruel, tan cruel que no estoy seguro si debí escribirlo así, esta parte es cruel, triste, malvada, injusta e infeliz, pero con ella podrán notar que tan comprometidos están todos los personajes como familia y cuanto se aman entre si, al grado de aguantar el dolor  y causar dolor por el bienestar del otro, siendo Alphonse el consentido de todos... fue realmente duro escribir esto.

No me odien, yo ya lo estoy haciendo. Saludos.

La soleada mañana y la sonrisa de Mei, contrastaban exageradamente con el dolor que sentía en estos momentos.

Había en el aire una tibieza agradable, el cielo azul lucía tan inocente, tranquilizador, encima de ese prado de hierba salvaje y verde que también parecía inocente de Rezembool. Sus sobrinos reían alegremente en torno a ella, pero su mente estaba perdida.

Todavía amaba a Alphonse, casi tan desesperadamente como cuando era niña y estaba sola en medio de la guerra, buscando el secreto de la inmortalidad para no ver desaparecer a su clan, él entonces medía casi dos metros, pero había sido amable con ella.

Ahora era un delgado joven, que casi parecía una princesa en los brazos de su hermano mayor, así era y así debió ser siempre, aquella lectura que hizo con alcaestría,  de la sangre de Alphonse manchada con la de su hermano Edward se lo había indicado. Desde el primer momento, desde que en la batalla final con el homúnculo de la botella, ella transmutara a Alphonse.

“Sólo puedo confiar en ti para esto” Le había dicho Al, pequeño chantajista.

“No debí habérmelo llevado” pensó “eso al final nos trajo más dolor a todos” Pero no estaba arrepentida,  esos breves años con Alphonse sonriendo a su lado eran como luz pura, antes y después, además él le había pedido matrimonio, tenía que aceptar que por un momento había tenido la esperanza de que su corazón cambiara.

Pero luego Al se había puesto enfermo (eso ella no pudo preveerlo, pero Al  se lo dijo de la forma más tranquila, había estado enfermo antes y era lógico que lo estuviera ahora) y aunque la vida se le estaba yendo, lo que permanecía era ese sempiterno amor por su hermano, esos delirios nocturnos que a veces tenía por la fiebre se lo habían hecho saber.

Los miró, lucían como una linda pareja de novios, Edward fuerte y posesivo, parecía estar divirtiéndose con la vergüenza de Alphonse, frágil, tímido, sonrojado como una muchacha, luego se sintió culpable por mirarlos, Edward aún cojeaba un poco “necio” bufó “si tan solo se hiciera arreglar esa cosa”

Se sorprendió pensando cómo es que Alphonse había enfermado y no Edward, porque tenía que morir Alphonse y no su hermano, de esa forma, sería posible que él se quedara a su lado para siempre, acto seguido borro de su cabeza ese pensamiento  “Soy una persona horrible”

“Tu decidiste esto” se dijo “tu entregaste lo que más amabas al sitio donde pertenece… por su felicidad, sabes que Edward  ha logrado cosas que ningún alquimista ha hecho antes,  sabes que Edward nunca se rinde y si por eso, él logra curar a Alphonse, jamás volveré a sentir dolor ni celos, si Alphonse vive yo… seré feliz para siempre, aunque esté lejos”

Ella seguía sonriendo, mirando el hermoso río que corría por allí, dando vueltas a los niños tomados de las manos, amaba a sus sobrinos, amaba a Winry y por supuesto que amaba a su cuñado, a veces creía que ella caería enferma también de tanto amor desesperado, pues se sentía incluso más ajena que Winry, que había estado con ellos desde la infancia.

Miró el perfil delicado de su esposo, su sonrisa triste, definitivamente era demasiado etéreo y maravilloso, lucía mejor en brazos del rubio que al lado de una chica ruda y regordeta.

-Mei, espero que no te hayas puesto a llorar porque estabas sola.

-No digas tonterías, Alphonse.

-Todo este tiempo estuve preocupado, Mei a veces recuerda su pasado - le dijo Alphonse a Edward- hay noches que tiene pesadillas y despierta llorando… yo…

-No hace falta que te preocupes- dijo ella mirando el tejado de la casa Elric asomando por la colina- ya no soy una niña, no creas que te necesito- si iba a hacer esto tenía que hacerlo bien.

Alphonse puso una expresión herida.

Edward la miró con odio asesino.

Ella alzó las cejas “Sabes a lo que vengo” parecía decir su expresión, Edward negó con la cabeza “Aún así te mataría” dejo ver en ese gesto, ella se encogió de hombros, eso fue un simple “no te culparía por ello”

-Quiero caminar a partir de aquí.

Edward sabía que su hermano tenía miedo de ver la cara de Winry herida, una cosa había sido intimidarla cuando pensaba que ella tenía toda la ventaja y otra cosa muy distinta era entender que ahora le había robado a su esposo.

Al no sabía lo que ella y Ed habían hablado. Si ella hubiera visto a su amado Ed cargando a Al, probablemente lloraría a mares, pero por la noche, sola en su habitación y aunque no los hubiera visto, era muy probable que eso hiciera esta noche, Edward se sintió la peor mierda del mundo.

-Te sientes mejor?

-Si, bastante mejor- Al estaba sonrojado, no cabía duda que se sentía mejor “el pequeño traidor” pensó Mei.

Winry los recibió tan feliz como siempre, abrazó a Mei y a Alphonse,  le jaló los cachetes a Edward, luego se llevó a los niños a la cocina y se encargo de preparar el almuerzo con ayuda de Mei, ambas conversaban sobre ingredientes y precios como si nada pasara, recetas iban, recetas venían, Al permanecía sentado a la mesa con un estupor culpable de vez en cuando miraba a Mei. Luego almorzaron como si nada.

-Debo seguir trabajando, pero Ed les servirá una taza de té…

-No es necesario, de hecho, me gustaría visitar la casa Elric, ya que me dijeron que Ed mando a restaurar la armadura de Al, me dio mucha nostalgia, me encantaría verla.

-Los acompañamos- dijo Ed.

-No, no!!- se agitó Mei- Venga Ed, es la primera  vez que veo a mi esposo en un tiempo, ¿será que puedes darnos algo de privacidad?

-Uy- dijo Winry- Mei que veloz.

-Quédate con los niños Ed! Y más vale que los vigiles bien, tengo cosas que hablar con Alphonse, por ejemplo, como es que no me ha llamado teniendo ustedes un télefono.

-Iba a hacerlo pero…- dijo Al.

-Nada- dijo Mei jalándolo de la oreja- tengo que meterte en cintura, unos días lejos y ya eres un esposo liberado- y diciendo esto se lo llevó fuera.

Los rubios podían oírlos discutir mientras se alejaban.

Winry alzó las cejas.

-Y dices que yo soy gruñona…

 

-Vaya, está casi tan vacía como la recuerdo- dijo Mei mirando la casa- pero se siente cálida.

-Discúlpame, no he puesto más que una cama, una cómoda y algunas sillas, estaba esperando a que viniera a ayudarme a elegir las cosas.

-Eso… Al, hay algo de lo que quiero hablarte.

-¿Estás bien?- Al puso una expresión preocupada.

-Si.

-Bueno, podemos hablar en el estudio.

Entraron, la iluminación era tan suave como la tarde en la que se había besado con Edward, Mei se paseo mirando todo.

-Qué hermoso, es la parte de la casa donde se siente más calidez.

-Por allá esta mi armadura.

-Waaaa dijo Mei mirándola ¡Es tan grande como la recuerdo! Dios que nostalgia!! – le paso la mano por el brazo, por el pecho, se midió con ella.

-¿Le tienes afecto a este basurero?- dijo al sonriendo.

-La amo casi tanto como a ti- dijo ella poniéndose en puntas para besar, apenas la mandíbula fría de metal.

-Tuve una impresión muy fuerte cuando la ví…

-Debió ser.

-¿Mei?- preguntó Alphonse. La chica tenía los ojos arrasados de lágrimas.

-Per… perdóname es que me dio mucha nostalgia- dijo limpiándose los ojos con una sonrisa mal simulada.

-Mei tu…

-Eras mi alto príncipe en armadura- dijo ella- nada me hizo más feliz en toda mi vida que poder casarme contigo

Al se acercó lentamente, así como lucía pequeño cerca de Edward, cerca de ella podía verse alto y varonil, pese a que no le llevaba mucha estatura. La rodeó con sus brazos cuidadosamente, como si fuera lo más frágil y valioso del mundo.

-Deja de llorar por ese cacharro… estoy aquí ¿no ves?- le dijo con ternura mientras la miraba a los ojos, ella se odió, tenía tanta rabia, quería abrazarse a él, quería besarlo, era su esposo no?

Pareció que adivinaba sus pensamientos, se inclinó levemente para besarla.

-Si Al, ¿pero por cuánto tiempo?- ella se quitó de sus brazos y lo miró.

La expresión de Al se transformó por completo.

-Lo siento, no puedo prometer estar siempre, pero lo intentaré Mei…

-Eso es de lo que quería hablarte Al.

-Tu…

- No puedo venir a vivir a Rezembool.

Mei irguió el rostro y tensó su pequeño cuerpo, inspiró aire y haciendo acopio de todas sus fuerzas, igual que en aquella ocasión lo hizo para sacrificar a Alphonse cerró los ojos, luego se los cubrió con la mano como si tuviera jaqueca. Si tenía que hacer esto iba a hacerlo bien.

-Yo… sentí mucho alivio estos días lejos de ti… sabes, estoy cansada de cuidar un enfermo, qui… quiero de regreso mi vida normal.

-Me…i- los ojos de Al se abrieron mucho, estaba genuinamente sorprendido.

-No es lo mismo mi consultorio de alcaestría que tu Al!! Las personas que yo trato mejoran! ¡tu no!

-Eso debe deprimirte mucho- Al estaba siendo –como siempre- de lo más amable y comprensivo, eso la hizo rabiar.

-Si!  Estoy frustrada y agotada de vivir entre tu fiebre y las visitas al médico, cansada de la desesperanza ¡!de ver como mueres un poco cada día y no se puede hacer nada! Te amaba en verdad pero…  soy joven, ¡quiero ser feliz! No quiero vivir con la sombra de la muerte ni el olor a huesos podridos cada día! ¡Ya no quiero fregar sangre de la ropa y del suelo!

La cara que puso Alphonse hizo que Mei tuviera ganas de llorar, de arrodillarse y pedirle perdón, de confesarle que todas esas palabras eran una gran mentira, pedirle que se quedara con ella para siempre, le dio la espalda o no podría seguir.

Miró la silla de ruedas, abandonada a medio estudio, tenía que hacer esto, si no lo hacía, Alphonse no se quedaría con Edward, trataría de quedarse a su lado por todos los medios porque “eso era lo correcto” siendo ella su esposa, las lagrimas se le salieron.

-Edward cuidará de ti, eres su hermano… es  mucha responsabilidad estar al lado de alguien que va a vivir en una silla de ruedas y luego desaparecer… Te dejo Al-

La chica aguardó dándole la espalda a Alphonse, esperando en silencio un “no te vayas” o un “te amo” algún reproche “como puedes dejarme solo ahora que voy a morir” ya fuera por rencor, por egoísmo, o por (aunque sea) un poco de amor por ella.

-Tienes razón Mei- ella casi podía imaginarlo detrás de ella, con la misma sonrisa compasiva de siempre- no mereces esto… siento mucho haberte hecho pasar por ello.

-¡No te disculpes ridículo!

-Lo siento… e… es decir, si eso es lo que quieres está bien, parece justo.

-¡Si! Eso es lo que quiero.

Mei se encaminó hacia la puerta, su cara estaba arrasada de lágrimas, los dientes le castañeaban a causa de los nervios.

-Mei.

-Que.

-No quiero pienses que por dejarte ir te he dejado de amar, o te amo menos que cuando nos casamos.

-Eso no me importa- dijo ella y salió.

Se encaminó fuera de la casa y sin mirar hacia la casa Rockbell siguió caminando, luego echó a correr. “Descarado” pensó, bueno, al menos no le había mentido, ella sabía que la amaba igual que cuando se casaron, pero obviamente no la amaba más que a Edward “Mentiroso” volvió a pensar.

Edward la vio alejarse por el camino donde había llegado y tuvo un presentimiento atroz. No sabía que había planeado Mei, pero gritó.

-Winry, baja con los niños un momento!! Algo pasó en la casa Elric!!

Ella bajó corriendo.

-Ve!- dijo.

Edward fue tan rápido como su auto mail averiado se lo permitía, la puerta de entrada estaba abierta, llegó al estudio.

-¿Al?

-E… e…

El rubio traspasó sin esperar más, su hermano estaba de rodillas en el piso, sosteniéndose sobre el con las manos, hecho un mar de lagrimas, con una expresión  de dolor intensa.

-Ella me ha dejado… Edward, me ha dejado…


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