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Flor de Almendro por Zils

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Notas del capitulo:

¡Hola! :3 He vuelto. Muchas gracias por su paciencia.

Agosto terminó siendo un mes muy agitado. Este capítulo lo tenía listo hace unas dos semanas peeero cuando lo leía para corregirlo ¡Booom! Me vino una idea y terminé modificándolo casi por completo.

Espero les guste ^^

VIII Vampiro.

 

Eran las 2 de la tarde; Mitsuki y Ren estaban ocupados en Dios sabrá qué cosa; Neith había sido transferida a Caja, por lo que estaba ocupadísima; Zero...bueno de él no sabía nada desde hace tres días, al parecer algo no andaba bien en la asociación; y él estaba aburrido. Muy aburrido.

Todos tenían algo que hacer y él allí, vagando por la mansión. Ni siquiera le dejaban ayudar con la limpieza. ¡Más inútil no se podía sentir!

­—Si consigo un trabajo tal vez...

Suspiró. Eran esos momento de quietud, de soledad, los que más le abrumaban. No le gustaba estar solo, es decir, un momento está bien, pero ¿tres días completitos? No. Simplemente no.

Entre vuelta y vuelta, llegó a un sector que jamás había pisado. Y no tenía idea como volver.

—Fantástico. Ahora estoy aburrido, cansado y perdido. —se apoyó en la pared, dejándose caer sentado en la, seguramente, costosa alfombra. Paseo sus dedos por el piso, entre las figuritas triangulares de mármol. — ¿Qué es...—sus dedos se toparon una figurita algo suelta. Con la creciente curiosidad que le dieron las películas de Sherlock Holmes, hundió el diminuto triangulo.

Un crujido bastante tétrico resonó en el pasillo, y de un momento a otro la pared que lo sostenía desapareció. Cayó de forma nada elegante al suelo, con medio cuerpo dentro de un corredor que parecía sacado de las películas de la edad media.

— ¡Entrada secreta!— se levantó de un salto, y asomó la cabeza en la reciente entrada. — Wow...Genial.

Un largo corredor se extendía a su derecha. Pequeñas lucecitas blancas se encendían una a una. Sin dudarlo mucho, se adentró en el misterioso lugar. Después de todo ¿Qué podría pasarle? No le habían prohibido la entrada a ningún lugar de la mansión. Además, siendo los que allí habitaban vampiros, podrían encontrarlo fácilmente por su presencia.

Decisión tomada.

El largo corredor tenía en sus paredes grandes cuadros. Los admiró con cuidado, eran pinturas de paisajes, personas, bailes; todos muy bien hechos. Tenían una delicadeza nostálgica.

Algunos le parecían familiares, y otros apenas tenían un efecto en él. Hubo uno en especial que captó su completa atención; la pintura captaba la escena de una pequeña niña rodeada de mariposas blancas. Su cabello era ondulado, largo y castaño, sus ojos azules y su piel como porcelana; usaba un camisón blanco de mangas largas que ondeaba al viento y estaba descalza. Tenía una adorable sonrisa, sus mejillas sonrojadas y sus labios rosados. Estaba totalmente concentrada en las mariposas que rodeaban sus manos.

Era muy hermosa.

— ¡Mira papá! ¡Lo logré! — sonrió mientras daba vueltas entre las mariposas. Corrió hacia él, con las pequeñas mariposas siguiéndola, y se colgó de su cintura.

— ¡Muy bien, Eylean!—acarició, con ternura, los cabellos castaños de la pequeña.

Seré una gran reina ¡igual que tú, papá!...Seré justa, amable y fuerte.

Sí, princesa. Serás una gran reina, aun mejor que yo. —sonrió, contagiado de la alegría de su pequeña hija.—Volvamos. Mamá nos espera.- su pequeña inflo las mejillas, descontenta.

¿No podemos quedarnos unos minutos más? Es mi cumpleaños... ¡Por favor, papá!—junto sus manitos en ruego.

Ah, está bien. Pero solo será una hora más.

¡Gracias!

Se sostuvo de la pared, aturdido. ¿Había sido aquello un recuerdo? Su cabeza palpitaba, pero en vez de ese sentimiento de soledad que le azotaba con cada sueño o pensamiento sobre su pasado, una repentina felicidad le invadió.

— ¿Mi hija?...— sonrió sin poder evitarlo.

Alzó la mirada hacia la pintura ¿Qué habría sido de ella? Por un momento intentó recordar más, pero fue inútil. Los recuerdos venían solos, y era mejor que así fuera.

Avanzó, buscando señales de Eylean. Buscaba esos ojos azules, pero ni una sola pintura los poseía. No tardó en percatarse que una vez una persona era retratada, jamás aparecía en otro cuadro. Siguió caminando, aun con la chispa de felicidad en su interior —luego le preguntaría a Zero por Eylean—, entre más avanzaba, más sentía esa conocida sensación de estar un lugar familiar.

Hasta que la oscura puerta, rodeada de azulinas hortensias captó su atención. Dejó de observar las pinturas, y aceleró el paso. Esa puerta la reconocía...esas flores. Su corazón se aceleró bruscamente, sentía que se saldría de su pecho.

Sé que te encantan las hortensias. Así que cree estas para ti.

Las flores cubrían la pared, como enredaderas, incluso descansaban sobre la puerta. Había un grueso candado viejo, tallado en él, una flor de lis. Lo sostuvo entre sus manos, la textura y el peso las reconocía bien, no tenía hendidura para llave; al igual como le paso con Bloody Rose.

Caminaba por el largo pasillo a paso lento. Su respiración era lenta. De vez en cuando sus dedos acariciaban la rugosa textura del óleo, no volteaba la mirada a las pinturas, solo se deleitaba con el saber que allí seguían.

A medida que avanzaba, las antorchas se apagaban, dejando a su espalda oscuridad. Las hortensias comenzaron a acariciar sus dedos extendidos. Diez pasos más y estaba frente a la imponente puerta cubierta por aquellas venenosas flores.

Humedeció sus labios resecos. Sacó una pequeña daga de plata de su bolsillo e hizo un ligero corte en su pulgar derecho. Su mano izquierda sostenía el candado, mientras dejaba caer unas gotas de sangre sobre él.

El candado se abrió. Su herida sanó. Empujo con ambas manos la puerta doble, algunos pétalos cayeron en su cabeza.

Cerró los ojos unos instantes, permitiendo que únicamente el aroma a flores lo envolviera. Las puertas se habían abierto completamente. Dio un paso y...

Bloop- bloop- bloop

¡Qué demonios! ¡¿Tenía que sonar ahora?!

La musiquita del móvil, casi le deja pegado al techo. ¡Peor! ¡No alcanzó a ver que había tras la dichosa puerta!

¡Agh!

Con los nervios de punta, sacó torpemente el aparatejo de su bolsillo. El nombre Mrs. Canas —configurado por su peli morada amiga—iluminaba la pantalla.

Zero jamás lo llamaba. Que desconsiderado.

— ¿Hola?

¿Estas ocupado?

Hola, Kaname ¿Cómo estás? Muy bien, gracias por preguntar, Zero. ¿Qué tal tu día?

Vale. Su buen humor se había desvanecido. ¿Desde cuándo usaba el sarcasmo? Ah, sí. Desde que pasaba muchas tardes con Neith.

—No.

¿Cómo era que tenía señal allí dentro?

Llegaré pronto a casa...y...tengo entradas para el circo. ¿Quieres ir?

— ¿Enserio? ¡Vale! —su buen humor había regresado. ¡Jamás había ido a un circo!...Un momento— ¿Qué es un circo? —la risa que soltó Zero le hizo sonrojar.

Bueno, es un lugar donde se hacen espectáculos acrobáticos, también comedia. Generalmente son temáticos. Venden dulces y demás... Te gustará.

Suena genial. ¿Cuánto dices que tardarás?

Una hora...Tal vez menos.

—Vale...— miro a su alrededor un poquito angustiado ¿Cómo salía de allí?— ¡Te veo en casa, conduce con cuidado!

Está bien— dijo dudoso. Antes que terminara de hablar el castaño colgó.

Tenía menos de una hora para salir de allí.

Guardó el móvil, y echo a correr. El camino se le hizo interminable. Una ligera capa de sudor cubría su frente. Había llegado a la pared por donde había entrado...Bueno, era el final del camino.

Tocó y presionó cada bloque, desesperándose un gramo más a cada segundo que pasaba.

Tras 10 minutos te toqueteo llegó a una conclusión. No había salida. ¡No había salida!

— ¡Alguien! ¡Estoy atrapado! ¡Ayuda!—gritó a todo pulmón. Pero nada. Ni siquiera le llegaba un mísero sonido del otro lado.

No volvería a gritar. Se destrozaría la garganta y no conseguiría nada.

Comenzó a caminar de regreso. Tal vez la salida estaría oculta en los cuadros. Sí, seguro era así.

La esperanza es lo último que se pierde.

Seguramente hubiera sido buena idea preguntarle a Zero el camino. Era su casa, seguro sabía cómo salir de allí. Bueno, ya no lo podría llamar; una vez subía a su amada moto no podía contestar.

—En alguna parte debe haber una salida. Yo estuve aquí antes ¿no?...Si estaba fuera, es obvio que logré salir.

Con cuidado movió cuadro por cuadro, ignorando las arañas que habían hecho de su casa el pequeño espacio entre la pintura y la pared. A mitad de camino, el cuadro de su hija jugando en aquel jardín, volvió a hacerse presente. Con cuidado movió el óleo. Distinguió en uno de los bloques de piedra el sello de la flor de lis; con la esperanza a tope, presionó el bloquecito.

Clik.

¡Bingo!

Una pequeñita puerta se abrió, dejando ver un oscuro túnel donde apenas pasaría una persona gateando. Esperaba que no hubiera tantas arañas o comenzaría a odiar a las inocentes criaturas. Se adentró en el túnel a pasitos de bebé, lento pero seguro. Tenía la sensación de que iba por buen camino.

Pasaron varios minutos, cuando vio un rayito de luz. Apuró el paso y cerró los ojos cuando la luz fue muy potente.

— ¡Auch!—abrió de apoco los ojos, había chocado con algo. Un muro. — ¿Dónde estoy?

Una vez salió por completo, el pequeño túnel se cerró por completo. Estaba en el invernadero.

¿Quién demonios hizo esta mansión?

 

*

*

*

 

Había quedado perplejo cuando el castaño le cortó la llamada así sin más. Kaname no solía hacer eso. Le restó importancia, tal vez si estaba ocupado, y emprendió camino a la mansión.

Recientemente había una extraña actividad por parte del clan Toma, muchos vampiros nobles comenzaron a reunirse en la mansión el clan. Ciertamente no sería extraño sino fuera porque no veían a nadie salir. Además se habían triplicado los ataques de niveles E sin presencia; habían eliminado una pequeña aldea al noroeste. Las cosas estuvieron muy tensas los últimos 2 días, hasta que se detuvieron. Así como empezaron, desaparecieron.

Tenía la teoría de aquel que los controlaba, que ocultaba sus presencias, estaba haciendo pruebas. Tal vez se trataba de una habilidad y medía el alcance de su poder. Estaba un 99% seguro que aquella presencia aterradora que sintió en casa era la responsable. La pregunta era ¿Por qué tomarse la molestia de hacerse sentir? ¿Acaso ese era su propósito? ¿Decir: "aquí estoy"? ¿Probarlo?

Fuese como fuese, ya todos sentían la tensión. Los cazadores comenzaban a prepararse para una batalla, ya basta experiencia tenían en guerras y lo mejor era estar preparados desde ya.

Una hora más tarde se encontró en casa. Estacionó la motocicleta, y se estiró. El sol comenzaba a ocultarse, eran las 6 de la tarde. Por el frio, era más conveniente llevar al castaño en auto.

Entró a la mansión, esperando encontrarse al castaño ya listo en el salón, tal cual niño esperando impaciente para salir a jugar; pero se encontró con algo totalmente diferente.

— ¿Kaname? ¿Estás bien?— se acercó al mayor cada vez más incrédulo.

Tirado cual costal de papas, se encontraba el castaño en el piso. Estaba cubierto de polvo, telarañas, mudas de arañas, y pasto; sus mejillas estaban coloradas y una ligera capa de sudor cubría su frente. ¿Qué había estado haciendo?

—Llegaste. — murmuró agotado. El tulecito lo había dejado hecho polvo. Literalmente. —En 20 minutos estoy listo...—se levantó pesadamente del piso.-

—Si quieres vamos otro dí...

— ¡No! —negó con ambas manos, con, al parecer, recobrada energía.— Solo espera 20 minutos. Luego te explico. — y sin decir más salió corriendo piso arriba.

Primero me cuelga y ahora me deja con la palabra en la boca.

Aprovechando los 20 minutos, se dio una ducha rápida y se arregló para la ocasión. Ya había descuidado mucho al castaño, esos días debió sentirse solo y bastante aburrido sin nada que hacer; siendo Kaname sinónimo de niño, no dudaba lo desesperado que estaba por hacer algo interesante. ¿Cómo podía ocultar el Kuran vampiro esa personalidad tan infantil?

—Nadie sería capaz de verlo. Así debe ser un sangrepura ¿no, Kuran? — el rey negro estaba en su mano, la única pieza del ajedrez original. Siempre se cuestionó el por qué la había guardado.

Aún no lo entendía.

*

*

*

 

A Zero le encantaba el piano, eso lo había entendido por la cantidad de CD's de pianistas en el auto. Y con eso también, comprendió que le gustaba lo clásico; por lo que tenía entendido los CD's eran obsoletos, al igual que los discos de vinilos.

Justamente en ese momento estaban envueltos en la vigorosa melodía de piano; un vals, si no se equivocaba. La carretera se sentía totalmente distinta cuando viajaban en auto. Secretamente, prefería la moto. Además con lo ajetreado de su día, estaba exhausto.

—¿Ahora me dirás que estabas haciendo?—La voz calmada de Zero captó su atención. ¿Se enojaría si le contara que andaba de curioso? Suponía que no.

—Estaba paseando por la mansión.—Comenzó a contar mirando sus manos.—Hasta que me perdí, encontré una puerta secreta y terminé atrapado en un pasillo con pinturas.

—¿Qué? ¿Dónde dices que te perdiste?—por la confusión en la voz de Zero supuso que ni el mismo sabía de la existencia de ese lugar.

—No sabría cómo llegar ahí de nuevo...dando vueltas me perdí. Llegue a ese pasillo como de castillo antiguo y había muchos...— ¡cierto! ¡La pintura!—Zero... ¿yo tuve una hija?

—¿Hija?—esta vez sí que logro confundir al peli plateado. Zero frunció el ceño, más confundido que nunca. Supuestamente Kuran no tuvo hijos, claro que Kuran al parecer no era el Kuran que ellos conocieron. ¡Ni siquiera se imaginaba a ese Kuran conviviendo con niños!—No que yo sepa. ¿Por qué la pregunta?

— Bueno es que...en ese pasillo habían muchas pinturas de diferentes personas, y en una de ellas estaba retratada una niña de ojos azules y cabello castaño...cuando la vi tuve un recuerdo. Ella jugaba con unas mariposas que había creado, me las mostraba...me dijo papá...Su nombre era Eylean.—su voz salió en un murmullo, aun así una pequeña sonrisa adornaba su rostro.

Zero sopesaba en silencio las palabras dichas. Su curiosidad respecto a Kuran Kaname, crecía con cada recuerdo que tenía el castaño. Primero su madre, luego Bloody Rose y ahora Eylean, su hija. ¿Cuánto había vivido en realidad el castaño? Suspiró.

—Al parecer solo conozco una parte de tu historia. No sabía que tuvieras una hija.— confesó— En realidad la persona que sabía tu historia, ya no está.

—¿No hay alguna forma en la pueda conversar con esa persona?...No es que quiera conocer todo mi pasado pero...quiero saber al menos que paso con Eylean. —el mayor miró al cazador con un pequeño rastro de esperanza.

—Es imposible...ella murió.—Y sintió la bilis al pronunciar esas dos últimas palabras.

*

*

*

 

Zero pasó los boletos al hombre en recepción. El lugar era espacioso, y se alzaba con la forma de una carpa de circo pero de acero. Era un enorme establecimiento donde hace más de 20 años se había asentado el famoso Circo del Sol; dueño de los mejores artistas circenses. Decían que para entrar en él, debías pasar un sinnúmero de pruebas, muchas de ellas que ponían la mente y cuerpo al límite. Solo los mejores se quedaban, y su espectáculo era simplemente mágico.

Yuuki acostumbraba a arrastrarlo junto a sus pequeños a aquel lugar. Ella decía que sentía la magia y el amor en el aire. Sin embargo los boletos debían ser reservados con casi un mes de anticipación. Conseguir un buen asiento era más que difícil. Por fortuna, Kaien— quien todo lo sabe, y aun no descubre cómo—le dio aquellas entradas.

Tenían buenos asientos, en la quinta fila para ser exactos. El lugar estaba medianamente lleno, y tras comprar algunas chucherías, fueron a sus respectivos asientos.

El castaño estaba muy callado desde su conversación en el auto. De hecho un pesado silencio los cubrió luego de aquellas últimas palabras. Hablar de Yuuki siempre conseguía efecto de mutismo en él. No era fácil, pero el castaño no tenía la culpa.

Las luces se apagaron de pronto. Kaname dio un saltito, asustado, y se aferró a su brazo. Aquello le enterneció.

—Tranquilo. Pronto se encenderán, esto avisa que el espectáculo va a comenzar.—entrelazo la cálida mano que se aferraba a su brazo con la suya propia, para infundirle seguridad.

Unas melodiosas voces comenzaron a elevarse al tiempo que el reflector azul mostraba esbelta mujer. El Show había comenzado. La temática de ese mes era el Hyakki Yakō, "El desfile de los cien demonios". Un cuento antiguo japonés.

El espectáculo contaba la historia de dos niños que se internan, una noche, en el bosque. Una vez llegan al corazón de éste se encuentran una Linterna China, una flor que al momento de secarse deja al descubierto su fruto. Al momento de tomar esta flor comienzan a ver a los demonios aparecer. Con cierto temor y mucha curiosidad se internan en aquel desfile, notando como los demonios no se percatan de su presencia. En una serie de eventos uno de los niños suelta la flor, los demonios se percatan de su presencia y comienza la persecución.

A pesar de la magia que desprendía el espectáculo, el solo podía mirar las expresiones del castaño. Kaname estaba tan absorto en la presentación que había dejado caer, sin darse cuenta, un puñado entero de gomitas que iban directo a su boca; se terminó mordiendo los dedos y su risa se confundió con la del público.

Las pálidas lucecitas de colores solo destacaban las expresiones casi exageradas del mayor, que cada vez que se emocionaba o asustaba estrangulaba su brazo y su mano.

Ambas permanecieron entrelazadas toda la función.

Cuando la última canción fue entonada y los artistas salían en grupo a despedirse, vio como los ojos del castaño estaban acuosos; retenía a duras penas las ganas de llorar. Se veía extrañamente tierno.

—¿No te gusto?—preguntó con cierto temor, mientras se giraba lo más que le permitía su estrangulado brazo para, con delicadeza, limpiar las pequeñas lagrimas que no pudieron ser retenidas más tiempo.

—F-Fue hermoso. Demasiado hermoso.— balbuceó, soltando por fin todas las lágrimas que tenía. Terminó llorando a moco tendido, abrazado a su brazo. La canción seguía y los artistas se unían al canto, anunciando el inminente final —¡No quiero que termine! Fue muy lindo y triste.

Parpadeó un poco sorprendido. Bueno, Mitsuki siempre terminaba llorando con cada espectáculo pero jamás se imaginó que Kaname terminara igual o peor.

—Hey, podemos venir cuando quieras...no será la última vez.—intentó tranquilizarlo, mientras acariciaba con ternura su cabello. Por muy malo que sonase, le causaba mucha gracia ver al pobre castaño tan destruido por una simple función de circo.

—No es lo mismo....Será otra historia y tampoco voy a querer que termine.

—Vale. —los últimos acordes sonaron y las luces se apagaron definitivamente. El lugar estalló en aplausos, y las luces pronto se encendieron otra vez.—¿Qué te parece si vamos por un helado?

El castaño asintió, y una vez secó sus lágrimas, partieron a la heladería que estaba a unas cuadras del enorme domo.

Eran las 9 de la noche. El pidió un café, mientras Kaname prefirió un helado triple de tres leches, azul vainilla, y palta. El castaño estaba avergonzado de su anterior actitud; lo sabía por las mejillas rojas y la mirada pegada a su helado.

¿Acaso se había levantado con un aura rosa? Porque durante esa tarde el castaño no dejaba de parecerle tierno.

—Mitsuki no paraba de llorar cuando la función terminaba.— comentó ganándose la atención del castaño.—Solíamos traerla aquí para que se calmara.—sonrió con nostalgia. Sus pequeños habían crecido tan rápido. ¿Su pequeña aún lloraría con una función de circo?—Pedía helados de palta y zanahoria...los niños normalmente piden chocolate o vainilla pero ella pedía esos extraños sabores.

Ahora sé a quién lo saco.

—Zero... ¿Cuántos años tienes?—preguntó dejando salir una de las tantas dudas que le molestaban.

—¿Cuántos crees que tengo?—tomó un sorbo de café.

—No lo sé, eres un vampiro. Totalmente engañoso.— hizo un mohín, dando otra cucharada a su helado.

—Vamos, inténtalo. Si lo haces bien e compro otro helado.—sonrió con burla.

—No me vendo por helados. Puedo hacerlos yo solo cuando quiera.—ambos se miraron unos segundos para después soltar una carcajada.— Vale. Veamos...160.

—Nop.

—¿230?

—¿Tan viejo me veo?

—¡Pista!

—Hum...Son más de 100.

—¿130?

—Nope. ¿Qué tienes con los treinta?

—Es lindo número.

—Ya perdiste....Ahora vámonos antes de que nos echen. Ya van a cerrar.

—¡Pero no me has dicho tu edad! ¡Tramposo!

—No seas mal perdedor, Kaname.— revolvió el cabello castaño con saña.

—¡Hey! ¡Me despeinas, bruto!

Y esa era la primera vez que el castaño lo "insultaba de verdad", uno tan inocente que le saco más risas que indignación.

Salieron del local aun pelando por el cabello del castaño. El auto se encontraba a unos metros, saco las llaves para abrir la puerta. Sentía un grupo de humanos cerca del lugar donde estaban, no le daban buena espina.

—Kaname, sube rápido.—ordenó, ganándose la mirada confundida del castaño, mas le obedeció.

El subió al asiento del conductor, y en menos de lo que estornuda un gato, salió del aparcamiento directo a la calle que daba a la autopista. Negó con la cabeza cuando, por el retrovisor, vio al grupo de ladronzuelos que bufaban molestos. A él no lo asaltarían, menos si estaba con inocente pero letal castaño. ¿Qué pasaría si hacia una de sus técnicas asesinas que hacia inconscientemente y mataba a un par de tipos? Claramente el más dañado sería Kaname. Prefería ahorrarle malos ratos.

—Lo siento por eso, nos venían siguiendo.

—Si... ¿Y cuántos años tienes?

No te cansaras nunca, ¿cierto?

 

 

*

*

*

 

 

El café estaba frío y extremadamente dulce. Perfecto. Una suave tonada de piano sonaba de fondo. No había nada fuera de lugar.

Miraba en silencio la charla entre el castaño y la peli morada. No prestaba real atención a lo que hablaban, pero por sus gestos se divertían.

De alguna manera le molestaba. Sabía perfectamente que la chica era amiga del castaño, él mismo fue el que decidió darle el dichoso papelito con el número de la niña, pero aun así no era necesario tanto contacto físico, le incomodaba. Kaname no era un peluche.

A pesar de su inexplicable molestia, no dijo nada. Se mantuvo en silencio, centrando su atención en vigilar el perímetro.

Después de haber sentido esa extraña presencia, estaba reacio a dejar solo al mayor, aunque había tenido que hacerlo más de una vez. Los ataques de niveles E habían descendido al cero, todo estaba demasiado tranquilo. La calma que antecede a la tormenta.

Por su parte, la peli morada estaba que daba saltitos de emoción. A ella nada se le pasaba, por supuesto que no. Instinto femenino o fangirl, como quieran llamarlo, pero estaba segura que lo que olía eran celos.

¡Oh, dulces celos!

Desde hacía algunos días había comenzado a abrazar más al castaño, y de hecho el chico aceptaba con gusto sus abrazos o besos. Entendió que a Kaname el contacto físico le resultaba acogedor, era como si necesitara cariño. Y ella estaba dispuesta a dárselo, más si con eso conseguía que las cosas se encendieran.

Claro que sí. Crearía un hermoso incendio entre esos dos.

La sola idea le hacía querer gritar. Estaba media loca, lo sabía, pero todo fuera por el amor.

Todo sea por la felicidad de Kana.

— ¿Dónde está el baño?— preguntó el castaño luego de unos minutos de charla.

— Al final del pasillo, tras esa puerta hay otras tres, es la puerta rosa. — explicó la chica.

Zero estuvo tentado a levantarse y acompañarlo pero en tan reducido lugar sentía perfectamente su presencia. Estará bien.

¿Pero si aparecía uno de esos niveles E sin presencia?... Ciertamente la navaja anti vampiros que le había dado le permitiría ganar fácilmente.

Mejor no arriesgarse.

Estaba dispuesto a levantarse cuando la voz de la chica lo detuvo.

—Kana es muy lindo.

Definitivamente no esperó eso. Neith continuó hablando.

— No te imaginas la cantidad de personas que me toca espantar cuando salimos. —tomó un sorbo de su batido, atenta a las reacciones ajenas. — Él jamás se da cuenta, es muy despistado.

Clavo su mirada en el café. Claro que sabía que el castaño era despistado, el único momento cuando parecía estar totalmente despierto era cuando entrenaban. Debía admitir, para su mala suerte y vergüenza del antiguo Kuran, que Kaname era muy torpe.

—Creo que no nos hemos presentado oficialmente. —sonrió— Mi nombre es Neith Hirakawa, trabajo en este café, junto a mi hermano y tengo 22 años. Un gusto en conocerte, Zero.—extendió su mano derecha a modo de saludo.

—Igualmente.—respondió alzando la mirada a la chica, tomando su mano dándole un suave y rápido apretón.

—Kana habla mucho de ti, así que es probable que sepa mucho más de ti que tú de mí.

Su mirada se concentró en la chica. ¿El castaño hablaba de él con ella? Bueno, era lógico. No era como si conociera a muchas personas, además vivían juntos.

Pero...

Se mordió el interior de la mejilla. Una espinita de curiosidad le asaltó de repente ¿Qué pensaría Kaname sobre él?

Ella pareció leer su rostro. Sabiendo exactamente qué dudas pasaban por su cabeza.

— Diría que él te admira. — tanteo terreno. Ella no era tonta, había algo en su castaño amigo cada vez que hablaba de Mr. Canas. Y por la actitud del peli plata, estaba segura que ese algo no era sólo cosa de Kaname. — Te ve como un amigo, uno muy cercano y especial. Confía mucho en ti, no duda que le protegerás...Es muy tierno.

Vale, otra vez lo pillo desprevenido. Se sintió sobrecogido. Un calorcito agradable se instaló en su pecho. Ser considerado amigo le gustaba, haberse ganado un espacio en el corazón del castaño le agradaba.

— Él es como un hijo para mí.

— Eres un padre muy posesivo entonces— sonrió, como si nada. Ser directa era su mejor/peor cualidad.—Me lanzabas rayitos por los ojos cada vez que me acercaba a él...no te lo voy a robar.

—No he dicho lo contrario.

Su tono fue demasiado osco. Ella solo asintió y continuó con su café.

¡Punto para Neith!

Mr. Canas estaba en la fase 1: Confusión.

 

*

*

*

 

Al salir del baño un joven chocó con él. Era unos 3 centímetros más alto, cabello rubio y facciones finas. Fueron sus ojos, verde esmeralda, los que le dejaron aturdido. Se le hacían familiares.

—Lo siento. ¿Te hice daño?

Su voz también se le hacía familiar. ¿Dónde la había escuchado?

—No...Estoy bien.

No podía apartar la mirada del rubio. Se sorprendió a sí mismo intentando recordar. Pero ¿sería bueno hacerlo? ¿y si era un recuerdo desagradable? No, mejor no arriesgarse. Negó con la cabeza, dispuesto a irse, cuando sucedió. Un sin fin de imágenes revolotearon en su cabeza.

Un despacho...Uniformes blancos...Reverencias.

Su corazón se contrajo dolorosamente y una puntada cruzó sus sienes. Jadeo, llevando una mano a su pecho. El mundo bajo sus pies se movía vertiginosamente.

— ¡Kaname–sama!

Pienso abrir una academia, tipo internado. Una donde los humanos y los vampiros puedan coexistir. Dividiremos las clases en diurnas y nocturnas... Kaname–kun, me gustaría que fueras el presidente de la clase de vampiros. Yuuki–chan estará muy feliz.

Unos brazos fuertes le sostuvieron. Un aroma a menta y pino le envolvió.

Me gustaría que fueras el vicepresidente.

Ichigo. —murmuró. Fue como si con ese simple nombre abriera uno de los candados de la caja de Pandora.

—Kaname...Volviste.

Y todo se fue a negro.

 

 

*

*

*

 

 

Se estaba tardando. Aún estaba en el baño, sentía tu presencia en aquel punto pero comenzaba a preocuparse.

Dio golpecitos con impaciencia.

Aunque al parecer no era el único preocupado, pues Neith se levantó de su lugar al mismo tiempo que él. No hacía falta explicación. Ambos caminaron a paso ligero a la puerta del fondo.

Cuando abrió la puerta todos sus nervios se dispararon.

— ¡Por Hades!...Traeré un botiquín—Neith salió tan rápido como entró.

Él se acercó al castaño que estaba sentado en el suelo con los ojos fuertemente cerrados, sosteniéndolo con cuidado entre sus brazos. Tenía una fea herida en la frente que no paraba de sangrar. Tragó saliva.

—Kaname...Hey—murmuro con voz suave. El castaño parpadeaba confundido. — Te dejo un momento solo y te lastimas.

— ¿Z–Zero?

— ¿Qué pasó?—Con sumo cuidado pasó sus dedos cerca de la herida, barriendo el hilo de sangre son sus dedos.

El dulce aroma de la sangre le llegó de lleno. Sentía fuego en su garganta y sus encías palpitaron.

No podía estarle pasando de nuevo.

Parpadeo, alejándose un poco del castaño. Respiró profundamente, centrándose; debía calmarse y al cabo de unos segundos lo consiguió.

—Creo... Creo que me resbale cuando salía y me golpeé con el lavabo. —el castaño estaba aturdido y muy confundido. Todo había pasado demasiado rápido, era muy confuso.

— Algún día terminarás matándote por torpe. —acarició con cuidado los castaños cabellos, de esa forma tan común entre ellos.

— ¡No es cierto!...No soy tan torpe...—murmuró inflando los mofletes. Él no era tan torpe, solo se cayó, podría pasarle a cualquiera.

—Ajá, como digas, torpe.

Kaname estuvo a punto de reclamar, o mejor dicho hacer un mini berrinche, cuando su peli morada amiga entro con un pequeño maletín blanco con pegatinas de unicornios.

— ¡Por los dioses! ¡¿Cómo te hiciste eso, Kana?!

Bueno, ni él mismo sabía cómo.

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer y muchas gracias por comentar (los reviews son el alimento de los escritores <3)

¿Les gustó? n.n Esos dos se van acercando cada vez más. Tengo varias ideas para mantenerlos felices y juntitos peeero esperen drama. Me encanta el drama.

Un abrazo de oso especial para Zaphire y Ladyblack. ¡Muchas gracias por sus lindos comentarios!

Nos vemos el Domingo (tal vez antes, según como vaya de tiempito). Un abrazo de oso y que tengan una linda semana <3 <3


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