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Todo por ti. por Sora17

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Notas del capitulo:

Perdón por tardar en subirlo aquí (¿?) Información importante en notas finales. 

—Hoy conocí al tío de tu amigo Hannibal.— fue el saludo que Will recibió de parte de su padre aquel día cuando regresó de la escuela. 
 
—Papá... ¿Ya estás aquí?— fue la respuesta de Will, su voz estaba llena de sorpresa. Normalmente su padre siempre llegaba un par de horas luego de que Will había regresado de la escuela. 
 
—Si, decidí salir un poco antes del trabajo... Hice... Bueno... Hice la cena.— dijo Edward asomándose desde la cocina para mirar a su hijo. 
 
Will tiró la mochila al suelo, sorprendido, su padre se veía diferente de como estaba esa mañana, pero feliz sin duda. 
 
—¿Y eso por que?—
 
Edward soltó un suspiro. 
 
—Tenia ganas de consentirte un poco... El director de la escuela me llamó y... Me dijo que lo estás haciendo magníficamente.— 
 
Will enseguida notó que la sonrisa de su padre era la típica sonrisa de un hombre que está tan orgulloso de su progenie que no cabe en si mismo de la alegría. 
 
—Ah... Así que te citó por mis notas...— Will pasó una mano por su cabello, intentando acomodar el alboroto de rizos que tenía allí arriba, aunque sin éxito. 
 
—Si, de echo ahí conocí al tío de Hannibal... Al parecer ustedes dos son los mejores de sus clases...— 
 
Will sonrió algo incómodo por la felicitación tan especial, no se podía creer que su padre hubiera salido antes del trabajo solo para prepararle la cena. 
 
—Huele bien...— mintió al fin el más joven, en realidad en la casa había un olor... Un tanto extraño que Will no había sentido jamás en toda su vida. 
 
—Puse a hervir el arroz y le metí el pescado y los chicharos... Va todo junto ¿No?— preguntó Edward levemente preocupado, desde que su esposa había muerto no se había acercado ni por asomo a la cocina, siempre quien cocinaba era la difunta abuela de Will y luego el propio Will. 
 
—Emm... Si, claro.— Will le sonrió a su padre, no quería hacerlo sentir mal y después pasó a la cocina. 
 
En una olla encontró una especie de masa extraña que debía ser el arroz hirviendose con los chicharos y el pescado. 
 
—Ya le voy a meter la salsa de tomate.— anunció Edward, tomando un bote de tomate de la nevera y empezando a echarlo dentro de la olla. 
 
La cara de Will se puso algo azul al pensar que tendría que comerse todo eso sin vomitar, parecía realmente un guisado como los que él mismo hacia pero digamos que la manera de prepararlo era... Un poquito diferente. 
 
—Papá ¿Que tal si mejor te sientas y yo sigo con esto? También debes estar muy cansado por el trabajo.— sugirió Will, intentando deshacerse de su padre para ver si podía arreglar el destrozo de la cena. 
 
—Tengo mucha suerte de tener un hijo cómo tú...— dijo Edward con una sonrisa dándole un par de palmaditas en la espalda a Will. 
 
Decidió que serviría la mesa mientras Will terminaba con la cena, y mientras lo hacía le relató a su hijo su encuentro con el Conde Lecter. 
 
—Realmente no es lo que uno se imaginaria cuando piensa en un Conde, esperaba a un hombre estirado, quizás a un viejo y no,  es súper joven. Que tendrá... ¿5 años más que tu y Hannibal como mucho?— 
 
—Hannibal me dijo que su tío cumplió 31 años hace poco.— dijo Will, revolviendo en la olla con una cuchara de madera. Intentaba diferenciar el arroz del resto de ingredientes pero era inútil, todo parecía empezar a convertirse en una sopa dentro de la cacerola. Bueno, quizás no quedaría tan mal como una especie de sopa en lugar de un guisado. 
 
—Parece mucho más joven...— dijo Edward con expresión pensativa, no dejaba de preguntarse que clase de accidente habría tenido ese hombre para perder la mano. 
 
—Solo es 7 años menor que tú.— Will hablaba de manera distraída, en realidad no era por que estuviera pensando en la cena, si por que estaba pensando en Hannibal, como siempre. 
 
Sus pensamientos rozaban una intensidad cada día más dolorosa. Cuando se veían el mundo cambiaba por completo, pasaba de ser gris a convertirse en una explosión de colores. 
 
La sonrisa de Will se volvió algo tonta, no sabía que haría con esos sentimientos, pero se limitaba a disfrutarlos. 
 
Padre e hijo estaban ya comiendo aquella especie de sopa que había preparado Edward cuando esté por fin se decidió a hablar. 
 
—Will... Ehm... Estuve pensando esta tarde en que podríamos invitar a los Lecter un día a cenar en casa. ¿Te gustaría?—
 
—No se si el tío de Hannibal tenga libre algún momento en su agenda, después de todo es embajador por Lituania aquí en Estados Unidos.— respondió Will hundiendo la cuchara en la sopa, no estaba tan mala al final de cuentas. 
 
—Puedes preguntarle a tu amigo y arreglamos un día.— concluyó Edward tranquilamente mientras comía, Will estaba bastante sorprendido, era muy extraño ver a su padre pretendiendo socializar con otras personas. 
 
—De acuerdo.— Will le sonrió a su papá antes de seguir con la cena. 
 
Y así, solo una semana después, los Lecter y los Graham estaban reunidos en la casa de estos últimos. 
 
Era sábado por la mañana y Hannibal había prácticamente obligado a su tío a tomarse un día libre entero, por lo que los planes para ese día eran salir en una especie de excursión de pesca todos ellos. 
 
—Hannibal... Esto no puede ser buena idea...— murmuró Robert por enésima vez al oído de su sobrino, mientras observaba a Edward cargar una nevera portátil hasta la entrada de la casona que rentaban los Graham. 
 
—Necesitas relajarte tu tambien...— respondió Hannibal con un suspiro mirando también al papá de Will, que parecía estar muy contento aquella mañana. 
 
—Sabes que es obvio que no puedo pescar, se necesitan dos manos para eso.— replicó Robert de manera algo molesta. 
 
Hannibal no dijo nada más, realmente pescar era lo que menos le interesaba, pero esta era la excusa perfecta para pasar un sábado entero en compañía de Will y no había pensado desperdiciarla por nada del mundo. 
 
Quizás no estarían solos pero aún así... Era como una especie de cita sin tener que caer en las obvias incomodidades de pedirle una directamente. 
 
—¿No están acostumbrados a pescar en Lituania?— preguntó Edward rompiendo el silencio, sacó un sombrero decorado con anzuelitos alrededor y lo calzó sobre sus alborotados rizos iguales a los de su hijo. 
 
Robert contuvo una sonrisa al ver ese sombrero, le hacía bastante gracia. 
 
—En realidad yo nunca salí de pesca... Bueno, Hannibal tampoco. Somos más... De cazar.— respondió Robert.
 
Edward se quedó pensativo por un segundo, eso ya lo había imaginado, después de todo la caza era el deporte de los nobles y la pesca... Bueno, más bien era el de los pobres. 
 
En ese momento Will bajó las escaleras, ya vestido para la excursión, y su mirada se iluminó tanto como la de Hannibal cuando los ojos de ambos se cruzaron. 
 
Hannibal se acercó a él rápidamente, y Robert se le quedó mirando sorprendido. Nunca había visto la actitud de su sobrino cambiar de manera tan radical solo con ver a otra persona. 
 
Estudió a Will con la mirada, era idéntico a Edward solo que en versión más pequeña. Mucho más pequeña. Edward Graham parecía un leñador de los urales, con su amplia y bien desarrollada espalda y unos brazos que denotaban mucho esfuerzo físico durante toda su vida. 
 
Will en cambio era mucho más delgado y de complexión más bien liviana. 
 
Los ojos eran de un color azul hermoso e idéntico en ambos, pero los de Edward llegaban a ser más expresivos por que estaban marcados por el sufrimiento, los de Will aún no llevaban esa carga en ellos. 
 
Robert se detuvo un momento, dándose cuenta del análisis que estaba llevando a cabo en su mente y sacudió la cabeza, era curioso que le resultaran tan interesantes. 
 
—¿Dormiste bien?— preguntó Hannibal en voz baja apenas llegó al lado de Will. 
 
—No dormí mucho la verdad... Estaba ansioso por verte... Por verlos... Digo, por salir de excursión...— se corrigió rápidamente Will, sus mejillas tomaron un leve tinte rosado por la vergüenza y Hannibal sonrió mirándolo. 
 
—Yo también estaba ansioso por verte...— 
 
—¿Les dejaste suficiente comida a nuestros hijos para todo el fin de semana?— bromeó Will con eso de "hijos" al referirse a los cachorros que cuidaban. 
 
—Si, de todos modos mañana me meteré en el instituto a asegurarme de que estén bien.—
 
—¿Pero no está cerrado?— preguntó Will algo confundido, al día siguiente era domingo. 
 
—Creo que ya quedó claro que una reja no es un problema para mi.— la sonrisa orgullosa de Hannibal le hizo ganarse un puñetazo en el hombro por parte de Will. 
 
—No estés tan orgulloso por tus habilidades criminales.— 
 
Ambos se miraron tentados y comenzaron a reír con ganas. 
 
Al lado de la puerta, Robert observaba a su sobrino reír con una extraña mezcla de placer y sorpresa. 
 
No recordaba haberlo escuchado reír jamás, y sin embargo ahí estaba, bromeando con ese otro jovencito, como un adolescente normal y feliz. 
 
Eso hizo a Robert sentirse tan bien que dejaron de importarle completamente sus problemas respecto a la dichosa excursión de pesca. 
 
—Que linda amistad tienen ¿No?— dijo Edward parado a su lado, mirando a los chicos también. 
 
—Si... Me alegra haber venido...— murmuró Robert. 
 
—A mi tambien me alegra que vinieras... — respondió Edward antes de calzarle en la cabeza a Robert un sombrero con anzuelitos también. 
 
El conde se sorprendió por eso, pero luego rió un poco.
 
—¿No me veo ridículo?— 
 
—Solo un poco... Pero no quiero que terminen insolados.— dijo Edward sonriendo y dándole un par de sombreros a Will y a Hannibal también.
 
Dicho esto, los cuatro salieron de la casa, Robert cargaba una de las heladeras portátiles con los refrigerios para el día y Edward cargaba otra, llena de hielo para poner en ella lo que pescaran. 
 
—Déjame, yo la llevo.— pidió Edward, tomando la que llevaba el tío de Hannibal mientras caminaban hacia el auto de los Graham. 
 
—Yo puedo perfectamente...— comenzó a decir Robert, pero ya Edward la había tomado por su cuenta y la cargó fácilmente en el maletero del auto.
 
Por un momento Robert pensó que era por lo de su mano, pero después se dio cuenta de que el otro hombre solo intentaba ser amable así que no dijo nada más. 
 
Subieron al auto, Edward iba delante y Robert en el asiento del copiloto en tanto que los chicos iban hablando animadamente en el asiento de atrás, sin prestar atención alguna a los adultos.
 
—Espero que haga bueno hoy...— murmuró Edward mirando el cielo por el parabrisas, había sol y corría un viento fresco, pero en el horizonte parecían acercarse algunas nubes de tormenta. 
 
—Se nota que los chicos la pasarán bien aunque sea encerrados en casa...— dijo Robert sin preocuparse demasiado por el tiempo, estaba claro que a Hannibal y a Will no les importaba donde estuvieran mientras estuvieran juntos. 
 
Edward empezó a manejar y luego de un rato llegaron a una zona despoblada, con un amplio bosque bordeando el camino. Había una senda entremedio de los árboles por la cual metió el coche. Y tras algunos tumbos por el camino de tierra, llegaron a un sitio despejado por el cual corría un extenso arroyo. 
 
Edward estacionó algo lejos, a la sombra de un árbol y todos ellos bajaron para disfrutar de la naturaleza y del aire puro y fresco. 
 
El sitio era precioso, y Robert quedó asombrado. 
 
—No sabía que hubiera un sitio así tan cerca de la ciudad.— reconoció mirando a su alrededor, la primavera estaba comenzando y la vegetación relucía en todo su esplendor, al igual que los árboles cargados de capullos de flores y otros ya florecidos. 
 
La brisa, aunque fresca, era agradable y el sol arrancaba destellos a las aguas del apacible arroyo. 
 
—Siempre vengo aquí cuando quiero relajarme... Es un buen lugar para pescar.— 
 
Will y Hannibal, por su parte, enseguida tomaron las cañas de pescar y se alejaron un poco en dirección al arroyo. 
 
—¿Me vas a enseñar como hacerlo?— preguntó Hannibal mirando a Will con una leve sonrisa mientras caminaban. 
 
—Es muy fácil... Se me da muy bien, mi papá dice que nací con una caña de pescar en las manos.— bromeó Will acercándose a la orilla. Ambos entraron en el arroyo, con el agua hasta las rodillas y lanzaron la línea lo más lejos posible. 
 
Y mientras ellos pescaban en esa parte del arroyo, Edward lo hacía en otra sección, unos cuantos metros lejos de ellos, disfrutando de la paz del lugar. Pero, al levantar la mirada, vio al Conde sentado sobre un montón de rocas y con aspecto algo aburrido. 
 
Tenía el sombrero sobre sus rodillas por lo que era fácil ver el brillo de su rubia cabeza con el reflejo del sol. 
 
Edward clavó su caña en la tierra movediza del lecho del arroyo y fui hacia él, trepando por las rocas con facilidad. 
 
El conde estaba jugando con una ramita, dibujando formas en la tierra que había entre las rocas cuando Edward llegó hasta él. Parecía un niño castigado y aburrido. 
 
—¿No quieres intentarlo?— preguntó Edward, haciendo que Robert se sobresalte un poco, no lo había escuchado llegar. 
 
—De verdad que no...—
 
—Oh vamos...—
 
—Es que... No puedo...— admitió Robert por fin. 
 
Edward suponía que era por el tema de su mano y no se equivocaba. 
 
Se sentó en un roca al lado de Robert. 
 
—¿Como te pasó eso?— preguntó Edward, dejándose vencer por la curiosidad. 
 
—Fue... Un accidente hace algunos años, nada muy especial.— respondió Robert tranquilamente, mirando hacia el arroyo y divisando a lo lejos como Will y Hannibal se divertían intentando pescar algo. 
 
Edward decidió no preguntar nada más, se notaba que al conde no le gustaba hablar sobre eso. 
 
—¿Como fue que llegaste a ser embajador?— preguntó para cambiar de tema. 
 
—Mi hermano lo era, pero murió durante el conflicto con Chechenia así que me hice cargo de todo su trabajo...— fue la sencilla respuesta de Robert, aunque se le notaba algo abstraído y triste, como si estuviera pensando en calamidades tan horrendas que ni siquiera podían ser expresadas en voz alta. 
 
—Lamento oír eso...— 
 
—¿Y la mamá de Will?— preguntó Robert, por lo visto era momento de hacer esa clase de preguntas personales que acercan a las personas al punto de volverlas amigas. 
 
—Murió cuando Will era muy pequeño, un accidente de auto.— dijo Ed con la tristeza notandose en su voz. 
 
—Lo siento... Debió ser muy complicado.—
 
—Lo fue... Pero ha valido la pena ¿Tu tienes hijos?—
 
—¿Yo? Oh no... Hannibal y su hermana son lo más parecido a hijos que tendré...— respondió Robert pensativo, aún seguía jugando con la ramita de antes. 
 
—¿Hannibal tiene una hermana? Vaya, pensé que era hijo único.—
 
—No, pero su hermana... Bueno, es algo muy triste para él. Ella lleva en coma varios años... Ella y Hannibal fueron rehenes durante el conflicto checheno y terminaron ambos muy lastimados... Sobre todo ella.— 
 
Edward miró en dirección al arroyo, sorprendido, y divisó a Hannibal desde alli. Si bien se notaba que había algo... Extraño en ese chico, nunca se había imaginado que fuera por algo tan fuerte. 
 
—Pobres niños...— murmuró Graham sacudiendo la cabeza —Tanta guerra y tanta maldad hay en este mundo...—
 
—Si... Pero no hablemos de esas cosas... No lo soporto.— suspiró el conde, dejando caer la ramita a un lado. 
 
Y así se pasaron las siguientes horas hablado de otros temas, y descubriendo que tenían algunas cuantas cosas en común, incluso los gustos musicales, algo en lo que ninguno de los dos esperaba concordar. 
 
—Dios mío, no recuerdo cuando fue la última vez que hablé tanto...— admitió Edward cuando ya pareció que no quedaba más tema de charla que sacar. 
 
Para entonces ya habían pasado tantas horas que ambos se habían saltado el almuerzo y hasta habían perdido de vista a Will y a Hannibal. 
 
—Ni yo... Al menos fuera del trabajo...— admitió Robert de manera algo risueña. 
 
—Es... Es agradable hablar contigo.— murmuró Edward, era extraño para él sentir que era capaz de socializar con otro humano, siendo que jamás había tenido amigos. Era cerrado como su hijo respecto a sus interacciones sociales, pero con el tío de Hannibal todo fluía a la perfección, y eso era sorprendente para ambos. 
 
—Si... Disfruté mucho de este día...— Robert suspiró y se levantó, estirándose un poco, estaba entumecido luego de pasar tantas horas sentado en la misma posición. Se puso de nuevo el sombrero del papá de Will y le sonrió. —¿Vamos a por los chicos?— 
 
Edward asintió y se levantó también, el día se habia nublado hacia bastante rato pero ellos ni siquiera se dieron cuenta, por lo que el trueno que resonó en ese momento sobre sus cabezas los tomó desprevenidos. 
 
—Será mejor que nos marchemos rápido...— dijo Edward empezando a bajar por el montículo de piedras, estaba sorprendido de no haberse dado cuenta de que el clima estaba cambiando rápidamente antes. Como buen pescador que era, dependía del clima y había aprendido a predecir las tormentas con horas de antelación.
 
Sin embargo no había terminado de decir siquiera esa frase cuando, seguida de otro trueno, la lluvia comenzó a caer violentamente sobre el mundo, desatandose una fuerte tormenta. 
 
Enseguida Edward le tendió una mano a Robert para ayudarlo a bajar, ahora que las piedras estaban resbalosas. 
 
El conde no se lo pensó mucho, no quería terminar desparramado en el suelo así que tomó con fuerza la mano que Edward le ofrecía y se apoyó en ella para terminar de bajar entre las resbalosas piedras. 
 
Al llegar al suelo lo miró algo avergonzado, aunque con una sonrisa, nunca aceptaba ayuda de nadie pero esta vez lo hizo sin pensar. 
 
Hubieran podido quedarse mirándose por un buen rato más, de no ser por que otro trueno en el cielo les recordó que estaban debajo de una lluvia torrencial. 
 
Comenzaron a avanzar apresuradamente hacia el coche, y Edward se quitó su chaqueta, formando una especie de carpa sobre Robert para que no se moje demasiado. 
 
Era un gesto muy considerado de su parte, e hizo que el conde se sintiera un poco extraño, no estaba acostumbrado a que nadie cuide de él tampoco. 
 
Cuando llegaron al auto allí ya estaban Hannibal y Will. En el caso de ellos era Hannibal quien sostenía su chaqueta encima de Will como si fuera un paraguas para que el otro chico no se moje. 
 
Hannibal y Edward se miraron por un momento y luego soltaron una risa algo avergonzada que solo ellos entendieron. Ambos habían preferido empaparse para resguardar a sus... Amigos. 
 
Una vez que todos estuvieron en el coche, Edward fue a buscar las cañas bajo la lluvia, y las heladeras. Will y Hannibal habían pescado un par de peces pero él aquel día no se había molestado en hacerlo, habia preferido quedarse hablando con el conde. 
 
Estaba hasta sorprendido de si mismo. Guardó todo y por fin entró al coche, chorreando agua. 
 
—¿Pedimos unas pizzas al llegar a casa?— preguntó sin que su ánimo hubiera disminuido ni un poco. 
 
—¡Genial!— exclamó Will muy contento, hubiera muerto si tenía que darle a Hannibal de comer la sopa del otro día.
 
—¿Se lo han pasado bien?— 
 
—Fue increíble... Aunque Hannibal casi me apuñala con un anzuelo pero bueno.— bromeó Will, mirando de reojo al otro chico. 
 
—No es mi culpa que te atravieses en el camino de mi línea.— objetó Hannibal con una leve sonrisa. 
 
Edward rió un poco, él también lo había disfrutado. 
 
—Podriamos hacerlo de vez en cuando... Quizás... Un sábado al mes.— dijo mirando a Robert. 
 
Tanto Will como Hannibal guardaron silencio, expectantes, la aprobación de la idea no dependía de ellos, si no de Robert, quien era el que menos tiempo libre tenía de los cuatro. 
 
—Bueno... Puede ser... Creo que por una vez al mes puedo desentenderme de todo el trabajo...— dijo Robert con una sonrisa avergonzada luego de pensarlo unos minutos. 
 
Los chicos festejaron esas palabras y Edward Graham hizo sonar el claxon varias veces en honor a estas. 
 
—Les mostraré mis super técnicas de pesca ahora que tendrán tiempo de aprenderlas.— dijo Edward mientras manejaba, se sentía... Feliz al pensar que podría pasar tiempo con ese hombre una vez al mes. 
 
—¿Super técnicas? ¿Como usar un trozo de pizza en lugar de carnada?— dijo Will entre leves risas. 
 
—¡Shhhh! ¡No les reveles el máximo secreto aún!— 
 
—Pues si quieren pescarme a mi lo de la pizza funciona a la perfección.— añadió Robert siguiendo el chiste también. 
 
El viaje de regreso fue relajado y feliz, y los cuatro se la pasaron haciendo bromas, como si fueran una especie de familia.
 
Sin embargo, la alegría no duró demasiado, por que apenas llegar a la casa de los Graham el teléfono de Robert comenzó a sonar con insistencia. El conde se disculpó y atendió rápidamente, comenzando a hablar en lituano. 
 
Cortó al cabo de dos minutos, y se le notaba molesto. 
 
—¿Pasó algo?— preguntó Hannibal levemente preocupado. 
 
—Si... Había olvidado completamente que hoy tenía una cena con unos diplomáticos de Turquía, mi secretaria me llamó para avisar por suerte...—
 
—Ah... Una cena... ¿Yo puedo quedarme aquí?— 
 
—Si a Edward no le molesta...— dijo Robert mirando al papá de Will. 
 
—No, no, claro que puede quedarse... ¿Pero tu tienes que irte?— preguntó Edward intentando ocultar la decepción en su voz.
 
—Si... Tengo ese compromiso y es ineludible... Pero nos veremos después...—
 
Edward asintió y lo acompañó afuera. Se despidieron con un apretón de manos algo formal, aunque ambos habían estado a punto de saludarse con un beso en la mejilla. 
 
Graham se quedó observando el auto partir y suspiró profundamente antes de entrar otra vez en la casa. 
 
Era ya de noche tarde cuando decidió ponerse a averiguar más cosas sobre Robert Lecter en la vieja pc que había comprado no hacía mucho y que estaba instalada en la sala. 
 
La había adquirido únicamente por que sabía que Will la necesitaria para sus estudios. No era fácil de manejar para él, pero al final encontró lo que buscaba. 
 
Una vieja noticia de un periódico de Lituania. 
 
"Héroe Nacional: Robert Lecter. 
 
Esta mañana del primero de mayo, el Conde Robert Lecter, y embajador por Lituania en Estados Unidos, fue condecorado con la cruz de plata de la orden de Mindaugas, el máximo honor que se puede otorgar a un caballero. Dicho premio fue otorgado en memoria del aniversario de la caída de la bomba de Kaunas, en la cual Robert Lecter participo activa y heroicamente durante las tareas de rescate. 
Sus heroicos actos, que le valieron la perdida de una de sus manos mientras ayudaba a una familia a salir de los escombros, serán recordados para la posteridad..." 
 
La nota seguía, pero Edward ya había descubierto lo que tanta curiosidad le provocaba. Robert había perdido su mano de manera heroica, durante las guerras que se habían sucedido en Europa en aquellos años. 
 
Un curioso y cálido sentimiento de admiración anidó dentro del pecho de Graham. Otro hombre hubiera alardeado de como había perdido la mano mientras rescataba personas luego de una tragedia, pero Robert no. Además de ser un héroe también era modesto. 
 
Edward pasó una foto del Conde que había en el artículo y se la quedó mirando por un buen rato, quien diría que ese hombre de aspecto algo aniñado y fino, como todo buen noble, sería así...
Definitivamente era una cajita de sorpresas. 
 
Graham suspiró y apagó la pc, estaba impresionado y al mismo tiempo encantado.
 
Cualquiera que le hubiera visto en ese momento y le conociera de antes, hubiera podido apreciar que en su rostro había una sonrisa parecida a aquellas que solían iluminar sus facciones antes de la muerte de la madre de Will. 
Notas finales:

Espero que este capítulo les haya alegrado un poco, todos estamos muy tristes por lo que pasó en México. A quiénes me leen desde ese país le envío un abrazo enorme y mucha fuerza, este capítulo va dedicado para ustedes d84; Espero pronto actualizar mis otros fanfics ahora que tengo un par de días libres de la Universidad, aunque pronto vienen los exámenes :s mil besos a todos!


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