Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—Cuidate mucho —mencionó Sango abrazando a Inuyasha, sin poder creer que se iría de nuevo—. No olvides que estamos para ti para cualquier cosa que necesites, ¿sí?

 

—¿Vamos a pasar por esta tontería otra vez? —Rodó los ojos con fastidio y la mujer le dio un golpe suave en el hombro.

 

—El único tonto aquí eres tú —dijo cruzándose de brazos ofendida, pero al instante Miroku se acercó para abrazarla.

 

—Inuyasha tiene razón, querida —comentó el monje—. Debemos confiar en él y en sus elecciones.

 

Ella sabía que su esposo tenía razón, pero le era imposible no preocuparse. Sabía que Inuyasha no la había pasado bien, pero si tomó la decisión de volver con Sesshomaru era porque algo fuerte existía entre ellos dos.

 

—Aún así nos veremos pronto —insistió ella y puso las manos sobre su vientre—. Queremos que conozcas a nuestro hijo.

 

—Sólo si no se cuelga de mis orejas como tus enanas molestas.

 

A pesar de estarse quejando de sus gemelas, la pareja se rió y él también lo hizo. Extrañaría a ese par de idiotas, pero no debía olvidar la promesa de verse pronto.

 

En esta ocasión, por suerte, la despedida no fue tan larga y se pudo ir sin que sus amigos lo jodieran tanto. Cuando aceptó regresar con Sesshomaru, decidieron partir el mismo día e Inuyasha aún seguía bastante nervioso sobre su decisión. Tenía muchas dudas, pero de todas formas una parte de él se encontraba conforme de estar junto a ese desgraciado. ¿Ya se había vuelto loco? Estaba muy seguro que sí.

 

Por más que Sesshomaru haya dicho que quería tenerlo a su lado y que era el único digno, Inuyasha aún se sentía muy confundido al respecto. ¿En serio era así? ¿Sesshomaru lo consideraba digno a pesar de ser un hanyō? ¿Estaba dispuesto a convivir con esa parte humana que nunca se esfumaría de su ser? Algo le decía que no. Simplemente no existía nada que le demostrara que su hermano quería algo con él completo, tanto con su parte humana como con su demonio. Ese lado suyo, que su hermano consideraba una deshonra, nunca dejaría de existir, pero tal vez Sesshomaru estaba dispuesto a ignorarlo para seguir con eso que se había formando entre ellos. Inuyasha no estaba seguro si realmente eso era lo que quería para su vida, pero ya había aceptado volver con él.

 

Si tenía que ver el lado positivo en ese momento, sería que el enano verde no estaba con ellos en esta ocasión y agradecía que su hermano no lo haya traído. A pesar de ser una molestia, Jaken se llevaba ligeramente mejor con él después del tiempo que pasó en el palacio, pero aun así no tenía ganas de verlo en esos instantes u oír su insoportable voz.

 

Viajaron en silencio y de una forma bastante lenta, varias horas pasaron sin mediar palabra, pero no fue necesariamente incómodo. Inuyasha hubiera preferido acelerar el paso, pero no tenía fuerzas y, por lo visto, a su hermano no le importó caminar. Sin embargo, ¿por qué se sentía sin ánimos o ganas de correr? Esa pregunta lo hizo mirar al cielo de forma sorpresiva. Aún era de día, pero sabía que pronto atardecería y esa noche no era como las otras. Mierda, ¿cómo lo había olvidado? Estuvo tan distraído con ese tonto que se olvidó por completo de la luna nueva.

 

Un nerviosismo inesperado lo asaltó al darse cuenta que en cuestión de pocas horas se convertiría en humano y el tiempo no alcanzaba para llegar al palacio. ¿Qué haría? Inuyasha no quería que Sesshomaru lo viese así. Sabía que lo despreciaría si viese su faceta humana. Estaba volviendo con él, pero no quería quedar sometido a su juicio. Justo ahora que se habían arreglado tenía que pasar algo que le recordase a ese estúpido que él no era más que ese hanyō con el que siempre luchó.

 

Sin darse cuenta, paró su andar pensando qué hacer en esos momentos, pero ninguna idea se le presentó y, para empeorar las cosas, Sesshomaru se aproximó a él para saber por qué se detuvo.

 

Idiota de mierda, ¿por qué tenía que ser tan difícil estar con él? Como sea, Inuyasha sabía que debía alejarse de Sesshomaru.

 

—Creo que...puedes seguir camino. Yo llegaré más tarde —anunció tratando de parecer tranquilo y que no notara lo que pasaba.

 

En un primer momento, creyó que podría convencerlo. No estaba en celo y no necesitaba que lo cuidaran, podía volver cuando quisiera. Sin embargo, aquellas palabras desconcertaron al yōkai. Después de todo lo que había pasado y que finalmente acordaron regresar juntos, ¿qué era este repentino cambio? Sesshomaru se acercó un poco a su pequeño hermano y lo miró con cuidado. Inuyasha lucía nervioso y no podía ocultárselo.

 

—Esa no es una opción —mencionó aclarando que no se marcharía—. ¿Por qué no quieres regresar?

 

Ante esa pregunta, Inuyasha se mostró más turbado y Sesshomaru no comprendió. ¿A qué se debía ese repentino cambio? Él creía que no había ocurrido nada para que cambie de opinión, pero eso no respondía cuál era el motivo real para que no quisiera seguir, aunque una idea se le ocurrió al instante.

 

—¿Es por la luna? —preguntó Sesshomaru siendo consciente que esa noche la luna no se vería en el cielo y su hermano cambiaría de forma.

 

Al oír esa pregunta, Inuyasha se mostró sorprendido, más que nada porque Sesshomaru recordara eso, pero no le causó ninguna tranquilidad.

 

—Llegaré al castillo cuando amanezca —contestó buscando con los ojos donde poder refugiarse durante la noche—. Sigue camino tú solo y cuando yo llegue la luna nueva ya habrá pasado.

 

Sesshomaru no parecía considerar su idea pero Inuyasha no quería que lo viera de esa manera. Después de todo lo que había sucedido entre ellos, del desprecio y que le dijera que "seguía pensando como humano" no quería someterse a la humillación de que lo viera convertirse en eso que él odiaba tanto.

 

No quería sentirse más alejado de él de lo que ya estaba.

 

A pesar de eso, Sesshomaru no accedió. Él era consciente que a Inuyasha no le gustaba mostrarse como humano, aunque recordaba haberlo visto una vez de forma casual, pero ni siquiera había prestado atención en esa ocasión. Sin embargo, no iba a considerar esa petición. No lo dejaría solo, después de todo lo que ocurrió, menos en esos momentos donde su compañero estaba más débil y podía ser atacado fácilmente.

 

—No lo haré —sentenció de una forma que esperaba que Inuyasha supiera que era irrevocable. Se alejó un poco de él para buscar en los alrededores algún lugar donde permanecer esa noche. No lo dejaría sin importar cuánto Inuyasha lo echara.

 

No debería extrañarle esa terquedad por parte de Sesshomaru, era una de las pocas cosas que ambos tenían en común. Había sido ingenuo de su parte pensar que podía convencerlo, si su hermano era más pesado y, aunque le dijera que se vaya, el idiota haría lo que quisiera.

 

Pasó algún tiempo hasta que encontraron una cueva grande y algo apartada. Sesshomaru volvió a ver a su hermanito notando que estaba cansado y posiblemente fuese por el atardecer que estaba cayendo.

 

—Entra —dijo el yōkai mirando hacia la cueva para luego voltearse—. Yo estaré afuera.

 

Así quizá Inuyasha quisiera que quede. No lo vería pero sí podría protegerlo.

 

A pesar de no sentirse muy convencido, Inuyasha acabó entrando en la cueva a regañadientes. Estaba oscuro y hacía algo de frío ahí dentro, por lo que decidió encender una fogata para calentarse. Se sentía perturbado al saber que Sesshomaru estaba ahí en la entrada, pero se mantuvo allí junto al fuego. Él no necesitaba nadie que lo cuide, había pasado doscientos años viviendo con ese peso de ser un híbrido y sabía perfectamente qué hacer en esas noches. Sin embargo, allí se quedó porque no tenía otro lugar donde ir.

 

Inevitablemente el sol cayó y su cuerpo cambió. Su cabello se volvió negro, sus garras se convirtieron en uñas y sus orejas fueron transformadas en humanas. Se sentía más débil pero eso no le preocupaba. Lo que más nervioso lo ponía era su hermano. ¿Por qué quería quedarse? No tenía ganas que lo viera así y aprovechara su momento de debilidad para humillarlo o le viese con odio. El desprecio por los humanos que había tenido Sesshomaru aún lo afectaba y le era un gran estigma con el cual vivir. Por más que lo haya visto menos reacio al contacto humano, esa idea estaba grabada a fuego dentro de él y le era imposible quitársela.

 

En el exterior, Sesshomaru fue capaz de percibir cómo la energía demoníaca de su hermano desaparecía y eso siempre era extraño cuando pasaba. Desde que habían formado ese enlace, se acostumbró a estar conectado a él y no poder sentirlo durante esas noches era algo a lo que aún no se podía habituar.

 

Por más que supiera que su hermanito estaba bien y no había ido a ningún sitio, Sesshomaru no estaba tranquilo, tal vez por el hecho de no poder sentirlo. Dentro del castillo, en su territorio, era más fácil encontrar sosiego en esas noches, aunque en algunas ocasiones se había acercado a su hermano sin que éste lo note, sólo para cerciorarse que se encontraba a salvo. No era capaz de controlar esos instintos y se relajaba cuando comprobaba que Inuyasha estaba bien.

 

En ese momento, sintió la necesidad de verlo, para asegurarse que todo estaba en orden, pero lo resistió. Había prometido que esperaría afuera porque era consciente que el hanyō no quería mostrarse ante él en ese estado y respetaba su decisión, pero esa sensación de desazón era insoportable y finalmente acabó cediendo. Luego de pasado un tiempo, cuando la noche espesa ya había cubierto todo el cielo, pensó que tal vez su hermanito estaba dormido y entró en esa cueva. Caminó con cautela y a un paso muy lento. Inuyasha no tenía los sentidos habituales como para alertar su presencia y se valió de ese detalle para acercarse.

 

Al adentrarse, alcanzó a verlo allí acostado con el fuego que encendió más apagado y sólo fue capaz de divisar el cabello negro brillante, ya que Inuyasha le daba la espalda. En ese instante, Sesshomaru fue consciente que nunca había estado tan cerca de él así, y, en aquel momento, estiró una mano hacia su hermano pequeño. Quería verlo, a pesar que Inuyasha no lo deseara, y saber que estaba bien.

 

Algo que tal vez no sabía Sesshomaru era que Inuyasha nunca, en toda su vida, fue capaz de conciliar el sueño en esa noches. Cuando sintió esa mano acercarse, reaccionó de inmediato y la apartó de él. Inuyasha se alejó mientras observaba a Sesshomaru. ¿Qué hacía ahí? Se supone que no debía entrar, maldito desgraciado. Hubo unos largos instantes donde ninguno dijo nada y la tensión era fácilmente palpable. Sin embargo, la mirada de Sesshomaru era distinta a la que había visto antes e Inuyasha no entendió por qué. Sus ojos expresaban cosas que nunca vio en él. Parecían sentimientos cálidos y no frialdad, pero se convenció que sólo debían ser imaginaciones suyas.

 

Cuando Sesshomaru se acercó más, Inuyasha retrocedió.

 

—No... —murmuró viendo la mano de su hermano alzada para aproximarse más—. No te acerques —pidió estirando sus manos para alejarlo—. No veas... No quieres ver esto.

 

A pesar de estar seguro de sus palabras, le costó decirlas, pero sabía que eran la verdad. Durante las noches que estuvo en el castillo, Inuyasha las pasaba solo en su habitación. Sesshomaru no se paseaba por ahí y eso le hacía pensar que no quería verlo así. No se acercaba porque odiaba a los humanos y no quería ver a su compañero convertido en uno. Eso era lo que Inuyasha creía y por eso no quería que se acercara a él.

 

Por su parte, Sesshomaru, al oír eso, detuvo su mano y observó a su hermanito. Parecía un cachorro asustado y con ganas de huir lo más pronto posible.

 

—Creí que no querías que te viera —mencionó con suavidad. Sabía que Inuyasha era orgulloso, como él, por lo que asumió que no quería que lo viese en su momento más débil pero en ese instante a Sesshomaru no le importó—. Levanta el rostro, Inuyasha.

 

Luego de decir aquello, Sesshomaru se acercó ignorarlo las protestas de su hermano y le tomó del mentón para alzarlo y ver todo lo que había cambiado por la luna nueva. No recordaba haberlo visto alguna vez tan de cerca y los detalles eran muy apreciables, aunque lo más notorio era el cabello negro brillante y que sus ojos ya no se mostraban agresivos, más bien parecía temeroso.

 

Tal vez Inuyasha debería haberse negado más y decirle a ese tonto que no lo tocara, pero se mantuvo en silencio. No sabía por qué se quedaba, por qué permitía que lo tocara y lo mirara así, pero no pudo evitar sentirse hipnotizado por el momento. ¿Era el compañerismo del que tanto habían hablado lo que lo hacía sentirse irremediablemente atraído al cuidado de su hermano? Sesshomaru le examinaba el rostro de una forma extraña. Sus movimientos parecían más suaves y delicados que cuando usualmente lo tocaba. No entendía si lo hacía a propósito por ser humano en ese momento o si su conducta había cambiado por todo lo que había pasado entre ellos.

 

—Tú no quieres ver lo que tanto desprecias materializado en tu compañero —argumentó sin dejar de mirarlo y sin quitar esa mano que parecía no estar dispuesta a soltar su rostro—. ¿Por qué lo haces?

 

—Jamás dije que no quería verte —dijo clavando los ojos en los de Inuyasha—. Eso ya no importa.

 

Esperaba que su pequeño hermano comprendiera que él no lo despreciaba, ya no, y su parte humana no lo incomodaba. Era su compañero, con su parte yōkai y humana. Tal vez en otro momento, verlo en esa forma le habría causado desagradables sentimientos, pero en ese instante sólo sintió intriga por él.

 

Sesshomaru pasó sus dedos por el rostro de su hermano y llevó unos mechones de cabello tras su oreja humana, acariciándolo sin querer. Era extraño no ver las orejas perrunas en su cabeza, pero no podía evitar pensar que era interesante. El cabello, su rostro y hasta la piel parecía más suave. Inuyasha ahora seguramente se parecía a su madre. Sesshomaru la recordaba ligeramente, ella era dueña de una belleza sublime que encandiló a un daiyōkai. ¿Será así como Inu no Taisho se sintió con esa mujer? ¿Así de intrigado, de fascinado ante esa delicadeza que poseían los humanos? Recordaba que su padre le aclaró que podían ser débiles por fuera, pero con una gran fortaleza interna. Creyó que era una locura en ese momento, pero ahora esas palabras estaban increíblemente vivas en su mente.

 

Sin que pudiera evitarlo, Inuyasha se sintió muy sorprendido por lo que le dijo. ¿Sesshomaru no tenía problemas en verlo? ¿No le importaba que fuese humano e igual quería... tocarlo?

 

Los dedos fríos de su hermano le acariciaron el rostro y la sensación le hizo cerrar los ojos durante un breve instante. Lo que Inuyasha sentía en ese momento era tan distinto a lo que había sentido con él antes. ¿Por qué cambió eso? ¿Porque era humano? No. Inuyasha se sentía distinto no por ser humano, sino... porque Sesshomaru estaba ahí, a pesar de que él era humano, a pesar de que había despreciado todo lo que tuviera que ver con él antes. Su hermano estaba ahí, tocándolo aún cuando antes había odiado todo lo que él era.

 

—¿No te importa? —preguntó Inuyasha tocando su propio cabello negro, queriendo saber si eso que era no le molestaba.

 

En otro momento, la respuesta hubiera sido muy evidente, pero ahora no. Que Inuyasha tuviera ese lado humano no le hacía pensar diferente respecto a él.

 

—No —contestó con seguridad mirándolo fijamente—. No dejas de ser mi compañero ni en estas noches.

 

Esperaba que eso fuese suficiente para que su pequeño hermanito lo entendiera, pero nunca se sabía con él. Se acercó un poco más a Inuyasha, teniéndolo frente a frente, siendo capaz de observar todos esos detalles. Inuyasha seguía siendo él, por más que no se viera como siempre y su actitud era un poco más dócil. Se veía bien, sin duda, en esa forma, su hermano era lindo incluso como humano.

 

Inuyasha le permitió la cercanía, dejó que lo mirase y lo examinara como quisiera. La aceptación de su hermano se había convertido en algo anhelado, por más que siempre creyó que no lo necesitaba. Sus ojos vieron los de Sesshomaru, ese color tan parecido al suyo, tan lindo y fulgurante. La forma en que lo miraba le hizo temblar por dentro, porque sin duda había algo cálido allí al contemplarlo. Nunca se detuvo a observarlo tan de cerca, pero Inuyasha siempre fue consciente de su hermano era un sujeto atractivo, pero nunca lo fue tanto para él como en ese momento. Apreció su rostro así como él miraba el suyo. Las orejas de su hermano, su nariz, las marcas en su rostro, pero un lugar llamó más su atención que otro: La boca. Nunca había mirado la boca de Sesshomaru. ¿Por qué de pronto le despertaba esa curiosidad? Tal vez fue porque, en ese instante, se dio cuenta que, por más veces que se hayan apareado, jamás se besaron.

 

Estiró su mano hasta apoyarla sobre los labios de él y percibió la textura. Era suave, a pesar de ser la boca de un yōkai tan poderoso. Quitó su mano y la llevó a su propia boca. Parecía ser la misma aunque fuese humano. Inuyasha levantó la vista y lo miró como si no comprendiera, como si no terminara de entender lo que le producía ese momento. Ellos eran compañeros, ¿pero por qué no se habían besado? ¿Por qué Sesshomaru nunca lo besó? En ese instante, pensó que tal vez los demonios no hacían ese tipo de cosas. Lo únicos besos que dio en su vida habían sido para Kikyo, la primera mujer que amó, y lo hizo porque el afecto que sentía por ella le desbordaba hasta el punto de tener que demostrarlo.

 

¿Él quería besar a Sesshomaru? Se sintió muy confundido en ese instante y le pareció extraño que hayan hecho tantas cosas excepto eso. No quiso pensar más esas cuestiones y siguió sus impulsos, hizo lo que deseó, lo que le provocaba ese momento que compartían. Se inclinó hacia delante y pegó sus labios con los de su hermano, esperando que a éste no le pareciera algo muy extraño. Eso era un beso, sí, pero... se sentía distinto a todos los que había dado antes.

 

Por un momento, casi retrocedió de forma instintiva, pero no lo hizo. Nunca su hermanito había hecho algo similar y no lo alejó de sí. Sesshomaru sabía sobre esas demostraciones de afecto, esos besos, pero siempre creyó que eran propios de las relaciones humanas. ¿Tendría que ver con el hecho de que ahora Inuyasha fuese un humano? Posiblemente, pero aun así no lo apartó. Al contrario, lo tomó del brazo para acercarlo más a él y experimentar eso que le estaba ofreciendo. Su boca vibró y sus instintos se encendieron. Por más que nunca haya tenido la necesidad de hacer eso, ahora quería más.

 

Aquel ímpetu sin duda sorprendió a Inuyasha, porque jamás se esperó esa reacción por parte de Sesshomaru. Nunca se habían besado antes y no sabía por qué. Quizá porque el amor y los besos no eran algo que se llevara bien con esa relación que tenían, pero después de todo lo que había pasado, Inuyasha sentía que ese beso postergado tenía que ocurrir para que la relación dejase de estar estancada en el apareamiento y las necesidades instintivas. Si querían que ahora fuera diferente tenían que hacerlo diferente.

 

Se aferró a las ropas de ese yōkai y permitió que Sesshomaru lo acerque más. Lo besó como sabía besar e ignoró si su hermano lo había hecho antes, no quiso saberlo. Una desagradable sensación le produjo imaginarse a Sesshomaru compartiendo ese contacto con otro. Sus labios se acariciaron con una increíble suavidad, algo que no había sido parte de su relación antes. Inuyasha no quería dejar de besarlo, tenía miedo de separarse y abrir los ojos para descubrir que todo fue un sueño. Si eso en verdad era un sueño, quería que durase más.

 

Para Sesshomaru era difícil explicar lo que provocaba ese contacto en él, pero era algo sin dudas llameante. Su boca se abrió y su lengua se encontró con la de su hermano. Por un momento, quiso adentrarse más allí, pero intentó contener esas ansias, aunque era difícil sintiendo cómo Inuyasha suspiraba despacio en su boca.

 

Hubo un instante donde se separaron para verse con sorpresa y Sesshomaru volvió a besarlo una vez y otra, hasta que su boca descendió al cuello. Inuyasha olía casi como siempre, pero su piel se sentía más delicada. Aun así lo besó y mordió en ese lugar. Era suyo y así sería aunque tuviese esa forma humana. Después de ese contacto que compartieron, deseó con muchas ganas volver a marcarlo como suyo sin importarle nada más.

 

La razón por la que esas cosas pasaban cuando estaban fuera del celo era incierta, pero tal vez fuese porque entre ellos había algo más que los mantenía juntos. Inuyasha jadeó despacito al sentir esa boca que antes lo besaba en su cuello. Se daba cuenta que Sesshomaru estaba siendo mucho más calmado y delicado. Seguramente había caído en cuenta que no podía actuar como antes porque su cuerpo humano era más débil y no lo resistiría. Aún así, no se preocupó por eso y confió que Sesshomaru sabría qué hacer. Quiso apagar su cerebro y dejar de pensar tanto. Tenía que dejar a su cuerpo sentir, a su parte humana aceptar a Sesshomaru y a su lado yōkai aprender a esperar. Inuyasha pasó sus brazos por la espalda de su hermano y la rasguñó, aunque sus uñas no le causaron más que unas imperceptibles cosquillas. Tiró la cabeza hacia atrás y le expuso el cuello aún más. Suspiró y gimió bajito, porque le gustaba lo que sentía y quería aún más.

 

Las manos de Sesshomaru apretaron la ropa se su hermano y la tiraron hacia abajo dejando a la vista sus hombros y un poco de su torso. Acarició aquella piel expuesta, consciente que debía tener cuidado y podía hacerlo, por más que Inuyasha le enloqueciera tanto en esos momentos. Lo besó nuevamente y fue subiéndose sobre él poco a poco, Inuyasha pareció entender porque se recostó en el suelo y Sesshomaru debía admitir que, a sus ojos, lucía irresistible. La luz tenue del fuego le dejaba ver ese cabello negro desparramado, el rostro algo sonrojado y los ojos con un brillo deseoso. Por más que tuviese que ir lento y suave para no herirlo, quería tocarlo en todos lados.

 

El ambiente tenía algo especial. Una dulzura y un cuidado que no percibió antes y le gustaba. Inuyasha se recostó y el contacto con su hermano se le hizo necesario. Lo veía como si fuese la primera vez que lo hacía y en cierto sentido así era. Sus manos agarraron la ropa de Sesshomaru y lo trajo hacia él de nuevo para besarlo. Sus labios volvieron a estar en contacto y la dulzura de su sabor era deliciosa. Inuyasha intentó quitarle la ropa para sentir esa piel contra la suya, pero Sesshomaru hizo lo que él quería sin necesidad de palabras y pronto ambos se encontraban rozando suavemente sus pieles, produciendo una sensación de lo más agradable y suave. Inuyasha suspiraba bajito, sobre el rostro de su hermano, tratando de memorizar esas expresiones suyas, que, por primera vez en la vida, demostraban más que frialdad.

 

Todo en ese momento se sentía muy abstracto y alejado del mundo. En ese instante no importaron todas las cosas que vivieron, el mundo yokai ni lo que había fuera de la cueva. Sólo se concentraron uno en el otro. Inuyasha se alzó, clavando sus codos en el suelo, y se besaron una vez más mientras que Sesshomaru se colocaba entre sus piernas y las acarició, pasando las garras sólo para causarle escalofríos. Inclinó su cuerpo sobre el de su hermanito para morderle el cuello una vez más y la fricción que se produjo entre ellos fue impactante. Volvió a moverse contra Inuyasha y compartieron más de esos besos que ya se estaban volviendo adictivos.

 

El movimiento de sus cuerpos le arrancó varios gemidos y suspiros al hanyō. Sesshomaru acariciaba sus pieles produciendo una fricción suave y placentera. Adoraba esas sensaciones que aunque no eran nuevas, se descubrían como tales.

 

Inuyasha rodeó el cuello de su hermano con los brazos y lo acarició, ahí donde nacía su cabello. También pasó los dedos por el cabello blanco y le rozó todo el largo que parecía infinito, el cual siempre le había parecido hermoso, aunque nunca lo dijo.

 

—Sesshomaru —suspiró en su boca y continuó besándolo. Su cuerpo se sentía caliente, afiebrado. El contacto de ambos cuerpos le daba cosquillas y sensaciones placenteras que no quería dejar escapar.

 

La forma en que dijo su nombre, a Sesshomaru le pareció increíblemente vigorizante. Se alzó para poder verle el rostro y algunos mechones de su cabello cayeron en el rostro de Inuyasha. Una de sus manos acarició el cuerpo de su hermanito hasta llegar a ese lugar que le interesaba. Antes ya lo había tocado, pero esa fue la primera vez que podía ver completamente su expresión al apretarlo allí. Inuyasha se arqueó y su gesto se mostró compungido. Verlo de esa forma era increíble y exquisito. Quería tocarlo más, que Inuyasha se moviera y gritara por él. Quería que fuese suyo incluso siendo humano, porque finalmente lo era y deseaba que su pequeño hermano nunca lo olvidara.

 

Su cuerpo vibró en ese instante e Inuyasha no pudo contenerlo. Echó su cabeza hacia atrás y movió su cuerpo queriendo sentir más de esa mano que le consentía. Tal vez fuese extraño, pero esas caricias eran casi algo considerado por parte de Sesshomaru. Quería regalarle placer, aunque sabía que su hermano mayor sólo deseaba verlo extasiado entre sus manos porque no era más que un degenerado. En ese instante, Inuyasha pensó que no era justo que siempre fuese él quien recibiera esas atenciones y tuviera que mostrarse como la perra en celo que no dejaba de gemir.

 

Hoy era una noche diferente y él se sintió diferente. No sabía si era por la luna y eso provocaba que su lado yōkai quedara apaciguado, pero Inuyasha se sintió muy decidido a algo que, posiblemente, en otro momento hubiera preferido hacer sólo estando muerto.

 

—Espera… —pidió agitado mirando a su hermano y deteniendo esa mano que le tocaba. Sesshomaru lo miró sin entender qué le pasaba e Inuyasha habló antes que él—. Déjame hacerlo.

 

Aquel pedido resultó desconcertante, para ambos, pero la convicción con la que habló Inuyasha fue suficiente para convencer a su hermano mayor. Por lo general, él no solía hacer mucho cuando se apareaban, sólo dejaba que Sesshomaru lo tocara todo lo que quisiese, pero en ese momento Inuyasha no deseaba eso. También quería llevar a los límites a su hermano y que temblara, aunque sea un poco, por él. ¿Un daiyōkai como él podía sucumbir ante la excitación así? Deseaba averiguarlo.

 

Aunque fuese extraño, Sesshomaru le concedió el pedido. Se apartó de su hermanito y lo miró expectante, queriendo ver qué haría. Apoyó la espalda contra una de las paredes de la cueva y la imagen de Inuyasha acercándose a él le resultó muy excitante. Lo vio cómo se colocaba entre sus piernas y se aproximó lo suficiente para volver a besarlo. La boca de su pequeño hermano era un deleite, pero se sintió mucho mejor cuando esas manos, que ahora eran humanas, le tocaban. Un escalofrío recorrió la espalda de Sesshomaru y un suspiro se le escapó entre los labios de su compañero. No habían hecho eso jamás, pero fue una buena idea.

 

Por más que eso fuese lo mismo que Sesshomaru había hecho con él, no era suficiente para Inuyasha, pero pensar con la lengua de su hermano recorriendo su boca se le hacía difícil. Cuando logró apartarse mordió sus labios mirándolo de cerca y luego su vista cayó hacia abajo, ahí donde su mano se movía con ímpetu. Repentinamente, una idea se le ocurrió. Algo diferente y que podría funcionar, pero la vergüenza que recorrió su cuerpo al pensarlo fue demasiada. Inuyasha alejó esos pensamientos de su mente y observó a Sesshomaru mientras comenzaba a bajar. Éste no dijo nada ni tampoco lo detuvo, ni siquiera cuando atrapó su miembro con la boca, sólo lo oyó exhalar un sonido gutural muy sorprendido y eso le complació.

 

Justamente eso deseaba, que su hermano se sorprendiera y se tensara de esa forma por él, sin importar la pena que le produjo hacer eso. Sintió su boca llena y caliente. Lamió y lo apretó entre sus labios mientras se movía, conforme al notar que a Sesshomaru le gustaba lo que hacía.

 

Describir lo que sentía hubiera sido un delirio. Jamás habían hecho eso y no creyó que Inuyasha fuese tan lejos, pero esas caricias eran demasiado excitantes. Su cuerpo hervía y su sangre se agolpaba en ese lugar que su pequeño hermano consentía. Sentir su lengua ahí, su boca, sus manos, las caricias y besos, era enloquecedor. Llevó sus manos a la cabeza de Inuyasha y enredó los dedos en el cabello negro, tirando de él, exigiendo que moviera más su boca y su hermanito le hizo caso. Sesshomaru apretó los dientes creyéndose capaz de romper sus colmillos por la fuerza que usó y un par de gotas de sudor bajaron por su frente cuando sintió que le estaba arrastrando a algo que él no deseaba que terminase así.

 

—Es… suficiente —masculló con dificultad y apartó a Inuyasha de él. Aún deseaba otra cosa y su hermanito al parecer lo entendió.

 

Lo arrojó contra el suelo y volvió a subírsele encima, colocándose entre sus piernas. Inuyasha abrió los ojos sorprendido al ver cuán fuera de sí estaba Sesshomaru y eso le encantó. Sabía qué quería y no se resistió porque también lo deseaba. Se abrazó a su hermano y sus piernas le rodearon la cadera, dándole a entender que siguiera.

 

—¿Por qué…? —susurró Inuyasha despacio sobre sus labios justo antes que avanzaran—. ¿Por qué estás conmigo?

 

Esa pregunta llevaba tiempo queriendo hacerla. No sólo porque eran compañeros, sino por qué permitía que siguiera pasando. Qué quería con él, qué pensaba de todo eso. Había muchas cosas que quería saber. Muchas cosas que necesitaba aprender de Sesshomaru, y pensó que, por primera vez, podría hacer el esfuerzo de entenderlo e intentar permanecer a su lado.

 

Aquellas palabras llamaron la atención de Sesshomaru y se detuvo antes de continuar. ¿Por qué estaba con él? Porque eran compañeros, porque eran hermanos, porque era su deber; pero todo eso Inuyasha ya lo sabía. Buscaba otra respuesta.

 

—Porque... —murmuró sin dejar de mirarlo—. Porque es lo que quiero.

 

No sabía si eso fuese suficiente, pero era la verdad. Él nunca había deseado un compañero, pero quería que Inuyasha lo fuera. Durante todos esos años, el único digno fue él y era el único con el que quería estar. Su pequeño hermano, ése que una vez le dijeron que sería para él, el hanyō que despreció y que ahora no podía apartar de sí.

 

Hundió los dedos en los muslos de Inuyasha y se acomodó para seguir. Entró con lentitud y tranquilidad. No quería lastimarlo, pero contenerse no resultaba fácil. Sentir lo apretado que estaba era enloquecedor y sólo deseaba moverse más dentro de él. Inuyasha supo que, si antes había dolido, con ese cuerpo era aún peor, pero no significaba que debían detenerse. Estaba seguro que era capaz de soportarlo como siempre había hecho. Incluso Sesshomaru iba más lento y cuidadoso, muy diferente a la última vez que estuvieron juntos.

 

—Yo... —dijo con dificultad—. Yo... también quiero.

 

¿Qué quería? Inuyasha no estaba seguro. Quería estar con él, quería eso que pasaba, quería intentarlo de nuevo, lo quería a él.

 

Sí, exactamente eso. Lo quería a él.

 

Inuyasha jadeó cuando sintió que todo había entrado. Era increíble cómo lo hacía sentir tan bien aunque fuese doloroso. Se quedaron respirando agitadamente uno sobre el otro, hasta que Sesshomaru se movió suavemente sobre él, cosa que lo hizo arquearse y suspirar. Sentía el miembro de Sesshomaru latir dentro de él y lo aturdió encontrarse gimiendo su nombre sin darse cuenta. No sabía porque, pero en ese instante el contacto con su cuerpo le pareció... perfecto. No quería que se acabara.

 

Las manos de Inuyasha se aferraron a la espalda de su hermano y éste sintió que estaba más cómodo, más relajado. Sesshomaru sabía que el dolor sería mucho más ahora, pero en ningún momento creyó que Inuyasha no podría soportarlo. Cada vez que se apareaban, solía oírlo gemir, pero que lo llamara por su nombre era increíble y muy excitante, demasiado. Se movió despacio hasta que sintió que podía ir más rápido y su pequeño hermano se lo pidió moviéndose más, abrazándolo con las piernas y pegando sus cuerpos. Compartieron más besos y mordidas, queriendo marcarse incluso en esa situación. Sin embargo, el momento se sintió muy suave comparado con las veces anteriores que se unieron. Quería seguir sintiéndolo y apretó sus dientes cuando esas contracciones en el interior de su hermanito le arrastraban cada vez más a un seguro final.

 

Quizá sonase irrisorio, pero Inuyasha sintió que en ese momento estaba flotando en lugares suaves y cálidos, todo debido a su tonto hermano mayor, aunque la misma situación comenzó a doblegarlo a él también. Su cuerpo se encastró con el otro y se unieron de una forma perfecta. No podía reprimir ya los sonidos y no le interesaba hacerlo. Sólo quería seguir así, seguir en ese estado de placer infinito.

 

Comenzó a gemir cada vez más alto y rápido, indicándole que su final estaba próximo y que no había mejor sensación que esa. Su interior se cerraba en torno a su miembro y notaba como eso le gustaba a su hermano.

 

Cuando el final estuvo cerca, Inuyasha besó a Sesshomaru y se apretó contra él arqueando todo su cuerpo. Sesshomaru sintió cómo Inuyasha tiraba de él nuevamente y su propio cuerpo se contrajo reviviendo esa sensación singular y avasallante. Estaba seguro que esos momentos sólo podía vivirlos con su pequeño hermano.

 

Salió de Inuyasha para poder apartarse y dejarlo descansar un momento. Sesshomaru tomó su propio kimono para cubrir a Inuyasha y se colocó junto a él. Nunca se habían quedado tan juntos después de acabar, pero allí sintió que debía estar y quería.

 

—¿Cómo te encuentras? —indagó sabiendo que lo había disfrutado, pero esperaba no haberlo lastimado. Sesshomaru corrió algunos mechones negros de la frente de Inuyasha en una suave caricia.

 

A pesar de encontrarse cansado, Inuyasha percibió ese gesto, el cual le gustó, y sin pensarlo arrimó su cuerpo al de su hermano.

 

—Estoy bien —murmuró mirándolo y recostando su cabeza sobre el hombro de Sesshomaru—. Quiero... dormir un poco.

 

Al otro día ya no estaría como humano y todo volvería a la normalidad. Aunque después de esa noche, no sabía si quería que vuelva a ser como antes. No deseaba olvidar eso que había pasado ni que Sesshomaru lo olvidara. Las fuerzas comenzaron a abandonarlo y finalmente comenzó a dormirse, pero cuando estuvo a punto de hacerlo tuvo la impresión que estaba siendo abrazado, aunque el cansancio no le dejó abrir los ojos para comprobar si era realidad o sólo parte de su sueño.

 

Notas finales:

Aproveché para subir ahora temprano el capítulo. Espero que les haya gustado y no tenga demasiados errores. Estuve sin mucho tiempo para corregirlo.

Este capítulo en particular se me hace muy bonito y con mucho significado. ¡Hubo beso! Al fin, sólo tomó unos 24 capítulos(? Han tenido una evolución bastante grande estos dos, a la cual costó llegar y espero haberlo hecho de forma apropiada. Escribí este capítulo con la colaboración de Annie de Odair, por lo que creo que salió tan lindo. Le agradezco a ella mucho, porque creo que esta historia no sería lo que es sin todo el amor, apoyo y consejos que ella me da. No me ha dejado tirar la toalla, agradézcanle a ella(?

Me retiro porque estoy muerta literal. Nos vemos el miércoles. Muchas gracias a todos los que leen este fanfic y dejan sus comentarios.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).