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Flor de Almendro por Zils

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Qué tal estan?

Me retrase un día ^^U En realidad se me olvidó que rayos seguía. ¡Me quedé en blanco!... De hecho aún no pyedo recordar que chanfles iba a escribir, pero bueno, qué se le va a ser~~ La memoria es frágil.

¡Disfruten el capítulo!

 

X Consuelo.

 

¿Por qué demonios ese tipo tenía las manos sobre Kaname?

Ese imbécil tenía una sonrisa que intentaba ser seductora, mientras se inclinaba sobre el castaño con una mano apretando ligeramente su hombro. Le señalaba algo en el menú mientras hablaba de quién sabe qué, mientras el Kaname soltaba encantadoras risas.

¡Estaba violando su espacio personal! Y para empeorar las cosas el castaño ni cuenta se daba de las intenciones del tipo. ¡Hasta le sonreía!

Será inocente.

Y Neith, quien debería proteger a Kaname, miraba de lo más entretenida la escena.

De dos zancadas estuvo frente a la mesa, poniendo su mano en el otro hombro del castaño, dedicándole una mirada de odio puro al camarero que hozo tocar a su protegido.

— ¡Zero! ¿Qué tal te fue? —saludo Kaname con una adorable sonrisa en su rostro.

—Perfecto. —Sonrió de vuelta, revolviendo con cariño las hebras castañas. — ¿Esperas algo? —Se dirigió esta vez mocoso que había tenido la decencia de quitar su mano lejos del castaño.

—Pues, en realidad, le estaba sugiriendo a este lindo chico el nuevo postre de nuestro menú. —Sonrió sin amedrentarse por la presencia del peli plata. Esa aura de chico malo no le asustaba en lo más mínimo. — ¿Y bien? ¿Te gustaría un Far Breton? —preguntó esta vez inclinándose hasta el oído del castaño, manteniendo su sonrisa seductora mientras señalaba la imagen del postrecito en la tableta.

Kaname se mordió el labio inferior indeciso—acción que provocó estragos en el camarero y aumentó el enojo en Zero. — no estaba seguro de qué pedir, solo quería un postre pequeño para acompañar la mitad del batido de fresa que le quedaba. ¿Sería lo suficientemente delicioso?

Neith por su lado apenas podía evitar soltar una risa descontrolada. ¡Era tan gracioso ver al serio y todo poderoso Zero echando humo por los celos! Escondía su sonrisa de gato rizón tras su taza de café. El camarero había salido más atrevido de lo que esperó.

Y su pequeño e inocente amigo ni se daba cuenta de la pelea de fieras que tenía sobre su cabeza.

¡Oh, dioses! ¡Si tan solo pudiera grabarlos!

— Te aseguro que es delicioso, al igual que tú. — Sonrió el joven, sin poder evitar acariciar la mejilla ajena.

— Eso es canibalismo. —rio el castaño.

— Depende de la definición de “comer”.

Y hasta ahí llegaba su paciencia.

— ¡Hey, Kaname! Ren preparó unos pasteles de merengue y fresa, de esos que tanto te gustan. —comentó llamando la completa atención del mayor.

— ¡Tenemos que ir, antes que Mitsuki se los coma! —Habló con decisión, tomando de un trago lo que quedaba de batido, para después levantarse, siendo rodeado con firmeza por el brazo del cazador.

—Ya ves…Te quedaste sin conquista galán. —rio la peli morada levantándose también. —Iré a pagar la cuenta, adelántense ustedes.

El muchacho bufó quedo, para después retomar su sonrisa, después de todo, su número ya estaba escrito en un papelito estratégicamente guardado en el abrigo de su bello cliente. Tomó la mano del castaño con elegancia y plantó un beso en el dorso, cual caballero antiguo. Cosa que logró sacarle un adorable sonrojo al mayor.

—Muchas gracias por elegir nuestro local. Te deseo una espléndida noche.

—Vámonos. —gruño Zero, empujando con su cuerpo al mayor para alejarse de ese idiota.

Guiando al castaño de los hombros alcanzó a Neith que los esperaba cerca de la puerta de salida con una sonrisa socarrona en el rostro.

— ¿Molesto?

— Era un imbécil.

— Ajá, celoso.

El castaño solo se preguntaba ¿Qué había sido aquello?

 

 

 

*

*

*

 

 

Caminaba a paso rápido por los pasillos de la mansión de la Corte. Detestaba ir a ese lugar. Él siempre se consideró más cazador que vampiro, por lo que prefería mil veces trabajar en la Asociación; era respetado y admirado por los cazadores jóvenes, respeto y admiración que con esfuerzo y dedicación ganó. En cambio, entre los vampiros, era visto como un estorbo, un obstáculo más a superar para tener el trono.

Si bien las cabezas de la Corte no eran como los antiguos lame-botas tradicionalistas, de una forma u otra siempre había algunos que buscaban el trono. Mitsuki había demostrado tener la templanza y astucia de un excelente gobernante, incluso poseía un gran poder; pero no estaba a salvo de las revueltas.

En realidad, el apellido Kuran pesaba más que sus méritos. Y eso a su hermana le dolía. Por eso él estaba a su lado. El siempre estaría a su lado, cuidándola así como ella lo protegió a él cuando eran niños.

Faltaba poco para llegar al despacho de su hermana cuando lo sintió: una presencia extraña. Era abrumadora y oscura, sentía esa sed de poder, de venganza y sangre. Sentía ese instinto asesino.

Desenfundo a Eón, quitándole el seguro en el proceso y la sostuvo con fuerza. La presencia se acercaba.

—Buenas tardes, joven Kiryuu. — saludó un vampiro, que acaba de doblar la esquina, con un acento extraño.

De ese tipo provenía aquella presencia. Tenía el cabello negro, corto, ojos marrones oscuros y piel bronceada; su apariencia no demostraba más de 25 años, sin embargo, a pesar de su porte elegante y presencia avasalladora, no tenía los rasgos bellísimos de los Sangre Pura; podría ser fácilmente confundido por un humano.

— Buenas tardes. Me temo que no he tenido el gusto de saber su nombre, señor. —Respondió educado el saludo, manteniendo todos sus músculos contraídos, preparados para el ataque del que estaba seguro, no saldría con vida.

— Pronto lo sabrás, sólo he venido para arreglar papeleo…Me presentaré formalmente en la reunión mensual. Me gusta el misterio. —una sonrisa traviesa cubrió su rostro. —Nos vemos luego, joven Kiryuu.

—Nos vemos, señor. —Hizo una ligera inclinación de cabeza a modo de despedida.

—Por cierto, si vas con tu arma desenfundada de esa forma podrían pensar que quieres atacar. No es nada apropiado. —comentó mientras se alejaba por el pasillo.

—Lo tendré en cuenta.

Retomó la caminata, sintiendo como sus piernas temblaban.

Ese sujeto, no podía estar cerca de su hermana. Ni de su familia.

 

 

 

*

*

*

 

 

— Ya está todo preparado, señor.

Se levanta con pesar del cómodo sofá. Camina, erguido, elegante, tras el hombre de mediana edad que lo guía al salón principal.

En el camino se le suman Scorpius y Antares, hermanos de su prometida, que se ubican a su espalda.

Las puertas se abren. Toda la comunidad vampírica se encuentra reunida en aquel lugar. Todo está hermosamente decorado, pero no puede sino sentir pesar con todo aquello. No está preparado para esto. Lo único que desea es dormir, sumirse en la profundidad del letargo. Lo único que desea es volver junto a sus hermanos.

Pero avanza. No permite que la pesadez de su corazón se filtre en su rostro. Mira al frente, donde se encuentra la cabeza del clan Hypheron, Taurus, a su lado su hija menor, y tras ésta sus dos hermanas mayores.

Lyra se ve hermosa en aquel vestido rosa pastel. Admite que todo se ve fantástico en ella. Desde esa distancia puede ver la sonrisa de la chica: una sonrisa dulce y de aliento, que no consigue sino hacerlo miserable. Jamás ha charlado con ella.

Inevitablemente llega a su lado. Le tiende la mano, galante. Ella la toma, sonriente.

Las palabras de Taurus se diluyen en sus oídos, e irónicamente en lo único que puede pensar es si Lyra elegirá un nombre de estrella o constelación, como es tradición en su familia, para su futuro heredero.

Él no es fanático de la astrología.

A penas es consiente cuando le extienden una hermosa daga de plata, y su prometida extiende su mano. Hace un corte en la palma de ella, dejando que la sangre caiga en la copa de oro que sostiene Taurus. Espera a que la herida cierre y limpia, con un pañuelo que le facilita uno de los hermanos que permanecen a su espalda, la sangre de su palma. Ella repite su acción.

Un coro se alza entre los invitados. Palabras antiguas que cierran un pacto. La copa es alzada. Ambos se abrazan, buscan el cuello del otro y con delicadeza clavan sus colmillos.

Permanecen unos segundos así. Abandonan el cuello ajeno y juntan sus frentes. Los aplausos y felicitaciones no tardan en llegar.

Solo bastaron unas gotas para comprender: ambos tenían miedo, ambos habían perdido.

Entrelazaron sus manos y dieron cara a la multitud. No se conocían, no se deseaban, y mucho menos se amaban; pero estarían juntos hasta el último aliento. Serían el soporte del otro. Rey y reina. Eternamente.

—Es el nacimiento del clan Kuran.

 

 

 

*

*

*

 

 

Se había casado. Aquella mujer de cabello rubio y ojos azules era, probablemente, la madre de su pequeña Eylean.

Su nombre era Lyra.

¿Qué habría sido de ella? ¿Habría muerto? ¿Estaría dormida como lo estuvo él? ¿Cuántos años habían pasado desde aquello?

Suspiró. Poco a poco los recuerdos del sueño comenzaban a difuminarse. Al igual que con los demás, apenas podía visualizar el rostro de Lyra, pronto se perdería entre los recovecos de su memoria como si jamás la hubiese recordado.

¿Habría llegado a amarla? No lo sabía. Ni siquiera se hacía una idea de qué sería el amor.

¿Se habría enamorado alguna vez? ¿Qué se sentiría?

Rodó en la cama, abrazando a Nix. Quería preguntar, pero al mismo tiempo le avergonzaba.

¿De qué tienes vergüenza? ¡Hasta en los libros hablan de amor! No eres el primero ni el último en preguntar.

Se levantó decidido. Preguntaría. El problema era ¿a quién?

A Zero no quería preguntarle. Ren y Mitsuki le habían contado de su madre, sabía que había muerto y no quería hacer sentir mal al cazador. Tal vez Neith podría decirle, ella era buena explicando cosas como sentimientos.

— Cuando escribes, aprendes a observar y comunicar. Una vez encuentras las palabras adecuadas puedes explicar cualquier cosa. — Fue su respuesta, tras preguntarle como lo hacía para explicarle todo tan claramente.

—Entonces a Neith será. —asintió satisfecho.

Aunque sería al día siguiente.

Decidió dar una vuelta por la mansión. Era de noche pero todas las luces permanecían encendidas; seguramente las chicas estarían trabajando, solían limpiar de noche.

Su objetivo era encontrar aquel pasillo otra vez. Ahora no solo sabía cómo salir, sino que también sabía cómo abrir la puerta. Esperaba reconocer en los cuadros  a Lyra y a sus hermanos, tal vez a su madre y a esa mujer castaña de ojos tristes.

Con ello en mente, se dedicó a vagar por la mansión. Miraba con atención cada detalle, pero, como usualmente sucede, entre más esperaba dar con el dichoso pasillo, menos lo encontraba. ¿Tenían que vivir en una enorme mansión? ¿Acaso la modestia no existía entre los vampiros?

Suspiró, y continuó la caminata. Al mirar a su costado divisó un pasillo angosto que daba a una puerta iluminada desde dentro. Avanzó con cuidado, sin hacer ruido, y miró por la pequeña abertura de la puerta.

Apenas pudo distinguir unas hojas iluminadas por una vela; al parecer dentro había otro invernadero o algo por estilo. La voz suave y susurrante del cazador lo hizo ponerse alerta.

—Hace tiempo no te visito, Yuuki.

Ese nombre le causó una mala sensación. ¿Por qué la voz de Zero sonaba tan anhelante?

—No me atrevía a venir… En realidad estaba enojado, furioso, por lo que hiciste. Tenía que entender pero era tan difícil. — Jamás había escuchado al cazador tan angustiado. — Fue muy difícil al principio. Te eché tanto de menos, te necesitaba tanto…Pero ahora puedo entender por qué lo hiciste. Tenías razón, se merece algo mejor…una vida mejor.

Ya entendía lo que pasaba, y quería salir corriendo. Zero hablaba con alguien que ya no estaba allí ¿Con la madre de sus hijos, tal vez? El punto es que él no debería estar ahí, no era correcto.

Pero esa voz, ese tono tan angustiado, simplemente le desarmaba por completo. Era la primera vez que lo sentía tan roto, y por la sensación, aseguraba que su yo pasado tampoco había tenido la oportunidad de ver aquello.

Su pecho se oprima dolorosamente. ¿Por qué dolía tanto?

Cuando llegó a sus oídos un quedo sollozo, no aguantó más. Salió lo más rápido y silencioso que pudo de aquel pasillo. Corrió con todas sus fuerzas a su habitación; por suerte o milagro, no se encontró con ninguna de las sirvientas.

Se encerró en aquel espacio seguro, abrazó a su peluche con fuerza hundiendo su carita empapada en lágrimas en él.

Le dolía en el alma escuchar a Zero así, pero más le dolía el saber que nada podía hacer. Se sentía como un intruso. No sabía nada de la vida del menor; exceptuando lo ocurrido con su hermano gemelo, no sabía nada de su pasado. Zero había vivido muchos años, muchas cosas le marcaron a lo largo de su vida y las palabras que él dijera para consolarlo, serían como una mala broma.

¿Qué podría decirle él si apenas recordaba su pasado, si a apenas superaba lo ocurrido con sus hermanos, con su madre?

¿Qué podría hacer? ¿Cómo podría ayudarlo?

 

 

 

*

*

*

 

 

Se sentía liberado. Hablar con Yuuki era lo que le faltaba, confesarle su ira y su temor, su felicidad e inseguridad. Descargarse. Al final terminó hablando solamente del castaño; se sentía una mamá gallina.

Aquella mañana Kaname estaba más concentrado que nunca. Se esforzó mucho en su entrenamiento, sacándole más de una sonrisa de orgullo; le tomaba la mano a menudo, jugando con sus dedos mientras le contaba con voz soñadora algún relato nuevo que había leído. Parecía más alegre y brillante que nunca; no pudo evitar contagiarse de tan buena vibra.

Lo despidió con una sonrisa y un tímido abrazo, cuando fue la hora de marcharse a la asociación,  y cuando regresó lo encontró manchado de harina y mezcla de dios sabré qué: había ayudado a Annie a hacer la cena y pastel de moca, su favorito.

— ¿Sucedió algo? —preguntó mientras comía un bocado del delicioso pastel. Debía admitirlo, el castaño era muy bueno en la cocina. — Estás muy alegre hoy.

— ¿Si? No lo había notado. —comento sin tomarle demasiada importancia, mientras comía felizmente su pastel.

 Kaname se sentía muy realizado. Como siempre su amiga tenía razón. ¡Debía hacer algo para agradecerle!

La noche anterior, apenas consiguió calmarse, le dejó un mensaje a Neith.

<<Zero está triste ¿Cómo puedo animarlo?...No me gusta verlo así. >>

A la mañana siguiente tenía su respuesta.

<< No sé mucho de Mr. Canas, e intuyo que tú tampoco. El tipo parece más reservado que tumba egipcia. Así que lo mejor que puedes hacer es contagiarle tu felicidad. Pequeños detalles servirán: sonríe, hazlo reír, quédate a su lado para que no se sienta solo, prepárale algo que le guste para cenar… ¡Seguro una buena dosis de Kana-chan le animará! (n.n)/>>

¡Definitivamente había funcionado!

Zero le había ayudado muchísimo los últimos días cuando estaba deprimido. Ahora era su turno de devolverle el favor.

Aquella sonrisa fresca y dulce, quería seguir recibiéndola mucho tiempo más…Una parte de él quería ser el único que viera aquella faceta del cazador, el único que fuera capaz de generarla.

Te estás volviendo egoísta.

 

 

 

*

*

*

 

 

Esas cosas aparecían por todas partes. No podía sentirlos, y apenas escuchaba sus pasos. Eran demasiados sigilosos para ser nivel E.

— ¡Papá!

El grito de su pequeña Shizuku fue lo último que pudo escuchar antes que unas garras se clavaran en su pecho. Sentía la sangre en su garganta y ese desgraciado mover su mano frenéticamente, causándole aún más daño.

Pero no iba a ceder. No por nada fue la mano derecha de los Kuran.

Sujetando de la cabeza a su atacante, lo congeló. Se zafó rápidamente de la garra congelada y cubrió a sus hijas en un domo de hielo, antes de que fueran atacadas. Hanako podría disolverlo cuando el peligro pasara.

Confiaba en sus pequeñas y en sus habilidades, pero esos no eran nivel E normales, y él apenas tenía energía. La sangre no paraba de salir de su pecho, le costaría recuperarse de eso, y aún quedaban diez de esas cosas.

Moriría.

¡Joder, moriría!

—Maldita sea…desaparezcan ya.

Eliminó a otros dos con su hielo, mas cuando se disponía a atacar al tercero, algo jalo su cabeza hacia atrás, tirándolo bruscamente al suelo.

El escaso aire de sus pulmones, salió; su vista se nublo, un pitido molesto cubrió sus oídos, y solo era consciente que le reventarían la cabeza. Una imagen de sus hijas pasó por su mente.

Aún era demasiado pronto para reunirse con Sayori.

El golpe nunca llegó. Aturdido, parpadeo algunas veces pero su vista seguía borrosa; el sonido comenzaba a volver a él. Balazos, gritos, las voces de sus hijas… Alguien lo levantó con cuidado del suelo, y lo cargó en brazos.

Estaba más desconfiado que nunca, llevó su mano al pecho del sujeto y reunió sus últimas energías para congelarlo parcialmente, pero una voz, ronca y firme, le hizo desistir.

— Si lo haces te dejo aquí tirado.

—Mis hijas…—apenas logró que aquella frase saliera.   

No pudo escuchar la respuesta. Se sumió en la inconsciencia sin poder evitarlo.

— ¿Papá estará bien?

— Lo estará…Es muy resistente. —expulsó lentamente aire y emprendió la caminata, las dos chicas rubias caminaron a su lado sin perder a su padre de vista.

Con él eran cuatro, cuatro de los aliados de Kuran que intentaron eliminar. ¿Por qué? Aun no lo sabía. Pero no aceptaría a otro chupasangre en su casa, mucho menos si no eran amigos suyos. ¡Ni siquiera era su responsabilidad!

Kaito suspiró, le daría el papel de albergue a Zero; su casa era más grande y segura. Nadie se atrevería a atacar a la reina, o eso esperaba. El único problema era Kaname, tendría que revivir aún mas recuerdos con esos cuatro ahí.

Suerte, hermano.





Notas finales:

Es un capi cortito pero espero lo hayan disfrutado.

Lo siento por tardar en responder sus reviews T^T No había tenido tiempo y me gusta responder con calma. Pero ya estoy en eso n.n

Muchísimas gracias por comentar, sus comentarios son alimento de este fic. <3 <3

Un fuertísimo abrazo de oso a Kira Kiryuu, Zaphire y Eri, por sus hermosos reviews.¡Muchísimas gracias!

Tomando en cuenta que voy en la mitad del próximo capítulo, nos veremos muy lueguito.

¡Espero tengan una linda semanita, un fuerte abrazo de oso y nos leemos luego! ^w^

 


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