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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

El tiempo estaba pasando jodidamente lento e Inuyasha sentía que iba a arrancarse el cabello en cualquier momento. Qué mierda, ¿cuánto faltaba para que ese mocoso salga y lo deje de joder? Bastante, lo sabía muy bien. Siempre supo que tener un hijo sería tremendamente problemático, pero esto ya era ridículo. Quizás estaba un poco impaciente y a veces incluso reconocía que sus reacciones con respecto al tema eran muy dispares, porque en ciertos instantes creía que no sería tan malo y en otros ya no lo soportaba más, pero la realidad era que no podía hacer nada más que esperar y seguir esperando.

 

Después que Satomi lo visitara para saber cómo se encontraba el cachorro, ella dijo que estaba muy bien y el cachorro ya había cumplido su primer trimestre de crecimiento. Aseguró que su cuerpo estaba mucho más estable, así que no sentiría más esas náuseas o molestias que al principio lo aquejaban, pero comenzaría a experimentar otras cosas y una de las más notorias era el crecimiento del cachorro. No tenía un vientre abultado, apenas se notaba y era fácil de esconder entre las amplias ropas, pero estaba allí. Podía verlo por más que fuera pequeño; tocarlo, sentirlo. Allí estaba su cachorro creciendo y la curandera le aseguro que todo iba bien.

 

La verdad era que ya se sentía un poco mejor. Retenía la comida con más facilidad y sus energías no se sentían tan menguadas, aunque sí habían olores que le molestaban terriblemente, además que había días donde la cabeza le dolía horrores. Aun así, admitía que un poco ya se había acostumbrado a que esto fuera parte de su día a día, pero eso no significaba que le jodiera menos.

 

Inuyasha bostezó mientras daba una vuelta por el jardín y agradecía poder estar solo un rato. Ya estaba harto de esas gemelas siguiéndolo por todos lados para ver cómo estaba o si necesitaba algo, pero lo peor era que toda la gente en ese palacio se comportaba igual cuando lo veían. Inuyasha no tenía mala relación con nadie, quizás algunas asperezas con Jaken pero nada importante, incluso el pequeño yōkai se enojaba con él si lo veía por ahí haciendo alguna imprudencia o esfuerzos innecesarios; cosa que le sorprendía bastante al hanyō. De todas formas, recibir tanta atención le cansaba. Era agradable, pero demasiados mimos o ánimos ya lo estaban hartando.

 

Aprovechó para poder escaparse un rato. No pensaba salir del palacio, pero quería respirar aire. Estar demasiado encerrado le mareaba. Quién sabe, tal vez podría dormirse una siesta bajo un árbol y la idea le supo agradable. Ese día estaba especialmente cálido, pero sin llegar a ser insoportable, y el sol brillaba con esplendor. La primavera estaba a punto de desaparecer y pronto el verano se haría presente, así que tenía que aprovechar esos momentos disfrutables antes que comenzara el insoportable calor. Ni siquiera quería imaginarse la tortura de esos días cuando su cachorro creciera y desease arrancarse la piel sólo por excesivo calor agobiante.

 

Se sentó debajo de un árbol y pensó cuándo nacería su cachorro. Si recordaba lo que dijo Satomi, su cría vendría al mundo a fines del otoño o en el invierno. Parecía una eternidad, pero debía admitir que no era nada de tiempo en realidad. Para los demonios, el paso de los años era imperceptible, incluso para él era un poco así por más que fuese un híbrido.

 

De hecho, ¿cuánto tiempo había pasado desde que todo esto comenzó? Inuyasha intentó hacer cuentas, porque para él no había sido mucho tiempo, pero habían pasado más de dos años ya. Las temporadas de apareamiento solían darse cada seis meses, a principio de la primavera y a finales del otoño, ahora tuvo que grabar más a fondo esa información dentro de su cabeza desde que empezó a experimentar el celo y más junto a su hermano.

 

Dos años desde su primer celo, ése donde Sesshomaru lo cuidó y se había sentido tan fatal. Nunca preguntó el motivo tras esa acción por parte de su hermano y no planeaba hacerlo ahora, él tampoco tenía los pensamientos muy claros en ese momento y ni estaba seguro si ahora los tenía.

 

Por inercia, se cruzó de brazos y rozó su estómago ligeramente abultado, cosa que le provocó una sonrisa irónica al pensar que jamás imaginó, en aquel momento, que acabaría así. Ya no quería pensar el sinsentido de toda esa situación que vivió y aún vivía. Inuyasha reconocía que estaba bien, a pesar que todo fuese bastante raro, no se sentía incorrecto. Vivir en ese lugar, tener una cría, su relación con Sesshomaru; todo eso le daba una increíble sensación de bienestar, por más que un primer momento haya pensado todo lo contrario.

 

Cerró los ojos un momento y sintió una brisa fresca correr. Podría dormirse en ese lugar sin problemas, aún no había perdido la costumbre de dormir sentado, y su espalda se amoldó de una forma cómoda a la corteza de ese tronco. Estuvo a punto de quedarse dormido, pero sus orejas se movieron y su olfato le alertó que alguien se acercaba, pero no necesitó esforzarse para saber quién era.

 

—Veo que disfrutas de escaparte —comentó Sesshomaru aproximándose a él.

 

—Y tú de perseguirme —contestó levantándose y se estiró un poco. Ya su hermano le había arruinado el descanso—. No soy un prisionero.

 

—Si así fuese, sería más fácil saber dónde estás.

 

—Sí, claro —espetó con sorna—. Como si al gran Sesshomaru se le escapara algo.

 

A pesar que lo decía como una broma, sabía que su hermano nunca le perdía la pista. Por más que estuviera alejado o haciendo quién sabe qué, ese yōkai siempre estaba pendiente de él.

 

En ese instante, Inuyasha tuvo un pensamiento diferente al ver a Sesshomaru. No se percibía nada fuera de lo habitual, pero, no estaba seguro cómo, sintió que algo le ocurría.

 

—¿Qué pasa? —preguntó finalmente observándolo con los ojos entrecerrados.

 

—Se han presentado unos inconvenientes —explicó con tranquilidad—. Me ausentaré algunos días.

 

Abrió los ojos sorprendido al oír eso y cierta inquietud le embargó. ¿Inconvenientes? ¿Qué mierda significaba eso?

 

—¿Qué? —espetó Inuyasha con un tono algo disconforme—. ¿Qué ocurre? ¿Hay problemas?

 

—No es nada preocupante —aclaró enseguida, pero notó que su hermanito parecía nervioso—. Volveré antes de la próxima luna nueva, no te preocupes por el cachorro.

 

Inuyasha se asombró porque Sesshomaru notara eso y supiera que estaba pensando en ese pequeño dilema. No podía negarlo, durante la luna nueva lo necesitaba. Sesshomaru pasaba esas noches con él y también lo hacía durante otras. Inuyasha, sin darse cuenta, había comenzado a irse a dormir esperando que su hermano estuviese con él. Nunca le pedía que fuera o se quedara, pero por dentro empezó a desear que lo haga. Dormir con Sesshomaru era demasiado cómodo y agradable, más si éste le abrazaba. Él estaba bien y su cría también durante esas noches, pero ahora esta noticia le alarmaba.

 

Era consciente que podía estar un par de días distanciado de Sesshomaru, pero desde que se enteraron la existencia de ese cachorro en su interior no se habían separado y ahora no sabía cómo reaccionar. Jamás admitiría que dependía de ese desgraciado, pero la realidad era que le producía mucha tranquilidad que estuviera cerca.

 

Sesshomaru notó que cierta angustia le recorrió y estiró su brazo para acercarlo más a él. Debía ir a cumplir su deber con sus tierras y no quería que Inuyasha se preocupara. Estaría todo bien y volvería pronto. Abrazó a su pequeño hermano y compañero, consciente que su energía lo tranquilizaría.

 

—Debes prometer que te cuidarás —dijo con una suave voz mientras sentía cómo Inuyasha se aferraba a sus ropas— y al cachorro.

 

Una pequeña sonrisa se le escapó a Inuyasha y se sintió mejor al tenerlo tan cerca. Quizá fuese por la misma cría que estaba más apegado a su hermano y lo necesitaba más. El cachorro quería a su otro padre y tal vez ese deseo lo manifestaba a través de él, o sólo era un excusa para justificar sus acciones.

 

—Promételo también —espetó Inuyasha apartándose sólo un poco para verlo y su hermano le asintió—. La próxima sin duda iré.

 

—Cuando el cachorro crezca.

 

—Oye, ¿no pretenderás que me quede aquí encerrado para siempre cuidándote los hijos? Eso no pasará —A pesar de hablar con convicción, una parte de él sabía que no sería tan fácil adaptarse a la vida con la cría.

 

Sesshomaru no dijo nada, sólo negó con la cabeza y se acercó a darle un beso simple. Fue pequeño y suave, casi un contacto dulce con sabor a Hasta pronto, pero Inuyasha lo disfrutó sin querer pensar cuándo volvería a sentir algo así.

 

En un principio, se sintió bastante tonto por estar así ante la partida de su hermano, tan intranquilo. No lo necesitaba tanto tampoco. Quizás era necesario para la supervivencia del cachorro, pero Sesshomaru aseguró que estaría de vuelta antes de la próxima luna nueva, así que no debía preocuparse por nada. Sin embargo, se le hizo tremendamente difícil conciliar el sueño durante esas noches. ¿Por qué mierda no podía dormir? Si nunca había tenido problema. A veces incluso lograba dormirse cuando el sol salía y era muy molesto eso. El cachorro le daba un terrible sueño, pero durante esos días le estaba siendo imposible dormir de noche.

 

Una de las sirvientas le preparó un té para que se relajara y pudiera descansar tranquilamente, pero ni eso funcionó. A Inuyasha le costaba reconocer que el verdadero motivo tras su insomnio era que ese desgraciado se había marchado. ¿Qué culpa tenía? Sesshomaru lo había acostumbrado a esto, a dormir en las noches a su lado, y ahora le costaba volver a hacerlo solo. Así que acababa durmiendo poco de noche y durante el día caía rendido sin poder evitarlo. De todas formas no estaba solo, toda la gente del palacio lo acompañaba y le brindaban cualquier cosa que necesite, aunque lo que en verdad quería no podía obtenerlo tan fácilmente por el momento.

 

Inuyasha se despertó esa… ¿tarde? Sí, asumió que era de tarde cuando vio el sol por la ventana. Raiden se había acostado a dormir con él en un momento que Inuyasha no notó y el hōkō bostezó estirándose cuando vio a su amo levantarse. Desde que Sesshomaru se fue, el pequeño yōkai blanco no se había despegado de su lado. Probablemente sospechaba que estaba inquieto y le hacía compañía. Era más fiel de lo que imaginó.

 

Acarició a Raiden cuando éste saltó a su hombro y el pequeño frotó su rostro peludo contra su mejilla, a la bola de pelo le gustaba expresar su cariño y tampoco le molestaba. Ni siquiera alcanzó a pensar en salir cuando alguien tocó la puerta.

 

—Permiso —dijo Aya corriendo la puerta para pasar—. Venía a ver si ya había despertado, Inuyasha. ¿Cómo durmió?

 

—Horrible —contestó con honestidad y vio cómo Raiden se apartaba de él para acercarse a saludar a la chica, quien se inclinó para acariciarlo.

 

—Es normal eso —mencionó ella sonriendo—. Acompañé a mi madre durante muchos de sus embarazos y siempre le pasaban cosas así —Recordó con algo de nostalgia, porque además de haber vivido los embarazos de su madre también la ayudó a cuidar a una docena de hermanos—. Disculpe, no quiero aburrirlo con eso.

 

—No me aburre —dijo mientras se aproximaba un poco a ella—. Nunca estuve casi con embarazadas, así que mucho no sé de estas cosas.

 

Fue sincero con sus palabras. Jamás se le pasó por la cabeza cómo se sentiría alguien que llevaba un cachorro en su vientre, ni siquiera le había prestado atención a Sango cuando estuvo embarazada de sus gemelas, sólo recordaba que estaba enorme, pero esperaba no llegar a ese extremo.

 

—Bueno… —Pensó la joven un poco al respecto—. Ninguno de los embarazos son iguales. A veces dan más sueño, antojos por ciertas comidas o incluso inestabilidad emocional; pero nada que sea incontrolable. No debe preocuparse —Aseguró con una sonrisa. Después de todo, ella y muchos más estarían para acompañarlo—. ¿Ha pensado algún nombre?

 

—¿Nombre? —repitió Inuyasha sin entender.

 

—Claro —asintió—. El cachorro debe tener un nombre. Debe pensar en algunos para cuando nazca.

 

No había considerado esa opción aún. Si su cachorro era niña o niño le tenía sin cuidado, también el nombre que tendría. Primero debía nacer, después quizá pensaría cómo se llamaría.

 

—De todas formas aún tiene tiempo —acotó Aya—. Todavía es muy pequeño, pero rápidamente crecen.

 

—Espero que no tanto —deseó mientras ponía una mano sobre su estómago. Se sentía pequeño, pero sabía que allí había algo creciendo y, ahora, era capaz de percibir una pequeña cantidad de energía acumulada. Era mínimo, pero allí estaba y era su cachorro.

 

La joven sonrió con ternura al verlo. Inuyasha era un poco brusco, pero en esos instantes, donde se impresionaba por lo que estaba pasando con su cuerpo, lucía adorable a sus ojos.

 

—¿Quiere comer algo? —preguntó ella y Raiden al instante ladró pegando un pequeño salto—. Sí, tú también puedes comer.

 

—Esta sabandija come más que yo —espetó Inuyasha muy seguro de sus palabras, pero sólo provocó la risa de la joven.

 

Antes que ella pudiera salir de la habitación, alguien más entró. La otra gemela, Maya, abrió la puerta sin llamar y su cara lucía extraña, además que se notaba que había venido corriendo.

 

—¡Inuyasha! —lo llamó la joven—. Hay alguien… Hay gente que lo busca.

 

Esa declaración le llenó de sorpresa y arqueó una ceja. Ahora, sin Sesshomaru ahí, se supone que él debía controlar lo que ocurriese en el palacio, aunque ese lugar podía manejarse perfectamente solo. Sin embargo, ¿quién podría buscarlo? A su mente vinieron algunas posibilidades, quizás uno de esos terratenientes que servían a su hermano, algún enemigo e incluso pensó en el mismo Koga llegando a joderlo.

 

Maldito lobo. Lo echaría si llegaba a ser él.

 

—¿Quiénes? —preguntó finalmente, pero la respuesta tardó en llegar. La chica dudó en qué decirle.

 

—Se trata de un grupo de humanos —explicó ella—. Están acompañados por algunos yōkai, aseguran conocerlo.

 

Por unos instantes, permaneció sin habla. ¿Era en serio lo que estaba escuchando? Hubo unos instantes en que lo dudó.

 

—¿Y cómo son? —indagó para estar seguro.

 

—Eran… —Intentó hacer memoria. Ella misma los había visto, pero le costaba ordenar sus pensamientos. Tenían la orden de no dejar pasar a nadie, pero ese grupo aseguró conocer al joven señor. La guardia del palacio los tenía custodiados mientras ella consultaba—. Un pequeño kitsune muy gritón, también un tanuki, un monje y unas mujeres.

 

Creyó que no había olvidado a nadie, pero su memoria podía traicionarla. De todas formas, esa información fue suficiente para Inuyasha. Sonrió casi sin poder creer que en serio esos tontos estaban ahí.

 

—Traiganlos —ordenó y ambas criadas asintieron sabiendo qué debían hacer.

 

Una incomprensible emoción le llenó y tuvo muchas preguntas. ¿Cómo esos tontos llegaron hasta allí? Seguramente habían volado con ese mapache Hachi, hacía mucho que Miroku no disponía de su esclavo, pero le pareció lógico que vengan volando en él. La distancia entre la aldea y el palacio era mucha, sobre todo para un grupo de humanos. Se imaginó rápidamente que el grupo de mujeres eran Sango y sus niñas, aunque quizá Rin también los acompañaba. ¿Su amiga ya habría tenido a su bebé? Calculaba que sí, habían pasado varios meses desde que él partió de la aldea.

 

En ese instante, recordó que él también tenía algo similar. ¿Debería contar lo de su cachorro? Pensó que tal vez sí, pero la vergüenza de tener que decirlo se le hizo espantosa. Aunque podría ocultarlo perfectamente, si no se notaba nada con la ropa, pero esos idiotas eran demasiado perceptivos, y no sabía cómo, pero seguro lo acabarían descubriendo si no decía nada.

 

El palacio estaba recubierto y protegido por una barrera muy poderosa, por lo que sólo pudo percibir y oler a sus amigos cuando éstos entraron en los límites del castillo. Reconoció fácilmente a cada uno de ellos. Miroku, Sango, Shippo, las niñas e incluso Rin, pero había otro olor diferente. Uno que le hizo erizar la piel e Inuyasha agitó la cabeza, convenciéndose que debía ser su imaginación. Desde que su cuerpo comenzó a sufrir esos malestares por el cachorro, sus sentidos también se vieron alterados, sobre todo el olfato. Debía ser un error, aunque en su memoria tenía tan fijo ese olor que le fue imposible quedarse tranquilo.

 

El pequeño Raiden junto a él lo miró algo confundido y tuvo que apurar el paso para seguirlo. Inuyasha, sin darse cuenta, estaba dando largas y fuertes zancadas hasta ese salón donde sabía que habían dejado a su grupo de amigos. No se podía sacar esa anomalía de su cabeza, tenía que llegar pronto.

 

Cuando las puertas se abrieron para él, los sirvientes hicieron reverencias al verlo y sus amigos se abalanzaron a él para abrazarlo.

 

—¡Inuyasha, tanto tiempo! —vociferó Rin muy contenta de verlo sin poder evitar abrazarlo y las gemelas de Sango hicieron lo mismo, diciendo que extrañaron mucho al Tío perrito. Mierda, hacía demasiado no escuchaba ese molesto mote, pero quizá lo había extrañado un poco.

 

—Es bueno que estés bien amigo —comentó Miroku poniendo una mano sobre su hombro—. Sobre todo al ver que vives en un lugar tan espléndido, tal vez me mude contigo.

 

—Has eso y no vivirás para contarlo —amenazó Sango, pero era una broma común entre ellos, aunque sí lo mataría si se atrevía a irse. Ella se acercó a Inuyasha abrazando un pequeño bebé entre sus brazos—. Hola, Inuyasha —Sonrió la exterminadora—. Vinimos para que conozcas a nuestro hijo.

 

—Sí, porque era obvio que nunca ibas a venir —acusó Shippo sobre la cabeza de Miroku.

 

—Yo tampoco querría volver… —Suspiró el monje mientras observaba todo el lugar. Sospechaba que Inuyasha vivía con bastantes lujos, ya que Sesshomaru mencionó que pertenecían a la nobleza yōkai, pero ni en sus sueños imaginó un lugar tan magnífico como ése.

 

—Ah sí… —mencionó el hanyō con una ceja arqueada. Siempre supo que ese ambicioso de Miroku babearía al ver el palacio y no se equivocó—. Siento no haber ido —se disculpó mirando a Sango—. Pasaron… cosas.

 

No iba a decir ahora que llevaba un cachorro dentro. Tal vez, si llegaba a darse la conversación, lo comentaría, pero sería muy difícil.

 

—Sí, bueno… —La exterminadora titubeó unos instantes, pero finalmente sabía que debía hablar—. También pasaron cosas.

 

—¿Qué? —espetó Inuyasha sin entender la cara de preocupación con la que ella le miró.

 

En ese instante, recordó esa perturbación que sintió y, cuando sus amigos se apartaron, vio el origen. Mierda, no se había equivocado. Por más atrofiados que estuvieran sus sentidos, sí era lo que imaginó.

 

Sin poder evitarlo, Inuyasha tragó saliva y se quedó estático en su lugar sin poder creer lo que veía. ¿Esto era en serio? Por un momento, sintió que sus manos temblaban mientras esa persona se acercaba. Tanto tiempo anhelando y esperando, ¿y ahora tenía que ocurrir?

 

—Inuyasha… —murmuró Kagome emocionada y al borde de las lágrimas mientras lo veía. ¡En serio era él! La chica corrió hasta donde estaba esa persona que el destino le quitó y lo abrazó con ímpetu mientras lloraba de la emoción—. ¡Estoy tan feliz de verte!

 

Por su parte, Inuyasha se quedó congelado y con la vista perdida. Era Kagome, sin duda era ella. Era el mismo olor, el cabello negro, los ojos dulces y esos cálidos abrazos. ¿Cómo era esto posible? No se lo pudo responder y tampoco dijo nada. El estado de conmoción que el embargó fue tal que olvidó todo por un instante y su mente quedó en blanco. No devolvió el abrazo, sólo alcanzó a levantar una mano y colocarla sobre la cabeza de ella, nada más para asegurarse que no lo estaba imaginando. Sí, era real. La mujer que tanto quiso y con la que vivió tantas cosas regresó, y lo estaba abrazando. Lo que tanto deseó por mucho tiempo y creyó imposible estaba ocurriendo, pero Inuyasha no reaccionó como siempre había imaginado. No supo qué hacer o qué pensar. Sólo se quedó allí, dejando que Kagome llorara y se aferrara a él.

 

Aquel grupo, quienes se mantuvieron algo apartados, miraron la escena con una sensación de pesadumbre, porque sabían que esto no estaba pasando en el momento indicado y temían que fuera a ocurrir ahora con ese par que, en otra época, consideraron el uno para el otro.

 

Notas finales:

Para los que se preguntaban si Kagome iba a volver, aquí tienen su respuesta. El que haya regresado en este momento lo vuelve todo bastante dramático... En fin, ya veremos qué pasa, tan lindos que estaban estos dos con su hijo.

Gracias a todos los que leyeron.

Nos vemos el miércoles.


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