Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—¿Qué creen que esté pasando? —preguntó a sus amigos Shippo intrigado.

 

—No lo sé —suspiró Sango mientras abrazaba a su hijo—. Sólo espero que estén bien.

 

—Eso ya no está en nuestra manos, querida.

 

Miroku tenía razón, pero preocuparse era inevitable. Inuyasha y Kagome se había retirado para poder hablar en privado, dejándolos a ellos esperando. Un gran nerviosismo les inundaba por esa espera. Sabían que esos dos tenía muchas cosas que hablar, pero les preocupaba qué pudiera pasar.

 

Cuando Kagome apareció, fue Shippo quien la encontró de casualidad saliendo del pozo justo cuando estaba por marcharse a hacer un viaje solo. El pequeño zorro casi se infarta cuando la ve y lo mismo le ocurrió a los demás. Es que nadie esperaba que esto pasara, al menos no ahora. Ella explicó que tampoco sabía qué ocurrió y, acto seguido, preguntó por Inuyasha. Nadie dijo qué realmente había pasado con Inuyasha, sólo dijeron que se había mudado. Por más que supieran que, tal vez, lo mejor hubiera sido ser honestos, todos estuvieron de acuerdo que ellos no eran los encargados de decir qué había pasado.

 

A pesar que aseguraron que no sabían dónde estaba el nuevo hogar de Inuyasha, Kagome insistió que lo buscaría y allí no les quedó más remedio que acompañarla. No podían dejarla marcharse sola y también ellos deseaban ver a Inuyasha. Su pequeño hijo había nacido hace muy poco y deseaban que su tío lo conozca. Miroku pidió un pequeño favor a Hachi, quien había ido a visitarlo hace poco, y el mapache encontró la forma de llegar a las tierras que pertenecían a Sesshomaru. Fue un trabajo duro y además los llevó volando. El pobre tanuki cayó rendido apenas llegaron y se quedó dormido en el suelo. Luego se merecería una buena cena. Aunque el mapache se perdió el encuentro que tuvieron, pero sin duda fue algo incómodo. La reacción de Inuyasha no los dejó muy tranquilos. En esos momentos, la incertidumbre era insoportable.

 

—Ahora que Kagome volvió —dijo Rin quien también se notaba consternada por lo que había pasado—. ¿Creen que Inuyasha quiera regresar con ella?

 

Aquella niña había crecido y ya no era tan pequeña como para no entender qué pasaba. Comprendía perfectamente que la mujer de la que Inuyasha estaba enamorado regresó, ¿pero qué pasaría? ¿Dejaría al señor Sesshomaru? No quería imaginárselo.

 

—Es cierto que Inuyasha siempre amó a la señorita Kagome —asintió Miroku—, pero nunca se sabe.

 

—Sin duda es una situación complicada —Sango no quería imaginarse lo confundido que debía estar ahora el hanyō.

 

Mientras conversaban, algunos de los sirvientes se aproximaron a ellos.

 

—Disculpen —llamó la chica—. Mi nombre es Aya. Yo y mi hermana Maya solemos servir de cerca al señor Inuyasha —explicó—. ¿Desean algo? Podemos ordenar que les traigan comida o lo que quieran.

 

—Será un honor recibir los buenos tratos de tan agraciadas señoritas —mencionó Miroku, más que nada por costumbre, pero a Sango no le gustó nada.

 

—¡Ja, qué divertido! —rió Maya al oírlo—. Nunca habían venido humanos aquí.

 

—¿Ah, no? —preguntó la exterminadora ladeando la cabeza.

 

—No, son los primeros —confesó Aya y al instante el bebé que Sango traía en brazos lloriqueó un poco—. ¡Oh, qué belleza! —mencionó inclinándose un poco para verlo mientras su madre lo mecía—. ¿Quiere que traigamos algo para acostarlo? Así no tiene que cargarlo todo el tiempo.

 

—Sería de gran ayuda —confesó. Por más que tuviera brazos fuertes, su hijo ya pensaba mucho y le cansaba cargarlo tanto.

 

—Es adorable —aseguró la joven sirvienta sonriendo—. Esperemos que el de nuestro señor también sea así.

 

—Y tranquilo —acotó su gemela riendo.

 

Ambas jóvenes se retiraron a realizar sus quehaceres, pero sus palabras dejaron a todos el grupo en blanco. Ninguno habló, pero todos se miraron como si quisieran confirmar que cada uno oyó lo mismo antes de decir alguna palabra.

 

—¿Escucharon eso también? —se animó a preguntar Shippo, pero todos seguían demasiado sorprendidos como para contestar rápidamente.

 

—Quizá no se estaban refiriendo a él —sugirió Miroku, pero al instante lo pensó mejor—. Aunque… Inuyasha lucía algo diferente.

 

—Sí —asintió el kitsune—. No llevaba su ropa roja de siempre.

 

—No, no es por eso —negó el monje—. Me refiero a… No lo sé. Su piel lucía más suave y sus ojos… Me recordó un poco a ti, Sango, cuando esperabas a nuestro hijo.

 

—¿Eso crees? —La exterminadora intentó pensar. Ella era la única que sabía por lo que Inuyasha pasó y suponía que ahora había intentado de nuevo tener un hijo, no era una locura—. Puede ser…

 

—Yo lo sentí como más gordo cuando lo abracé —Rin puso una mano en su mentón en un gesto pensativo. Ella creyó que esa sensación se debía a la ropa diferente, aunque ahora lo dudaba.

 

—Mamá —llamó una de las niñas a Sango—. ¿El tío perrito tendrá un bebé?

 

—No lo sabemos, cariño —contestó acariciándole la cabeza—. Él nos lo dirá cuando venga.

 

Sin duda todos esperaban ahora con más ansias el regreso de Inuyasha, pero sabían que tardaría. Sin embargo, no fueron capaces de imaginar qué clase de cosas pasarían. Con Kagome de regreso e Inuyasha, posiblemente, esperando un hijo; todo resultaba muy confuso. Cada uno allí tenía su opinión particular, pero la decisión final sólo le concernía a esos dos. Esperaron con paciencia, porque otra cosa no podían hacer, y les atendieron de maravilla, llevándoles varias exquisiteces.

 

En otra parte del palacio, en los jardines, era donde se encontraba Inuyasha con Kagome. Necesitaban hablar en un lugar privado y tranquilo, en el cual pudieran decirse todo lo pertinente. Inuyasha miraba a la joven mientras caminaban en silencio. Ella lucía un poco más grande, madura, y suponía que eso se debía a los años transcurridos. Ya no se veía como esa niña que le gritaba todos los días, ahora tenía un porte más de mujer y sus típicas ropas habían cambiados, pero seguían siendo igual de extrañas.

 

Dieron un par de vueltas por los jardines sin decirse nada y algo de tensión se percibía entre ellos inevitablemente. ¿Cómo podían hablarse? Si la última vez que se vieron fue cuando se separaron. Pensó que sería para siempre, pero ahora supo que no.

 

¿Qué se supone que debía pensar ahora? ¿Que no esperó lo suficiente por la mujer que amaba? Eso le causaba cierta inconformidad, pero tampoco era su culpa. ¿Cómo iba a saber que ella realmente volvería? Esperó mucho su regreso. Visitó el pozo continuamente esperando que ella saliera de ahí, hasta que se resignó y su vida tuvo giros inesperados. Ahora, frente a él, estaba lo que más había deseado hace tan sólo unos años, ¿qué se supone que debía hacer?

 

—Vaya… —mencionó Kagome asombrada al ver a su alrededor. Ya había dejado de llorar y se sentía un poco mejor, estaba contenta de poder estar con Inuyasha finalmente—. Este lugar es impresionante —confesó regresando su vista al hanyō—. Aquí vives con tu hermano, ¿verdad? Los chicos dijeron eso.

 

Un escalofrío recorrió la columna de Inuyasha al oír eso. Sesshomaru. Qué bueno que Sesshomaru aún no había vuelto o todo eso sería muy problemático.

 

—Sí… —contestó con cierta duda—. ¿Qué más te dijeron?

 

—No mucho —Ella se alzó de hombros y le sonrió con dulzura—. Estaban más interesados en saber cómo volví.

 

—A mí también me gustaría saber —confesó.

 

—Yo tampoco lo sé en realidad —Kagome decidió que lo mejor era contar todo desde el principio. Así que tomó aire para darse fuerzas antes de empezar—. Cuando pasó eso que… Ya sabes, yo me quedé allí y tú aquí, y el pozo dejó de funcionar quedé devastada —dijo con angustia e hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Estuve tan triste por mucho tiempo. Lloré tanto, me metí al pozo creyendo que podía volver a funcionar, pero no pasó. Tuve que vivir con el dolor que de no saber qué ocurrió con Sango, Miroku, Shippo… contigo —Una pequeña lágrima bajó por su rostro al recordar la amargura que le llenaba el corazón, pero la limpió, obligándose a no romper en llanto y seguir hablando—. Creí que nunca los volvería a ver. Me enfoqué en mis estudios, los exámenes eran lo único que lograba distraerme un poco y terminé la secundaria, pero… el dolor nunca desapareció.

 

—Quedarse de este lado tampoco fue fácil —comentó Inuyasha bajando la cabeza al oír el relato. Muchas veces se preguntó cómo estaría ella, pensando que seguramente se encontraría triste y no se equivocó.

 

—Lo sé —asintió—. Miroku y Sango dijeron que… me esperabas —Kagome sonrió sin poder evitarlo acercándose un poco más a él—. Perdón, Inuyasha. Hice lo que pude, deseé con toda mi fuerza regresar, pero ni así el pozo se abría.

 

—No importa —aseguró mirándola fijamente—. No fue tu culpa… ¿Pero cómo llegaste ahora?

 

—No lo sé —reiteró—. Estaba a punto de mudarme, si te soy sincera —comentó con una pequeña risa sorprendiendo al hanyō—. Me postulé para ingresar a una universidad muy importante y estaba preparando todo para irme.

 

—¿Ir a qué? —Arqueó una ceja sin entender nada, provocando la risa de Kagome.

 

—Es un lugar como la escuela que iba, pero para adultos.

 

—Ah, ahí tendrás más exámenes —mencionó entendiendo y la chica asintió. Mierda, no entendía por qué era tan adicta a esos exámenes, pero siempre fue así. Para Kagome las prioridades eran los exámenes y después Naraku.

 

—Decidí visitar el pozo una última vez —continuó contando—. A pesar de los años, sentí que jamás iba a poder seguir viviendo si no los volvía a ver. Después de todo lo que vivimos juntos, quería verte, Inuyasha —Sus ojos se clavaron en los de él y lo miraron con intensidad—. Allí, el pozo brilló y no dudé en cruzar como solía hacerlo.

 

Cuando ella acabó su historia, no supo qué decir. Muchas dudas pasaron por su cabeza, pero la principal fue un gran ¿por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? ¿Por qué ella tenía que regresar en este momento cuando su vida tenía un panorama más favorable? Maldita sea su endemoniada suerte.

 

—No sé qué decir… —masculló con sinceridad.

 

—Es impresionante —asintió igual de asombrada—. Estás muy callado, no te recordaba así —intentó bromear, pero Inuyasha no se río—. Creí que te alegrarías de verme…

 

—¡Me alegro! —dijo rápidamente, pero enseguida se acomodó—. Es decir… Siempre me preocupé y pensaba cómo estabas. Con lo llorona que eres, seguro te ahogarías en lágrimas.

 

—Ahg, ¿ni estando separado de mí cambias? —mencionó ella cruzándose de brazos, pero al instante recordó su carta especial—. No me hagas decir la palabra mágica.

 

Cuando Inuyasha oyó eso no lo entendió en un principio, pero al instante lo comprendió perfectamente y un escalofrío le recorrió la columna. No, no podía dejar que ella haga eso. Había olvidado completamente el collar de dominación que aún portaba y no podía sacarse. Durante tanto tiempo no escuchó esa palabra ni sintió su cuerpo cayendo con fuerza hacia el piso, que olvidó por completo que lo traía. Si Kagome decía aquella palabra, podía lastimar a su cachorro y no iba a dejarla.

 

En un movimiento desesperado, la tomó del brazo y la miró fijamente, de una forma casi amenazante.

 

—No te atrevas a hacerlo —dijo de manera tajante. Su cachorro era muy pequeño y no dejaría que nada lo dañe, incluso si eso significaba enfrentarse con la mujer que tanto significaba para él.

 

—¿Qué…? —mencionó ella sin entender—. ¿Qué te pasa? ¡Suéltame!

 

Ella se movió con fuerza y él la soltó. Estaba nervioso, había actuado por impulso, no quería agarrarla con tanta fuerza.

 

—Kagome, hablo en serio —reiteró y la joven lo miró desconcertada.

 

—Inuyasha, ¿qué ocurre? —preguntó afligida—. Tú… Tú no eres así, ¿qué pasa?

 

Una parte de él, agradeció que Kagome no lo haya sentado. En otra época, ella sin duda lo habría hecho sin chistar. Se notaba que había madurado, pero si Inuyasha quería proteger a su hijo se dio cuenta que debía decirle la verdad.

 

—Hay… —Apretó los dientes sin saber cómo explicarlo. Esto sería muy difícil—. Muchas cosas cambiaron.

 

La joven parpadeó sin entenderle y era obvio que así fuera. ¿Cómo explicarle todo lo que pasó mientras ella daba sus exámenes? Tenía tantas cosas para decir. El celo, Sesshomaru, la cría. Mierda, no tenía idea cómo manejar esta situación.

 

—Ya lo creo… —dijo Kagome acariciándose el brazo que Inuyasha le apretó. En el pasado, él solía tratarla de forma brusca también, pero ese instante sintió que le habló con un tono extraño y peligroso. Eso le preocupó. Sabía que, después de esos años, Inuyasha podría haber cambiado, pero ahora se daba cuenta que no se imaginó cuánto—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué luces tan nervioso?

 

No fue capaz de contestar eso en un primer momento. Inuyasha suspiró y le sugirió a Kagome que se sentaran. Ella lo siguió y permaneció en el pasto cerca de él, observándolo de cerca. Inuyasha realmente lucía preocupado, pero no dijo nada. Esperó hasta que él hablase sin presionarlo, por más que las ganas de saber la estaban matando.

 

El problema era que no tenía idea por dónde empezar. ¿Debía contarle todo además? Sí, debía hacerlo. Kagome no se merecía que le mintiera, no podía hacerlo. No estaba seguro qué tipo de ideas tenía ella en la cabeza a raíz de ese encuentro inesperado que tuvieron, pero Inuyasha debía dejar en claro algunas cosas. No todo era tan fácil como hace tres años. Tal vez, si ella hubiera aparecido antes, no habría vivido todo lo que pasó. Sin embargo, ya estaba hecho y no podía hacerse el tonto.

 

Respiró hondo, intentando darse ánimos y sus ojos cayeron en los de esa mujer, quien le miraba con duda e impaciencia.

 

—Cuando el pozo se cerró —comenzó a hablar con dificultad— me negué a creerlo. Pensaba que eventualmente volverías y podríamos… quién sabe —Sonrió con nostalgia y supo que ella lo entendió. Tener una vida juntos—. Me quedé a vivir en la aldea y visitaba el pozo todo el tiempo, pensando que un día saldrías de ahí, pero… no fue así.

 

—Eso me dijeron —mencionó Kagome apenada. Sabía que no era su culpa, pero le dolía pensar que Inuyasha la esperó tanto tiempo y ella no pudo hacer nada. Aun así, expuso algunas dudas que aún no dejaban su mente—. Pero… ¿Cómo acabaste aquí? —Alzó una mano señalando el palacio—. Parece imposible que te lleves mejor con Sesshomaru.

 

Un escalofrío recorrió la columna de Inuyasha al oír eso. Obviamente esa mujer no se imaginaba cuánto las cosas habían cambiado y tener que decirlo era un suplicio.

 

—Sí, también me lo pareció —concordó recordando lo mucho que le costó llegar hasta hoy e incluso aún le costaba creer que esa era su vida—, pero él es… un poco menos bastardo ahora.

 

Al decir eso, provocó una pequeña risa por parte de la chica.

 

—Es bueno que hayan hecho las paces —Sonrió muy contenta—. Los hermanos no deben pelear y menos como ustedes, que siempre querían matarse —dijo sin poder contar la cantidad de veces que esos dos habían cruzado sus espadas, pero no siempre que se vieron era para combatir—. Aunque… recuerdo que Sesshomaru se preocupaba por ti —mencionó con una mirada algo nostálgica, pero Inuyasha no la miró totalmente incrédulo—. ¿Qué? Es verdad. Él vino a ayudarnos a controlarte una vez que tu lado yōkai te dominó y no buscaba matarte. Además, te ha salvado varias veces y tú a él. Incluso la última vez que peleamos con Naraku y Magatsuhi tomó posesión de tu cuerpo, Sesshomaru no quiso sacar su espada para atacar porque te estaban controlando.

 

Inuyasha permaneció en silencio mientras oía esas palabras y bajó la cabeza pensativo. ¿En serio Sesshomaru se había preocupado un poco por él en esa épocas? Le costaba creerlo, pero quizá. Aunque se imaginaba que el pensamiento de su hermano, en ese momento, era que no le dejaría el placer a otros de matar a su presa. Quién sabe, Sesshomaru era raro.

 

—Sí, es verdad… —murmuró el hanyō aún recordando cada una de esas escenas.

 

—Es importante tener buena relación con la familia —dijo Kagome con una sonrisa, pero Inuyasha parecía algo perdido en su mente—. Inuyasha —lo llamó y él levantó la mirada—. ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que no me dices?

 

Esas exigencias de nuevo le alteraron un poco. No podía dejar que ese asunto se dilate más, pero tampoco sabía cómo continuar. Sí, claro que Sesshomaru era su familia, pero ahora lo era más que nunca. Ellos tenían una familia.

 

—No es fácil… —dijo con algo de duda, pero tenía que hacerlo—. Hace unos dos años, hubo una noche donde no me sentí bien —comenzó contando desde ese momento para que la chica entendiera todo y ella lo miró con absoluta atención—. Nunca me enfermo, lo sabes bien, pero tuve fiebre y estuve muy débil algunos días.

 

—Inuyasha… eso es terrible —mencionó Kagome alarmada, pero no quiso interrumpirlo más y lo dejó seguir.

 

—No le presté atención al principio —continuó—. Luego vino el viejo Myoga y dijo un montón de estupideces que no quise escuchar, pero que al final tenía razón —Hizo una pequeña pausa, intentando organizar los acontecimientos en su cabeza y explicarlos de la forma más fácil posible—. Hay una clase entre los demonios que se llamaba beta, los cuales pueden concebir crías y cumplen el mismo rol que las hembras, pero son machos —explicó odiándose a sí mismo por tener que asumir, indirectamente, que él cumplía el rol de la hembra, aunque ya lo sabía—. Y yo… formo parte de ese grupo.

 

Kagome no le comentó nada inmediatamente, parecía bastante confundida sobre lo que acababa de decirle y aún faltaba lo peor.

 

—Eso suena… —intentó pronunciar ella, pero sólo balbuceó incoherencias—. Difícil.

 

—Lo es —contestó Inuyasha—, pero esa es la verdad.

 

—Significa que… ¿Puedes tener hijos? ¿Como una mujer?

 

El rostro de Inuyasha se puso un poco rojo cuando oyó eso y volteó la mirada. Por más que fuera verdad, oírlo le causaba un incómodo repelús. No dijo nada al respecto, sólo asintió.

 

—Es una locura —comentó ella—, pero no creo que sea imposible. Los yōkai son bastante extraños e incluso tú que sólo una mitad de tu ser lo es.

 

—Sí, pero… Eso no es todo —anunció llamando la atención de la chica nuevamente—. Esa vez que me sentí mal fue porque empecé a experimentar el celo.

 

—¿Como el de los perros?

 

—Sí… —dudó un poco al respecto, pero no prestó atención—. En fin, a raíz de eso todo se me complicó un poco porque algunos yōkai querían venir a joder conmigo para tener a sus putas crías.

 

En ese instante, se cayó porque se dio cuenta que había sido algo brusco, pero era la verdad. Sin embargo, Kagome lo miró impresionada. Ella imaginó todo de una forma muy animal y se compadeció de Inuyasha, al pensar en lo que tuvo que haber sufrido.

 

—Vaya… —mencionó aún conmocionada—. ¿Fue por eso que te mudaste de la aldea?

 

—No… —contestó y supo que aquí debía finalmente decirlo—. Con Sesshomaru… Con él… Nosotros… Ambos somos perros demonio así que fue inevitable que él… Que termináramos… ¡Ahg, rayos! ¡¿Por qué mierda tiene que ser tan difícil?!

 

—¡Inuyasha, calma! —pidió Kagome viendo lo desesperado que estaba y además porque no entendió nada de lo que decía—. Sólo dilo, no te preocupes más.

 

Un gruñido lleno de frustración salió de su boca cuando oyó esas palabras. No tenía idea cómo decirlo, así que tomó el concejo de Kagome. Sería rápido y conciso. Tomó la mano de ella y la llevó a su vientre, buscando que palpase esa parte poco crecida de su cuerpo.

 

—¿Qué…?

 

Esto fue lo que hicimos —interrumpió sin dejarla sacar la mano—. Sesshomaru se convirtió en mi compañero y lo que sientes ahí es nuestro cachorro.

 

Inuyasha no tuvo idea cómo la voz no le tembló al hablar en esta ocasión, pero finalmente pudo decirlo. Sin embargo, Kagome parecía impactada y su rostro se puso blanco un instante por la sorpresa. No sabía cómo ella podría reaccionar ante esto, pero ya se había arriesgado y sintió que era lo que debía hacer.

Notas finales:

Estos capítulos donde no hay Sesshomaru me deprimen(? De todas formas, fue intenso y difícil para mí hacerlo. Inuyasha fue muy impulsivo, pero ya veremos cómo se las arregla, al menos dijo la verdad, es un avance.

Nos vemos el sábado, si sobrevivio.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).