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Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—¿Y cuándo regresarán? —preguntó Maya mientras ayudaba a su hermana a guardar ropa y diferentes cosas dentro de un baúl.

 

Inuyasha rodó los ojos al oír esa pregunta de nuevo. ¿Cuántas veces tenía que responder eso? Aquellas niñas se ponían insoportables cuando querían.

 

—No sé —reiteró—. Supongo que en algún tiempo, no mucho.

 

No dio una respuesta clara porque simplemente no la tenía, pero era una decisión tomada que irían a ese viaje. Inuyasha y Sesshomaru prometieron que irían a la aldea luego que su hija naciera, y ya creían que era un buen momento. Las cosas en las tierras estaban tranquilas y su hija ya había crecido un poco más. Yuzu aún no tenía un año, lo cumpliría en algunos meses, pero ya estaba muy grande, aunque eso suponía que era por la sangre yōkai que corría por sus venas.

 

Inuyasha permaneció sentado en el piso junto con su hija. La niña jugaba con él y se aferraba a sus manos para hacer fuerza y lograr pararse. Por más que no lograra mantener el equilibrio debidamente, la pequeña se esforzaba mucho en intentarlo, cosa que sorprendía bastante. Incluso ya intentaba decir alguna que otra palabra, pero aún no decía nada más que sonidos.

 

—Los extrañaremos —Aya cerró el baúl con una mueca algo triste luego que acabaron de guardar todo lo que su señor y la pequeña pudieran necesitar, para luego acercarse a la niña—. ¿Verdad que usted también nos extrañará, princesa?

 

Yuzu miró atenta a la joven sirvienta e intentó contestarle con palabras que nadie entendió, pero eso fue suficiente para que ambas chicas suspiraran encantadas.

 

—Seguramente ya hable cuando regresen —mencionó la otra gemela aproximándose y le acarició la cabeza con cuidado a la niña. El caballo blanco ya le había crecido bastante.

 

—¡Es cierto! —dijo alarmada Aya y miró a Yuzu muy decidida—. A ver, princesa, inténtelo. Diga… ¿Aya? —propuso pensando que era una palabra fácil—. A-Ya, intente.

 

—Creo que Maya es más fácil… —intervino su hermana.

 

Sin embargo, el único sonido que salía de la boca de la niña era algo parecido a un ya.

 

—Bueno, es un avance —Aya se alzó de hombros sabiendo que no podía exigirle mucho, pero quería saber cuáles serían sus primeras palabras—. ¿Qué tal papá? Pa-pá, el señor Sesshomaru, pa-pá —La niña le sonrió al oírla, pero la palabra no le salió—. ¿Y mamá? Ma-má, intente, ma-má, como el señor Inu…

 

La joven se cayó porque recibió una mirada amenazante por parte de Inuyasha. ¿Qué mierda era eso de mamá? Él no era una madre, no era una mujer. Lo que le faltaba era que ese par de tontas le enseñaran a su hija a llamarlo así. Lo peor, fue a que a Yuzu pareció gustarle la palabra, pero no le salía completamente para suerte del hanyō.

 

—Lo siento, Inuyasha —se disculpó la joven y él le restó importancia.

 

—No importa —dijo él para luego mirar a su hija—. Y yo no soy mamá, mocosa de mierda.

 

Ma… —Intentó decir la niña, pero la lengua se le trababa al querer hablar.

 

—Qué no —espetó Inuyasha—. Dile mamá al idiota de Sesshomaru.

 

—No le diga así —intervino la sirvienta—. No es bueno que aprenda a decir groserías a su padre.

 

—Si su primera palabra es idiota y se la dice a Sesshomaru será genial —meditó Inuyasha, pensando en lo divertido que sería ese momento y la cara de su hermano un maravilloso chiste.

 

Las sirvientas no comprendían esa costumbre que tenía Inuyasha por insultar al señor Sesshomaru, pero a éste parecía no molestarle o no le importaba la forma en que su hermano se expresaba. ¿Sería alguna forma que tenía de tratarlo cariñosamente? Quizá.

 

En ese instante, Raiden entró al cuarto y se aproximó a donde su amo estaba. Yuzu se emocionó al ver al hōkō, más aún cuando éste le lamió el rostro. La pequeña tenía mucho cariño por él y era recíproco. A veces quizá la niña era un poco bruta, tirándole de las colas o las orejas, pero Raiden no se molestaba con ella. Él la cuidaba mucho, además que le gustaba lamerla siempre que se ensuciaba la cara y las manos a la hora de comer. Inuyasha solía fastidiarse cuando su hija arrojaba la comida para que el hōkō se ocupara de desaparecerla.

 

La presencia de la sabandija blanca sólo podía significar una cosa. Inuyasha suspiró mientras se levantaba con su niña en brazos.

 

—¿Ese tonto te envió? —preguntó con los ojos clavados en el hōkō y éste asintió—. Bien, vamos.

 

Entregó a su pequeña a una de las criadas mientras él llevaba aquel baúl y se dirigían fuera del castillo. ¿Para qué necesitaba viajar con tantas cosas? No le molestaba la idea de llevar regalos para sus amigos, pero no creía necesario tanta ropa y cosas para la niña. Él jamás había necesitado más que su traje rojo y su espada. Ahora, Inuyasha se había dado el gusto de volver a vestirse así, aunque hacía un tiempo que usaba el cabello atado en una coleta alta, más que nada para resguardarse de los continuos tirones de su hija.

 

Cuando se encontró con Sesshomaru, en los exteriores del palacio, observó que había ordenado colocar la carroza atada a Ah-Uh. Eso le pareció completamente útil. Iban a llevar algunas cosas, pero ese transporte no era necesario, aunque tal vez su tonto hermano pretendía otra cosa.

 

—No esperarás que yo vaya allí —dijo el hanyō colocando el baúl en el piso, pero la mirada de su hermano le dio a entender que justo eso era lo que pensaba—. Es ridículo, no soy ninguna damisela y Raiden puede llevarnos perfectamente.

 

El pequeño hōkō se tensó al sentirse nombrado y permaneció firme. Claro que él podía llevarlos, Inuyasha lo había entrenado bien desde que lo adoptó y podía volar por largas distancias; pero Sesshomaru parecía no estar de acuerdo. Se acercó a su pequeño hermano y no se inmutó ante la mirada molesta que éste traía.

 

—Será mucho más seguro que cuides de nuestra hija en el carruaje a que la lleves en brazos mientras vuelan —mencionó algo que le parecía muy lógico, pero Inuyasha seguía terco en su postura.

 

—¿Por qué tienes esa maldita costumbre de tratarme como si fuera tu perra? —espetó molesto, pero finalmente volteó la vista a un lado ofuscado y se cruzó de brazos—. A la vuelta irás tú en el carruaje.

 

Por más que ya hubieran tenido un cachorro, Inuyasha a veces se comportaba de una forma infantil o con algunos berrinches. A Sesshomaru no le importaba, porque era consciente que su hermanito aún era bastante joven y desligarse de esas actitudes no sería algo que pasase rápidamente. Además, así dejaría de ser él y no deseaba que eso suceda.

 

Sesshomaru observó un poco más a Inuyasha, llevó su mano al mentón de éste para enderezarle el rostro y que lo mirara. Desde que tuvieron el cachorro, lucía un poco diferente. No sabía cómo explicarlo, pero lucía radiante. Además, el que usase el cabello recogido le daba un toque más elegante. Inuyasha se parecía un poco a Inu no Taisho así, pero las blancas orejas en su cabeza se movieron recordándole quién realmente era. Quizás en el pasado las haya aborrecido, pero ahora eran uno de los rasgos que más le agradaban.

 

—Luces bien así —comentó el yōkai y el rostro de su hermanito se tornó ligeramente rojo por el cumplido.

 

Nunca, jamás, Sesshomaru le decía cosas así, pero cuando lo hacía la sangre le hervía y se le agolpaba toda en la cara. Maldito desgraciado, seguro lo hacía para que olvidara de lo enojado que estaba hace un momento y lo peor era que funcionaba. Tuvo ganas de besar a su hermano en ese instante, pero la voz de su hija balbuceando le sacó de aquel trance.

 

La pequeña se movía en los brazos de la sirvienta, quien se mostraba algo avergonzada por la escena que presenció de sus señores, pero no dijo nada. Estúpido Sesshomaru, parecía que no tenía vergüenza de nada.

 

A pesar de las quejas de Inuyasha, se resignó a viajar en la carroza, la cual era tirada por Jaken. Sí, el enano verde también iría al viaje, pero era esperarse, si el pequeño subordinado no podía estar un día sin lamerle las botas a su tonto hermano. Tomó a su hija para despedirse de las gemelas, quienes los saludaron muy tristes y diciendo que esperaban verlos volver pronto. Esas niñas eran unas exageradas, ni que se marchasen para siempre, sólo harían una visita. Se acomodó con su pequeña en brazos antes de realizar el viaje y ésta no pareció querer dormirse. Yuzu estaba algo alterada por todo el movimiento y no se quedaba quieta, cosa que le hizo pensar que fue buena idea viajar allí atrás. La condenada mocosa parecía dispuesta a querer observar todos y cada uno de los lugares sobre los que volaban, ¿tan interesante era? Suponía que sí para su mente de bebé.

 

Ella movió sus orejas y abrió sus atentos ojitos ante todos esos nuevos estímulos. Esta era la primera vez que salía desde que nació y su mirada curiosa no quería perderse de nada. Era un poco extraña, pero sin duda eso le parecía porque nunca estuvo mucho con un bebé y todo lo que su hija hacía le parecía peculiar. Sin embargo, el viaje a la aldea llevaría un tiempo y la niña acabó durmiendo cuando se aburrió. La arropó contra su cuerpo y movimiento del carro también lo arrulló un poco, aunque no sería apropiado dormirse también. Él era el adulto responsable que debía cuidar de su hija, pero el cansancio lo estaba arrastrando hacia una dulce oscuridad.

 

En las noche, aún dejaba que su pequeña durmiera con él. Yuzu ya no lloraba tanto y estaba más dispuesta a dormir sola, pero de vez en cuando pasaba las noches en el lecho de sus padres. Ya se había acostumbrado a dormir con su hija y se despertaba inmediatamente si ella se movía un poco de más. Tenía que tener cuidado porque esa enana no caminaba, pero gateaba por todos lados y podía llegar a desaparecer.

 

Toda su vida tuvo los sentidos muy desarrollados, pero ahora vigilaba muy bien a su hija, aunque jamás admitiría que eso era algo muy de madre. Le generaba mucha incomodidad pensar que él ocupaba ese rol, pero una parte de su ser sabía que era verdad. Nunca se imaginó teniendo hijos y muchos menos que él sería quien ocupara ese lugar. De todas formas, desde que empezó esa relación con Sesshomaru, sabía que él cumplía las mismas funciones de una hembra, por más que no lo fuera. Odiaba eso, pero sabía que era cierto. Dentro de él había crecido la cría y la cuidaba como una ridícula mamá gallina, pero no podía evitarlo, se trataban de unos involuntarios impulsos que nacían por sus jodidos instintos. Era muy molesto, pero ya se había acostumbrado un poco más al compañerismo que ellos compartían.

 

Sesshomaru parecía no inmutarse en cuanto al cuidado de su niña. El yōkai no se veía alterado en ningún momento y siempre lucía con esos aire de control hasta cuando debía cuidar de Yuzu, no como Inuyasha que a veces no tenía idea qué hacer, aunque quizás eso se debiera a que no estaba muy familiarizado con bebés, familias o familias yōkai. Siempre había estado solo y comprender todas las complejidades que conllevaba su unión con Sesshomaru, el apareamiento, la nueva vida con su hija; todo eso era muy difícil. Tal vez si se hubiera criado entre todas las costumbres de la sociedad yōkai no se sentiría tan perdido y quizá muchas de las cosas que vivía no le parecían tan humillantes, sino parte de lo que tenía que pasar. Deseaba poder estar tranquilo como ese idiota, pero él no era así.

 

Suspiró mientras parpadeaba para intentar mantenerse despierto. La última vez que estuvo en la aldea fue un momento muy turbio, donde acababa de perder a su otro cachorro y las cosas con Sesshomaru iban fatales. Todo parecía completamente negro durante esa época, pero ahora era muy distinto. En este momento, era capaz de decir que se llevaban bastante bien con el imbécil e incluso regresaba a ver a sus amigos cargando a su pequeña hija. En el momento en que se fue, nunca creyó que esta sería la forma en que volvería. De hecho, jamás pensó que su vida cambiaría de esta manera.

 

Cuando regresó con Sesshomaru no esperó que funcionase, pero algo dentro de él lo obligó a volver. Estuvo mucho deseando desaparecer todo lo que lo vinculara con Sesshomaru, pero, cuando finalmente creyó haberse desligado de él, algo dentro de su ser le dolió. ¿Cómo podía dolerle estar lejos del bastardo que tanto lo maltrató? Justamente porque su hermano ya no era sólo eso. Por más que le costó horrores aceptarlo, Sesshomaru era su compañero y, cuanto más tiempo pasaban juntos, ese lazo se hacía más fuerte. Ahora, estar juntos era cuestión de necesidad. Era ridículo, pero cada vez que ese tonto se alejaba de él una gran intranquilidad lo asaltaba. Estúpido Sesshomaru, ¿qué mierda le había hecho? Fuese lo que fuese, ya no había forma de deshacerlo.

 

Por más que se quejase, debía admitir que su hermano idiota hacía las cosas bien, sobre todo cuando se interesó en buscar una forma para evitar tener crías en exceso. La maldita y asquerosa funda funcionaba. Inuyasha admitía que fue algo incómoda de usar durante el celo, pero sí sirvió. Después de aparearse, dentro de él no se formó ningún cachorro y fue un gran alivio. Sin embargo, a partir de ahora debían tener que estar muy atentos cuando el celo se aproximara y estar preparados. Era algo demasiado engorroso, pero al final valdría la pena. Quién sabe cuándo volverían a tener un hijo, pero sería cuando ellos quisieran.

 

Pasaron algunas horas que apenas sintió transcurrir hasta que el carruaje descendió y notó que el viaje acabó. Su hija aún permanecía dormida entre sus brazos cuando asomó la cabeza para comprobar que estaban en la aldea y Sesshomaru le ayudó a bajar. Respiró profundamente, percibiendo el claro olor que bañaba ese lugar. Sí, ya habían llegado. Caminaron un poco hasta acercarse a las casas de la pequeña aldea y allí los fueron a recibir.

 

—¡Inuyasha! —Rin corrió al verlos llegar muy emocionada. Vaya, había crecido bastante, aunque era normal, ella tenía como once años ya—. ¡No puedo creer que hayan venido! —dijo ella muy contenta al llegar a su lado—. ¡Estoy tan feliz de verlos! ¡Hola, señor Sesshomaru, señor Jaken!

 

—¡Ya haz silencio niña tonta! —espetó el yōkai verde—. ¡Despertarás a la princesa!

 

—¿Princesa? —Allí la niña notó que Inuyasha cargaba algo entre sus brazos y tapó su boca para no gritar, pero no pudo evitar dar saltos en su lugar sin poder contenerse.

 

Una pequeña risa se le escapó al hanyō cuando la vio tan contenta. Yuzu no se había despertado aún, pero seguramente lo haría pronto, sobre todo cuando el resto de los tontos se acercaron a ellos.

 

—¡Inuyasha, volviste!

 

Los oyó gritar mientras se acercaban. Miroku y Sango llegaron con sus hijos, aunque sí se sorprendió al ver a Shippo, Kohaku y Kirara, no creía que estuvieran. El chico estaba de viaje hasta donde sabía y el enano se había ido a entrenar, pero seguramente ya habían regresado. Después de todo, había pasado más de un año. No era mucho tiempo para un demonio, pero sí para los humanos.

 

—Amigo, es bueno verte —saludó Miroku con una sonrisa. Las gemelas de éste, quienes ya tenían como cuatro años estaban enormes y se sorprendió que ellas lo reconocieran y saludaran.

 

—Te extrañamos mucho, Inuyasha —sonrió Sango, quien traía a su hijo en brazos. La última vez que vio a ese mocoso era un bebé diminuto y ahora había crecido muchísimo también.

 

—Ya creíamos que nunca te íbamos a volver a ver —comentó con sorna Shippo saltando al hombro del monje.

 

—Eso quisieras, enano —espetó rodando los ojos. En otra época hubiera golpeado a ese zorro, pero ahora no podía hacerlo—. Pasó algo de tiempo, pero dijimos que vendríamos.

 

—Qué bueno —mencionó la exterminadora y no pudo evitar fijarse en que traían bastante equipaje, pero lo que en verdad le llamó la atención fue lo que cargaba en sus brazos—. ¿Es…?

 

La muchacha no terminó la frase y sólo lo miró expectante, al igual que todos allí. Sabía que ese momento era inevitable, después de todo para eso venía.

 

—Sí… —contestó mirando a su hija—. Estaba muy inquieta mientras veníamos, pero acabó durmiéndose.

 

—Oh, vaya… —Sango se acercó a mirar a la bebé y ladeó la cabeza con la ternura implantada en su rostro—. Es hermosa.

 

Pronto, varios del grupo se acercaron a querer ver a su niña. Era un poco molesto estar rodeado de tanta gente, pero resultaba inevitable. Sesshomaru se mantuvo apartado en ese momento, dejando que Inuyasha se reencontrara con sus amigos y presentara a su hija. No deseaba participar de eso, era parte de algo entre humanos que él no planeaba intervenir.

 

—Qué niña tan linda —comentó Miroku al verla—. Felicitaciones, Inuyasha.

 

—Es igual a ti —Shippo arqueó una ceja al verla—. Tiene las mismas orejas de perro.

 

—Sí, pero la luna en su frente es como la del señor Sesshomaru —acotó Rin con una gran sonrisa.

 

Una pequeña risa se le escapó a Inuyasha al oír eso y asintió. Ella era un pequeña mezcla de ambos. Yuzu se removió entre sus brazos ante tanto ruido y las voces desconocidas empezando a despertarse. La niña abrió sus ojos dorados para mirar donde estaba e inevitablemente se puso un poco nerviosa y apretó las ropas de Inuyasha entre sus manos. Fue extraño cuando oyó a sus amigos hablándole como unos tontos a su hija. Eso le hizo arquear una ceja, aunque no era la primera vez que alguien le hablaba así a Yuzu, la gente en el palacio solían a hablarle como si tuvieran la lengua hinchada y les dificultara el habla. No le importaba, él le hablaba a su hija con una voz normal y a ella no parecía importarle. Ya había abandonado su orgullo en otras circunstancias, no planeaba quedar en ridículo una vez más.

 

—¿Y qué tanto trajeron? —indagó Shippo viendo el equipaje—. ¿Acaso se van a mudar?

 

—¿Van a quedarse, señor Sesshomaru? —preguntó Rin al yōkai y éste negó con la cabeza.

 

—Son algunos presentes —contestó, generando más intriga en la niña.

 

Sesshomaru le ordenó a Jaken descargar las cosas y él enano verde lo hizo a regañadientes, pero sabía que debía hacer caso. Sus amigos sugirieron que era una ocasión para festejar y no se negó. Para eso venía después de todo, para comer y estar con ese grupo de tontos.

 

Se dirigieron a la cabaña de la anciana Kaede hablando de diferentes cosas y riendo, pero la cara que puso la vieja cuando le prestó a su hija fue impresionante. Conocía a esa mujer hacía tantos años, que ella seguro jamás imaginó verlo de esta forma, con una familia y presentándole su descendencia. Inuyasha dejó que la sacerdotisa sujetara a su pequeña niña y Yuzu parpadeó mientras observaba a la anciana con mucha atención. La niña estiró sus manos para tocarle la cara, como si estuviera intrigada ante la nueva persona que conocía. Kaede rió ante eso y miró al hanyō.

 

—Parece que no te va mal, Inuyasha —comentó la vieja sonriendo aún con la niña en brazos—. Has tenido una bella hija.

 

—Sí, eso dices porque aún no te vomitó o intentó arrancarte el cabello —comentó provocando otra risa de la vieja y de sus amigos.

 

—Eso es parte de ser padre —comentó Miroku sintiéndose muy identificado con las experiencias que le oyó.

 

—O madre…

 

—¡Vuelve a decir eso y te aplastaré enano! —Golpeó la cabeza de Shippo con la sensación que hace años no lo hacía y fue ligeramente revitalizante.

 

—¡No me pegues! —llorisqueó el zorro—. ¡Eres una mala madre, perro tonto!

 

Su pelea era bastante típica. Por más que crecieran y pasaran los años, había cosas que no cambiaban. Algo que distrajo a Inuyasha, fue la risa de Yuzu. Ella lo miraba divertida desde los brazos de la anciana y aplaudió contenta. Enana loca que disfrutaba de verlo pelear, era una sádica como el idiota de su padre.

 

Pasar el día allí fue agradable, hacía mucho que no tenían un día tan ajetreado, pero también estuvo divertido. Entregaron esos regalos que trajeron y las niñas fueron quienes más se emocionaron. Inuyasha creyó que era lo que menos podía hacer después de tanto estando separados, aunque pasaron más tiempo conversando que otra cosa. Había bastante que contar y ponerse al día.

 

Luego de entrar un poco más en confianza, Yuzu se dejó abrazar por Rin y Sango. Ellas jugaron un poco con la niña, pero la pequeña negó con la cabeza cuando quisieron tocar sus orejas. Estaba bien, a él tampoco le gustaba cuando se las tocaban —aunque a veces dejaba a Sesshomaru hacerlo en momento íntimos— y su hija, por más que fuera una bebé, tenía suficiente impronta para mostrar si algo no le gustaba. Yuzu intentaba charlar también y hacía sonidos que provocaban ternura en sus amigos, pero nada salía claramente de su boca. Sin duda pronto hablaría si seguía esforzándose así.

 

En el palacio no la pasaban mal, pero la calidez que se respiraba en ese lugar era inigualable, una sensación que sintió también cuando probó la comida que hizo la vieja con la ayuda de Sango. Un suspiro placentero salió de sus labios cuando finalmente comió, pero antes tuvo que darle de comer a su hija, aunque ella se entretuvo largo rato comiendo un pedazo de pan y finalmente también cenó. Las comidas con su niña siempre eran una locura, pero a sus amigos les pasaba lo mismo, después de todo ellos también tenían un niño pequeño. Rin ayudó con mucho gusto a cuidar de Yuzu, quien pareció sentirse muy cómoda entre todas esas personas y en ese ambiente.

 

La cantidad de días exactos en que se quedarían era incierta, pero la realidad era que pasarían la noche allí. En la cabaña de Kaede no había gran espacio, por lo que Inuyasha consideró que tal vez dormirían al aire libre. Para él y Sesshomaru no era problema, pero ahora no eran ellos por quienes debían velar. Tener una niña implicaba otro tipo de responsabilidades, así que tenían que priorizar lo mejor para ella.

 

Algo que no esperaron fue que Kohaku les ofreció el lugar donde se estaba quedando. El joven exterminador expresó que ahora era complicado quedarse en la casa de su hermana por el poco espacio y el escándalo que allí se había instalado con los niños, por lo que le habían prestado una casa deshabitada que había en el pueblo. Era modesta, pero no tenía problema en dejarlos quedarse allí y él podría permanecer con Kaede.

 

Por un momento, lo pensaron. Inuyasha sabía que, si no aceptaban eso, debía quedarse junto a la vieja y dormir con su hija solamente, porque era consciente que Sesshomaru no permanecería allí. Sin embargo, esto daba una nueva posibilidad. Aceptaron el ofrecimiento de Kohaku y en la noche se dirigieron a ese pequeño hogar. No importó el tamaño o lo sencillo en esa cabaña. Era un lugar cálido y con eso alcanzaba. Sus amigos fueron muy hospitalarios, pero se debía al gran cariño que compartían, ellos eran cálidos.

 

Fue una suerte que esa noche su hija se durmiera rápidamente. Ante tanto estímulo, Yuzu cayó exhausta entre sus brazos mucho antes de llegar a la casa. Acomodó a su niña en una pequeña cuna hecha de mimbre que habían traído y pensó que seguramente no tendría las energías para despertarse llorando esa noche. Un poco de descanso no vendría mal, incluso el mismo Inuyasha sentía algo de peso sobre sus hombros después de todo ese movimiento.

 

Apartó los ojos de su pequeña para mirar a un lado y se encontró con los ojos de su hermano. Sesshomaru estaba ahí, junto a ellos. Eran una familia, lo sabía, por más que sintiera que su interior vibraba al pesarlo.

 

—Acércate —dijo Sesshomaru extendiendo uno de sus brazos e Inuyasha parpadeó con lentitud sin dejar de observarlo.

 

No estuvo seguro qué pretendía, pero tampoco se esforzó en pensarlo mucho. Confiaba en su hermano. Ahora podía decir que era capaz de confiar en él con los ojos cerrados. Al pensar en el pasado y considerar cómo estaban ahora, era demasiado impresionante. Sin embargo, esta era su verdad, su vida y lo que quería.

 

Tomó la mano de su hermano y se acercó más a él. Sesshomaru se sentó recargando la espalda contra la pared e Inuyasha se acomodó entre sus piernas. No era la primera vez que hacían esto, que Sesshomaru lo cubría de esa forma tan protectora y acogedora. Inuyasha sintió cómo su espalda chocaba contra el cuerpo de su hermano y no pudo evitar dar un suspiro de alivio cuando los brazos de éste le rodearon. La forma en que los brazos de ese tonto le hacían sentir era inexplicable. Inuyasha cerró los ojos y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sintió la respiración de su compañero acariciándole el cuello.

 

—¿Fue como lo esperabas? —preguntó el yōkai, provocando que abra los ojos nuevamente.

 

—No esperaba nada en realidad —contestó Inuyasha sabiendo que se refería al viaje—, pero es agradable salir del palacio.

 

Hacía un largo tiempo que deseaba salir, pero los cuidados de su niña se lo impedían. Sabía que Sesshomaru le dijo que participaría de las campañas militares y las vigilancias que él solía hacer, pero también recordaba que su hermano dijo que en ciertas circunstancias debería quedarse. Una de esas era precisamente su pequeña. Le dolía un poco el orgullo, pero Inuyasha tampoco se quejó a la hora de quedarse a cuidar a su hija. Él cuidaría de Yuzu, quería hacerlo, sin importar que lo hiciese ver aún más como una madre.

 

—Nuestra hija ha crecido mucho —comentó Sesshomaru con tranquilidad—. Quisiera que volvieras a acompañarme.

 

Una pequeña sonrisa se le escapó al hanyō al oír eso. De vez en cuando, hablaban con Sesshomaru del tema. Ya no discutía al respecto, sabía perfectamente que pronto volvería a estar más activo, pero que su hermano quisiera que estuviera a su lado le llenaba de dicha.

 

—Tranquilo —Inuyasha colocó sus manos sobre las de Sesshomaru, las cuales no dejaban de abrazarle. Volteó un poco su rostro, lo suficiente para poder verlo—. Pronto iré a protegerte de los quieran venir a joder.

 

Tuvo la impresión que su pequeña broma le dio gracia a Sesshomaru, pero no se fijó porque éste lo besó antes. Era incómodo estar así, pero no deseó moverse. Disfrutó de los labios de su hermano sin querer separarse un momento. Por más que Inuyasha cumpliera el rol de hembra en esa relación, no le importaba, porque Sesshomaru era suyo. Nadie más podía tocarlo, nadie más podía tenerlo, nadie más podía darle crías. Entre sus manos tenía al yōkai más poderoso, aunque también él le pertenecía a su hermano totalmente. Ese era el nivel de entrega que tenían, más singular que cualquier simple enlace demoníaco.

Notas finales:

Espero que les haya gustado el capítulo. Tenían que ir de visita en algún momento, aunque es difícil escribir con tantos personajes. En fin, gracias por haber leído.

Les quería dejar, además, una respuesta que le di a una persona en otra plataforma donde subo la historia que me escribió anónimame, por lo que no le pude contestar de forma privada, y se mostró inconforme sobre el hecho que Inuyasha es "mamá" o considerado así en esta historia. Tal vez también tengan dudas similares o pensamientos así en cuanto a las cuestiones de género o los roles dispuestos en esta historia, pero quería dejarles la respuesta que les di por si les interesa leerla y saber qué pienso al respecto.

Nos vemos.

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Hola. No, no me molesté por tu comentario, al contrario, me quedé pensando cómo contestarte y cuáles serían las mejores palabras para expresarme. Quiero concentrarme para poder explicarte con claridad lo que yo pienso y siempre esperé al hacer el fanfic. Primero que nada, justamente lo que yo quiero lograr en esta historia es desligar el género de los roles de mamá y papá. Este fanfic gira entorno a un tema de apareamiento, por lo tanto los roles reproductivos son importantes y, en el mundo que ellos viven, el género no es una cuestión de vital importancia para lograr los fines reproductivos. Por lo tanto, al estar el género desligado de los roles reproductivos, también lo está en cuanto a los roles de crianza de los hijos. Lo que me refiero y quise lograr en este fanfic fue que el rol de "mamá" corresponda a Inuyasha porque fue quien tuvo la cría, no porque sea una mujer o porque haya una intención de feminizarlo, todo lo contrario. No sé si me leen cientos de personas, pero los que lo hacen, yo espero que ellos comprendan que esto es a lo que quiero llegar: Que los roles de paternidad no tienen que ver con el género. Que Inuyasha sea "mamá" no significa que sea mujer, sino que es quien tuvo a su hija. Él cree, en la historia, que ser "mamá" es lo mismo que ser mujer y por eso no le gusta, esto mismo es lo que quiero cambiar a medida que avance la trama; que se dé cuenta que por cumplir ese rol de crianza no es ni mujer ni deja de ser él mismo. Además, en ningún momento dije que Sesshomaru no cuidara a su hija de la misma forma que lo hace Inuyasha. No tiene que ver con un rol de género, sino con uno de crianza donde los géneros que ellos tengan o se sientan identificados son completamente indiferentes. Esto lo hice porque, reitero, es una historia donde hay un rito de apareamiento similar al utilizado en el omegaverse. Si yo hubiera hecho un fanfic, por ejemplo, donde Inuyasha y Sesshomaru vivieran en un mundo contemporáneo, un fanfic AU, y decidieran adoptar un hijo; ahí habría tomado otras decisiones. En el caso de este supuesto, seguramente Inuyasha y Sesshomaru serían los dos "papá", pero eso es debido al contexto donde los pongo que es un AU contemporáneo. En este fanfic que hago, de época antigua y donde giran estas cuestiones y devenires animales en cuanto al apareamiento en los cuales el género es indiferente en cuanto a la reproducción; también considero que los roles de crianza se desligan de igual forma del género.

Ahora, sobre la cuestión de la palabra "puta": La serie de Inuyasha, de hecho, está basada en una era japonesa que es la Sengoku (alrededor del año 1500) y es un mundo completamente machista. No sé si habrás visto la serie hace mucho tiempo o cuando estabas en tu infancia, pero fue una de las primeras cosas que noté cuando leí el manga. El mundo de Inuyasha es machista y si yo quiero hacer un fanfic que vaya acorde con este universo, mi fanfic tiene que seguir algunos de sus cánones, pero eso no significa que yo piense de esa forma. Por su parte, el personaje de Inuyasha es machista también y se puede ver por cómo trata a las mujeres. Además, es mal hablando, grosero y despectivo; y no me parece descabellado que le diga "puta" a cualquier amenaza que pueda sentir con respecto a Sesshomaru.

Tal vez no estés de acuerdo con lo que pienso. Yo también me he educado sobre estos temas y he consultado estas ideas con gente que sabe mucho más que yo, por lo que no es algo que se me ocurrió de la noche a la mañana, sino que es una idea que pensé hace bastante tiempo y tuvo su trabajo y discusión hasta terminar de esto. Ojalá tuvieras una cuenta para que discutamos en privado, pero esto es básicamente lo que tengo para decirte. Espero que lo entiendas o si no... Bueno, no tenes por qué estar de acuerdo supongo. Gracias por tu amabilidad, y hasta la próxima.


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