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Flor de Almendro por Zils

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Notas del capitulo:

¡Disfruten el capítulo!

— ¿Disculpa? —la impresión había sido tanta que Aido no se pudo aguantar la expresión.

La oji azul solo sonrió tranquila; esperaba esa reacción. Tomó asiento al lado de su padre y el oji amatista; Seiren se mantenía tras ella.

Ruka fue la primera en reaccionar. Se levantó e hizo una pronunciada reverencia a la oji azul.

— Mi nombre es Souen Ruka, un gusto conocerla, Eylean-sama.

Rápidamente los demás nobles imitaron su acción.

— Ichigo Takuma, un placer, Eylean-sama.

— Kain Akatsuki, majestad.

— Aido Hanabusa, para servirle, Eylean-sama.

La mayor simplemente les dedicó una dulce sonrisa, y una inclinación de cabeza.

— Kiryuu Zero. —se presentó, inclinando levemente la cabeza, sin abandonar su lugar.

— Hirakawa Neith, mejor amiga humana de Kana. — ella simplemente levanto la mano a modo de saludo. Esos vampiros tenían unos modales de la edad media.

Eylean miró a su padre unos segundos; su presencia era humana, sus recuerdos ya no estaban; pudo darse cuenta de ello apenas lo vio. Lo habían despertado como humano usando el método que ella investigaba; y, siendo la creadora, sabía perfectamente que su duración era limitada. Más pronto que tarde los recuerdos volverían a él, así como los genes vampíricos despertarían.

Prefería que aquello durara un tiempo más. Era la primera vez que la enorme carga en los hombros de su padre desaparecía.

— Aún estás muy débil. —Eylean tomó la mano del castaño entre las suyas. — ¿Por qué no van Neith y tú a descansar? Mañana nos pondremos al día.

— Pero...—el reclamo quedó a medias, la mirada que le dedicó la oji azul le decía claramente: "Te esperaré", y él confiaba en ella aun cuando no recordara más que su fas infantil. —Está bien.

Le dio una caricia al cabello de su hija, y le tendió una mano a su amiga. Neith se tragó las mil y un preguntas que tenía y aceptó la mano extendida; algo les estaban escondiendo y presentía que no era exactamente culpa de su presencia. Algo escondían de Kaname, y solo esperaba que fuera por su bien.

Dos cabecitas rubias ceniza los esperaban al final de las escaleras con sus ojitos llorosos y sus manitos temblando.

— ¿Kana? —ambas vocecitas sonaron angustiadas.

— Todo está bien. —abrazó a ambas niñas, reconfortándolas. — Ella es Neith. —señaló a la peli morada— ¿Qué les parece si jugamos un rato los tres?

Las niñas asintieron, no muy convencidas, y Neith supo que sería una larga noche.

Si tan solo me agradaran los niños pequeños.


*

*

*


Takuma fue el primero en romper el silencio.

— Entonces...Kaname es, digo, fue, el primer rey. — si bien lo que les había dicho Zero sobre los recuerdos del castaño daba a entender que él había vivido muchísimos años, no se esperaban que realmente fuera el primer rey. El legendario primer rey.

¿Por qué jamás sintieron esa fuerza abrumadora que debería tener Kuran Kaname?

Si hubiese querido, podría haber acabado con toda esa revolución con un solo movimiento de mano. Hubiese terminado con Rido, sobreponiéndose a su poder.

¿Qué fue lo que le detuvo? ¿Por qué estaba tan débil?

— ¿Por qué razón la despertaste? ¿Fue esa la misión que te dio Kaname-sama? —Akatsuki comenzó con las preguntas, posando su mirada en Seiren.

Kaname-sama me dio una misión. Debía recuperar cierto objeto que había dejado guardado, en caso que dicho objeto no estuviera en su lugar tenía que despertar a... Eylean —mencionó el nombre de la castaña con cierta incomodidad. Lo informal no era lo suyo. — Él dijo que ella sabría qué hacer.

— ¿Qué era ese objeto y por qué quería recuperarlo? —la voz de Zero sonó autoritaria.

— No lo sé. Lo único que me dijo fue que tenía que recuperar aquello.

Las miradas se posaron esta vez en la castaña.

— Muy a mi pesar, no sé exactamente qué objeto requería de mi presencia para ser recuperado. —la castaña fijó su mirada en la pared frente a ella. Podía sentir la presencia de esa habitación; lo que allí estaba guardado. — El clan Kuran es guardián de incontables secretos. Si uno de ellos se ha salido de control, no tardaré en saberlo.

Hanabusa frunció el ceño. ¿Debían esperar hasta que el enemigo se presentara en la puerta de la mansión para hacer algo? ¿Acaso no había ni una sola pista para saber cuál era el dichoso objeto?

— No quiero que pongan un pie fuera de la mansión, por ningún motivo. — Zero se levantó del sofá. Cientos de ideas revoloteando desagradablemente en su cabeza. — ¿Cuento con su ayuda para protegerlos? —preguntó dirigiéndose a la castaña.

— No lo dudes.

Tras esa respuesta Zero se retiró. Eylean no tardo en seguirlo luego de desearles un buen descanso.

Una única pregunta se alzaba entre los nobles.

¿Cuáles eran los secretos del clan Kuran?


*

*

*


Todo se volvía cada vez más confuso y, a la vez, cada cosa tomaba su lugar. La migraña no lo dejaba pensar en paz —cosa extraña en un vampiro—, y la molesta impresión de que aquella sangre pura ocultaba información no ayudaba a mejorar las cosas.

Para empeorar todo, aún tenía los nervios de punta.

Unos suaves golpecitos en la puerta captaron su atención.

Y hablando del rey de Roma...

— Adelante.

La oji azul entró con porte elegante. Cerró suavemente la puerta tras ella y se plantó frente a él. Su mirada tenía un matiz nostálgico y preocupado.

— Me gustaría agradecerte por cuidar de mi padre. —hizo una pausa, sin apartar la mirada del joven frente a ella. — Y también...Sé que ahora es "humano", así como también sé que método fue usado en el proceso. No durará mucho tiempo.

Zero desvió la mirada.

— Lo sé.

— Un mes, para ser exactos.

Aquello si le cayó como agua fría. Sabía que le quedaba poco tiempo, pero jamás esperó tener una fecha exacta. La incertidumbre le daba cierta esperanza; "poco tiempo" podía ser un una semana, dos meses, un año... Pero esto era diferente. Perdería a Kaname en un mes. Aquel niño risueño y cariñoso se esfumaría en un mes, como si jamás hubiera existido.

Se sentó en el asiento más cercano. Se le salían las cosas de las manos y el acogedor control que mantenía en su vida desaparecía con el viento, como si de una torre de cartas se tratara.

— Zero. —Eylean lo llamó con voz suave, sentándose a su lado, ofreciéndole la calma que su sola presencia era capaz de otorgar. — Sé que mi padre es alguien importante para ti. En tus ojos pude ver la angustia por protegerlo...y ahora puedo ver que no quieres perderlo. —pudo ver la tensión en los hombros del cazador. — No sé qué relación había entre ambos antes de que despertara como humano, pero ahora él confía en ti. Eres su pilar fundamental y puedes ayudarlo...sólo te pido que no lo abandones.

¿Abandonarlo? Eso en ningún momento se le paso por la mente. No podría. La sola idea le daba repugnancia. Y, aun así, dudaba. Tenía miedo de que el castaño lo alejara cuando recordara todo.

— Se ha vuelto como uno de mis hijos. No podría abandonarlo.

Eylean abrió la boca, a punto de soltar una verdad obvia para ella, pero calló. No era el momento. No era su asunto.

En las cosas del amor, es mejor no entrometerse.

*

*

*

Aquel tipo la estaba haciendo enojar. Su mirada de superioridad y esa forma tan petulante de hablar le ponían los pelos de punta. Los demás miembros parecían satisfechos con el nuevo integrante; más de alguno no pudo aguantarse la sonrisita de sorna.

Debía admitir que el tipo emitía un aura poderosa; poderosa y oscura, intimidante. Pero sus rasgos faciales le distinguían mucho de un sangre pura; no poseía ni la sombra de la belleza etérea que les caracterizaba.

Y parecía empeñado en criticar sutilmente su trabajo.

— Majestad, como le decía, en los últimos años se han reportado bajas solo de nuestro lado, mientras que los cazadores siguen barriendo con las zonas exteriores. ¿Qué nos asegura que no actúan por debajo de nuestros pies? Hace semanas que el clan Toma no se hace presente. ¿Qué nos asegura que no hayan sido atacados por cazadores? Nosotros respetamos el pacto, pero no podemos asegurar que ellos hagan lo mismo.

— Señor Kilam, sin pruebas contundentes de sus palabras no puedo hacer nada. Iniciar una guerra por especulaciones y presunciones injustificadas, va en contra de los principios de este consejo. — su voz sonó solemne y autoritaria. — Aquella época de revoluciones quedó en el pasado. Se llegó a un tratado y estamos en paz.

— Siendo una raza superior, estamos de brazos cruzados frente a los humanos que nos atacan. —dijo con falso pesar el joven pelinegro.

— Si fue aceptado en este consejo es porque el clan Ouri lo considera competente para representarlos. Le aconsejo, estudie bien los preceptos que guían a la Corte. Si tiene alguna acusación adecuadamente fundamentada, será tomada en cuenta.

— Por supuesto, majestad. —Kilam le dedicó una sonrisa amable y una inclinación de cabeza.

Ella se levantó dando por finalizada la reunión. Las reverencias no se hicieron de esperar. Ren caminaba tras ella, atento a cualquier movimiento extraño.

Ese tipo sin dudas le desagradaba, apenas se enteró cuando sería la reunión para presentarlo le pidió a Mitsuki que le dejara acompañarla. Ella no dudó en aceptar.

Caminó directo a la salida. No quería estar un segundo más allí.

—Vigila a Kilam. —murmuró antes de subir al auto junto a su hermano.

—Como diga, majestad—susurró una sombra tras ella.

Ren conducía en silencio, esperando el momento en su hermana hiciera un berrinche, esta vez totalmente justificado.

— ¡Odio a ese tipo!

Ahí está.

— ¡Maldito Luka Kilam!...Algo oculta. Nadie tiene tal poder sin ser un sangre pura. ¿Cómo lo obtuvo?

— No estoy seguro. Pero tampoco me da buena espina. Además el resto parece feliz con él... Algo planean, Mitsuki.

— Eso no lo dudo... ¿Una revolución entre los nuestros? Es lo único que falta... No creo poder lidiar con esto.

— Puedes. Eres la reina.

— Soy reina porque soy Kuran, Ren. No es como hubiera pasado por alguna prueba. Hay sangres pura más fuertes que yo.

— Si dudas de tu poder, más débil serás... No estás sola. Recuérdalo.

Sonrió. Su hermanito siempre lograba subirle el ánimo.

Aunque en el fondo seguía dudando.

¿Cómo detenerlos a todos?

 

*

*

*

 

Ahí estaba de nuevo. Sentado frente a Yuuki; frente a aquella pequeña planta donde esparció las cenizas de su amada. Encendió las velas una a una, de forma pausada. Encendió un incienso: vainilla, el favorito de la castaña. Regó las flores con cuidado, con cariño. Y luego se sentó en aquel pequeño banquito.

No quería que el mayor recordara. No quería perderlo.

Sabía que el castaño no tardaría en recordar a Yuuki, y no se sentía preparado para contarle de ella. ¡Ni siquiera sabía exactamente qué era lo que sentía Kaname por ella! ¿Qué podría decirle?

Te casaste con Yuuki, tu supuesta hermana menor, antes que entregaras tu corazón a la fundición. Nos pediste que fuéramos felices juntos, tuvimos un hijo, formamos una familia. ¡Ah, por cierto! Mitsuki es tu hija, Yuuki estaba embarazada antes que entraras en letargo.

No estaba alejado de los hechos.

Pero simplemente no quería. ¿Y si Kaname realmente amaba a Yuuki? ¿Y si aquel sentimiento volvía? ¿Cómo podría lidiar con el corazón roto del castaño? Kuran tenía un pequeño complejo de mártir cargando culpas que no le correspondían. Se destrozaría al saber que ella dio su vida por él.

Pero... ¿Qué era exactamente lo que no quería? ¿Que el castaño se sintiera culpable? ¿Que recordara a Yuuki? ¿Que la amara? ¿Que volviera a ser Kuran Kaname, rey de los vampiros?

Su cabeza era un revoltijo de pensamientos y sentimientos.

¿Cuándo el castaño se había metido tan hondo en su corazón, al punto de que la idea de perderlo fuera insoportable?

¿Qué está pasando conmigo?



*

*

*


— ¿Sientes eso?

—Sí.

Mitsuki no esperó más y entró felizmente a la casa. ¡Seiren había vuelto! Sentía su sutil presencia en casa; así como sentía otra presencia más: un sangre pura.

Le restó importancia al nuevo vampiro en la mansión, y avanzó al comedor. Sentados estaban: Seiren, los nobles, su papá y una chica peli morada, que supuso era Neith.

Era raro que los demás estuvieran despiertos a esa hora de la mañana; desde que terminó el entrenamiento solían dormir hasta tarde. Sin embargo, dejó pasar ese detallito para ir a saludar a la oji lila.

— ¡Seiren! ¡No sabes cuánto te extrañé! —abrazó con fuerza a la nombrada. — ¿Te quedarás?

— Sí. —sonrió.

Ren saludó a Seiren, con un abrazo al igual como lo había hecho su hermana. Después pasó a saludar a Neith. Con todas las veces que tuvo que recoger a Kaname o llevarlo con la peli morada, ya se conocían un poquito. Digamos que se llevaban bien.

— Tú debes ser Neith, ¿no? — Mitsuki se acercó a la más bajita. — Gracias por cuidar de Kaname.

— Es un placer cuidar de mi querido amigo. —sonrió. — Mitsuki, ¿no? Kana, habla mucho de ti. — alzo una mano. — No te preocupes, son puros halagos.

—Hablando de Kaname, ¿Dónde está? ¿Y quién es el sangre pura? —preguntó mirando su papá.

La tensión aumentó drásticamente. Ren lo notó perfectamente.

— ¿Ocurrió algo?

— Sí. — Zero miro a sus hijos. Aquello era otra cosa con la que tenía que lidiar. — Ayer atacaron a Kaname. Todos se vieron involucrados, en realidad. Fueron unos vampiros nivel D sin presencia. Su fuerza era equiparable a un sangre pura.

— ¡¿Está bien?! ¡¿Todos están bien?!

— Todos están bien. —mantuvo el tono tranquilo para no alterar más a su hija. — Kaname está bien. La situación se controló y no hubo mayor problema.

— ¿Pero? —preguntó Ren. — Hay algo más.

— Sí...Descubrimos algo más. —buscaba las palabras para explicar la situación, cuando dos figuras entraron al comedor.

Mitsuki se quedó en blanco. ¿Quién era aquella mujer? ¿Por qué se parecía tanto a su padre? ¡¿Por qué venían tomados de las manos?!

—Buenos días. — saludó el castaño en general, ajeno a la tensión de todos.

— Buen día. — la oji azul hizo una ligera inclinación de cabeza.

— Buen día. —Mitsuki retomó su postura erguida, segura. Aquella que tenía ante los otros vampiros. — Disculpe, ¿Quién es usted?

Los nobles se miraron entre ellos. Kaname sonrió.

— Kuran Eylean, un gusto. —sonrió. Las caras sorprendidas de ambos niños le causaron ternura; se parecían tanto a sus hijos. — Tengo entendido que eres la nueva reina.

— Sí...— No entendía nada. Realmente no entendía nada. — Me habían dicho que el único miembro de ese clan era Kaname. —se omitió a si misma por obvias razones.

— No lo he comprobado aún pero si mal no recuerdo Hibiki, el quinto rey, sigue en letargo. —por los recuerdos contenidos en la sangre de su padre, pudo ver la figura dormida de su biznieto en el mismo lugar donde ella lo había dejado.

La cara de consternación esta vez fue de todos. Nadie esperaba que otro miembro de la familia Kuran estuviera con vida.

—Por supuesto, a él no conviene despertarlo. Entró en letargo durante una guerra, sumándole su complejo de vengador, no sería alguien fácil de llevar. — asintió, afirmando sus palabras. — De cualquier forma, es un placer conocerla, majestad.

— Aun no comprendo... ¿Quién la despertó y por qué lo hicieron? —el hecho de tener un dormido pariente era lo de menos. ¿Por qué su padre se veía tan cómodo con ella?

— Seiren la despertó por orden de Kuran. —Se adelantó a responder Zero. —Hay mucho que explicar. Lo más urgente es que Eylean se quedará con nosotros. Y no quiero que abandonen la mansión a menos que sea estrictamente necesario. En tal caso, los acompañaré.

Mitsuki asintió.

El desayuno transcurrió en un tenso silencio.

 

*

*

*

 

— ¿Nos puedes explicar qué demonios está pasando? —increpó susurrando la menor.

Zero dudó un instante. Sus hijos habían ido a su despacho apenas terminó el desayuno —el cual, por cierto, fue muy incómodo. —buscando explicaciones.

— Kuran le dio a Seiren la orden de recuperar cierto objeto, en caso de que el objeto no estuviera debía despertar a su hija, Kuran Eylean. Ella se encargaría de recuperarlo.

— ¿Su hija? ¡¿Padre tuvo otra hija?! —interrumpió la castaña.

— Kuran Kaname, tu padre, es el primer rey de los vampiros. Él formó el clan Kuran al casarse con no sé quién, y tuvo una hija, Eylean, quien luego tomó su papel como el segundo rey. —sabía que su pequeña estaría consternada, así que se armó de paciencia para explicar lo mejor que podía, una historia que ni él mismo terminaba de entender. —Kaname y Yuuki, nunca fueron hermanos, son en realidad ancestro y descendiente. Cómo se llegó a ello, es algo que solo Kaname sabe.

Mitsuki se aferró con fuerza al brazo de su hermano para no caer de lleno al suelo. Estaba más que impactada. Su madre le había contado esa tradición de las familias sangre pura en casarse entre hermanos; por lo que ella asumió que sus padres lo eran. Ahora no sólo se enteraba que tenía una hermana/ ancestro de 10 milenios; sino que su padre era el primer rey, y esa misma hermana/ ancestro de 10 milenios, el segundo rey. Ella era él decimo rey...Era una diferencia de miles de años.

Su padre y hermana eran leyendas. Todo vampiro conocía al legendario primer rey, quien consolidó la monarquía entre los vampiros y consiguió paz entre humanos y vampiros, por vez primera; el segundo rey era conocido como Osiris, el antiguo dios egipcio del inframundo, se decía que con solo sentir su presencia se acababan las revueltas, que con solo un movimiento de mano derrotó a un ejército completo de nobles y, a pesar de ello, fue el rey más amado tanto entre vampiros como humanos.

¿Podría siquiera llamar hermana a esa mujer tan insigne?

En comparación a ellos, ella estaba asustada de tener una pequeña revolución entre el consejo. Patético.

Sumándole el hecho que su padre no tenía idea que ella era su hija. Nunca le había contado. Se sentía doblemente miserable.

Ren rodeo sus hombros con su brazo. Sonrió, su hermanito la consolaba a su manera.

— ¿Qué objeto le mando a recuperar? —preguntó Ren.

— No lo sabemos. Tal parece que los Kuran ocultan muchos secretos. Secretos que se mantuvieron en los dos primeros mandos.

— Ese objeto, tiene que ver con los niveles E y D sin presencia, y con el ataque de ayer ¿cierto?—preguntó el peli plata menor.

— Seguramente. Por eso debemos permanecer aquí. Haremos de la mansión un lugar seguro.

Zero se levantó del asiento tras su escritorio, y se acercó a sus hijos. Les dio una ligera caricia en sus cabecitas antes de abrazarlos.

Aquel abrazo expresaba mucho más que palabras.

Se avecinaban tiempos difíciles.


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