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PRAGMA por AkumaBelial

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Notas del capitulo:

Para que no haya confusión, les recuerdo que los pensamientos están marcados con comillas angulares; y la voz del otro lado de la línea telefónica, con comillas inglesas. 

CAPÍTULO 4. LLAMADA INOPORTUNA

 

«Esto no puede estar pasando».

 

En la fotografía que había subido Yurio, su rostro se acercaba peligrosamente al de Viktor. Como si estuviera a punto de besarlo.

 

Las manos del Hada Rusa delineaban una suave caricia en las mejillas del mayor, y su dedo índice tocaba la tersa curvatura de sus labios.

 

«No puede ser real».

 

El discurrir de un par lágrimas humedeció los ojos de Yuuri, y sus manos temblaban por resistirse a los sollozos anudándose en su garganta.

 

Dejó que el celular vibrara con la llamada entrante de Phichit. Ni siquiera colgó, pues el boceto que su paranoia había trazado, se concretaba en una imagen nítida y deprimente.

 

«Es mi culpa».

 

Phichit: Yuuri, contesta. Por favor.

 

«Yo dejé que pasara».

 

Se levantó de la cama, impulsado por un deseo terrible de golpear a Yurio. Quería más que nunca darle un buen puñetazo en la nariz. Pero respiró profundo. Aún desconocía la reacción de Viktor en ese acercamiento. Si lo hubiera visto sonreír, o voltear a la cámara…

 

Esta vez no quiso hacer conjeturas. No podía llenar su cabeza de ideas absurdas. Necesitaba hablar con Phichit, y no iba a dejar que su llanto arruinara la llamada. No quería escuchar el consuelo del tailandés por lástima. Y menos, que intentara convencerlo de que esa foto podría significar algo distinto.

 

Salió del cuarto para llevar el bote de helado al contenedor de basura de la cocina, mas no podía tener peor suerte, porque justo la chica de largos cabellos miel se cruzó con él en el pasillo.

 

Katia entreabrió la boca, pero desistió al ver sus ojos enrojecidos. Lo pensó dos veces antes de hacer un comentario desafortunado, y a fin de cuentas prefirió no entrometerse. Se limitó a un corto saludo y, tras una sonrisa solidaria, pasó de largo para tomar de la alacena lo que necesitaba y volver a su pieza.

 

 «Ella también debe tener el Instagram de Yurio. Y si ya vio la foto, ha de pensar que soy patético».

 

De regreso a su habitación, estaba listo para llamar a Phichit. Sólo tuvo que ignorar la letanía de mensajes que le había enviado, para evitar sugestionarse.

 

“Han-loh?” 

 

—Hola. Nh, sí vi la foto —su voz se escuchaba apagada y mecánica.

 

“¿Leíste mis mensajes?”.

 

—Aún no. Fui a tirar el bote de helado.

 

“Yuuri, necesitas aclarar las cosas con tu prometido. Si Yurio intenta seducirlo, no quiere decir que le dé una oportunidad. A mí sigue sin parecerme lógico”.

 

—…

 

“Llamaré a Viktor”.

 

—¡¡No lo hagas!! —clamó con urgencia—. Hablaré con él mañana.

 

“¿Seguro?”

 

—Sí.

 

“Pero, antes verás a Yurio”.

 

—No te preocupes, no haré nada estúpido.

 

“No es sólo eso. Tampoco puedes fiarte de lo que él te diga”.

 

—Me pondré los audífonos y me haré el dormido. Lo ignoraré, y mañana haré todo lo posible por no verlo, aunque llegue tarde al entrenamiento.

 

“Ok”.

 

—Phichit…

 

“¿Sí?”.

 

«Tengo que decírselo. Si se le ocurre llamar a Viktor, él pensará que en verdad hay algo entre nosotros. Y no puedo dejar que eso pase».

 

—Hay algo que no te he dicho.

 

“¿Qué cosa?”

 

Era algo tan simple. Y además, se trataba de su mejor amigo. Por supuesto que entendería su lapsus. No es como si tuviera que explicarle que no sentía nada romántico por él. Sin embargo, hubo algo que lo detuvo:

 

«Ni siquiera recuerdo lo que pasó esa noche».

 

Tragó saliva, y demoró unos segundos en replantear la frase para no decir tal cual: “ey, le dije a Viktor que estoy enamorado de ti”.

 

—Viktor piensa que tú y yo tuvimos algo porque no contesté sus llamadas, la noche en que bebí demás, antes de venir a Rusia.

 

“…”.

 

«¿Por qué se queda callado? Maldición. Di algo».

 

“Yo no subí fotos de esa noche a las redes. No después de las once. No sé por qué piensa eso”.

 

«¡¿Cómo?!».

 

—¿Qué pasó después de las once? —la pregunta salió en automático.

 

“…”.

 

—¿Phichit?

 

“No lo recuerdas, ¿verdad? Supongo que la bebida hizo de las suyas otra vez, je. Debí imaginarlo. No te preocupes, no pasó nada”.

 

¿Y ahora la amnesia de Yuuri eximía todo pecado por arte de magia?

 

«No quiere decirme».

 

“Estabas muy animado y desinhibido para bailar, eso fue todo. Nada grave”.

 

—Esa noche dejé mi celular en el Kachu Snack. ¿Viktor lo recogió allí?

 

“¿Lo dejaste? No sabía. Después de que regresamos a tu casa me quedé dormido hasta muy tarde, y luego me regresé a Tailandia. Supe que Viktor fue por ti, pero no tenía idea de que primero fue al bar. Deberías preguntarle a Minako. Tal vez ella se lo dio”.

 

«Entonces Phichit se quedó dormido en el cuarto de huéspedes luego de llevarme a casa. Y si no vio a Viktor, lo más probable es que Minako le entregara el celular a mis padres, o al mismo Viktor pero más tarde, poco antes de nuestro viaje».

 

—Intentaré dormir.

 

“Si la música no funciona, sabes que puedes llamarme a la hora que sea”.

 

—Kòp kun (Gracias).

 

Yuuri dio por hecho que no había nada más que decir, así que colgó tras una breve despedida. No obstante, cuando echó un vistazo a la conversación con Phichit, vio que éste había borrado los últimos mensajes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Debo presumir que llegué a la cafetería Moonlight más temprano de lo acordado.

 

«Todo sea por prolongar el sufrimiento del Katsudon». Puede que me estuviera excediendo un poco, pero si ese tonto iba a tomar en serio su relación con Viktor, más le valía no andarse con rodeos.

 

«Su indecisión es desesperante. Más vago no puede ser».

 

Aunque el sol no se había ocultado todavía, y seguramente no lo haría hasta la madrugada, la iluminación y la música del local propiciaban el ambiente nocturno.

 

El centro de cada mesa, de obscuro ébano, tenía unas velas blancas con forma de flores. Y junto a los sillones de gamuza roja había llamativas esculturas, floreros, y hasta un enorme cuarzo amatista de color lavanda que resplandecía a la par con las luces.

 

Aún faltaban unas horas para que el sitio se llenara de gente, ventaja idónea para apartar un buen lugar.

 

Tomé asiento frente a la barra, y aunque estuve un rato mirando los postres y las bebidas sin alcohol, me decidí por un Bellini-Martini, muy suave, con sabor a pera y durazno.

 

«A Yuuri le hace falta determinación», agité el líquido con la pajilla, y di un buen trago directo de la copa. «Estoy seguro de que Viktor debería salir con alguien mejor, alguien que no tenga miedo a arriesgarse, que sea imponente y admirable. Sinceramente no sé qué le vio al cerdito».

 

Y hablando del rey de Roma, el apuesto entrenador en cuestión tomó asiento a mi derecha. Llevaba una camisa de vestir negra, algo elegante, con llamativos relieves en plateado y dobladillo en las mangas.

 

—¿Tienes mucho esperando?

 

—¡Siglos! —solté, y sorbí de la pajilla. Viktor sólo se rio de mi tono dramático.

 

—Pediré un cappuccino moka.

 

El mesero no tardó en atenderlo. Por suerte dejé mi sudadera en el banco contiguo, así que pude lucir mi sexy camiseta de malla.

 

—¿Qué te parece? —poco me faltó para poner una pose estilo diva.

 

—Wooow, ¿es nueva?

 

—Así es —le guiñé un ojo—. ¿No te parece sexy?

 

—Cualquiera diría que nos pusimos de acuerdo con el color. Y sí, no está nada mal —alargó las últimas sílabas para enfatizar, y hasta me dedicó un chiflido.

 

—Sabía que era perfecta. Como sea, vamos al grano —me puse de pie, recogí mi sudadera y fui hacia uno de los amplios sillones, seguido de Viktor.

 

—Si no me hubieras enviado ese mensaje, habría traído los apuntes de la rutina en vano —rodó los ojos—. Pero te advierto que si te distraes más de la cuenta, Yuuri tomará la delantera.

 

—Lo dudo —busqué en mi celular las capturas que quería mostrarle—. Mira, estos son los boletos de vuelo. Aunque, según la aerolínea habrá un pequeño retraso, y llegará hasta las 11:30 p. m.

 

—El viernes, ¿no?

 

—Sí, y es imposible que encuentre un hotel a esa hora.

 

—Puede quedarse en mi casa una noche, sin problema.

 

—Excelente.

 

Viktor me miró de una forma medio extraña, pero no entendí por qué.

 

—Y… ¿ya es oficial?

 

—¿De qué hablas? —inquirí.

 

—Ehh… nada.

 

Mientras hablábamos, le escribía a Otabek por mensaje privado, poniéndolo al tanto de las buenas y malas noticias.

 

—Ahora sólo me falta solucionar su hospedaje para tres meses.

 

—Si se complica mucho, puede quedarse más tiempo. No tengo problema con que sea durante los tres meses, en realidad.

 

—¡¿Qué?! ¡¿Él puede quedarse y yo no?!

 

—Tú necesitas ir a entrenar por las mañanas. Te quedaría muy lejos. Y si además te la pasas todo el día en la piscina, no harás nada productivo.

 

—¡¡Quiero esa piscina!! —me crucé de brazos, hundiéndome en el sillón—Antes no habías puesto tantos pretextos.

 

—Porque pensé que Yuuri… —se arrepintió de lo que iba a decir, y rectificó—. De todas formas es mejor que estés en el departamento.

 

—¡Ah, sí!, que rompieron y la boda se canceló.

 

Lo dejé paralizado con esa sentencia.

 

Pensé que defendería a su prometido a capa y espada, pero no fue así. Por el contrario, el silencio se volvió sumamente incómodo.

 

—No entiendo qué fue lo que pasó, ¿se pelearon? —cogí la vela que estaba sobre la mesa, y me entretuve pasando los dedos sobre la llama mientras trataba de averiguar qué salió mal en su relación.

 

—Es un asunto entre Yuuri y yo —declaró en voz baja.

 

—¿Fue tan grave que ya no te quiere ver ni en pintura?

 

Con las uñas, di unos golpecitos a la cera, observando a Viktor de soslayo.

 

—No… ¿Yuuri te dijo algo?

 

Negué con la cabeza.

 

—¿Por qué ninguno de los dos quiere hablar del tema? ¿Los mortales tendremos que esperar a que la prensa saque nota, o qué? —hice una mueca—. Yo que tú lo obligaba a tomar una decisión.

 

Se me quedó viendo, como extrañado de que supiera que la cancelación de la boda había sido culpa de Yuuri. « ¡Por favor!, habría adivinado hasta con los ojos vendados».

 

—Ha estado evitándome —confesó al fin.

 

El pobre lucía como un perrito abandonado, falto de amor y mimos. Juraría que se le escapó una lagrimita microscópica mientras se bebía el cappuccino.

 

—Ya —dejé la vela en su sitio y cogí mi celular de nuevo—. Pues deberías solucionarlo rápido. Nunca se sabe qué puede pasar si te descuidas.

 

«Muy bien. Ahora, pongamos en marcha mi plan».

 

Ajusté el temporizador silencioso de mi móvil y lo coloqué sobre la mesa, en un ángulo conveniente.

 

«Después de esto, Yuuri no querrá seguir compartiendo habitación conmigo. Y voilà, Beka ocupará su lugar. Ya de ti dependerá que se quede contigo o regrese a Japón... Aunque, si se queda contigo tendrá la piscina, maldito Katsudon afortunado».

 

—Por cierto, te traje un obsequio.

 

—¿Un obsequio? —preguntó, extrañado. Y aun así, no se inmutó cuando me senté lo más cerca posible, luego de sacar un pequeño objeto de mi sudadera.

 

—Es un bálsamo labial. Yakov me dijo que te gusta sabor cereza —lo unté suavemente en sus labios, sin tomarme la molestia de pedirle permiso.

 

Aproveché el ángulo de la cámara para que en la foto pareciera que estaba a punto de besarlo.

 

—Pues… muchas gracias —se rascó el cuello y ladeó la cabeza—. Pero aunque me traigas regalos, no dejaré que te quedes en mi casa.

 

—Ey, ¿quién dijo que todo lo hago por obtener algo a cambio? —resoplé—. Con razón Yuuri te dejó. Eres muy prejuicioso.

 

—¡Eso no fue…! —su ojos se pusieron vidriosos y casi se hace un ovillo en el sillón, de no ser porque el mesero regresó, preguntando si no queríamos algo más. No cabía duda de que su timbre lastimero era penoso—: Unos nachos con doble de queso y Holodets, por favor.

 

—No es un restaurante mexicano. —Una gota de sudor corrió por mi sien. Obviamente el mesero se disculpó diciéndole que sólo tenía Holodets para ofrecerle—. Yo voy a querer tres Pirozhki de carne.

 

Estaba ansioso por publicar en Instagram, así que revisé mi galería de imágenes, y le di el visto bueno a la última captura.

 

«La foto salió perfecta». Enseguida subí el archivo, seguro de que Yuuri la vería tarde o temprano. «No puedo esperar a ver su reacción».

 

—¡¡¡Yuuri no me amaaaa!!!

 

Sentí un escalofrío mortal con ese alarido de ultratumba. Increíble que no espantara a la clientela que iba llegando.

 

—¡Ey, tranquilízate!

 

—Necesito una bebida con mucho vodka —de pronto parecía un niño pequeño y vulnerable.

 

—Sólo no esperes que te lleve cargando a tu casa porque pesas una barbaridad.

 

Me volteó la cara en una vil rabieta.

 

—No necesito a n-a-d-i-e, ¡ya soy un adulto! —abrazó uno de los cojines del sillón y llamó al mesero una vez más.

 

—Ajá…

 

Noté que un grupo de chicas se habían sentado en la mesa más próxima a los sillones, lanzando miraditas furtivas a Viktor mientras cuchicheaban entre sí, pero no le di mucha importancia. Tenía mejores cosas que hacer que estar al pendiente de mi deprimido entrenador.

 

Perdí la noción del tiempo hablando con Otabek por WhatsApp. Ya que estaba disponible, debía aprovechar.

 

Otabek: ¿Me hospedaré en la residencia de tu entrenador?

 

Yuri: De momento, sí. Queda pendiente.

 

Otabek: ¿No es seguro?

 

Yuri: Puede que te quedes conmigo en el departamento.

 

Otabek: ¿Y por qué Yuuri no se queda con Viktor?

 

Yuri: Laaaaaarga historia. Tienen problemas de pareja.

 

Otabek: Ya veo.

 

Yuri: Sí, parece q’ terminaron pero Viktor no lo acepta. Y ahora c está emborrachando.

 

Otabek: ???

 

«Ya son las nueve. Un poco más de tortura para el cerdito no estaría mal. Me pregunto si estará tan molesto como para querer golpearme. Con algo de suerte se queda dormido y mañana le reclama a Viktor. Se reconcilien o no, dudo que quiera seguir quedándose en el departamento».

 

Mis propias fechorías me hacían sonreír maliciosamente.

 

«¡Espacio disponible para Beka, en camino! Soy un genio».

 

Otabek: Te llamaré.

 

Yuri: La música está muy fuerte, dudo q’ c escuche.

 

Otabek: Es tedioso estar escribiendo.

 

Yuri: Iré al baño, allí seguro hay menos ruido.

 

Otabek: Bien.

 

—Viktor, voy al lavabo.

 

El peliplateado levantó el pulgar a modo de respuesta, ocupado en engullir su último Holodet. Yo ya había terminado mi ración de Pirozhki hacía casi una hora, pero eso le pasa por atiborrarse de vodka.

 

«No debería dejarlo solo en esas condiciones… Nah, estará bien».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al cabo de un rato, el grupo de féminas ya se había acomodado en los sillones junto a Viktor. Era de esperar que su carisma hiciera de imán a cualquier interesado/a en socializar.

 

La charla inició de manera espontánea. Y con la euforia colectiva, sus voces alcanzaron a escucharse hasta el cuarto de servicio. Llegando, por supuesto, a oídos del rubio, quien decidió volver para saber por qué había tanto alboroto.

 

«¿Están con Viktor? ¿De qué se ríen tanto?».

 

Fue un poco decepcionante que el mayor no estuviera dando un espectáculo como imaginó. Pero, aún si no lo admitía en su fuero interno, le remordió la conciencia y optó por pedirle al bartender que no le sirvieran más alcohol a su acompañante. A partir de ese momento sólo le llegarían preparados simples.

 

«Esto no quiere decir que no vaya a pasar algo interesante que pueda subir a Instagram», se rio entre dientes.

 

De alguna forma, las chicas y su nuevo amigo terminaron hablando de sus mascotas y lo hermosos que eran los caniches. Viktor le mostró unas fotos de Makkachin a una de ellas, y estuvieron compartiendo consejos de alimentación y cuidado para mantener el pelaje de sus perritos sedoso y brillante.

 

Claro que la chica no tardó en evidenciar sus intenciones. Cogió la mano de Viktor, como ayudándole a sostener el móvil. Y no se conformó con restregar sus piernas a un costado, sino que colocó su otra mano en la rodilla del ruso.

 

«Y a esto es a lo que me refería. Más fotos para Internet, sí señor».

 

—Disculpa, pero estás demasiado cerca —su rostro estaba totalmente rojo, pero se debía al vodka.

 

—¿Te molesta?

 

—La verdad es que sí. Estoy comprometido —alzó su mano derecha, exhibiendo la prueba. Y la chica se echó para atrás, asustada.

 

—L-Lo siento, no sabía —las miradas del resto se posaron en el llamativo anillo de oro, y le felicitaron en el acto—. Qué mujer más afortunada.

 

—Pero, ¿has venido aquí sin ella? ¿Por qué? —preguntó otra de las chicas.

 

Una llamada entrante evitó que tuviera que improvisar cualquier clase de explicación. Nadie en su sano juicio le daría santo y seña de su vida a un grupo de extrañas que acababa de conocer en un café-bar.

 

«Subiendo a mis redes sociales…». Plisetsky ya tenía el material que necesitaba, pero desapareció en cuanto Viktor se alejó para contestar la llamada, ya que una muchacha del grupo le había encontrado un parecido especial con su sobrino, y se había ensañado picándole los cachetes.

 

«¡¡Vieja bruja!!», se sobó la mejilla y huyó de regreso a los sanitarios; mientras que Viktor subió a uno de los balcones del segundo piso, al aire libre.

 

“¿Bueno? ¿Viktor?”.

 

Reconoció esa voz de inmediato.

 

“Disculpa, soy Phichit. ¿Me escuchas bien?”.

 

—Sí, te oigo. ¿Cómo estás?

 

“Bien, gracias. Ya he regresado a Tailandia”, hizo una pausa, pero como Viktor permaneció callado, continuó:

 

“No estaba seguro de llamarte. Es sólo que, sentí… que era necesario dejar en claro que no hay nada entre Yuuri y yo”.

 

Ni una palabra salió de sus labios.

 

“Le mandé un mensaje diciéndole que te llamaría, pero parece que aún no lo lee. Siento mucho que tú y Yuuri tuvieran una discusión por mi culpa. Lo que pasó esa noche no tiene importancia, te lo aseguro. No era consciente de lo que hacía porque tomó demás. Ya sabes cómo se pone, y además no lo recuerda…”.

 

—Yuuri me dijo que está enamorado de ti.

 

Esta vez, fue del otro lado de la línea que se cernió la sombra de un silencio absoluto.

 

—¿No sabías eso?

 

“No”.

 

—Quizás debas hablar con él. Buenas noches.

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer ~

P.D. Me ocurrió lo mismo con el tailandés, por lo que dejo la transliteración. Sólo en Wattpad estaré colocando los sistemas de escritura correspondientes al idioma.


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