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El Espejo por Marieene

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Lo primero que sintió cuando su mente despejó toda la adrenalina que momentáneamente había adormecido su cuerpo, fue un profundo y general dolor en todo su cuerpo al caer pesadamente y golpear el suelo con fuerza. La dureza que sentía su espalda y el punzante ardor en ésta le hizo dudar si no habría sufrido alguna lesión grave. Suspirando y respirando con agitación, se permitió descansar unos largos minutos tendido en la dura tierra de algún extraño lugar. Cerró los ojos con todas sus fuerzas y apretó entre sus dedos el pasto seco, no deseaba abrirlos, no quería levantarse y ver un lugar completamente desconocido, no quería pensar en las posibilidades de que existiera vida hostil en ese mundo al que había sido desterrado y no deseaba pensar bajo ninguno punto de vista que ya no estaría con Thor nunca más. No solo su cuerpo dolía, sino que su corazón sangraba dentro de su pecho de forma desgarradora.


Pensó por un segundo que hubiera preferido morir antes que estar en aquella situación, pero debía ser fuerte y superar las adversidades, debía buscar su libertad y aprender a vivir de esa forma. Con las fuerzas recuperadas y con el cuerpo algo entumecido, comenzó a sentarse e inmediatamente observó a su alrededor. No había mucho que mirar, estaba en lo que podría ser un campo desierto, solo pasto seco, pocos árboles y a lo lejos pares de luces blancas que se movían velozmente de un lado a otro, perdiéndose de su vista en la lejanía.


Se levantó con un quejido corto y se sacudió el polvo de sus prendas Asgardianas. La oscuridad del lugar le permitía ver con claridad esas extrañas luces que con irregularidad, no dejaban de pasar. Lo mejor sería acercarse con cautela y analizar las posibilidades. A paso torpe y lento, comenzó a caminar sintiendo un cansancio nunca antes vivido al pasar más de treinta minutos sin detenerse. Las luces parecían no acercarse y la caminata se extendió unos cuantos minutos más. Estando cerca se detuvo para descansar, sintiendo la boca seca. Pero antes de que continuara, un extraño ruido lo hizo ponerse en guardia, agachándose por instinto y mirando hacia atrás por donde había caminado. De improvisto y sin que tuviera tiempo a nada, una bestia peluda se abalanzó sobre él, aplastándolo con su cuerpo y mojando su rostro con baba. Rio mientras comenzaba a quedarse sin aire por el aplastamiento.


—¡Oh Fenrir, que feliz estoy de ver que estas bien! —Abrazó a su amada criatura y dejó que el pelaje suave y de doble capa le hiciera cosquillas en el rostro. El animal se removió con regocijo, con la misma felicidad que su amo. —Vamos, debemos averiguar donde nos mandaron. —Y dándole caricias a su gigante amigo, dieron marcha adelante.


No tardaron mucho en llegar a una ancha ruta asfaltada, y enseguida comprendió que las luces que había visto de lejos eran las lámparas de vehículos que circulaban por la ruta a toda velocidad.


Debían seguir caminando hacia un grupo más amplio de luces y de mayor extensión, podría concluir que era un lugar grande y seguramente muy poblado. Con toda la calma, aunque ya bastante agotado de andar a pie, ésta vez al estar acompañado de su fiel amigo, su motivación era mayor. No pararon en ningún momento y no mostró interés alguno por las luces que por momentos parecían iluminarlos con más intensidad. Cuando creía que ya no podría seguir andando, un auto se detuvo con el ruido intenso de una frenada forzada y el olor a cubierta quemada por el roce. Loki miró el auto gris que se había detenido abruptamente del otro lado de la ruta y vio como una mujer con el rostro desencajado por el horror miraba hacia su lado, sin quitarle los ojos de encima a Fenrir. Y lo próximo que acompañó a los ojos desorbitados de la mujer, fue un penetrante y agudo grito. No soportando el taladrante ruido que hacia la humana, echó a correr en dirección a la ciudad seguido de cerca por el lobo gigante. No se detuvo aunque sus músculos se lo exijan. Lo que tuvo en cuenta para detenerse y esconderse en el primer lugar que consideró apropiado, fue la mayor cantidad de humanos circulando. No eran tantos, pero tendrían problemas si descubrían a Fenrir.  


 


 


Lo primero que sintió cuando su mente despejó toda la adrenalina que momentáneamente había adormecido su cuerpo, fue un profundo y general dolor en todo su cuerpo al caer pesadamente y golpear el suelo con fuerza. La dureza que sentía su espalda y el punzante ardor en ésta le hizo dudar si no habría sufrido alguna lesión grave. Suspirando y respirando con agitación, se permitió descansar unos largos minutos tendido en la dura tierra de algún extraño lugar. Cerró los ojos con todas sus fuerzas y apretó entre sus dedos el pasto seco, no deseaba abrirlos, no quería levantarse y ver un lugar completamente desconocido, no quería pensar en las posibilidades de que existiera vida hostil en ese mundo al que había sido desterrado y no deseaba pensar bajo ninguno punto de vista que ya no estaría con Thor nunca más. No solo su cuerpo dolía, sino que su corazón sangraba dentro de su pecho de forma desgarradora.


Pensó por un segundo que hubiera preferido morir antes que estar en aquella situación, pero debía ser fuerte y superar las adversidades, debía buscar su libertad y aprender a vivir de esa forma. Con las fuerzas recuperadas y con el cuerpo algo entumecido, comenzó a sentarse e inmediatamente observó a su alrededor. No había mucho que mirar, estaba en lo que podría ser un campo desierto, solo pasto seco, pocos árboles y a lo lejos extrañas luces blancas que se movían velozmente de un lado a otro en pares, perdiéndose de su vista en la lejanía.


Se levantó con un quejido corto y se sacudió el polvo de sus prendas Asgardianas. La oscuridad del lugar le permitía ver con claridad esas singulares luces que con irregularidad, no dejaban de pasar. Lo mejor sería acercarse con cautela y analizar las posibilidades. A paso torpe y lento, comenzó a caminar sintiendo un cansancio nunca antes vivido al pasar más de treinta minutos sin detenerse. Las luces parecían no acercarse y la caminata se extendió unos cuantos minutos más. Estando cerca se detuvo para descansar, sintiendo la boca seca. Pero antes de que continuara, un extraño ruido lo hizo ponerse en guardia, agachándose por instinto y mirando hacia atrás por donde había caminado. De improvisto y sin que tuviera tiempo a nada, una bestia peluda se abalanzó sobre él, aplastándolo con su cuerpo y mojando su rostro con baba. Rio mientras comenzaba a quedarse sin aire por el aplastamiento.


-¡Oh Fenrir, que feliz estoy de ver que estas bien! -Abrazó a su amada criatura y dejó que el pelaje suave y de doble capa le hiciera cosquillas en el rostro. El animal se removió con regocijo, con la misma felicidad que su amo. -Vamos, debemos averiguar donde nos mandaron. -Y dándole caricias a su gigante amigo, dieron marcha adelante.


No tardaron mucho en llegar a una ancha ruta asfaltada, y enseguida comprendió que las luces que había visto de lejos eran las lámparas de vehículos que circulaban por la ruta a toda velocidad.


Debían seguir caminando hacia un grupo más amplio de luces y de mayor extensión, podría concluir que era un lugar grande y seguramente muy poblado. Con toda la calma, aunque ya bastante agotado de andar a pie, ésta vez al estar acompañado de su fiel amigo, su motivación era mayor. No pararon en ningún momento y no mostró interés alguno por las luces que por momentos parecían iluminarlos con más intensidad. Cuando creía que ya no podría seguir andando, un auto se detuvo con el ruido intenso de una frenada forzada y el olor a cubierta quemada por el roce. Loki miró el auto gris que se había detenido abruptamente del otro lado de la ruta y vio como una mujer con el rostro desencajado por el horror miraba hacia su lado, sin quitarle los ojos de encima a Fenrir. Y lo próximo que acompañó a los ojos desorbitados de la mujer, fue un penetrante y agudo grito. No soportando el taladrante ruido que hacía la humana, echó a correr en dirección a la ciudad seguido de cerca por el lobo gigante. No se detuvo aunque sus músculos se lo exijan.


Cuando ya no pudo soportar más el dolor de sus piernas y el de su pecho que ardía al respirar, se escondió tras una pared de ladrillos donde las sombras lo cubrían bastante bien y donde por lo pronto no se podía escuchar ningún sonido. Su cuerpo acalorado por la carrera perdió toda fuerza y cuando sus delgadas piernas ya no pudieron aguantar su propio peso, cayó al suelo golpeando su coxis contra el duro sueldo y su espalda contra el mismo muro que lo escondía. Fenrir se echó a sus pies sin mayor agitación y parecía que quedaría dormido en pocos minutos.


Mientras se daba un tiempo para descansar y pensar en que era lo mejor, que hacer y a donde ir, voces llegaron a sus oídos y nada bueno decían. Tembló al tiempo que desvió su mirada hacia sus pies, donde su fiel amigo peludo estaba, probablemente, dormido.


-Este lugar es peligroso para ti. -Y notando que el gran lobo elevaba con somnolencia su cabeza y lo miraba con profundidad a los ojos, Loki le sonrió. -Serás toda una fiera por dentro pero por fuera te verás como un tierno y hermoso cachorro. -La criatura ladeó su cabeza y el joven Jotun movió sus labios con adoración hacia su adorado amigo peludo. -No te dolerá, pero apuesto que te sentirás extraño por un tiempo hasta que te acostumbres. -Las orejas blancas se sacudieron prestándole total atención a su amo. Loki se arrodilló delante del lobo gigante y colocó sus manos a ambos lados de la cabeza del lobo. -Quieto. -Fenrir obedeció. Cerrando los ojos y murmurando palabras mágicas, las manos de Loki comenzaron a emanar una tenue pero creciente y brillante luz, dicho resplandor comenzó a tener una consistencia cada vez más sólida y tras unos segundos de conjuro, la verde luz tomó forma de un manto sedoso, tan amplió que cubrió el cuerpo del lobo en su totalidad. Una vez listo, Loki abrió sus ojos y con impaciencia por ver lo que había logrado, aferró la tela de color verde menta y con ímpetu dio un enérgico tirón, despejando ante su vista a Fenrir. Aliviado rió con entusiasmo al ver que el hechizo había resultado plenamente exitoso y que su adorado y gran amigo ahora no era más que un pequeño cachorro blanco, recordando al pequeño Fenrir de tiempo atrás. - Te ves adorable. - Sonrió y el, ahora, pequeño animal se removió de un lado a otro, girando sobre sí mismo y rodando como un pequeño juguetón. Cuando los ojos amarillos del animal encontraron los de su amo, estrechó la vista e intentó gruñir, pero solo salió un tierno ladrido que hizo reír aún más a su amo. - Vamos, debemos encontrar un lugar seguro. - Poniéndose en pie, tomó entre sus brazos al cachorro, que resignado cerró sus ojos y volvió a su intento de dormir, sintiendo la calidez del cuerpo del hechicero.


Caminando con tranquilidad, intentando pasar por uno más de aquellas personas que presumía eran humanos, sentía que las miradas caían sobre su persona, y la razón de aquello ya no era su fiel lobo. Le quitó importancia y rezongó ante la idea de saber que se encontraba en Midgard. No le agradó para nada, pero suspiró resignado, sabiendo perfectamente que existían lugares peores. En su tiempo encerrado, mucho antes de conocer a Thor, había leído y aprendido mucho sobre las personas del planeta tierra. No sería difícil adaptarse y simular ser uno de ellos. Pero las miradas extrañadas y curiosas lo seguían como sombras y comenzaban a intranquilizarlo. Se detuvo en seco ante una vidriera, que en ese momento reflejaba su figura comprendiendo cual era la razón de tantas miradas. Su vestimenta Asgardiana. Siguió caminando en busca de algún lugar donde pudiera conseguir ropa nueva. Y pronto encontró una calle llena de locales con vestimentas exhibidas en vidrieras, remeras, pantalones y calzados. En un solo lugar podría encontrar todo lo que le faltaba. Sin mucho cuidado miró y buscó algo que le gustara, hasta que dio con lo indicado para él. Dejando en la entrada a un Fenrir pequeño y dándole la orden de que quedara quieto hasta que saliera, entró y se encontró con largos estantes y percheros llenos de ropa.


- Buenos días, ¿en que puedo ayudarte? - Le preguntó cordialmente una mujer. Loki la observó y la miró a los ojos que al hacer contacto visual brillaron con una intensidad sobrenatural, y sonrió complacido al ver como la mujer quedaba atrapada bajo su hechizo. Los ojos anteriormente marrones de la mujer ahora eran verdes opacos, un pequeño detalle que mostraba la activación de su poder sobre ella.


- Entrégame la ropa que está allí. - Y le señaló un maniquí que estaba estático en la vidriera. Inmediatamente la mujer acató la orden. Buscando entre las repisas la misma ropa pero para la talla del hechicero. No tardó más que unos minutos en volver con una pila pequeña de ropa y sobre ella unas zapatillas blancas. Loki aceptó la ropa y buscó con la mirada un lugar donde cambiarse, encontrando cubículos con cortinas dispuestos para los cambios. Dejando a la joven de pie en el lugar, esperando más órdenes, él se dispuso a quitarse con recelo su ropa y con tristeza la miró apilada a un lado, era lo único que le quedaba de Thor. En algún momento esas habían sido ropas que su rubio amado había usado y que le había regalado cuando hubiera salido del otro lado del espejo. No quiera desprenderse de ellas, pero no le quedaba alternativa. Sintiéndose aún más solitario que antes, comenzó a vestirse con la ropa nueva. Era informal pero cómoda y con ella podría pasar completamente desapercibido en aquella gran ciudad.


El día le resultó tedioso y por un momento se desesperó por no saber qué hacer o a donde ir realmente, pues, no tenía lugar alguno donde resguardarse y su estómago comenzaba a reclamar alimento. Suspirando con cansancio por tanto caminar y con el aliento caliente y agitado, se sentó con pesadez en unas bancas que estaban dispuestas en un parque verde y boscoso. Fenrir estiró sus, ahora, cortas y pequeñas patas corriendo de un lado a otro, girando y revolcándose en el acolchado y abundante césped, estornudando simpáticamente al olfatear las pequeñas flores. Viendo a su amado compañero de cuatro patas, Loki se permitió reír un poco, alegre al ver el goce en el cachorro.


Sus tripas volvieron a recordarle lo hambriento que se encontraba. Observó a su alrededor y a lo lejos vio lo que parecía un lugar donde hacían comidas, la gente salía con bolsas, comiendo e incluso se sentaban tranquilamente en unas mesas. Sabía que no era posible, pero podría casi afirmar que el olor de los alimentos le llegaban con angustiante maldad, haciendo que su boca salivara más de la cuenta. Llamando a Fenrir, ambos caminaron hacia la tienda, acercándose para investigar y encontrar la forma de conseguir algo de alimento. Parado frente al lugar, miró con atención el sistema y enseguida comprendió como era. Sonrió de costado, y se frotó las manos, listo para saciar su hambre. Con toda la elegancia que su vestuario no acompañaba, ingresó derecho al lugar donde se pedía lo deseado, una persona se encontraba antes que él y esperó mirando los extraños nombres y los platos que ofrecían. Cuando fue su turno, se arrimó al mostrador y miró fijamente a la mujer del otro lado, ésta al instante quedó atrapada en su hechizo, sus ojos ahora verdes miraban a Loki, esperando con neutralidad.


- Dame dos de esas, una de esa y dos aguas en botella. Todo para llevar. - Recordaba que alguien había pedido de esa forma y le habían entregado la orden un un paquete. La mujer anotó su pedido y le extendió un ticket con una suma de dinero. Loki lo miró y sonrió a la mujer, para luego acercarse a otra persona, así como con la cajera, el joven Jotun recibió atención de un muchacho e inmediatamente su rostro sonriente se convirtió en un gesto neutral. Le extendió el ticket y éste comenzó a prepararle la orden con agilidad y en silencio.


Con una gran bolsa de papel madera, Loki salió del lugar complacido por la eficacia de su hechizo y lo útil que le resultaría de aquí en adelante. Cruzó la calle y se sentó en el banco donde Fenrir lo esperaba moviendo con alegría su cola peluda. Un pequeño ladrido le dio la bienvenida.


- ¡A comer! - Dijo luego de abrir las bolsas que envolvían las hamburguesas. Dándole dos a su pequeña criatura, la cual, con su hocico, apartó el pan y el tomate, comiéndose de un zarpazo únicamente la carne. Lo mismo pasó con la segunda, mientras el joven de cabellos negros tan solo había dado un solo mordisco y se encontraba masticando con calma. Elevó una ceja y dándole otro mordisco a su comida humana, abrió una de las botellas y ayudó al pequeño cachorro a beber. De la segunda botella bebió él y se sintió complacido y satisfecho al tener el estómago lleno. Por momento solo le quedaba una última cosa por resolver. Donde pasar la noche. El día estaba llegando a su fin, y la oscuridad de la noche se posaba sobre la ciudad.


Había pasado prácticamente todo el día caminando, muriendo de hambre y ahora debía deambular un poco más hasta encontrar la comodidad de una habitación, le urgía tirarse sobre una cómoda cama. Con pasos lentos y mirando con otros ojos la ciudad en su esplendor nocturna, se topó con un gran edificio iluminado de forma exagerada. Hotel. Esa era la palabra que debía buscar según una anciana a la cual había preguntado. Y sobre él, un cartel gigante rezaba esa palabra, junto a unas estrellas doradas y el nombre Embajador.


Cuando ingresó al lujoso lugar, las miradas de todos los sujetos dentro recayeron sobre él. Un hombre corpulento se le acercó ni bien cruzar la puerta de ingreso para invitarlo a retirarse por violar la norma de admisión de animales. Con una sola mirada, el tipo alto y tosco se retiró sin chistar y volvió a su posición de guardia. Sonriendo siguió su camino a la recepción con Fenrir en sus brazos y cuando el hombre calvo tras el mueble de madera quedó atrapado por su esmeralda mirada, le pidió una habitación amplia, con servicio de desayuno y cena, por tiempo indefinido. El hombre le entregó la llave de la habitación y lo guió por el ascenso, los pasillos y finalmente hasta la puerta de su cuarto. Luego volvió a su puesto de trabajo dejando a Loki ingresar con calma a la amplia y bien decorada habitación, La decoración sobria, en tonos claros, dorados y marrones le dieron una sensación de calidez que hacía tiempo no sentía. Sin pensarlo mucho, corrió hacia la cama y abalanzándose sobre ella, dio un par de rebotes antes de quedar desparramado sobre el cómodo colchón. Parecía hundirse entre el acolchado, sus ojos se cerraron y su respiración se aceleró. Con el rostro cubierto por el abrigo de cama, se abrazó a la tela y sus ojos no dejaban de derramar angustiantes lágrimas, sintiéndose solitario, abandonado y realmente perdido en el mundo. Extrañaba a Thor y el terror de saber que tal vez no volvería a verlo oscureció su corazón. Se permitió llorar y gemir con impotencia, con fuerza y con liberación, todo lo que tenía guardado esa noche fue expulsado con crueldad, y no se detuvo hasta que su cuerpo agarrotado por el cansancio, con la espalda lastimada y adolorida por el golpe al llegar bruscamente a Midgar y con la mente turbada, quedó dormido y su cuerpo pudo relajarse por completo.


Fenrir, tras intentar varias veces dar el salto lo suficientemente alto para trepar el somier, consiguió su objetivo y se acurrucó junto al cuerpo de su joven y atormentado amo, brindándole su calor y compañía incondicional.         


Esa sería la primera de muchas noches en aquel mundo desconocido y en ausencia de su amado príncipe Thor.


 
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