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MÁS ALLÁ DE LA LUNA por Gaia

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Notas del capitulo:

Hola a todas, me siento muy avergonzada por haber tardado tanto :( no me voy a excusar. Están ocurriendo muchas cosas, pero esta historia continuará por sobre todo, aunque quería que el capítulo quedara arriba ayer, no se pudo, pero bueno, una excelente forma de comenzar el año, con un nuevo capítulo :)

Quiero aprovechar para decirles algo importante: A veces, ese ojete que creemos que en el fondo es una buena persona, no lo es, aveces simplemente es un ojete xD

 

Yuki no Hana (versión de Ryuichi): https://www.youtube.com/watch?v=AsIK16B3i_c

Letra:

 

YUKI NO HANA 
Mika Nakashima

La sombra de un hombre se dibuja en el pavimento. 
Caminas bajo la luz de las estrellas 
Siempre sosteniendo mi mano 
Si estoy a tu lado, no tengo por qué llorar.

El viento se vuelve frí­o 
Y puedo sentir el aroma del invierno 
Gradualmente, en esta ciudad 
Las estaciones cambiararán cuando 
te vuelvas muy cercano a ellas.

Este año, los primeros copos de nieve florecen 
Mientras nosotros nos acercamos 
Cuando miro este tiempo 
La felicidad aflora en mí­. 
Si nosotros dependemos del amor del otro, 
no somos débiles. 
Simplemente, te amo. 
Estos pensamientos están firmes en mi corazón.


Sea lo que sea lo que ocurra, si estoy contigo 
sentiré que podré vencerlo todo. 
Sé que podremos vivir así­ para siempre 
Por eso ruego que esto continue como ahora.

El viento sacude la ventana 
y esta noche he despertado temblando 
Desecharé la tristeza 
cambiándola por una sonrisa en mi rostro.

Los copos de nieve caen suavemente tras la ventana 
A pesar de que no sé por qué se han de parar 
Nosotros teñiremos esta ciudad 
Quizá pensemos 
"¿Para quién tiene sentido que hagamos esto?" 
Pero sabemos que es porque conocemos el amor.

Si alguna vez te pierdes 
Me convertiré en una estrella que ilumine tus pasos 
En la noche, cuando sonríes, 
o tu rostro se humedece con lágrimas 
Estaré a tu lado, siempre, eternamente.

Este año, los primeros copos de nieve florecen 
Mientras nosotros nos acercamos 
Cuando miro este tiempo 
La felicidad aflora en mí. 
Si nosotros dependemos del amor del otro, 
no somos débiles. 
Es simple, quiero estar 
contigo, como ahora, para siempre 
Para poder sentir tu bondad.

Blancos y puros copos de nieve 
Cayendo sobre la ciudad 
En nuestros corazones, lentamente 
dibujamos nuestros sentimientos 
Estaré contigo siempre, desde este momento...

 

 

 

Capítulo 24: Flor de Nieve

 

“Este año, los primeros copos de nieve florecen 
Mientras nosotros nos acercamos. 
Cuando miro este tiempo 
La felicidad aflora en mí­.”

Yuki no Hana -  Ryouki Matsumoto

 

Parado junto al árbol estaba llorando. Ahí donde alguna vez estuvo una pequeña flor blanca, con muchos y pequeños pétalos; a la que yo vi crecer y le había dado agua desde que la descubrí brotar; ahí justo estaba yo, llorando.

En ese momento, marchita, había caído como la heroína de un poema antiguo, desplomada hacia un costado, cubierta de pequeños copos de nieve. Sus pétalos que estaban ya amarillos y arrugaditos, asemejaban un vestido como el de las bailarinas del ballet que le gustaba ver a mamá, pero desgarrado y viejo.

Ese año cumplí seis por lo que tenía un mayor entendimiento de la vida y de la muerte. Mi capacidad era ya la suficiente para comprender que mi flor había muerto y que nunca más volvería. Ante aquella realidad tan devastadora, la reacción correcta era un llanto incontrolable como el que me invadió.

Me quedé parado junto al árbol sin hojas, junto a mi flor que había caído en apenas la primera nevada. Una nieve ligera de principios de invierno.

Mamá llegó corriendo y se inclinó junto a mí.

-Hicchan, ¿Qué pasa, por qué lloras?

-Se murió…

-¿¡Qué, quién!?

-¡Mi flor… mi flor...!

 

Antes, Ryuichi salió de la casa y yo me quedé parado ahí en medio de la sala sin saber qué hacer, si salía a alcanzarlo seguro que la discusión se iba a prolongar y yo no quería eso. Finalmente, la reacción que pudo llevar a cabo mi cuerpo fue la de correr la cortina.

Afuera estaba nevando, ligeros y pequeños copos de nieve caían despacio. Una primera nevada igual a aquella donde yo había perdido una flor  a la prematura edad de seis años. Desde entonces, la ventisca inaugural de cada invierno me traía aquel recuerdo.

Llorando por una flor… desde chiquito ya era raro.

Suspiré nuevamente. Pata tenía razón… quizá lo mejor hubiera sido decirle todo desde el principio a Ryuichi; cuando aceptara aquello seguramente se iba a reír mucho de mí, sin importarle mis sentimientos.

¿Qué iba a hacer en ese momento? No lograba descifrar si yo tenía la razón o la tenía Ryu. Quizá los dos éramos dueños de un pedacito de verdad y de equivocación… bueno… ¿y si mi porcentaje de equivocación era superior? Tal vez no en la raíz del problema, pero sí en mi reacción, porque si mal no recordaba le había dicho algo como…

“Ryuichi, eres demasiado inseguro y a veces no sé cómo lidiar con eso.”

¡Qué inteligente eres Hiroshi!

Si fuera yo quien apenas se enteraba de la relación de Ryu con J, aunque no tendría nada porqué enojarme con él, quizá; como mínimo, me habría sentido mal.

“Discúlpame por ser esta pesada carga para ti.”

No era eso lo que quise decir…

¡Maldita sea! Ryuichi no había regresado y afuera seguro hacía un frío del diablo. Me dirigí al armario y me puse mi abrigo, iba a tomar el suyo que se encontraba junto al mío, pero entonces recordé…

Subí a la habitación, en cuanto tomé las cosas que necesitaba, bajé y en menos de un momento ya estaba en la entrada de nuevo.

Miré alrededor antes de salir y rápido localicé a los cachorros ya dormidos en el sofá más pequeño de la sala. Salí sin hacer ruido y recibí al viento que me pegó incluso más fuerte que mis anteriores recuerdos.

No era bueno para el frío, mis reservas de grasa no eran suficientes para tolerarlo como el ser varonil que era yo (me permití reír mentalmente por mi propio pensamiento).

Todo aquel tiempo me dediqué a recolectar pequeños fragmentos de Ryuichi: lo que significaba, con lo que llenaba de sustancia cada uno de sus cabellos, de volumen su silueta y de textura su piel… Lo que daba el color al contorno del iris de sus ojos… por lo que toda aquella información, podía utilizarla como un indicio de dónde podría estar.

El cielo permanecía sin estrellas, pero  a cambio de eso, miles de pequeñísimos copos caían suave y despacio. No había hojas en los árboles, pero poco a poco la nieve los cubría como una sábana ligera ocultando que permanecían desnudos.

Seguro que los ojos de Ryuichi sólo querían llenarse de todo aquello en ese momento.

En el parque no había nadie, sólo una flor de pie junto a un árbol, con sus manos extendidas hacia el frente, como hojitas delgadas y suaves atrapaba los pequeños copos mientras los observaba.

Tenía la total seguridad de que mis palabras eran demasiado precarias para describir aquella escena, pero la iba a grabar para siempre en mi memoria y… en mi cámara fotográfica; la cual por fortuna llevaba conmigo gracias al recuerdo de la promesa hecha aquel día cuando le obsequié el abrigo que colgaba de mi brazo.

 

—Hicchan, es natural que las flores se marchiten en invierno, pero no te preocupes, en primavera vuelven a florecer.

—¿La misma flor? ­—al fin despegué las manos de mis ojos para mirar a mamá.

—Bueno… no exactamente la misma, pero esta flor se marchitó porque ya hizo todo lo que debería hacer. Hizo hermoso nuestro jardín y a cambio tuvo un niño que la cuidó y la hizo feliz. —Limpió mis lágrimas con sus palmas.

—¿Crees que la hice feliz?

—Mucho. Por eso ahora debes sonreír y ser feliz con esta nieve que es igual que las flores. Un regalo que podemos ver y sentir.

—Ojalá la florecita pudiera sobrevivir al invierno. Ojalá pudiera disfrutar de la nieve también. ¿Todas, toditas las flores se marchitan en invierno, mamá?

—Bueno, no todas. Sé que existen flores de nieve que viven durante todo el invierno. Crecen hermosas a pesar del frío.

—¿Podemos comprar una?

—Son muy extrañas, no las hay por aquí muy a menudo.

­—Espero algún día encontrar una.

 

Y ahí estaba… tenía la oportunidad de cuidar a una flor de nieve, de evitar a cualquier costo que algún día se marchitara; porque ese día seguramente se terminaría el mundo. Ryuichi debía sobrevivir incluso al último copo de nieve sobre la tierra, incluso a mí…

Y si alguna vez te perdieras, me convertiría en estrella para guiarte…

Poco a poco me fui acercando cuidadoso de hacer el menor ruido posible, pero antes de llegar hasta él; levantó la cabeza y me miró, aunque no dijo nada creo que se había sorprendido al verme ahí. Noté como algunos pequeños copos de nieve cayeron sobre su cabello y su rostro.

—¿Hace demasiado frío aquí afuera, verdad? –Pregunté al mismo tiempo que eliminé la poca distancia que quedaba entre los dos.

—Sí. Bajó un poco la temperatura con la nieve. ­—En idioma Ryuichi eso seguramente significaba que se estaba muriendo de frío.

Me acerqué a él y pasé el abrigo sobre sus hombros, él me miró unos momentos sin decir nada, pero introdujo sus manos a través de las mangas; cuando terminó, abroché los botones despacio y después le coloqué el gorro y finalmente, sus guantes.

Tomé uno de sus brazos para jalarlo hacía mi cuerpo y apretarlo contra mí en un abrazo muy fuerte, mientras la nieve trazaba el contorno de nuestras figuras convirtiéndolas en una sola.

—Perdóname… —casi fue un sacrilegio romper el silencio, pero no existía palabra más adecuada para hacerlo, ¿de qué otra forma podía decirle a Ryuichi que él lo era todo?

—Perdóname tú… yo no tenía derecho... —Besé sus labios en ese momento para no dejarlo terminar. No era necesario pues sabía con lo que continuaría su frase: “a recriminarte algo que ocurrió antes de estar juntos” y en ese momento yo le habría dicho que él tiene derecho a todo.

Ya no había antes ni después, sólo existía Ryuichi que se expandía como el infinito y yo trataba de estar en medio, para contemplarlo en su totalidad y plenitud, mientras trataba de envolverlo con mis diminutos brazos y llenarlo de mis besos tan torpes. Entonces de nuevo yo tendría que pedirle disculpas, porque era tan abrumador tenerlo frente a mí y para mí; en su totalidad, que lo reducía a la metáfora de una flor, aunque fuera una flor de nieve perpetua y absoluta.

La muy pequeñísima pisca que dentro de mí podría llamarse algo así como instinto de supervivencia; me decía que guardara todo aquello en un secreto, porque si lo materializaba en palabras, seguramente moriría ante aquella abrumadora verdad.

—Mi flor de nieve… —susurré sobre sus labios mientras el vaho que salió de mi boca se fundía con el que salía de su nariz.

—Para siempre… por siempre… —sentí el suave roce de sus guantes sobre mi rostro. 

No necesitaba nada más… mientras estuviéramos juntos estaríamos bien… lo que me preocupaba era que nunca me saciaría de él, si se trataba de Ryuichi, nunca tendría lo suficiente.

Ser eterno bajo la nieve... fusionándonos en ese abrazo, perpetuando el tiempo junto a la ventisca. ¿Era posible?

—Déjame hablar… tienes razón en todo lo que dijiste… tengo miedo… aún da vueltas en mi cabeza qué fue lo que hice mal con Jun… no porque desee tratar de remediar algo, sino porque temo cometer el mismo error contigo y que entonces te marches… ese pensamiento es tan intenso a veces… siento que me destroza… pero no está en tus manos. No es algo que tú puedas resolver.

—¿Qué debo hacer entonces? No quiero verte destrozado.

—Sólo quédate a mi lado… sin importar lo que pase…

—Veme cariño… estoy aquí… llegué hasta aquí sólo por ti, pensando en dónde es que podrías estar. Ya no puedo quedarme en un lugar distinto al tuyo.

—¿Irás por mí sin importar el lugar en el que pudiera perderme?

—Con el temor de sonar como un cliché, incluso soy capaz de bajar al infierno.

—Ya estuvimos ahí… ya me salvaste de aquello.

La voz de Ryuichi era tierna y dulce, era el como el tintineo de una campana de nieve o de nube. Penetraba hasta mi corazón y me dejaba al borde del llanto. Algún día debía aprender a controlar aquello o no sobreviviría por mucho tiempo a mis propios sentimientos.

Nos besamos sin temor a que alguien pudiera mirarnos, con ese frío, éramos los únicos locos a quienes se les ocurría estar en el parque.

 —Hiroshi, regresemos a la casa. Hace frío aquí.

—Sí, pero primero… —saqué la cámara que llevaba en el bolsillo y se la mostré—Tienes una promesa qué cumplir.

— ¿Una promesa?

—¿Ya viste el abrigo que traes?

—Sí, es el que tú me obsequiaste —se cubrió un poco más con éste— Es muy suave.

—Lo traje porque dijiste que te lo ibas a poner el día de la primera nevada.

—Es verdad, además tú comentaste que me sacarías muchas fotografías. Lo recordaste.

—Nunca olvidaría una promesa como esa —Retrocedí algunos pasos ante su mirada y sin previo aviso tomé la segunda fotografía de la noche.

—¡No estaba listo!

—Así es mucho mejor. Anda, posa para mí.

—¿Aquí , en la calle?          

—¿Pues dónde más? Ándale que nadie nos ve.

Él se quedó ahí parado, sólo mirándome, después desvió la mirada hacia un lado y hacia el otro, avergonzado, mientras yo aproveché para tomar algunas fotos. Un poco de viento soplaba ya y de forma muy ligera mecía su cabello. Mientras daba click a mi cámara recordé la conversación con mi mamá, aquel día de la primera nevada en el año 1800.

Mamá, encontré una flor de nieve…

—No es justo que sólo tomes fotografías de mí, yo también quiero fotos tuyas —tomó la cámara, mientras me daba indicaciones de algunas posiciones. Me avergoncé bastante, pero accedí a todo lo que me pidió.

—Ojalá pudiéramos tomarnos una foto, juntos.

—Sí podemos. Apenas iba a comentarte eso. ­—Se acercó hasta mí.

—¿Ah sí, cómo si no hay nadie más aquí para sacarla?

—Aprendí un truco de Sugizo —se colocó mirando a la misma dirección que yo y extendió sus manos hacia el frente y ligeramente arriba con el lado frontal de la cámara apuntándonos —Agáchate para que quedes a mi altura.

Flexioné un poco las rodillas y él hizo click.

—¿Seguro qué funcionará?

—No lo sé, a Sugizo le quedan bien, pero yo nunca lo había intentado.

—Aunque no quede bien la conservaremos.

Besé sus labios una vez más antes de que camináramos a casa, al llegar tomamos algunas fotografías más de los cachorros, hasta que terminamos el rollo.

 

 

 

—Entonces Ryu-chan se enojó contigo. —Pata rascaba despacio su guitarra, intercalándolo con anotaciones que realizaba en su libreta de composiciones.

—Como no tienes una idea. Nunca lo había visto tan molesto. —Coloqué el mentón sobre el bajo que sostenía en mis piernas.

—Te advertí que se iba a molestar porque no se lo dijiste.

—Pero Hitomi y yo ya no tenemos ese tipo de relación. Lo peor fue que entré en pánico en el momento y me puse a la defensiva. Le contesté de una forma en que no debí. Por suerte lo pudimos solucionar, incluso tuvimos una sesión fotografía. Ya le pedí a Saori que las rebelara.

—Problemas sin sentido. No podrás tenerlos a los dos al paso que vas. Debes hablar con Ryu-chan sobre todo este asunto. Anda, continua con el bajeo como te dije —en toda aquella conversación Pata no había suspendido ni un instante su actividad compositora.

—Más tarde. Voy a la oficina del manager —me puse en pie y caminé a la puerta.

No quería tener que ver su prepotente cara, pero debía, era verdad lo que decía Pata, no podía permitir que ocasionara más problemas.

Entré a su oficina sin llamar a la puerta y lo encontré tecleando vehemente en su computadora. Me acerqué hasta su escritorio y me senté en una de las sillas. Él jamás despegó la vista de su pantalla, sin embargo sabía que era yo el que estaba ahí.

Aquella falta de reacción sólo me indicaba que no me atendería hasta que se le diera la gana así que me puse cómodo. Saqué un cigarro y lo encendí. Yo sabía lo mucho que él odiaba que fumara en interiores, aunque él lo hacía, así que simplemente me decidí a probar quién podría resistir más tratando de ignorar aquello que aborrecíamos.

—¡¿Qué rayos quieres, Heath?! —Dijo al fin, aun mirando su computadora.

—¿No sabes ya? ¿No te lo dijo tu hermanita? —dije mientras el humo escapaba entre mis labios.

Aquellas preguntas parecieron al fin hacerlo reaccionar, pues hasta entonces se dignó a mirarme.

—¿Qué rayos significa eso? ¿Cuál hermanita?

—Pues la que se presentó ayer con Ryuichi y le dijo que tú y yo habíamos tenido una relación. No sabía que tenías una hermana y que además era tu confidente. No creía que podías tener aquellos gestos tan tiernos.

—¿¡Qué!? ¿Te refieres a Yuriko?

—¿Qué te hace dudar? ¿Tienes más hermanas?

 —La verdad es que no estoy enterado de las acciones que ella realiza cada día; si dijo que tú y yo tuvimos o tenemos una relación, no es algo que esté en mis manos. Yo no le dije nada, pero no descarto que lo haya podido averiguar.

—¿Cómo?

—Seguro se robó la llave de mi diario, anoto todo lo relacionado contigo en el que tiene forma de Hello Kitty.

—Deja de burlarte de mí. —Mi voz se alzó al nivel del enfado del que ya se llenaba mi humor.

—¡Si le quisiera informar algo a tu novio se lo diría personalmente! Ahora, si no te importa tengo demasiado trabajo y tú también.

—Ten cuidado con lo que haces… porque si tengo que elegir no lo voy a dudar…

—¿Estás seguro de que Kawamura-san te va a sacar de los bares cuando estés ahí causando pleitos de borracho?

Mi enojo era el volcán a punto de estallar y aquél, el imbécil que estaba jugando en la orilla del cráter.

De golpe me levanté, lo tomé por la solapa de su traje y me aseguré de agarrarlo con mucha fuerza para que no se resbalara entre mis dedos la seda fina que ocultaba al demonio.

—¡No quiero saber nada más de este asunto! Agradece que pude resolver las cosas con Ryuichi. Esta es la segunda vez que te lo advierto y va a ser la última. Es verdad que no puedo olvidar que me sacaste del lodo, pero eso no te da derecho a querer regresarme ahí sólo por no estar contigo.

Él no hizo ningún movimiento más que el necesario para emitir una sonrisita idiota, que incrementó una escala más mi enojo, pero ya no valía la pena permanecer ahí. Lo solté de un empujón y salí lo más rápido que pude de aquel lugar.

No tardé mucho en llegar a nuestro estudio y al entrar, cualquier resquicio del coraje recién pasado se esfumó instantáneamente al encontrarme a Ryuichi platicando con Pata.

—Se escucha muy bien la melodía. —Terminó de decir justo cuando yo cerré la puerta al entrar.

—Espero que le des inspiración suficiente a Hicchan para escribirle una letra adecuada. —Dijo Pata al tiempo que dejaba la guitarra sobre el sofá donde él mismo estaba sentado, justo al lado suyo.

Ryuichi no contestó nada, pero al instante su rostro enrojeció, lo que provocó un tierno contraste con el blanco de su abrigo.

—Me estás comprometiendo a escribir la mejor letra del mundo. —Me acerqué a ellos.

—Espero que así sea.

—Hiroshi… terminamos ya de grabar por hoy… pensé en pasar por ti.

—Me alegra que pensaras eso —rocé suavemente los dedos de una de sus manos con los míos.

Ese día, por desgracia, yo no había sido tan disciplinado en mi trabajo como él, así que tuvo que esperarme un par de horas para al fin regresar a casa. Cuando salimos del estudio caía una nevada no demasiado escandalosa, pero sí más fuerte que la de la noche anterior.

Pasamos a comprar café y un par de postres de leche antes de regresar a casa. Al entrar los perritos nos recibieron saltando por todo el recibidor y moviendo sus colitas; después de darles su deliciosa cena de croquetas nos sentamos en el sofá negro de la sala a cenar y ver la televisión.

Habría sido más fácil concentrarme si las palabras de Pata no hubieran estado presentes en mi cabeza, pero así era y justo porque tenía razón.

 —Ryu…

—¿Sí? —dio un sorbito a su café.

—Quiero decirte que puedes preguntarme todo lo que quieras, incluso si es sobre Hitomi, sin importar qué cosa sea, puedes preguntarme.

—No me parece justo interrogarte por cuestiones que fueron hace tiempo… no te preocupes, sé qué entre él y tú. No…

—Sé que lo sabes —me giré para quedar frente a él apoyándome en mis rodillas sobre el sillón.

—Pero yo también quiero hacer mi parte para que ese miedo que tienes a volver a vivir lo mismo de antes desaparezca y creo que la forma adecuada es disipar todas tus dudas, que no imagines, que no hagas conjeturas de lo que no está claro para ti, sólo pregúntalo.

Mi miró unos instantes y quizá era un poco mi imaginación, pero sentí que sus ojos centellaron varias veces y de distintas formas: felicidad, ternura y amor los permeaban.

—¿Puedo permitirme una pregunta? —dijo al fin.

—Las que tú quieras —acaricié la piel de una de sus mejillas, suave como un pétalo de flor.

—¿Por qué es él tan importante para ti? No parece ser…

—¿Una persona amable? No lo he visto serlo con nadie, salvo… pues conmigo, muy a su forma. Cuando Hide ya no estuvo él fue quien estuvo a mi lado para evitar que me hundiera… —Dije sin dejar de custodiar sus ojos ni un momento, por eso pude ver cómo saltaron a la sorpresa.

—Eso es demasiado importante. Discúlpame, yo pude haber estado contigo.

—Ustedes estaban igual que nosotros, no podían hacer mucho.

Se arrodilló sobre el sillón también y me rodeó con sus brazos, el abrigo ya se había impregnado de su aroma, en el que me concentré para sentir cómo accionaba mi corazón y lo hacía latir más rápido.

A los pocos momentos los cachorros subieron también al sillón y uno de ellos me hizo reír cuando comenzó a morder mis pies.

—¡Oye perrito! ¡No me muerdas! —trataba de apartarme, pero era más veloz que yo y pronto su hermano se le unió.

—Dicen que los cachorritos tienen predilección por los olores fuertes. —dijo Ryuichi y después comenzó a reírse de mí.

—¡Oye! ¿Qué me estás tratando de decir? ¡Vamos cachorros, ataquen! ­—lo tomé por los hombros y lo tumbé en el sillón, después me coloqué sobre él y los perritos se acercaron a morderle la cara.

—¡Ay no! ¡Déjenme ya! ¡Tramposos!

Después de un rato de tortura me incorporé y lo ayudé a sentarse, los perritos se ponían en dos patitas apoyados de él mismo, aun tratando de alcanzar su cara.

—Ay… —suspiró— Oye… por cierto que aún no les ponemos nombre. No podemos llamarlos “los cachorros” para siempre.

—Bueno, yo había pensado en Yuki y Kumo[1]

—Yuki y Kumo. Suenan muy bien, pero ninguno es blanco.

—Bueno, sí… pero quizá son una nube de lluvia y nieve con tierrita.

Me miró unos segundos y después se echó a reír de nuevo. ¡Dios… amaba demasiado su forma de reír! Nunca reía de esa manera frente a nadie, su risa siempre era discreta y suave cuando estaba en público; pero ahí, en la intimidad de sólo nosotros dos, reía abierta y libremente, mas no con estridencia; porque todo él era una canción que jamás perdía la afinación de sus notas.

La canción de una flor de nieve que nace mientras caminamos sobre los copos que brotan y mi corazón estalla en pedazos de amor… salpicándonos.

 

 

 

A la mañana siguiente, ella entró al estudio, poca gente había llegado así que en la puerta sólo se topó con el vigilante quien al decirle que tenía una cita con Yuzuki Hitomi, la dejó pasar sin dudar.

Su andar era firme y el movimiento de su vestido simulaba una especie de contoneo que en realidad no existía, pero que hacía acentuar sus caderas no muy pronunciadas. La expresión de su rostro semioculta por unos lentes oscuros parecía no titubear, a pesar de que el día anterior recibió una llamada de su hermano que no auguraba una charla amena. Entró a su oficina sin siquiera llamar a la puerta y lo encontró sirviéndose una copa.

Al verla dentro, pareció accionar el interruptor de la ira en él y arrojó con violencia su copa a la esquina contraria de su oficina; aun así ella no dio muestras de cambiar su expresión y sólo se quitó los lentes.

—¡Maldita sea, Yuzuki! ¡¿Qué diablos significa ese salvajismo?!

—¡Te pedí un favor y ni siquiera eso pudiste hacer bien!

—¿¡Qué quieres que haga?! ¡Él no cedió! ¡Yo no pienso humillarme ante nadie, ni siquiera por ti!

—¡Claro que no! ¡Eres una inútil, ni siquiera puedes llevarte a la cama  a ese… remedo de hombre…!

—Quizá ese el problema, no le atrae una mujer, tal vez debiste tratar de seducirlo tú.

—¡Déjate de tonterías! Podría entender esa parte, pero lo que no puedo entender es ¿¡Por qué diablos le dijiste que somos hermanos!?

—¡De alguna forma él tenía que saber que tú y el bajista tuvieron algo y yo no sabía cómo justificar ese conocimiento! Sólo te ahorré el esfuerzo de lo que no te atrevías a hacer. ¿Me echaste la culpa no es así?

— ¡Heath no creyó en mí, idiota!

—Lo hará cuando se decepcione de su pequeño novio ­—sacó de su bolso una revista y la arrojó sobre el escritorio de su consanguíneo.

Cayó extendida en un par de páginas que decían cualquier tontería. Hitomi la tomó en sus manos y la dobló para mirar la portada. En ésta se encontraban en primera plana  su hermana y Ryuichi a punto de un beso.

—¿Pasó en la premiación?

—Así es, sólo que en la fotografía no se aprecia que él me rechazó. ¡Es lo más humillante que he vivido!

—No creo que sea suficiente para que Heath deje de confiar en él. Parece un estúpido, Kawamura podría ordenarle que se tirara de un puente y lo haría.

—Pues piensa en algo, por ahora ya tienes un gran escándalo. ¡Estoy arriesgando mi carrera por ti!

—No hagas declaraciones hasta que yo te lo diga y por supuesto; dirás lo que yo te indique y te prometo que saldrás intacta.

—El tiraje saldrá en un par de horas, si mi manager no lo impide; debes asegurarte de que salga. Yo sólo pude persuadirlo de no comentarlo con la representante de Kawamura-san, pero no puedo defender la publicación de algo que me afecta a mí también.

—Entiendo. Esa revista saldrá. —Por primera vez en toda la conversación él le dirigió una sonrisa y ella la correspondió.

Después de todo, la familia completa que ambos poseían se encontraba en esa habitación y por la familia se debe hacer lo que sea, más aún cuando se trata de dos personas contra el resto del mundo.

 

 

Su taza la llené con té y la mía con café, como desayuno teníamos pan tostado con queso, cuando a mí me tocaba hacer la primera comida no podía haber mucha variación en el tipo de ingredientes y aun así él lo comía con una sonrisa.

No tardó en entrar a la cocina, besamos nuestros labios a manera de saludo y nos sentamos a la mesa.

 —¿A qué hora dijiste que es tu llamado? –pregunté mientras ponía un poco de mermelada sobre el queso de mi pan.

—Dentro de una hora. —bebió un poco de té.

—Excelente. No es un desayuno en el que te vayas a tardar mucho.

—Está delicioso —tomó un pan y lo mordió. —Enciende el televisor por favor. Quiero ver si habrá ventisca el día de hoy.

—Seguramente sí. —tomé el control a lado mío e hice lo que pidió.

“No podrán creer las fotografías que esta mañana salieron publicadas… cuando regresemos de estos anuncios, las mostraremos…” La voz de la conductora de algún programa inundó la cocina.

—Por cierto, olvidé decírtelo. Ayer le pedí a una de las fotógrafas del estudio que revelara nuestras fotografías. No te preocupes, es de mucha confianza. La conozco hace mucho tiempo.

—Oh… ya quiero verlas, también las que tomamos al llegar a casa con Kumo y Yuki.

—Yo también, pero yo quiero ver principalmente, las que le tomé a una flor de nieve que me encontré en el parque.

Ahí estaba su rostro rojito de nuevo. ¡Cómo me encaba eso!

“Como les prometimos, ahora mismo, les mostraremos las fotos que…”

—Ryu, le voy a cambiar, no parece que vayan a decir pronto el pronó…

Antes de poner realizar la acción, en la pantalla aparecieron las dichosas fotografías que tanto anunciaban, en las que aparecían en primer plano la actriz aquella y Ryuichi, tan cerca que parecían besarse.

Me quedé mirando incrédulo la pantalla un momento y después me giré hacia él, quien ahora sí, tenía el color de la nieve en la piel y miraba casi aterrorizado la pantalla, aún más impresionado que yo.

Las imágenes correspondían obviamente al momento de lo ocurrido afuera de la premiación, pero a pesar de aquel episodio yo ya lo conocía, mi corazón se detuvo como en un vacío que me dejó temblando.

Durante no sé cuánto tiempo permaneció inmóvil, sin emitir sonido y yo hice lo mismo; incapaz de pensar en la reacción más adecuada para lo que pasaba. Fue hasta que las lágrimas se escaparon de sus ojos cuando pude recobrar el movimiento.

—¡Ryuichi! —me puse en pie y me incliné a su lado para después abrazarlo. El correspondió de inmediato y sentí sus dedos aferrarse a mi camisa.

—¡Nunca, nunca debí aceptar! ¡Yo lo sabía, sabía que no era buena idea!

—Cálmate, Ryuichi…. No es tu culpa —Me quedé así abrazándolo y acariciando su cabello, apretándolo contra mi cuerpo, tratando de aprisionar el temblor de su llanto.

—¡Lo odio!  ¡Odio esto! ¡Odio que te lastimen por mi culpa…!

—Ryuichi… eso no me importa, mientras tú estés aquí conmigo yo voy a estar bien.

Estuvimos abrazados casi media hora, hasta que se extinguió su llanto. Cuando nos separamos levantó los trastes del desayuno, como si necesitara algo para distraerse y juntos los lavamos.

A pesar de que traté de persuadirlo, Ryuichi decidió acudir al llamado de ese día. No podía fallar en un compromiso de trabajo sólo por esa publicación amarillista, además sería peor si daba la impresión de esconderse. Algo así me comentó antes de darme un beso.

Me ofrecí a llevarlo en mi motocicleta y el aceptó y aunque había uno que otro reportero por ahí, logramos pasar sin que nos reconocieran gracias a los cascos. Me adentré lo más que pude en el estacionamiento y no salí del lugar hasta que entró en el edificio.

Al llegar a la disquera corrí directamente a la oficina de Hitomi, si él tuvo algo que ver dentro de aquella historia yo lo iba a averiguar en aquel momento. Apenas abrí un poco la puerta su voz potente y furiosa llegó hasta mí:

— ¡¿Cómo fue que permitiste que mi hermana se viera involucrada en esto?! ¡Te coloqué como su manager porque confiaba en ti! ¡No pongas esas excusas tan estúpidas!

Ahí estaba mi respuesta, no había la necesidad de entrar y volver a reclamar. Era de esperar que así como siempre cuidaba que yo no estuviera involucrado en algún escándalo, hiciera lo mismo con su hermana. Cerré la puerta despacio y caminé hacia el estudiando esperando que Pata ya hubiera llegado, pero antes de entrar una voz femenina me detuvo.

 —Heath-kun, tus fotografías ya están listas. Nunca lo hubiera imaginado. —extendió un sobre entre sus dos manos hacia mí.

—Muchas gracias Saori-san —Sonreí abierta y felizmente mientras sostuve el sobre. Esas imágenes sí que deseaba verlas y seguro que Ryu también. —¿Cuento con tu discreción, no es así?

—Por supuesto. Nadie sabrá nada. Mi revista no es del tipo sucio.

—Gracias…

Pasó medio día y no podía concentrarme en el trabajo, hasta ese momento el recuento de los daños incluía cinco latas de cerveza estrelladas en mi cabeza y algunos gritos.

Estuve pendiente del televisor y de cualquier cosa que dijeran, sin embargo nada nuevo hubo hasta casi la tarde cuando comentaron que aunque ni Ryu ni la actriz dieron ningún mensaje, tenían imágenes de mi vocalista con Ihara-san, el actor que también había estado en la premiación y con el otro del que no recordaba su nombre; al momento de la comida, mientras que Ishida-san comió apartada de ellos con su manager. Por desgracia eso sólo dio pie para que los medios especularan acerca de “un distanciamiento” o “para guardar las apariencias”.

—¿No crees que te hace mal ver eso y escuchar todo lo que dicen? —Al fin Pata se refirió al tema.

—Debo estar al pendiente, por si ocurre algo y Ryu-kun me necesita.

—Sí te necesita, pero no estresándote como lo estás haciendo ahora. Esto que ocurre no importa, ya pasará. Tú sabes que es el riesgo que se corre al trabajar aquí. Lo que deben hacer es seguir trabajando con todo su esfuerzo, los que entienden su música no lo abandonarán y tú tampoco. Entonces no hay gravedad en este asunto.

De nuevo el gurú Pata estaba hablando. Deseaba ser así como él. Ojalá mi espíritu llegara a ser tan grande como el suyo, pero por el momento lo que me decía parecía casi inconcebible: ¿No importaba? ¿Ya pasaría? Quizá sí, pero el rostro angustiado y en llanto de Ryuichi, me acompañaba todo el día…

El resto de la tarde pude trabajar un poco mejor, al fin al cabo los reporteros no lograron molestarlo por ese día, así que por la noche completé el bajeo interminable y mi deuda con Pata quedaba saldada por esa ocasión.

Antes de salir llamé por teléfono a Ryu pues era probable que también hubiera terminado de trabajar así que le ofrecería pasar por él.

—¿Entonces no quieres que vaya por ti?

—No te preocupes. Estuvo un poco más tranquilo de lo que imaginé y ya voy saliendo. Ihara-san me hará el favor de llevarme. No quisiera que llegaras a verte involucrado en esto.

—Bueno, entonces te veo en la casa. Ten cuidado.

—Lo tendré…

—Te amo… —hubo un silencio por unos instantes que yo atribuí a la sorpresa. No muy seguido le decía esas palabras textuales, aunque trataba de demostrarlo siempre.

—Y yo a ti… —contestó al fin para después colgar.

Cuando entré a casa los cachorros y un delicioso aroma a chocolate caliente me recibieron, a los pocos instantes Ryu salió de la cocina y se acercó para abrazarme. Mis manos recorrieron su cintura hasta rodearla por completo.

—Huele delicioso.

—Quise preparar algo calientito para los dos. No quiero que mi flaquito se congele. —Acarició mis brazos.

—¿Aquí junto a ti? Jamás. —Besé el huequito de su nariz, justo entre sus ojos y lo escuché reír- —Te tengo una sorpresa también.

—¿Cuál? —Le entregué el sobre con las fotografías.

—Estas fotografías sí te van a gustar, pero no lo abras todavía. Primero hay que servir el chocolate.  

Esa noche nos entretuvimos viendo nuestras fotos hasta la hora de dormir. Incluso metimos en un marco la que él tomó de los dos con aquel Sugitip, que por cierto quedó muy bien. La colocamos sobre el buró de nuestra habitación y las demás las guardamos en un cajón en espera de un álbum, salvo por un par más pequeñas de tamaño cartera que pedí especialmente para que pudiéramos tenerlas siempre con nosotros.

Al día siguiente repetimos la rutina, aunque el desayuno fue más elaborado porque le tocaba a él; lo llevé hasta el estudio de grabación sin que ocurriera ningún tipo de problema, gracias a lo que en el trabajo pude concentrarme de una mejor forma.

Por desgracia, la ley de la vida dice que nunca debemos confiarnos y yo cometí aquel error esa noche funesta que comenzó cuando Hitomi entró a nuestro estudio justo cuando estábamos a punto de marcharnos.

—Pienso que es tu novio quien no está conforme con la atención que le das y necesita mucha más.

—¿¡De qué rayos hablas!? —No entendía a lo que se refería, pero me ofendía y me asqueaba la forma en que hablaba de Ryuichi y quizá lo habría golpeado de no ser por que encendió el televisor del estudio que ese día estuvo apago y lo que vieron mis ojos no tenía crédito.

Fuera de la televisora, justo en el estacionamiento, estaban Ryu y la actriz rodeados por una horda de reporteros, que como zombis se aproximaban a sus víctimas deseosos de sangre y carne.

—¿¡Qué diablos…!? —Pata leyó mis pensamientos, pues los expresó por mí.

El rostro de Ryuichi estaba visiblemente angustiado, por lo que sin siquiera coordinar con la cabeza, mis piernas se accionaron a toda velocidad y me llevaron hasta mi motocicleta. Me puse el caso, subí y conduje lo más rápido que se me permitía sin el temor de ser detenido por la policía. Si el tráfico no se encontraba muy cargado, podría llegar en poco más de diez minutos y así fue.

Dejé mi vehículo frente al edificio. Estuve a punto de quitarme el casco pero lo pensé mejor y me aproximé hasta el cúmulo de personas que continuaba en el estacionamiento del lugar con éste aún puesto.

Me trataba de escabullir entre algunos reporteros. Todos estaban tan concentrados en las personas frente a ellos que ni siquiera notaron al extraño del casco. Ya no sólo estaban Ryuichi y la actriz, en el lapso de mi llegada se agregaron su manager, otro hombre que me imagino era el igual de ella y el actor… Ihara-san estaba también.

—No entendemos qué más es lo que desean saber. Creo que ya les brindamos toda la información disponible. Todo se ha tratado de un mal entendido, de un momento tergiversado. —Hablaba la manager de mi Ryu, la cual era indispensable resaltar que ¡no servía para nada!

—¿Entonces se trata de algún truco publicitario ya que el drama está a punto de terminar?

—Por supuesto que jamás nos…

—Esto tiene una explicación muy simple. —Ihara-san interrumpió de golpe a la representante.

—Ryuichi-san no es pareja de Ishida-san, porque él es pareja de alguien más.

Se escuchó un murmullo generalizado entre los reporteros y yo detuve mi andar. Todos los presentes lo cuestionaban de diferentes formas, sólo mirándolo.

¿Ese hombre sabía de nuestra relación? ¿Desde cuándo lo llamaba por su nombre así con tanta confianza? En ese momento deseé ser uno de los  presuntos periodistas que estaban ahí para poder preguntarle lo que yo quería saber.

—¿Kawamura-san, podemos saber quién es esa pareja?

—¿Qué opina de las fotografías?

—¿Es alguien del medio?

Reanudé mi camino esquivando reporteros de forma no muy amable, ya eran pocos los centímetros para llegar frente a ellos.

—Yo… —la voz de Ryuichi temblaba.

—Esas preguntas se pueden resolver de forma fácil. —Expresó el actor.

Lo siguiente que vi ocurrió tan rápido que no pude hacer nada salvo seguir los movimientos con mi estupefacta mirada: El compañero de Ryuichi lo sujetó por los brazos, lo giró hacia él y en el segundo siguiente tenía los labios sobre los de mi… mi novio, la persona que yo amaba… ¡la besaba alguien más...!

Cuando al fin estuve delante de los reporteros era tarde, pues el idiota tomó de la mano a MI PAREJA y se lo llevó hacia el interior de la televisora, mientras el mar de reporteros se dejó venir encima de mí y los representantes trataban de detenerlos. Vi a la actriz ocultarse tras ambos y cómo después un miembro de seguridad la hacía entrar.

De nueva cuenta me abrí paso entre la horda aventándolos ya sin miramientos y corrí hacia el edificio. El mismo miembro de seguridad que se encargaba de Ishida trató de detenerme pero lo esquivé fácilmente aunque por un momento pensé que no lo haría pues las piernas me temblaban.

Alguien había besado a Ryuichi… alguien que no era yo y frente a mí. En mi pecho se había formado un aro helado y cada latido dolía y pesaba. Se estrellaba contra las paredes de mi cuerpo… mi corazón estaba ahora fracturado… estallaba envuelto en un mar de dolor…

Sentí la humedad de mis ojos extenderse por mi rostro pero la limpié rápidamente con mis manos y me di unos golpes con las palmas en las mejillas. Aquello… bueno… no le encontraba mucho sentido, pero la inefable verdad era que otro imbécil estaba detrás de Ryuichi…

No debía dejarme llevar, ¿Por qué no lo apartó…?  No tenía motivos para hundirme en ese momento, ¿Por qué se dejó llevar?   Yo estaba seguro… seguro de lo sus sentimientos… de que me… me amaba… y mientras eso fuera cierto, yo estaría bien… ¿Por qué fue tan fácil que otros labios tocaran los suyos?

Sacudí la cabeza y deambulé apenas por un par de pasillos, en lo que en ese momento creí que era un golpe de suerte, di con el corredor de los camerinos. Busqué su nombre en las puertas y lo encontré en la última más al interior. Me paré frente a la entrada, me quité el casco que sostuve bajo uno de mis brazos y tomé la manija con mi mano temblorosa, despacio abrí la puerta…

Lo sostenía por los brazos como lo hizo en la entrada, lo besaba así como lo hizo frente a todos… sólo que ahora no podía existir un elemento sorpresa y tampoco había un atisbo de resistencia… portaba su abrigo a medio poner, caído por debajo de sus hombros. Mi mirada que se fue al piso observó los botones que yo abroché la primera vez que lo usó. Aquello tan importante… arruinado tan fácilmente…

Ahí me di cuenta de que las flores de nieve también mueren… de que fue una estupidez pensar que son eternas. Indudablemente pueden morir en más de una forma… y en ese instante yo estaba contemplando la muerta de la mía… y hasta aquel infierno no podía seguirla… la había perdido y no podía guiarla a ninguna parte… me había convertido en una estrella muerta…

Porque en ese momento descubrí la verdad… una flor de nieve puede matar también…  

   

[1] Kumo significa nube y Yuki, nieve.

Notas finales:

Traté de hacer personajes humanos con virtudes y defectos, pero qué puedo decir... me gustan los villanos.

 

¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!

Gracias por seguir aquí, al pendiente de esta historia, para mí es muy valiosa cada lectura que se suma a este fanfic.

No tengan duda de que aquí seguiremos.


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