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Curtain por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡HOLAAAA! 

He vuelto. Lamento tardar tanto D: Pero ya se saben la historia, jaja. MUCHÍSIMAS GRACIAS POR SUS REVIEWS 

Disfruten el capítulo. Más abajo daré una nota. 

~CURTAIN~

(ItaSaso)

 

[3]

 

Perfecto

 

Deidara estaba boquiabierto, completamente sorprendido. Si alguien le hubiera dicho que llegaría el día en que su mejor amigo no pudiera sostenerle la mirada, lo habría tachado por loco. Pero estaba sucediendo, justo frente a sus ojos. ¿Ese era en verdad Sasori, o había sido reemplazado por un alienígena, como en la película que vio con Madara la noche pasada?

—Así que…—Carraspeó—. Déjame ver si entendí bien, danna. ¿El Uchiha ha estado hablando contigo creyendo que tú eres una chica, hum? ¿Y tú le seguiste el juego hasta el grado de aceptar encontrarte con él? Dime si escuché bien, porque empiezo a creer que debo hacerme un lavado de oído.

Deidara y Sasori estaban sentados sobre la banqueta frente a la casa del primero. El rubio había estado escuchando atentamente al taheño, sorbiendo de su leche con chocolate y mirando al otro esconder el rostro entre sus rodillas, mientras hablaba con la voz llena de vergüenza.

Deidara no pudo adivinarlo con claridad, pero estuvo seguro de que las mejillas de Sasori se pusieron rojas. El pelirrojo asintió una vez con la cabeza.

—Ahora sí te cargó el payaso—Exclamó el rubio—. ¿Cómo demonios se te ocurre, hum? ¿Era muy difícil decirle: “ah, pero entre mis piernas no hay lo que tú piensas, así que no podemos salir de esa manera”?

—¿Crees que no lo intenté? —Sasori miró a su amigo—. Traté de decírselo, pero cada vez que lo hacía él terminaba diciendo cosas que me impedían continuar. Simplemente no pude y… y…

—Y ahora no sabes qué hacer—Completó Deidara, pues sabía perfectamente que el pelirrojo era demasiado orgulloso para admitir que estaba perdido.

Hubo un momento de silencio. Sasori ya no le miraba. Ahora tenía los ojos clavados sobre el cielo nocturno. El rubio se relamió los labios, pensando.

—Bueno, supongo que lo mejor (y más fácil) que puedes hacer es encontrarte con él. Digo, él verá que eres hombre, y así tú puedes explicarle que simplemente no le habías dicho nada por temor a desilusionarlo, hum.

—Ha pasado una semana. Una larga semana de “buenos días”, “buenas noches”, “que te vaya bien” y cosas así. Creerá que me estuve burlando de él.

Deidara acabó con su leche y aplastó el cartón.

—Sí, eso puede pasar. Pero, ¿qué opción tienes? ¿Decírselo por mensaje? Eso es demasiado cobarde, aunque al menos así él nunca conocería tu rostro, hum… ¿o qué? ¿piensas que será mejor continuar con la farsa y transformarte en una chica?

Deidara había dicho eso último como una broma. Hasta se rio de su propio comentario mientras se levantaba y esperaba que Sasori lo imitara. Luego, ambos chicos entraron a la casa del rubio. La madre de éste había preparado hot cakes para cenar.

Deliciosos, dijo Sasori en su mente. Están deliciosos, repitió, intentando que ese pensamiento dominara su mente y se llevara lejos la idea de que aparecer frente a Itachi como una chica era la mejor forma de salir de ese embrollo.

No funcionó.

 

“Que tengas buena noche, descansa”.

Sintió un tirón en el estómago cuando recibió el mensaje. Por mucho que lo negara, había estado esperando la respuesta de Itachi desde la mañana. Se mordió el labio, tomándose su tiempo para contestar. Estaba actuando infantilmente, y se odiaba por eso. ¿Por qué, si lo sabía, no podía evitarlo?

Porque estás enamorado, idiota, se dijo. Dejó caer el celular a un lado. Su habitación estaba oscura a excepción de la luz del aparato, sin embargo, sentía como si un millón de personas lo estuvieran rodeando, mirándolo con ojos acusadores.

Había estado mintiéndole a Itachi durante una semana. Una semana magnífica, sí. Pero al fin y al cabo todo era una mentira; incluso cambió su foto de perfil en el chat. ¡Pero diablos! Se sentía tan feliz, y si tenía que irse al infierno por eso, lo haría sin chistar. Itachi y él habían estado interactuando en una especie de flirteo cibernético, donde sólo uno conocía la cara y el sexo del otro. Itachi era amable, un tanto reservado, cuidadoso con sus palabras y, sobre todo, mostraba interés en las preguntas que le hacía al pelirrojo. ¿Qué música te gusta? ¿Qué piensas de esto, de aquello? Aunque a veces tardaba mucho en responder los mensajes, Itachi estaba ahí, llenando de emoción su corazón.

Él es como… es perfecto. Pero debes parar esto ahora, ¿no es así? Aun si dejo que esto dure un poco más, eventualmente le causaré problemas. ¿Qué diría su madre si se enterase? Sasori cerró los ojos, pensando en la mujer que hace una semana le invitó a tomar el té. Estaba seguro de que ella no hubiera sido tan amable si supiera que él tenía ese tipo de sentimientos hacia su hijo.

Se mordió el labio. Tomó el celular para contestar el mensaje del moreno.

“Buenas noches, tú también descansa J”.

Estaba por apagar su teléfono y echarse a dormir. Sin embargo, en un impulso, abrió nuevamente el chat. La idea se había consolidado en su mente.

“Nos vemos el sábado, ¿cierto?” escribió.

“Por supuesto, Sasori-san”. 

 

Sasori colocó las manos sobre la cara de Tayuya, suavemente como suave era su piel. Ella dio un respingo frunciendo fuertemente el ceño. Sus ojos cafés eran de vergüenza y fastidio.

—Relaja las facciones—Pidió Sasori.

—¿Para qué? Tú tienes la misma expresión casi todo el tiempo.

—Sí, pero no tenso tanto el rostro. Tu cara parece la de una estatua, o como las cosas que hace Deidara.

Tayuya rodó los ojos y apartó las manos de su primo con un manotazo.

—Cierra el pico, Sasori—Dijo—. O considérame fuera de esta tontería.

El pelirrojo no hizo ningún comentario. Podía fingir muy bien por fuera (no por nada era un excelente actor), sin embargo, dentro su corazón golpeaba fuertemente la caja torácica y el estómago le revoloteaba constantemente al pensar mil y un maneras en que su plan podía salir mal.

Requirió una voluntad tremenda (y casi una pérdida de orgullo) contarle a Tayuya lo ocurrido y pedirle su ayuda. La chica lo había mirado con esas arrugas entre los ojos y la boca en una pequeña o.

—Es… ¿de dónde sacaste que eso va a funcionar? —Dijo ella—. ¿Quién te dio la idea? ¿Deidara? Escucha Sasori, no eres estúpido, pero estás pareciendo uno al venir a pedirme esto. Simplemente ve y dile la verdad.

Sasori compartiría la posición de la chica si estuviese viendo el problema desde afuera. La verdad, es que estaba siendo egoísta. Quería parar aquella tontería, pero no estaba seguro de poder conservarse entero si Itachi lo miraba con desprecio. Y no quería arriesgarse.

Así que se justificó con ella de la mejor forma posible: posibles escándalos, una reputación siendo juzgada bajo miradas de extraños que no podían meterse en sus propios asuntos. ¿Qué dirían? Chico gay aprovecha la situación e intenta engatusar a Uchiha Itachi. No. Simplemente no.

Al final, la pelirroja había aceptado ayudarle.

Ella había relajado un poco las facciones.

—¿Mejor?

—Mejor—Dijo Sasori. Se sentó al lado de la chica y ambos se miraron al espejo. Estaban en el camerino, dentro del salón de teatro—. ¿Sabes bien lo que vas a decir?

—Ajá—Contestó Tayuya—. Voy a rechazarlo. Fácil, lo he hecho millones de veces con varios idiotas.

Hizo una sonrisa mezquina. Sasori torció los labios en una media luna. La cabellera de ella caía roja hasta por debajo de los hombros; el cabello rojo de él le daba un aspecto desalineado. Los ojos de ambos eran grandes avellanas. Cualquiera que los viera, una del lado del otro, diría, sin temor a equivocarse, que eran gemelos.

 

El resto de la semana pasó sin mayores dificultades. Deidara no sabía lo que planeaba Sasori, y aunque se lo preguntó, el pelirrojo le dijo que se encargaría de aquello a su manera, callada y sutil. Por muchos berrinches que el rubio hizo para conseguir más explicaciones, el taheño no le dijo nada.

Cuando llegó el sábado, él y Tayuya se encontraron a una esquina de la cafetería donde se había quedado de ver con Itachi. Sasori estaba nervioso, creía que sus piernas flaquearían como espagueti y se estrellaría contra el piso, sin embargo, su parte racional le decía que nada tenía por qué salir mal. En primera, Itachi estaba esperando encontrarse con una chica, y con una chica se encontraría. Segunda: lo único que debía hacer Tayuya era decirle que su nombre era Sasori, una persona que había sido amable con él por empatía, pero que no tenía la intención de hacerse cercana con él.

La chica vestía pantalones negros, botines del mismo color y un suéter holgado color beige. Miró a su primo, ceñuda, pero transmitiéndole que intentaría ayudarlo de la mejor manera. Entonces, se separaron, y ella entró al local.

El sol estaba poniéndose, dejando que sus colores se debilitaran ante la llegada de la noche. Sasori se recargó en la pared de un Seven Eleven y apretó el celular entre sus manos. Le agobiaban los nervios. Se preguntó si Itachi ya estaba ahí, aunque no se acercaría a averiguarlo.

Todo saldría bien. Itachi seria herido, sí, pero a un grado ínfimo, casi indoloro.

Entonces le llegó un mensaje. Su corazón le dio un vuelco.

“Aun no llega”.

Era de Tayuya. Los músculos del pelirrojo se relajaron y soltó una pequeña risa. Era gracioso pensar en ello. Pensar. Pensaba en Itachi muchas veces, y siempre llegaba a la cegada conclusión (de cualquier enamorado) de que el muchacho era perfecto: apuesto, amable, inteligente, misterioso, etc. Jamás se le había pasado por la cabeza que fuese impuntual, y eso, en vez de molestarle, le provocó un rubor en las mejillas. Le estaba conociendo.

Eso dominó su mente por algunos minutos. Para cuando se dio cuenta, habían pasado veinte minutos de la hora que habían quedado: 8:30. Seguramente Itachi había llegado, con una sonrisa en el apuesto rostro porque al fin conocía el rostro de la chica con quien había charlado la última semana, esa que le había ayudado en un momento difícil.

Se preguntó qué tanto interés romántico tenía el moreno por Sasori. Por un lado, quería creer que poco, porque de esa manera no sufriría tanto ante el rechazo. Sin embargo, su parte más emocional (esa de la que tanto odiaba perder el control) no podía más que desear lo contrario y sumergirse en la fantasía de que Uchiha Itachi podía enamorarse de él, tal cual era: un varón.

El celular vibró entre sus manos. Con el corazón en la boca del estómago, Sasori leyó el mensaje, que seguramente era de Tayuya.

Sus piernas de espagueti recobraron la compostura y corrió hasta la esquina que daba a la cafetería. Ahora su corazón estaba atorado en su garganta, sus labios temblaban incapaces de (perfecto) tragar saliva. Le pareció que llegar a la cafetería le tomó una eternidad.

Cuando abrió la puerta, se topó con su prima, que venía caminando hacia él con expresión de no saber qué decir.

—Él no…

—Sí, no lo digas… lo sé. Me acaba de mandar un mensaje.

“No podré ir esta noche. Lo siento, Sasori-san”.

Perfecto.

Lo cierto, es que Sasori no podía afirmar tal cosa. Es más, si alguien le preguntaba por qué estaba enamorado de Itachi, la lista se reduciría a una frase: Parece ser perfecto. Perfecto. Perfecto a sus ojos, y perfecto a los ojos de las chicas que le seguían.

Pero quizá era sólo la imagen que Itachi daba y con la cual uno se formaba su propia visión de él. Sasori, que era artista, lo comprendía. Sin embargo, no podía abandonar el tonto enamoramiento; cada vez que se trataba del moreno, se le encogía el estómago en una sensación placentera, que le hacía sentir avergonzado.

Perfecto.

Porque Itachi siempre era cálido, siempre amable, siempre inteligente, siempre apuesto. Era fácil describirlo como el estereotipo de una novela juvenil: ese que venía de familia acomodada, que tenía un cuerpo esculpido a proporción por una hora diaria en el gimnasio, y cuyo coeficiente intelectual estaba por arriba del promedio.

Sí, Itachi vendía la imagen de ser perfecto, y Sasori, pese a su tendencia a sobre analizar las cosas, la había comprado.

Y la realidad, es que Itachi sí era como lo describían. Era inteligente, atractivo, amable, cálido, de familia acomodada y… bueno, si ahí terminara la lista, valdría colocarle la etiqueta de perfecto.

Pero la imagen del espejo le devolvía otra cosa, que alcanzó a percibir por menos de un segundo, mientras su corazón palpitaba como una bomba y sus extremidades se entumecían, dándole la sensación de millones de hormigas bailando bajo la piel.

Tenía grandes bolsas brises bajo los ojos, contrastando con la piel pálida y cansada. Había un enramado de telarañas rojas alrededor de sus pupilas. Con el cabello negro cayéndole sobre la cara, suelto y desalineado, parecía un fantasma de película de terror. De pronto, le dio la impresión de estar demasiado flaco; sus rodillas empezaron a perder equilibrio.

Itachi se movió violentamente, tirando en el camino el vasito de su cepillo y pasta de dientes. Salió el cuarto de baño, su cabeza se hacía más pesada, le daba vueltas como en un carrusel. Eran las tres y media de la madrugada del sábado; aun así, rogó porque el débil grito que se formaba en su garganta fuese capaz de despertar a sus padres.

Luego, cayó al piso, sintiendo que las hormigas se extendían más allá de sus extremidades. Estaba sudado y mareado, el corazón le iba a explotar.

Abrió los ojos hasta pasadas las tres de la tarde, y pronto comprendió que estaba en el hospital. Sentía los labios resecos y la cabeza le punzaba. A su lado, estaba Sasuke, su hermano pequeño, que se quitó los audífonos y lo miró con preocupación.

—Nii-san, ¿cómo te sientes? —Sin respuesta. El menor frotó las manos contra sus pantalones y dijo —: Padre y Madre vendrán pronto —Otro silencio. Itachi miraba hacia la ventana, serio como un muerto. Sasuke se relamió los labios y titubeó antes de hablar —. Estuvieron aquí cuando te trajeron.

Itachi no dijo nada. Un momento después, Sasuke llamó a la enfermera para que revisara a su hermano. Cuando ella se fue, confirmando que su estado era estable, el joven tomó el valor para decirle de frente las cosas a Itachi.

—No debes seguir tomando esas cosas, ¿sabes? —Empezó; solo en ese momento agradeció que Itachi solo pusiera atención a la ventana —. Van dos veces que te pasa esto, ¿quieres morir pronto? Itachi nii-san, si no estás, la compañía irá a la quiebra y…

—Sasuke —Le interrumpió el mayor, mirándolo por primera vez, con una cálida sonrisa —, gracias. Gracias por venir. Pero deberías estar entrenando para tu competencia.

—No, ¿quién se va a quedar contigo?

—Dijiste Padre y Madre vendrían. ¿Cuándo me dan de alta?

—Mañana —contestó Sasuke, algo receloso, pero con las mejillas sonrojadas. No recordaba la última vez que su hermano le había sonreído.

—Anda, estoy bien. No quiero que te pierdas el entrenamiento.

Minutos después, Sasuke accedió a marcharse, no sin antes asegurarse de que Itachi hubiese comido. No había nada en su estómago desde hacía un día.

—No creas que me he olvidado de esas cosas —advirtió el menor antes de cruzar la puerta —, me aseguraré de que no compres más. Y tampoco más aspirinas, ¿entiendes? Vendré una vez que salga de la alberca. Espérame.

Itachi le dedicó una expresión relajada hasta que el menor se retiró. Luego suspiró largamente y cerró los ojos para intentar descansar y despejarse. Estaba realmente agotado, así que no le fue difícil quedarse dormido.

Cuando despertó, pasaban de las ocho de la noche. Se acordó de algo, se mordió el labio y tomó su celular para escribirle a Sasori.

 

—Hoy vi a la tal Izumi—Deidara le dio una gran mordida a su baguette—. Estaba con su nuevo novio.

—Ah, ¿sí? —Sasori había estado concentrado en un libro, cuando el rubio habló, él ni siquiera levantó la mirada.

—Sí. Ya sabes, estaban tomados de la mano. Había algunos que se les quedaban mirando y chicas que murmuraban cosas, hum.

—Hmmm.

—Ya pasó una semana. ¿Arreglaste las cosas con el Uchiha? —Preguntó Deidara, curioso.

Silencio. Deidara miró a su amigo, que por un momento le devolvió la mirada.

—Sí, lo hice.

—¿¡En serio, hum!?

—Sí.

­—¿Y cómo? ¿Se vieron? ¿Qué te dijo?

Sasori tensó la mirada. Abrió la boca y la cerró. No pensaba decirle a Deidara lo que pasó, suficiente vergüenza había pasado frente a Tayuya. Se levantó y tomo su mochila.

—Voy a la biblioteca. Te veo en el ensayo.

El pelirrojo dejó a su amigo con la palabra en la boca. Sabía que, si se quedaba ahí, todos los sentimientos que llevaba atorados en la garganta estallarían. Una mentira tampoco serviría de nada.

A fin de cuentas, el problema se había resuelto, ¿no? Uchiha Itachi lo dejó plantado y no volvió a escribirle por chat. Ni siquiera un mensaje después de ese “no podré ir esta noche, Sasori. Lo siento”. Él le había contestado que no había problema, y de ahí, nada. Sasori no se sentía dispuesto a hablarle, ¿y para qué? ¿No era bueno? El problema estaba solucionado, como si nada hubiese pasado.

Caminó con la mochila golpeándole los omóplatos. La biblioteca era un edificio grandísimo. Estaba dividida por secciones, dependiendo de cada carrera. En el centro, había un área común, con grandes mesas divididas en cubículos con computadoras. Al fondo de cada sección había otro espacio para estudiar, eran mesas para máximo cuatro personas, sin computadoras, pegadas a la pared. A Sasori le gustaba más esa sección; de alguna manera era más silenciosa, y servía cuando uno quería estar solo para concentrarse o simplemente porque sí.

Estaba dispuesto a hacer tarea o tal vez estudiar un poco el guion. Era una buena forma de distraerse. Llegó a una mesa y dejó su mochila sobre ella, estaba por sentarse cuando el corazón le dio un vuelco. Unas mesas más al fondo, estaba Uchiha Itachi, solo, hundido en un libro.

Sasori frunció el ceño, molesto. Aunque en realidad su interior era una batalla entre sensaciones desagradable y placenteras. Se sentía humillado, pero al mismo tiempo nervioso. Quería reclamarle por qué lo dejó plantado de la nada y cortó toda comunicación con él, pero no podía hacerlo siendo hombre.

Debió irse a otra sección de la biblioteca. Sin embargo, sus pies no tomaron ese camino. Avanzó a la dirección del moreno, que no se daba cuenta, avanzó hasta quedar a un metro de distancia. ¿Qué iba a decirle?

Tragó saliva. Para ese momento (y en ese lugar) sus latidos debían ser lo suficientemente audibles para Itachi. Sasori pensó que sería una tontería, pero la creyó completamente cuando Itachi alzó la cabeza y le miró, por primera vez.

 

 

Notas finales:

¡Aquí vamos!

En mi cabeza más o menos tengo ya pensada toda la historia, y pues creo que sí habrá angst. Sé que en estos tres capítulos no ha habido mucha interacción entre Itachi y Sasori, es decir, interacción cuerpo a cuerpo xd Así que en el próximo capítulo habrá, porque ya es necesario. 

Otra cosa, no sé si ahondar en la relación de Deidara y Madara posteriormente. Depende de cómo se desarrolle esto, jaja. Lo que pasa es que he tenido ganas desde hace años de escribr sobre Madara y na más no me animo xd 

Espero hayan disfrutado el capítulo. ¡Nos leemos!


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