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Adiós, belleza. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Hoy 22 de julio es el cumple de Avido ;)

 

 

 

Sage los vio; en el momento en que más gentil era. Profundo, suave. Se lo follaba de una manera que daba ternura verlo, se lo follaba. Lo que sospechaba que hacia desde que Krest le dijo, aunque se negaba a creerlo.

Y, por primera vez en mucho tiempo, no tuvo ganas de entrar al trio. Se notaba que estaban compartiendo un momento especial y eso le hacia presión en el estomago, en la garganta. Incluso en los ojos, que aparto del cuadro para evitar las lagrimas.

Incapaz de seguir viendo como su gemelo le daba a esa versión mas joven de si mismo, mas atractiva, se retiro de ahí. Se retiro a Starhill, encerrándose ahí y llorando a la luz de las estrellas.

 

***

 

 

Hakurei se despidió al dia siguiente de el como si nada hubiera pasado, el muy hipócrita. Se pregunto cuantas veces habia hecho lo mismo, ocultándoselo tras esa sonrisa que parecía franca.

Habia decidido ser frio, pero al verlo tan desenfadado le pago con la misma moneda: hipocresía, actuación. Si creía que solo el era bueno, estaba muy equivocado.

 

Hakurei se fue de ahí muy tranquilo, creyendo en su buena suerte, en que Sage no lo habia pillado en una… en una cosa que no sabia como explicarle.

 

*

 

Ser usuario del sekishiki facilitaba mucho los viajes. Estuvieron en la vera del camino, espantando ovejas con la vista del castillo de las altas chimeneas en lontonanza en menos de lo que se dice.

-¿Te fijaste bien, Avido? Cuando regresemos, tú lo haras.

-¿Por qué no lo hize desde ahora? Soy perfectamente capaz de hacerlo. – poseer a su maestro, en modo pasivo, lo habia hecho mas seguro de si mismo. Mas hablador.

-Porque no conocias el punto de llegada.

-¿Por qué llegamos tan lejos?

-Porque en estos países, es mala idea demostrar tan abiertamente tus habilidades. -  dijo, recordando la vez que Sage y el habían sido amarrados a la hogera.

-Como sea. – dijo, hechando a andar.

Podia hacerlo bastante bien. Una incomodidad le recordaba que su maestro lo habia hecho suyo, pero por eso mismo le encantaba. Sentir ese dolorcillo, después, que su maestro lo curara, que lo llevara a acostar, cargado, a su propia cama… que se despidiera de el con un beso, esta vez en los labios… ahora en los labios.

Avido se los toco, seguro de que su maestro no lo veía. Su maestro, su amante.

Llamaron la atención en cuanto empezaron a encontrarse con gente, y Avido lo disfrutaba mas que nunca. Camino cerca de su maestro, para realzar el parecido.

Hakurei y el.

Fueron escoltados desde poco después de pasar los muros hasta el castillo. El rey era mas viejo que el dux, que tendría unos cincuenta años, asi que le parecio un completo anciano. Los ojos se le iluminaron al verlos.

-Hakurei dono, por usted no pasan los años, ¡pero otra cosa es rejuvenecer asi! ¿Quién es esta belleza? ¿Su retoño?

Avido disfrutaba esas comparaciones familiares: padre, hijo, amante, relación. No diferenciaba mucho entre una cosa y otra. Tenia un vinculo con Hakurei, y eso era lo importante. Un vinculo que cada vez era mas grande.

-No, no me biparti – dijo por enésima vez Hakurei, recordando esa sensación maternal que habia tenido con Avido y a el si incomodándole – El es Avido, mi aprendiz y sucesor. – lo miro con orgullo – Esta es su primera misión.

-¡Oh! ¿Sabra como hacerlo?

-¡Claro! – asi hubiera sido una misión de verdad, y no menearle el culo a un viejo rico y poderoso.

-Usted le ayudara…

-No. – ese era otro precio.

-Lo supervisara, al menos…

Hakurei torcio la boca, notando la mirada de Avido.

-No lo dejare solo – dijo, mirando a su discípulo – Pero el llevara a cabo la misión.

-Muy bien. – dijo el rey, decepcionado – Cuanto antes, mejor. Les darán sus ropas.

“Yo no voy a cambiarme” , estuvo a punto de decir Hakurei, pero no quiso poner nervioso a Avido. Seguia con esa tonta idea de que iban a prostituirlo. No entendia, ni porque habia leído en los libros, o eso creía, que los lemurianos jamas venderían algo que debe darse.

Las ropas resultaron ser unos pantalones con mas influencia árabe de la que se habria esperado para Portugal; bombachos, ceñidos a las caderas. De un blanco transparente que no tenia nada de sentido si iban a limpiar chimeneas. Una camisetita de tirantes, vaporosa, que entre sus ondas dejaba ver las ultimas costillas de Avido y Hakurei, pues ambos se habían quitado las vendas. Su maestro lucia delicioso y lo habria hecho mas con varias de esas pulseras que tanto le gustaban.

Le puso un pañuelo sobre la cabeza, y le encanto que lo rodeara con sus brazos.

-¿Listo?

Habia músicos tocando en la estancia, amplia estancia del castillo real. En aquel estilo rustico de arquitectura, lo mas importante eran las chimeneas; entre mas altas, demostraban mas estatus, y que hubiera dos, era algo que solo el rey podía permitirse.

-Vamos. – Hakurei choco su cadera con la de el y luego subio, brincando de un lado a otro por las paredes conicas. Avido lo siguió, sintiendo atenta en el la mirada del rey, protegida por una careta de cristal por cuya pulida superficie resbalaban las partículas negras.

-¿Con que voy a limpiar? – pregunto a su maestro, de cosmos a cosmos.

-Solo envía al Yomotsu todo, mugre y fantasmas.

-¿Qué?

Entonces lo noto. Un alma, que al creerse descubierta se despego de las renegridas piedras, en cuyas irregularidades disimulaba su rostro. Antes de pensarlo alzo el dedo, purificando ese espíritu que se habia quedado atras.

-¿Por qué hay… - comenzó a preguntar a su maestro, que no cesaba de moverse, como el mismo, para mantenerse contra la gravedad en aquel espacio abovedado.

-¿Almas aquí? No lo sé. Tal vez hayan hecho un par de sacrificios para asegurarse de tener la alarma en caso de que el castillo se desplomara, por un temblor…

Avido lo miraba estupefacto. Nunca habia oído de eso.

-¿Funciona?

-No como ellos creen. Una o mas de las almas de la persona asesinada se queda atras como un rastro de ira, eso si lo entiendes, y cuando el lugar al que ha quedado ligado desaparece cree llegada su venganza y se va, convirtiendo su ultima energía en sonido…

Avido envio un pedazo demasiado grande de materia al inframundo y Hakurei tuvo que regresarlo. La piedra al menos. Otro fantasma salio, siendo purificado.

-Esta es, primordialmente, la limpieza que venimos a hacer. – dijo su maestro, que habia actuado en automatico.

-¿No deberíamos dejarlas, entonces? ¿Quién les avisara…

-Suelen estar en los cimientos. Tristemente, es lo que los hace fuertes.

-Estas pequeñas almas no están muy ligadas. – dijo, enviando hacia la nada a un par de pequeñas aves, le parecio.

-Estas no. Ve tu a saber si a los lugareños no les atraen tanto las chimeneas que vienen aquí como polillas hacia la luz.

-O están resentidos porque jamas pudieron tener una asi.

-Tambien.

-Estos fantasmas inofensivos asustan mucho a la gente crédula. Las travesuras que hacen para manifestarse los llenan de terror.

Avido rio.

-¿Y si metiéramos un susto al rey?

-No nos pago para eso.

Que aburrido, el respeto, pensó Avido. Ya estaban muy arriba, en la superficie conica. El viejo voyerista ya ni debía poderlos ver. Avido deposito un beso en los labios de su maestro. Uno fugaz, al cruzarse en el aire.

-Tampoco ha pagado por eso. – dijo Hakurei, turbado – No lo hagas.

-¿Por qué no? – Avido repitió – No puede vernos. Y entonces si puede compranos, para eso, entonces.

Un leve rastro de rencor en su voz.

-Sage nunca ha vendido a nadie. Pagar por ver es un servicio inofensivo.

-¿Habia lugares donde se podía pagar por ver en Lemuria?

-Si.

-Pero no comprar sexo.

-Exacto.

-¿Y que hacían cuando se calentaban? Los que enseñaban o los que veian…

-Podian, si querían de mutuo acuerdo, hacerlo. Avido, tienes que entender la libertad con que uno puede disponer de su cuerpo, el respeto a la libertad de todos.

-Si le robo besos, ¿no respeto su libertad? – dijo, robándole otro.

-No.

-No lo creo. Usted me desea, maestro. Y le dare mucho mas que besos en cuanto acabemos con esta estúpida chimenea.

-Avido…

Queria decirle algo como que era muy pequeño, como que…

-Yo lo deseo también. Me gusta mucho, maestro. – quedaron cuerpo a cuerpo, en lo mas estrecho, casi, de la chimenea. Avido lo miro, corriendo luego la persiana de sus pestañas y parando sus labios, buscando un beso que le fue dado.

Sonrio después del beso, desvelando una mirada llena de satisfacción.

-Le dare mucho mas que besos, maestro. – se impulso para descender por en centro del cono, seguido por Hakurei.

 

***

Fue difícil mantener a raya los toqueteos de Avido en la siguiente chimenea. El rey llego a ver un par de cosas, por las que no habia pagado, y si Sage lo descubria… Ademas, con el cambio en su relación se le agudizo a Hakurei algo que ya se habia notado; guardar a Avido en Jamir no era solo para proteger al turrito. Lo quería para si, solo para si, de ese modo.

Cada beso que esquivaba, cada toqueteo que se dejaba dar, en el paquete, encendian sus ganas, su deseo, por esa cosa hermosa.

En cuanto llegaron a lo alto de la chimenea Hakurei lo cogio por la coleta, y la cintura, llevándolos mas lejos del punto a donde habían llegado, mas arriba en las montañas, a un límpido arroyo que hacia cascada y piscina donde limpiarse.

No tenia mucha corriente, por lo que pudo estampar a Avido contra la pared de roca, besándolo entre el agua que caia, con el liquido refrescando sus mejillas sonrojadas. Su pelo, su tenue ropa, se pegaban a su cuerpo. Las manos de Hakurei recorriéndolo eliminaban las manchas, aunque no era esa su intensión.

Avido también jalo la cabeza de su maestro por la base de la coleta. Atrayendolo, humedeciéndolo; fundiéndose con el en boca como quería hacerlo con cuerpo, no solo esas frotaditas de sus miembros erguidos por entre la tela mojada, fría, bajándoles el ardor.

Avido fue el primero en bajarle los pantalones, deseoso por liberar esa polla que tanto placer le habia dado. Recorrio las nalgas, redondas y firmes de su maestro, atrayéndolo a el, sujetándose luego de sus hombros para enroscarle las piernas, cubiertas todavía por el velo mojado.

Hakurei lo acaricio a través de este, yendo cada vez mas entre la hendidura de sus nalgas, tocando a través del velo, agradeciendo que lo limitara. Pero Avido lo besaba con una pasión que lo volvia torpe. Devorandolo, chupando su lengua con verdadera ansiedad

-Tomeme. – le pidió, pero el no estaba seguro.

El determinado jovencito se solto de el, apoyando la espalda en la pared rocosa para rasgarse las nalgas del pantalón. Parecia determinado a coger su miembro y meterlo entre sus nalgas, por lo que empujándolo arriba como en un brinquito, lo separo de la cascada cargando con el.

Avido se abrazo de inmediato a el. Con lo alto que lo llevaba, sus rostros quedaban a la altura. Paso su mejilla rozando contra la suya, piel marcada contra piel madura, una sonrisa tan dulce en su rostro que permaneció cuando Hakurei lo descendió, poniéndolo a gatas sobre la gravita pulida del lecho, teletransportando la ropa muy, muy lejos, sentándose sobre sus piernas detrás de el para darle un beso subacuático a una de esas tentadoras curvas, pasando su dedo luego entre ellas, la friccion casi eliminada por el agua.

La capilaridad hacia subir el liquido por el cabello de Hakurei; desde las puntas sumergidas, ondulantes como flores blancas, hasta la coleta que se apretaba por efecto de esta fuerza mientras el estaba enteramente concentrado en la flor que se abria a cada irrupción de su dedo, respondiendo a su toque con golosa pasividad.

El agua le llegaba al mentón a Avido, por lo que cuando retrocedia y agachaba la cabeza penetraba por su boca abierta, escurriendo luego cuando surgia, sus pezoncitos bien firmes por la temperatura del agua que escurria por ellos, por su pecho, antes de volverse a meter.

-Mas… - pidió, pues un dedo le era insuficiente, incluso dos, que momentáneamente resultaban mas satisfactorios.

Quería mas. Ese delicioso miembro de su maestro, que se antojaba tener en la boca, para que lo que escurriera fuera de ella fuera semen, calientito y sabroso, bañando su cuello.

Haku se masturbaba bajo el agua, dudando si entrar a ese acogedor lugar. Apenas ayer lo habia desvirgado, y ahora… Sentia su deseo fluir de sus paredes internas a sus dedos, lo excitaba su necesidad, pero no quería hacerle daño…

-¡Tomeme, maldita sea! – le grito furioso su discípulo, mirándolo con ojos como de fiera.

Ya le iria enseñando con calma que habia otros modos de darse placer, pero si por el momento quería evitar que se lastimara…

Lo atrajo por las caderas, haciéndolo sentarse en su regazo, bien asegurado por el miembro que se deslizaba dentro de su túnel dilatado, rodeado de lubricación. Avido exhalo y se abrazo a el, hacia atrás, acariciando lo que estaba a su alcanze, lo que ni siqueira se fijaba, concentrado en lo que sentía en su interior con los ojos cerrados, esas pestañas divinas velando los ojos salvajes, ese gatito que era pura dinamita.

Hakurei estaba besándolo, besando su mejilla marcada mientras lo movia arriba y abajo, cadenciosamente bajo el agua, con sus manos sobre sus caderas, guiándolas. El quería apretarse para sentirlo mejor, pero era tan grande que tenia que dilatarse para sentirlo placentero.

Gemia, restregándose a su maestro, tanto de mejilla como de nalgas, dándole besitos, moviéndose cada vez con mas confianza, seguro de que su maestro lo sujetaba, moviendo su cuerpo a su gusto, para sentirlo mejor.

Pujaba, emitia ruiditos entrecortados, meneándose con entusiasmo, pero al superar el placer sus habilidades, se detenia o sus movimientos se volvían torpes, y no lograba venirse. Hakurei lo saboreaba, dejándolo hacer a su antojo, vagando a su antojo por hombros y cuello, mejillas y pelo de su joven discípulo, agarrando ambos pezones entre sus dedos pulgares e índices y frotándolos, torturándolos bien erguidos.

Finalmente, su propio deseo lo hizo apretarlo por la cintura, como cuando lo habia salvado, reclamándolo para el y mordiendo casi su cuello. Detuvo sus movimientos, para mostrarle que tomaría el control, y luego, dejándole un brazo cruzado sobre el vientre y la otra palma frotandole uno de los pezones, empujo, meneándose para arriba con todo y el, mostrando la fuerza de sus muslos, encontrándolo ligero bajo el agua. Empujando con maestria una y otra vez, clavándose dentro del hermoso turrito que lo veía con la boca abierta, tentadora boca abierta.

La mano sobre el pecho subio hasta su boca, colando dos dedos dentro, dedos que fueron chupados entre ganosos gemidos; Avido lloroso y babeante, chupando los dedos de Hakurei como si quisiera arrancarlos. Este llegándole hasta lo mas hondo, tocando esa sensible abertura hacia su lugar gestacional, como si quisiera meterse hasta ahí cada vez que empujaba en dirección a la pancita de Avido, misma que sobaba desde fuera, sobaba con deseo, comiéndole la orejita entre respiraciones pesadas.

El sonido de estas excitaba a Avido mas que ningun otro. Tan cerca, tan provocadas por el. Su canalito le dolia de nuevo, sumado a una sensación desesperante. Queria golpear a Hakurei, besarlo, gritar…

Esto ultimo lo hizo con todos sus pulmones, corriéndose mejor de lo que habia hecho en su vida, disparándose por delante sin que lo acariciara mas que el agua.

La preciosidad estaba rendida, no podía mas, por lo que se salio de ella aunque el también quería gritar, acabar. Era la ventaja de ser una turra dominante; no la acuciaban los mismos instintos brutales que a los semes, podía contenerse.

Avido se dio la vuelta, casi desecho, creía, empujándolo para descansar acostados, creía, pero en realidad llevándolo al borde del estanque, donde sus nalgas seguían bajo el agua pero su polla, enrojecida, sobresalia bien erecta a la superficie.

Avido, entre sus piernas, solo tenia ojos para ella. Los cerro al engullirla, saboreándola; esa, que tanto placer le habia dado entre sus nalgas. La chupo con gula, haciendo topar la punta ya casi con su garganta; chupando y chupando, con un pronunciado movimiento de cuello, las puntas de su cabello en torno a el, flotando, adhiriéndose a sus muslos solo para separarse casi de inmediato; una anemona adherida a el, su boquita chupona sin darle tregua, con los ojos cerrados.

¿Vergüenza sentía, Avido? ¿O era solo concentración? Se veía precioso y le arrancaba gemidos bastante complacidos. Succionaba con entusiasmo, hasta el fondo, se sentía que le gustaba. ¡Oh si, se sentía! Su polla podía percibirlo, lo deseada que era, el gusto con que era comida… Le acaricio los cabellos y ni aun asi lo miro. Cerro los puños sobre la grava, a medias bajo al agua, y se corrió.

Inundo sin previo aviso la boquita de Avido, que sin embargo no dejo escurrir una gota. Se separo con una fuerte succion de su polla, una que mantuvo hasta el ultimo contacto, produciendo un sonido al romperlo.

Y entonces si lo miro; satisfecho, seguro, tragándose su premio con pronunciados movimientos de garganta que le hicieron temblar las piernas.

Notas finales:

Ya saben, ima en Wattpad

Slán!


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