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Curtain por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Hola! 

Ahhh, lamento mucho la tardanza, creo que me pasé un poco más de los seis meses u.u Pero estuve algo ocupada las vacaciones. De todas maneras, traje el capítulo y me quedó algo más largo que los anteriores. ¡Espero que les guste y hasta la próxima! :3 

~CURTAIN~

(ItaSaso)

[4]

Mentiras mutuas

 

[…] If you don't trust yourself
For at least a minute each day
Well, you should trust in this, girl
'Cause loving is coming our way […]

Obstacle 2 - Interpol

 

Itachi le observó con los ojos cansados y ardiendo con cada parpadeo. No conocía al joven frente a él, por lo que esperó a que éste dijera algo. Después de diez segundos en silencio, Itachi comprendió que el chico no estaba dispuesto a hablar primero, así que le sonrió amablemente y dijo:

 

—Hola, ¿necesitas algo?

 

—Disculpa, ¿eres Uchiha Itachi?—preguntó el joven extraño.

 

El moreno asintió, mirando mejor a su interlocutor. Él era un chico bajito, con un desalineado cabello rojo claro y unos enormes ojos color avellana. Itachi inmediatamente atribuyó su aspecto al de un artista, de esos apasionados por la tragedia y la belleza que representan en sus creaciones.

 

—Sí, soy yo—respondió con cortesía y el mismo tono de voz suave. Extendió la mano hacia el pelirrojo—. Mucho gusto.

 

—Eh, sí, igualmente…

 

Cuando el muchacho tomó la mano de Itachi para corresponder el saludo, éste volvió a preguntar:

 

—¿Qué necesitas?

 

No quería ser grosero, así que intentó sonar lo más cortes posible. Sin embargo, estaba bastante estresado:  Tenía mucho qué estudiar y su cabeza no había terminado de procesar todo lo que repasó durante la semana. Ni siquiera había podido dormir las ocho horas recomendadas por el médico, y se había saltado el desayuno los últimos tres días. Todo lo anterior lo justificaba para estar irritable esa mañana, pero Itachi sabía que no era correcto contestar de mala forma a los demás, en especial a alguien a quien apenas acababa de conocer.

 

—Es… sobre Sasori—dijo el chico y sin saberlo, había logrado que la mente de Itachi se disipara por completo, enfocándose sólo en aquel nombre que le provocó un tirón en el estómago. El moreno expandió la mirada; el pelirrojo tomó aire y continuó—. No llegaste a tu cita con ella, y no sé si sepas que es descortés dejar plantada así a una chica.

 

Itachi abrió ligeramente la boca. Se acomodó en la silla para quedar de frente con el muchacho.

 

—Yo… no fue mi intensión—se defendió—. Le escribí diciéndole que lo lamentaba. No quería dejarla plantada. La cosa es que… tuve un problema.

 

El pelirrojo cruzó los brazos a la altura del pecho, como si el ofendido hubiese sido él.

 

—¿Un problema?

 

—Sí, un problema de salud.

 

Ante esto último, el taheño pareció avergonzado. Había tenido un semblante serio y un poco arrogante cuando hizo aquellas preguntas, pero luego se sonrojó ligeramente y se mordió los labios. Esa expresión duró hasta que se llevó una mano a la cara para disimular e hizo otra pregunta.

 

—¿Por qué no le escribiste después? Ya pasó una semana desde entonces, Uchiha.

 

Esta vez fue Itachi quien se mordió los labios. Sin embargo, antes de contestar le preguntó al chico algo que tal vez debió preguntarle desde el instante en que lo vio.

 

—Disculpa, pero ¿quién eres tú? ¿cómo te llamas?—aunque en realidad, el rostro del pelirrojo se le hacía familiar. Era como esas veces cuando te topas con extraños que ya creías haber visto en otro lugar.

 

—Soy un… amigo de Sasori—contestó y lanzó un suspiro—. Me llamo Akasuna, mucho gusto—se presentó extendiéndole el brazo, el cual aceptó el moreno, un tanto más relajado.

 

—Me siento terrible por haberla dejado esperando y por no escribirle esta semana, es solo que… con mi problema de salud y la escuela, de verdad no he tenido tiempo.

 

Lo decía en serio. Su doctor, en complicidad con su familia, lo había obligado a reposar todo el fin de semana, por lo que perdió tiempo de estudio para los finales de la universidad y el examen en finanzas que le había programado Asuma Sarutobi, su tutor privado.

 

¿Por qué un tutor privado? De hecho, Itachi tenía más responsabilidades que la mayoría de sus compañeros. Cuando decidió que quería estudiar veterinaria, su padre intentó convencerlo de todas las formas posibles de que estaba cometiendo el peor error de su vida. Como Itachi no estaba dispuesto a desistir, llegaron a un convenio: Itachi estudiaría su tan adorada carrera con la condición de preparase en finanzas y economía con un tutor contratado por Fugaku, para hacerlo apto como heredero de la empresa que había formado su padre veinte años atrás.

 

Y ahí estaba, con la cabeza llena de información y el corazón palpitándole por una chica a quien nunca le había visto el rostro. El pelirrojo frente a él pareció comprender su situación, pues relajó sus facciones (que parecían demasiado tensas desde hacía un rato) y le miró amablemente.

 

—Está bien…—dijo Akasuna, acomodándose la mochila sobre el hombro. Algo parecía estar dando vueltas en su cabeza—. Uchiha, ¿por qué no vas a verla en la obra de la escuela a fin de mes? Interpretaremos “El retrato de Dorian Gray”. Ella estará ahí.

 

—¿Estudia en esta universidad? Ella me dijo que…

 

—No estudia aquí, pero vendrá. Yo estoy en el club de teatro, así que la invité a participar.

 

—Oh, ya veo…—Itachi sonrió—. Muchas gracias, Akasuna-san. Iré.

 

El pelirrojo asintió y sacó algo de su mochila. Se lo extendió a Itachi. Era un folleto.

 

—Aquí dice el día y hora del evento, y la fecha en la que estarán disponibles los boletos.

 

Itachi le agradeció mientras que el pelirrojo se dio la vuelta para marcharse. El moreno miró el folleto y llamó al muchacho antes de que se marchara.

 

—Akasuna-san, ¿sabes dónde puedo encontrarla?

 

Los ojos color avellana se clavaron en los suyos, y muy cortésmente Akasuna contestó:

 

—Sí. Pero eso es algo que tienes que tratar con ella directamente.

 

Itachi se quedó mirando el folleto durante los siguientes quince minutos. Durante el resto de la tarde, no fue capaz de volver a concentrarse de lleno en sus estudios. Y eso era un problema.

 

 

 

Imagínate, Harry— exclamó el pelirrojo a su interlocutor, que le miraba con una sonrisa ladina e incrédula mientras expulsaba por su boca humo de opio—: muchacha de apenas diez y siete años, con una carita de flor y una cabecita helénica con trenzas de cabello castaño oscuro…

 

Los ojos cafés del joven  estaban cubiertos por una capa cristalina, producto del embelesamiento que le provocaba la joven actriz que describía. Imaginarla era como contemplar la más bella y eterna pieza de arte que pueda existir.

 

Ojos que eran pozos imantados de pasión y labios que parecían pétalos de rosa. Era la cosa más bonita que había visto en mi vida.

 

Claro que, cualquiera que escuchara al joven hablar con aquella voz de terciopelo tan enamorada, aseguraría que la muchacha descrita debía ser la más bella del mundo, capaz de robarle el aliento a cualquiera. Sin embargo, ni ella ni ninguna otra mujer fue quien robó el aliento del pelirrojo en ese momento, causándole un fuerte tirón en el estómago y un intenso rubor en las mejillas. El autor, en cambio, era un joven apuesto de cabellos ébano y ojos tan oscuros como la noche, que había cruzado la puerta del salón de teatro donde se efectuaba en ensayo.

 

Sasori apenas pudo controlar su equilibrio cuando su mirada se juntó con la de Itachi, quien sonrió sutilmente y fue a sentarse en una de las butacas para los espectadores. Para entonces, Neji  (quien interpretaba a Lord Henry) y los demás miembros del club ya habían notado el extraño desliz del pelirrojo.

 

Sasori recuperó la respiración e intentó ocupar nuevamente la identidad de Dorian Gray. Aunque no podía evitar sentirse invadido por la mirada del joven Uchiha.

 

Una vez me dijiste que lo patético no te conmovía nada, pero que la belleza, la belleza pura, podía arrastrarte los ojos en lágrimas.

 

Entonces, el taheño miró hacia el escaso público que ocupaba las butacas. Habían dos chicos del club de teatro, y allá hasta el fondo, el causante de sus propias pasiones. Intentó no enfocar su atención en Itachi, pues en ese momento Sasori no era aquel pelirrojo consiente de su amor no correspondido, sino un joven inglés de belleza extraordinaria y pecadora.

 

Así que abrió grandes los ojos, humedeciéndolos voluntariamente hasta que una lágrima resbaló por su mejilla. Se volteó súbitamente hacia Lord Henry y exclamó:

 

¡Pues yo te diré, Harry, que mis ojos empapados por lágrimas a penas pudieron ver a la muchacha!—la expresión de Sasori era intensa, quizá había logrado tal cosa debido a que sus sentimientos verdaderos estaban combinándose con los del protagonista de la obra de Wilde—. ¿Por qué no he de amar a Sibyl Vane?  Sí, Harry, la amo. Ella es todo para mí en la vida. Noche tras noche voy a verla en escena y…—sus mejillas se ruborizaron y sus ojos ardieron al percatarse de que Lord Henry estaba riéndose de él—. ¡Harry: Sibyl Vane es sagrada!

 

Entonces sonó la voz del otro actor. Sasori se sintió más relajado al mirar de reojo disimuladamente y notar que los ojos de Itachi ya no estaban sobre él.

 

Sólo las cosas sagradas merecen ser alcanzadas, Dorian. Pero, ¿por qué te enojas? Supongo que algún día ha de ser tuya. Cuando se está enamorado, siempre se empieza por engañarse uno a sí mismo y siempre se acaba por engañar a los demás. Esto es lo que llama el mundo una novela.

 

Se escuchó una palmada.

 

—¡Listo! ¡Quedó fantástico! Terminamos por hoy— dijo Tenten, la chica que tenía el cargo de directora. En ese momento, Sasori bajó de la tarima e Itachi se levantó de su asiento. Pero la castaña tomó del brazo al pelirrojo y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja—. Estuviste genial, Akasuna-san. De verdad, esa forma de expresarte, ese llanto, ese embelesamiento fue tan perfecto que creí estar viendo al verdadero Dorian Gray…, aunque nunca existió, pero tú me entiendes, ¿no? Y bueno…

 

—Gracias Tenten, pero debo atender algo—interrumpió el muchacho, sin ser déspota pero tampoco muy cortés.

 

La chica, sin embargo, volvió a tomarle del brazo.

 

—Espera, Akasuna-san. ¿Sabes si Deidara-chan vendrá a los demás ensayos? Faltó ayer, faltó antier, faltó jueves y viernes de la semana pasada. Si sigue faltando entonces atrasará los ensayos, y la obra es en tres semanas…—ella miró a Sasori con determinación, aunque se ruborizó un poco—. Me tendré que ver en la necesidad de encontrar un reemplazo para él.

 

Sasori se mordió el labio inferior. No sabía dónde estaba metido su amigo, pero sí con quien. Aunque eso no era algo que le incumbiera a la joven.

 

—No lo sé— contestó—. Yo hablaré con él cuando lo vea. Pero dudo que quiera abandonar su papel con lo tanto que le costó ganárselo.

 

—¿En serio? Entonces debe tener una razón importante para faltar.

 

—Hablaré con él.

 

—Bien—cedió ella y suspiró, volviendo a mostrar una gran sonrisa—. Gracias, Akasuna-san. ¡Nos vemos el próximo ensayo!

 

Sasori se despidió automáticamente, pues su mente estaba bloqueada. Sus piernas también caminaron hacia Itachi de forma automática. ¿Qué iba a decirle? ¿Siquiera podría hablar correctamente? Sentía terror de que alguno de los chicos fuera  llamarlo por su nombre e Itachi descubriera todo. Por suerte, el chismoso de Deidara no estaba presente.

 

Cuando ambos quedaron frente a frente, las mejillas de Sasori se colorearon de rojo e hizo un esfuerzo titánico por sostenerle la mirada al moreno. ¿Dónde quedó el Sasori que se armó de valor para ir a reclamarle por haberlo dejado plantado en su cita?

 

Como él no dijo nada, Itachi habló primero.

 

—Hola…

 

—Hola, Uchiha—contestó Sasori, recobrando poco a poco el color natural de su rostro—. ¿Qué haces aquí?

 

—Vine… bueno, para ser sincero vine esperando ver a Sasori. Quería disculparme con ella en persona lo antes posible. Así que pensé en buscarla aquí, es el único lugar de referencia que tengo.

 

El pelirrojo alzó una ceja.

 

—¿Ahora? ¿No has hablado con ella?

 

Sasori intentó omitir el tono de indignación en su última pregunta. Ya había pasado semana y media desde aquel fracaso de cita, y el Uchiha no se había dignado en mandarle ni un solo mensaje… bueno, no a él directamente, sino a la chica fantasma que estaba formándose en su mente.

 

—No…—Itachi se notó aturdido, algo apenado—. La semana pasada estuve muy ocupado. Tuve muchos exámenes, así que no podía darle el tiempo que se merece—hizo una pausa, mirando al taheño a los ojos. Sasori pensó que eran oscuros y transparentes, y también que se veían muy cansados—. Quería buscarla personalmente, porque sé que a estas alturas ella debe estar molesta conmigo.

 

Sasori se quedó en silencio, su corazón palpitaba rápidamente. Abrió la boca, tentado en confesarle la verdad, pero la cerró. Itachi estaba mirando más allá de él, como buscando a alguien.

 

—No está aquí—dijo Sasori de golpe, recuperando su semblante normal, con el ceño levemente fruncido—. Ella casi no viene a los ensayos, así que es muy difícil que la halles aquí.

 

Giró el rostro y vio cómo los chicos del club recogían sus cosas mientras miraban de reojo a Itachi, quién sabe si porque el chico era popular o porque no era común ver alguien con la bata de la carrera de veterinaria en el salón de teatro. Para tranquilidad de Sasori, cuando ellos pasaron a su lado, se despidieron de él llamándolo por su apellido.

 

—Me toca recoger y cerrar, será mejor que te vayas, Uchiha—le dio la espalda al moreno para ir hacia la tarima.

 

Se sentía frío, nervioso, molesto y aliviado. Después de todo, Itachi seguía buscando a una chica habiendo conocido ya al verdadero Sasori. Y estaba bien, era algo que a fin de cuentas ya esperaba. Pero no podía evitar sentirse herido, así que habría seguido ignorándolo, de no ser porque el chico habló:

 

Cuando quiero intensamente a una persona, nunca digo su nombre a nadie. Es como ceder una parte de ella—dijo Itachi. El pelirrojo se detuvo y se volvió hacia el moreno, con los ojos avellana bien abiertos—. He aprendido a amar el secreto. La cosa más corriente puede ser la más deliciosa, si uno la guarda para sí.

 

—Es…

 

—Mi cita favorita de Dorian Gray.

 

Sasori sonrió un poco. Subió a la tarima e Itachi le siguió.

 

—Así que has leído el libro.

 

—Hace mucho tiempo—contestó Itachi, mirando la utileria que el pelirrojo recogía. Rápidamente y sin ofrecerse, comenzó a ayudarlo—. Lo leí cuando tenía doce años. Fue un regalo de mi tío.

 

—Oh.

 

Sasori ya no estaba sonrojado, pero su corazón era una bomba de nervios. No sabía cómo seguirle la conversación a Itachi, por lo que se quedó en silencio mientras seguía recogiendo.

 

Itachi, por otro lado, pensó que el pelirrojo no era alguien amigable, aunque no le caía mal. Pese al silencio, simplemente continuó ayudándole la utilería. Entre las cosas, encontró una peluca castaña con caireles.

 

—Tienes una chispa—dijo Itachi. El taheño lo miró con sorpresa y algo de recelo, pues retrocedió sutilmente—. Quiero decir que pienso que puedes traer a la vida a los personajes que interpretas. Al menos esa impresión me diste hace un momento.

 

Dicho eso último, extendió la peluca y la colocó sobre la cabeza pelirroja del más bajito, que estaba desorientado por lo que acababa de oír. Itachi le dedicó una sonrisa amable, dando un paso hacia atrás para mirarle y también para respetar el espacio personal que de todas formas ya había invadido.

 

—Incluso podrías interpretar a Sybil Vane, con su carita de ángel y su pasión por Dorian y las obras de Shakespeare.

 

De hecho, lo primero que Itachi pensó al ver al pelirrojo fue que él podría ser cualquier personaje que se propusiera: un joven apuesto, una chica hermosa, alguien tétrico y angelical, o quizá una combinación de todos rostros y personalidades que se han descrito alguna vez.

 

Ahora mismo, Itachi veía frente a él a una chica bellísima, con hermosos y grandes ojos cafés, y una cabellera del mismo color. Ella lo miraba como si hubiese visto un fantasma, el puente de su nariz que separaba sus ojos estaba arrugado, y su boca semiabierta. Pensó que si Akasuna fuera una chica, sería de las más bellas que hubiera conocido… aunque quizá no tanto comparada con lo preciosa que Sasori debía ser.

 

Entonces, el pelirrojo rompió el hilo de sus pensamientos cuando se quitó la peluca de golpe y la aventó de mala manera a la caja donde estaba guardando las cosas

 

—Yo no soy una mujer, Uchiha—dijo con tono molesto, frio como un témpano de hielo—. ¿Qué intentas hacer? ¿No estabas aquí por ver a… —hizo una pausa, su manzana de Adán se movió rápidamente—. a Sasori? Ya te dije que no está aquí, así que puedes irte.

 

Le dio la espalda, continuando con su trabajo en un intento de aparentar que no le importaba si Itachi se quedaba o no. Pero la verdad es que se sentía terrible, un nudo le rodeaba la garganta, sus ojos querían llorar y su mente le repetía una y otra vez que estaba actuando como un idiota.

 

Itachi decidió guardar silencio por unos segundos. Guardó las manos en su bata y desvió el rostro, pensando en sus siguientes palabras.

 

—Solo estaba tratando de ser amigable—dijo con voz suave, calmada y muy sincera a los oídos del otro—. Lamento si me tomé demasiada confianza.

 

Sasori tragó saliva. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué era tan difícil controlar esos pensamientos que lo orillaban a portarte como imbécil? Sí, sabía que Itachi únicamente estaba siendo amable, pero ¿qué no era esa una de las razones por las cuales le gustaba tanto?

 

La cosa era que esa amabilidad lastimaba.  Sabía que eso era una pizca de lo único que alguna vez podría obtener de Itachi. Aquello lo hacía sentir impotente, porque si aún conservaba la esperanza de que Itachi se enamorara de Sasori, el moreno acababa de matarla al seguir pensando en una chica.

 

O bueno, esos eran los pensamientos irracionales que tenía ahora. Y estaban por hacer estallar su cabeza cuando el Uchiha rompió el silencio.

 

—Yo… bueno, tienes razón, es mejor que me vaya—dijo. Cuando Sasori lo miró, él estaba frotándose la nuca en un gesto incómodo. Parecía estar dudando en decir algo, aunque al final lo hizo—. ¿Podrías decirle a Sasori que vine a verla? De todas formas, le enviaré un mensaje pronto. De verdad quiero arreglar las cosas con ella.

 

Sasori cargó la caja para llevarla a su lugar. No se sentía capaz de mirar al otro de frente.

 

—Si quieres arreglar las cosas, hazlo tú mismo. No puedo ayudarte en eso.

 

Itachi parpadeó, mirando al pelirrojo que le daba la espalda. Se quedó parado algunos segundos, pensando en agregar algún comentario, pero quizá no tenía caso. Ese chico parecía bastante molesto.

 

—Nos vemos, Akasuna-san.

 

Y se dio la media vuelta, bajó de la tarima y desapareció por la puerta.

 

Cuando cayó en cuenta de que estaba solo, Sasori se llevó las manos que la cara y soltó un grito que se sofocó entre sus palmas. Así no era como quería tratar a Itachi, pero no supo controlar sus estúpidas emociones y terminó arruinando la oportunidad de tenerlo al menos como amigo (porque eso debía ser suficiente, ¿no?).

 

Dejó la caja en su lugar y barrió el lugar rápidamente. Luego tomó su mochila y salió del salón. Estaba dispuesto a ocupar su mente haciendo tarea en casa y platicando con su abuelita. No quería pensar en Itachi, aunque éste ya se había adueñado del noventa por ciento de su mente.

 

Sin embargo, a penas había dado unos pasos fuera del campus cuando recibió una llamada. Sacó el celular y al mirar la pantalla, el corazón le dio un vuelco. Era Itachi.

 

Se quedó mirando aquel nombre. Comenzó a sentir mucho calor, sus latidos estaban taladrándole el pecho. No podía contestarle. Itachi estaba esperando escuchar la voz de una chica, y tras el teléfono no había nadie más que un pelirrojo enano y torpemente enamorado. Así que espero hasta que el aparato dejó de sonar, pero cuando estaba por guardarlo en el bolsillo, Itachi volvió a llamar.

 

Sasori impulsivamente cortó la llamada.

 

La verdad es que la vida debía estar jugándole una broma cruel, porque ni había pasado un minuto cuando recibió otra llamada nuevamente.

 

Tremendo alivio que se llevó al ver que se trataba de Deidara.

 

—¿Sasori danna? Oh gracias por contestar. Necesito ayuda—la voz del rubio sonaba agitada.

 

—¿Qué pasó, Deidara? ¿Dónde estás?

 

—Peleé con Madara… de nuevo, hum—contestó pretendiendo sonar indignado, aunque Sasori notó que se le cortaba la voz—. Estoy en el centro… no tengo dinero para tomar un taxi o transporte. ¿Podrías venir por mí, por favor?

 

—¿Qué? Deidara, la verdad no me siento muy bien. Es mejor que le llames a tu madre para que te recoja.

 

—¡No puedo! ¡Me matará! —gritó y Sasori tuvo que apartar el oído del teléfono.

 

—Entonces regresa caminando.

 

—Sasori no danna, por favor. Tienes que ayudarme, ven por mí y dile a mi mamá que estuvimos ensayando para la obra, ¡por favor! Y le pediré que nos haga panqueques para cenar, hum.

 

El pelirrojo se sobó el puente de la nariz. Luego de pensarlo, accedió a la petición de su amigo. Pasar tiempo con él seguramente le ayudaría distraerse de pensar en Itachi.

 

—Bien, dame tu dirección y pediré un taxi.

 

Cuando Sasori bajó del auto, su amigo le esperaba en una esquina con el rostro tenso. Al verlo, hizo una mueca como si estuviera molesto, pero luego los ojos azules se inundaron de lágrimas y él se mordió el labio. Ver a Deidara así, con su chaqueta de cuero bajo las luces neón de la cuidad nocturna de Tokio, hizo a Sasori pensar en la escena trágica de una novela cyberpunk.

 

No preguntó nada. Dejó que su amigo lo abrazara. Éste lloró un poco y Sasori le dio algunas palmadas en la espalda en su mejor y más exitoso intento para dar consuelo a alguien. Luego, ambos subieron al taxi.

 

El camino de regreso era silencioso. Deidara gemía un poquito, Sasori miraba por la ventana y un luego de un momento, el conductor decidió poner la radio para variar. Estaba sonando una canción de algún grupo coreano que estaba de moda. El pelirrojo miró de reojo al rubio, suspiró un poco para finalmente preguntarle:

 

—¿Qué fue lo que pasó?

 

—Ahh—Deidara se talló los ojos—. Pues creo que terminamos, aunque no estoy seguro… tal vez.

 

—¿Tal vez?

 

—Le dije que se fuera a la mierda, hum. Supongo que puede entender que terminé con él.

 

—No necesariamente.

 

—¡Bueno! Allá él si no lo entendió, hum.

 

—¿Y por qué quisiste terminar con él? Pensé que lo amabas mucho, que lo que sentías por él era el único tipo de arte que no era efímero.

 

—¡Estupideces! A fin de cuentas, todo es efímero. Se pierde así—chasqueó los dedos—: de la noche a la mañana.

 

—¿Vas a decirme lo que pasó? ¿O solo me la pasaré escuchando tus lamentos?

 

—Pues… sé que se está divorciando pero pareciera que no es así, hum.

 

—Los divorcios pueden ser procesos largos.

 

—Bueno… sí, lo entiendo, pero ese no es el punto.

 

—¿Entonces? Deidara, tú lo conociste cuando él ya estaba separado, no entiendo qué te agobia tanto que te hizo dejarlo.

 

—Que él está pensando en volver con su esposa, hum. ¿Sabes? Jamás me había preocupado eso hasta hace poco, por eso comencé a faltar a los ensayos, porque quería pasar más tiempo con él, quería que viera lo mucho que lo amo y que no tuviera tiempo de pensar en ella, hum. ¡pero no! Todo lo que hacía era repetírmelo una y otra vez.

 

—¿Qué cosa? ¿Que quiere volver con ella?

 

Deidara hizo una mueca y se limpió la nariz con el dorso de la mano.

 

—Algo así… sus hijos quieren que ellos actúen como una pareja, que salgan juntos y esas cosas, hum. Y Madara me ha estado diciendo que está harto de pelear con ella todo el tiempo, que quiere llevarse bien con la madre de sus hijos—lo último lo dijo con un tono de indignación y con un chorro de lágrimas que resbalaron por sus mejillas.

 

—¿Y eso significa que volverán?

 

—¡Quiere comportarse con ella como si fuera su esposa!

 

—Pero… es su esposa. Al menos legalmente—suspiró—. Dime, ¿canceló el divorcio?

 

—No…

 

—¿Y por qué te preocupas tanto? Mira, yo no sé mucho de estas cosas, pero entiendo que sus hijos aún son pequeños, es natural que los haga tristes ver a sus padres pelear, y no es justo para ellos pasar por un proceso tan duro. A fin de cuentas, ellos son sus padres, no pueden desentenderse de sus hijos solo porque estén divorciándose. ¿No es mejor que lleven una relación cordial?

 

—Sí, pero salir juntos… estar comportándose como familia… me hace sentir que él no me da mi lugar, hum. Y que ella todavía tiene oportunidad de recuperarlo.

 

—Bueno mocoso, fuiste tú quien lo terminaste.

 

Deidara lanzó un suspiro y se abrazó a sí mismo. Ya estaban a una esquina de su casa.

 

—Solo me gustaría que él tuviera el coraje de hablarles de mí… de decirles que está en una relación conmigo—sus ojos azules se clavaron sobre su pelirrojo amigo —. Que tenga el coraje de confesar que me ama, pese a que yo sea un chico, hum.

 

Y eso, más que liberar los sentimientos del rubio, se hundió como daga sobre el corazón del pelirrojo.

 

 

 

A Sasori no le costó trabajo convencer a la madre del rubio que se habían demorado en el ensayo de la obra. Ella siempre había creído que tener a Sasori cerca era bueno para su hijo, pues a comparación de éste, el taheño era maduro y responsable. Así que gustosa les preparó panqueques a ambos para cenar.

 

Durante la cena Sasori y Deidara evitaron cualquier tema que pudiese tocar la sensibilidad del rubio. Es mismo Deidara disimulaba muy bien en frente de su madre, que en ningún momento sospechó que su hijo había sido un mar de lágrimas hacia apenas una hora.

 

A eso de las ocho y media de la noche, Sasori se despidió de ambos. La madre lo invitó a dormir, pero como el chico desistió alentando que había avisado a su abuela que volvería temprano, ella solo le dijo que se fuera con cuidado y avisara cuando estuviera en casa.

 

Deidara lo acompañó a la puerta.

 

—Gracias por no decir nada, danna—dijo el rubio con una sonrisa.

 

—No me corresponde. Además, ni siquiera le has dicho que sales (o salías) con un hombre mayor que tú.

 

El rubio se encogió de hombros.

 

—Tu abuela tampoco sabe la tontería que hiciste con ese Uchiha, hum.

 

—Cállate, mocoso.

 

—¿Y qué? ¿Me vas a contar que más ha pasado? Si es que ha pasado algo, claro está, hum.

 

Sasori desvió la mirada y salió de la casa. Se giró hacia su amigo con el ceño fruncido.

 

—Más te vale que ya no faltes a los ensayos, ¿entendiste, mocoso?

 

—¡Sí, sí, hum!

 

Y cerró la puerta en sus narices.

 

El pelirrojo lanzó un suspiro y se llevó las manos a la cara. El mismo pensamiento seguía revoloteando en su cabeza: “Que tenga el coraje de confesar que me ama, aunque yo sea un chico”.

 

Al menos, Deidara podía luchar por eso. Pero él no siquiera tenía oportunidad de exigir nada de Itachi, porque él jamás lo voltearía ver.

 

—Porque soy un chico—mustió, mordiéndose el labio con fuerza—. Dios, ¡porque soy un chico! ¡Tengo que terminar esto de una buena vez!

 

Se descubrió el rostro y dio media vuelta para marcharse. Entonces, notó una figura a unos metros de él que lo estaba observando y volteó en su dirección para darse cuenta que no era nadie más que Uchiha Itachi.

 

Aunque era lógico que ese encuentro era totalmente accidental. Itachi estaba frente al gimnasio de la calle de Deidara, llevaba su maleta deportiva y se notaba que acababa de ducharse. Miraba a Sasori con algo de curiosidad. Cuando el pelirrojo le correspondió la mirada, solo reaccionó dándole una pequeña sonrisa cordial.

 

Sasori tragó saliva. De nuevo el tambor dentro de su pecho. Al percatarse de que Itachi caminaba al parqueadero para tomar su bicicleta, sus piernas se movieron hacia él automáticamente.

 

—Espera…—sostuvo el brazo del moreno, que lo observó con esos ojos negros.

 

—Akasuna-san—dijo él—. ¿Todo está bien?

 

—¿Eh? Sí, claro—sacudió la cabeza y soltó el brazo del chico—. Bueno, de hecho  quería disculparme por mi comportamiento anterior. Fui demasiado grosero—miró a otro lado, sus mejillas le ardían y le aterraba que sus sentimientos fueran tan transparentes—. Lo siento.

 

Itachi le miró por unos segundos. Sasori no le devolvía la mirada, pero aun así le sonrió amablemente y quitó la cadena de su bicicleta.

 

—No te preocupes—dijo el muchacho—. Entiendo que estuvieses molesto conmigo. A fin de cuentas, ella es tu amiga. Creo que yo hubiese reaccionado igual…

 

—En realidad nunca fue mi intención tratarte así.

 

El moreno encogió los hombros.

 

—A veces nuestras emociones se escapan de nuestro control. En serio, no te preocupes por eso.

 

El pelirrojo se mordió el labio, sintiendo que la conversación estaba llegando a su fin. Algo hacía que su corazón palpitara con intensidad, pero no era una sensación dolorosa. Quizá era la amabilidad de Itachi, quizá era la forma en la que le sonreía, esa que alimentaba sus deseos de acercarse a él cada vez más.

 

—¿Por qué no empezamos de nuevo? Eres algo huraño, pero me agradas Akasuna-san—confesó Itachi.

 

“Debes decirle. Debes decirle ahora. Estarás mintiéndole si aceptas esto… y no habrá vuelta atrás”.

 

—Me parece perfecto—respondió Sasori, y por primera vez en ese momento fue capaz de verlo a los ojos.

 

—¿Entonces somos amigos?

 

—¿Amigos?

 

—Sí—desvió la mirada—. Quiero decir que podríamos serlo con el tiempo.

 

—Con el tiempo. Amigos. Claro.

 

—Bien.

 

—Bien.

 

Itachi sacó su bicicleta y se volvió hacia el taheño.

 

—¿Para dónde vas? Quizá podemos regresar juntos.

 

Sasori abrió los ojos. Brillaron como los de una quinceañera enamorada, aunque gracias a que las luces del establecimiento no alumbraban directamente su rostro, Itachi no lo notó.

 

El pelirrojo dio el nombre de su prefectura y el moreno le sonrió.

 

—¡Genial! Me queda de paso—se montó en su bicicleta—. Sube.

 

—¿Qué? —Sasori se coloró como tomate.

 

La pregunta sonó a la defensiva, así que Itachi hizo una expresión aturdida y luego se sobó la nuca.

 

—Pensé que podríamos ir en mi bicicleta, es más rápido.

 

—Creo que prefiero caminar, gracias.

 

—Oh—Itachi se bajó de la bicicleta—. Entonces está bien, no hay problema.

 

Él comenzó a caminar mientras empujaba su bicicleta. Cuando Sasori entendió que aún lo estaba invitando a regresar juntos, lo siguió.

 

Y ahora ahí estaban, uno al lado del otro como dos extraños guiados hacia el mismo destino. Caminaron algunos segundos en un silencio que solo era roto por el sonido de un grillo. Itachi comenzaba a entender que cuando se trataba de ese chico, él siempre debía hablar primero.

 

—¿Y todo está bien?

 

Sasori se giró hacia él.

 

—¿Por qué lo preguntas?

 

—Bueno, estabas gritándole a una puerta que eras un chico y que querías terminar con algo de una buena vez.

 

Sasori se quedó callado. Le había dado un tirón en el estómago. Se sentía avergonzado de que Itachi hubiese escuchado todo eso.

 

—Disculpa, no quise entrometerme—señaló el Uchiha.

 

El pelirrojo negó con la cabeza.

 

—No es nada, estaba discutiendo con Deidara, pero no es nada grave— mintió.

 

—¿Es tu novia?

 

—¿Qué? No, Deidara es un amigo.

 

—Ah, entonces discutiste con tu amigo…

 

—Sí, pero no es algo grave. Mañana estaremos como si nada.

 

Itachi le regaló otra de esas sonrisas tan cálidas.

 

—Si es así, entonces me alegro. Debe ser una amistad muy especial.

 

El pelirrojo solo asintió y ambos volvieron a quedar callados. Pero Sasori comenzaba a relajarse. Pese a saberse enamorado de Itachi, los latidos de su corazón eran normales, el color de su rostro natural y de pronto el silencio no parecía tan incómodo.

 

—Y… tu problema de salud, ¿cómo va? —va aquella pregunta había estado rondando en su cabeza por varios días—. ¿Estás mejor?  

 

—Ah, sí— respondió el moreno—. Supongo que era estrés. Las cosas de la escuela y mis familiares se me juntaron, sentía demasiada presión y creo que simplemente mi cuerpo se agotó.

 

—¿Deberes familiares? —preguntó Sasori—. ¿Qué tipo de deberes? ¿Qué fue lo que te pasó?

 

Cuando Itachi notó la preocupación del joven, se detuvo y lo miró amablemente.

 

—No te preocupes, Akasuna-san, en verdad estoy bien. Solo me agoté, me quedé dormido todo el día, por eso no pude ver a Sasori—explicó—. El doctor me dio algunas vitaminas, eso es todo.

 

—Entiendo…—aunque realmente la preocupación no se había ido del todo, decidió no preguntarle nada más. No quería dar a relucir actitudes que podrían desenmascararlo.

 

—Gracias por preocuparte de todas maneras.

 

Y el silencio volvió a reinar por algunos segundos.

 

De reojo, Sasori observó al moreno. Nunca se imaginó verlo caminando a su lado, con ese rostro perfecto, su cabello húmedo agitándose por el viento nocturno, la maleta golpeando sus omóplatos con cada paso y la forma en que se mordía las uñas de la mano que no guiaba la bicicleta.

 

Mordisco tras mordisco, en silencio.

 

—Uchiha—cuando lo llamó, Itachi se volvió a él rápidamente, como si lo hubieran despertado de un sueño. Su voz era demasiado gentil cuando le preguntó qué sucedía. Sasori dirigió la mirada hacia el frente—. Quería preguntarte algo… sobre Sasori.

 

—Dime.

 

—¿Ella realmente te gusta?

 

Itachi levantó las cejas y guardó su mano libre en el bolsillo de su pants. Parecía estar pensando las palabras que diría.

 

—Creo que sí, ella me gusta mucho—confesó el muchacho, sonrojándose ligeramente. Cuando notó que su acompañante se había percatado de este detalle, río un poco y añadió—: Te puede parecer raro, ¿no? Después de todo nunca he visto su cara. Pero me gusta cómo me siento cuando charlo con ella. No es el tipo de chica demandante, pero siempre está ahí, leyéndome. Hablar con ella es como un respiro para mí.

 

El pelirrojo sonrió para sus adentros. Aquellas palabras habían sido como un motor para su corazón. La verdad era que para Sasori, hablar con Itachi también era una dosis de oxígeno. Cada uno de esos días agradeció poder saber más del moreno y darse cuenta que no solo estaba cautivado por su rostro.

 

Sasori ya no podía especular y justificarse solo con que Itachi parecía el chico perfecto. Sabía, por ejemplo, que tenía un hermano menor que amaba con toda su alma, que estudiaba veterinaria porque cuando tenía ocho años su gato murió de envenenamiento sin que él pudiese hacer nada, que podría dejarse sobornar por una caja de dangos, y obviamente que Izumi y él habían tenido una relación poco sana durante tres años.

 

Entonces, esto último le trajo una duda a la cabeza.

 

—Quizá piensas así de ella solo porque apareció en el momento correcto.

 

—¿Cómo?

 

—Cuando estabas despechado por tu ex novia, Sasori apareció y te levantó los ánimos, ¿cierto? —lo miró a los ojos—. Tal vez aquello que sientes no es más que agradecimiento. Tal vez solo intentas reemplazar a la tal Izumi.

 

Los ojos de Itachi se abrieron con sorpresa. No fue capaz de aguantarle la mirada al pelirrojo. Incluso sacó su mano del bolsillo y se llevó el puño a la boca. Pero evitó morderse las uñas.

 

—Sí, es agradecimiento—confesó él—, pero no lo es todo. Ella me hace respirar… Y soy un imbécil por haberme alejado estos días— se pasó la mano por el cabello—. Lo que quiero es conocerla más, ¿sabes? Siento que tú sabes mucho de ella y yo solo conozco su nombre. Ella casi no dice nada de sí misma, pero sé que, si la conozco más, terminaré enamorado de ella.

 

Sasori paparpado.

 

—Eres muy idealista—dijo el taheño—. No deberías idealizar a las personas, o constantemente te llevarás muchas decepciones.

 

—Pero siempre es mejor arriesgarse que quedarse sin intentarlo—contrapuso el moreno—. Así no te sentirás culpable, porque lo habrás dado todo.

 

Sasori lo miró atentamente, sin ser capaz de decir algo más. Itachi había sonado muy seguro a sus oídos, pero le daba la impresión de que él había dicho eso es un intento de convencerse a sí mismo, no al pelirrojo. De todas maneras, Sasori no agregó nada más.

 

Cuando llegaron a la prefectura del taheño, Itachi le sonrió amistosamente en una especie de despido.

 

—¿Cuál es tu número, Akasuna-san? —preguntó Itachi mientras sacaba su celular.

 

Sasori sintió escalofríos en todo el cuerpo.

 

—Yo… no tengo.

 

—¿No tienes celular?

 

—Lo tengo, pero no aquí. Casi no lo uso.

 

—Oh… ya veo.

 

Itachi bajó un poco la mirada. Aquella reacción hizo que Sasori flanqueara. Quizá estaba arruinando su única oportunidad.

 

—Pero puedes darme tu número. Cuando llegue a casa te agregaré.

 

Itachi así lo hizo.

 

 

 

 

Cuando Itachi llegó a casa, solo se escuchaba el sonido de la televisión. Sasuke seguramente estaba con sus amigos del equipo, y su padre, como la mayoría de las veces, no estaba en casa.

 

Caminó hasta la sala. Su madre miraba un show de talentos, con la cabeza recargada en la palma de su mano y una copa de vino llena sobre la otra mano. Sus ojos estaban entrecerrados.

 

—Mamá, ya llegué.

 

Itachi se detuvo a un lado de su madre, tomándola del hombro para llamar su atención. Pero ella solo levantó las cejas un poco, sin despegar sus ojos de la pantalla. En algún momento debió pasar algo chistoso en el programa, pues ella río un poco, pero era una muerta.

 

El muchacho decidió que sería como cualquier otra noche. Su madre nunca se mostraba alegre a menos que hubiera visitas. Lo único que hacía la mayor parte del día era mirar televisión, tomar vino y contemplar la colección de muñecas bailarinas que tenía en su vitrina.

 

Él estaba por marcharse, cuando ocurrió la excepción a la regla y su madre le llamó.

 

—Cariño, ¿dónde está tu hermano?

 

Itachi volteó, creyendo que ella lo estaría mirando. Pero la mujer continuaba viendo su programa.

 

—Supongo que se prolongó su entrenamiento. No debe tardar.

 

—¿Entrenamiento? Debe estar perdiendo el tiempo con esos vagos que tiene como amigos—dijo ella.

 

—Está entrenando, mamá.

 

—Tonterías—al fin, ella dobló la cabeza para ver a su hijo. Tenía grandes ojeras bajo los ojos. Se veía muy hermosa, sí, pero era la belleza de un muerto—. No es como tú, cariño. No es comprometido, responsable, no es perfecto. Se parece tanto a tu padre…

 

Itachi desvió la mirada.

 

—Acércate, cariño—pidió y él obedeció. Ella le acarició la mejilla hasta bajar a la barbilla, luego le sonrió—. Mi niño, tú no eres como ellos. Tú eres perfecto. Tú y yo nacimos con talento, con chispa. No dejes que te la quiten como hicieron conmigo, mi amor. Tú debes llegar lejos— Ella se quedó en silencio, como perdida, Itachi tampoco sabia qué decir, sus piernas comenzaban a hormiguearle—. ¿Entendido?

 

Él asintió, dejándose llevar por el agarre de su madre.

 

—Sí, mamá.

 

Ella sonrió y lo soltó. Itachi fue a su habitación. Como la casa estaba tan silenciosa, aún se escuchaban las risas de Mikoto frente al televisor. Itachi supuso que tanto él como los empleados de la casa estarían pensando lo mismo en ese momento: su madre estaba loca.

 

Miró las pastillas para dormir. Si se tomaba una, podría dormir un día. Quizá si se tomaba todas podría dormir para siempre. Pero esa era una idea descabellada.

 

El día de hoy, intentaría dormir sin pastillas. Además, sin contar la escena con su madre hace unos momentos, había tenido un buen día: hizo un nuevo amigo, alguien que no lo trató como todos los demás, con amabilidad forzada, con admiración, como si él fuera perfecto; una especie de criatura diferente y exclusiva y no un humano común y corriente.

 

También estaba Sasori y la tranquilidad que le causaba pensar en ella y en la posibilidad de remediar las cosas, de que quizá pudiese surgir algo entre ellos…

 

Itachi tomó su teléfono. Había algo que hacer antes de dormir.

 

 

 

Aunque Deidara no se había ganado un regaño de su madre, Chiyo-baa sí regañó a Sasori por no avisar que llegaría tarde. Él se disculpó con su abuelita hasta el cansancio, pues se sintió terrible al llegar a casa y darse cuenta que ella le había preparado su cena favorita, la cual ya estaba fría para esos momentos.

 

Cuando ella se calmó, Sasori fue a su habitación y buscó entre sus cajones un celular viejo, de esos que no eran smartphones. Lo conectó a la corriente, estaba por agregar el número del moreno cuando su teléfono del diario vibró.

 

Era un mensaje de Itachi para Sasori.

 

“Hola, Sasori.

Me siento terrible por todo lo que ha pasado. No quería dejarte plantada el día de nuestra cita, pero tuve algunos problemas personales y me fue imposible ir. Tampoco debí dejarte de escribir. Me siento terrible por eso. He tenido tanto estrés en la cabeza por los proyectos de la universidad y lo que menos quiero es arrastrarte a mis problemas, porque de verdad me interesas.

Discúlpame, en serio. Quiero que sepas que en verdad quiero conocerte más.

Oh, y conocí a tu amigo Akasuna-San. Me invitó a la obra en la que participarás, espero que no te moleste que vaya a verte”.

 

Sasori se mordió el labio. El cursor en su teléfono esperaba que él escribiera una respuesta, pero su cabeza y su corazón entraron en guerra.

 

Al final de todo, ¿qué podía perder? Si se hacían amigos cercanos, Itachi eventualmente descubriría sus sentimientos por él. La oportunidad de que le correspondiera era completamente nula siendo un varón, y no estaba dispuesto en cambiarse de género.

 

Mientras durara, disfrutaría cada segundo. Así que continuó con la mentira.

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! ¡Hasta la próxima! :3 Ya saben que sí actualizo, jejeje. 


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