4.
Era la quinta vez que explicaba lo mismo y sus alumnos seguían igual. Se tragó la ira acumulada mientras mostraba una sonrisa amable hacia una de sus alumnas, que en ese momento lo miraba confundida.
—Es simple, calientas la fórmula unos segundos con el mechero y después lo pasas a los tubos de ensayo para combinarlo con el ácido.
—Pero si ya lo mezcle con la base antes que con el ácido, ¿Aun se puede calentar?
« ¡Por Dios, que alguien me mate!» Gritó internamente, pasó una mano por su rostro frustrado. La morena se sonrojo de vergüenza.
—No, vas a tener que volver a empezar, Vixen.
—Oh…
— ¡NO ES ASÍ TONTO!
— ¡POR UN DEMONIO! ¡YA BASTA TED! — Barry hizo a un lado a su alumna al escuchar unos gritos al fondo del laboratorio, sin perder tiempo se dirigió a hacia el lugar buscando el origen de los improperios que no era otro sino el lugar del dúo dinámico compuesto por dos rubios. Michel y Ted, ambos peleándose por la botella de ácido clorhídrico, al ver eso a Barry casi le da un infarto. Corrió y les arrebato el frasco de las manos, asegurándose de que la botella estuviese cerrada.
— ¡¿Pero que creen que están haciendo?! ¡Este material es sumamente delicado! Un poco más y…
—No es mi culpa profesor, ¡Ted fue el que hace que casi nos matemos!— se apresuró a decir Michel deslindándose de la culpa. Ted lo miro indignado.
— su monologo se vio interrumpido por el estallido del vaso de precipitados que había estado expuesto al fuego. Por reflejo, soltó el frasco provocando que esté se vertiera directo en su ropa y en los guantes de los dos alumnos. Los demás gritaron horrorizados.
— ¡Calma!— dijo alarmado, quitándose la bata —Todos los que han sido salpicados por el ácido quítense el equipo de protección y pónganlo en los lavabos, ¡Con extremo cuidado! El resto salga de aquí.
Solo otros tres alumnos resultaron expuestos a la formula explosiva de Michel y Ted, que aun asustados se quitaron todo sin dudar. Afortunadamente para Barry, los daños se limitaron a unas breves quemaduras en los guantes de protección de sus alumnos, otro cantar era para él que tenía toda la bata y camisa consumida por el corrosivo líquido.
Él tampoco dudo al momento de hacer volar por los aires todas su prendas, desde la destrozada bata hasta la minúscula corbatilla roja, sus pantalones parecían intactos por lo que solo con el torso desnudo, se metió debajo de la regadera, aquella que estaba instalada en caso de emergencias.
El frío que sintió cuando el agua resbalo por su piel le hizo castañear los dientes, pero era necesario, pues no estaba seguro si el ácido había llegado a tocar su epidermis. Soltó una maldición. Los estudiantes lo esperaban afuera, tenía que ir a calmarlos e ir a la coordinación para presentar las explicaciones pertinentes.
Cerró el grifo y tomo una de las toallas que estaban en el estante de al lado. Sus pantalones de lino estaban hechos un desastre.
Él era un desastre.
— ¡Profesor! Me acaban de decir lo del inci…. — las palabras de su compañera de trabajo quedaron sueltas en el aire. La vista de unas piernas musculosas junto a una acentuada cintura y los abdominales bien definidos le quito el habla.
.
.
.
Hal estaba desesperado, sabía que sus compañeros eran un par de idiotas, pero no a ese nivel. ¿Quién carajos provocaba un accidente en facultad? Lo podía creer de unos críos de secundaria, no de unos universitarios.
Cuando el vaso estalló, lo primero que quiso hacer fue ir a socorrer a su maestro. Iba a matar a eso dos estúpidos si es que su Barry resultaba quemado.