Estuvimos a lo largo de la mañana en el bosque, junto con nuestros abuelos y tíos, pero el hambre hizo que volviésemos de nuevo a nuestro hogar. Entramos a casa, y como siempre mi lindo hermano gemelo, la dragoncita y el pequeño pez se apresuraron en ir a la cocina, suplicando por comida. Allí se encontraba mi padre, estaba apoyado en la encimera, solo con unos pantalones negros de pijama y tomando lo que supuse que era té. Observe que a la derecha la mesa ya estaba puesta, y la boca se me hizo agua al ver la comida. Mis hermanos empezaron a atacar a mi padre abrazándolo, ya que había preparado lo que más nos gustaba.
Ryuta: (X3) ¡Te quiero ramen!
Sasuke: (gotita) Yo no soy tu tazón Ryu.
Ryuta: Jeje, pero tu me lo preparaste papa.
Aiko: ¡Comeremos un montón de tomate!
Himeko: Gracias papa.
Taisei: ¡Podría comer ramen durante semanas!
Sasuke: "Eso lo hacia ya Naruto" ¿Cómo os ha ido el día?
Mikoto: Ha sido muy agradable dar un paseo por el bosque.
Minato: Aunque ya empezaba a hacer calor.
Kushina: ¿Y Naruto?
Sasuke: Aun esta durmiendo iré a despertarlo.
Mi padre salió por la puerta del comedor y mientras nosotros nos fuimos sentando en las mesas. Hana y Tsuyoshi al ser todavía muy pequeños tenían alzadores en las sillas para poder llegar al plato. Delante de mí había un plato lleno de trozos de diferentes tomates aliñados, su aroma era exquisito y a todos nos costó un gran esfuerzo no comer antes de que mis padres llegasen. Mi papi entró, tapándose la boca con la mano, debido a un bostezo. Llevaba su habitual pijama naranja de pantalón y manga cortos. Andaba de manera algo extraña, lo que confirmaron mis sospechas de lo que mi padre le había hecho. Mis padres se sentaron, y comenzamos a comer y hablar alegremente.
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Por la tarde, mientras cada uno estaba con sus cosas, mi padre me llamó a mi y a mi hermano mayor Taigaken, para ir a cierto lugar, yo quería como siempre llevar a Ryuta, pero por alguna razón que no llego a entender este me lo impidió, y solo fuimos los tres. Durante el camino todo fue silencioso entre nosotros, aunque al principio intentásemos sacarle información a mi padre de a donde nos dirigíamos, lo cual este nunca respondió y no pudimos sacarle ni tan solo una mísera palabra que nos diese alguna pista con la que guiarnos.
En las calles la gente nos saludaba, mi padre como siempre ignoraba todo y solo miraba al frente con un rostro serio, nosotros cordialmente si devolvíamos el saludo, pero evitando pararnos. Llegamos a un lugar lleno de ruinas de edificios, todo polvoriento y sin ningún atisbo de vida alrededor, estaba desolado, no parecía que estuviésemos en Konoha.
Sasuke: Aquí esta bien, retiraos.
Nos paramos en un sitio un poco llano, aunque los numerosos escombros seguían siendo visibles a pocos metros. Mi hermano mayor Taigaken y yo, nos apartamos un poco. Mi padre comenzó ha realizar sellos, concentrando su chakra, sacó un pergamino y se mordió el dedo, cubriendo este con su sangre. El suelo de repente empezó a temblar bajo nuestros pies. Mi padre miró un momento hacia atrás, sonriendo.
Sasuke: Esto es un regalo para ti, Taigaken.
De la tierra salió un ataúd de madera, y me recordó que una vez mis padres comentaron como revivían a las personas, realmente no sabía que iba a suceder, y si mi intuición era cierta y era ese jutsu...
El ataúd se abría poco a poco. Entre el polvo apareció una figura, de lo que parecía ser una niña de cabellos largos. En ese momento ni por asomo llegue a pensar que se tratase de ella. Mi hermano mayor echó a correr, yo aun no sabía quien era esa persona, hasta que de su boca se escapó un nombre.
Taigaken: Sara.
El polvo se disipó por completo, viendo mis negros ojos la figura de mi hermano abrazándola. Era ella, en verdad era ella. Su cabello largo marrón, que el aire lo revolvía haciéndola más hermosa, sus preciosos ojos claros, llenos de amabilidad y rebeldes.
Veía como Taigaken la abrazaba con fuerza, reteniéndola entre sus brazos, sin dejarla escapar de nuevo, mientras de sus ojos las lágrimas no dejaban de caer. Mi corazón se estremeció, nunca había visto a mi hermano mayor llorar, siempre era el más fuerte, siendo a la vez dulce con nosotros. En ese momento vi que hasta él tenía un lado débil.
Taigaken: (llora) Sara, ¿eres tu verdad?
Sara: Has crecido bastante Tai-chan, eres todo un hombre.
Taigaken: (llora) No dejare que te vuelvas a ir de mi lado.
Sara: Por el momento aceptare estar entre tus brazos.
Pequeñas gotas salían de sus claros ojos.
Sara: (llora) Sabes Tai-chan.... te eché de menos. No tendría que haberme arriesgado tanto en esa misión.
Taigaken: Baka no llores, ahora solo estarás a mi lado, no necesitas pensar en nada más. Yo te protegeré.
Mi hermano la trataba con tanto cariño como si se fuese a romper en un descuido. Sus labios tocaron la frente de Sara, dándole un tierno beso, suave y delicado.
Sara: ¿Toshiki, pequeño, no me saludas?
No supe hasta ese momento que estaba llorando, que mis ojos sucumbieron también a la felicidad de volver a verla. Sara me sonrió y me abrió sus brazos, corrí hasta ella como si fuese un niño pequeño y la abracé, aunque en ese momento la que era más pequeña era ella y no yo.
Toshiki: (llora) Sara one-chan.
Ella alzaba el brazo, acariciando mi rojizo cabello. Para mi siempre fue como mi hermana mayor, a la que quise con locura, que siempre permanecía al lado de mi hermano mayor y que nos cuidaba con mucho amor.
Sara: Parece que tu también has crecido mucho Toshiki, pequeño hermanito travieso.
Mi padre se acercó a nosotros con una sonrisa amable en su rostro, me aparté un poco y mi él la cogió en brazos, como si fuera una de mis pequeñas hermanitas.
Sasuke: (sonrisa Uchiha) No puedo creer que la sucesora del clan Hyuga este tan pequeña.
Sara: Mmm, usted cree señor Uchiha, porque seguro que es su impresionante vista la que falla.
Los dos se echaron a reir y se abrazaron.
Sasuke: En unos días podrás ver a tus padres.
Sara: Muchas gracias.