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El comienzo y el final por sasunaru11997

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Shikamaru rozo con su mano el hombro de Naruto, el rubio volteó a mirarlo, observando que junto a él estaba el equipo 10 al completo y Kurenai-sensei. 




Shikamaru: Naruto ¿lo que dices es cierto? ¿vas a hacer que Asuma-sensei vuelva? 




Naruto: Yo no lo hice, fue Sasuke. 




La luz cegadora volvió a salir del circulo, apareciendo un hombre alto y de físico fuerte, con cabellera y barba negra. Mirai quedó anonadada, sabía perfectamente como era la cara de su padre, la había observado cientos de veces en las fotos que tenía su madre de él, teniéndolo como el más preciado ser dentro de su corazón. En muchas ocasiones miraba hacia arriba cuando estaba sola, llorando por poder ver a su padre, por conocerlo y estar entre sus cálidos y protectores brazos, por compartir momentos juntos que se quedarían recelosamente en sus recuerdos. Conocía perfectamente ese rostro, era con el que había soñado tantas veces tener en frente, y por fin se hacía realidad. No lo conocía en persona, pero a la vez sentía que siempre lo había conocido, porque era su papa. 




No dudo, con solo verlo y apreciar tenuemente su figura por el humo, se lanzó a él, como si detrás de sus pies hubiera lava ardiendo. Sus ojos lloraban desesperados, sus manos agarraban fuertemente la ropa de su padre. Su garganta por fin se libero, gritando la palabra más preciada para ella. 




Mirai: (llorando) ¡Papa! ¡papa! Papi... mi papa... 




Se teletransporto de la casa de los Uchiha a el famoso lago del que tanto hablaban, de inmediato noto el cambio de escenario, y como a su alrededor solo había humo. De forma inminente noto como unos brazos temblorosos rodeaban su cuerpo, no sabía que ocurría, hasta que escucho esas mágicas palabras que llenaron su corazón. Instintivamente abrazó a su hija, rodeándola por completo entre sus grandes brazos. Creía que se iba a encontrar algo incomodo por tener a su hija ya como toda una mujer, pero en ese momento le pareció una pequeña niña, que llamaba desesperadamente a su padre, anhelante por su amor y presencia. 




Asuma: Ya estoy aquí mi pequeña. 




Mirai: (llorando) Papa...eres un tonto, no tendrías que haberte muerto.... me hacías mucha falta. 




Asuma: Lo se, yo quería verte crecer mi niña. 




Mirai: (llorando) Papi... te quiero mucho...no te vayas... 




Asuma no sabía que decirle a su pequeña, el quedarse con ella no estaba precisamente en sus manos, y ya era todo un milagro poder estar con ella en aquel momento. 




Asuma: Yo también te quiero. Estaré un tiempo contigo mi pequeña. 




Kurenai se acercó hasta Asuma, y le propinó un coscorrón en la cabeza, entre tanto de sus ojos carmesís las lagrimas no paraban de deslizarse por sus mejillas, igual que el roció del amanecer entre las hojas. 




Kurenai: ¡Idiota! 




Asuma la miró de forma tierna. Aquella linda chica de la que se había enamorado estaba muy cambiada, se notaba como el paso de los años habían repercutido en su cuerpo, pero todo aquello no importaba. 




Asuma: Ya he vuelto. 




Kurenai hacía años que deseaba escuchar esas palabras de su boca, hacía años que las había esperado pacientemente por ellas, a pesar de que en su interior sabía que jamás las volvería ha oír de su boca, viendo aquella sonrisa que amaba. Sin embargo ahí se hallaba, pronunciándolas con esa sonrisa, donde el tiempo no pasó nunca más para él, y se quedó estático. Con el mismo rostro como el que ella recordaba, esa barba negra que en tantas ocasiones había acariciado con ternura, notando su aspereza, dándole un dulce aire tosco. 




Impaciente, Kurenai rodeaba por fin a su esposo y a su hija, aquella niña que había criado con todo  amor, y que ambos la habían creado. Sentía que su familia volvía a estar completa de nuevo, que nada le faltaba, pero aun así, de sus perlas rojas, las lagrimas de caer no dejaban. 




El equipo 10 estaba allí parado observando, queriendo participar en aquello, pero algo en su interior se lo impedía, respetando la escena. Asuma se dio cuenta, como las miradas de sus alumnos se notaban afligidas, y a pesar de haber crecido tanto, se veían como niños perdidos. Extendió un poco sus brazos, indicándoles que se podían unir y abrazarlo como tanto querían. La respuesta no tardo en esperarse, y aquellos tres alumnos que tanto había cuidado, lo abrazaban anhelantes, al igual que su hija. 




Asuma: Gracias por haberlas cuidado. 




 


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