Solo era su primer beso, la primera vez que rozaban sus labios y sentían la calidez del otro sobre su piel. Sin pensar en nada a su alrededor, quedando sus mentes en la nada.
Las manos de Toshiki atraían más a Kiuiko, haciendo el beso más íntimo y apasionado, su fuego salvaje de zorro se manifestaba en su ferocidad. Aquella típica tranquilidad traviesa que lo caracterizaba era disuadida por los labios de aquella gatita, y su cuerpo le exigía más de ella.
El zorro rojo podía oír los pequeños gemiditos de Kiuiko, y notar como aquel pequeño cuerpo se sujetaba al suyo, intentando buscar firmeza. Toshiki separó sus labios, tomando los dos aire. Aquella chiquilla que siempre lo intentaba irritar y jugar con él, ahora se veía sonrojada, con la cabeza apoyada en su ancho pecho, si no fuera porque sus manos rodeaban su cadera sosteniéndola, su cuerpo habría sido derrocado de gran manera por la gravedad.
Sus ojos tenían mucho interés al ver cuán débil podía ser la pelirrosa. Él bajó un poco la cabeza, situando su respiración en el oído de Kiuiko, quién se estremecía ante ello.
Toshiki: (voz burlona y sexy) ¿Fue demasiado para ti gatita?
Kiuiko no se espera ni mucho menos aquella actitud de Toshiki, se sorprendió, sus mejillas se tiñeron de un tono más rojizo, y sus ojos nerviosos se movían de un lado a otro.
Kiuiko: Ca-calla, baka.
Toshiki mordió en la oreja a Kiuiko, y de esta salió un gemidito más notorio. Repentinamente, Toshiki, notó como un montón de agua caía sobre él, empapando su cuerpo. Miró hacia arriba y pudo apreciar, gracias a sus desarrollados sentidos, que había sido su hermano Ryu. Taigaken apareció y le tiró una pequeña toalla para que se secara y dándose la vuelta dijo.
Taigaken: Es mejor que te calmes un poco, ve a ducharte o cogerás un resfriado. Tú también sube Kiuiko, la noche empezará a caer.
Kiuiko: Em…s-si.
Toshiki seguía a su hermano mayor, podía ver como detrás de él, su gatita se rozaba gentilmente los labios con la yema de sus dedos, seguramente pensando en el recién beso que se acababan de dar. Su imagen era simplemente tierna ante sus ojos, se veía más linda que nunca. Sus ojos tenían un ligero centelleo, sus mejillas algo coloreadas, y sus labios tersos, como el pétalo de una flor.
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En aquel oscuro sótano, húmedo y solitario, donde había varías habitaciones, cerradas por una pared de rejas. Hiroto había sido encerrado, llevaba tan solo unos minutos encerrado, y sabía que ese lugar no era para él. Estaba arrepentido de sus tontos e imprudentes actos. No le gustaba la oscuridad, la detestaba, y a pesar de ser un quinceañero era a lo único a lo que temía. Se situó en un rincón de aquella jaula, donde estaba situada una cama. Sentado, encogió su cuerpo, abrazando sus rodillas y escondiendo su temeroso rostro en ellas.
Hiroto: Odio este lugar.
Kai: ¿Llevas 5 minutos y ya no lo soportas?
Hiroto: ¿¡Kai!? ¡Estás aquí, creía que te habías ido con Taigaken!
Kai: No, me quedé, alguien tiene que sermonearte.
Hiroto: Kai.
Kai: ¿Y esa voz lastimera?
Hiroto: Deja que te pueda ver, no puedo ver en la oscuridad.
Kai: No es tan oscuro.
El pelinegro entró dentro de la jaula, y la volvió a cerrar, ya que veía que Hiroto no se movía y cuando alzaba la cabeza para verlo, podía notar como sus ojos lo buscaban sin encontrarlo.