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Mirando al cielo por Yais

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Notas del capitulo:

Muchas gracias Geion por tomarte el tiempo para dedicarme unas palabras.

A todos, espero que les guste este último capítulo... y que lloren porque el fic ha terminado XD.

Capítulo (2/2)

 Capitulo 2

 

Habían pasado varios días, no los suficientes para perder la cuenta pero sí los necesarios para que Lee añorara la luz del sol acariciando su rostro. Sabía que pronto sería preso de la desesperanza pues comenzaba a pensar que Kiba no volvería y que nadie lo sacaría de ahí, que moriría en aquella celda y lo peor era que no tenía idea de por qué había terminado así.

El pelinegro pegó una mano a la fría pared y cerró los ojos intentando imaginar el exterior. Estaba tan sumido en aquella añoranza, que a pesar de escuchar como la puerta de su celda se abrió creyó que era una alucinación. Sin embargo, la luz y el calor de una antorcha, que inundó la habitación, lo hicieron salir de su estupor y, al girarse, se encontró con el gesto serio del capitán Shino.

Lee esbozó una ligera sonrisa que no duró en su rostro mucho tiempo pues el capitán no le dio indicios de que debiera alegrarse por su visita, de hecho, no le dirigió palabra alguna,  simplemente le hizo señas para que se girase y cerró unos grilletes alrededor de sus muñecas tan pronto le dio la espalda. Después le ordenó que lo siguiera.

Rock caminó en silencio. Sintió temor, incertidumbre y nerviosismo mientras recorría los sinuosos pasillos del calabozo, sin embargó todo aquello paró justo cuando el oscuro camino se iluminó y subieron por una escalera que desembocó en uno de los amplios pasillos del castillo.

Al pelinegro se le encogió el corazón cuando observó los lujosos detalles, las pinturas y los amplios pisos lustrados del recinto. Era deslumbrante y, de cierta forma tranquilizador, como si los decorados, telas finas y el inconfundible olor a azufre con el que limpiaban la platería le recordaran a su infancia. Fue en ese entonces que se pudo calmar, caminó al paso de Shino y no le temblaron las piernas cuando se detuvieron frente a una puerta de roble chapada en oro.

– No hables – casi le pidió su escolta. Lee nunca llegó a ser tan amigo del capitán, como lo era de Kiba, pero había aprendido a apreciarlo y como sabía que Shino también se preocupaba por él mentalizó la orden.

El pelinegro salió de sus pensamientos cuando la puerta frente a él se abrió y pudo ver la enorme habitación a la que el roble desembocaba. Aquel era un cuarto que también podría haberse comido en detalles, pero su vista no pudo hacer otra cosa más que posarse en la silueta de la persona sentada en una sala al centro de ésta.

– Su alteza – Shino hizo una ligera reverencia y con un golpecito le recordó a Lee que debía hacer lo mismo pues aquel era el príncipe Gaara. En ese momento Lee se inclinó y, a pesar de realizar el gesto, se dio cuenta de que aquello no era natural. No creía que debiera bajar la cabeza frente a alguien, mucho menos hacerlo para esa persona.

El pelirrojo le hizo un gesto con la mano a Shino para que abandonase la habitación y el capitán, renuente, aceptó dejándolos a solas. Lee sintió que le daba un ligero apretón en el hombro antes de retirarse e interpretó aquel gesto como una mezcla de advertencia y apoyo moral.

Gaara se mantuvo serio, mirando fijamente a Lee y él se sintió incómodo bajo su mirada escrutadora. Jugueteó con las manos entre los grilletes que las apresaban e intentó no vagar su vista por la habitación.

– Tu nombre es Rock Lee ¿verdad? – Gaara volvió a usar esa voz profunda que recordaba, no era un timbre muy grave, pero sí imponente.

– …así es – Lee bajó la cabeza. Usualmente no era alguien tímido pero la suma de todas las cosas que le habían pasado esos días le había arrebatado bastante lustre, estaba sucio pero se sentía más que inmundo a causa de estar rodeado de un ambiente tan absurdamente limpio y lujoso.

– Quiero que me respondas una pregunta – Cuando su interlocutor dijo aquellas palabras el soldado sintió su corazón bombear tan fuerte que le costó respirar – ¿Por qué defendiste a ese soldado? –

Rock levantó la cabeza, logrando encontrar por unos segundos las verdes iris del pelirrojo. Se volvió a admirar, dejando de pensar un par de segundos antes de darse cuenta de que estaba embobado y decidiese volver a bajar la cabeza – Yo… no podía dejar que lastimasen a alguien frente a mis ojos, por mi culpa –

– Dices tú culpa ¿Es que les pediste ser emboscado y golpeado? –

Lee negó – No, yo sólo… no podía –

– Son parte del mismo ejercitó – aleccionó Gaara usando un tono pausado – las agresiones entre camaradas están prohibidas porque no sólo dañan a una persona, dañan a todo el país del viento –

El pelinegro apretó los labios, lo sabía.

– Mi hermano me ha pedido escuchar aquello que pudieras decir para justificarte, así que habla – al decir aquello su interlocutor se cruzó de brazos.

Una de las características de Lee era que podía hablar sin parar, no siempre decía lo que debía y tampoco sus ideas eran las más brillantes, pero quedarse mudo era algo que le ocurría raras veces, lamentablemente ésta era una de esas. En primer lugar por la mención del rey y en segundo porque, por muchos motivos, la persona frente suyo lo impresionaba y perturbaba. Tenía la mente en blanco y lo único que podía sentir era las puntas de sus dedos fríos cosquillear.

El soldado pasó, otra vez, un par de segundos embobado antes de reaccionar.  – Yo… – inhaló una gran bocanada de aire y comenzó a hablar, sin parar – no me arrepiento de haber intentado detenerle – se mostró determinado – es verdad, formamos parte del mismo ejército. Es por ello que no podría permitir que le ocurriera algo a ninguno de mis camaradas, sin importar nuestras asperezas personales. Sé que es deber de un soldado hacer caso de las ordenes de sus superiores pero jamás sería capaz de traicionar a mis principios. Por proteger a cualquiera de los habitantes del país del viento, dudaría una y mil veces cuando me ordenasen cometer algún delito contra alguno de ellos. Al enlistarme prometí proteger, hasta con mi vida, a la gente buena de mi país, de las injusticias y la maldad, incluso de… la nobleza – cuando Lee terminó de hablar volvió a inhalar para recuperar el aire perdido, sin embargo no sintió que el oxigeno lo llenase pues a su lista de ofensas al príncipe, ahora debía agregar que implícitamente lo había llamado delincuente, injusto y malo.

Gaara se mantuvo tranquilo un momento, intentando entender aquello que el soldado había querido decir pero nada le pareció lógico – Abandona el ejercito – Le ordenó finalmente –  No sirves para ser soldado –

- ¿Qué? – Lee olvidó la etiqueta y su pasividad. Abandonar, ¿Él? – ¡No tiene derecho a decir algo como eso! –

El pelirrojo se mostró ligeramente sorprendido, era una escena espectacular la de ver a alguien, un cualquiera, levantándole la voz o diciéndole sobre lo que podía o no podía ordenar, más porque ni siquiera Kankuro era capaz de llevarle la contraría. Sin embargo para Shino, quien se permitió entrar a la habitación tan pronto escuchó el exabrupto de Lee, no era una sorpresa. De lo que conocía al menor concluía que era obediente y responsable pero pasional cuando se trataba de su sueño.

Debido a que ninguno de los otros dos en la habitación reaccionaban el capitán optó por tomar a Lee del brazo – Ven – le dijo al tiempo que lo jalaba para llevárselo de ahí. Sin embargo Lee era como de piedra, estaba aterrado pues tan pronto terminó de hablar se dio cuenta de que el príncipe, por poco derecho que tuviera, podía ordenar lo que le viniera en gana. Sus ojos se anegaron en lágrimas.

– ¿Por qué? – preguntó al tiempo que luchaba contra Shino.

Los ojos de Gaara se volvieron opacos – Lo he dicho, no sirves –

– Pero es mi sueño, mi destino, yo quiero ser guardia real…–

El noble arrugó ligeramente el entrecejo – El destino lo hacen aquellos que son más poderosos que tú, si digo que no sirves, no lo haces, entiéndelo y acéptalo –

- Pues no lo acepto – Lee siguió ignorando los tirones de advertencia que Shino le daba. Algunas lágrimas habían vuelto borrosa su visión y otras bajaban por sus mejillas.

Gaara comenzaba a ofenderse. De no haber sido porque Kankuro le pidió que se encargara de liberar al joven frente suyo jamás lo había dejado salir del calabozo, no entendía qué de interesante podía tener el pelinegro y, la verdad, la fastidiaba la necedad con la que se aferraba al sinsentido de ser soldado. Si Rock Lee pretendía regirse por principios morales propios, más que beneficio era un peligro para el ejército. De pronto aquello se había vuelto algo personal. – Si no lo quieres entender – lo obligaría a hacerlo – …no volverás al ejercito pero no te irás del castillo – tal vez no lo podía regresar a su celda, pero pensaba mostrarle cómo eran las cosas en la vida real – Shino, encárgate de él –

El mencionado asintió levemente y para evitar que Lee cometiese algún error que provocara su muerte lo sacó de la salita casi a rastras.

 

 

– Estas vivo – fue lo primero que le dijo Kiba tan pronto Shino le contó lo que había ocurrido y aunque parecía que quería animarlo su tono de voz era amargo.

En un principio para los mayores el objetivo de la orden del príncipe pareció ambiguo pero después de unos días, cuando el novato pasó horas botado sobre la cama de Kiba sin moverse, cobró sentido.

Lee había intentado volver al ejercito pero desistió de la idea cuando, en múltiples ocasiones, lo expulsaron a punta  palabras hirientes y golpes. Después, quiso practicar de manera independiente pero también tenía prohibido hacer cualquier tipo de ejercicio. Dentro de los terrenos siempre estaba vigilado, así que prácticamente cualquier cosa que hiciera, a parte de botarse en la hierba, era considerada una acción digna de algún tipo de castigo.

Al no poder salir de lo terrenos tuvo que pedirles a sus amigos que informaran a su familia que no iría a verlos, inventando alguna excusa. Sin embargo Shino le dijo que los soldados que antes habían sido expulsados habían dicho a su familia lo ocurrido y que cuando Tenten se acercó a la puerta, intentando obtener noticias suyas, los guardias de turno le dijeron que él era un criminal. De sólo imaginar la vergüenza y rechazo, por parte del resto de los habitantes, que haría caer sobre su casa e integrantes fue lo peor que le pudo ocurrir.

Tres meses después, Gaara pareció recordar que Lee existía porque lo mandó a llamar y se vieron en el mismo lugar en el que habían tenido su ultima audiencia - ¿Ya lo entendiste? – le preguntó tan pronto lo vio, sin dar rodeos.

Debido a que Lee era una persona hiperactiva no tomaba mucho tiempo para reflexionar sobre las cosas y actuaba por instinto, sin embargo a causa de su depresión y de no poder hacer otra cosa más que pensar, había tenido bastante tiempo para entender al príncipe y admirar como a pesar de ser cruel, Gaara mostraba atisbos de entereza.  – Sí – Pero también tuvo tiempo para reafirmar su idea de que el pelirrojo estaba en un error – Aun así, todavía quiero ser guardia real –

El pelirrojo no esperaba aquella respuesta y dejó que sus ojos reflejaran aquel sentimiento –Realmente no lo entendiste – Gaara negó lentamente – Puedo mandar a matarte si se me da la gana, torturarte e impedirte cumplir tu sueño y nadie dirá nada aunque crean que no es correcto porque lo que importa es el bien de la mayoría, servirías para dar el ejemplo. La gente buena no existe, no hay forma de que todos consigan lo que quieren, alguien debe pagar por otros y siempre serán ellos o nosotros. Tú ideal de proteger a todos y evitar las injusticias es imposible –

Ante lo dicho Lee sonrió levemente. Entendía perfectamente la percepción que el príncipe tenía de los otros, como una amenaza cuando no formaban como parte del sistema o la idea de que para tener, otros debían perder; sin embargo él creía que esa totalidad estaba en un error – Puede matarme pero no lo ha ordenado, torturarme pero la verdad es que me salvó en aquel momento y puede que me impida cumplir mi sueño pero yo jamás me rendiré y mucho menos dejaré de soñar, hay una manera de estar en equilibrio. Su hermano, el rey, y su alteza Gaara sama también lo saben y lo intentan, porque saben lo que es justo y también forman parte de la gente buena de Kaze no Kuni –

Gaara evaluó a Lee con un gesto oscuro – Gente buena dices –

El pelinegro asintió con rapidez – En el fondo –

El príncipe dejó escapar el aire lentamente pues se daba cuenta que el soldado no notaba que lo estaba retando -  No tienes la razón –

Lee puso un puño sobre su pecho – Puedo demostrarle que sí la tengo, si me da la oportunidad –

- Puedes intentarlo – le comentó Gaara con desinterés y con esas palabras Lee prácticamente saltó de felicidad en su mismo lugar.

- Ya lo estoy logrando – le respondió, haciendo que su interlocutor resoplara con incredulidad.

 

Después de aquello Gaara ordenó que Lee formara parte de la servidumbre y aunque en un principio su lista de tareas estaba llena de actividades en casi todas las secciones del castillo, unas semanas después todas sus ocupaciones giraban en torno al príncipe. Lee se había vuelto el sirviente personal de Gaara y se sentía extraño pues con cada día, no por deber sino por querer, su vida giraba más y más en torno al pelirrojo.

Comenzó acompañándole en su habitación y observándolo detenidamente para poder hablarle y hacerle cambiar de opinión, intentando que le permitiera volver al ejercito, pero al final sucumbió y terminó enamorado de sus gestos, movimientos y cada una de las palabras que decía. Tanto que dejaba de pensar o argumentar cuando lo tenía a su lado.

 

 

Una tarde Lee se paró a un lado del pelirrojo mientras éste, sentado en el alfeizar de la ventana en su habitación, miraba el crepúsculo. Desde ahí se podía ver el campo donde había entrenado cuando estaba en el ejército y observarlo le hizo añorar esos días no tan lejanos – Gaara sama – llamó quedito – ¿Aún cree que estoy en un error? –

El pelirrojo desvió la mirada de la ventana, en una acción inusual porque él jamás se perdía un segundo del crepúsculo –… creo que tienes un poco de razón – respondió más serio que de costumbre antes de volver al paisaje.

Lee sintió que aquella respuesta le daba un poco la razón, así que se animó a treparse en el espacio que quedaba en el alfeizar y pegó las manos al cristal de la ventana - Puede verlo, ahí afuera hay mucha gente, y aunque lo desean en muchas formas, todos quieren ser felices y luchan por lograrlo. Realmente no hay que tomar las decisiones por ellos, sólo hay que darles las herramientas para que con su esfuerzo y determinación lo consigan –

- Entonces, ¿de verdad crees que todos lo pueden tener todo? – Su interlocutor no despegó la vista del exterior, mirando el mismo punto impreciso que Lee observaba.

- No se necesita todo para ser feliz, sólo lo necesario. Creo que todos pueden tener lo necesario –

- Confías mucho en la gente y no sabes nada sobre la naturaleza humana – Gaara empujó a Lee para que dejase de invadir su espacio. Aquella ventana era sólo suya.

Lee sonrió como si hubiese cometido una travesura – Conozco más de la naturaleza humana que usted, he vivido fuera del castillo –

- Pero eres un niño, por eso no entiendes que hay gente que actúa sólo para hacer el mal, sin ningún propósito noble de fondo –

- ¡No! – Lee puso las manos al frente y formo puños – Entiendo que hay gente buena que hace cosas malas, pero eso es porque en el fondo busca el bien, lo único que hay que hacer es que esas personas cambien de camino y entonces no habría gente mala, porque nadie es malo por naturaleza –

Gaara negó al tiempo que formaba una sonrisa resignada – Morirás joven, eso es lo que le pasaría a un soldado con esas ideas. Deberías ser profesor, eso sería mejor para alguien como tú –

- Pero quiero ser soldado, quiero protegerlo porque sé que así puedo ayudar a que siempre haga el bien –

- ¿Quieres protegerme? – el príncipe lo miró con duda – Es Kankuro quien toma las decisiones importantes, a quien quieres cuidar es a él –

- A ambos – Lee respondió con rapidez

- Bueno – Gaara se llevó una mano a las sienes y se masajeó usando el pulgar y el dedo medio – Al menos entiendo que no le harás daño a mi hermano cuando te conviertas en guardia –

- ¿Entonces? – Lee abrió los ojos emocionado - ¡Me permitirá volver al ejercito! –

El pelirrojo miró a Lee preguntándose cómo era posible que la idea de una muerte segura no lo desanimara – En algún momento –

Rock sonrió.

 

 

Al pelinegro no le gustaba pasear por los pasillos del castillo cuando era de noche. No porque tuviese miedo, sino porque imaginaba que su presencia podía llegar a distraer a los guardias y no quería que algo como eso ocurriera. A pesar de eso, ahora recorría la oscuridad para ir a las cocinas y prepararle un bocadillo al príncipe, lo que era raro porque a pesar de que el pelirrojo tenía la costumbre de permanecer despierto hasta la madrugada casi nunca tenía antojos nocturnos.

Lee caminaba observando el pan y rebanadas de queso que había cortado cuando alcanzó a escuchar la inconfundible voz de su amigo Kiba, saliendo de una de las habitaciones. El tono era extraño y su presencia ahí lo era aún más, Kiba jamás se acercaba al castillo más de lo necesario, de hecho, parecía que la puerta lo repeliera.

Lleno de su usual curiosidad, Lee fue y empujó levemente la puerta que daba a la habitación donde sabía que estaba su amigo. Al asomarse y distinguir lo que había dentro abrió los ojos de par en par, sorprendido. Ahí a parte de Kiba estaba el hermano mayor de Gaara, Kankuro, besándose con su amigo y acariciándolo por encima de la ropa.

Lee se sonrojó y se quedó mirando, sin dar crédito, hasta que la situación tomó un caris más apasionado que romántico y comenzó a ver la piel desnuda de Kiba y su acompañante. Dio un par de pasos para atrás hasta que chocó con la pared, sintiéndose bastante confundido porque la parte baja de su abdomen cosquilleaba, generándoles sensaciones extrañas, y porque él estaba bastante seguro que su amigo y Shino eran pareja. De esas que se amaban y debían fidelidad, como sus padres adoptivos.

Corrió de vuelta a la habitación de Gaara cuando se dio cuenta de que ya había perdido mucho tiempo y mientras atravesaba los pasillos se sacudió todos los pensamientos e ideas que juzgaban a Kiba pues no quería hacerlo.

Entro a los aposentos de Gaara azorado, nervioso y con la respiración agitada por la carrera – ¿Por qué tardaste tanto? – el pelirrojo lo miró serio y con aquel gesto logró que las mejillas de Lee se arrebolaran con intensidad.

– Lo siento – tartamudeo haciendo una reverencia y le acercó el bocadillo. Intentando esconder su sonrojo entre las sombras de la noche.

Aunque no tuvo mucho éxito pues Gaara notó con facilidad que se sentía incómodo con su presencia, y le causó tanta sospecha que en vez de tomar el bocadillo que extendía, atrapó la muñeca de su sirviente con fuerza - ¿Qué? –

Lee saltó, sintió como una sensación de calor se regaba por todo su cuerpo y que le volvió a nacer un cosquilleo, esta vez, en aquel punto donde la suave piel del príncipe hacia contacto con la suya. Gaara lo observó con detenimiento y entrecerró los ojos cuando su acompañante comenzó a temblar nervioso.

– Nada…¿Puedo retirarme? – Lee deseaba desaparecer del lugar como en ningún momento y, tras unos segundos, Gaara lo soltó permitiéndole partir.

 

 

Al día siguiente el menor deseó evitar al príncipe como nunca, pero no pudo hacerlo. En la mañana tuvo que llevarle el desayuno a la cama y quedarse ahí hasta que terminase.

Se sintió desconcertado al ver que el bocadillo nocturno seguía en el mismo lugar donde lo había dejado. Gracias a aquel encargo Lee había presenciado y sentido cosas extrañas, como para que al final aquél no cumpliera con su propósito.

Para no observarlo e ignorar las miradas furtivas que el pelirrojo le dedicaba mientras comía con una lentitud que podría tomarse como desconfianza, Lee caminó frente a los libreros pegados a la pared derecha de la habitación. La mayoría de los títulos correspondían a materias de estudio, así que le llamó la atención encontrar entre aquellos un libro de poesía romántica y sin pensar mucho en ello lo tomó dispuesto a ojearlo.

– ¿Tú sabes leer? – aquellas eran las primeras palabras que Gaara le dirigía después de minutos en silencio.

Lee se atrevió a mirar a su interlocutor y se sonrojo al instante – Yo… si – bajó la mirada azorado.

El príncipe se atrevió a hacer un gesto sorprendido. Lee era un simple plebeyo, así que le costaba creer que poseyera una habilidad que, hasta ese momento, sólo se enseñaba a los miembros de la nobleza.

– ¿Dónde aprendiste? –

Lee se encogió de hombros – no lo sé, lo olvidé – se sinceró.

Pasaron otros segundos en silencio.

Gaara recargó la cabeza contra la cabecera de la cama y volvió la vista a la ventana. Observando el cielo como siempre lo hacía – lee para mí, ese libro – agregó lo último al ver que Lee miraba las hojas dudoso.

El pelinegro hizo aquello que le ordenó. Palabra tras palabra sus mejillas se tiñeron de rojo, pues aquellos poemas estaban teñidos de amor, romance y deseos reprimidos. Todas eran palabras que le dedicaba a Gaara y no podía más que sentirse absorbido por una vorágine de sentimientos.

 – ¿Gaara sama se ha enamorado alguna vez? – Lee se atrevió a preguntar aquello una vez terminó de leer y el silenció le permitió recoger el valor necesario.

El pelirrojo arrugó levemente el ceño y a pesar de que Lee sintió miedo por su impertinencia pronto se calmó pues Gaara sonrió levemente.

– Sí – aquel fue un susurró casi imperceptible – la persona que me gusta, el color de sus ojos es igual al del cielo –

Aquello fue como una bofetada para Lee, no sabía por qué había hecho aquella pregunta. ¿Esperaba una negativa?, ¿Una mirada significativa? – Como el cielo – repitió a manera de grabarse que su primer y, hasta ahora, único amor gustaba de observar el cielo por que le recordaba a alguien más. Se sintió derrotado y dejó el libro en la mesita que tenía a un lado, dispuesto a retirarse.

– ¿Tú? – preguntó Gaara antes de que saliera por la puerta, al parecer no se había dado cuenta de que estaba a punto de salir.

- ¿Yo? –

- ¿Te has enamorado? -

Lee cerró los ojos disfrutando de la agónica sensación que le provocaba que su interlocutor se interesara en su persona, a pesar de que la pregunta la hubiese hecho como si le preguntase sobre el clima – Si… pero es imposible – soltó con pesar.

– Igual que el mío – Gaara absorbió a Lee con sólo mirarlo y el menor sintió las piernas temblar – Ven – llamó, y el pelinegro fue a su lado con paso pausado. – ¿Quién? – le preguntó y fue la primera vez que Lee apreció un sentimiento sus palabras, Gaara parecía verdaderamente interesado en él y eso le incitó a confesarse.

– Yo… – en aquel momento sintió como que un golpe de adrenalina inundó su cuerpo y justo cuando iba a hablar el movimiento de las nubes dejó entrar un rayo de sol por la ventana y, la mirar a través de ella, recordó que Gaara acababa de confesarle que amaba a alguien más. Pero no sólo eso, sino que su acompañante era alguien inalcanzable para un plebeyo y que su aspiración era imposible en más de un aspecto – es un hombre – Lee bajó la mirada.

Gaara lo miró fijamente, casi con un brillo de simpatía y compasión en sus ojos al verlo tan triste. Nunca había visto el rostro de su sirviente empañado de tal resignación y, por primera vez, se sintió identificada con alguien. Como si acabara de encontrar a la persona que entendía, aunque fuese sólo un poco, la tristeza que él sentía.

Por su parte Lee sintió el corazón palpitar con tal intensidad que casi se le salía del pecho.

 

 

 

– Lee… tú estás enamorado del príncipe Gaara ¿No es así? – Kiba lo abordó con reproche, una tarde, cuando lo sorprendió embobado mirando, desde el jardín, la ventana que sabía era la de la habitación del pelirrojo.

El mencionado saltó en su lugar. Entre las muchas cosas que había hecho esos últimos días la mayoría incluían revolotear alrededor de Gaara y no pensar en nada. Le parecía mucho más fácil y menos doloroso estar a un lado de su amor, que pensar en Kiba, Shino, Kankuro, la familia que no podía ver o los sueños que no podía cumplir.

– Sé que no puedo – le contestó tras unos segundos de silencio, sabiendo que no tenía caso negarle algo que resultaba evidente.

Kiba suspiró – puedes Lee, eres perfectamente capaz y el hecho es que lo estás – su amigo le acarició la cabeza – sé que lo sabes, pero ¿De verdad entiendes lo que significa? –

Lee alzó la mirada – Entiendo que jamás me va a poder corresponder pero…–

– No – interrumpió Kiba un poco brusco y amargo – No hay pero Lee, no importa si crees que puedes hacer que llegue a quererte, jamás podrás estar a su lado y ¿Acaso has olvidado tu sueño?, te la pasaste repitiendo que no importara lo que ocurriera lo conseguirías y justo ahora te estás echando para atrás –

Lee lanzó a su amigo una mirada desafiante – Yo voy a ser guardia real, yo protegeré al rey y a su familia a toda costa, no me he retractado  –

– Piensa Lee ¿Qué va a pasar si sigues así?, cuando te quedes sólo, sin amor y sin tu sueño – Kiba negó – ¿No habías dicho que volverías a ser soldado? Si no lo haces es mejor que regreses con tú familia – Lee abrió la boca para contestar pero la cerró al instante – eres un sirviente común y si sigues así siempre lo serás –

– ¡Claro que no! –

– ¿De verdad lo crees? – Kiba negó

– Él está cambiando y me prometió que volvería, yo… - se quedó callado un momento, la verdad era que hacía mucho podía haberle pedido a Gaara que revocara su orden pero él deseaba seguir a su lado, aunque ahora se daba cuenta que su amigo tenía razón, ya no podía seguir actuando como lo hacía  – Sé lo pediré y volveré –

– Nunca Lee, jamás le creas a un noble – Kiba apretó los puños y dientes mientras decía a aquello – es mil veces peor que enamorarte de alguno de ellos –

– Pero  – los ojos del pelinegro temblaron y los cerró, era doloroso imaginar que Gaara podría mentirle – volveré, no se negará –

Kiba le dirigió una mirada triste, llena de culpabilidad pero no de arrepentimiento – lo siento Lee, pero es mejor que estés consiente ahora de la respuesta que obtendrás, no es necesario que te hagas falsas ilusiones. Es mejor que vuelvas a casa –

– No, yo creo en Gaara sama – Lee negó y miró desafiante a su amigo – él me lo prometió –

 

 

Esa misma tarde Lee tocó la puerta del dormitorio de Gaara y todo su cuerpo se estremeció cuando obtuvo su atención.

– ¿Qué quieres? – Gaara, como acostumbraba, estaba sentado sobre el alfeizar de su ventana  perdido en sus pensamientos. Lee se sintió triste mientras se preguntaba en quién pensaba.

– Yo… – el pelinegro bailó sobre sus talones – permítame volver a los entrenamientos –

Gaara arrugó el ceño al escuchar esa petición tan repentina – ¿Por qué? –

– Quiero volver, me gusta estar aquí pero no es lo que quiero –

– ¿Acaso te rendiste? – Gaara se incorporó y lo miró enfadado, tal imponente y serio como era –  dijiste que me convencerías, aún no lo haces –

Lee lo miró sorprendido – Pero, dijo que volvería, que estaba de acuerdo conmigo –

El príncipe chasqueó la lengua – No dije algo como eso –

Rock alzó el rostro impresionado – Pero Gaara sama me prometió que… –

– Ahora no –

– Pero… – Lee intentó protestar, no podía creer que Gaara le había mentido

– Mejor olvídalo – Gaara se volteó regresando la mirada al ventanal, intentando volver a perderse en el paisaje.

– Por favor – susurró Lee con el corazón acelerado – no puedo seguir con esto, es doloroso –

El pelirrojo sintió una punzada en el pecho, sin comprender porqué en vez de gritarle o intentar convencerlo con filosofía ahora le decía que le dolía, ¿Acaso por fin lo había presionado lo suficiente y lo había hecho rogar? – ¿Doloroso?, ¿Por qué? – El sueño de Lee no era tan importante, no lo era.

Pero no obtuvo respuesta inmediata – Contesta – lo presionó.

– Yo me estoy, estoy enamorado de Gaara sama – Lee dejó escapar las palabras de sus labios y fue como si el corazón parara de bombear sangre a todo su cuerpo.

Su interlocutor contuvo la respiración. Los segundos pasaron y por cada uno de ellos Lee sintió el despreció del pelirrojo como si de bofetadas se tratasen.

– ¿Te das cuenta de que eres un simple sirviente? – fue un golpe, duro y crudo escuchar eso como respuesta.

– Sí – sus ojos se anegaron con lágrimas y rezó porque su voz no se quebrara – por eso necesito separarme –

El príncipe soltó el aire con lentitud – Vete – le ordenó parco y Lee se llevó una mano a la boca para contener un sollozo. Después corrió por los amplios pasillos del castillo mientras se secaba las lágrimas.

 

A pesar de lo ocurrido Gaara no retiró la orden que le prohibía volver a los entrenamientos o irse del castillo y Lee, abrumado y deprimido por el rechazo, tampoco había vuelto para pedirle de que lo dejara hacer lo que deseaba. El pelinegro volvió a pasar todos sus momentos libres acompañado de Kiba y dejaba que el castaño le acariciara la cabeza paternalmente mientras le repetía lo mucho que entendía como se sentía.

No pasaron muchos días desde aquel incidente y una de esas tantas tardes en las que se lamentaba refugiado de la lluvia en la casa de Kiba su amigo perdió la paciencia.

– No te quiere – Le dijo harto, deseoso porque dejara de sufrir tirado en su cama.

Lee levantó la mirada y observó el gesto enfadado de su amigo.

– No vale la pena ¿Lo entiendes?, ninguno de ellos, deberías agradecer que te ha apartado de su lado – Kiba solía sonar amargo algunas veces, como si odiara a la familia real.

– Kiba san tú… – Lee recordó aquella noche que vio a su compañero en los aposentos del rey – le pediste a Kankuro sama que hablara con Gaara san, para sacarme del calabozo – no era pregunta sino una afirmación producto de la lucidez que le daba el momento.

El mencionado se quedó tieso en el lugar en el que estaba – ¿Por qué dices eso? – se puso a la defensiva.

– Una noche… – Lee se incorporó – los vi, a ti y a Kankuro sama… –

Como respuesta escuchó que Kiba lanzaba una maldición y le dedicaba un gesto aterrado - ¿Qué? –

– Yo no sé lo que ví, no pienso en eso, lo siento – Lee se apresuró a disculparse - Es que jamás te agradecí y quería hacerlo – agregó sintiéndose culpable por mencionarlo.

Kiba lanzó un suspiro y se sentó en la cama a un lado de Lee. Dejando el tiempo pasar mientras escuchaban la lluvia y las llamas crepitar.

– Hace mucho – el castaño cortó el silencio – cuando me nombraron miembro de la guardia real, pasé mucho tiempo con Kankuro – su voz dejó el tinte amargo para sólo dar lugar a la resignación – él se obsesiono conmigo y… en resumen, amenazó con encarcelar a mi familia si me negaba a – cortó sus palabras – estar a su lado –

Lee lo miró confundido.

–Es por eso que abandoné la guardia, no tenía motivación para seguir defendiendo algo que no sentía – bajó la mano y acarició la cabeza de Akamaru con lentitud – tampoco me deja abandonar este lugar, pero ya no importa porque aquí está mi segunda familia y Shino… – resopló y sonrió irónico – él no lo sabe. Cree que nos ocultamos por ser hombres pero la verdad es que si Kankuro se entera lo mandará a matar –

El menor no tenía palabras.

– Lo odio pero ¿Sabes?, es por eso que pude salvarte mocoso impertinente – le revolvió los cabellos y sonrió disimulando su pesar – piensa que eres afortunado Lee, por mí –

Volvieron a quedar en silencio.

El mencionado asintió, pero no se sintió afortunado, una sensación de vació lo invadió y e intentó imaginarse a él odiando a Gaara y estar obligado a permanecer a su lado. ¿Era afortunado?, desear que Gaara lo quisiese y que él lo despreciara.

Pasaron largos minutos, que se convirtieron en horas, en los que ambos reflexionaron hasta que dejó de llover y el sol se asomó, de nueva cuenta, en lo alto del cielo.

Kiba suspiró y se paró de la cama – Será mejor que me ponga a trabajar – comentó casual y abandonó la habitación. Lee se mantuvo estático, aún reflexionando, hasta que escuchó una exclamación de susto de Kiba, que lo sacó de sus pensamientos y lo obligó a pararse con rapidez para ayudarlo. Sin embargo lo encontró parado en la entrada de su cabaña, sosteniendo lo que creyó era la casaca de Shino y mirando manchas de lodo en forma de huellas en el suelo.

– Shino – susurró Kiba – me escuchó –

 Ambos corrieron directo al castillo. Temiendo lo peor y aquello fue mucho más palpable cuando se enteraron, por una de las sirvientas, que el capitán y el rey habían abandonado el castillo minutos antes. Kiba se aterró y corrió a las caballerizas para montar e ir en busca de aquellos dos. Lee fue detrás suyo pero paró en seco cuando se encontró con que Gaara estaba también en aquel lugar, cepillando con calma al animal que pronto montaría.

El menor sintió el tiempo detenerse, sin embargo cuando Kiba montó sin siquiera hacer un gesto de reconocimiento ante el príncipe, recordó lo que ocurría y pensó pedirle ayuda. Si alguien podía detener a Kankuro, ese era su hermano menor. El rey siempre hacia lo que Gaara le pedía y a la inversa.

- Gaara sama – lo llamó y por primera vez no estuvo al pendiente de cada una de sus reacciones, por eso no notó el brillo de ilusión y arrepentimiento que cruzó los ojos verdes del mencionado tan pronto lo vio – Debe ayudarnos –

Y después de explicarle tan rápido como pudo lo que ocurría logró que lo acompañara a seguir el camino que Kiba había tomado.

Cuando llegaron a su destino Inuzuka se bajó lo más rápido que pudo de su caballo y segundos después Lee y Gaara lo imitaron. Los tres se detuvieron justo cuando observaron a Shino y Kankuro, pistola en mano, apuntarse el uno al otro como si estuviesen en duelo. No les dieron tiempo a reaccionar, ni detenerlos, porque se dispararon.

Kiba emprendió carrera hacia el cuerpo de Shino cuando fue el de éste quien cayó al suelo – ¡Shino! – el castaño resbaló por el suelo y sus manos fueron a parar al pecho herido del capitán – Shino – repitió y su voz se escuchó quebrada – no, no ¿por qué? – de manera inútil intentó atenderlo pero la herida era fatal.

– Lo sie..n..to Kiba – Shino aún estaba consiente pero le costaba respirar , su pulmón perforado comenzaba a inundarse de sangre – al princi..pio lo in..tente, pe..ro no… pensé qu.. no… po…día al rey –

– Yo lo siento – Kiba lloró y enterró la cabeza en el cuello de Shino – siento haberte mentido pero te amo, siempre a ti, sólo a ti –

– Lo… sé – Aburama estiró con esfuerzo una mano y acarició con esfuerzo los cabellos castaños del chico y sonrió levemente.

– ¡Shino! – Kiba se incorporó y observó impotente como el mencionado se convulsionaba al tiempo que tosía sangre – Shino… – pero por más que lo sostuvo y llamó era inútil.

Lee negó verdaderamente aterrado, las lágrimas también caían por sus ojos al darse cuenta que su capitán estaba muerto y a su lado pudo ver como Gaara había dejado caer los hombros. La pistola de Kankuro chocó contra el suelo al ser soltada y el golpe se escuchó por sobre los lamentos de Kiba.

– Kiba – el rey susurró perturbado, las manos le temblaban y sus dedos se contraían en espasmos. Después de tirar del gatillo se dio cuenta que el capitán se arrepintió del duelo en el último momento.

El castaño volvió a la realidad al escuchar su nombre y, entonces, sus hipidos pararon de golpe – ¿Cómo… ¡¿Por qué hiciste esto?! – el castaño tomó con un movimiento rápido la pistola de Shino y la alzó apuntando directamente a Kankuro – ¡¿Por qué?! – Repitió fuera de sí y el rey quedó pasmado – ¿Por qué me odias tanto?, ¡¿Por qué?! –

 Gaara sacó con rapidez su propia pistola, esa que siempre cargaba, incluso cuando dormía… por protección decía. Lee, al ver que el pelirrojo estaba dispuesto a dispararle a su amigo se lanzó contra él para evitar que apretara al gatillo – No Gaara san – le pidió forcejeando para quitarle el arma – Kiba no va a disparar – estaba seguro que el castaño no lo haría.

– Yo no te odio – Kankuro miraba absorto a Kiba, ajeno a su hermano y a todos – te amo –

Kiba rió casi amargo – ¡No me amas! – y más lágrimas brotaron de sus ojos – desde siempre me odiaste, siempre me obligaste y cuando por fin pude ser un poco feliz, te empeñaste en quitármelo ¡Me lo quitaste! –

Kankuro abrió la boca pero de sus labios no salió un solo sonido.

– Suelta – Gruñó Gaara pues Lee estaba empecinado a no dejarlo apuntar a su amigo, por más que lo golpeara en el pecho para que se hiciese a un lado.

– No lo hagas – Pidió el pelinegro y entonces producto del forcejeó el arma se disparó. Lee se apartó lanzando un quejido y el príncipe lo vio soltarlo pues la bala le había dado en la pierna. Gaara se estremeció e inmediatamente intentó ayudar al menor que no paraba de quejarse.

Al escuchar el segundo disparo Kiba desvió la mirada y se encontró con su amigo postrado en el piso, tomándose la rodilla con una expresión de absoluto dolor – Lee – susurró mientras negaba lentamente – Estoy harto – varios lagrimones volvieron a resbalar por sus mejillas – Lo siento – y sin previo aviso puso el cañón de la pistola sobre su propia cabeza e recargándose sobre el pecho de Shino tiró del gatillo.

– ¡NO KIBA! – Kankuro corrió para detener al chico pero no lo logró, apenas iba a mitad del camino cuando la sangre del castaño ya teñía el campo.

Lee ahogó un grito de dolor y las lágrimas corrieron con mayor rapidez, no podía creer lo que veía pero su sorpresa no se comparaba con la de Kankuro quien se dejó caer pues sus piernas temblorosas no lo sostenían. Por más que intentaba jalar aire sentía que nada llegaba a sus pulmones.

El menor no estaba seguro de si lo que veía era real o no, simplemente quería que no lo fuera. Había perdido a sus dos amigos en un minuto y estaba adolorido, asustado, se sentía frío. Tenía mucho frío.

 

  

 

Cuando Lee despertó, se dio cuenta de que Tenten velaba su sueño. Estaba en su cuarto dentro del castillo y su pierna derecha dolía, no tanto como cuando perdió el conocimiento pero, aún lo hacía. No fue necesario preguntar, los ojos de la castaña lo decían todo y cuando se paró quedó bastante claro, había perdido casi el 50% de movilidad.

 

Lee caminó hasta la tumba de Kiba y no se sorprendió cuando vio a Akamaru acostado a un lado de la cruz que la adornaba. El enorme perro blanco tenía el pelo sucio y enmarañado; su complexión era delgada y estaba evidentemente demacrado. La tumba de al lado debía ser la de Shino, su espada estaba enterrada en la tierra, y Lee no supo si llorar o alegrarse de que esos dos por fin lograran estar juntos y, esperaba, en paz.

Entendía que Shino había preferido morir a dejar al país del viento sin su rey, él fue un buen soldado hasta el último segundo, y Kiba… él había respetado su sacrificio.

Ya no pudo evitarlo y comenzó a llorar.

– Akamaru – acarició la cabeza del perro que ya no comía, simplemente respiraba esperando a que el fin también le llegara – estaremos mejor, como ellos –

 

 

 

Al regresar al castillo se encontró con el pelirrojo. Los ojos verde del príncipe lo recorrieron por completo y repararon un par de segundos en el bastón en el que se apoyaba para poder caminar.

– Lee – llamó con voz triste y el mencionado sonrió.

Tenten le había contado que Kankuro estaba ausente, vivo pero a la vez como si no lo estuviese, como Akamaru parecía esperar que todo terminara.

– Puedes irte– las palabras brotaron, serias, de los labios del pelirrojo – y si así lo deseas volver al ejercito cuando te encuentres mejor –

Lee negó levemente – no voy a mejorar, en algún momento ya no voy a necesitar esto – levantó levemente el bastón – pero para mí va a ser imposible volver  al ejercito –

– No quería… – Gaara intentó disculparse pero Lee lo paró con una sonrisa

– He pensado que, mi sueño, hay muchas maneras de proteger a Suna. Shino y Kiba me lo enseñaron – desvió la mirada al cielo y se serenó con el bello azul – Yo me gustaría acompañarte, quedarme a tu lado…–

– Si Kankuro no recupera la cordura, tendré que gobernar Suna y me quedaré con todos sus deberes y compromisos – Gaara no dejó entrever algún sentimiento.

Lee cerró los ojos y exhaló – No importa si jamás puedas llegar a corresponderme o si algún día ya no me necesitas… voy a ser feliz si puedo permanecer a tu lado porque cuidar de ti y procurar que seas feliz, es la única manera en la que ahora puedo proteger a Suna –

Sintió el escrutinio de Gaara sobre su persona. El azul del cielo se lo tragó y se dio cuenta de que era, definitivamente, diminuto comparado con aquella inmensidad. Seguía sintiendo envidia por la desconocida persona de la que su interlocutor estaba enamorado.

– ¿Me permitirás seguir siendo tu acompañante? – Lee preguntó y lo miró directo a los ojos. Por única y exclusiva vez se atrevió a hablarle de manera impersonal, sentirse por unos segundos su igual, pensar que por ese instante pudo estar a su lado; era lo que necesitaba para afrontar su futuro.

Gaara le dedicó un gesto indescifrable – Seguirás a mi lado… – el pelirrojo pareció querer agregar algo pero la frase quedó inconclusa. Tenía ganas de pedirle perdón, decirle que si se había negado a dejarlo cumplir su sueño era porque temía que, siendo tan inocente, como era, terminara muriendo. Al final, como siempre era y como siempre sería tras toda buena acción, tras la mejor intención, siempre habría alguien que sufriera por ello.

 

Lee, por su parte, sonrió.

 

 

.::: Fin ::.

Notas finales:

Hubo en un momento en el que, aterrada de leer este chap, me puse a gritar: “¡No puedo seguir con esto!”… de verdad, no tengo idea por qué escribí algo que me hace sufrir tanto…

… ¡Ya!, porque soy masoquista XD.

Muchas  gracias por leer, por favoritearme, por comentar, por llegar hasta aquí ;D.

Curiosidades sobre el fic:

1)      Temari no aparece en él porque está casada, con Shikamaru, y viven en otro lugar.

2)      Gaara está enamorado de Naruto (Por si había duda de eso XP).

3)      Lee es un noble, de Konoha, lo secuestraron y lo perdieron en Suna. Su familia y la de Neji, su mejor amigo y “su  primer amor verdadero”, aún lo están buscando.

4)      Gaara también se enamoró de Lee, pero como él jamás logró convencerlo de que todos pueden ser felices, Gaara decidió no corresponderlo  (sacrificar su felicidad y la de Lee) para el bien de la mayoría cuando remplace a Kankuro como rey (Porque ser gay “es malo” >.< y más cuando no puedes tener herederos).

5)      Kankuro murió de depresión unos meses después Y.Y

 

¡UN BESO Y ABRAZO A TODOS!

 

Atte. Yais


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