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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Me gustó mucho este capítulo. No sé, amo que Oliver y Nicolás discutan y luego busquen reconciliación jajajaja

 

Capítulo 27

“Entrenamiento”

—Tío Nicolás ¿llevaremos al gatito a casa? —Ana observó al pequeño minino, buscando encontrar una salida para que todos los ahí presentes fueran felices. De camino a casa se encontraron con un lindo gatito bebé cerca de un basurero, Ana lo encontró primero y al parecer ya se había entusiasmado con tenerlo.

Nicolás torció la boca, pensativo. No le desagradaban los gatos, pero Oliver y su limpieza serían el problema. Si Nico llevaba el gatito a casa lo más probable era que su marido se enfadara con él, pero si no lo rescataba, entonces se quedaría con el remordimiento.

—¡Esto es un problema! —se quejó el pelirrojo.

—Creo que debemos llevarlo a casa —añadió la pequeña.

Nicolás asentó, ella tenía razón.

—Debemos llevarlo a casa, pero tu tío Oliver se enojará.

—Si le das muchos besitos entonces puede perdonarnos. —Una risilla por parte de Batsheva hizo sonrojar a Noah. ¿Cómo era que existía una mocosa así? De igual manera era perfecto tener a una niña tan inteligente.

—¿Crees que nos perdone? —dijo el otro mocoso, tratando de pensar más a fondo y viendo si tenía algún otro baile sexy para su marido.

—Tío Nicolás ¿Ustedes se dan muchos besitos? ¿En la boca?

—¿Hug? —respondió inmediatamente el adolescente. No se esperaba una pregunta tan directa —. ¿Para qué quieres saberlo? —evitando profundizar el tema homosexual le preguntó.

Ana rodó los ojos, luego recordó un poco del pasado de su tío Oliver.

—Antes mi tío Oliver se besaba mucho con sus novias, pero ellas eran mujeres. —Se detuvo para saber cómo proseguir—, pero tú eres hombre, aunque por el físico pareces mujer.

Ciertamente Nicolás se enfureció al principio, ya que escuchar que su marido antes se besaba con muchas mujeres lo podía rabioso, no obstante, luego recordó que ahora su esposo era él y ninguna otra mujer volvería a besarlo.

—¿Crees que esté mal que dos hombres se den besitos? —temeroso, interrogó a la pequeña. Estaba al ras de su altura y con el gatito en brazos, viéndose totalmente adorable platicando con una niña.

—Pero ¿es tan importante la opinión de una niña de 8 años? —contraatacó la miniatura —. Si ustedes se quieren, entonces no debe estar mal —repuso ella —. ¿Entonces se dan muchos besitos?

Nicolás le acarició las coletas, agradeciéndole a Olivia mentalmente por haber dado a luz a una niña tan inteligente.

—Sí, nos damos muchos besitos —contestó el ojiazul.

—¿Y yo también te puedo dar besitos?

Nico sonrió, asentando con la cabeza.

—Sí, puedes darme besitos, pero no como tu tío Oliver me los da a mí. —Ana le dio un golpe enorme en la cabeza al escucharlo decir aquello.

—Sólo las personas mayores se dan besitos en la boca, tío Nicolás. Mi mamá me dijo que nadie debe de besarme en la boca y menos los niños, así que sólo te daré besitos en las mejillas.

—Me parece bien —dijo riéndose—, ¿Entonces nos llevamos al gatito?

—¡Sí!  —gritó la hermosa niña —. ¿Cómo llamaremos a nuestra nueva mascota, tío Nicolás?

Los dos se quedaron en silencio, tratando de encontrar un buen nombre, pero ninguno sabía, así que el pecoso le preguntó:

—¿Cómo debemos llamarla?

Ana brincó como loca, después logró calmarse para dar su idea.

—¿Bollito de esperma?  —Nicolás abrió los ojos como platos al escucharla decir aquello.

—¿De dónde sacaste eso?  —anonadado, decidió preguntarle. Ana no debía decir ese tipo de cosas, era una niña y no era bueno que aprendiera ese tipo de apodos. Además, Olivia todavía le debía una explicación a Nicolás acerca del nacimiento de ese apodo.

—Mi mami le dice así a mi tío Oliver, entonces ¿Qué no es un lindo nombre?   —haciendo lógica, interrogó.

Noah se cruzó de brazos, dejando al gato en brazos de Ana.

—¿Por qué no buscamos otro nombre? —Le propuso.

Ana gesticuló una horrible mueca de disgusto.

—¡No! A mí me gusta ese —se quejó. Levantó al gatito y le amansó la cabeza para poder calmarse un poco.

—Pero ese no puede ser, Ana. Sería como si compararas al gatito con tu tío Oliver —añadió Nicolás, buscando que Ana cambiara el nombre del gatito.  

—¡Pero mi tío Oliver no puede ser comparado con un gato! —espetó con estado crítico —. ¡¿Qué hacemos tío Nicolás?! El gatito es muy bonito como mi tío Oliver…

—Así es, es por eso que debemos buscarle otro nombre, y bueno, referente a lo otro yo no creo que…

—A mí me gusta Requetemiau, y podría apodarse Oliver —ya decidida, musitó en alto.

Nicolás se negó con temor, eso no podía ser, el nombre estaba bien, ¿pero el apodo? Además “Oliver” no sonaba como un apodo…

—Tu tío se enojará si lo apodamos así, además ¿Por qué Requetemiau?

Ana sonrió de lado, traviesa, luego le contestó:

—Porque los gatos maúllan mucho. —Alzó su mano para hacer la analogía de la altura con la cantidad de maullidos que un gato hacía y más si eran bebés—, además mi tío no se enterará que el gato se apoda así, a menos que le digamos. Aunque debería llamarse Oliver y apodarse Requetemiau. —Razonó la enana.

—Mejor que se apode Oliver —soltó Nicolás, asegurándose de que Ana no se enojara.

Como respuesta la pequeña solamente dijo que sí en alto.

 

***

Dos horas después…

—No tío Nicolás, no es así. La fórmula general  para ecuaciones cuadráticas no es esa —regañándolo, le gritó. Nico se estremeció al darse cuenta que una niña de 8 años era más inteligente que él.

No podía ser posible que una niña pequeña se supiera la fórmula general, ni siquiera estaba en su guía de estudio. No obstante Nico se encontraba estudiando con Ana y se miraba muy estúpido.

—¿Entonces cuál es?

—Te la acabo de repetir más de cinco veces, pero se te olvida. El hermano de mi amiguito Lucas nos enseñó la fórmula general hace apenas dos meses y es muy fácil, si te aprendes la fórmula general, entonces te ayudaré a hacer problemas con ella. —Le lanzó la mirada coqueta a su tío para que éste aceptara la propuesta. ¿Acaso Ana estaba jugando al dando-dando?

—¿También sabes utilizarla?

—¡Por supuesto que sí, tío Nicolás!  

***

Veinte minutos más tarde…

 

—¿Estás segura que me la aprenderé más rápido si estoy de cabeza?

—Se supone que sí —musitó la niña, asegurándose de que su tío Nicolás estuviera con la cabeza en el piso y las piernas en alto —. Ahora repítela —le ordenó, copiándose del mismo tono que sus maestras utilizaban con ella cuando debía aprenderse algo.

—Menos B, más, menos…

Nicolás se detuvo, no sabía qué seguía, pero por suerte Ana estaba para salvarlo y presionarlo, preguntándole el seguimiento:

—¿Menos qué?

—Raíz cuadrada de B al cuadrado, menos…

—¡Tú puedes, tío Nicolás! —lo animó con un gritillo energético a lo que Nicolás asentó recargado de fuerzas.

—menos cuatro AC, sobre dos A

—Ahora repítelo de nuevo —viéndolo sudando, lo incitó con sus gritos potentes.

—No recuerdo cómo comienza. —Nicolás cerró los ojos para pensar en el comienzo, pero no tuvo buenos resultados.

—¡Tío Nicolás!  —lo reprendió la pequeña con una voz muy molesta, pero luego se tranquilizó—. La repetiremos juntos ¿está bien?

—Sí, pero rápido, porque ya me está doliendo el cuello.

Nico se sostuvo más fuerte, luego comenzó a hablar cuando Ana gritaba en alto la fórmula general.

—Menos B, más, menos, raíz cuadrada de B al cuadrado, menos cuatro AC, sobre dos A  —dijeron en unísono y en alto.

Poco después repitieron lo mismo, quince veces más, inclusive Nicolás lo repitió con los ojos cerrados y mientras Ana cantaba en alto la canción del abecedario que le enseñaron en el kínder. Ana utilizó la distracción para que su tío Nicolás pudiera aprendérsela con más facilidad. Y funcionó. Nicolás pudo aprenderse la fórmula general para ecuaciones cuadráticas en una sola sesión de matemáticas con la pequeña Ana, sin embargo todavía  tenía que aprenderse su funcionamiento, y eso sí que costaría más trabajo. Pero sin dudarlo, Ana lo ayudó. Le mostró los pasos para resolver problemas con ella y después de cuatro horas intentándolo, Nico aprendió.

Como tarea Ana le encargó repasarlo.

Ahora se encontraban en la cocina viendo si había algo en el refrigerador. Querían comer pastel, pero no había. Diablos, tenían que ir a comprar uno inmediatamente, pero no se ponían de acuerdo; Nicolás quería de fresas con crema y la pequeña Ana deseaba comer uno de doble chocolate.

—¿Qué se supone que están haciendo? ¿No deberías estar estudiando, Nicolás? —Oliver los sorprendió con un tono de voz bastante alto. El pelirrojo se quedó tieso, por su parte Ana sólo sonrió mientras se apretaba más contra la espalda de su nuevo tío.

Oliver los observó de pies a cabeza, sintiendo un horrible sentimiento crecer en su estómago. Ana estaba colgada de la espalda del pelirrojo, mientras Nicolás la sostenía de las piernas. Parecían amarse tanto, tanto…

—Ana deja a tu tío, él tiene que estudiar —le ordenó a la pequeña niña, cuidando su tono malvado de voz.

—Pero me está ayudando a estudiar —añadió Nicolás rápidamente.

El pelinegro sonrió de lado. No sabía, pero algo le molestaba y era el hecho de que su sobrina estuviera todo el tiempo con su querido Nicolás. Ni él se la pasaba pegado al chiquillo todo el tiempo aunque quisiera.

—Ya se aprendió la fórmula general, tío Oliver —complementó la pequeña.

Pese a todo lo bueno que podía ser todo eso, Yael rodó los ojos. Podía recordar que Nicolás le había dicho sus deseos y esos eran: estudiar la fórmula general mientras trabajaban en la posición 69 ¿qué acaso no recordaba?

—Pensé que querías que yo te la enseñara, Nicolás —se lo recordó con un poco de sorna.

—¿Tú? Pero Ana ya me la enseñó —contestó el pecoso, sorprendido.

—De acuerdo —espetó el mayor, cruzándose de brazos.

—Iré con Requetemiau, luego vuelvo tío Nicolás —avisó la pequeña, bajándose de su espalda.

El pelirrojo no pudo escuchar nada más, Ana huyó como toda una cobarde, dejándolo  completamente con todos los problemas.

—¿Requetemiau? —preguntó el ahí presente —. ¿Qué estuviste haciendo toda la tarde?

Nicolás asentó tímidamente con la cabeza.

—Estudiando, y bueno…

Sin dejarlo terminar, Oliver lo bombardeó con preguntas que debían responderse inmediatamente:

—¿Por qué hay un puto gato en la sala?

—¿Lo sacaste? —Abriendo mucho los ojos, Nicolás se acercó más a Oliver hasta tenerlo a pocos centímetros de su rostro.

Oliver bajó la vista para verlo con atención, luego preguntó lo que debía ser resulto:

—¿Qué hace un puto gato en la sala?

—Lo recogí de la calle, a Ana le gustó a mí también…

Trató de explicarle, pero no pudo acabar, de nuevo Oliver estaba interrumpiéndolo.

—Sácalo inmediatamente de aquí, no me gusta que la casa esté sucia y con pelos.

—Pero es un bebé, ¡No puedo dejarlo a la buena de la calle! —inconscientemente Nicolás gritó. Estaba comenzando a cabrearse.

—Ese no es nuestro problema. —Oliver se lo dejó más que claro cuando le echó una mirada asesina.

—Ese es mi problema y no lo sacaré —respondió el ojiazul, tratando de profundizarse más en los preciosos ojos grises de Yael.

—Entonces lárgate de la casa junto con el gato —poniéndole punto final a la situación, le propuso.

—¿De qué mierda estás hablando? ¿Quieres que me vaya?

—Entonces quédate, pero sin el gato. —Sonriendo de lado trató de hacerlo decidir.

—¿Por qué eres así? Es un animalito, está indefenso… ¡Pensé que eras más humano! —gritó en alto y esta vez consciente de ello. Cada vez que deseaba que le pusieran atención lo hacía, y esta vez tramaba que Oliver lo comprendiera.

—Y lo soy, Nicolás. Soy humano, así que  humano no significa ser bueno o dar caridad. Todos en este mundo somos humanos, buenos o malos, nacimos humanos. Así que si ya tienes una definición más global de humanidad, entonces saca a ese animal de aquí —espetó con prepotencia.

—Pensé que te gustaban los gatos, me hiciste maullar como un puto gato cuando follamos ¿acaso esto tiene sentido? —Trató de hacerlo entender, pero luego se arrepintió—. Pero bueno, está  bien, estos dos putos gatitos se irán de casa.

—Si piensas volver, hazlo sin el gato —terció Oliver, complementó la despedida.

—¡Vete a la mierda! —murmuró el menor, volteándole la cara.

No hubo más palabras, cuando Oliver escuchó que la puerta de la cocina fue azotada por Nicolás, su corazón se aceleró. No sabía por qué había reaccionado así, pero no pudo evitarlo. No le gustaban los pelos de animales, ni mucho menos que Nicolás se la pasara todo el tiempo con su sobrina. Oliver sabía que era una estupidez ponerse celoso de eso, pero se sentía celoso.  Oliver era capaz de compartir a su sobrina, pero no a Nicolás y tenía que trabajar en eso.

Al llegar a la sala, Nicolás agarró la cajita del gatito y buscó al minino, supuso que debía estar con Ana y no se equivocó. Al ver a Requetemiau junto a Ana, sonrió. Corrió hasta ellos, se hincó y le platicó a la pequeña que tenía que irse con el gato, la pequeña comprendió y lo dejó marcharse por esa vez.

Por la noche nadie supo nada de él, incluso siguió así hasta la mañana del día siguiente. Oliver supuso que debía estar con su mejor amigo Tomás, pero en realidad dudaba un poco. ¿A dónde había ido Nicolás? ¿Dónde había dormido? ¿Con quién? La noche fue terrible para Yael. Estaba preocupado y tenía deseos de verlo y más por la situación de la responsabilidad, porque sabía que Nico estaba preocupado por pasar las materias, y también porque se dio cuenta de su nerviosismo y su cuerpo tembloroso. No debía dejar solo a un estudiante que antes consumía enormes cantidades de narcóticos.

—¿Dónde está mi tío Nicolás? —preguntó la pequeña Ana en medio del almuerzo. Ella estaba muy preocupada, no tanto como Oliver, pero sí lo estaba.

Oliver se cubrió aún más el rostro con el periódico. Nunca leía el periódico, pero debía hacerlo, ya que ese trozo de papel podía avisarle sobre algún adolescente perdido, o quizá sobre algún accidente donde el pelirrojo estuviera implicado.  No quería recibir noticias de ese tipo, pero no podía descartarlas. Nicolás no le había llamado ni tampoco lo hizo él, así que fácil podía echar a volar su imaginación.

—Tu tío Nicolás está bien —comentó Olivia al percatarse de que su hermano no quería contestarle a su sobrina.

—No  vuelvan a mencionar a Nicolás en mi presencia, por favor —musitó el único hombre de la casa.

Las dos mujeres se quedaron heladas. Comenzaron a comer y a tragarse todas las preguntas que tenían acerca de Nicolás. No debían preguntar nada porque cuando Oliver se enojaba, nadie podía contra él, a excepción de Noah. El de cabellera pelirroja era la única persona que podía hacer que Oliver cuidara sus palabras y hasta su comportamiento.

Esa mañana antes de irse a trabajar, Oliver llamó al teléfono de Nicolás, pero para su mala suerte el mocoso lo había apagado. No dejó ningún mensaje de voz, tampoco uno de texto, sólo prefirió conformarse con eso. Sin embargo durante el trabajo, consiguió el teléfono de Tomás y lo llamó, para su suerte éste mocoso sí le contestó.

—¿Hola?

—Hola, soy Oliver ¿está Nicolás contigo?  

Por la otra línea se escuchó un gran silenció, luego un gritó histérico por parte de Tomás.

—¡No! ¿Por qué? ¿Se escapó?

—Bueno, si llegas a verlo, entonces por favor llámame. Hasta luego y gracias. —Sin contestar a sus preguntas, le colgó.

En su puta vida había echó una llamada tan corta, pero no deseaba hablar con Tomás. Sin poderlo evitar, su preocupación aumentó. Ahora estaba doblemente preocupado por su esposo y es que… ¿estaría bien? Sólo quería saber eso.

***

Frente a frente y sin estar sentados, los dos pelirrojos comenzaron la conversación de sus vidas.

—¿Entonces por qué estás aquí? —le preguntó por fin Salomón. Nicolás estaba en la empresa de su padre esa mañana. Tenía un poco de ojeras y no era para menos, había dormido en un hotel de cuarta junto con el gatito —Nicolás ¿sabías que está prohibido traer animales aquí, verdad?

—Lo sé, pero no tenía donde dejarlo. Lo sacaré de aquí, lo prometo. —Agachó la cabeza, disculpándose.

—¿Qué es lo que ocurre? Aunque me alegra verte aquí, te ves diferente…

—Necesito sacar el dinero que Oliver me depositó —musitó el adolescente.

Salomón tragó saliva, poco después sonrió.

—Bien, te acompañaré para que lo saques, pero ¿para qué lo quieres? ¿Estás realmente bien?

—Mira, seré claro contigo. Discutí con Oliver, así que me corrió de casa porque no aguanta a los animales y no me dejó tener al gato. No quiero que intervengas, no quiero que le digas. Ahora bien, quiero el dinero para poder rentar un departamento cerca de la escuela, necesito un lugar para dormir, porque creo que la reconciliación tardará en llegar. Por favor, papá.

El sonido  de la voz de Nicolás se escuchó diferente, simulándose al ruego. Eso daba mucho de qué hablar. Nicolás no le rogaba a nadie.

—Me parece bien, hijo. Además me enteré que te pondrías a estudiar duro y creo que si tienes un lugar solitario, entonces podrás hacerlo.

—Sí, tengo que estudiar duro, es por eso que opté por el departamento —añadió con un toque entusiasmado.

Cada vez que hablaba con su padre, éste siempre se negaba a sus deseos y eso siempre los llevaba a la discusión, pero todo era diferente ahora. Incluso a Nicolás ahora estaba gustándole visitar y ver a su padre para contarle sus problemas.

—Deberías estarme pidiendo dinero para el departamento, pero veo que quieres hacerte responsable con lo que Oliver te ofrece. Bien, me parece excelente. ¡Estás cambiando y eso me pone feliz! Así que cuenta conmigo para poder cumplir tus propuestas —espetó el más grande, poniendo al mismo tiempo su mano sobre el hombro del menor.

—Gracias, papá. Pensé que me mandarías a la mierda y me obligarías a volver con Oliver, pero…

—Nunca volveré a interferir en tus decisiones. Si tú quieres que Oliver no sepa, entonces no le diré. Pero a cambio quiero que estés en contacto conmigo, deseo que me llames, que me mandes mensajes y que me visites. Quiero que seamos padre e hijo, Nicolás. Así que si tienes problemas, yo te ayudaré, pero dímelo.

—Sí, yo te diré todo —articuló el pelirrojo menor. Se acercó un paso hasta su padre y lo abrazó. Salomón sonrió, buscando abrazar con más fuerzas a su único hijo.

 

***

Ya con dinero en la bolsa y con un departamento rentado, Nicolás llamó a su amigo Tomás. Ahora sí que necesitaba ponerse a estudiar y no podía olvidar que Caroline sabía mucho y que Tomás le ofreció su ayuda anteriormente. Con una hora de espera, los tres ya se encontraban con los apuntes abiertos, puesto que mañana sería el día de escuela, bueno, mejor dicho la última semana de clases, y después de algunos días  se presentarían segundas.

Caroline comenzó con matemáticas y con lo más básico de la misma. Nicolás al principio no entendió muy bien, pero cuando comenzó a hacer algunos problemas, pudo con ellos. Por suerte los problemas de la fórmula general ya le salían, así que con esos no tuvo problemas. Después de dedicarle dos horas a esa materia, pasaron a literatura. Lo único magnifico era que eran puras definiciones para ponerlas en práctica, así que estudió como un loco para poder saber la conformación de un ensayo y los pasos para escribirlo. Ese día sólo pudieron ver dos materias, ya que el régimen de estudio fue muy pesado.

—Ahora me puedes explicar, ¿por qué estás en un departamento y no en tu casa?  

Ante la pregunta de Tomás, Nico señaló al gato

Requetemiau fue expulsado y bueno…yo no podía dejarlo solo.

Caroline sonrió de lado, manteniéndose calladita durante la conversación de aquellos dos mejores amigos.

—¿Discutiste con Oliver por un gato? —impactadísimo, Tomás siguió interrogándolo.

—Sí, pero él fue el que empezó. Estaba enojado porque había estudiado la fórmula general sin él y bueno, el minino fue lo que hizo explotar la situación. ¡Me corrió, Tomás!  —Se alzó de hombros para complementar su estado derrotado.

—Oliver me llamó esta mañana y se escuchaba preocupado —le contó el rubio. Nicolás levantó la cabeza y se sonrojó con agilidad. Estaba muy apenado por todo, pero tampoco estaba muy de acuerdo con Oliver.

—Pues él tiene la culpa…

—¿No crees que deberías llamarlo? —Tomás trató de convencerlo.

—No, y no lo haré. A mí también me llamó, pero apagué el celular —confesó el ahora niño responsable. Tomás y Caroline se miraron para poder encontrar algo bueno para decir, pero no sabían cómo hacer para que Nicolás no fuera tan infantil con sus decisiones. Ciertamente estaba más que mal que Nico no le avisara nada a Oliver, eso sólo provocaría más problemas y mucha preocupación.

—¡Que grosero eres Nicolás! —refunfuñó el rubio.

—Se lo merece, si él quiso que me fuera, entonces tiene que dejarme en paz.

—¿No lo extrañas? —Caroline y Tomás le preguntaron en unísono lo más obvio.

Nico sonrió, diciendo:

—¡Claro que sí! Yo lo amo, pero… pero es mejor que no nos veamos. Ya lo pensé bien y ahora estoy siendo responsable…

—Suena tan bien que digas que lo amas. —Una risilla se escuchó por parte de la pareja hetera, luego Tomás continuó—. ¿Así que…?

—Pues siento que es mejor que no nos hablemos. Así yo podré estudiar y él podrá pensarlo.

—Él te encontrará y cuando eso pase ¿qué harás?

—Si eso pasa, entonces recargaré mis fuerzas, aunque le pedí a mi padre que no le contara nada y también te lo pediré a ti, por favor, no le hables ni le digas que estoy aquí. Tengo suficiente dinero para poder comprar comida y ropa, así que quiero que sea nuestro secreto.

—¿Entonces no le mandarás ni un mensaje? —insistió Tomás.

—Bueno, le diré que estoy bien y que no se preocupe por mí —Nicolás mintió con un tono creíble de voz.

—Espero y eso funcione —Caroline por fin habló, apoyando la decisión del pelirrojo.

Nicolás asentó con la cabeza, sabía que no funcionaría mucho, pero tenía que hacerse independiente, así que era momento para eso.

 

***

Los días comenzaron a pasar, Oliver no pudo dormir bien esos días. Llamó muchas veces a Tomás, pero él decía que no sabía nada de Nicolás, y que le avisaría si se llegara a enterar de algo. Durante ese tiempo sin verlo también visitó a Salomón, le comentó la situación y éste no le comentó nada. Todas las noches llamaba a Nicolás, pero éste no contestaba las llamadas. Se sentía estúpido y muy enojado. Justo la noche pasada comenzó a llorar por la lejanía que había entre ellos dos y por la angustia que sentía por no saber cómo estaba ¿En verdad se había portado muy mal con Nicolás?

¡Ya no lo soportaba! Tenía que encontrarlo y empeñaría toda su vida en ello. Ese mocoso no podía esconderse por mucho tiempo y lo encontraría, de eso estaba completamente seguro. Para lograr encontrarlo, siguió el rastreo de GPS que el celular de Nicolás marcaba. Recurrió a fuerzas mayores para encontrar el paradero del teléfono móvil del crío, pero lo logró.

De acuerdo al croquis, Nicolás se encontraba instalado en unos departamentos de clase media,  cercanos a la escuela. Al entrar al edificio se sintió extraño ¿Nicolás vivía en un lugar como ese? Faltaban lujos, incluso al edificio le faltaba un estacionamiento privado, pero igualmente se conformó. Ansioso por encontrarlo, tocó la puerta que marcaba la dirección. Era el número 483 y para colmo sólo tenía una placa con la cifra. La puerta no era de buen material, podía detectarse que eran puertas normales,  además la perilla estaba medio suelta.

La puerta no se abrió inmediatamente, pero dentro del departamento se escucharon ruidos, al parecer Nicolás se había golpeado el pie por apresurarse a abrir.

—¡Es muy temprano y te pedí que no me visitaras tan temprano! ¡Te dije que tendría una noche muy alocada y mírame, estoy sólo en bóxer! —gritó el pequeño desde que comenzó a abrir la puerta para recibir la visita, dándose cuenta al final que la persona que estaba frente a él no era Tomás, sino Oliver. 

Notas finales:

Dejen sus comentarios, casi no están dejando y luego se me seca la imaginación D: Bueno, si quieren :P

Mañana actualizo, :3


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